Skip to main content

Full text of "Historia general de las cosas de Nueva España, : que en doce libros y dos volumenes escribió,"

See other formats


HISTORIA  GENERAL 

DE 

LAS  COSAS  DE  NUEYA  ESPAÑA, 

QUE    EN    DOCE    LIBROS    Y    DOS    VOLÚMENES 

ESCRIBIÓ, 

EL  R*  P.  FR.  BERJVJRDIJYO  DE  SAHAGUN, 

DE    LA    OBSERVANCIA   DE    SAN    FRANCISCO, 

y  UNO  DE  LOS  PRIMEROS  PREDICADORES  DEL  SANTO  EVANGELIO 
EN    AQUELLAS   REGIONES. 

DALA   A    LUZ     CON   NOTAS   V   SUPLEMENTOS 

CARLOS  MJRIA  DE  BUSTAMANTE, 

DIPUTADO  POR  EL  ESTADO  DE  OAXACA 

EN    EL    CONGRESO    GENERAL    DE    LA    FEDERACIÓN    MEXICANA: 

Y  LA  DEDICA 

a  nuestro  santísimo  pabrb 


TOMO  SEGUNDO. 


Imprenta  del   Ciudadano  Alejandro  Váidas,    calle  de  Sanio  Domin|0 
y    esquina-  de    lacuba. 

1829. 


JPIB®Eá@@®  3BH&  &W®Wé 

t^omo   por   el   apetito  de  mas   saber  nuestros  pri- 
meros  padres    merecieron  ser  privados   de  la   cien- 
cia  que   les  fué  dada,  y   caer   en  la  muy  obscura  no- 
che de  la  ignorancia   en   que   á  todos   nos   dejaron; 
no  habiendo  aun  perdido  aquel   maldito   apetito,   no 
cesamos  de   porfiar   en   querer  investigar   por   fas   ó 
por   nefas  lo   que   ignoramos,  así   cerca  de  las   co- 
sas  naturales,   como   cerca   de   las   sobrenaturales;  y 
aunque   para  saber   muchas  de  estas,  tenemos  cami- 
nos no  pocos   y    muy    ciertos,  sin   embargo  no  nos 
contentamos   con   esto,   sino   que  por  vias  no  lícitas 
y  vedadas,   procuramos  saber   las   cosas  que   nuestro 
Señor   Dios   no   es  servido  de  que  sepamos,  como  son 
las   futuras,  y    las   cosas   secretas,   y   esto   á   la  vez 
por  via   del   demonio,  á   las  veces    congeturando  por 
los  bramidos   de    los    animales,   ó   graznidos   de   las 
aves,  ó   por   el   aparecer  de   algunas   sabandijas.  Mal 
es  éste    que  cundió  en  todo  el  linage  humano;  y  co- 


mo  estos  naturales  son  buena  parte  de  él,  cupoles 
harta  de  esta  enfermedad;  y  porque  cuando  plaga- 
dos de  esta  llaga  fueren  á  buscar  medicina,  y  el 
médico  los  pueda  fácilmente  entender,  se  ponen  en 
el  presente  libro  muchos  de  los  agüeros  que  dichos 
naturales  usaban,  y  á  la  postre  se  trata  de  diver- 
sas maneras  de  estantiguas,  que  de  noche  se  les  apa- 
recían. 


EL   EDITOR 


üHs  menester    hacerse   mucha  violencia     para  imprimir    en  siglo 
diez  y  nueve   los  capítulos   del   quinto   libro   del  P.    Sahagun,    que 
tratan  de   los   agüeros,  fantasmas,  y   apariciones  de  muertos.    Hágo- 
lo   precisamente,    para  presentar  al   mundo   el  triste  cuadro  de   ig- 
norancia  y   error  en  que  se  hallaban  los   antiguos  mexicanos,  cuan- 
do creían    á  pie    juntillas   en    todos   estos    espantos,     maleficios,   y 
hechicerías,  consecuencia  indispensable  de  su  bárbara  educación,    y 
de   los  crímenes   y   absurdos  á   que   los   precipitaba    la    monstruosa 
y  abominable  idolatría  de  unos   dioses  sanguinarios.    No   es   menos 
triste  la  idea  que   en   esta  parte  nos   presentan  los   españoles  con- 
quistadores de  México  que  creían  lo   mismo,  y  algo  mas  y  mas  ab- 
surdo; porque   apoyaban  tal  vez  su    creencia    en    principios   de  una 
religión  que  detesta  las  fábulas   y  ficciones,  y   en   que  todavía  cree 
el   vulgo    de   su  península,  sobre  todo  el   de   las  Andalucías.   El  go- 
bierno colonial   bajo   que   vivimos,  no  cuidó  de  desarraigar    estas  si- 
niestras impresiones  del  populacho,  que  apoyaba  la  misma  Inquisición, 
atormentando  á  sus   reos,  vestidos  sus  verdugos  de  vestiglos  y   fan. 
fasmas  horribles:    ni  la   educación  que    se   daba   á  la  llamada   no- 
bleza,   dejaba    de    influir   en    mantenernos    en   los  mismos   errores- 
Era   una  especie  de    razón  de   estado   observar   esta   conducta,    co- 
mo lo   fué  en   Roma    en   los   dias    de  Cicerón,  cuando  este    gran- 
de hombre   escribió   sus    tratados   de  la  adivinación,  y  cuando    es- 
cribió^ contra    lo  mismo  que  sentía,  y  de  que  se  burlaba  entre   sus 
amigos,   y   en  el  seno    de  la  confianza;  así   como   Sócrates   y    Pla- 
tón   lo   habían   hecho   antes,   riéndose  de  la   multitud  de  dioses  que 
adoraban    los   Atenienses.   Sin    embargo,    no    por   esto    se  entienda 
que   faltaron  escritores   españoles  que  impugnaron   tan  groseros   er- 
rores,  y  que  como  Feijóo  y  Andrés  Piquér,  esplicasen  algunos  metéo- 
ros y  fenómenos    que  aterran   al  vulgo,  y  se  observan  principalmen- 
te   en  los  cementerios.   Por    tanto,   mis   lectores  me  disimularán   el 
desplacer   que  les  cause   con  la  lectura  de  paparruchas  tan    des- 


preciables,  propias  para  conciliar  el  sueño  de  los  niños  en  noches 
de  invierno.  ;Cuantas  veces  me  contaron  á  mí  estas  mismas  con- 
sejas en  mi  infancia,  y  por  mucho  tiempo  no  me  atreví  á  entrar 
en  una  sala  á  obscuras,  ni  á  dormir  sin  vela!  ¡Ah!  yo  no  puedo 
roeordarlo  sin  dolor,  ni  dejar  de  maldecir  la  tolerancia  del  gobier- 
no español  de  una  educación  la  mas  propia  para  formarnos  afe- 
minados, tímidos,  y  sugetos  á  su  bárbara  dominación,  que  no  po- 
dian  ejercitar  sino  sobre  esta  clase  despreciable  de  hombres,  y  de 
esclavos  abyectos.  Un  joven  despreocupado  y  animoso,  superior  á 
todos  estos  embelecos,  ponia  mas  pavor  á  los  gobernantes  espa- 
ñoles, que  los  mismos  cuentos  dichos  á  los  antiguos  mexicanos; 
pues  creían  ver  en  él  un  futuro  vengador  de  los  ultrages  de  tres 
siglos,   y   un  restaurador  de  su   libertad  perdida. 

¡Jóvenes!  si  leyereis  esta  historia,  y  aun  no  hubiereis  lo- 
grado despreocuparos  de  tales  errores  mamados  con  la  leche  de 
vuestras  madres,  despreciadlos  ya,  nada  creáis  de  esos  embeleco?, 
no  les  temáis,  temed  sí  á  vuestra  mala  conciencia;  ella  os  forjará 
fantasmas  que  os  aterren  en  la  soledad  de  la  noche,  y  turben  vuestros 
mas  inocentes  placeres;  esos  son  los  muertos  que  se  aparecen  y  hacen 

temblar  á   los   malvados Procurad   vivir   en  las    dulzuras    de    la 

paz  religiosa,  ajustaos  á  los  preceptos  de  la  ley  evangélica;  sed  virtuo- 
sos, y  vuestro  corazón  se  mostrará  impávido  en  medio  de  los  mayores 
peligros:  la  sangre  fria  y  el  valor  lo  da  la  buena  conciencia;  aun- 
que el  cielo  se  desquicie  y  se  abran  los  abismos,  el  virtuoso  no 
U¡me. 


LIBRO    QUINTO 


QUE  TRATA 
DE  LOS  AGÜEROS  Y  PRONÓSTICOS 

QUE      ESTOS      NATURALES       TOMABAN      DE      ALGUNAS      AVES, 
ANIMALES,     Y      SABANDIJAS,      PARA     ADIVINAR     LAS     COSAS 
FUTURAS.  \ 

CAPITULO    I. 

Del  agüero  que  tomaban  cuando  alguno  oía  de  noche  ahw* 

llar   alguna    bestia  fiera,   ó  llorar  como  vieja,   y   de   lo 

que   decian   los  agoreros   en  este   caso. 


E, 


¡n  los  tiempos  pasados  antes  que  viniesen  los  Es- 
pañoles á  esta  tierra,  los  naturales  de  ella  tenian 
muchos  agüeros  por  donde  adivinaban  las  cosas  fu- 
turas. El  primero  de  estos  era,  que  cuando  alguno 
oía  en  las  montañas  bramar  alguna  bestia  fiera,  ó  al- 
gún sonido  hacia  zumbido  en  los  montes  ó  en  los 
valles,  luego  tomaba  de  ello  mal  agüero  diciendo,  que 
significaba  algún  infortunio  ó  desastre  que  le  habia  de 
venir  en  breve,  ó  que  habia  de  morir  en  la  guerra 
ó  de  enfermedad,  ó  que  le  habian  de  hacer  escla- 
vo a  él  ó  á  alguno  de  sus  hijos,  ó  que  alguna  des- 
ventura habia  de  venir  por  él,  ó  por  su  casa.  Ha- 
biendo oído  este  mal  agüero,  luego  iba  á  buscar 
á  aquellos  que  sabian  declararlos,á  los  cuales  lla- 
maban Tonalpouhque.  Este  agorero  ó  adivino,  con- 
solaba y  esforzaba  á  este  tal,  diciéndoíe  de  es- 
ta manera:  „Hijo  mió  pobrecito,  pues   que  has  ve- 


■ 


nido   á   buscar   la  declaración   del  agüero  que  viste, 
y   veniste   á  veer  el  espejo  donde    está  la   aclaración 
de  lo  que  te  espanta,  sábete  que  es   cosa  adversa  y  tra- 
bajosa  lo  que  significa  este  agüero;   esto  no   es  por- 
que yo  lo  digo,   sino   porque  así  lo   dejaron   dicho  y 
escrito    nuestros  viejos   y   antepasados;    por   tanto,  la 
significación   de  tu  agüero    és,   que  te  has  de  ver  en 
pobreza   y  en  trabajos,  ó  que  morirás.  Por  ventura  está 
ya  enojado    contra   tí  aquel   por   quien   vivimos,  y  no 
quiere  que  vivas  mas  tiempo.   Espera    con  ánimo  lo 
que  te   vendrá,  porque  así  está  escrito  en   los  libros 
de  que   usamos   para  declarar    estas    cosas   á   quie- 
nes  acontecen;  y  no   soy  yo  el  que  te  pongo  espanto 
ó   miedo,   que   el  mismo    Señor   Dios    quiso    que   es- 
to  te    aconteciese  y  viniese    sobre  tí,  y   no   hay  que 
culpar   al   animal,  porque   él   no   sabe  lo    qne  hace, 
pues   carece    de   entendimiento   y  de  razón;  y  tu  po- 
bre cito  no  debes   culpar   á  nadie,  porque    el  signo  en 
que  naciste  tiene   consigo   estos   azares,   y   ha   veni- 
do   ahora  á  verificarse   en  tí  la  maldad  del  signo  de 
tu  nacimiento.  Esfuérzate   porque  por   esperiencia   lo 
sentirás:  mira  que  tengas   buen   ánimo   para   sufrirlo, 
y  entre  tanto,    llora   y   haz   penitencia.   Nota  lo  que 
ahora   te    diré  que  hagas  para  remediar   tu   trabajo: 
haz  pues   penitencia,   busca  papel  para   que  se     apa- 
reje la     ofrenda    que    hazde  hacer;    cómpralo    é  in- 
cienso   blanco,   y  vlli,   y    las  otras   cosas    que  sabes 
son     menester     para    esta     ofrenda.     Después     que 
hayas  prevenido   todo   lo  necesario,    vendrás  tal  dia 
que  es  oportuno,   para   hacer  la   ofrenda  que  es   me- 
nester al  señor  dios    del   fuego.    Entonces  vendrás  á 
mí,   porque   yo  mismo  dispondré  y  ordenaré  los  pa- 
peles  y  todo   lo    demás  en  los  lugares,  y  en  el  mo- 
do   que  ha  de    estar  para  hacer  la  ofrenda:  yo   mis- 
mo lo  tengo  de  ir    á  encender   y  quemar    en   tu  ca- 
ga.» De  esta  manera  respondían  los  que  oían  el  agüero 
arriba  dicho. 


CAPÍTULO  II. 


Del  a <rüero  indiferente   que   tomaban  de    oír   cantar  á  un 
ave  que   llaman    Oacton,  y  de  lo  que  hadan  los  mercade- 
res  que  iban  de  camino  en  este  caso. 

El  segundo  agüero  que  tenian,  era  cuando  oían 
cantar,  ó  charrear  á  una   ave  que  llaman  Oactli  oac- 
ton.  Este    agüero  era   indiferente,  pues    que  á  las  ve- 
ces pronunciaba    bien,   y  á  las   veces  mal:  teníanle  por 
bueno   cuando    cantaba  como    quien  rie,  porque    en- 
tonces   parecia  que    decia    yeccan,  yeccan,   que    quiere 
decir  buen   tiempo,  buen  tiempo.   Cuando  de  esta  mane- 
ra  cantaban  no  tenian  sospecha  de  que  vendria  algún 
mal,  antes  se   holgaban   de  oirle,   porque   tenian  que 
alguna  buena   dicha   les  habia  de  suceder;  pero  cuan- 
do^ oían   á  esta  ave  que  cantaba  ó  charreaba  como 
quien   ríe   con  gran  risa,   y  con  alta   voz,   y  que    su 
risa  salia   de  lo   íntimo  del   pecho   como  quien  tiene 
gran  gozo,  y   gran  regocijo,   entonces  enmudecíanse 
y  desmayaban,  ninguno  hablaba   al    otro,  todos  iban 
callados  y  cabizbajos,  porque  entendian  que  algún  mal 
les  habia  de  venir,  ó  que  alguno  de  ellos   habia  de 
morir  en  breve,  ó  que  habia  de  enfermar  alguno  de 
ellos,  ó  que  les   habian   de    cautivar  aquellos   á  cu- 
yas tierras  iban.  Esto  por   la  mayor  parte  acontecía 
en  algunos  valles  profundos,  ó  en  algunos  grandes  ar- 
royos, ó  en  algunas  grandes  montañas,  ó  grandes  pára- 
mos. Si  los  caminantes  que  esto  oían  eran  mercaderes 
ó  tratantes,  decian  entre  sí.  „Algun  mal  nos  ha  de  venir,  al- 
guna avenida    de   algún   rio  ó  creciente  nos   ha  de  llevar 
á   nosotros,   ó  á   nuestras   cargas,  ó   habernos    de   caer  en 
manos  de   algunos  ladrones   que  nos   han  de  robar,  ó  sal- 
tear;   ó  por   ventura  alguno  de   nosotros   ha   de  enfermar, 
ó   le   hemos   de  dejar  desamparado;  6  por  ventura  nos  han 
de  comer   bestias  fieras,   ó  nos  ha  de  atajar  alguna  guer- 
ra para  que  no  podamos  pasar.  Cuando  platicaban  es- 
Tom.   II.  2 


Bi^üSMH 


4 

tas  cosas  entre  si,  aquel  que  era  principal  entre  ellos 
comenzaba  á  esforzar  y  consolar  á  ios  otros  meno- 
res, y  decíales  de  esta  manera  yendo  andando.  „Hi- 
jos  y  hermanos  mios,  no  conviene  que  ningu- 
no de  vosotros  se  entristezca  ni  desmaye,  porque  el 
agüero  que  habéis  oído  ya  lo  temamos  entendido 
cuando  partimos  de  nuestras  casas,  y  de  nuestros  parien- 
tes, y  sabiamos  que  veniamos  á  ofrecernos  á  la  muerte,  y 
sus  lágrimas  y  lloros  que  en  nuestra  presencia  der- 
ramaron, bien  las  vimos,  porque  se  acordaron  y  nos 
dieron  á  entender  que  por  ventura  en  algún  despo- 
blado, ó  en  alguna  montaña  ó  barranca  habían  de 
quedar  nuestros  huesos,  y  sembrarse  nuestros  cabe- 
llos, y  derramarse  nuestra  sangre,  y  esto  nos  ha  ve- 
nido, y  no  conviene  que  nadie  se  haga  de  pequeño 
corazón  como  si  fuese  muger  temerosa  y  flaca.  Apa- 
rejaos como  varones  para  morir:  orad  á  nuestro  se- 
ñor dios,  no  curéis  de  pensar  en  nada  de  esto,  por- 
que en  breve  sabremos  por  esperiencia  lo  que  nos 
ha  de  acontecer:  entonces  lloraremos  todos,  porque 
esta  es  la  gloria  y  fama  que  hemos  de  dar,  y  de- 
jar á  nuestros  mayores  y  señores  los  mercaderes  no- 
bles y  de  gran  estima  de  donde  descendemos;  porque 
no  somos  nosotros  los  primeros,  ni  los  postreros  á 
quien  estas  cosas  han  acontecido,  que  muchos  antes 
que  nosotros,  y  á  muchos  después  de  nosotros  les 
acontecerán  semejantes  casos  pues  por  esto  esforzaos 
como  valientes  hombres,  hijos  míos''.  Donde  quiera 
que  llegaban  á  dormir  aquel  día,  ora  fuese  debajo  de 
algún  árbol,  ó  debajo  de  alguna  laja,  ó  en  alguna  cueva, 
luego  juntaban  todos  sus  bordones  ó  cañas  de  camino 
que  llevaban,  y  los  ataban  todos  juntos  en  una  gavilla. 
Entonces  decían  que  aquellos  topiles,  así  todos  ata- 
dos juntos,  eran  la  imagen  de  su  dios  Yacatecittlí,  (que 
es  el  de  los  mercaderes  y  tratantes,)  y  luego  delan- 
te de  aquel  manojo  de  topiles  ó  báculos  con  grande 
humildad  y  reverencia  se   herían    las    orejas    derra- 


mando  sangre,  y  se  ahileraban  la  lengua  pasanuo  por 
ella  mimbres,  los  cuales  ensangrentados    os  ofrecían 
á  la  gavilla  de   aquellos  báculos    que  estaban  todos 
atados,  y  todos   ellos  proponían  de  recibir  en  pacien- 
cia   por  honra  de   su   dios   cualquiera  cosa    que    es 
aconteciese.    De   allí  adelante    no  curaban  de  pensar 
mTs    en   que   alguna   cosa    les    había    de    acontecer 
adversa    por   el    agüero   que    habían    oído    de   aquel 
ave  que  se T  llama  oactli,  y    pasando    el    termino    de 
aquel  agüero,    si   ninguna  cosa  les    acontecía  conso- 
lábanse,   tomaban    aliento  y  esfuerzo,  porque  su  es- 
panto no  tuvo   efecto;  pero  algunos  de  la   compañía 
que  eran  medrosos    y  de  poco  esfuerzo,  todavía  iban 
con  temor   de  que  alguna  cosa  les  había  de  aconte- 
cer   v  así  ni  se  alegraban,   ni  hablaban,  ni  podían  re- 
cibir consolación,   é  iban  como  desmayados    y  pen- 
sativos: iban  meditando  en  lo  que  no  les  había  acon- 
tecido antes    acerca  de  la  significación  de  aquel  agüe- 
ro   eme  por  ventura  les  aconteceria  adelante,  y  ningu- 
no' se  determinaba  en  lo  que    podia  acontecer,  por- 
que como  arriba  se  dijo,   este  agüero  es  indiferente  a 
bien  y  á   mal 

CAPITULO  ÍÍI. 

Del  avücro  que   tomaban  cuando    oían  de    noche  algunos 
"golpes    como  de   quien  está  cortando  madera. 

Cuando  alguno  de  noche  oía  golpes  como  de 
quien  corta  leña,  tomaban  mal  agüero:  á  este  llama- 
ban tooaltepuztli,  que  quiere  decir  hacha  nocturna.  Por 
la  mayor  parte  este  sonido  se  oía  al  primer  sueno 
de  la  noche,  cuando  todos  duermen  prontamente, 
v  ningún  ruido  de  gente  suena.  Oían  este  sonido  los 
que  de  noche  iban  á  ofrecer  cañas  y  ramos  de  pi- 
¿o,  los  cuales  eran  ministros  del  templo,  lamados 
Tiamacazquez.  Estos  tenian  por  costumbre  de  hacer  es- 


te  ejercicio  ó  penitencia  en  lo  mas  profundo  de  la 
noche,  y  entonces  presentaban  estas  ofrendas  en  los 
lugares  acostumbrados  de  los  montes  comarcanos;  y 
cuando  oían  golpes  como  de  quien  hiende  madero 
con  hacha,  (lo  cual  de  noche  suena  lejos,  estrepito- 
samente) espantábanse  de  aquellos  golpes,  y  tomaban 
mal  agüero,  pues  decian  que  estos  golpes  eran  ilu- 
sión de  Tezcatlipuea,  con  que  espantaba  y  burlaba  á 
los  que  andaban  de  noche,  y  cuando  esto  oía  algún 
hombre  animoso,  esforzado  y  egercitado  en  la  guerra 
no  huía;  mas  antes  seguia  el  sonido  de  los  golpes, 
hasta  ver  que  cosa  era,  y  cuando  veía  algún  bulto  de 
persona,  corria  á  todo  correr  tras  él  hasta  asirle,  y 
averiguar  que  cosa  era.  Dicese  que  el  que  asía  á  es- 
ta fantasma,  con  dificultad  podia  aferrarse,  y  así  cor- 
rían gran  rato  andando  á  la  sacapella  de  acá  para  allá. 
Cuando  ya  se  fingía  cansada  la  fantasma,  espe- 
raba al  que  la  seguia,  y  entonces  parecia  á  esta 
que  era  un  hombre  sin  cabeza,  que  tenia  cortado  el 
pescuezo  como  un  tronco,  y  el  pecho  abierto,  y  te- 
nia á  cada  parte  como  una  portéenla  que  le  abria 
y  cerraba,  juntándose  en  el  medio;  y  al  cerrar  de- 
cian que  hacían  aquellos  golpes  que  se  oían  lejos,  y 
aquel  á  quien  habia  aparecido  esta  fantasma,  ora  fue- 
se algún  soldado  valiente,  ó  algún  Sátrapa  del  tem- 
plo animoso.  En  asiéndola  y  conociéndola  por  la  aber- 
tura del  pecho,  veíale  el  corazón,  y  asíale  de  él  co- 
mo que  se  le  arrancaba  tirando.  Estando  en  esto 
demandaba  á  la  fantasma  que  le  hiciese  alguna  mer- 
ced, ó  le  pedia  alguna  riqueza,  ó  esfuerzo  y  valentía 
para  cautivar  en  la  guerra  á  muchos,  y  á  algunos 
dábalos  la  fantasma  esto  que  pedían,  y  á  otros  no  se  los 
daba  sino  lo  contrario  como  pobreza,  miseria,  y 
mala  ventura,  y  así  decian  que  estaba  en  mano  de 
Tezcatlipuca  dar  cualquiera  cosa  que  quisiese,  adver- 
sa ó  próspera:  y  la  fantasma  respondiendo  á  la  de- 
manda decia  de  esta  manera.  „Gentil  y  valiente  hom- 


bre,  amigo  mió,  fulano  déjame,  ¿qué  me  quieres?  que 
yo  te  daré  lo  que  quisieres"  y  la  persona  á  quien  es- 
ta fantasma  le  habia  aparecido  decíala.  „No  te  deja- 
ré, que  ya  te  he  cazado"  y  la  fantasma  dábale  una 
punta  ó  espina  de  maguey,  diciéndole...  „Cata  aquí  es- 
ta espina,  déjame";  y  el  que  tenia  á  la  fantasma  asi- 
da por  el  corazón,  si  era  valiente  y  esforzado,  no  se 
contentaba  con  una  espina,  y  no  le  dejaba  hasta  que 
no  le  daba  tres  ó  cuatro  espinas:  estas  eran  señal 
de  que  sería  próspero  en  la  guerra,  y  tomaría  tantos 
cautivos  cuantas  espinas  recibia,  y  que  sería  ademas 
reverenciado  en  este  mundo  con  riquezas,  hon- 
ras é  insignias  de  hombre  valiente.  También  se  de- 
cía que  el  que  asia  del  corazón  á  la  fantasma,  y 
se  le  arrancaba  de  presto  sin  decirle  nada,  echaba  á 
huir  con  él  y  se  escondía  y  guardaba  con  gran 
diligencia,  envolviéndole  y  atando  fuertemente  con 
algunos  paños;  y  después  á  la  mañana,  desen- 
volvíale y  miraba  que  era  aquello  que  habia  arran- 
cado; y  si  veía  alguna  cosa  buena  en  el  paño,  co- 
mo es  pluma  floja  ó  algodón,  ó  algunas  espinas  de 
maguey,  de  una  ó  dos,  tenia  señal  que  le  habia 
de  venir  buena  ventura,  y  prosperidad;  y  si  por  ven- 
tura hallaba  en  el  paño  carbones  ó  algún  an- 
drajo, ó  pedazo  de  manta  roto  y  sucio,  en  esto 
conocía  que  le  habia  de  venir  mala  ventura  y  mise- 
ria. Si  aquel  que  oía  estos  golpes  nocturnos  era  al- 
gún hombre  de  poco  ánimo  y  cobarde,  ni  la  perseguía, 
ni  iba  tras  ella,  sino  temblaba  y  cortábase  de  mie- 
do, echábase  á  gatas  porque  ni  podía  correr  ni  an- 
dar, ni  pensaba  otra  cosa,  mas  de  que  alguna  des- 
gracia le  habia  de  venir  por  razón  del  mal  agüero 
que  habia  oído.  Comenzaba  luego  á  temer  que  le  ha- 
bia de  venir  enfermedad  ó  muerte,  ó  alguna  desven- 
tura de  pobreza  y  trabajos  por  razón  de  aquel  mal 
agüero. 


8 


CAPÍTULO  IV. 


Del  mal  agüero  que  tomaban  del  canto  del  buho,  ave  [ó 
sea  tecolote.]   [a] 

También  cuando  oían  cantar  al  buho   estos  na- 
turales  de    la  Nueva   España,  tomaban   mal  agüero; 
ora  estuviese  sobre  su  casa;  ora,  estuviese  sobre   al- 
gún  árbol  cerca.  Oyendo  aquella  manera  de  canto  del 
buho,  luego  se   atemorizaban,  y  pronosticaban  que  al- 
gún mal  les  habia  de  venir   de  enfermedad  o  muer- 
te,  ó  que  se  les  habia  acabado  el  término   de  la  vi- 
da   á  alguno  de  su  casa,  ó  á  todos;  ó  que  algún  es- 
clavo se   les  habia  de  huir,  ó  que  había  de  venir   su 
casa  y  familia   á  tanto  riesgo,   que  todos  habían  de 
perecer,  y  juntamente  la  casa  había  de   ser  asolada, 
v   quedar  hecha  muladar,  y  lugar  donde  se    echasen 
inmundicias  del  cuerpo    humano,  y    que  quedase  en 
refrán  de  la  familia  y  de  la  casa  el  decir:  „En  este  lu- 
gar vivió  una  persona  de   mucha  estima,  veneración  y  cu- 
riosidad,  y  ahora   no   están  sino  solas  las  paredes;  no  hay 
memoria  de  quien  aquí   vivió."  En  este  caso    el  que  oía 
e\  canto  del  buho,  luego   acudía  al  que  declaraba  es- 
tos  agüeros    para   que    le  dijese    lo    que    había    de 
hacer. 

CAPITULO  V. 

Del  mal  agüero   que  tomaban   del  chillido  de  la   le* 
chuza. 

Cuando  alguno  sobre  su  casa  oía  chillar  á  la 
lechuza,  tomaba   mal  agüero,  y  luego  sospechaba  que 

(a)     Aun  creen  los  indios  en.  este  agüero,  y   lo   tienen   por  tan 
cierto,  que  hay    un  adagio   que   dice: 

El  tecolote   canta  ello   es   abuso, 

el  indio  muere,  P«ro  sucede. 


alguno  de  su  casa  habia  de  morir,  ó  enfermar,  en 
especial  si  dos  ó  tres  veces  venia  á  chirrear  allí  so- 
bre su  tejado  tenia  por  averiguado  que  había  de  ser 
verdadera  su  sospecha;  y  si  por  ventura  en  aquella 
casa  donde  venia  á  chirrear  la  lechuza  estaba  algún 
enfermo,  luego  le  pronosticaban  la  muerte,  y  decían 
que  aquel  era  el  mensagero  del  dios  Mictlantecuhtli  que 
iba  y  venia  al  infierno;  por  esto  le  llamaban  Yante- 
quiba,  que  quiere  decir  mensagero  del  dios  y  de  la  diosa 
del  infierno,  que  andaban  á  llamar  á  los  que  les  man- 
daban; y  si  juntamente  con  el  chirrear  le  oían  que 
escarbaba  con  las  uñas,  el  que  le  oía,  si  era  hom- 
bre luego  le  decia:  está  quedo  bellaco  ogihundido,  que 
hiciste  adulterio  á  tu  padre;  y  si  era  muger  la  que  oía 
decíale:  vete  de  ahí  puto,  haz  ahugerado  el  cabello  con 
que  tengo  de  beber  allá  en  el  infierno:  antes  de  esto  no 
puedo  ir.  Decian  que  por  esto  le  injuriaban  de  esta 
manera  para  escaparse  del  mal  agüero  que  pronos- 
ticaba, y  para  no  ser  obligados  á  cumplir  su  lla- 
mamiento,  (a) 

CAPITULO  VI. 
Bel  mal  agüero  que  tomaban  cuando   veían  que  la  coma- 
dreja,  ó  mostolilla  atravezaba  por  delante  de  ellos  cuando 
iban  por  el  camino,  ó  por  la   calle. 

De  este  animalejo  que  se  llama  comadreja,  ó 
mostolilla,  se  espantaban,  y  tomaban  mal  agüero  cuan- 
do la  veían  entrar  en  su  casa,  ó  pasar  por  delante 
de  sí,  yendo  por  el  camino,  ó  por  la  calle,  y 
concebían  en  su  corazón  mala  sospecha,  de  que  les 
habia  de  venir  algún  mal,  ó  que  si  algún  viage  empren- 
diese, no  le  había  de  suceder  bien,  que  había  de  caer 
en  manos  de  ladrones,  ó  que  le  habian  de  matar,  o 
le  habian  de  levantar  algún  falso  testimonio,  y  por 
esto  ordinariamente  los  que  encontraban  con  este  ani- 

(a)    Esta  era  una  especie  de  exhorsismo. 


10 

malejo,  les  temblaban  las  carnes  de  miedo,  y  se  es- 
tremecían, y  se  les  espeluzaban  los  cabellos;  algunos 
se  ponían  yertos  ó  pasmados,  por  tener  entendido 
que  algún  mal  les  habia  de  acontecer.  La  forma  de 
este  animal  acá  en  esta  tierra  es,  que  son  como  los 
de  España,  que  tienen  la  barriga  y  pecho  blanco,  y 
todo  lo  demás  bermejo. 

CAPITULO  VIL 

Del  mal  agüero  que   tomaban  cuando  veían   entrar  algún 
conejo   en   su  casa,  (a) 

Los  aldeanos  y  gente  rustica  cuando  veían  que 
en  su  casa  entraba  algún  conejo,  luego  tomaban  mal 
agüero,  y  concebían  en  su  interior  que  les  habían  de 
robar  la  casa,  ó  que  alguno  de  ella  se  habia  de 
ausentar  y  esconder  por  los  montes,  ó  por  las  bar- 
rancas donde  andan  los  cierbos  y  conejos.  Sobre  to- 
das estas  cosas  iban  á  consultar  á  los  que  tenían 
oficio  de  declarar  tales  agüeros.  Los  conejos  de  es- 
ta tierra  son  como  los  de  España,  aunque  no  tienen 
tan  buen  comer. 

CAPITULO  VIII. 

Del  mal  agüero  que  tomaban  cuando  encontraban  con  una 
sabandija   ó  gusano  que  llaman  pinaviztli.    (b) 

Cuando  quiera  que  esta  sabandija  entraba  en 
casa  de  alguno,  ó  este  la  encontraba  en  el  cami- 
no, luego  concebía  en  su  pecho  que  aquello  era  se- 
ñal de  que  habia  de  caer  en  enfermedad,  ó  que  algún 
mal  le  habia   de  venir,  ó  que  alguno   habia  de  afren- 

(a)  Iguales  preocupaciones  habia  en  España  en  el  siglo  1 6  sobre  este 
punto.  D.  Quixote  al  entrar  en  su  aldea  tomó  mal  agüero  viendo  huir  una 
liebre  que  se  agazapó  debajo  de  los  pies  del  rucio.... Mal um  signum., 
malum  signum  (dice  D.  Quixote)  liebre  huye,  galgos  la  siguen,  Dul- 
cinea  no  parece...  ¿Qué    nación  no  ha   sido   supersticiosa? 

[b]  El  padre  Molina  en  su  diccionario  dice,  pinaviztli... Escara- 
bajo  que  tenían   por  mal  agüero. 


11. 

tar  ó   avergozarlo;   y   para   remedio  de  esto,  hacia  la 
ceremonia    que    se    sigue.   Tomaba   aquella    sabandi- 
ja  y    hacia    dos   rayas  en   cruz   en  el  suelo,   y   po- 
níala   enmedio   de    ellas;    escupíala,  y  luego  decía  es- 
tas palabras  que    se    siguen,   enderezándolas   a  aque- 
lla sabandija:    ¿á  qué  has   venido?    quiero  ver  á  que  has 
venido;  y   lueso   se  ponían   á   mirar   acia   que  parte   tna 
aquella   sabandija,   y    si   iba   acia  el  norte  luego    sede- 
terminaba,   en'   que    aquello     era   señal   de    que    Ha- 
bía   de    morir    el     hombre     que     la     miraba;    y     si 
por    ventura    iba    acia    otra    parte    luego    se    creía 
que    no    era     cosa    de    muerte     aquella    señal,     si- 
no de   algún   otro  infortunio  de  poca  importancia,  y 
así  la  decia...  »anda  vete   donde  quisieres.no  se  me  da  na- 
da  de  tí,   fhede  andar  pensando  por   ventura     en     lo  que 
quisieres   decir?    ello  se  parecerá   antes  de   mucho,  no  me 
curo  de  «,.'..   y  luego  tomaba  aquella  sabandija,   y  po- 
níala  en  la   división  de  los  caminos,   y  allí    la   deja- 
ba, v   algunos  tomándola,   pasábanla  un   cabello  por 
medio  del  cuerpo,   y  colgábanla   de  algún  palo,  y  de- 
jábanla estar   allí  hasta   otro    dia;    y    si     en    el    no 
la  hallaba  allí,  comenzaba  á   sospechar    que  le   ha- 
bía de  venir  algún   mal;  y   si  por   ventura  cuando  la 
iba  á  ver   otro   día  la    hallaba  allí,   entonces   conso- 
lábase, teniendo   por   cierto    que   no   era    agüero    el 
echarle  escupitina  ó   un  poco  de  pulcre   encima.  De- 
cían  que   esto   era   emborracharla,    y   algunas   veces 
tenían   este  agüero  por  indiferente  de  mal  y  bien;  por- 
que   creían  que  algunas   veces  el  que  encontraba  con 
ella    habia  de  encontrar  con   alguna  buena  comida. 
Esta   sabandija  es  de  hechura   de  araña  grande,  y  el 
cuerpo   grueso,  tiene   color  vermejo  y  en  partes   obs- 
curo de  negro,  casi  es  tamaña   como  un  ratónenlo, 
no  tiene  pelos,  es   lampiña. 


Tóm.  II. 


12 


CAPITULO  IX. 


Del  agüero   que   tomaban  cuando   un  animalejo   muy  he- 
diondo que  se  llama   epatl,   [a]    entraba  en  su  casa,   ú 
olían  su  hedor  en   alguna  parte. 

Tenían  también  por  mal  agüero  cuando  un 
animalejo,  cuya  orina  es  muy  hedionda,  entraba  en 
su  casa,  ó  paria  en  algún  ahuj ero  dentro  de  ella.  En 
tal  caso,  luego  concebían  mal  pronóstico,  como  que 
el  dueño  de  la  casa  habia  de  morir,  porque  este 
animalejo  no  suele  parir  en  casa  alguna,  sino  en  el 
campo,  ó  entre  las  piedras,  ó  en  los  maizales  don- 
de hay  magueyes  ó  tundios.  También  decian  que 
este  animalejo  era  imagen  del  dios  Tezcatlipuca,  así 
es,  que  cuando  espelía  aquella  materia  hedionda 
que  era  la  orina,  ó  el  mismo  estiércol  ó  la  ven- 
tosidad decian:  Tezcatlipuca  ha  ventoseado.  Tiene 
la  propiedad  este  animalejo,  que  cuando  topan 
con  él  en  casa  ó  fuera,  no  huye  mucho,  sino 
anda  zancadillando  de  acá  para  allá;  y  cuando  el  que 
le  persigue  va  ya  cerca  para  asirle,  alza  la  cola,  y 
arrójale  á  la  cara  la  orina  ó  aquel  humor  que  lan- 
za muy  hediondo;  pero  tan  recio,  como  si  lo  echase  con 
una  geringa,  y  dicho  humor  cuando  se  esparce,  pa- 
rece de  muchos  colores  como  el  arco  del  cielo,  y 
donde  da  queda  aquel  hedor  tan  impreso,  que  ja- 
más se  puede  quitar,  ó  á  lo  menos  dura  mucho;  ya 
dé  en  el  cuerpo;  ya  en  la  vestidura,  y  es  el  hedor 
tan  recio  y  tan  intenso,  que  no  hay  otro  tan  vi- 
vo, ni  tan  penetrativo  ni  tan  asqueroso  con  que  com- 
pararlo, (b)   Cuando    este    hedor  es  reciente,   el  que 

[a]  O  sea  Zorrillo:  véase  la  nota  segunda  de  Clavijero,  tóm. 
1  °    pag.  36. 

[b]  Tiene  ademas  mucha  electricidad,  de  modo  que  en  las  ti- 
nieblas de  la  noche  el  chisguete  de  orines  que  airoja,  es  de  chispas 
pequeñas  y  fosfóricas. 


le  huele  no  lia  de  escupir,  porque  dicen  que  si  es- 
cupe como  asqueando,  luego  se  vuelve  cano  todo 
el  cabello;  por  esto  los  padres  y  madres  amonesta- 
ban á  sus  hijos  é  hijas,  que  cuando  ohesen  este  he- 
dor no  escupiesen,  mas  antes  apretasen  los  labios. 
Si  este  animalejo  acierta  con  su  orina  á  dar  en  los 
oíos,  ciega  al  que  lo  recibe;  dicho  animalejo  es  blan- 
co  por   la  barriga  y  pechos,  y  negro  todo  lo  demás. 

CAPÍTULO    X. 

Del  mal  agüero  que   tomaban   de   las   hormigas,  ranas, 


y 


ratones   en  cierto    caso. 


Cuando   alguno  veía  que  en  su  casa   se  cria- 
ban  hormigas  y   habia   hormigueros   de   ellas,   luego 
tomaba    mal  agüero,   teniendo    entendido,   que  aque- 
llo era  señal  que  habían  de  tener  persecución  los  de 
aquella  casa    de   parte   de     algún   malévolo  ó  envi- 
dioso, porque   tal  fama   habia,  que  las  hormigas  que 
se   criaban   en  casa,  eran   significación  de  lo   arriba 
dicho,  ó  que    ios    envidiosos    ó   malévolos   los   echa- 
ban dentro  de  casa   por   mal    querencia,  ó  por   ha- 
cer mal  á  los  moradores    deseándoles    enfermedad  o 
muerte,    ó   pobreza,   ó    desasosiego.    Esto   mismo   se 
sentía  si   alguno  en   su   casa   hallaba   ó  veía   alguna 
rana   ó  sapo    en  las  paredes   ó  en  el  tlapanco,  ó  en- 
tre los  maderos  de  la  casa   también.  Teman  entendi- 
do  que  las  tales  ranas   las  echaban  dentro    de  casa 
los   malévolos  y    envidiosos,   por   mal   querencia.    El 
mismo   mal  agüero  tornaban  cuando    alguno  veía  en 
su  casa  ciertos   ratónenlos   que  tienen  unos   chillidos 
distintos   de  los   otros,  y   desasosiegan   la  casa;   lla- 
man á  estos   tetzauhquimichzin.  En   todos    estos  agüe? 
ros   iban  á   consultar  á  los  agoreros  que   declaraban 
y  daban  remedio  contra   ellos. 


14 


CAPÍTULO  XI. 


Que  trata  del  agüero  que   tomaban,  cuando  de  noche 
veían   estantiguas,   [visiones  ó  fantasmas^] 

Cuando  de  noche  alguno  veía  alguna  estantigua, 
se  quietaba  con  saber  que  eran  ilusiones  de  Tezcattipuca. 
También  tomaban  mal  agüero  en  pensar  que  aque- 
llo significaba  que  el  que  lo  veía,  habia  de  ser  muer- 
to en  la  guerra  ó  cautivo;  y  cuando  acontecía  que 
algún  soldado  valiente  y  esforzado  veía  estas  visio- 
nes, no  temia,  sino  asíase  fuertemente  de  la  estan- 
tigua, y  demandábala  que  le  diese  espinas  de  ma- 
guey, que  como  se  va  dicho,  son  señas  de  fortale- 
za y  valentía,  y  que  habia  de  cautivar  tantos  hom- 
bres, cuantas  espinas  le  diese;  y  cuando  acontecía 
que  algún  hombre  simple  y  de  poco  saber  veía  las 
tales  visiones,  luego  las  escupía,  ó  apedreaba  con 
alguna  suciedad.  A  este  tal,  ningún  bien  le  venia; 
mas  antes  le  sobrevenía  alguna  desdicha  ó  infortu- 
nio, y  si  algún  medroso  ó  pusilánime  las  veía,  lue- 
go se  cortaba,  se  le  quitaban  las  fuerzas,  y  se  le 
secaba  la  boca,  de  modo  que  no  podía  hablar,  y  poco  á 
poco  se  espantaba  de  la  estantigua,  para  esconderse 
donde  no  la  viese  mas;  y  cuando  iba  por  el  cami- 
no, pensaba  que  iba  tras  él  para  tomarle,  y  en  lle- 
gando á  su  casa,  abría  de  presto  la  puerta,  y  en 
entrando,  cerrábala  luego  y  pasaba  á  gatas  por  en- 
cima de  los  que  estaban  durmiendo  todo  espanta- 
do y  espavorido. 

CAPITULO   XII. 

De  unas  fantasmas  que    aparecían  de  noche,  que    llaman 
Tlacanexquimilli. 

Cuando  de  noche   veía   alguno   unas     fantas- 


15 

mas,  que  no   tienen  pies  ni   cabeza,   (a)   las   cuales 
andan  rodando  por   el   suelo,  y   dando  gemidos    co- 
mo enfermo,  las  cuales  sabian  que  eran  ilusiones  de 
Tezcatüpuca;  los    que  las    veían,   tomaban   mal  agüero, 
y  decian   y  tenían  por   cierto     que  habían  de    morir 
en  la   guerra   á  poco  de  su   enfermedad,   ó   que   al- 
gún infortunio  les  había  de  venir  prontamente;  y  cuan- 
do  estas  fantasmas  se   aparecían  á  alguna   gente  ba- 
ja   y  medrosa,    echaban    á  huir,    y   perdían    el   es- 
píritu de  tal    manera    por    aquel  miedo,  que    creían 
morirían   en  breve,   y  les  acontecería  algún  desastre. 
Si    estas   fantasmas  aparecían   á    algún  hombre    va- 
liente  y   osado,  como  son  los  soldados  viejos,  luego  se 
apercibía    y  disponía,   porque  andaban  con  sobresal- 
to de  noche,   entendiendo   que    habían  de  topar    al- 
guna cosa   y   aun   las   salían  á  buscar  por  todos  los 
caminos   y   calles,  deseando    ver    algo  terrible,   para 
alcanzar   de    ella  buena    ventura,  ó   algunas    espinas 
de    maguey    que    son      señales     de  esto;   y  si   aca- 
so   le     aparecía   alguna    de    estas    fantasmas,    luego 
le   arremetía    y  se  asía    con  ella  fuertemente  y  de- 
cíala: ¿quien  eres  tú?  habíame,  mira  que  no   dejes  de 
hablar,  pues  ya  te  tengo  asida   y  no  te  tengo  de  sol- 
tar.  Esto  repetía  muchas   veces  andando   el  uno  con 
el  otro  á  la  sacapella,  y  después  de  haber  peleado  mu- 
cho,  ya  cerca   de  la  mañana,  hablaba  la  fantasma  y 
decía.  „Déjame  que  me   fatigas,  dime   lo  que  quieres, 
y   dártelo  fié:»    luego  respondía   el    soldado  y  decia, 
¿qué  me   has   de  dar?   respondía  la   fantasma:  „cata 
aquí  una  espina:"  respondía   el   soldado:  „no  la  quie- 
ro,  ¿rjara  qué  es  una  espina   sola?  no  vale  nada"   y 
aunque  le   daba  dos  ó  tres,  ó  cuatro    espinas,   no   la 
quería  soltar,  hasta  que   le   diese  tantas    cuantas    él 
quería;  y  cuando  ya  se  las  daba,  hablaba  la  fantas- 
ma diciendo:   „doite  toda  la  riqueza  que    deseas  pa- 

[a]     Así  son  todas  las  visiones,  sin  pies  ni  cabeza. 


16 

ra  que  seas  próspero  en  el  mundo."  Entonces  el  sol- 
dado dejaba  á  la  fantasma,  porque  ya  habia  alcan- 
zado lo   que   buscaba  y  deseaba    [a] 

CAPÍTULO    XIII. 

De  otras  fantasmas   que  se   aparecían  de   noche. 

Habia  otra  manera  de  fantasmas  que  de  no- 
che aparecían  ordinariamente  en  los  lugares  don- 
de iban  á  hacer  sus  necesidades.  Si  allí  se  les  apa- 
recía una  muger  pequeña,  enana,  que  la  llamaban 
cuitlapafon,  ó  por  otro  nombre  centlapachton,  luego  to- 
maban agüero  que  habian  de  morir  en  breve,  ó  que 
les  habia  de  acontecer  algún  infortunio.  Esta  fantas- 
ma se  dejaba  ver  como  una  muger  pequeña,  y  te- 
nia los  cabellos  largos  hasta  la  cinta:  su  andar  era 
como  de  un  añade  ó  pato.  Cualquiera  que  veía  es- 
ta estantigua,  cobraba  gran  temor,  y  si  la  queria 
asir  no  podia,  porque  luego  desaparecía,  y  tornaba 
á  parecer  en  otra  parte,  casi  allí  junto;  y  si  otra 
vez  probaba  tomarla,  escabullíase,  y  todas  las  ve- 
ces que  lo  intentaba  se  quedaba  burlado,  y  así  dejaba 
de  porfiar.  Otra  manera  de  fantasma  aparecía  de 
noche,  y  era  como  calaberna  ó  calabera  de  muerto, 
presentábase  de  noche  derrepente  á  alguno  ó  algunos, 
luego  le  saltaba  sobre  la  pantorrilla,  ó  detras  de  él 
iba  haciendo  un  ruido  como  calavera  que  iba,  sal- 
tando. El  que  oía  este  ruido,  echaba  luego  á  huir 
de  miedo;  y  si  por  ventura  se  paraba  aquel  tras  quien 
iba  galopando,  también  se  paraba  la  calavera;  y 
si  este  tal  se  esforzaba  á  quererla^  cojer ,  ya 
que  la  iba  á  tomar,  volábale  dando  un  salto  á  otra 
parte;  y  si  allí  la.  iba  á  tomar,  otra  vez  hacia  lo 
mismo  hasta  tanto  que  ya  el  que  iba  tras  ella  se 
cansaba,  y  de  cansado  y  de  miedo,  la  dejaba  y  huía 
para   su  casa. 

[a]     ¡Que  mentira  sería  ver  eso! 


17 

Otra  manera  de  fantasma  aparecia  de  noche, 
que  era  como  un  difunto  tendido,  amortajado,  y 
estaba  quejándose  y  gimiendo.  A  los  que  aparecia 
esta  fantasma,  si  eran  valientes  y  esforzados,  arre- 
metian  para  asirse  de  ella,  y  lo  que  tomaban  era  un 
césped  ó  terrón.  Todas  estas  ilusiones  atribuían  á 
Tezcatlipuca:  también  teman  por  mal  agüero  las  vo- 
ces del  pito,  cuando  le  oían  silvar  en  las  montañas, 
que  luego  sospechaban  que  les  habia  de  venir  al- 
gún mal.  Asimismo  decian  que  Tezcatlipuca  muchas 
veces  se  transformaba  en  un  animal  que  llaman  co- 
yotl  que  es  como  lobo,  y  así  transformado  poniase 
delante  de  los  caminantes  como  atajándoles  el  ca- 
mino para  que  no  pasasen  adelante;  y  en  esto  en- 
tendía el  viajador,  que  algún  peligro  habia  ade- 
lante de  ladrones  ó  robadores,  ó  que  alguna  otra 
desgracia  le  habia  de  acontecer  continuando  el  camino. 

EL  EDITOR. 

El  estado  actual  de  ignorancia  y  credulidad,  consecuencia  nece< 
saria  de  aquella  en  todos  los  Indios  es  tal,  que  hoy  tienen  por  ciertos 
y  practican  todos  los  abusos  y  errores  que  se  han  indicado  y  otros 
muchos.  Todavía  creen  las  Indias  que  cuando  el  pajarülo  saltopared 
se  presenta  en  sus  chosas  á  comer  arañas  y  gusanos,  y  purificar  la 
casa  de  insectos  viene  á  anunciarle  á  su  marido  que  está  amanceba- 
da, y  le  es  infiel;  con  tal  motivo  tiemblan  cuando  aparece  sobre  sus 
jacales  y  comienzan  á  chiflar,  y  lo  apedrean  y  espantan  como  pueden. 
Asimismo  creen  en  la  prócsima  muerte  de  alguno  por  el  canto  del 
Tecolote,  y  por  lo  común  tienen  razón.  Esta  ave  moradora  de  los  ce- 
menterios y  lugares  de  corrupción,  huele  donde  la  hay,  y  se  alampa  á  ver 
lo  que  pesca.  Los  Indios  moribundos  por  su  miseria  y  desaseo  apestan,  y 
asi  es  que  los  atraen;  esta  causa  natural  no  la  alcanzan  ni  por  ella 
esplican  el  motivo  de  esta  temible  visita.  Mientras  no  se  ilustren,  ja- 
-más  saldrán  de  estos  errores  que  traen  terribles  consecuencias.  El 
desengaño  en  tal  materia  deben  hacerlo  los  párrocos  por  quienes  pon- 
go  esta  nota. 

FIN  DEL  LIBRO  DE  LOS    AGÜEROS. 


18 


APÉNDICE  DEL    QUINTO    LIBRO. 

INTRODUCCIÓN   DEL   AUTOR. 


Jkunque   los  agüeros   y   abusiones    parecen    ser    de 
un  mismo   linage;  pero  los  agoreros  por  la  mayor  par- 
te   atribuyen  á  las  criaturas   lo   que   no   hay  en  ellas 
como  es  decir,   que    cuando  la  culebra   ó    comadre- 
ja atraviesan  por   delante  de  alguno  que    va    cami- 
no, dicen  que  es  señal   que  le   ha   de   acontecer  al- 
guna desgracia   en   el  mismo  camino;  y  de  esta  ma- 
nera  de    agüeros  ya  está  dicho  en  este    libro   quinto. 
Las    abusiones  de  que  en  este  apéndice  se  trata,  son 
al  revés,   pues  que  toman  á  mala   parte    las   impre- 
siones ó   influencias    que    son    buenas   en    las    criatu- 
ras, como   es   decir,  que   el   olor   del  jazmin  indiano 
que  ellos  llaman    Umixuchitl,  es  causa  de  alguna  en- 
fermedad,  que  es    como   almorranas,  y  también  á  la 
flor  que   llaman   cuitlaxuchitl,  la  atribuyen  falsamente, 
que   cuando  la  muger  pasa   sobre   ella  le  causa  una 
enfermedad    que  también  le  llaman  cuetlaxuchitl,  que  la 
produce    en   la   clitoris  mugeril.   Y  porque  los    agüe- 
ros y  las  abusiones  son  muy  vecinos,  pongo  este  tra- 
tado de  las    abusiones,    por   apéndice    de   este   libro 
quinto    de  los  agüeros;  y  en    ellos   no    está  tanto  di- 
cho, cuanto   hay  en  el  uso,  ni  tampoco  en  este  apén- 
dice   están   todas  las   abusiones  de  que  usan  mal,  por- 
que siempre  van    multiplicándose   estas  cosas  que  son 
malas,  y   hallarán  así   del  uno  como  del  otro  algunas 
que  no  están  aquí   puestas. 


19 
APÉNDICE  DEL  QUINTO  LIBRO. 

©E    LAS    ABUSIONES    QJJE    USABAN    ESTOS    NATURALES. 

CAPITULO  I. 
Del  Omixuchitl. 

Hay  una  flor  que  se  llama  omixuchkl  de  muy 
buen  olor,  que  parece  al  jazmin  en  la  blancura  y  en  la 
hechura:  hay  también  una  enfermedad  que  parece  co- 
mo almorranas  que  se  cria  en  las  partes  inferiores 
de  los  hombres  y  de  las  mugeres,  y  dicen  los  su- 
persticiosos antiguos,  que  aquella  enfermedad  se  cau- 
sa, de  haber  olido  mucho  esta  flor  arriba  dicha,  de 
haberla  orinado,  ó  de  haberla  pisado. 

II.  Del  cuetlaxuchitl. 
Hay  una  flor  que  se  llama  cuetlaxuchitl,  con 
hojas  de  un  árbol  muy  coloradas:  hay  también  en- 
tre las  mugeres  una  enfermedad,  que  se  les  causa 
en  la  clitoris  mugeril,  que  también  la  llaman  cue- 
tlaxuchitl. Decian  los  supersticiosos  antiguos,  que  esta 
enfermedad  se  causaba  en  las  mugeres  por  haber 
pasado  sobre  esta  flor  arriba  dicha,  ó  por  haberla 
olido,  ó  por  haberse  sentado  sobre  ella;  y  por  esto 
avisaban  á  sus  hijos,  que  se  guardasen  de  olería,  ó 
de  sentarse,  ó  de  pasar  sobre  ella. 

III.  De  la  flor  ya  hecha. 
Decian  los  viejos  supersticiosos,  que  las  flores 
que  se  componen  de  otras  muchas  con  que  bailan,  y 
que  dan  á  sus  convidados,  que  á  nadie  le  es  líci- 
to oler  el  medio  de  ella,  porque  éste  está  reserva- 
do para  Tezcatlipuca,  y  que  los  hombres  solamente 
pueden  oler  las  orillas. 

Tóm.  II.  é 


•■ 


29 

XV.  De  los  maízes. 

Decían  también  los  supersticiosos  antiguos,  y 
algunos  aun  ahora  lo  usan,  que  el  maíz  antes  que 
lo  echen  en  la  olía  para  cocerse,  han  de  resollar 
sobre  él,  como  dándole  ánimo  para  que  no  tema  la 
cochura.  También  decian  que  cuando  estaba  der- 
ramado algún  maíz  por  el  suelo,  el  que  lo  veía  era 
obligado  á  cogerlo,  y  el  que  no  lo  cogia,  hacia  in- 
juria al  maíz,  y  se  quejaba  de  él  delante  de  Dios  di- 
ciendo: „Señor,  castigad  á  éste  que  me  vio  derramado 
y   no  me  cogió,   ó  dadle  hambre  porque  no  me  menosprecie. 

V.  De  tecuencholhuiliztl,  que  quiere  decir  pasar  sobre 
alguno. 
Decian  también  los  supersticiosos  antiguos,  que 
el  que  pasaba  sobre  algún  niño  que  estaba  senta- 
do ó  echado,  que  le  quitaba  la  virtud  de  crecer,  y 
se  quedaría  asi  pequeñuelo  siempre;  y  para  remediar 
esto,  decian  que  era  menester  tornar  á  pasar  so- 
bre él,  por  la  parte   contraria. 

Vi.  Del  atliliztli,  que   quiere   decir  beber   el  menor    antes 
del  mayor. 

Otra  abusión  íenian  sobre  el  beber:  si  bebían 
los  hermanos  y  el  menor  bebia  primero,  decíale  el 
mayor,  „no  bebas  primero  que  yo,  porque  si  bebes, 
no  crecerás  mas,  sino  quedarte  has  como  estás  ahora." 

VIL  Del  comer   en  la   olla. 

Otra  abusión  tenían,  si  alguno  comia  en  la  olía 
haciendo  sopas  en  ella,  ó  tomando  la  masamorra 
con  la  mano,  decíanle  sus  padres:  „si  otra  vez  haces 
esto,  nunca  serás  venturoso  en  la  guerra,  ni  nunca  cau- 
tivarás anadie". 


VIH.  Del  tamal  cocido. 


21. 


Cuando  se  cuecen  los  tamales  en  la  olla,  si 
algunos  se  pegan  en  esta  como  la  carne,  decían  que 
el  que  comia  aquel  tamal  pegado,  si  era  hombre 
nunca  bien  tirarla  en  la  guerra  las  flechas,  y  su 
muo-er  nimca  pariria  bien;  y  si  era  muger,  que  nun- 
ca bien  pariria,  pues  que  se  le  pegaría  el  nmo 
dentro. 

IX.  Del  ombligo. 

Cuando  cortaban  el  ombligo  á  las  criatu- 
ras recien  nacidas,  si  era  varón,  daban  el  ombli- 
go á  los  soldados  para  que  le  llevasen  al  lugar  don- 
de se  daban  las  batallas;  decían  que  por  esto  se- 
ría muy  aficionado  el  niño  á  la  guerra;  y  si  era  mu- 
ger, enterraban  el  ombligo  cerca  del  hogar,  y  decían 
que  ñor  esto  sería  aficionada  á  estar  en  casa,  y  ha- 
cer las   cosas   que  eran   menester  para   comer. 

X.  De  la  preñada. 

Decian  que  para  que  la  muger  preñada  pu- 
diera andar  de  noche  sin  ver  estantiguas,  era  me- 
nester que  llevase  un  poco  de  ceniza  en  el  seno,  o 
en  la   cintura  junto   á  la   carne. 

XI.  De  la  casa  de  la  recién  parida. 
Tenian  que  cuando  alguna  muger  iba  á  ver 
á  alguna  recien  parida,  y  llevaba  algunos  hijuelos 
consio-o,  en  llegando  á  la  casa,  iba  al  hogar,  y  fre- 
gaba con  ceniza  todas  las  coyunturas  de  sus  niños 
y  las  sienes:  creían  que  si  esto  no  hacían,  a  aque- 
llas criaturas,  quedarían  mancas  de  las  coyunturas, 
y  que  todas  ellas  les  crugirian  cuando  las  moviesen. 

XII.  Del  terremoto. 
Cuando  temblábala  tierra,  luego   tomaban  á 
sus  niños  con    ambas  manos  por  junto  las  sienes,  y 


,■: 


I 


22 
los  levantaban  en  alto:  decían  que  sino  hacían  aque- 
llo que  no  crecerían,  y  que  los  llevaría  el  temblor 
consigo.  También  cuando  temblaba  la  tierra  rocia- 
ban con  agua  todas  sus  alhajas,  tomando  el  agua  en 
la  boca  y  soplándola  sobre  ellas,  y  también  por  los 
postes  y  umbrales  de  las  puertas  de  la  casa.  Creían 
que  si  no  hacían  esto,  que  el  temblor  llevaría  aque- 
llas casas  consigo;  y  los  que  no  lo  hacían  eran  re- 
prendidos de  los  otros,  y  luego  que  comenzaba  á  tem- 
blar la  tierra,  comenzaban  á  dar  grita  dándose  con 
las  manos  en  las  bocas,  para  que  todos  advirtiesen 
que   temblaba   la   tierra. 

XIII.  Del  tenamaztli. 
Decían  que  los  que  ponían  el  pie  sobre  las  tré- 
bedes, que  son  tres  piedras  en  cerco  sobre  que  ponen  las 
ollas  sobre  el  fuego,  que  por  el  mismo  caso  serían 
desdichados  en  la  guerra,  que  no  podrían  huir  y  que 
caerían  en  manos  de  sus  enemigos;  y  por  eso  los 
padres  y  madres,  prohibían  á  sus  hijos  que  no  pu- 
siesen los   pies  sobre   el   tenamaztli  ó  trébedes. 

XIV.  De  la  tortilla  que  dobla  con  el  comal. 
Decían  que  cuando  se  doblaba  la  tortilla  echán- 
dola en  el  comal  para  cocerse,  era  señal  que  algu- 
no venia  á  aquella  casa,  ó  que  el  marido  de  aque- 
lla muger  que  cosía  el  pan,  si  era  ido  fuera,  venia 
ya,  y  habia  coceado   la   tortilla   porque  se  dobló. 

XV.  De  lamer  el  metatl. 

Decían  que   el  que  lamiese  la   piedra  en  qu© 

muelen  que   se   llama   metatl,  se  le  caerían  presto  los 

dientes  y   muelas;  y  por   esto   los   padres   y    madres 

prohibían   á   sus   hijos    que  lamiesen  los  metates. 

XVI.  Del  que  está  arrimado  al  poste. 

Decían   que   los  que   se  arrimaban  á   los  pos- 
tes, serian  mentirosos  porque    los   postes  lo    son,  y 


,  ¡ 


23 
hacen  mentirosos   á  los  que  se  arriman  á  ellos,   y 
por  esto   los   padres  y  madres    prohibían  a  sus  hijos 
que   se   arrimasen  á  los   mismos. 

XVII.  Del  comer   estando  en  pie, 

Decian  que  las  mozas  que  comian  estando 
en  pie,  que  no  se  casarían  en  su  pueblo,  sino  en 
pueblos  ágenos,  y  por  esto  las  madres  prohibían  á 
sus   hijas    que   comiesen   estando  paradas. 

XVIII.  Del  quemar  de  los  escobajos  del  maíz. 
Donde  quiera  que  habia  alguna  muger  recien 
parida,  no  echaban  en  el  fuego  los  escobajos  ó  gran- 
zones de  maíz,  que  son  aquellas  mazorquillas  que 
quedan  después  de  desgranado,  que  llaman  olotl  De- 
cian que  si  quemaban  estos  escobajos  en  aquella 
casa,  la  cara  del  niño  que  habia  nacido,  sería  pe- 
cosa y  hoyosa,  y  para  que  esto  no  fuese,  habien- 
do de  quemar  estos  granzones,  tocábanlos  primero 
en  la  cara  del  niño,  llevándolas  por  encima  sin  to- 
car  en   la  carne. 


XíX.  De  la  muger 
Otra  abusión  dejaron  los  antiguos,  y  es,  que 
la  muger  preñada  se  debía  de  guardar  de  que  no 
viese  á  ninguno  que  ahorcaban,  ó  daban  garrote,  por- 
que si  le  veía,  decían  que  el  niño  que  tenia  en  el 
vientre,  nacería  con  una  soga  de  carne  á  la  gar- 
ganta. También  decian  asimismo,  que  si  la  muger 
preñada  miraba  al  sol  ó  á  la  luna  cuando  se  eclip- 
saba, la  criatura  que  tenia  en  el  vientre  nacería  di- 
vididos los  bezos  (a)  ó  labios,  y  por  esto  las  pre- 
ñadas, no   osaban  mirar  al  eclipse;  para  que  esto  no 

(a)  Todavia  subsiste  este  error:  cuando  ven  alguna  criatura 
trozados  los  labios  dicen....  se  lo  comió  el  eclipse....  Otros  creen 
que  la  luna  los  maltrata,  y  huyen  de  ella  cuando  está  llena  ocul- 
tándose. 


1 


24 

aconteciese  si  mirase  el  eclipse,  poníase  tina  nava- 
juda de  piedra  negra  en  el  seno,  que  tocase  á  la 
carne.  También  decian  que  la  muger  preñada  si  mas- 
case aquel  betún  que  llaman  tezidli  [hoy  chicle]  la 
criatura  cuando  naciese,  padecería  de  lo  que  lla- 
man motentzoponiz,  {hoy  mozezueh,)  ó  sea  embarazo  en 
la  respiración,  que  mueren  de  ello  las  criaturas  re- 
cien nacidas,  (a)  y  causase,  de  que  cuando  mama  la 
criatura,  si  su  madre  la  saca  de  presto  la  teta  d© 
la  boca,  lastímase  en  el  paladar  y  luego  queda  mor- 
tal. También  decian  que  la  muger  preñada  si  an- 
duviese de  noche,  la  criatura  que  naciese  sería  muy 
llorona;  y  si  el  padre  andaba  de  noche  y  veía  algu- 
na estantigua,  la  criatura  tendría  mal  de  corazón;  y 
para  remedio  de  esto,  la  muger  preñada  cuando  an- 
daba de  noche,  poníase  unas  chinas  en  el  seno,  ó 
un  poco  de  ceniza  del  hogar,  ó  unos  pocos  de  in- 
ciensos de  esta  tierra,  que  llaman  estauhiatl;  también 
los  hombres  se  ponían  en  el  seno  chinas  ó  picietl, 
[tabaco  montes]  para  escusar  el  peligro  del  hijo  que 
estaba  en  el  vientre  de  la  madre;  y  si  esto  no  ha- 
cían, decian  que  la  criatura  nacería  con  una  enfer- 
medad que  llaman  aiomama,  6  con  otra  que  llaman 
wetzpqücivizíH,  ó  con   lobanillos  en   las   ingles. 

XX.  De  la  mano   de    la  mona. 

Tenían  esta  abusión  y  aun  todavía  la  hay:  los 
mercaderes  y  los  que  venden  mantas,  procuraban  te- 
ner una  mano  de  mona.  Decian  que  teniéndola  con- 
sigo cuando  vendían,  que  luego  se  les  vendía  su  mer- 
cadería, y  aun  ahora  se  hace  esto;  y  también  cuan- 
do no  se  vende  su  mercadería,  á  la  noche  viniendo 
á  su  casa,  ponen  entre  las  mantas  dos  bainas  de 
chile,  y  dicen  que  les  dan  á  comer  chile,  para  que 
luego   otro   día   se   vendan. 

(a)     Esta   enfermedad  la   curan   echándole  leche  de  pechos  á  la 
criatura   en  la  mollera. 


25 
XXL  Del  majadero  y  comal 
El  que  jugaba  á  la  pelota  ponia  el  metatl  y 
el  comal  boca  abajo  en  el  suelo,  y  el  majadero  ó 
methpil  colgábalo  en  un  rincón,  y  con  esto  decían 
que  no  podría  ser  ganado,  sino  que  había  de  ga- 
nar. También  cuando  abundaban  ratones  en  casa,  po- 
nían el  majadero  fuera  de  ella;  decían  que  si  estu- 
biese  dentro  no  caerían  ratones,  porque  el  majade- 
ro los   avisaría  para  que   no   cayesen. 

XXII.  De  los  ratones. 
Decían  que  los  ratones  saben  cuando  algu- 
no está  amancebado  en  alguna  casa,  luego  van 
allí,  y  roen  los  chiquihuites,  esteras,  y  los  vasos, 
y  esto  es  señal  que  hay  algún  amancebado  en  la 
casa,  y  llaman  á  esto  tlaculli;  y  cuando  á  la  rau- 
ger  casada  los  ratones  ahugeraban  las  enaguas,  en- 
tendía su  marido  que  le  hacia  adulterio;  y  si  los 
mismos  ahugeraban  la  manta  al  hombre,  entendía  la 
muger   que   le   hacia  este   adulterio. 

XXÍII.  De  las  gallinas. 
Decían  que  cuando  las  gallinas  estaban  echa- 
das sobre  los  huevos,  si  alguno  iba  acia  ellas  cal- 
zado con  cotáras,  no  sacarían  pollos,  y  si  los  sa- 
casen serian  enfermos  y  luego  se  morían,  y  para  re- 
medio de  esto,  ponían  junto  el  nido  de  las  galli- 
nas  unas   cotáras   viejas. 

XXIV.  De  los  pollos,    [a] 
Otra  abusión:   decían   que   cuando    nacían  loa 

[a]  Cuando  se  dificulta  por  la  temperatura  fria  6  humedad,  el 
desprendimiento  de  los  polluelos  del  cascaron,  acostumbran  las  In- 
dias quemar  cerca  de  la  gallina  echada  y  clueca,  unos  granos  de 
culantro,  y  en  el  momento  comienzan  los  polluelos  á  pitar  y  romr 
per  el  cascaron;  yo  he  presenciado  esta  operación  hecha  por  una 
India  de  Popotla  junto  á  Tacuba  en  México. 


1 


2$ 
pollos,  si  algún  amancebado  entraba  en  la  casa  don- 
de estaban,  luego  los  pollos  se  caían  muertos  las 
patas  arriba,  y  esto  llaman  tlacolmiqui;  y  si  alguno 
de  la  casa  estaba  amancebado,  ó  la  muger  ó  el  va- 
ron,  lo  mismo  acontecía  á  los  pollos,  y  por  esto  co- 
nocian  que  habia  algún  amancebado  en  cualquiera 
casa. 

XXV.  De   las  piernas   de  las   mantas. 

Decian  que  cuando  se  tegía  alguna  tela,  ya 
fuese  para  manta,  ya  para  enaguas,  ó  ya  para  vipil, 
si  la  tela  se  aflojaba,  de  una  parte  mas  que  de  otra, 
aquel  para  quien  era,  era  persona  de  mala  vida,  y 
que   se  parecia,   en   que  la  tela  se  paraba  bizcornada. 

XXVI.  Del  granizo. 

Cuando  alguno  tenia  alguna  sementera  ó  de 
maíz,  ó  de  chile,  ó  de  chian  ó  de  frisóles,  si  co- 
menzaba á  granizar,  luego  sembraba  ceniza  por  el 
patio   de  su   casa. 

XXVÍÍ.  De   los   brujos. 

Decian  que  para  que  no  entrasen  los  brujos 
en  casa  á  hacer  daño,  era  bueno  una  navaja  de 
piedra  negra  en  unar  escudilla  de  agua,  puesta  tras 
de  la  puerta,  ó  en  el  patio  de  la  casa  de  noche. 
Decian  que  se  veían  allí  los  brujos,  y  en  viéndose 
en^  la  agua  con  la  navaja  dentro,  luego  daban  á 
huir,  y  no  osaban  mas  volver  á  aquella  casa.  [Hoy 
creen  que  el  modo  de  ligar  á  los  brujos,  es  rodear- 
los  de   mostaza,   ó  echarles   una  raya   de  carbón.] 

XXVI1Í.   De  la  eomida  del  ratón  que  sobra. 
Decían  que  la  que   comia  lo  que   el  ratón  ha- 
bia roído,   como   pan,   queso,  ú  otra  cosa,  que  le  le- 
vantarían algún  falso  testimonio,  de  hurto,  de  adul- 
terio, ó  de   otra  cosa. 


27 

XXIX.  De   las  uñas. 
Decían  que  los  que  se   cortaban  las  uñas  las 

echaban  en  la  agua,  y  que  por  esto  el  animalejo 
que  se  llama  avitzotl,  baria  que  les  naciesen  bien 
porque   es  muy   amigo  de   comerlas. 

XXX.  Del  estornudo. 
Decian  que   cuando  alguno   estornudaba,  era 

señal  que   otro   decia   mal   de   él. 

XXXI.  De  los  niños  ó  niñas. 
Cuando   comian  ó  bebian  en  presencia  de   al- 
gún  niño   que  estaba  en   la   cuna,  ponianle  un   poco 
en  la  boca   de   lo   que  comian  ó  bebian;  decían  que 
con  esto  no   le   daría  hipo  cuando  comiese  ó  bebiese. 

XXXII.  De  las  cañas  verdes    de  maíz. 
Decian   que   al  que  comía  cañas  de  maíz  ver- 
des  de   noche,   que   le   daria  dolor  de  muelas  ó  dien- 
tes; y  para  que   esto   no  aconteciese,   el  que    comía 
alguna   caña   verde   de   noche    calentábala   al  fuego. 

XXXIII.  Del  respaldar   de  los  maderos. 

Otra  abusión  decian  que  si  respaldaba  ó  se 
quebraba  algún  madero  de  los  del  edificio  de  la  ca- 
sa, era  señal  que  alguno  de  los  de  ella  había  de 
morir  ó  enfermar. 

*   XXXIV.  Del  metatl. 
Decian  que  cuando   se   quebraba  la  piedra  de 
moler,   que  se  llama   metatl  estando  moliendo,  era  se- 
ñal que   la  que   molía    habia  de  morir,  ó   alguno  de 
la   casa. 
XXXV.  De  la  casa    nueva,  por  quien  sacaba   fuego 
nuevo. 
Cuando   alguno   edificaba   alguna    casa  nueva 
habiéndola  acabado,  juntaba  los    parientes  y    veci- 
Tóm.  II.  5- 


V 


28 

nos,  y  delante  de  ellos  sacaba  fuego  nuevo  en  la 
misma;  y  si  el  fuego  salia  presto,  decían  que  la  ha- 
bitación de  la  casa  sería  buena  y  apacible;  y  si  el 
fuego  tardaba  en  salir,  decian  que  era  señal  de  que  la 
habitación  seria   desdichada  y  penosa. 

XXXVÍ.  Del  baño   ó  temazcalli. 

Decian  que  si  algún  mellizo  estaba  cerca  del 
baño  cuando  le  calentaban,  aunque  estuviese  muy 
caliente,  le  hacia  enfriarse,  y  mucho  mas  si  era  al- 
guno de  los  que  se  bañasen;  y  para  remediar  es- 
to, repasaba  con  agua  cuatro  veces  con  su  mano  lo 
interior  del  baño,  y  con  esto  no  se  enfriaba,  sino 
calentaba  mas. 

Acerca  de  los  mellizos  decian,  que  si  entraban 
donde  teman  tochomii!^  (ó  sea  pelo  de  conejo)  luego  se  da- 
ñábala color,  y  lo  que  se  tenia  salia  manchado  especial- 
mente lo  colorado;  y  para  remediar  esto  dábanle  á  be- 
ber un  poco  del  agua  con  que  teñian.  Asimismo  de- 
cían que  si  entraba  un  mellizo  donde  se  cocían  ta- 
males, luego  los  aojaba  [ó  hacia  mal  de  ojo]  y  tam- 
bién á  la  olla,  pues  no  se  podían  cocer  aunque  es- 
tuviesen al  fuego  un  día  entero,  y  salían  ametala- 
dos, en  parte  cocidos,  y  en  parte  crudos:  y  para  re- 
mediar esto,  hacíanle  que  él  mismo  pusiese  el  fue- 
go á  la  olla,  echando  leña  debajo  de  ella.  Si  por 
ventura  echaban  tamales  delante  de  él  en  la  olla 
para  que  se  cociesen,  el  mismo  mellizo  había  de 
echar   uno   en   la  misma,  y  si   no  no   se  cocerían. 

XXXVII.  De  cuando  los  muchachos  mudan  los  dientes. 
Decian  que  cuando  mudaba  un  diente  algún 
muchacho,  su  madre  ó  padre  lo  echaba  en  el  ahu- 
gero  de  los  ratones,  ó  mandábalo  echar.  Decian  que 
si  no  lo  echaba  en  dicho  ahugero,  no  nacería,  y 
que   se   quedaría   desdentado. 

Estas  abusiones   empecen   (ó  dañan  la  fe,  y  por 


eso  Conviene  saberlas,  y  predicar  contra  ellas:  han- 
se  puesto  estas  pocas,  aunque  hay  otras  mucnas  mas. 
Los  dientes  predicadores  y  confesores,  busquenlas 
para  entenderlas  en  las  confesiones,  y  para  predicar 
contra  ellas,  porque  son  como  una  sarna,  que  en- 
ferma  á   la  fé  católica,    [a] 

FIN  DEL  qUINTO  LIBRO  Y  DE  SU 
'  APÉNDICE, 


EL  EDITOR. 

Los  razonamientos   de   los   Tlamacazques   6   sacerdotes^  me- 
xicanos, á  quienes  impropiamente   denomina   Sátrapas  el  P.  Saha- 
ffun,  (porque   según   el   diccionario  de  la  lengua  española,)  este   era 
un  título  de  dignidad  entre  los  antiguos   Persas,    que  se  daba  a  los 
gobernadores  de   las  provincias    están   llenos   de    bellezas    tanto  en 
íus   conceptos,    como    en     el   modo    de    espresarlos     retoricamente; 
están   indicados  con  el  idioma   del   corazón,  cuando  se  halla   pene- 
trado  de   lo  que    dice,  y  sobre   todo   de  humillación  y  gratitud  acia 
Dios     ante   cuyos  pies   se  descansa   y  corre   como   un  torrente  en- 
tre suspiros   y  lágrimas;   es  la   elocuencia  del    alma  siempre    victo- 
riosa,  y   siempre   bella.  Si  entrásemos  á  hacer   un  cotejo,  hallaría- 
mos  trozos    dignos   de   la  pluma   de  David,  y   de  S.    Pablo,    cuan- 
do  estos   dos   grandes   hombres  parece   que   se  entraron   en   él  san- 
tuario de  la   divinidad,    y   hablaron   de  su  misericordia,  gracia  y  jus- 
ticia del   Señor.   El   estilo   es  oriental,    lleno  de   figuras   y    metáfo- 
ras  soberbias  en  tanto  grado,    que     apenas   pudiera    esphcarse    del 
mismo  modo    el  celebrado  autor   de    la   economía   de  la   vida    hu- 
mana    ó   el  famoso  Osian,  Verdaderamente   eran   sabios  y  elocuen- 
tes los  mexicanos-,   faltábales  solo  el   conocimiento    de   la    verdade- 
ra relian  purificada    de   fábulas,   y  aun  pueden  obtener   el   primer 
War   en  la  ciencia   moral   para   formar  el  corazón  de    los   jóvenes 
como  lo   demuestran   los   razonamientos  de   los  padres   á  sus    hijos, 
compilados   en   este  libro  sesto.    Hé  aquí   el  juicio  que  de    el   han 
formado  los  sabios  editores  de   los  Ocios  de  los  españoles  emigrados 
el   tomo   Io    n°    4   de     1824    pretendiendo   dar    idea   de    esta 
obra.    „E1  libro   sesto  (dicen)  trata   de  la    retórica   y   filosofía    mo- 
ral    Compadezcamos   la  ignorancia   de   este    pueblo  que   viviría 
atormentado  con    este    cumulo  de  errores    que  les  haría  molesta  y 
empalagosa  la   vida. 


I 


[■ 


30 

ral,  y  teología  de  la  gente  mexicana,  donde  hay  eosas  muy  curio- 
sas tocantes  á  los  primores  de  su  lengua,  y  cosas  muy  curiosas 
y  delicadas,  tocante  á  las  virtudes  morales....  Las  hay  en  verdad, 
y  es  uno  de  los  libros  mas  apreciables  de  esta  obra.  No  habién- 
dose hallado  escrituras  de  la  antigüedad,  no  podia  el  autor  desem- 
peñar su  objeto,  sino  copiando  las  arengas  y  oraciones  que  es- 
taban en  uso  entre  aquella  gente,  y  que  como  fórmulas  sabidas 
de  todos  pudieron  dictárselas  los  viejos;  y  esto  hizo  poniendo  á 
la  larga  las  oraciones  que  los  Sátrapas  hacian  á,  los  dioses  con 
motivo  de  las  guerras,  pestilencias,  sequías,  y  otras  calamidades 
públicas;  en  la  muerte  de  los  reyes,  elección  del  succesor,  y  cuan- 
do un  mal  rey  con  su  desgobierno  ponia  en  peligro  la  república; 
y  las  arengas  que  se  pronunciaban  con  motivo  de  la  confesión  au- 
ricular, de  los  casamientos,  partos,  bautismos  de  niños,  exhorta- 
ciones de  los  padres  á  los  hijos  al  tiempo  de  •  tomar  estado  &c» 
&c,  piezas  todas  elocuentes,  llenas  de  mécsimas  morales,  y  de 
imágenes  ds  la  Divinidad,  tan  sencillas  como  animadas,  muy  pare- 
cidas á  nuestro  juicio,  á  las  de  los  antiguos  orientales.  ,,En  com- 
probación de  esta  verdad,  nos  presentan  los  Editores  varios  trozos 
del  capítulo  5°  y  otros.»  Previendo  [añaden]  el  autor  que  estas 
oraciones  y  arengas  podian  ser  tenidas  por  ficciones  suyas,  dico 
en  el  prólogo  de  este  libro:  „Algunos  émulos  que  han  afirmado  que 
todo  lo  escrito  en  estos  libros....  son  ficciones  y  mentiras,  hablan 
como  apasionados  y  mentirosos;  porque  lo  que  en  este  libro  está 
escrito,  no  cabe  en  entendimiento  humano  el  fingirlo,  ni  hombre  vi- 
viente pudiera  fingir  el  lengua  ge  que  en  él  está — Al  fin  se  esplican 
algunos  adagios,  acertijos,  y  locuciones  metafóricas,  con  el  objeto 
de   manifestar  la  escelencia    del  idioma  mexicano." 

Nos  complacemos  al  ver  estos  elogios  en  la  pluma  de  tan 
sabios  y  buenos  críticos,  y  cuando  careciésemos  de  tan  apreciabíe 
testimonio,  lo  darian  y  mas  relevante  los  que  poseen  este  idioma, 
que  aunque  notablemente  adulterado  con  voces  castellanas,  toda- 
vía conserva  su  belleza  y  aticismo  aun  en  las  conversaciones  fa- 
miliares, y  mas  sencillas.  Un  amigo  mió  cura,  que  poseía  el  me- 
xicano á  maravilla,  en  comprobación  de  esta  verdad  me  contó  la 
anécdota  siguiente.  ,, Hallábame  [me  dijo]  recostado  en  un  petate,  á 
la  orilla  de  un  rio  que  pasa  por  mi  curato,  gozando  de  la  fres- 
cura de  aquel  sitio  hermoso,  ocultándome  de  la  vista  de  las  In- 
dias que  iban  allí  á  labar  en  un  pequeño  bosquecito;  pero  oía  cla- 
ramente cuanto  ellas  hablaban  sin  ser  visto.  Una  muger  ya  reacia 
le  preguntó  en  mexicano  á  otra,  como  le  iba  con  su  marido  pues 
sabia  que  estaba  recien  casada:  ella  le  respondió  »muy  mal  nanita* 
me  mata  de  hambre,  y  cuanto  maíz  trae  á  mi  casa  me  hace  moler- 
lo, y  todos  los  dias  se  come  un  chiquivitl  de  tortillas'''  entonces  la 
que  le  hablaba  le  dio  este  consejo...    dale  poco  de  comer  á  ese 


„Wo,  y  lo  tendrás  manso...  Galgo  mochihuas  mamo  macuepas  *6 
de  oro  modo  té alo  fia quito ,  y  lo  verás  naturio.*  Cayóle  anto  en 
erada  al  cura  este  dicho  sazonado,  que  soltó  la  carcajada  de  i- 
£  "por  eíla  fué  descubierto  de  las  indias  que  sé  retiraron  aver- 
gonzada^  [a]  ^  ^  gahagun 

bastante,  pal-a  probar  la  autenticidad  de  tes  razonarmen  os  de  o 
mexicanos,  entiendo  que  debemos  tener  á  la  vista  lo  que  escribí 
en  la  obra  intitulada,  Tezcoco  en  los  últimos  tiempos  de  sus  anti- 
Zos  reyes  X.  213...  Después  (dixe)  déla  Conquista,  se_  encon- 
aronluch^  pinturas  relativas  á  esto,  que  la  corte  de  España  ««- 
¡6  Te  tradujesen  al  español  á  cuyo  efecto  *f&^j$W$t 
viles  profesores  de  los  idiomas  mexicano  ^*^g^ 
D.  Carlos  de  Siguenza  y  Gángora,  y  D.  Fernando  de  Mba  g ^ 
rodM.  Presentaremos  de  estos  Preciosos  monumentos  algunos  bello, 
trozos,  comenzando  por  el  razonamiento  de  un  padre  a  su  hijo,  la 
espu  sta  de^te  á  su  padre;  previniendo  que  las  d^ertaciones  de 
padre  Clavijero  se  leen  igualmente  aunque  algo  vanadas  en  el 
lenguag* *....  ^  ^  ^    ^  ^  ^  6  x        t       |. 

guíente...  í\ií  Iradiicido  «i  lengua  española  [por  dicho  padre]  des- 
pués de  treinta   años  que  se  escribió  en  la  lengua  mexicana  enes- 

16  aܰ  La8  variación  que  se  ha  introducido  no  es  de  los  conceptos, 
es  del  lencmacre  que  varia  según  los  siglos  como  la  moneda,  y  que 
e  indispensabre,  sobretodo  cuanto>e  quiere  conformar  a  traduce^ 
1  los  modismos  y  genio    del  idioma   de   que    se  hace    la    versión. 

Por  semejantes  motivos,  y  sin  pretender  prevenir  el  juicio  de 
nuestros  lectores,  creemos  que  este  libro  será  leído  con  aprecia 
por  ellos,  y  servirá  de  apoyo  á  cuantas  observaciones  se  han  he- 
STopo?  mLhos  escritores,  para  probar  la  sabiduría  de _  nuestros 
Indígenas,  y  las  equivocaciones  groseras  que  contra  ella  han  pade- 
cido? no  solólos  señores  Paw  y  Robertsont,  sino  otros  que  les  pre- 
cedieron y  obligaron  al  Vaticano  de  Roma  á  declarar  solemnemen- 
te la  racionalidad  de  los  mexicanos,  como  si  fuese  un  dogma  re» 
lisioso. 


(a)     El  señor  Vázquez  Ruiz  que  murió  de  medio  racionero   &e 
la  Stá.  Iglesia  de  Puebla  en    1822. 


i 


*2  Mi-m®@@» 

i   odas  las   naciones,    por  bárbaras  y   de   obscuro 
origen  que  hayan   sido,   han  puesto   los  ojos   en  los 
sabios   y  poderosos  para  persuadir,   y  también  en  los 
hombres  eminentes    en   las  virtudes   morales,  en  los 
diestros   y   valientes,   en  los   ejercicios,   y   mas  en  los 
de   su   generación   que    en   los   de   otra.  Hay  de  es- 
tos  tantos   ejemplos   entre  los   griegos,  latinos,  espa- 
ñoles, franceses  é  italianos,  que   están  los   libros  lle- 
nos de   esta  materia.   Esto   mismo   se  usaba   en   es- 
ta nación  Indiana,  y  mas  principalmente  entre  los  me- 
xicanos, entre   los   cuales   los    sabios    retóricos,    vir- 
tuosos  y   esforzados,   eran   tenidos   en   mucho,   y   de 
estos  elegian  para   pontífices,   señores,   principales   y 
capitanes,  por   de  baja   suerte   que  fuesen.  Estos  re- 
gian   las   repúblicas,   guiaban   los   ejércitos,   y   presi- 
dian  en  los  templos.  Fueron  cierto  en  estas  cosas  es- 
tremados,  devotísimos   para  con  sus    dioses,   celosísi- 
mos  de   sus   repúblicas,   y  entre  sí  muy  urbanos:   pa- 
ra con   sus   enemigos  muy  crueles,  para   con   los  su- 
yos  humanos  y  severos;   y  pienso   que   por  estas  vir- 
tudes   alcanzaron  el  imperio    aunque   les    duró   poco, 
y   ahora   todo  lo   han  perdido,   como  lo    verá    claro 
el   que    cotejare   lo   contenido   en  este   libro,   con   la 
vida   que   ahora   tienen.   La  causa   de   esto   no  la  di- 
go  por  estar   muy   clara,   (a)   En  este  libro   se  verá 
muy  á  buena   luz,   que   lo   que   algunos    émulos   han 
afirmado,   que  todo   lo  escrito   en  estos   libros   antes 
de   este  y    después    de    este,     son  ficciones    y     menti- 
ras,   hablan     como]  apasionados     y  mentirosos,   porque  lo 
que   en   este    volumen   está  escrito,   no   cabe  en   en- 
tendimiento   de   hombre   humano  el  fingirlo,  ni  hom- 
bre viviente    pudiera   contradecir  el  lenguage    que  en 
él  está;   de  modo,  que  si  todos  los  indios  entendidos 
fueran  preguntados,    afirmarían    que    este  lenguage  es 
propio  de   sus  antepasados,   y  obras  que  ellos  hacian* 

(a)     La  opresión  y  servidumbre  de  los  Españoles. 


33 


LIBRO   SESTO. 

DE  LA  RETORICA,  FILOSOFÍA  MORAL  Y  TEOLOGÍA, 
DE  LA  GENTE   MEXICANA, 

DONDE     HAY    COSAS     MUY     CURIOSAS    TOCANTES    A    LOS     PRI- 
MORES    DE    SU    LENGUA,     Y    COSAS    MUY     DELICADAS     TOCAN- 
TES   A     LAS    VIRTUDES     MORALES. 

CAPÍTULO  I. 

Del  lenguage  y  afectos  que  usaban  cuando  oraban  a!  prin- 
cipal dios  llamado  tezcatlipuca,  en  tiempo  de  pestilen- 
cia para  que  se  las  quitase:  es  oración  de  los  sacerdo- 
tes, en  la  cual  le  confiesan  por  todopoderoso,  no  visible  ni 
palpable,  usan  de  muy  hermosas  metáforas  y  maneras 
de   hablar. 

¡fJPh  valeroso  señor  nuestro  debajo  de  cuyas  alas 
nos  amparamos,  defendemos,  y  hallamos  abrigo!  tu 
eres  invisible  y  no  palpable,  bien  así  como  la  no- 
che y  el  aire.  ¡Oh!  que  yo  bajo  y  de  poco  valor,  me 
atrevo  á  parecer  delante  de  V.  M,!  Vengo  á  hablar 
como  rustico  y  tartamudo:  será  la  manera  de  mi 
hablar,  como  quien  va  saltando  camellones,  ó  andan- 
do de  lado,  lo  cual  es  cosa  muy  fea,  por  lo  cual 
temo  de  provocar  vuestra  ira  contra  mí,  y  en  lu- 
gar de  aplacaros,  temo  de  indignaros;  pero  V.  M. 
hará  lo  que  fuere  servido  de  mi  persona.  ¡Oh  se- 
ñor que  habéis  tenido  por  bien  de  desampararnos 
en  estos  dias  conforme  al  consejo  que  vos  tenéis 
así  en  el  cielo  como  en  el  infierno!  ¡Ay  dolor!  que 
la  ira  é  indignación  de  V.  M.  ha  descendido  fca.es- 


34 

tos  dias  sobre  nosotros,  porqué  las  aflicciones  gran- 
des  y   muchas  de   vuestra  indignación  nos  han  ane- 
gado y   sumido,  bien  así  como  piedras,  lanzas  y  sae- 
tas,  que   han   descendido   sobre   los  tristes  que   vivi- 
mos  en   este  mundo,   y  esto  es   la   gran    pestilencia 
con   que  somos   afligidos,  y   casi  destruidos.   ¡Oh   se- 
ñor valeroso   y  todopoderoso!    ¡Ay  dolor,    que   yá  la 
gente   popular   se  vá   acabando,  y   consumiendo!  gran 
destrucción   y  grande    estrago  hace  ya   la  pestilencia 
en   toda  la.  gente;  y  lo   que   mas   es    de   doler,   que 
los  niños  inocentes   y  sin  culpa   que   en  ninguna  otra 
cosa  entendían,   sino   en  jugar   con  las  pedrezuelas,  y 
en  hacer  montecillos  de  tierra,  ya  mueren  como  abar- 
rados y  estrellados   en  las   piedras,   y   en    las   pare- 
des, (cosa  de   ver  muy    dolorosa   y   lastimosa)   por- 
que ni  quedan  los    que    aun  no    saben   andar  ni  ha- 
blar;  pero  tampoco   los  que   están   en  las  cunas.  ¡Oh 
señor  que  todo   vá  abarriscol  [a]  los  menores,  media- 
nos, mayores,  viejos    y  viejas,   y   la  gente   de   media 
edad,  hombres  y   mugeres,   no  queda  -plante  ni  man- 
te:   [b]    ya   se   asóla  y   destruye  vuestro  pueblo,  vues- 
tra  gente  y   vuestro   caudal;    ¡oh   señor  nuestro,   va- 
lerosísimo,  humanísimo,   y   amparador  de  todos!  ¿qué 
es  esto,  qué   vuestra   ira   é   indignación   se   gloría   y 
recrea  en  arrojar   piedras,  lanzas,  y   saetas?   El   fue- 
go  de   pestilencia   muy   encendido   está    en    vuestro 
pueblo,  como   el   fuego   en   la   cabana  que  vá  ardien- 
do  y  humeando,   que   ninguna  cosa  deja   enhiesta  ni 
sana:    ejercitáis   vuestros    colmillos    despertadores,   y 
vuestros   azotes  lastimeros,  sobre  el  miserable  de  vues- 
tro pueblo  flaco  y  de  poca  substancia,  bien   así   co- 
mo una  caña  hueca  verde.   ¿Pues   qué  es   ahora  se- 
ñor mió   valeroso,   piadoso,  invisible   é  impalpable,   á 
cuya   voluntad   obedecen   todas   las    cosas,    de   cuya 
disposición  pende  el   régimen  de   todo  el  orbe,  á  quien 

[a]  Abarrisco  sin   detención,    consideración  ni   reparo. 

(b)  O   como   si  dijéramos  no  queda  pelo  ni  hueso. 


■" 


todo   está   sujeto?    ¿qué' es  lo  que   habéis   determina- 
do  en  vuestro  divino   pecho?   ¿Por  ventura  habéis  re- 
suelto   desamparar    del   todo   á    vuestro   pueblo,  y  a 
vuestra   gente?   ¿Es   verdad   que   habéis   determinado 
el   que    perezca   totalmente,  y   no   haya   mas  memo- 
ria  de  él  en  el  mundo,  y  que  el   sitio  donde  están  po- 
blados,  sea   una   montaña  de   árboles,  ó   un  pedregal 
despoblado?  ¿Por   ventura  los  templos,  oratorios,  al- 
tares,  y   lugares   edificados   a   vuestro    servicio,   ha- 
béis 'de  permitir  que  se  destruyan   y  asolen,  y  no  ha- 
ya  mas   memoria   de  ellos?    ¿Es  posible  que   vuestra 
ira  y   castigo,  y   la  indignación  de  vuestro   enojo,  es 
del  todo  implacable,  y  que   ha  de  proceder  hasta  lie- 
car   al  cabo  de  nuestra  destrucción?    ¿Esta  ya  asi  de- 
terminado   en   el  vuestro  divino  consejo,  que  no.  s? 
ha   de   hacer   misericordia,  ni  habréis  de  tener  piedad 
de  nosotros,  sino   que  se  han    de   agotar  las   saetas 
de  vuestro  furor,   en  nuestra  total   perdición   y  des- 
trucción?   ¿Es  posible   que  este   azote   y  este   casti- 
go   no   se  nos  dá   para  nuestra  corrección  y  enmien- 
da,  sino   para  total  destrucción  y  asolamiento,  y   que 
jamás  ha  de  resplandecer  el   sol   sobre   nosotros,   si- 
no  que   estemos   en   perpetuas  tinieblas:  y   eterno   si- 
lencio?   ¿Y  qué   nunca  mas  nos   habéis   de  mirar  con 
oíos  de  misericordia,  ni   poco,  ni  mas?  ¿De  esta  ma- 
nera  queréis  destruir  los   tristes  enfermos,   que  no  se 
pueden   revolver  de   una   parte   á   otra,   ni  tienen   un 
momento   de    descanso,  y  tienen  la  boca  y    dientes 
llenos   de  tierra   y  sarro?  ¡Es  gran  dolor  de  decir  que 
ya  todos   estamos  en  tinieblas,  y  no  hay  seso  m  sen- 
tido  para  ayudar  el  uno  al  otro,  ni  para  mirar  el  uno 
por  el  otro!  Todos  están  como  borrachos  y  sin  seso,  sin 
esperanza  de   ninguna   ayuda;   yá  los  niños  chiquitos 
perecen   de  hambre,   porque  no   hay  quien  les  dé  de 
comer   ni  de  beber,  ni  quien  les  consuele   m   regale, 
ni  aun  quien   dé   el  pecho  á  los   que    aun    maman: 
esto   á   la  verdad  acontece  porque  sus  padres  y  ma- 
Tóm.  II.  6 


I|:; 


35 
dres  se  han  muerto,  y  los  dejaron  huérfanos  y  des- 
amparados sin  ningún  abrigo;  padecen  por  los  pe- 
cados de  sus  padres:  ¡Oh  señor  nuestro  todopodero- 
so, misericordioso  y  nuestro  amparo!  dado  que  vues- 
tra ira  y  vuestra  indignación,  saetas  y  piedras,  han 
gravemente  herido  á  esta  pobre  gente,  sea  esto  cas- 
tigo como  de  padre  ó  madre  que  reprehender  á  sus  hi- 
jos tirándolos  de  las  orejas,  pellizcándolos  en  los  bra- 
zos, azotándolos  con  ortiga,  y  derramando  sobre 
ellos  agua  muy  fría;  y  todo  esto  se  hace  para  que 
se  enmienden  en  sus  mocedades  y  niñerías;  pues  ya 
es  así  que  vuestro  castigo  y  vuestra  indignación  se 
ha  enseñoreado,  y  ha  prevalecido  sobre  estos  vuestros 
siervos,  sobre  esta  pobre  gente;  bien  así  como  las 
gotas  del  agua,  que  después  de  haber  llovido  sobre 
los  árboles  y  cañas  verdes,  tocándoles  el  aire,  caen 
¡sobre  los  que  están  debajo  de  ellas.  ¡Oh  señor  hu- 
manísimo! bien  sabéis  que  la  gente  popular  es  como 
niños,  que  después  de  haber  sido  azotados  y  castiga- 
dos, lloran  y  sollozan,  y  se  arrepienten  de  lo  que  han 
hecho.  Por  ventura  ya  estas  gentes  pobres  por  razón  de 
vuestro  castigo,  lloran,  suspiran,  y  se  reprenden  á  sí 
mismos,  y  están  murmurando  de  sí:  en  vuestra 
presencia  se  acusan  y  tachan  sus  malas  obras, 
y  se  castigan  por  ellas.  ¡Señor  nuestro  humanísimo, 
piadosísimo,  nobilísimo,  y  preciosísimo!  baste  ya  el 
castigo  pasado,  y  seales  dado  término  para  su  en- 
mienda: sean  acabados  aquí,  sino  otra  vez  cuan- 
do ya  no  se  enmendaren:  perdonadlos  y  disimulad  sus 
culpas;  cese  yá  vuestra  ira  y  vuestro  enojo,  recoged- 
la  yá  dentro  de  vuestro  pecho  para  que  no  haga  mas 
daño:  descanse  yá,  y  recójase  vuestro  coraje  y  enojo, 
que  á  la  verdad  de  la  muerte  no  se  pueden  escapar 
ni  huir  para  ninguna  parte.  Debemos  tributo  á  la  muer- 
te, y  sus  vasallos  somos  cuantos  vivimos  en  el  mun- 
do; este  tributo  todos  le  pagan  á  la  muerte,  nadie 
dejará  de  seguiría  porque  es  vuestro  mensagero  ala 


— 


37 
hora  que  fuere  enviado,  pues  que  esta  muerte   tiene 
hambre  y   sed  de  tragar  á  cuantos  hay  en  el  mundo, 
y  es  tan  poderosa  que  nadie  se  le  podrá  escapar:  en- 
tonces todos  serán  castigados  conforme   á  sus  obras. 
¡Oh    señor  piadosísimo!  á  lo  menos   apiadaos  y  ha- 
bed misericordia  de   los  niños  que   están  en  las   cu- 
nas, de  los  que  aun  no  saben  andar,  ni  saben  otra  co- 
sa sino  burlarse  con  las  pedrezuelas  y  hacer  monton- 
cillos  de  tierra;  habed  también  misericordia,  señor,  de 
los   pobres  misérrimos  que  no   tienen  que   comer,  m 
con  que   cubrirse,  ni  en   que  dormir,  ni  saben  que  co- 
sa es  un  dia  bueno;  todos  sus  dias  pasan  con  dolor, 
aflicción  y   tristeza.  No  convendría,  señor,  que  os  ol- 
vidárades  de    haber   misericordia    de   los    soldados  y 
hombres  de  guerra,  que  en  algún  tiempo  los  habréis 
menester,  y  mejor  será  que  muriendo  en  la  guerra  va- 
yan á  la  casa  del  sol,  y  allí  sirvan  comida  y   bebida, 
que  no  que  mueran  de  esta  pestilencia  y  vayan  al  in- 
fierno. ¡Oh  señor  valerosísimo,  amparador    de    todos, 
señor  de  la  tierra,  gobernador  del  mundo  y  señor  de 
todos!  baste   yá  el  pasatiempo  y  contento  que  habéis 
tomado  en  el  castigo  que  está  hecho:  acábese  yá  se- 
ñor este  humo  y  esta  niebla  de  vuestro  enojo,  y  apa- 
gúese también  el  fuego  quemante  y  abrasador  de  vues- 
tra ira:  venga  la  serenidad  y  claridad,  comienzen  yá 
las  avecillas  de  vuestro  pueblo  á  cantar  y  á  escollar- 
se al  sol:  dadles  tiempo  sereno,  en  que  os  llamen  y 
en  que  hagan  oración  á  V.  M.  y  os  conozcan.    ¡Oh 
señor  nuestro    valerosísimo,    piadosísimo,  nobilísimo! 
Esto  poquito  he  dicho  delante  de  V.  M.,  y  no    ten- 
go mas  que  decir,  sino  postrarme  y  arrojarme  á  vues- 
tros pies,  demandando  perdón  de  las  faltas  que  en  mi 
oración  he  hecho;  por  cierto  no  querría  quedar  en  la 
desgracia  de  V.  M.,  y  no  tengo   mas  que  decir,  (a) 

(a)  Bastante  ha  dicho:  la  divinidad  no  puede  mostrarse  insensi- 
ble á  clamores  y  ruegos  tan  eficaces,  se  ha  herido  la  fibra  de  la 
compasión  de  un  corazón  todo  lleno  de  clemencia. 


33 


CAPÍTULO.  II. 


De  la  oración  conque  oraban  al  dicho  tezcatlipuca  y 
toalliehecatl,  demandándole  socorro    contra  la  pobreza* 

¡Oh  señor  nuestro  valerosísimo,  humanísimo  y 
amparador!  vos  sois  el  que  nos  dais  vida  y  sois  in- 
visible, y  no  palpable;  señor  de  todos,  y  señor  de  las 
batallas:  aquí  me  presento  delante  de  V.  M.,  que  sois 
amparador  y  defensor:  aquí  quiero  decir  algunas  po- 
cas palabras  á  V.  M:,  por  la  necesidad  que  tienen 
los  pobres  populares,  y  gente  de  baja  suerte  y  de  po- 
co caudal  en  hacienda,  y  menos  en  el  entender  y  dis- 
creción, pues  que  cuando  se  echan  en  la  noche,  no 
tienen  nada,  ni  tampoco  cuando  se  levantan  á  la  ma- 
ñana; pásaseles  la  noche  y  el  dia  en  gran  pobreza. 
Sepa  V.  M.  que  vuestros  vasallos  y  siervos,  padecen 
gran  pobreza,  tanto,  cuanto  no  se  puede  encarecer 
mas  de  decir,  que  es  grande  su  pobreza  y  desamparo: 
los  hombres  no  tienen  una  manta  con  que  se  cobi- 
gen,  ni  las  mugeres  encuentran  unas  enaguas  con  que 
se  envuelvan  y  tapen  sus  carnes,  sino  algunos  andra- 
jos por  todas  partes  rotos,  y  que  por  todas  partes 
entra  el  aire  y  el  fiio.  Con  gran  trabajo  y  gran  can- 
sancio pueden  allegar  lo  que  es  menester  para  co- 
mer cada  dia;  andando  por  las  montañas  y  páramos 
buscando  su  mantenimiento,  andan  tan  flacos  y  tan 
descaecidos,  que  traen  las  tripas  apegadas  á  las  cos- 
tillas, y  todo  el  cuerpo  repercutido:  andan  como  es- 
pantados, y  su  cara  y  cuerpo  son  como  imagen  de 
muerte,  y  estos  tales  si  son  mercaderes,  solo  venden 
sal  en  panes,  y  chile  deshechado,  que  la  gente  que 
algo  tiene,  no  cura  de  estas  cosas,  ni  las  tiene  en 
nada,  y  ellos  la  salen  á  vender  de  puerta  en  puerta, 
y  de  casa  en  casa;  y  cuando  estas  cosas  no  se  les 
venden,  asiéntanse  muy  tristes  cerca  de  algún  seto, 
6  de  alguna  pared,  ó  en  uii  rincón,  allí  están  relamien- 


39 
éó  los  bezos,  [ó  labios]  y  royendo  las  uñas  de  las 
manos  con  la  hambre  que  tienen:   allí  están  miran- 
do á  una  parte  y  á  otra   á  la  boca  de  los  que  pasan, 
esperando  que  les  digan  alguna  palabra.  ¡O  señor  nues- 
tro muy  piadoso!  otra   cosa  no  menos  dolorosa  quie- 
ro decir,  que  la  cama  en  que  se    echan    no   es    para 
descansar,   sino    para  padecer  tormento  en   ella:    no 
tienen  sino  un  andrajo  que  echan  sobre  si  de  noche; 
de  esta  manera  duermen,  y  en   cama  tal   como  esta 
dicho,  arrojan  sus  cuerpos  y  los  hijos  que  los  habéis 
dado:  por  la  miseria  en   que  se  crian  por  la  treza   j_aj 
de  la  comida,  y  no  tener  con  que  cubrirse,  traen  la  ca- 
ra  amarilla,  y  todo  el   cuerpo    de  color  de   tierra,  y 
andan  temblando  de  frió;   algún    andrajo   traen  estos 
en  luear  de  manta  atado  al  cuello,   y  otro  semejante 
las  museres  atadas  las  caderas,  y   andan  apegada   la 
barrica  con  las    costillas  que  se  les  pueden  contar  los 
huesos:  andan  zancadillando  con  flaqueza  y  no  pudien- 
do  andar;  andan  llorando,  suspirando,  y  llenos  de  tris- 
teza: toda  la  desventura  junta  está  en  e  os,  en   todo 
el  dia   se   quitan   de   sobre  el  fuego,    allí   hallan   un 
poco  de  refrigerio.  ¡Oh  señor  nuestro  humanísimo,  in- 
visible, impalpable!  ¡suplicóos  tengáis  por  bien  de  apia- 
daros de  ellos,  y  de  conocerlos  por  vuestros  vasallos 
y  siervos  pobrecitos,  que  andan  llorando  y  suspiran- 
do, llamándoos  y  clamando    en   vuestra  presencia,  y 
deseando  vuestra  misericordia  con  angustia  de  cora- 
zón! ¡Oh  señor  nuestro  en  cuyo  poder  esta  dar   todo 
contento  y  refrigerio,  dulcedumbre,  suavidad,  riqueza, 
y  prosperidad,  porque  vos  solo  sois  el  señor  de  todos 
los  bienes!  suplicóos  hayáis  misericordia  de  ellos,  por- 
que vuestros  siervos  son.  Suplicóos  señor  que  tengáis 
por  bien  de  que  esperimenten  un  poco  de  vuestra  ter- 
nura   y  regalo,   y   de   vuestra    dulzura   y    suavidad, 
de  que  á  la  verdad  tienen  gran  necesidad  y  trabajo. 


(a)    Por  lo  inmundo  de  la  comida. 


I 


40 
Suplicóos  que  levanten  su  cabeza  con  vuestro  favor  y 
ayuda:  suplicóos  tengáis  por  bien  de  que  gozen  al- 
gunos dias  de  prosperidad  y  descanso:  suplicóos  ten- 
gan algún  tiempo  en  que  su  carne  y  sus  huesos  re- 
ciban alguna  recreación  y  holgura:  tened  por  bien  se- 
ñor que  duerman  y  descansen  con  reposo:  suplicos 
les  deis  dias  de  vida  prósperos  y  pacíficos.  Cuando 
fuéredes  servido,  les  podéis  quitar,  esconder  y  ocul- 
tar lo  que  les  habéis  dado,  después  que  lo  hayan  go- 
zado algunos  pocos  dias,  como  quien  goza  de  una 
flor  olorosa  y  hermosa,  que  en  breve  tiempo  se  mar- 
chita, y  esto  cuando  les  fuere  causa  de  soberbia,  y 
de  presunción  y  altivez,  las  mercedes  que  les  habéis 
hecho,  y  con  ellas  se  hicieren  briosos,  presuntuosos 
y  atrevidos;  entonces  las  podéis  dar  á  los  tristes,  llo- 
rosos, angustiados,  pobres  y  menestoros,  que  son  hu- 
mildes, obedientes,  serviciales  y  familiares  en  vues- 
tra casa,  y  hacen  vuestro  servicio  con  grande  humil- 
dad y  diligencia,  y  os  dan  su  corazón  muy  deveras; 
y  si  este  pueblo  por  quien  te  ruego  y  suplico  que  le 
hagas  bien,  no  conociere  el  que  le  dieres,  le  quita- 
rás el  bien  y  echarle  has  la  maldición  para  que  le 
venga  todo  el  mal,  para  que  sea  pobre,  necesitado, 
manco,  cojo,  ciego  y  sordo,  y  entonces  se  esperta- 
rá y  verá  el  bien  que  tenia,  y  en  qué  ha  parado,  y  en- 
tonces te  llamará  y  se  acogerá  á  tí  y  no  le  oirás, 
porque  en  el  tiempo  de  la  abundancia  no  conoció  el 
bien  que  le  hiciste.  En  conclusión,  suplicóos  señor 
humanísimo,  y  beneficentísimo,  que  tenga  por  bien  V. 
M.  de  dar  á  gustar  á  este  pueblo  las  riquezas  y  ha- 
ciendas que  vos  soléis  dar,  y  de  vos  suelen  salir,  que 
son  dulces  y  suaves,  y  que  dan  contento  y  regalo, 
aunque  no  sean  sino  por  breve  tiempo  y  como  sue- 
ño que  pasa;  porque  cierto,  ha  mucho  tiempo  que 
anda  triste,  pensativo,  y  lloroso  delante  de  V.  M., 
por  el  angustia  trabajo  y  afán  que  siente  su  cuer- 
po y   corazón,  sin  tener  descanso  ni  placer  alguno, 


y  de  esto  no  hay  duda  alguna,  sino  que  a  este  po- 
bre  pueblo,   menesteroso   y   desabrigado,   le   aconte- 
ce  todo  lo   que   tengo  dicho;  y   esto  por   sola  vues- 
tra  liberalidad   y  magnificencia  lo   habéis  de   hacer, 
que   ninguno   es   digno   ni  merecedor  de  recibir  vues- 
tras  larguezas    por    su   dignidad   y    merecimiento,  sino 
que  por   vuestra    benignidad   [a]    sacáis    debajo    del  es* 
tiercol  [b]    y   buscáis   entre   las  montañas   á  los   que 
son  vuestros   servidores,  amigos  y  conocidos,  para  le- 
vantarlos á   riquezas   y   dignidades.   ¡Oh   señor   nues- 
tro  humanísimo!    hágase  vuestro  beneplácito  como  lo 
tenéis   en   vuestro   corazón  ordenado,  y  no   tengamos 
que  decir.   Yo  hombre   rustico   y   común,   no   quiero 
con   importunación   y  proligidad,  dar   fastidio  y  eno- 
io  á  V.  ¡VL,  diciendo  de  donde  proceda  mi  mal,  mi  perdi- 
ción  y  mi   castigo:  ¿á   quien  hablo?  ¿dónde  estoy?  ha- 
llóme hablando  con    V.   M.:   bien   se   que    estoy   en 
un   lugar  muy   eminente,   y  que   hablo   con  una  per- 
sona  de   gran  magestad,  en   cuya  presencia  corre  un 
rio   que   tiene   una  barranca  profundísima   y   precisa 
ó  tajada;   y  así   mismo  está  en  vuestra  presencia    un 
resbaladero   donde  muchos  se  despeñan,  ni  hay  quien 
no   yerre  delante   de  V.  M.,   y  yo  también  como  hom- 
bre  de   poco   saber,  y  muy  defectuoso  en  el   hablar 
atreviéndome   á   dirijir  mis  palabras  delante  de  V.  M., 
yo   mismo   me    he  puesto   á   peligro   de   caer   en  la 
barranca  y  sima  de  este   rio.  Yo  señor  con  mis   ma- 
nos  he   venido   á   tomar   ceguedad   para  mis   ojos,  y 
pudrimiento  y   tullimiento   para  mis   miembros,   y  po- 
breza y   aflicción   para   mi   cuerpo,  por  mi  bajeza  y 
rusticidad;    esto   es    lo  que  yo   merezco   recibir.   Vi- 
vid y  reinad  para   siempre,  vos  que  sois  nuestro  se- 

(a")  Non  ex  operibus  justitiae  quaefecimusnos,  sed  secundum  mise-' 
ricordiam  suam,    salvos  nos  fecit,... 

(b)  De  stercore  erixens  pauperem....  Sentimientos  conformes  con 
los  de  S.  Pablo  y  David  en  cuanto  á  la  divina  gracia  gratis  datay 
y  en  cuanto  á  la  providencia. 


42 

flor,  nuestro  abrigo  y  nuestro  amparo,  humanísimo, 
piadosísimo,  invisible  é  impalpable  en  toda  quietud 
y  sosiego. 

CAPITULO  III. 

Del  lenguage  y  afectos  que   usaban,  cuando  oraban  al  prin- 
cipal dios  llamado   tezcatlipuga  yautlnecociautlmone- 
kequi,    demandándole  favor   en   tiempo   de  guerra  contra 
sus  enemigos:  es    oración   de  los   Sátrapas  que  contiene 
cosas   muy  delicadas. 

¡Señor  nuestro  humanísimo,  piadosísimo,  am- 
parador y  defensor,  invisible  é  impalpable,  por  cu- 
yo albedrio  y  sabiduria  somos  regidos  y  goberna- 
dos, debajo  de  cuyo  imperio  vivimos,  y  señor  de  las 
batallas!  es  cosa  muy  cierta  y  averiguada,  que  co- 
mienza á  prepararse  y  concertarse  la  guerra.  El  dios 
de  la  tierra  abre  la  boca  con  hambre  de  tragar  la 
sangre  de  muchos  que  morirán  en  esta  lucha:  pa- 
rece que  se  quieren  regocijar,  el  sol  y  el  dios  de  la 
tierra  llamado  Tlaliecutli,  quieren  dar  de  comer  y 
beber  á  los  dioses  del  cielo  y  del  infierno,  hacién- 
doles convite  con  sangre  y  carne  de  los  hombres, 
que  han  de  morir  en  esta  guerra.  Ya  están  á  la  mi- 
ra los  dioses  del  cielo  y  del  infierno,  para  ver  quie- 
nes son  los  que  han  de  vencer,  y  quienes  los  que 
han  de  ser  vencidos;  quienes  los  que  han  de  ma- 
tar, y  quienes  los  que  han  de  ser  muertos,  cuya  san- 
gre ha  de  ser  bebida,  y  cuya  carne  ha  de  ser  comi- 
da; de  lo  cual  están  ignorantes  los  padres  y  ma- 
dres nobles,  cuyos  hijos  han  de  morir.  Asimismo  lo 
ignoran  todos  sus  parientes  y  afines,  y  las  amas  que  los 
criaron  cuando  niños,  y  los  dieron  la  leche  conque 
los  alimentaron,  por  los  cuales  sus  padres  padecie- 
ron muchos  trabajos,  buscándoles  las  cosas  necesa- 
rias  de   comer,  beber,  vestir  y  calzar,  hasta  poner- 


43 

ios  en  la  edad  en  que    ahora  están;   ciertamente  no 
adivinaban   el   fin   que   habían   de  tener  los  hijos  que 
con  mucho   trabajo   crearon,  ó   si   habían  de  ser  cau- 
tivos ó  muertos   en  el  campo.  Tened  otro  sí  por  bien, 
ó  señor   nuestro,  que  los   nobles   que  murieron  en   el 
contraste  de  la  guerra,  sean  pacífica  y  agradablemen- 
te recibidos  del  sol  y  de   la  tierra,  que   son  padre  y 
madre   de   todos,   con   entrañas   de   amor.   Porque  á 
la  verdad  no  os  engañéis  en   lo  que  hacéis,    convie- 
ne á  saber:   en  querer   que  mueran  en  la  guerra,  por- 
que ciertamente   para  esto   los   enviasteis  á  este  mun- 
do, para   que    con  su   carne   y  con   su   sangre,    den 
de   comer   al  sol  y  á  la  tierra.  No  te  ensañes  señor 
ahora  nuevamente    contra   estos   en   el   ejercicio   de 
la  guerra,  porque   en  el  mismo  lugar  donde  estos  mo- 
rirán,  ha  muerto   gran   cantidad    de  gentes  rojos,  y 
nobles,  señores,  capitanes,   y  valientes  hombres,  por- 
que  la  nobleza  y  generosidad   de  los   nobles,  y  mag- 
nánimos en  el  ejercicio   de   la   guerra,  se    manifiesta 
y  se  señala,   y  allí   dais  señor  á   entender,  de   cuan- 
ta  estima  y  preciosidad   es   cada  uno,  para  que  por 
tal  sea  tenido  y   honrado,  bien  así  como   piedra  pre- 
ciosa y  plumage  rico.   ¡Oh  señor  humanísimo,   señor 
de  las   batallas,   emperador   de   todos   cuyo    nombre 
es  Tezcatlipuca,  invisible   é   impalpable!  suplicóos  que 
aquel  ó   aquellos    que    permitiéredes   morir   en    esta 
guerra,  sean  recibidos   en  la  casa   del  sol   en   el  cie- 
lo,  con   amor  y  honra,  y  sean  colocados  y   aposen- 
tados entre  los   valientes  y  famosos  que  han   muer- 
to en  la   guerra:  conviene  á  saber,  los  señores  Quit- 
zicquaquatzin,  Maceúhcatzin,  Tlacahuepantzin*  htlilcuecha- 
mc,  Ihuitltemuc  con   el  señor   Chavacuetzin,   y  con  todos 
los  demás  valientes   y  famosos  hombres,  que  perecie- 
ron en  la  campaña  antes  de  esta,  los  cuales  están  ha- 
ciendo regocijo  y  aplauso,  á  nuestro  señor  el  sol,  con 
el  cual  se  gozan  y  están  ricos  perpetuamente  de  él, 
que  nunca  se  les  acabará,  y  siempre  andan  chupan- 
Tóm.  II.  7 


r  T  ] 


44 

do  el  dulzor  de  todas  las  flores  deleitables  y  sua- 
ves de  gustar.  Este  es  grande  porte  á  los  valientes 
y  esforzados  que  murieron  en  la  guerra,  y  con  este 
se  embriagan  de  gozo,  y  no  se  les  acuerda,  ni  tie- 
nen cuenta  con  noche  ni  con  dia,  ni  con  años,  ni 
con  tiempos,  porque  su  gozo  y  su  riqueza  es  sin  fin, 
y  las  flores  que  chupan  nunca  se  marchitan,  y  son 
de  gran  suavidad,  y  con  deseo  de  ellas  se  esforza- 
ron á  morir  los  hombres  de  buena  casa.  En  conclu- 
sión, lo  que  ruego  á  V.  M.,  que  sois  nuestro  señor 
humanísimo,  y  nuestro  emperador  invictísimo  es,  que 
tengáis  por  bien  que  los  que  murieron  en  esta  guer- 
ra, sean  recibidos  con  entrañas  de  piedad  y  de  amor 
de  nuestro  padre  el  sol,  y  de  nuestra  madre  la  tier- 
ra, porque  vos  solo  vivís  y  reináis,  y  sois  nuestro  se- 
ñor humanísimo.  No  solamente  ruego  por  aquellos 
muy  principales,  generosos  y  nobles,  sino  también  por 
todos  los  demás  soldados  que  son  afligidos  y  ator- 
mentados en  su  corazón,  y  claman  en  vuestra  pre- 
sencia llamándoos,  y  que  no  tienen  en  nada  sus  vi- 
das, pues  que  sin  temor  se  arrojan  á  los  enemigos 
con  deseo  de  morir.  Concededles  siquiera  alguna  par- 
tecilla  de  lo  que  quieren  y  desean,  que  es  algún  re- 
poso y  descanso  en  esta  vida;  ó  si  acá  en  el  mun- 
do no  han  de  medrar,  señaladlos  por  servidores  y 
oficiales  del  sol,  para  que  administren  comida  y  be- 
bida á  los  del  infierno,  y  á  los  del  cielo,-  y  aquellos 
que  han  de  tener  cargo  de  regir  la  república,  ó  han 
de  ser  tlacateccatl,  ó  llacochcalatl  (a)  Dadles  habilidad  pa- 
ra que  sean  padres  y  madres  de  la  gente  de  guer- 
ra, que  andan  por  los  campos  y  por  los  montes,  y 
suben  los  riscos,  y  descienden  á  las  barrancas,  y  en 
su  mano  ha  de  estar  el  sentenciar  á  muerte  á  los 
enemigos  y  criminosos;  y  también  el  distribuir  vues- 
tras dignidades,  que  son  los  oficios  y  las    armas  de 

(a)    Es  decir  Comandantes,    6  Capitanes  generales  de  ejército. 


— 


45 
la  <merra,'é  insignias,  como  privilegiar  á  los  que  han 
de  traer   barbotes  y  bollas  en  la  cabeza,  y  orejeras, 
piniantes,   brazaletes,  y  cueros  amarillos  atados  alas 
gargantas  de  los  pies,  y  que  han  de  privilegiar  y  de- 
clarar  la  manera  de  maxtles   y   mantas  que  a  cada- 
uno  conviene  traer.   Estos  mismos  han  de  dar  licen- 
cia á   los  que  han  de  usar  y   traer  piedras  preciosas, 
como    son   chalchivites  y  turquesas,  y  plumas  ricas   en 
los   areytos,   y  quien  ha   de  usar   collares  y  joyas  de 
oro,  todo  lo   cual  son    dones   delicados   y  preciosos, 
que   salen    de  vuestras  riquezas,   y  hacéis   merced  a 
los  que  hacen  hazañas  y  valentías  en  la  guerra.  Rue- 
go  asimismo  á  V.   M.,   hagáis    mercedes  de  vuestra 
largueza   á  los   demás  soldados    bajos;   dadlos  algún 
abrigo  y  buena  posada   en  este  mundo;  hacedlos  es- 
forzados  y  osados,  y  quitad  toda  cobardía  de  su  co- 
razón, para  que  con  alegría,  no  solamente  reciban  la 
muerte,  sino  que  la  deseen,  y  la  tengan  por  suave  y 
dulce;   y  que  no  teman  las  espadas  ni  las  saetas,  si- 
no que  las  tengan  por  cosa  suave  y  dulce,   como  á 
flores  y  manjares  suaves;  ni  teman  ni  se  espanten  de- 
la  grita  y  alaridos  de  sus   enemigos.  Esto  haced  con 
ellos  como  con  vuestros  amigos;  y  por  cuanto   és  V. 
M.  señor  de  las  batallas,  y   de  cuya  voluntad  depen- 
de la  victoria,  y  á  quien   queréis  ayudáis,   y  á  quien 
queréis  desamparáis,  y  no   tenéis    necesidad    de   que 
nadie  os  dé  consejo;  y  pues  que  esto   es  así,   supli- 
co á  V.  M.   que    desatinéis  y  emborrachéis  á  nues- 
tros enemigos,  para  que  se  arrojen   en  nuestras  ma- 
nos, y  sin  hacernos  daño,  caigan  todos  en  las  de  nues- 
tros soldados  y   peleadores,    que  padecen  pobreza  y 
trabajos.  ¡Oh  señor   nuestro!    tenga  por  bien   V.  M., 
pues  que  sois  dios,  y  lo    podéis  todo  y  lo  sabéis,  y 
entendéis  en  disponer   todas   las   cosas,   y   en  orde- 
nar y  disponer  aquesta  vuestra  república,  que  sea  rica, 
próspera,  ensalzada,   honrada,  y  afamada  en  los  ejer- 
cicios y  valentías  de  la  guerra,  y  que   vivan  y  sean 


46 

prósperos  aquellos  en  quien  está  ahora  el  ejercicio  da 
la  guerra  que  sirven  al  sol;  y  si  en  adelante  tuviére- 
des  por  bien  que  mueran  en  la  guerra,  sea  para  que 
vayan  á  la  casa  del  sol  con  los  varones  famosos  y 
valientes,  que  allá  están  y  murieron  en  la   campaña. 

CAPITULO  IV. 

Del  lenguage  y  afectos  que  usaban  cuando  oraban  al  prin- 
cipal dios  llamado  tezcatlipuca,  teiocoiani  tehimatini 
1.°  proveedor  de  las  cosas  necesarias,  demandando  favor 
fara  el  señor  recien  electo  para  que  hiciese  bien  su  oficio. 
Es  oración  de  los  Sátrapas. 

Hoy  dia  bien  aventurado  ha  salido  el  sol,  ha- 
nos  alumbrado,  y  nos  ha  comunicado  su  claridad  y 
resplandor,  para  que  en  él  sea  labrada  una  pie- 
dra preciosa,  un  hermoso  zafiro.  Hanos  aparecido 
una  nueva  luz,  hanos  llegado  una  nueva  claridad, 
hásenos  dado  una  hacha  muy  resplandeciente  que 
ha  de  regir  y  gobernar  nuestro  pueblo,  y  ha  de  to- 
mar acuestas  los  negocios  y  trabajos  de  nuestra  re- 
pública; ha  de  ser  imagen  y  substituto  de  los  seño- 
res y  gobernadores  que  ya  pasaron  de  esta  vida,  los 
cuales  por  algunos  dias  trabajaron  en  llevar  consi- 
go las  pesadumbres  de  esta  vuestra  gente,  y  vi- 
nieron á  poseer  vuestro  trono  y  silla,  que  es  la  prin- 
cipal diligencia  de  este  vuestro  pueblo,  provincia  y 
reino,  y  la  tuvieron  y  poseyeron  en  vuestro  nombre 
y  persona  algunos  pocos  dias.  Aquellos  ya  son 
idos,  ya  pasaron  de  esta  vida,  y  dejaron  la  gran 
carga  que  trageron  acuestas,  carga  de  gran  peso  y 
fatiga,  y  que  pocos  la  pueden  sufrir.  Ahora  señor  es- 
tamos maravillados,  de  como  has  puesto  tus  ojos 
en  este  hombre  rústico,  y  de  poco  saber  N....  para 
que  algunos  dias,  ó  por  algún  poco  tiempo  tenga  el  go- 
bierno de  vuestra  república,  y  de  vuestro  pueblo,  pro- 


vincia,  6  reino.  ¡Oh  señor  nuestro  humanísimo!  /Te- 
néis por  ventura  falta  de  personas,  y  de  amigos?  no 
por  cierto,  que  tantos  tenéis  que  no  se  pueden  con- 
tar; ¿y  en  éste  rústico  y  persona  baja,  cómo  habéis 
puesto  los  ojos  sobre  él?  ¿Es  por  ventura  por  yer- 
ro, ó  por  no  conocerlo,  ó  es  porque  le  habéis  pues- 
to prestado,  entre  tanto  que  buscáis  otro  que  lo  ha- 
ga mejor  que  el  hombre  indiscreto,  desatentado,  sin 
provecho,  y  hombre  que  vive  en  este  mundo  por 
demás.?  Finalmente  damos  gracias  á  V.  M.  por  la 
merced  que  nos  habéis  hecho,  y  lo  que  en  esto  pre- 
tendéis, vos  solo  lo  sabéis,  quizás  de  antema- 
no ya  está  proveido  de  este  oficio:  hágase  vuestra 
voluntad,  según  la  determinación  de  vuestro  cora- 
zón: sirva  por  algunos  dias  y  tiempos:  bien  podrá  ser  que 
aunque  defectuosamente  desempeñe  en  este  oficio,  ó  por 
ventura  dará  desasosiego  y  pondrá  espanto  á  sus  sub- 
ditos, ó  acaso  hará  las  cosas  sin  consejo  y  sin  con- 
sideración, ó  teniéndose  por  digno  de  aquella  dig- 
nidad, pensará  que  mucho  tiempo  permanecerá  en 
ella,  ó  se  le  volverá  en  triste  sueño,  ó  le  se- 
rá ocasión  de  soberbia  y  de  presunción  esta  ocu- 
pación y  dignidad  que  V.  M.  le  ha  dado,  y  menos- 
preciará á  todos,  ó  andará  con  pompa  y  con  fausto. 
V.  M.  sabe  á  qué  se  ha  de  inclinar  de  aquí  á  pocos 
dias,  porque  nosotros  los  hombres  somos  vuestro  es- 
pectáculo, y  teatro  de  quien  vos  os  reís,  y  regocijáis. 
Por  ventura  perderá  su  dignidad  por  sus  niñerías,  ó 
sucederá  que  por  su  descuido  y  pereza;  pues  á  la 
verdad  ninguna  cosa  se  esconde  á  V.  M.  porque  vues- 
tra vista  penetra  las  piedras  y  maderos,  y  también 
vuestro  oído,  ó  acaso  la  perderá  por  la  arrogancia,  y 
jactancia  interior  de  sus  pensamientos,  y  por  esta  cau- 
sa daréis  con  él  en  el  muladar  y  en  el  estiércol, 
y  su  merecido  será  ceguedad,  tullimiento,  y  estrema 
pobreza  hasta  la  hora  de  su  muerte,  donde  le  pondréis 
debajo  de  vuestros  pies;  y  pues  que  este  pobre  honv 


48 
bre  está  colocado  en  este  peligro  y  riesgo,  suplicóos  pues 
que  sois  nuestro  señor,  y  amparador  invisible  é  im- 
palpable, por  cuya  virtud  vivimos,  y  debajo  de  cuya 
voluntad  y  albedrio  estamos,  y  que  vos  solo  disponéis 
y  proveis  en  todo;  que  tengáis  por  bien  de  hacer  mi- 
sericordia con  él,  pues  está  menesteroso,  y  es  vues- 
tro vasallo  y  siervo,  y  está  ciego  y  privado  de  los  ojos, 
y  os  digneis  de  proveerle  de  vuestra  luz  y  res- 
plandor, para  que  sepa  lo  que  ha  de  pensar,  lo  que  ha 
de  obrar,  y  el  camino  que  ha  de  llevar,  para  no  errar 
en  su  oficio  según  vuestra  disposición  y  voluntad.  V. 
M.  sabe  lo  que  le  ha  de  acontecer  de  dia  y  de  noche 
en  su  oficio:  sabemos  señor  humanísimo,  que  nues- 
tros caminos  y  obras  no  están  tanto  en  nuestra  ma- 
no, como  en  la  del  que  nos  mueve.  Si  alguna  cosa 
aviesa  ó  mal  hecha  hiciere,  en  la  dignidad  que  le  ha- 
béis dado,  y  en  la  silla  en  que  lo  habéis  puesto  que 
es  vuestra,  donde  está  tratando  los  negocios  popula 
res,  como  quien  laba  cosas  sucias,  con  agua  muy  cla- 
ra y  muy  limpia,  en  la  cual  silla  y  dignidad  tiene  el 
mismo  oficio  de  íabar  vuestro  padre  y  madre,  de  to- 
dos los  dioses,  el  dios  antiguo,  que  es  el  dios  del  fue- 
go que  está  en  medio  de  las  flores,  y  en  medio  del  al- 
bergue cercado  de  cuatro  paredes,  y  está  cubierto 
con  plumas  resplandecientes  que  son  como  alas;  lo 
que  este  electo  hiciere  mal  hecho  con  que  provoque 
vuestra  ira  é  indignación,  y  despierte  vuestro  casti- 
go contra  sí,  no  será  de  su  alvedrio  ó  de  su  querer, 
sino  de  vuestra  permisión,  ó  de  alguna  otra  sugestión 
vuestra,  ó  de  otro;  por  lo  cual  os  suplico  tengáis  por 
bien  de  abirle  los  ojos,  y  darle  luz,  y  abridle  también 
las-  orejas,  y  guiad  á  este  pobre  electo;  no  tanto 
por  lo  que  es  él,  sino  principalmente  por  aquellos  á 
quien  ha  de  regir  y  llevar  acuestas.  Suplico  que  aho- 
ra desde  el  principio  le  inspiréis  lo  que  ha  de  ha- 
cer en  su  corazón,  y  el  camino  que  ha  de  llevar, 
pues    que    le  habéis  hecho  silla    en    que  os   habéis 


WPWTP 


ñfe 

de  asentar,  y  también  le  habéis  hecho  corno  flauta 
vuestra  para  que  tañendo  signifique  vuestra  voluntad. 
Hacedle  señor  como  verdadera  imagen  vuestra,  y 
no  permitáis  que  en  vuestro  trono  y  estrado  se 
ensoberbezca  ó  altivezca;  mas  antes  tened  señor  por 
bien  que  sosegada  y  cuerdamente  rija  y  gobierne  á 
aquellos  de  quien  tiene  cargo,  que  es  la  gente  popu- 
lar, y  no  permitáis,  que  agravie  ni  veje  á  sus  subdi- 
tos, ni  sin  razón  y  justicia  eche  á  perder  á  nadie. 
Tampoco  permitáis  señor  que  mancille  y  ensucie  vues- 
tro trono  y  estrado  con  alguna  injusticia,  ó  agravio; 
que  haciendo  esto  pondrá  también  mácula  en  vues- 
tra honra,  y  en  vuestra  fama.  Ya  señor  este  pobre 
hombre  ha  aceptado  y  recibido  la  honra  y  señorío  que 
V.  M.  le  ha  dado;  ya  tiene  la  posecion  de  la  gloria 
y  riquezas:  ya  le  habéis  adornado  las  manos  y  los 
pies,  la  cabeza,  orejas  y  labios,  con  barbote,  ore- 
jeras, brazaletas,  y  con  cuero  amarillo  para  las  gar- 
gantas de  los  pies:  no  permitáis  señor  que  estos  ata- 
bios,  é  insignias  y  ornamentos,  le  sean  causa  de  al- 
tivez y  presunción;  mas  antes  tened  por  bien,  que 
os  sirva  con  humildad  y  llaneza.  ¡Oh  señor  nuestro  hu- 
manísimo! tened  asimismo  por  bien  que  rija  y  go- 
bierne vuestro  señorio,  que  ahora  le  habéis  encomen- 
dado con  toda  prudencia  y  sabiduría!  plegaos  de  or- 
denar, que  ninguna  cosa  haga  mal  hecha  con  que  os 
ofenda,  y  dignaos  de  andar  con  él,  y  guiarle  en  todo; 
y  si  esto  no  habéis  de  hacer,  ordenad  desde  luego 
que  sea  aborrecido  y  mal  querido,  y  que  muera  \  en 
la  guerra  á  manos  de  sus  enemigos,  que  se  vaya  á  la 
casa  del  sol  donde  será  guardado  como  una  piedra 
preciosa,  y  estimado  su  corazón  por  el  señor  sol,  mu- 
riendo en  la  guerra,  como  hombre  valeroso  y  esfor- 
zado; pues  muy  mejor  le  será  esto,  que  ser  deshon- 
rado en  este  mundo,  y  mal  querido  y  aborrecido  de 
los  suyos  por  sus  faltas,  ó  defectos.  ¡Señor  humanísi- 
mo que  proveis  á  todos  de  lo  necesario!  haced  que 


%  t 


esto  se   ejecute  así  como  os  lo  tengo  rogado,  y  su% 
plicado. 

CAPITULO  V. 

Del  knguagc  y  afectos  que  usaban  cuando  oraban  al  m«- 
yor  de  los  dioses  llamado  tezcatlipuca-titlacaoamoque- 
queloa,  después  de  muerto  el  señor,  para  que  los  diese 
otro.  Es  oración  del  mayor  Sátrapa  donde  se  ponen  mu* 
chas  delicadezas,  [a] 

Señor  nuestro  ya  Y.M.  sabe  como  es  muerto  nues- 
tro N.:  ya  lo  habéis  puesto  debajo  de  vuestros  pies: 
ya  esta  en  su  recogimiento,  y  es  ido  por  el  camino 
que  todos  hemos  de  ir  y  á  la  casa  donde  he- 
mos de  morar,  casa  de  perpetuas  tinieblas,  donde 
ni  hay  ventana,  ni  luz  alguna:  ya  está  en  el  repo- 
so donde  nadie  le  desasosegará.  Hizo  acá  su  ofi- 
cio en  serviros  algunos  días  y  años,  no  sin  cul- 
pas y  sin  ofensas  de  V.  M.,  y  dístele  en  este  mundo 
á  gustar  algún  tanto  de  vuestra  suavidad  y  dulzura, 
como  pasándosela  por  delante  de  la  cara,  como  co- 
sa que  pasa  de  presto.  Esto  es  la  dignidad  del  ofi- 
cio en  que  le  pusisteis,  en  que  algunos  dias  os  sir- 
vió como  está  dicho,  con  suspiros,  lloros  y  con  ora^ 
ciones  devotas  delante  de  V.  M.  ¡ay  dolor!  que  ya 
se  fué  á  donde  está  nuestro  padre,  y  nuestra  madre 
el  dios  del  infierno,  aquel  que  descendió  cabeza  aba- 
jo al  fuego,  el  cual  desea  llevarnos  allá  á  todos,  con 
muy  inportunoso  deseo,  como  quien  muere  de  ham- 
bre y  de  sed,  el  cual    está  en   grandes  tormentos   de 

(a)  Esta  oración  está  copiada,  aunque  no  en  su  totalidad,  en  el 
numero  4  de  los  Ocios  de  los  españoles  emigrados-,  periódico  men- 
sa] de  julio  de  1824,  y  presentado  como  modelo  de  elocuencia.  Po- 
seía allí  este  manuscrito,  el  Sr.  D.  Felipe  Bouzá  escelente  mari- 
no, y  lo  vendió  á  un  librero  por  700  pesos  fuertes,  ó  135  libras  es- 
terlinas. En  la  idea  que  dá  de  él  en  dicho  número  padeció  algunas 
equivocaciones. 


0 


51 

dia  y  de  noche,  dando  voces  y  demandando   que  va- 
yan allá  muchos.  Ya  está  allá  con  él  este   N.  y  con 
todos    sus    antepasados,  que    primero  fueron,  y  tam- 
bién gobernaron  este  reino,  donde  este  también  reino, 
uno  de  los  cuales  fué  Acamapichtli,  otro  fué  Tyzoc:  otro 
Avitzoth  otro    el  primero  Mocihecuzoma:  otro  Axáyacaíl^ 
y  los   que'   ahora  á    la  postre    han    muerto    como  el 
segundo  Mocihecuzoma,  y  también  Mocihecuzoma  llhuica- 
mina.  Todos  estos  señores  y   reares,  rigieron,  goberna- 
ron, y  gozaron  del  señorío  y  dignidad  real,  y  del  tro- 
no y  sitial  del  imperio,  los  cuales   ordenaron  y  con- 
certaron las    cosas  de  vuestro  reino,  que  sois  el  uni- 
versal señor  y  emperador,  por  cuyo  albedno  y  moti- 
vo   se  rige  todo  el  universo,  y  que  no   tenéis   nece- 
sidad de  consejo  de  ningún  otro.  Ya  estos  dichos  de- 
jaron la    carga   intolerable    del    gobierno    que   trage- 
ron    sobre    sus   hombros,  y  lo  dejaron   á  su  succesor 
N.  el  cual  por  algunos  pocos   días  tuvo  en  pie  su  se- 
ñorío y  reino,  y  ahora   ya  se  ha  ido  en  pos  de  ellos 
al  otro  mundo,  porque  vos  le    mandasteis    que  fuese 
y    le    llamasteis,   y  por    haberle    descargado   de   tan 
gran  carga,  y    quitado  tan    gran   trabajo,   y    haberle 
puesto  en    paz   y  en  reposo,  está  muy  obligado  á  da- 
ros gracias.  Algunos  pocos  dias  le  logramos,  y  ahora 
para  siempre  se  ausentó  de  nosotros  para  nunca  mas 
volver  al  mundo.  ¿Por  ventura  fué  á  alguna  parte  de  don- 
de otra  vez  pueda  volver   acá?  ¿para  qué  otra   vez  sus 
vasallos  puedan  ver  su  cara?  ?Por  ventura  vendrános  á 
decir  hágase  esto  ó  aquello?  ¿Vendrá  otra  vez  á  ver  á  los 
cónsules,  y  regidores  de  la  república?  Verlehan  por  ven- 
tura mas?  ¿Conocerle  han  mas?  ¿Oirán  por  ventura  mas 
su  mandamiento  y  decreto?  ¿Vendrá  en  algún  tiempo  á 
dar  consuelo  y  refrigerio  á  sus  principales,  y  cónsules?  ¡Ay 
dolor,  que  del  todo  se  nos  acabó  su   presencia,  y  pa- 
ra siempre   se  nos   fué!  ¡Ay  dolor,  que  ya  se  nos  ma- 
tó nuestra   candela  y  nuestra  lumbre,  y  la   hacha  que 
nos  alumbraba,  del  todo  la  perdimos!  ¡Dejó  perpetua 
Tom.  II.  8 


: 


52 
horfandad,  y  perpetuo  desamparo  á  todos  sus  subditos 
é  inferiores!  ¿Tendrá  por  ventura  cuidado  de  aquí  ade- 
lante, del  gobierno  de  este  pueblo,  provincia  ó  reino, 
aunque  se  destruya  y  asolé  el  pueblo,  con  todos 
los  que  en  él  viven,  ó  el  señorío  ó  reino?  ¡O  señor 
nuestro  humanísimo!  ¿es  cosa  convenible,  por  ventura 
que  por  la  ausencia  del  que  murió,  venga  al  pueblo,  se- 
ñorío ó  reino,  algim  infortunio  en  que  sean  destroza- 
dos, desbaratados,  y  ahuyentados  los  vasallos  que  en 
él  viven,  porque  viviente  el  que  murió  estaba  ampa- 
rado debajo  de  sus  alas,  y  tenia  tendidas  sobre  él  sus 
plumas.?  ¡Gran  peligro  corre  este  vuestro  pueblo,  se- 
ñorío y  reino,  si  no  se  elige  otro  con  brevedad  que 
le  ampare!  ¿Pues  qué  es  lo  que  V.  M.  determina  de 
hacer?  ¿Es  bien  que  esté  á  obscuras  este  vuestro  pue- 
blo? ¿Es  bien  que  esté  sin  cabeza,  y  sin  abrigo?  ¿Que- 
réisle  por  ventura  asolar  y  destruir?  ¡O  pobrecitos  de 
macehuales  que  andan  buscando  su  padre  y  su  ma- 
dre, y  quien  los  ampare  y  gobierne,  así  como  el  ni- 
ño pequeñuelo  que  anda  llorando  buscando  á  su  ma- 
dre, y  á  su  padre  cuando  están  ausentes,  y  reciben 
gran  angustia  cuando  no  los  hallan!  ¡O  pobrecitos  de 
los  mercaderes,  que  andan  por  los  montes,  páramos  y 
zacatales;  y  también  de  los  tristes  labradores,  que 
andan  buscando  yerbezuelas  para  comer,  raíces  y  leña 
para  quemar,  ó  para  vender,  de  que  viven!  ¡O  pobre- 
citos de  los  soldados  y  hombres  de  guerra,  que  an- 
dan buscando  la  muerte,  y  tienen  ya  aborrecida  la  vi- 
da, y  en  ninguna  otra  cosa  piensan  sino  en  el  cam- 
po, y  en  la  raya  donde  se  dan  las  batallas!  ¿á  quien 
apellidarán?  cuando  tomaren  algún  cautivo  ¿á  quien 
le  presentarán?  ¿y  si  le  cautivaren,  á  quien  darán 
noticia  de  su  cautiverio,  para  que  se  sepa  en  su  tier- 
ra que  es  cautivo?  ¿á  quién  tomará  por  padre  y 
por  madre  para  que  en  estos  casos  semejantes  le 
favorezca,  pues  que  ya  es  muerto  el  que  hacia  es- 
to, el  que  era  como  padre  y  madre  de    todos?  no 


53 
habrá  ya  quien  llore  ni  quien  suspire   por  los  cauti- 
vos porque   no  habrá  ya  quien    dé  noticia    de   ellos 
á  sus   parientes,    ¡O   pobrecitos   de  los  pleiteantes,   y 
que  tienen   litigios    con    sus    adversarios   que   les  to- 
man sus    haciendas!    ¿Quien  los  juzgará,  pacificara  y 
los  limpiará  de  sus  contiendas  y  porfías;  bien    asi   co- 
mo  el   niño  cuando   se  ensucia,  que  si  su  madre  no 
le  limoia,  estáse    con    su    suciedad?   ¿y   aquellos   que 
se  revuelven  unos  con   otros,  y  se  abofetean,  apuñean 
y    aporrean    ¿quién  pondrá  paz  entre   ellos?   ¿y  aque- 
llos que  por  estas  causas   andan  llorosos  y  derraman- 
do lacrimas,  quien  los  limpiará  las   lágrimas,  y  reme- 
diará sus   lloros?  ¿podránse  ellos  remediar  asi  mismos 
por  ventura?  ¿Y  los  que  merecen  muerte,  sentenciar- 
se  han  ellos  por  ventura?   ¿Quien  pondrá  el  trono  de 
la  judicatura?  ¿Quien  tendrá  el  estrado  del  juez,   pues 
no  hay  ninguno?  ¿Quien  ordenará  y  dispondrá  las  co- 
sas necesarias  al    bien  del    pueblo,    señorío  y   remo, 
¿Quien   elegirá  á  los  jueces   particulares,   que  tengan 
caro-o  de  la   gente   baja   por  los  barrios?  ¿Quien  man- 
dará tocar  el  alambor    y    pífano    para  juntar    gente 
para  la  guerra?  ¿Y    quien   reunirá  y  acaudillará  a  los 
soldados  viejos,  y  hombres  diestros  en  la  pelea:  ¡Se- 
ñor nuestro  y  amparador  nuestro!   tenga  por  bien  V. 
M.  de  elegir,  y  señalar  alguna  persona  suficiente  pa- 
ra  eme  tenga  vuestro  trono,  y  lleve  á  cuestas  la  car- 
ga pesada  "del  régimen  de   la  república,  regocige,  y 
reo-ale   á  los  populares,  bien  así   como  la  madre  re- 
gala á  su  hijo  poniéndole   en   su   regazo:  ¿quien    ale- 
grará y  regocijará   al  pueblo  á  manera  del  que  tañe 
á  las  obejas  que  andan  remontadas,  ó  amotinadas  pa- 
ra que  se  asienten?   ¡O  señor  nuestro  humanísimo!  ha- 
ced esta  merced  á   N.  que  nos  parece    que  es  para 
este   oficio:  elegidle  y  señaladle  para  que  tenga   es- 
te vuestro  señorio   y  gobernación   ¡dadle    como  pres- 
tado vuestro  trono  y  sitial,  para   que  rija   este  seño- 
río   y  reino   por   el  tiempo  que  viviere!  sacadle  de  la 


54 

bajeza  y  humildad  en  que  está,  y  ponedle  en  esta  hon- 
ra y  dignidad  que  nos  parece  es  digno  de  ella!  ¡O 
señor  nuestro  humanísimo!  dad  lumbre  y  resplandor 
de  vuestra  mano  á  esta  república  ó  reino!.  Lo  dicho 
solamente  vengo  á  proponer  delante  de  V.  M.  aun- 
que muy  defectuosamente,  como  quien  está  borracho 
vá  zancadillando,  y  medio  cayendo.  Hágase  como 
M.  fuere  servido  en  todo,  y  por  todo. 

CAPÍTULO  VI. 


v. 


Del  lenguage  y  afectos  que  usaban  orando  á  tezcatlipuca, 
demandándole  tuviese  por  bien  quitase  del  sefiorio,  por  muer- 
te, 6  por  otra  via,  al  señor  que  no  hacia  bien  su  oficio: 
es  oración    ó  maldición  del  mayor  Sátrapa,  contra  el  señor. 

¡O  señor  nuestro  humanísimo,  que  hacéis  som- 
bra á  todos  los  que  á  vos  se  allegan  como  el  árbol 
de  muy  gran  altura  y  anchura!  sois  invisible  é  im- 
palpable, y  tenemos  entendido  que  penetráis  con  una 
vista  las  piedras  y  árboles,  viendo  lo  que  dentro  es- 
tá escondido,  y  por  la  misma  razón  veis  y  enten- 
déis lo  que  está  dentro  de  nuestros  corazones,  y  veis 
nuestros  pensamientos.  Nuestras  ánimas  en  vuestra  pre- 
sencia son  como  un  poco  de  humo,  y  de  niebla,  que 
se  levanta  de  la  tierra:  no  se  os  pueden  ahora  escon- 
der señor,  las  obras  y  maneras  de  vivir  de  fulano: 
veis  y  sabéis  sus  cosa?,  y  las  causas  de  su  altivez 
y  ambición:  que  tiene  un  corazón  cruel  y  duro,  y  usa 
de  la  dignidad  que  le  habéis  dado,  así  como  el  bor- 
racho usa  del  vino,  y  como  el  loco  de  los  beleños; 
esto  es  que  la  riqueza,  dignidad  y  abundancia  que 
por  breve  tiempo  le  habéis  dado,  que  se  pasa  como 
el  sueño  del  señorio  y  trono  vuestro  que  posee,  esto 
le  desatina  y  altiveze,  desasosiega,  y  se  le  vuelve  en 
locura,  como  el  que  come  beleños  que  le  enloquecen. 
Así  á  este  la  prosperidad  le  hace  que  á  todos    me- 


1 


«jyoi 


— 


55 

nosprecie,  y    á  ninguno  tenga  en  nada;    parece    que 
su  corazón  está  armado    de  espinas    muy  agudas,    y 
también  su  cara;  y  esto    bien  se  parece    en  su  ma- 
nera de  vivir  y  en  su  manera  de  hablar,  que   ningu- 
na  cosa  hace    ni  dice  que  dé  contento   á  nadie:  no 
cura  de  nadie,  ni  toma  consejo  con  nadie:  vive  según 
su  parecer,  y   según  su  antojo.  ¡O  señor  nuestro  hu- 
manísimo,  y    amparador   de  todos,    y   proveedor    de 
todas   las  cosas,  y  criador  y  hacedor  de  todos!  esto 
es   muy  cierto,  que  él  se  ha  desbaratado,  y  se  ha  hecho 
como  hijo  desagradecido  á  los  beneficios  de  su  padre, 
y  está  hecho  como  un  borracho  que  no  tiene  seso:   las 
mercedes  que  le  habéis  hecho,  y  la  dignidad  en  que  le 
habéis  puesto,   han   sido  la  ocasión  de   su   perdición. 
A    mas    de    lo    dicho    tiene    otra    cosa,     harto    re- 
prehensible y  dañosa,   que  no  es   devoto,  ni  ora  á  los 
dioses,  ni    llora  delante    de     ellos,  ni    se     entristece 
por  sus  pecados,  ni  suspira,   y  esto  le  procede  de  ha- 
berse  desatinado  en  los  vicios  como   borracho:  anda 
como  una   persona  valdia  y  vacia,  y  muy  desatinada: 
no   tiene   consideración   de   quien  es,  ni  del  oficio  que 
ejerce.   Ciertamente  deshonra  y  afrenta  á  la  dignidad 
y  trono  que  ocupa  que  es  cosa   vuestra,  y  debia  ser 
muy  honrada  y  reverenciada,   porque   de  ella   depen- 
de la  justicia  y   rectitud   de   la  judicatura  que   tiene, 
para  el   sustento   y   buen   regimiento  de   vuestro  pue- 
blo: vos  que   sois   emperador   de   todos,    y   para  que 
la  gente  baja  no  sea  agraviada,  ni   oprimida   de  los 
mayores:  asimismo   de  ella   depende  el  castigo^  y  hu- 
millación  de   aquellos  que   no  tienen  respeto  á  vues- 
tro  trono  y  dignidad.  Y   también  los  mercaderes  que 
son   á   quien  vos   dais  mas   de   vuestras  riquezas,    y 
que   discurren  y  andan  por  todo  el  mundo,   por  las 
montañas  y  despoblados,  buscando  con  lágrimas  vues- 
tros  dones,   mercedes  y   regalos,  lo  cual  vos  dais  con 
dificultad,   y  á  quienes   son    vuestros    amigos.  Todo 
esto  recibe  detrimento  con  no  hacer  él  su  oficio  co- 


I 


56 
mo  debe,   ¡oh  señor!  que  no  solamente  os  deshonra 
en   lo   yá   dicho;   pero    aun   también  cuando  nos   so- 
lemos juntar   á  entonar  los   vuestros    cantares,   don- 
de demandamos  vuestras   mercedes  y   dones,   y  don- 
de  sois    alabado  y  rogado,  y  donde  los  tristes  afligi- 
dos  y  pobres    se  esfuerzan   y   consuelan,   y   los   que 
son   cobardes  se    alientan  para   morir   en  la  guerra. 
En  este   lugar  santo   y  tan   digno  de   reverencia,  ha- 
ce   este    hombre  disoluciones,   destruye   la   devoción, 
y  desasosiega    á   los    que  en   este    lugar  os  sirven    y 
alaban,   en   el   cual   vos  juntáis  y   señaláis    á  los  que 
son   vuestros  amigos,  como  el  pastor  señala  sus  ove- 
jas   cuando   se   cantan  vuestros   loores.    Y    pues  que 
vos  señor   oís   y  sabéis    ser  verdad    todo   lo   que  he 
dicho  en   vuestra  presencia,  no  hay  mas  sino  que  ha- 
gáis  vuestra  santa  voluntad,  y   el  beneplácito  de  vues- 
tro corazón,  remediando    este   negocio;   á   lo   menos 
señor,   castigadle   de  tal  manera,  que  sea  escarmien- 
to para  los  demás,   para  que  no  le  imiten  en  su  mal 
'  vivir.    Véngale  de   vuestra   mano  el  castigo  según  que 
á  vos  pareciere;   ora   sea   enfermedad;  ora   otra  cual- 
quiera aflicción,  ó   privadle   del  señorio  para  que  pon- 
gáis á    otro    de   vuestros    amigos,   que  sea   humilde, 
devoto  y   penitente,  que  tenéis  vos  muchos  tales,  que 
ni    os  faltan  personas,  cuales   son  menester  para  es- 
te oficio,   las  cuales  os  están  esperando  y  llamando, 
y  los  tenéis   conocidos  por   amigos  y  siervos,  que  llo- 
ran y  suspiran  en  vuestra  presencia  cada  dia.   Elegid 
alguno  de  estos  para  que   tenga  la  dignidad  de  este 
vuestro   renio    y  señorio:  haced  esperiencia  de  alguno 
de   estos.  ¿Cual  de  estas   cosas   ya    dichas  quiere   V. 
M.   conceder,  ó  quitarle  el  señorio,  dignidad  y  rique- 
zas con    que  se  ensoberbece,  y  darlo   á  alguno  que 
sea  devoto  y  penitente,  y  os  niegue  con  humildad,  y  sea 
hábil  y  de  buen  ingenio,  humilde  y  obediente?  ¿ó  por  ven- 
tura  sois   servido,    que  este  á  quien  han  ensoberbeci- 
do vuestros   beneficios  caiga   en  pobreza,  y  en  mise- 


ria,  como  uno  de  los  mas  pobres  rústicos,  que  ape- 
nas alcanzan  que  comer,  beber  y  vestir,  ¿6  por  ven- 
tura, place  á  V.  M.  de  hacerle  un  recio  castigo  de 
que  se  tulla  todo  el  cuerpo,  ó  incurra  en  ceguedad 
de  los  ojos,  ó  se  le  pudran  los  miembros.?  ¿O  por  ven- 
tara sois  servido  de  sacarle  de  este  mundo,  por  muer- 
te corporal,  y  que  se  vaya  al  infierno,  á  la  casa  de 
las  tinieblas  y  obscuridad,  donde  hemos  de  ir  todos 
donde  está  nuestro  padre,  y  nuestra  madre  la  diosa,  y 
el  dios  del  infierno?  Paréceme  señor  que  esto  le  con- 
viene mas,  para  que  descanse  su  corazón  y  su  cuer- 
po allá  en  el  infierno,  con  sus  antepasados  que  es- 
tán ya  en  aquel  lugar.  ¡O  señor  nuestro  humanísimo! 
¿Que  es  lo  que  mas  quiere  vuestro  corazón?  vuestra 
voluntad  sea  hecha.  A  esto  que  ruego  á  V..  M.  no 
me  mueve  envidia  ni  odio,  ni  con  tal  intención  he 
venido  á  vuestra  presencia;  lo  que  me  mueve  no  es 
otra  cosa  sino  el  robo  y  mal  tratamiento  que  se  ha- 
ce á  los  populares,  y  la  paz  y  prosperidad  deellos; 
No  querría  señor  provocar  contra  mí  vuestra  ira  é 
indignación,  que  soy  un  hombre  bajo  y  rústico:  bien 
sé  señor  que  penetráis  los  corazones,  y  sabéis  los 
pensamientos  de  todos  los   mortales. 

CAPITULO  VIL 

De  la    confesión  auricular   que  estos   naturales  usaban  en 
tiempo  de  su   infidelidad,  una  vez  en  la   vida,    (a) 

Después  que  el  penitente  halña  dicho  sus  pe- 
cados delante  del  Sátrapa,  luego  él  mismo  hacia  la 
oración  que  se  sigue  delante  de  Tezcatlipuca.  „¡0  se- 
ñor nuestro  humanísimo,  amparador  y  favorecedor  de 
todos!  ya  habéis  oído  la  confesión  de  este  pobre  pe- 
cador, con  la  cual  ha  publicado  en  vuestra  presen- 

(a)    Véase  el  capitulo  12  del  lib.  lf 


58 

cia  sus  podredumbres  y  hediondeces;  6    por  ventura 
ha   ocultado  algunos  de  sus  pecados   en  vuestra  pre- 
sencia; y  si  es  así  ha  hecho  burla   de  V.  M.,  y   con 
desacato  v   grande   ofensa,   se  ha   arrojado   á  una  ci- 
ma, y  en  "una  profunda  barranca,  y  él   mismo   se  ha 
enlazado   y   enredado;  él  mismo   ha  merecido  ser  cie- 
go, tullido,  y  que  se  lepudran   sus    miembros,  y   que 
sea    pobre    y  mísero.    ¡Ay   dolor!   que    si   este   pobre 
pecador  ha  tenido  tanto   atrevimiento   de  hacer  esta 
ofensa   á  V.  M.   quev  sois  señor    y  emperador  de  to- 
dos, y  que  tenéis  cuenta  con  todos,   él  mismo   se  ató 
y  se   envileció,   é  hizo  burla  de  sí  mismo;  y  esto  vues- 
tra V.  M.  bien  lo  vé,  porque  veis  todas  las  cosas  por 
ser  invisible,   é  incorpóreo;    é  si  esto  es  así,  él  de  su 
voluntad   ha  venido  á  ponerse,   y  meterse  en  el  pe- 
ligro y  riesgo  en   que   está,  porque   este  es  lugar  de 
justicia  muy  recta,  y  de  estrecha  judicatura:   es   co- 
mo una  agua  clarísima,  con  que  vos  señor  labais  las 
culpas   de  los    que  derechamente   se  confiesan;    y   si 
por    ventura   ha   incurrido  en  su    perdición,  y    en  el 
abreviamiento  de   sus    días;    ó    si    por    acaso  ha  di- 
cho toda  verdad,  y   se  ha  librado  y  desatado   de  sus 
culpas  y  pecados,  ha  recibido  el  perdón  de  ellos  en 
que  habia  incurrido,    como    quien  resbala,  y    cae   en 
vuestra    presencia    ofendiéndoos   en    diversas   culpas, 
y  ensuciándose   así  mismo,  y   arrojándose  en   una  ci- 
ma profunda,  y  en  una  poca  de  agua  sin  suelo;  y  co- 
mo hombre  pobrecito  y  flaco   cayó,  y  ahora  tiene  do- 
lor  y  descontento  de    todo  lo  pasado:    su     corazón 
y  su  cuerpo  reciben  gran  dolor  y  desasosiego;  ya    es- 
tá muy  pesaroso   de  haver   hecho  lo  que  hizo:  ya  tie- 
ne'propósito  muy  firme   de  nunca  mas  ofenderos.  En 
presencia  de   V.  M.  hablo,  que  sabe  todas   las  cosas,  y 
sabe  también  que  este  pobre,  no  pecó  con  libertad  entera  del 
libre  albedrio,   porque   fué  ayudado  é   inclinado  de  la 


59 
condición  natural  del  signo  en   que  nació,   (a)   Y  pues 
que    así  es,  ó  señor  humanísimo   amparador  y  iavore- 
cedor  de  todos,  y  puesto  caso   que  gravemente  os  ha- 
ya  ofendido  este  pobre   hombre  ¿por  ventura  no  apar- 
tareis vuestra  ira,  y  vuestra   indignación   de   el.'   dad- 
le señor   término,  favorecedle  y  perdonadle,  pues    que 
llora,  gime  y  solloza,    mirando    delante  de    si  en  lo 
que  mal  hizo,  y  en  lo   que  os  ofendió:  tiene  gran  tris- 
teza,  derrama  muchas  lágrimas,  aflige  su  corazón  el 
dolor  de  los  pecados,  y  no  solamente  se  duele  de  ellos, 
pero  aun  se  espanta  de  los  mismos.  Y  pues  así,  también 
es   cosa  justa    que    vuestro  furor  é   indignación  con- 
tra  él   se    aplaque,   y  sus   pecados   se    echen   aparte. 
Pues  que  sois  señor  piadosísimo,  tened  por  bien  de 
perdonarle,  y  limpiarle:  otórgale  señor    el    perdón    y 
la  indulgencia,  y  remisión  de   todos  sus  pecados,  co- 
sa que  desciende  del  cielo,  como    agua    clarísima  y 
purisima  para  labarlos,  con  la   cual    V.    M.  purifica 
y  laba  todas    las  mancillas  y   suciedades    que  los  pe- 
cados causan  en  el  alma:  tened  señor  por  bien   que 
se  vaya  en    paz,  y    mandadle   lo    que  ha   de   hacer. 
Vaya  á  hacer  penitencia,  y  á  llorar   sus  pecados,    y 
dadle  los  avisos  (b)  necesarios  para  su  buen  vivir. 

Aquí  habla  el  Sátrapa  al  penitente  diciendo: 
~  „¡Oh  hermano!  haz  venido  á  un  lugar  de  mucho  pe- 
ligro, y  de  mucho  trabajo  y  espanto,  donde  está  una 
barranca  precisa,  y  de  peña  tajada,  que  nadie  que 
cae  una  vez  en  ella  puede  jamás  salir:  haz  venido 
asimismo  al  lugar  donde  los  lazos,  y  redes  están 
asidos  los  unos  con  los  otros,  y  también  sobre  pues- 
tos   entre    sí,    de    manera    que    nadie   puede    pasar 

(a)  La  gracia  sin  la  que  no  puede  tener  ni  un  pensamiento 
bueno,   y  la  perseverancia  en  el   buen  obrar. 

(b)  Con  este  concepto  lo  echa  todo  á  perder'el  Sátrapa,  y  pro- 
fesa la  doctrina  del  fatalismo.  El  hombre  peca  con  voluntad,  es 
tentado  por  su  concupicencia  lo  es;  pero  no  arrastrado  irresistiblemente 
á  la   culpa. 

Tóm.  II.  9 


sin   caer  en  alguno  de  ellos,  y  no  solamente  lazos  f 
redes,  pero  hoyos  como   pozos.  Tu   mismo  te   arro- 
jaste en   la  barranca    del   rio,  y   caiste    en   los  lazos 
y  redes  donde  por   ti  mismo  no  es  posible    que  sal- 
gas: estos    son   tus   pecados   que   no    solamente   son 
lazos,  redes  y   pozos  en  que  has  caído,  pero  también 
son   bestias  fieras,  que  matan  y  despedazan    el  cuer- 
po, y  el  ánimo.  ¿Por  ventura  has  ocultado  alguno,  ó 
algunos  de  tus    pecados  graves,  enormes,    sucios    y 
■hediondos,  los   cuales  ya  están  públicos  en  el    cielo 
en  la  tierra  y   en  el  infierno,  y  hieden  hasta  lo  postre- 
ro del   mundo.?  Ya  has  ahora  presentádote  delante  del 
humanísimo  señor  nuestro,  y  amparador  de  todos,  al 
cual  ofendiste  y  enojaste,  y  provocaste  su  ira  contra  tí, 
el  cual   mañana,    ú   en  otro  dia  te  ha  de    sacar    de 
este  mundo,  y  ponerte  debajo  de  sus  pies,  y  te  envia- 
rá á  la  universal  casa    del   infierno,    donde    está  tu 
padre,  y  tu    madre  el    dios,  y    la  diosa  del   infierno, 
abiertas  las    bocas  con  deseo   de   tragarte  á   tí,  y  á 
cuantos  hay   en  el   mundo.  Allí  te  será  dado   lo  que 
tú  mereciste  en   este  mundo,   según   la  justicia   divi- 
na, y  lo  que   le   demandaste   con  tus  obras   de  pobre- 
za, miseria  y  enfermedad.  De  diversas  maneras  serás 
atormentado  y  afligido   por  todo  estremo,    y  estarás 
zabullido  en  un  lago  de    miserias   y   tormentos   into- 
lerables, y  ahora  aquí  estás,  y  llegado   es  el  tiempo 
en  que  has   hecho    misericordia    contigo   mismo,   en 
hablar   y  comunicarte  con  nuestro   señor,   el  cual   ve 
todos  los   secretos  de   los  corazones;  pues  di    ahora 
lo  que  has  hecho,  y   los  pecados    gravísimos  en  que 
has  caído,  como   quien  se  despeña   y   se  desbarran- 
ca en  un  profundo,  y  en  una  sima  sin  suelo.  Cuan- 
do fuiste  criado  y  enviado   á  este  mundo,   limpio   y 
bueno  fuiste  criado  (a)  y   enviado,  y  tu  padre  y  ma- 


(a)     No  hay    nada  de  eso,    venimos  coinquinados  con  la   culpa 
original. 


61 

dre  Quetzalcoatl,  te  formó  como  una  piedra  preciosa, 
y   como  una  cuenta  de  oro  de  mucho   valor;  y  cuan- 
do   naciste    eras    como   ?una   piedra    rica,    y    como 
una  joya  de  oro   muy  resplandeciente  y  muy  pulida. 
Pero  por  tu  propia   voluntad  y  albedno   te  ensucias- 
te, te  amancillaste,  y  revolcaste   en  el  estiércol,  y  en 
las    suciedades  de  los  pecados  y   maldades   que  co- 
metiste,   y  ahora   has    confesado.  Hicístete   como  un 
niño  sin  juicio  y   sin    entendimiento,  que  con  el   es- 
tiércol, asqueroso,  burlando  y  jugando  se  ensucia,  asi 
te  has    ensuciado  y  hecho  aborrecible,  con  los  peca- 
dos  con  que  te  has   deleitado*  y  ahora  has  descubier- 
to y    manifestado    todos    ellos   á  nuestro    señor    que 
es  amparador   y  purificador  de  todos  los   pecadores; 
y  esto  no  lo  tengáis  por  cosa  de   burla,    porque    de- 
verdad has  entrado  en  la  fuente  de   la    misericordia, 
que  es   como  agua  clarísima  con  que  lava  las  sucie- 
dades  del  alma,  nuestro  señor   dios  amparador  y  fa- 
vorecedor de  todos  los  que   á  ^1  se    convierten.  Ha- 
bias  arrojádote   al  infierno,  y  ahora  ya  has    vuelto   a 
resucitar  en  este  mundo,  como   quien  viene  del  otro: 
ahora  nuevamente  has  tornado    á  nacer,   ahora  nue- 
vamente comienzas  á  vivir,  y  ahora  mismo  te   dá  lum- 
bre,}' nuevo  sol  nuestro  señor  dios:  también  ahora  de  nue- 
vo comienzas  á   florecer,  y  á  brillar  como    una  pie- 
dra preciosa  muy  limpia  que  sale  del  vientre    de    su 
.madre  donde   se  "cria.  Y  pues   que  esto  es    así,   mira 
que  vivas  con  mucho  tiento,  y  con    mucho  aviso   de 
aquí  en  adelante,  todo  el  tiempo  que  en    este    mundo 
estuvieres  bajo  de  la  potestad  y   señorío    de  nuestro 
señor  dios  humanísimo,  beneficentísimo,  y  mumficenüsi- 
mo:  llora,   ten  tristeza,  anda  con  humildad,  con  enco- 
gimiento, y  con  cerviz  baja   y  corbada,  orando  á  nues- 
tro   dios;  mira   que   no  te  ensoberbezcas  dentro     de 
tí,  porque  si  esto  hicieres  desapiadarás  á  nuestro  se- 
ñor el  cual  vé  los  corazones,  y  pensamientos    de  to- 
dos los  mortales,  ¿en  qué  te.  estimas?  en  qué  te   tie- 


62 
nes?    cual    es    tu  fundamento    y  raíz.^  ¿sobre  que  es- 
tribas? claro   está  que  eres   nada,   y  puedes^  nada,  y 
vales  nada,  porque  nuestro  señor  hará  en   tí   todo   lo 
que  el  quisiere,  sin   que   nadie   le    vaya  á    la  mano. 
¿Por  ventura  enseñarte    há   aquellas   cosas    con   que 
atormenta,  y  con   que   aflije,   para  que  las    veas  con 
tus   ojos  en  este  mundo?  no    por   cierto,   porque   los 
tormentos  y  trabajos   espantables   con   que  atormen- 
ta en  el   otro  mundo,  no  son  visibles  ni  los  pueden 
ver   los  que  viven  aquí,  ó  te  condenará  y  enviará    á 
la  casa  universal  del  infierno,   y  tu  casa  donde  aho- 
ra  vives  se  caerá   y    estará  destruida,  y  será   como 
muladar  de  suciedades  é  inmundicias  en   la  cual  so- 
lias   vivir   muy   á   tu   contento,   esperando   lo^  que  de 
tí  dispusiera    nuestro  señor  y   favorecedor,   é   invisi- 
ble é   incorpóreo,  único,  y  cuando  quisiere  y  por  bien 
tuviere  de  rozarte   las  paredes  de  tu  casa,  y  los  se- 
tos  y  valles  con   que  con  mucho    trabajo   la   habiass 
cercado.   Por   lo   cual  te    ruego,    que  te    levantes   y 
■  esfuerzes,  á   no    ser   de  aquí  adelante  el  que    fuiste 
antes   de  ahora.  Toma  nuevo  corazón,   y  nueva  ma- 
nera de   vivir,  y    guárdate    mucho   á  no   tornar  á  los 
pecados  pasados;  mira  que   no   puedes   ver   con   tus 
ojos  á   nuestro  señor  dios  el  cual  es  invisible,   é  im- 
palpable, y    es    Tezcatlipuca  y   es    Titlacaoa,  y  es  man- 
cebo  de   perfecta   perfección   y  sin  tacha.  Esfuérzate 
á  barrer,  limpiar,  y  á  concertar  toda  tu   casa,   y   si 
esto  no   haces   deshecliarás   de   tu  compañía  y  de  tu 
casa,    y   ofenderás    mucho  al   humanísimo  mancebo, 
que  siempre  anda  por  nuestras    casas,  y  por    nues- 
tros barrios,  asoíazándose  y   recreándose,   y    trabaja 
buscando  á  sus  amigos,   para  los  consolar  y   conso- 
larse  con  ellos.   En   conclusión  te   digo,   que  vayas  y 
entiendas  en   barrer,  y  en   quitar  el  estiércol,  y   bar- 
reduras de   tu   casa,   y   limpíala    toda,   y   limpiate   á 
tí  mismo,  y  busca  un  esclavo   qm  sacrifiques  delante  de 


■i 


63 
mk  (¿)  y  haz  fiesta  á  los  principales,  y  canten  los 
loores  de  nuestro   señor.  También  conviene  quena- 
das  penitencia  trabajando  un  año  ó  mas    en  la   ca- 
sa de   dios,  y   allí  te  sacarás  sangre,  y  punzarte  haz 
el  cuerpo   con   puntas   de  maguey;  y   para   que   ría- 
cas  penitencia   de   los   adulterios  y  otras  suciedades 
que  hiciste,   pasarás    cada   dia   dos    veces   mimbres, 
una   por  las   orejas,  y  otra  por  la  lengua,  y  no  so- 
lamente en  penitencia   de  las   carnalidades  arriba  di- 
chas, pero  también  en  penitencia  de  las  palabras  ma- 
las   é  injuriosas  conque  afrentaste  é  injuriaste  a  tus 
prójimos,  con  tu  mala  ingratitud  que  tuviste  cerca  de 
las  mercedes  que  te  hizo  nuestro  señor,  y  por  la  in- 
humanidad que  tuviste   cerca  de  los  prójimos,   en  no 
hacer   ofrendas   de  los   bienes   que   te   fueron   dados 
de  dios,  ni  en  comunicar  á  los  pobres   de   los   bie- 
nes  temporales  que  te  fueron  comunicados  a  ti  por 
nuestro  señor.  Tendrás  cargo  de  ofrecer  papel  y  co- 
pal   y   también   de   hacer   limosnas  á   los   hambrien- 
tos menesterosos,  y  que  no  tienen   que  comer,  ni  que 
beber,   ni  que  vestir,  aunque   sepas    quitártelo   de   tu 
comida  parase  lo  dar,  y  procura   de  vestir  a  los  que 
andan    desnudos  y  desarrapados:    \,mirá  que  su   carne 
es  como   la  tuya,  y  que  son   hombres   como   te,   mayor- 
mente a  los   enfermos   porque  son    imagen  de    dios. 
No    hay     mas  que    decirte,   vé    en    paz,    y  ruega  a 
dios  que   te   ayude   á  cumplir  lo   que  eres  obligado 
á  hacer,  pues   que  él  es  favorecedor  de  todos.» 

Adoraban  á  Tlacolteutl  diosa  déla  lujuria  los 
mexicanos,  (b)  especialmente  los  Mixtecasy  Olmecas:  di- 
ral  Este  razonamiento  se  parece  al  de  Sócrates  antes  de  mo- 
rir, que  haviendo  dicho  maravillas  á  sus  discípulos,  y  probadoles  la 
inmortalidad  del  alma,  ecshortó  á  Criton,  á  que  fuera  a  ofrecer  un 
callo  á  Esculapio....  Sacrifica  un  esclavo,  es  decir  comete  el  cri- 
men mas  abominable  para  aplacar  á  un  Dios  que  es  todo  huma- 
nidad, y  aborrece  altamente  la  efusión  de  sangre;  ¡que  inconse- 
cuencia! 
(b)    Véase  la  pág.  10  tóm.   1  % 


m 

cen  que  en  tiempo  de  la  infidelidad,  los  Mixieeas  estan- 
do enfermos,  confesaban  todos  sus  pecados  a  un  Sá- 
trapa, y  el  confesor  les  mandaba  hacer  satisfaccio- 
nes, pagar  las  deudas,  hurtos,  usuras  y  fraudes,^  y  el 
Sátrapa:  ora'¿  fuese  médico;  ora  fuese  adivino  ó  as- 
trólogo, mandaba  al  enfermo  que  se  confesaba,  que 
pagase  lo   ageno  que  tenia  en  su   poder. 

Los  Cuextecas  adoraban  y  honraban  á  Tla- 
colleiill,  y  no  se  acusaban  delante  de  ella  de  la  luju- 
ria,  porque  esta   no  la   tenian  por  pecado,    [a] 

Los  Occidentales  como  son  los  de  Michoacan, 
no  saben  los  viejos  dar  razón,  si  adoraban  á  esta 
diosa  de  la  lujuria  llamada   Tíacolteutl 

Los  Chichimecas  no  adoraban  á  Tíacolteutl,  por- 
que no  tenian  mas  de  un  solo  dios  llamado  Mix- 
coatl,  y  tenian  su  imagen  ó  estatua,  y  tenian  otro 
dios  invisible  sin  imagen  llamado  íooalliehecatl  que 
quiere  decir  dios  invisible  é  impalpable,  y  favorece- 
dor, amparador  y  todopoderoso,  por  cuya  virtud  to- 
dos viven,  el  cual  por  solo  su  saber  rige,  y  hace  su 
voluntad  en  todas  las  cosas, 


CAPITULO  VIII. 

Del  lenguage  y  afectos  que  usaban  orando  al  dios  de  h 
lluvia  llamado  Tlaloc,  el  cual  tenían  que  era  señor  y  rey 
del  paraíso  terrenal,  con  otros  muchos  dioses  sus  sujetos 
que  llamaban  Tlaloqucs,  y  su  hermana  llamada  chicome- 
coatl  1*  la  diosa  Ceres.  Esta  oración  usaban  los  Sá- 
trapas en  tiempo  de  seca  para  pedir  agua  á  los  arri- 
ba dichos:  contiene  muy  delicada  materia,  están  espresos 
en  ella  muchos   de   los  errores  que  antiguamente  tenian. 

¡Oh  señor  nuestro  humanísimo,  liberal  dador 
y  señor  de  las  verduras  y  frescuras,  y  señor  del  pa- 
raíso  terrenal,  oloroso   y  florido,  y  señor  del  incien- 

(a)    Hoy  no  les  faltan  muchos  sectarios   á  los  Cuextecasl 


u 

so  6  copal!  jAy  dolor!  que  lo»  dioses  del  agua  vues- 
tros subditos,  se  han  recogido  y  ocultado  en  su  re- 
cogimiento, los  cuales  suelen  dar  las  cosas  necesa- 
rias, y  son  servidos  con  uüi  y  auchtli  y  con  copal,  y 
dejaron  escondidos  todos  los  mantenimientos  nece- 
sarios á  nuestras  vidas,  que  son  como  piedras  pre- 
ciosas, esmeraldas  y  zafiros,  y  lleváronse  consigo  á 
su  hermana  la  diosa  de  los  mantenimientos,  y  tam- 
bién se  llevaron  consigo  á  la  diosa  del  chilli  ^  ó  axi. 
¡Oh  señor  nuestro!  duélete  de  nosotros  que  vivimos. 
En  las  casas  de  nuestro  mantenimiento  por  tierra 
ba,  todo  se  pierde  y  todo  se  seca,  parece  que  es- 
tá empolvorizado,  y  revuelto  con  telas  de  arañas  por 
la  falta  del  agua.  ¡Oh  dolor  de  los  tristes  macehua- 
les  y  gente  baja!  ya  se  pierden  de  hambre,  todos  an- 
dan desemejados  y  desfigurados,  unas  orejas  traen 
como  de  muertos:  traen  las  bocas  secas  como  espar- 
to, y  los  cuerpos  que  se  les  pueden  contar  todos  jos 
huesos,  bien  como  figura  de  muerte;  y  los  niños 
todos  andan  desfigurados  y  amarillos  de  color  de  tier- 
ra; no  solamente  aquellos  que  ya  comienzan  á  an- 
dar, pero  aun  también  todos  los  que  están  en  las 
cunas.  No  hay  nadie  á  quien  no  llegue  esta  aflicion 
y  tribulación  de  la  hambre  que  ahora  hay;  hasta  los 
animales  y  aves  padecen  gran  necesidad,  por  razón 
de  la  crecida  seca  que  hay.  Es  grande  angustia  de 
ver  las  aves,  unas  de  ellas  traen  las  alas  caídas  y 
arrastrando  de  hambre;  otras  que  se  van  cayendo 
de  su  estado  que  no  pueden  andar,  y  otras  abier- 
tas las  bocas  de  sed  y  hambre,  y  los  animales  ¡ó  se- 
ñor nuestro!  es  gran  dolor  de  verlos  que  andan  az- 
cadillando  y  cayéndose  de  necesidad,  y  andan  lamien- 
do la  tierra,  andan  las  lenguas  colgadas  y  las  bo- 
cas abiertas  carleando  de  hambre  y  sed;  la  gente  to- 
da pierde  el  seso,  y  se  muere  por  la  falta  del  agua: 
todos  perecen  sin  quedar  nadie.  Es  también  señor 
gran  dolor,  ver  toda   la  haz  de  la  tierra  seca,  ni  pue- 


I'i ' 
!5' 


06 
de  criar  ni  producir  las  yerbas,  ni  árboles,  ni  cosa 
ninguna,  que  pueda  servir  de  mantenimiento;  solía 
como  padre  y  madre  criarnos  y  darnos  leche,  con 
los  mantenimientos,  yerbas  y  frutos  que  en  ella  se 
criaban,  y  ahora  todo  está  perdido;  no  parece  sino 
que  los  dioses  Tlaloques  lo  llevaron  todo  consigo,  y 
lo  escondieron  donde  ellos  están  recogidos  en  su  ca- 
sa, que  és  el  paraíso  terenal.  ¡Señor  nuestro!  todas 
las  cosas  que  nos  soliades  dar  por  vuestra  largueza* 
conque  viviamos  y  nos  alegrábamos,  y  que  son  vida 
y  alegria  de  todo  el  mundo,  y  que  son  preciosas  co- 
mo esmeraldus  y  como  zafiros,  todas  estas  se  nos 
han  ausentado  y  se  nos  han  ido.  ¡Señor  nuestro,  dios 
de  los  mantenimientos,  y  dador  de  ellos,  humanísi- 
mo, y  piadosísimo!  ¿qué  és  lo  que  habéis  determi- 
nado hacer  de  nosotros?  ¿Habéis  nos  por  ventura  de- 
samparado del  todo?  ¿no  se  aplacará  vuestra  ira  é 
indignación?  habéis  determinado  que  se  pierdan  to- 
dos vuestros  siervos  y  vasallos,  y  que  quede  desola- 
do y  despoblado  vuestro  pueblo,  reino,  ó  señorío? 
¿Está  ya  determinado  por  ventura  que  esto  se  haga? 
¿determinóse  en  el  cielo,  y  en  el  infierno?  ¡Oh  señor! 
siquiera  concedednos  esto,  que  los  niños  inocentes 
que  aun  no  saben  andar,  y  los  que  están  aun  en 
las  cunas,  sean  proveidos  de  las  cosas  de  comer, 
porque  vivan  y  no  perezcan  en  esta  necesidad  tan 
grande.  ¿Qué  han  hecho  los  pobrecitos  para  que  sean 
afligidos  y  muertos  de  hambre?  ningunas  ofensas  han 
hecho,  ni  saben  que  cosa  es  pecar,  ni  han  ofendido 
á  los  dioses  del  cielo  ni  á  los  del  infierno;  y  si  no- 
sotros hemos  ofendido  en  muchas  cosas,  y  nuestras 
ofensas  han  llegado  al  cielo  y  al  infierno,  y  los  he- 
dores de  nuestros  pecados  se  han  dilatado  hasta  los 
fines  de  la  tierra;  justo  es  que  seamos  destruidos  y 
acabados,  ni  tenemos  que  decir  ni  conque  nos  es- 
cusar,  ni   conque   resistir  á  lo  que  está   determinado 

contra  nosotros  en  el  cielo  y  en  el   infierno.  Hága- 


i 


67 

se,  perdámonos   todos,  y  esto  con  brevedad;  pero  no 
suframos  tan  prolija  fatiga,  que  mas  grave  es  lo  que 
padecemos,  que  si  estuviésemos  en  fuego  quemándo- 
nos. Cierto,  que  es  cosa  espantable  sufrir  la  hambre,  que 
es  así  como  una   culebra  que   con  deseo  de  devorar, 
está  tragando  la  saliva,  y  está  carleando  demandan- 
do de  comer,  y  está    silvando   porque  le  den   comi- 
da; es   cosa    espantosa  ver   la  agonia   que  tiene  de- 
mandando el  alimento.  Es  esta  hambre  tan  intensa,  co- 
mo  un  fuego  encendido,  que  está  echando  de  sí  chis- 
pas ó  centellas.   Hágase  señor   lo   que  muchos    años 
ha  que   oímos  decir  á  los   viejos  y   viejas   que  pasa- 
ron: "caiga   sobre  nos  el   cielo,  y  desciendan   los  de- 
monios del  aire   llamados    Tzitzimites,  los  cuales  han 
de   venir   á  destruir  la   tierra   con   todos   los   que  en 
ella   habitan,   y  para  que   siempre    haya    tinieblas    y 
obscuridad   en   todo   el   mundo,  y   en    ninguna   par- 
te  haya  habitación  de   gente.  Esto  los   viejos  lo  su- 
pieron y  ellos  lo  divulgaron,  y  de   boca  en  boca   ha 
venido    hasta  nosotros     que    se   ha    de    cumplir     en 
el  fin   del  mundo,  después   que   ya  la  tierra  estuviere 
harta  de  producir   mas  criaturas.  ¡Señor   nuestro,!  por 
riquezas   y  pasatiempo  tendremos    que  esto  venga  so- 
bre los  que  ecsistimos.  ¡O  pobres  de  nosotros!  tuviérades 
yá  por  bien  señor  que  viniera  pestilencia,  que  presto  nos 
acabara,   la  cual   plaga  suele   venir  del   dios  del    in- 
fierno. En  tal   caso,  por  ventura  la  diosa  de  los  man- 
tenimientos, y  el  dios  de   las    mieses,   hubieran    pro- 
veído  de  algún   refrigerio,   conque  los   que  murieron 
llevasen  alguna  mochila  para  andar   el  camino    acia 
el  infierno:   ¡ojalá  esta  tribulación  fuera  de  guerra  que 
procede    de   la  impresión  del  sol    la   cual    despierta 
como  fuerte  y  valerosa  en   la  tierra,  porque  en   este 
caso   tuvieran  los  soldados   y  valientes  hombres,  fuer- 
tes y  belicosos,   gran  regocijo   y  placer  por   hallarse 
en  ella,  puesto  que  allí  mueren  muchos  y  se  derrama 
mucha  sangre,  se  hinche  el  campo  de  cuerpos  muer- 
Tóm.  II  10 


68 
tos,  de  huesos  y  calaveras  de  los  vencidos,  y  se  hin- 
che también  la  haz  de  la  tierra  de  cabellos  de  las 
cabezas  de  los  que  allí  se  pelean  cuando  se  pu- 
dren! y  esto  no  se  teme  con  tener  entendido,  que 
sus  almas  van  á  la  casa  del  sol,  donde  se  le  hace 
aplauso  al  mismo  con  voces  de  alegría,  y  se  chu- 
pan las  flores  de  diversas  maneras  con  gran  delec- 
tación, donde  son  glorificados  y  ensalzados  todos  los 
valientes  y  esforzados  que  murieron  en  la  batalla;  y 
los  niños  chiquitos  tiernos  que  mueren  en  Ja  guer- 
ra, son  presentados  al  sol  muy  limpios,  pulidos  y 
resplandecientes,  como  una  piedra  preciosa;  y  para 
ir  su  camino  á  la  casa  del  astro  bello,  vuestra  hermana  la 
diosa  de  los  mantenimientos,  los  provee  de  su  itacatl,  ó 
mochila  que  han  de  llevar,  porque  esta  provisión  de  las 
cosas  necesarias,  es  el  refuerzo,  el  ayo,  y  el  bordón 
de  toda  la  gente  del  mundo,  y  sin  ella  no  se  puede  vi- 
vir. Pero  esta  hambre  conque  nos  aquejas,  ¡ó  señor 
nuestro  humanísimo!  es  tan  aflictiva  y  tan  intolera- 
ble, que  los  tristes  macehuales  no  la  pueden  sufrir 
ni  soportar,  y  mueren  muchas  veces  estando  sanos; 
y  no  solamente  este  daño  siente  la  gente  toda,  pe- 
ro también  todos  los  animales.  ¡Oh  señor  nuestro  pia- 
dosísimo! señor  de  las  verduras,  gomas,  yerbas  olo- 
rosas y  virtuosas:  suplicóos  tengáis  por  bien  mirar 
con  ojos  de  piedad  á  la  gente  de  este  vuestro  pue- 
blo, reino  ó  señorío,  que  ya  se  pierde,  ya  peligra  y  se 
acaba,  ya  se  destruye  y  perece  todo  el  mundo;  has- 
ta las  bestias  y  animales  se  desaparecen  y  aca- 
ban sm  remedio  ninguno.  Pues  que  esto  pasa  así 
como  digo,  suplicóos  tengáis  por  bien  de  enviará 
los  dioses  que  dan  los  mantenimientos,  las  lluvias 
y  temporales,  y  que  son  señores  de  las  yerbas  y  de 
los  árboles,  para  que  vengan  á  hacer  sus  oficios  acá 
al  mundo.  Abrase  la  riqueza  y  la  prosperidad  de  vues- 
tros tesoros:  muévanse  las  sonajas  de  alegria  que 
son  báculos   de  los  señores  dioses    del  agua,  y  to- 


69 

men  sus   colaras   de  vlli  para  caminar  con  ligereza. 
Ayudad    á  nuestro   señor    el   dios    de    la   tierra,   si- 
quiera con   una  mollizna  (llovizna)    de    agua,   porque 
él   nos   cria  y  nos   mantiene   cuando  la   hay.    lened 
por   bien   señor  de   consolar  al  maíz,   á   los  elotes,  y 
á  los   otros  mantenimientos  muy  deseados  y  muy  ne- 
cesarios,  que    están   sembrados   y   plantados    en   los 
camellones   de  la   tierra,   y  padecen   gran   necesidad 
y  angustia  por  la  falta   de  agua.  Tened  por  bien  se- 
ñor  que   reciba   la   gente   esta    merced     y  favor    de 
vuestra  mano;  que   merezcan   veer   y   gozar    de    las 
verduras   y   frescor     que    son  'como  piedras   precio- 
sas, que    el  fruto  y  la   sustancia   de  los  dioses    1  la- 
loques   son     las     nubes     que    traen     consigo,    y     es- 
pársen  sobre  nosotros  la   pluvia.  Tened  por  bien  se- 
ñor  que  se   alegren   y  regocijen  los  animales,  las  yer- 
bas, las   aves,   y  pájaros  de  preciosas   plumas,  como 
son   el   quecholl  y  caguán,  que--  vuelen  canten,  y   chupen 
las  yerbas   y   flores,  y    no   sea   esto   con    truenos   y 
rayos   significadores  de  vuestro  enojo;  porque   si  vie- 
nen   nuestros  señores  Tkloques   con  truenos  y   rayos, 
como  los  macehuales  están  flacos,   y   toda  la   gente 
debilitada  de     hambre,   los   espantarán,     y  atemori- 
zarlos   han,   y   si    algunos   están  ya   señalados    para 
que   vayan  al  paraíso  terrenal,  heridos  y  muertos  con 
rayos,  sean  solos  estos  y   no  mas,  y  no   se   haga  da- 
ño  ni  perjuicio  á  otro  alguno  ni  á  la  demás  gente  que 
anda  derramada  por   los   montes   y  cabanas;  ni  tam- 
poco dañen  á  los  árboles,  magueyes  y  otras  plantas 
que   nacen   de   la    tierra,    y   son  necesarias   para    la 
vida,  mantenimiento,  y  comodidad  de  la  gente   pobre, 
desamparada    y  desdichada,  que  con  dificultad   pue- 
den  haber    los    alimentos    para   pasar   la  vida,     los 
cuales  de  hambre   andan  con  las  tripas  vacias  y  ape- 
gadas á  las  costillas.  ¡Oh  señor  humanísimo  y  gene- 
rosísimo,  dador  de  todos  los   mantenimientos!  tened 
señor  por  bien  de    consolar  á  la  tierra,  y  á  todas 


tfih 


70       / 

las  cosas  que  viven  sobre  la  haz  de  ella.  Con  gran 
suspiro  y  angustia  de  mi  corazón,  llamo  y  ruego  á 
todos  los  que  sois  dioses  del  agua,  que  estáis  en  las 
cuatro  partes  del  mundo,  (oriente,  occidente,  septen- 
trión, mediodía  ó  austro,)  y  los  que  habitáis  en 
las  concavidades  de  la  tierra,  ó  en  el  aire,  ó  en  los 
montes  altos,  ó  en  las  cuevas  profundas,  que  ven- 
gáis á  consolar  á  esta  pobre  gente,  y  á  regar  la  tier- 
ra, porque  los  ojos  de  los  que  habitan  en  ella,  así 
hombres  como  animales  y  aves,  están  puestos  sobre  vos, 
y  su  esperanza  en  vuestras  personas.  ¡O  señores  nues- 
tros! tened  por   bien  de   venir. 

CAPITULO    IX. 

Del  lenguage  y   afectos  que    usaba  el    señor  después    de 
electo  para    dar    gracias    á   tezcatlipuca,  por   haberle 
elegido    en    señor,    y    demandarle    favor    y    lumbre  pa- 
ra hacer  bien  su   oficio,  donde  se  humilla  de  muchas 
maneras. 

¡Oh  señor  nuestro  humanísimo,  amparador  y 
gobernador  invisible  é  impalpable!  bien  sé  que  tenéis 
conocido,  que  soy  un  pobre  hombre  y  de  baja  suer- 
te, criado  y  nacido  entre  estiércol;  hombre  de  po- 
ca razón  y  de  bajo  juicio,  lleno  de  muchos  defec- 
tos y  faltas,  que  ni  me  sé  conocer,  ni  considerar  quien 
soy»  Habeisme  hecho  gran  beneficio,  merced  y  mi- 
sericordia, sin  merecerlo,  pues  que  tomándome  de 
la  basura,  me  habéis  puesto  en  la  dignidad  y  trono 
real:  ¿quien  soy  yo  señor  mió,  y  qué  es  mi  valer 
para  que  me  pongáis  entre  los  que  vos  amáis,  co- 
nocéis, y  tenéis  por  amigos  escogidos,  y  dignos  de 
toda  honra,  nacidos  y  criados  para  las  dignidades 
y  tronos  reales,  pues  para  este  efecto  los  criasteis 
hábiles  y  prudentes,  tomados  de  nobles  y  generosos 
padres,  criados  y  enseñados,  y  que  fueron  nacidos  y 


bautizados  en  .signos  y  constelaciones  en  que  nacen 
los  señores,  y  para  ser  vuestros  instrumentos  e 
imágenes?  para  regir  vuestros  reinos  estando  den- 
tro de  ellos  y  hablando  por  su  boca,  y  pronuncian- 
do ellos  vuestras  palabras,  y  para  que  se  confor- 
men con  el  querer  del  antiguo  dios  y  padre  de 
todos  los  dioses,  que  es  el  dios  del  fuego  que 
está  en  la  alberca  del  agua  entre  almenas  cer- 
cado de  piedras  como  rosas,  el  cual  se  líama 
Xiuhtecutli,  quien  determina,  ecsamina,  y  conclu- 
ye los  negocios  y  litigios  del  pueblo  y  de  la  gen- 
te popular,  como  lavándoles  con  agua,  al  cual  siem- 
pre acompañan  y  están  en  su  presencíalas  perso- 
nas generosas  arriba  dichas?  ¡Oh  humanísimo  se- 
ñor rector  y  gobernador!  gran  merced  me  ha- 
béis hecho:  ¿acaso  esto  ha  sido  por  Interce- 
sión y  lágrimas  que  derramaron  los  pasados  seño- 
res y  señoras  que  tuvieron  cargo  de  éste  reino?  co- 
sa sería  de  gran  locura,  que  yo  pensase  que  por 
mis  merecimientos  y  por  mi  valer,  me  hayáis  he- 
cho la  gracia  de  haberme  puesto  en  el  regimien- 
to muy  pesado,  dificultoso,  y  aun  espantoso  de 
vuestro"  reino,  que  es  como  un  fardo  que  se  lleva 
acuestas  muy  enorme,  y  que  con  gran  dificultad  lo  car- 
garon los  señores  pasados  que  le  rigieron  en  vues- 
tro nombre.  jOh  señor  humanísimo,  regidor  y  gober- 
nador invisible  é  impalpable,  criador  y  sabedor  de 
todas  las  cosas  y  pensamientos,  y  adornad or  de  las 
almas!  ¿qué  diré  mas,  pobre  de  mí?  ¿qué  modo  ten- 
dré de  regir  y  gobernar  ésta  vuestra  república?  ¿có- 
mo tengo  de  llevar  esta  carga  del  gobierno  de  la 
gente  popular,  yo  que  soy  ciego  y  sordo,  que  aun 
á  mí  no  me  sé  conocer,  ni  aun  me  sé  regir,  porque  estoy 
acostumbrado  á  andar  entre  el  estiércol,  y  mi  fa- 
cultad es  buscar  y  vender  yerbas  para  comer,  y  traer 
leña  acuestas  para  vender?  lo  que  yo  merezco  se- 
ñor és,  ceguedad  en  los  ojos,  y  tullimiento  y  pudrí- 


72 
miento  en  los   miembros:   andar  vestido  de  un  andra- 
jo y  de  una   manta  rota,  éste  es   mi  merecido   y  lo 
que   se   me   debia   dar,  y  yo  soy   el   que  tengo  nece- 
sidad de  ser   regido   y  traido   á  cuestas  pues  que  te- 
neis  muchos   amigos   y   conocidos,  á  quien  podéis  en- 
comendar este   cargo.  Puesto  que  ya  tenéis    determi- 
nado de   ponerme  en    escarnio  y  burla   del    mundo, 
hágase   vuestra  voluntad    y    disposición,    y    cúmpla- 
se  vuestra  palabra:  ¿Por  ventura  no  conoces  quien  yo 
soy,   y  después   que  me  hayas   conocido,   buscarás  á 
otro  quitándome   á  mí  del  regimiento,  tornándolo    á 
tomar  en  tí,  y  escondiendo  en  tí  esta  dignidad  y  es- 
ta honra,   estando  ya    cansado  y  enhadado  de  sufrir- 
me, y  lo   daréis   á   otro   muy  amigo  y  conocido  vues- 
tro que  sea  vuestro  devoto,  que  llora  y  suspira,   y   así 
merece   esta   dignidad?  ¿6   por  ventura  es  como  ■  sue- 
ño,  ó  como   quien  se  levanta   durmiendo   de   la  ca- 
ma esto   que   me  ha   acontecido?  ¡Oh  señor  que  es- 
tais  presente  en  todo  lugar,  que  sabéis  todos  los  pensa- 
mientos,  y  distribuís  todos  los   dones;  plegaos  de  no 
esconderme   vuestras  palabras    é   vuestras   inspiracio- 
nes! Con  brevedad  y   súbitamente   somos   nombrados 
para   las  dignidades;   pero  ignoro  el   camino  por  don- 
de  tengo    de   ir:    no   sé   lo   que  tengo  de  hacer:   dig- 
naos pues   de    no   me   esconder  la  lumbre  y  el   es- 
pejo que   me   ha  de    guiar.   No  permitáis    señor  que 
yo    descamine  y  yerre  por    las   montañas   y   por   los 
riscos,  á   los  que  tengo  de   regir    y  llevar   acuestas. 
No  permitáis    que  los   guie   por   veredas   de    conejos 
y  de  venados:  no  permitáis   señor  que   se  levante  al- 
guna  guerra   contra   mí:   ni   tampoco  que  venga    al- 
guna  pestilencia   sobre   los  que    tengo   de    gobernar, 
porque  no  sabré   lo    que   en   tal    caso     he     de    ha- 
cer,* ni    por  donde   tengo   de    guiar  á   los   que    llevo 
acuestas    ¡oh   desventurado  de   mí  que   soy  inhábil  é 
ignorante!  no   querria   que   viniese   sobre    mí    alguna 
enfermedad,    porque    en  este  caso   echaría   á    per- 


73 

der  vuestro  pueblo  y  gente,  y  se  desolaría  y  pondría 
en  tinieblas  vuestro  reino.  ¿Qué  haré  pues  señor  y  cria- 
dor,  si  por  ventura   cayere    en   algún  pecado   carnal 
y   deshonroso,  y   por  esto   echare  á  perder   el   reino? 
qué  haré   si   por   negligencia   ó  por  pereza  extraviare 
mis    subditos?     ¿qué   haré    si    desbarrancare  y    des- 
peñare  por  mi   culpa   á  los   que  tengo  de  regir?  ¡Se- 
ñor humanísimo,   invisible   é   impalpable!  ruegoos  que 
no   os   apartéis  de   mí,  idme   visitando   muchas    ve- 
ces,  visitad   esta    casa   pobrecita,    porque   te   estaré 
esperando   en  ella.  Con  gran   deseo   os  espero,  y  de- 
mando    con     grande    instancia     vuestra     palabra    é 
inspiraciones ,    conque      sugeristeis    é   insuflasteis    á 
vuestros   antiguos    amigos    y    conocidos,    que   rigie- 
ron  con     diligencia    y     rectitud    vuestro   reino,    que 
es  la   silla  de   V.   M.   y   honra,  donde   á  un  lado   y 
otro,   se  sientan  vuestros  senadores  y  principales,  que 
son   como   vuestra  imagen  y  vuestra  persona  propia, 
y    estos    sentencian    y  hablan   en  las    cosas  de     la 
república  en   vuestro   nombre,  y  usáis   de   ellos   co- 
mo de  vuestras  flautas  hablando  dentro  de  su  interior  y 
poniéndoos   en   sus  caras   y   en  sus  oídos,  y  abrien- 
do sus  bocas   para  bien  hablar:  y  en  este  lugar  bur- 
lan y  rien   de  nuestras  boberías   los  negociantes,  con 
los  cuales   estáis   vos   holgandoos,  porque  son  vues- 
tros amigos   y  vuestros   conocidos,   y   allí   inspiráis  é 
insufláis   á  vuestros  devotos,  que  lloran  y  suspiran  en 
vuestra  presencia  y   os   dan   de  verdad   su    corazón! 
Por  esto  señor  los   adornáis  con  prudencia  y  sabiduría, 
para  que   vean  como   en  espejo  de  dos  hazes,  donde 
se  representa  la  imagen  de   cada  uno,  y  por   la  mis- 
ma  causa  les  dais  una  hacha  muy  clara  sin  ningún 
humo,  cuyo    fulgor   se    estiende    por    todas    partes. 
También  por  esta   causa  les   dais   dones  y  joyas  pre- 
ciosas, colgándoselas  del  cuello  y  de  las  orejas,  así  co- 
mo se  cuelgan  las  joyas   corporales,  que  son  el  na- 
cochtl,  el  tenteíl,  el  tlalpiloni  ó  sea  la  borla  de  la  ca- 


i 


I  . 


{■KÍ 


;':,i  ;. 


beza,  y  el  matemeeatl  (a)  que  es  la  correa  adobada  que 
atan  á  la  muñeca  los   señores,   y   con  cuero  amari- 
llo ligado  á   las   pantorrillas,   y  con   cuentas   de  oro  y 
plumas   ricas.    En    este  lugar  del   buen    régimen    y 
gobierno    del  reino,  se    merecen    vuestras    riquezas, 
vuestra    gloria,   vuestros  deleites,  y     suavidades.   En 
él  mismo  también  se   merece  el  sosiego  y  tranquilidad, 
la    vida    pacífica  y   el     contento,    lo   cual    todo  vie- 
ne de  vuestra   mano.   En  él  mismo  por  último  se  me- 
recen las   cosas  adversas   y   trabajosas,  como  son  en- 
fermedades,   pobrezas,  y  el   abreviamiento  de   la  vi-r 
da,  todo  lo    cual  viene  de  vuestra  mano,  á   los  que   en 
este  estado  no   hacen   su   deber.  ¡Oh  señor    nuestro 
humanísimo,   sabedor    de   los   pensamientos  y   dador 
de  los  dones!   ¿está  por  ventura  en  mi  mano  que  soy 
pobre  hombre  el  modo  de   regir?  ¿está  en   mi   mano 
la  manera  de   mi   vivir?   y  las    obras  que   tengo    de 
hacer   en   mi   oficio   que  es  vuestro  reino  y  dignidad 
y   no   mia.?  Lo  que   vos   quisiéredes  que  haga  ayudán- 
dome  y  lo   que   fuere   la   vuestra  voluntad  que  haga 
según  vuestra   disposición,   eso  haré.  El   camino  que 
me    enseñáredes,   ese   seguiré.    Lo  que    me   inspira- 
res   y  pusieres    en   mi    corazón,  eso  diré  y  hablaré. 
¡Señor   nuestro    humanísimo!  en  vuestras   manos   me 
pongo   totalmente,   porque  yo    no   tengo     posibilidad 
para  conducirme  ni  gobernarme;  porque  soy  ciego,  ti- 
niebla,  y   un  rincón  de  estiércol.  Tened  por  bien  se- 
ñor  de    darme  un    poquito   de    luz,  aunque   no    sea 
mas  de   cuanto   echa   de   sí   una  lucerna   que     anda 
de  noche,   para  ir  en  este  en  sueño  y  en  esta  vida  dor- 
mida, que   dura  como  el  espacio  de  un  dia,  donde  hay 
muchas  cosas    en   que  tropezar,    y   muchas   en    que 
dar  ocasión    de     reir,   y  otras     que   son   como   ca- 

(a)  Brazalete  de  oro.  Parece  quiere  decir  es  el  brazalete  liga- 
do con  la  correa  adobada  de  cuero  amarillo,  que  se  ata  á  las  pan- 
torrillas con  cascabeles  de  oro.  Estas  metáforas  solo  se  percibe  su 
belleza  en  el  idioma  en   que  se  esplican. 


75 
mino  fragoso  que  se  han  de  pasar  saltando.  Todo 
esto  ha  de  pasar  en  esto  que  me  habéis  encomen- 
dado dándome  vuestra  silla  y  dignidad.  ¡Señor 
nuestro  humanísimo!  ruegoos  que  me  vayáis  vi- 
sitando con  vuestra  lumbre,  para  que  yo  no  yerre, 
para  que  no  me  desbarate,  y  para  que  no  me 
den  grita  mis  vasallos.  ¡Señor  nuestro  piadosísimo!  ya 
me  habéis  hecho  espaldar  de  vuestra  silla  y  vuestra 
flauta  sin  ningún  merecimiento  mío:  ya  soy  vuestra 
boca,  cara,  orejas,  dientes  y  uñas,  aunque  soy. un 
pobre  hombre,  quiero  decir,  que  indignamente  soy 
vuestra  imagen  y  represento  vuestra  persona,  y  as 
palabras  que  hablare  lian  de  ser  estimadas  como  las 
vuestras  mismas,  y  mi  cara  ha  de  ser  tenida  co- 
mo la  vuestra,  y  mis  oídos  como  los  vuestros,  y  los 
castigos  que  hiciere,  han  de  ser  tenidos  como  si 
vos  mismo  los  hiciéredes;  por  esto  os  ruego  que 
pongáis  dentro  de  mi  vuestro  espíritu,  y  vuestras 
palabras  á  quien  todos  obedezcan,  y  á  quien  nadie 
pueda  contradecir»  (a) 

El  que  dice  esta  oración  delante  del  dios  1  ez- 
catlipuca,  está  en  pie  é  inclinado  acia  á  la  tierra  y 
los  pies  juntos;  y  los  que  son  muy  devotos  están 
desnudos,  y  antes  que  comienze  la  oración,  ofrecen 
copal  al  fuego,  ó  algún  otro  sacrificio,  y  si  están 
con  su  manta  cubiertos,  ponen  la  atadura  de  ella 
acia  los  pechos,  de  manera  que  la  parte  delante- 
ra está  desnuda,  y  algunos  diciendo  esta  oración 
están  en  cuclillas,  y  ponen  el  ñudo  de  la  manta 
sobre  el  hombro,   áesto  llaman  moquichtlaka. 


fal     ;Que  pocos  de  los  que  reciben  el  cargo  de  regir  á  los  hom- 
bres confiesan  con  esta  noble  franqueza  su  ineptitud  para  gobernar- 


lo^' por  el  contrario,  todos  se  creen  aptos  para  tamaña  empresa, 
aunque  se  confesarian  incapaces  de  hacer  una  olla  ó  una  puerta, 
porque  ignoran  los  oficios,  mecánicos.  Si  esto  no  fuera  cierto  anda- 


riamos  mejor  gobernados. 
Toro.  II. 


11 


ti 


^w 


I-'Í: 


76 


CAPITULO  X. 


Del  knguage  y  afectos  que  usaban  para  hablar  y  avisar 

al  señor  recien  electo.   Es  plática  de  alguna  persona  muy 

principal,  ó   de  algún  pulí,  ó  tecutli,  el  que   mas   apto 

era  para   hacerla. 

¡Oh  señor  nuestro  humanísimo,  piadosísimo, 
amantísimo  y  digno  de  ser  estimado  mas  que  todas 
las  piedras  preciosas,  y  que  todas  las  plumas  ricas! 
Aquí  estáis  presente,  y  os  ha  puesto  nuestro  sobe- 
rano dios,  por  nuestro  señor  (á  la  verdad)  porque 
han  fallecido  é  ídose  á  sus  recogimientos  los  se- 
ñores vuestros  antepasados,  que  murieron  por  man- 
dado de  dios.  Partieron  de  este  mundo  el  señor  N. 
y  N.,  y  dejaron  la  carga  del  regimiento  que  traían 
acuestas,  debajo  de  la  cual  trabajaron  como  los  que 
van  camino  arriba,  y  llevan  acuestas  cargas  muy  pe- 
sadas. Estos  por  ventura  acuérdanse  ó  tienen  algún 
cuidado  del  pueblo  que  regían,  el  cual  está  ahora 
despoblado  y  á  obscuras,  y  yermo  sin  señor  por  la 
voluntad- de  nuestro  dios;  por  ventura  tienen  cuida- 
do, ó  miran  su  pueblo  que  está  hecho  una  breña 
y  una  tierra  inculta,  y  están  las  pobres  gentes  sin 
padre  ni  madre,  huérfanos,  que  no  saben  ni  entien- 
den, ni  consideran  lo  que  conviene  á  su  pueblo:  es- 
tán como  mudos  que  no  saben  hablar,  ó  como  un 
cuerpo  sin  cabeza.  El  último  que  nos  ha  dejado  huér- 
fanos, es  el  fuerte  y  muy  valeroso  señor  N.  al  cual 
por  breve  tiempo  y  pocos  dias  le  tuvo  prestado  este 
pueblo,  y  fué  como  cosa  de  sueño,  así  se  le  fué  de 
entre  las  manos  porque  le  llamó  nuestro  señor  para 
ponerle  en  el  recogimiento  de  los  otros  difuntos  sus 
antepasados,  que  hoy  están  como  en  arca,  ó  en  co- 
fre guardados;  así  se  fué  para  ellos,  ya  está  con 
nuestro  padre  y  madre,  el  dios  del  infierno  que  se 
llama  Míctlantccutli:   ¿por  ventura  volverá  acá  de  aquel 


lugar    adonde    se    fué?  no  es  posible   que  vuelva:  pa- 
ra  siempre   se  fué    y  le  perdió   su   remo:    en  ningún 
tiempo  le  verán  acá  los  que  viven  ni  los  que  nace- 
rán: para   siempre   nos  dejó:  apagada  está  nuestra  can- 
dela- fuésenos  nuestra  lumbre,  y   ya  está  desampara- 
do, ya  está  á  obscuras    el  pueblo    y  señorío  de  nues- 
tro señor   dios,  que   él  regia  y    alumbraba,   y  ahora 
está  á  peligro  de  perderse   y  destruirse     este   mismo 
pueblo  y  señorio   que    llevaba   acuestas,   y   que  dejo 
en   el   mismo   lugar   que  la  carga  que  soportaba.  Allí 
está   donde   dejó   á   su  pueblo  y  reino  pacifico,  y  so- 
segado, y   así  le  tuvo  todo   el  tiempo  que  le  rigió  pa- 
cíficamente,  y  poseyó  el   trono  y   silla  que  le  fué  da- 
do  por  nuestro   señor   dios,   y   puso   todas   sus  tuer- 
zas, é  hizo  toda  su   posibilidad  para   tenerlo  tranqui- 
lo  y    sosegado   hasta    su   muerte.    No   escondió   sus 
manos   ni  "sus   pies     debajo    de   su    manta  con  pere- 
za,  sino  que  con  toda  diligencia  trabajó  por  el  bien  de 
su  reino.  Al  presente  tenemos  gran  consolación  y  re- 
gocijo, ¡oh   humanísimo    señor   nuestro!     porque     nos 
ha   dado   el   dios    por     quien    vivimos,    una    lumbre 
y     resplandor    del   sol,  que    sois  vos;    él     os     seña- 
la    y     demuestra    con    el   dedo,   y   os   tiene   escrito 
con  letras  coloradas:  así    está   determinado  allá  ar- 
riba, y  acá    abajo,    en   el   cielo     y  en   el   infierno,   y 
que   vos   seáis   el   señor,   y  poseáis   la   silla,    estrado 
y   dignidad  de   este   reino,   ciudad   ó  pueblo,  brotado 
á  kf  raíz  de  vuestros  antepasados,   que   la   pusieron 
muy   profunda,   y  plantaron   de   muchos    años     atrás. 
Vos  sois   señor  el  que  habéis  de   llevar   la  pesadum- 
bre  de   la   carga  de  éste  señorio,   ó  ciudad:  vos  sois 
el   que   habéis   de   succeder   á   vuestros    antepasados 
los  señores   vuestros  progenitores,  para   llevar  el  pe- 
so   que    ellos    llevaron:   vos   señor   habéis   de. poner 
vuestras   espaldas  debajo  de  ésta   carga  grande,  que 
es   el  regimiento    de    éste  reino:   en    vuestro    regazo 
y  en  vuestros   brazos    pone  nuestro   señor   dios   este 


78 

oficio  y  dignidad  de  regir  y  gobernar  á  las  gentes 
populares,  que  son  muy  antojadizas,  y  enojadizas. 
Vos  por  algunos  años  los  habéis  de  sustentar  y  re- 
galar como  á  niños  que  están  en  la  cuna:  vos  ha- 
béis de  poner  en  vuestro  regazo,  y  en  vuestros  bra- 
zos á  todos,  y  los  habéis  de  aihagar,  y  hacerles  el 
son  para  que  duerman  el  tiempo  que  vivieredes  en 
éste  mundo.  ¡Oh  señor  nuestro  serenísimo,  y  muy  pre- 
cioso! ya  se  determinó  en  el  cielo  y  en  el  infierno, 
y  se  averiguó  y  te  cupo  esta  suerte:  á  tí  te  señaló, 
sobre  tí  cayó  la  elección  de  nuestro  señor  dios  so- 
berano. ¿Por  ventura  podraste  esconder  ó  ausentar? 
¿podraste  escapar  de  esta  sentencia?  ¿ó  por  ventura 
te  escabullirás,  ó  hurtarás  el  cuerpo  á  ella?  ¿qué  es- 
timación tienes  de  dios  nuestro  señor?  ¿qué  estima- 
ción tienes  de  los  hombres  que  te  eligieron,  que  son 
señores  muy  principales,  é  ilustres?  ¿en  qué  gra- 
do de  aprecio  tienes  á  los  reyes  y  señores  que  te 
designaron,  señalaron  y  ordenaron  por  inspiración  y 
ordenación  de  nuestro  señor  dios,  cuya  elección  no 
se  puede  anular,  ni  variar  por  haber  sido  por  orde- 
nación divina,  el  haberte  elegido  y  nombrado  por 
padre  y  madre  de  este  reino?  pues  que  esto  es  así 
¡oh  señor  nuestro!  esfuérzate,  anímate,  pon  el  hom- 
bro á  la  carga  que  te  se  ha  encomendado  y  confia- 
do; cúmplase  y  verifiqúese  el  querer  de  nuestro 
señor:  ¿por  ventura  por  algún  espacio  de  tiempo  lle- 
varás la  carga  á  tí  encomendada,  ó  acaso  te 
atajará  la  muerte,  y  será  como  sueño  tu  elección  á 
este  reino?  Mirad  que  no  seáis  desagradecido  tenien- 
do en  poco  en  vuestro  pecho  el  beneficio  de  dios, 
porque  él  vé  todas  las  cosas  secretas,  y  embiará 
sobre  vos  algún  castigo  como  le  pareciere,  porque 
en  su  querer  y  voluntad  está  el  que  te  aniebles  y 
desvanezcas,  ó  te  enviará  á  las  montañas  y  á  las  ca- 
banas, ó  te  echará  en  el  estiércol  y  suciedades,  cf 
te  acontecerá  alguna  cosa  torpe  ó  fea.  Por  ventura 


79 
serás  infamado  de  alguna  cosa  vergonzosa,  ó    per- 
mitirá Dios  que   haya   discordias,  y   alborotos   en  tu 
reino,   para    que    seas   menospreciado,   y   abatido,   o 
por  ventura  te   darán  guerra  otros  reyes  que  te  abor- 
recen, y  serás  vencido    y   aborrecido,  o   quizas    per- 
mitirá  S.  M.  que   venga    sobre    tu  remo     hambre   y 
necesidad?  ¿qué  harás  si   en  tu  tiempo  se  destruye  tu 
reino,   ó  nuestro  Dios  envia  sobre  tí  su  ira   mandan- 
do  pestilencia?   ¿qué   harás  si   en  tu  tiempo  se  des- 
truye tu  pueblo,   y  tu   resplandor  se  convierte  en  ti- 
nieblas? ¿qué  harás  si  se  desolare  en  tu  tiempo  tu  remo* 
ó   si  por  ventura  viniere  sobre  tí  la  muerte  antes  de 
tiempo,  ó  en   el  principio  de  tu    reino,   y  antes  que 
te   apoderes  de  él  te   destruyere  y  pusiere  debajo   de 
sus  pies  nuestro  señor  todopoderoso?  ¿o  si  acaso  súbi- 
tamente enviare    sobre  tí    ejércitos  de   enemigos   de 
acia  los   yermos,  ó   de  acia  la    mar,   o  de   acia  las 
cabanas  y  despoblados,   donde  se  suelen   ejercitarlas 
guerras  y  derramar  la   sangre  que    es  el    beber  del 
sol  y   de   la  tierra;   porque   muchas  é  infinitas  mane- 
ras tiene    dios    de  castigar   á  los  que   le   desobede- 
cen? Asi  pues,  es   menester,  ó   rey  nuestro,  que  pon- 
gas todas   tus   fuerzas   y   todo  tu   poder  para  hacer 
fo  que   debes  en  la  prosecución  de  tu   oncio,  y  esto 
con  lloros  y   suspiros,  orando   á  nuestro  señor  Dios 
invisible  é  impalpable.  Llegaos,  señor,  a  el  muy  deve- 
ras con  lágrimas   y  suspiros  para  que  os  ayude  a  re- 
gir pacíficamente   vuestro   reino,  porque  es  su  honra; 
mirad  que  recibáis   con  afabilidad  é  humildad  a  los 
que  vengan  á  vuestra  presencia  angustiados  y  atribu- 
lados: no  debéis   decir  ni  hacer   cosa  alguna  arreba- 
tadamente: oíd  con  mansedumbre  y  por  entero  las  quejas 
é  informaciones   que   delante     de   vos   se    presenten: 
no    atajéis   las   razones   ó     palabras  del   que    habla, 
porque   sois   imagen     de   nuestro   señor   dios,   y   re- 
presentáis  su  persona,  en   quien  está  descansando,  y 
de  quien  él  usa  como  de  una  flauta,  y  en  quien  el 


80 
habla,  y  con  cuyas   orejas  el  oye.  Mirad   señor   que 
no   seáis   aceptador   de   personas,   ni  castiguéis  á  na- 
die sin   razón,  porque   el  poder   que  tenéis  de    cas- 
tigar   es    de    dios,    es    como     uñas    y    dientes    de 
dios   para  hacer  justicia,  y   soiff  egecutor   de   ella  y 
recto  sentenciador  suyo;  hágase  pues  la  justicia,  guár- 
dese la  rectitud,  aunque  se  enoje  quien  se  enejare,  por- 
que estas  cosas  os  son  mandadas  de  dios,  y  nuestro  se- 
ñor   no  ha  de  hacerlas   porque   en   vuestra  mano  las 
ha  dejado.  Mirad  que  en  los  estrados  y  en  los  tronos  de 
los  señores   y  jueces,  no  ha  de  haber  arrebatamiento  ó 
precipitación   de   obras   ó  de   palabras,   ni   se  ha   de 
hacer   alguna   cosa   con   enojo:   mirad   que  no  os  pa- 
se ni   por  pensamiento   decir..,  yo   soy  señor,  yo  haré  lo 
que   quisiere,   que   esto  es  ocasión  de  destruir  y  atro- 
pellar   y   desbaratar   todo   vuestro   valor,  toda  vuestra 
estimación,   gravedad  y  magestad.  Mirad   que   la  dig- 
nidad  que  tenéis,  y  el  poder  que  se   os   ha  dado  so- 
bre  vuestro  reino  ó  señorío,    no  os  sea   ocasión   de 
ensoberbeceros   y   altivaros;    mas  antes    os    conviene 
muchas    veces  acordaros   de   lo   que  fuisteis  airas,  y  de 
la   bajeza   de  donde  fuisteis  ¿ornado  para   la  dignidad  [a] 
en  que   estáis  puesto   sin   haberlo    merecido.  Debéis    mu- 
chas  veces   decir  en  vuestro   pensamiento  ¿quien  fui 
yo  antes,  y  quien  soy  ahora?  yo  no  merecí  ser  puesto  qn 
lugar   tan  honroso  y  tan  eminente  como  estoy,  sino  por 
mandado   de  nuestro  señor  dios,  que  mas  parece  co- 
sa de   sueño  que  no  verdad.  Mirad  señor  que  no  dur- 
máis á  sueño  suelto:  mirad   que  no  os  descuidéis  con 
deleites  y  placeres    corporales:  mirad  que   no  os  deis 
á  banquetes   ni  á  bebidas  en  demasia:  mirad  que  no 
gastéis    con   profanidad    los   sudores    y   trabajos    de 
vuestros     vasallos,   en    engordaros   y   emborracharos: 
mirad   que  la   merced  y  regalo  que   nuestro  señor  os 

(a)  Este  recuerdo  le  hizo  Alejandro  á  Abdalomino  cuando  lo 
hizo  Rey  de  Sydon,  quitándole  la  azada  de  las  manos  con  que 
cultivaba  el  campo,  y  con  cuyos  productos  se   mantenía. 


í 


hace   en  elegiros  rey,  no  la  convirtáis  en  cosas    de 
profanidad,  locura,  y  enemistades.    ¡Oh  señor  rey    y 
nieto  nuestro!   dios   está   mirando   lo   que    hacen    los 
que   rigen  sus  reinos,  y    cuando  yerran  en  sus  oücios 
danle  ocasión  de  reírse  de   ellos,   y   él  se  ríe  y  ca- 
lla porque   es  dios,  que  hace  lo  que  quiere,  y  hace  bur- 
la  de   quien  quiere;  porque  á  todos  nosotros  nos  tie- 
ne en   el  medio   de  la   palma  de  su  mano,  y  nos  es- 
tá  remeciendo,   y  somos   como  bolas  y  globos  redon- 
dos  en  su  mano,  pues  andamos  rodando  de  una  par- 
te á  otra   y  le  hacemos  reir,  y  se  sirve  de   nosotros 
cuando  jiramos    de   una   parte   á  otra  sobre  su  pal- 
ma. ¡Oh    señor  y  rey  nuestro!  ezforzaos  á  hacer  vues- 
tra  obra  poco   á  poco;   acaso   por  nuestros  pecados 
no  os  merecemos,  y  vuestra  elección  nos  será   como 
cosa   de  delirio,  y  se  hará  lo  que  nuestro  señor  quie- 
re, que   poseáis  su  reino   y   su  dignidad  real  por  al- 
gunos tiempos,    acaso    os    quiere  probar  y  hacer  es- 
periencia  de  quien  sois,  y  si  no  hiciéredes  vuestro  deber 
pondrá  á   otro   en   esta  dignidad:   ¿tiene   por  ventura 
pocos   amigos  nuestro  señor  dios?  ¿eres  tu  solo   por 
acaso   su   único   querido?    ¡cuantos   otros  tiene  cono- 
cidos!   ¡cuantos   son  los   que   le   llaman!    ¡cuantos   los 
que  dan   voces  en  su   presencia!   ¡cuantos  los  que  llo- 
ran!   ¡cuantos   los   que   con  tristeza   le  ruegan!  ¡cuan- 
tos los   que    en   su   presencia  suspiran!  cierto  que  no 
se  podrán  contar.   Hay  muchos    generosos,   prudentí- 
simos,  y   de  grande   habilidad,  y  de  los  que  ya  han  te- 
nido  y   tienen  cargos   y   están  en  dignidades,   de  mu- 
chos es   rogado,   y   muchos   en   su  presencia  dan  vo- 
ces;   bien   tiene    á   quien   dar  la  dignidad  de    sus  rei- 
nos.  Por  ventura  con  brevedad  y  como  cosa  de  ensue- 
ño, te   presenta   su   honra   y  su   gloria;  tal  vez  te  da 
á  oler   y   te   pasa   por   tus  labios   su   ternura,  su  dul- 
cedumbre, su  suavidad,  su  blandura,  y  las  riquezas  que 
solo   él   las  comunica,   porque  solo  él  las   posee.  ¡Oh 
muy  dichoso   señor!  inclinaos  y  humillaos:  llorad  con 


82 
tristeza    y   suspirad,    orad  y  haced  lo  que    nuestro 
señor   quiere   que   hagáis,  el  tiempo  que   él   por  bien 
tuviere,  así   de   noche    como   de   día:   haced   vuestro 
oficio  con   sosiego,   continuamente  orando   en   vues- 
tro  trono  y  estrado,  con  benevolencia  y  blandura:  mi- 
rad  que  no  deis  á   nadie  pena,   fatiga  ni  tristeza.  Mi- 
rad  que   no   atrepelléis   á  persona,  no  seáis  bravo  pa- 
ra con   ninguno,   ni  habléis   á   nadie   con   ira,  ni   es- 
pantéis  á     sugeto     alguno    con  ferocidad.    Conviene 
también   ¡oh   señor   nuestro!    que   tengáis   mucho  cui- 
dado en   no   decir  palabras   de   burlas   ó  de    donai- 
re,  porque  esto   causará  menosprecio  de  vuestra  per- 
sona: las  burlas   y  chanzas   no  son   para    las   perso- 
nas que  están   en   la  alta  dignidad  vuestra.  Tampoco 
os   conviene  que  os  inclinéis   á   las    chocarrerías  de 
alguno,   aunque  sea   muy  vuestro   pariente   ó   allega- 
do;  porque  aunque  sois   nuestro  prójimo    en    cuanto 
al   ser  de   hombre,   en   cuanto    al    oficio   sois    como 
dios.   Aunque    sois   nuestro   prójimo  y   amigo,  é   hijo 
y  hermano,  no   somos    vuestros   iguales,   ni    os   con- 
sideramos como   á  hombre,  porque  ya   tenéis  la  per- 
sona, la  imagen,  la  conversación  y  familiaridad  de  nues- 
tro  señor   dios,   el  cual  dentro  de  vos  habla  y  os  en- 
seña, y  por  vuestra  boca  se  hace  oír:  vuestra  boca  es  su- 
ya,  vuestra   lengua  es  su   lengua,   y  vuestra  cara  es 
la  suya   fre;   ya   os  adornó   con  su    autoridad,  y  os 
dio   colmillos  y  uñas,  para   que   seáis    temido   y  re- 
verenciado. Mira  señor  que   no   vuelvas   á    hacer    lo 
que   hacias  cuando  no  eras  señor,  que   reias   y  bur- 
labas;   ahora  te   conviene   tomar   corazón   de  viejo,  y 
de   hombre  grave  y   severo.   Mira   mucho    por  tu  hon- 
ra,  por    el  decoro   de    tu  persona,   y    por  la    ma- 
gestad    de   tu  oficio:   que  tus   palabras   sean   raras  y 
muy   graves,  porque   ya   tienes  otro     ser,     ya  tienes 
magestad,    y  has   de  ser   respetado,  temido,   honrado 
y   acatado:  ya  eres   precioso  de  gran   valor,   y   per- 
sona rara  á  quien  conviene  toda  reverencia,  acata- 


miento,   V  respeto.  Guárdate   señor   de  menoscabar  y 
amenguar,  ni  amancillar   tu   dignidad  y  valor  y  la  dig- 
nidad y   valía  de  tu  alteza  y   escelencia.  Advierte    el 
luo-ar  en  que   te  hallas,   que    és    muy    alto,  y   la   caí- 
da de  él  muy  peligrosa.   Piensa  que  vas   por    una    lo- 
ma muy  alta   y  de   camino   muy   angosto,  y  que  a  la 
mano  izquierda  y   derecha,  hay  grande  profundidad  y 
hondura,  que  no  os  es  posible   salir   del  camino  acia 
una  parte  y  otra    sin  caer  en   un    profundo   abismo. 
Debes  señor  también   guardarte   de   lo  contrario,  no 
haciéndote  sañudo   y  bravo  como  bestia  fiera,  á  quien 
todos  tengan  temor.  Sed  templado   en  el  rigor  y  ejer- 
cicio de  vuestra  potencia,  y  antes  debes   quedar  atrás 
en  el    castigo   y   ejecución  del   que     no    pasar  ade- 
lante. Nunca  muestres  los  dientes  del  todo,  ni  saques 
las  uñas  cuanto  puedas.  Tampoco  te  muestres  espan- 
toso, temeroso,   áspero   ó  espinoso:  esconde  los  dien- 
tes  y  las  uñas:  junta,  regala,    y  muéstrate   blando  y 
aoacible  á  los  principales  y  mayores   de  tu   reino,  y 
de  tu  corte.  También   te   conviene  señor,  regocijar  y 
alegrar  á   la  gente  popular  según  su  calidad,   condi- 
ción, y  diversidad  de  grados  que  hay   en  la  repúbli- 
ca- confórmate   con  las  condiciones    de  cada   grado 
y   parcialidad  de  la  gente  popular.  Tened  solicitud  y 
cuidado  de  los  areytos   y  danzas,   y  también   de   los 
aderezos   é  instrumentos  que  para  ellos   son  menes- 
ter   porque  es  ejercicio    donde  los   hombres  esforza- 
dos conciben  deseo   de   las   cosas   de  la  milicia  y  de 
la  guerra.  Regocija  señor  y  alegra   á  la  gente  baja, 
con  juegos   y  pasatiempos  convenibles,   con   lo  cual 
cobrareis  fama  y  seréis   amado,  y  aun  después  de  la 
vida    quedará   vuestra   fama,    amor   y   lágrimas,    por 
vuestra  ausencia,  en  los  viejos  y   viejas  que  os  cono- 
cieron. ¡Oh  felicísimo  señor,   y  serenísimo   rey,  perso- 
na   preciosísima!    considerad  que  vais  de    camino,  y 
que  hay  lugares  fragosos  y  peligrosos  por  donde  tran- 
sitáis, que  habéis  de  ir  muy  contento,  porque  las  dig- 
Tóm.  II.  12 


84 

íridades  y  señoríos  tienen  muchos  barrancos,  resba- 
laderos y  deslizaderos,  donde  los  lazos  están  muy 
espesos  unos  sobre  otros,  que  no  hay  camino  libre 
ni  seguro  entre  ellos:  y  los  pozos  disimulados,  que 
está  cerrada  la  boca  con  yerba,  y  en  el  profundo  tie- 
ne estacas  muy  agudas  plantadas,  para  que  los  que 
cayeren  se  enclaven  en  ellas.  Por  todo  esto  conviene 
que  sin  cesar  gimáis,  y  llaméis  á  dios  y  suspiréis: 
mirad  señor  que  no  durmáis  á  sueño  tendido,  ni  os 
deis  á  las  mugeres,  porque  son  enfermedad  y  muer- 
te á  cualquier  varón.  Convieneos  dar  vuelcos  en  la 
cama,  y  habéis  de  estar  en  ella  pensando  en  las  co- 
sas de  vuestro  oficio,  y  en  dormir  soñando  los  ne- 
gocios de  vuestro  cargo,  y  las  cosas  que  nuestro  se- 
ñor nos  dio  para  nuestro  mantenimiento,  como  son 
el  comer  y  el  beber,  para  repartirlo  con  vuestros 
principales  y  cortesanos,  porque  muchos  tienen  en- 
vidia á  los  señores  y  reyes,  por  tener  lo  que  tie- 
nen de  comer  y  de  beber  lo  que  beben;  y  por 
eso  se  dice  que  los  reyes  y  señores  comen  pan  de 
dolor.  No  penséis  señor  que  el  estrado  real  y  el  tro- 
no, es  deleitoso  y  placentero;  no  es  sino  de  gran  tra- 
bajo y  de  mucha  penitencia  ¡Oh  bienaventurado  se- 
ñor nuestro,  persona  muy  preciosa!  no  quiero  dar  pe- 
na ni  enojo  á  vuestro  corazón,  ni  quiero  caer  en 
vuestra  ira  é  indignación;  bástanme  los  defectos  en 
que  he  incurrido,  y  las  veces  que  he  tropezado  y  res- 
balado, y  aun  caido  en  esta  plática  que  tengo  di- 
cha; bástanme  las  faltas  y  defectos  que  hablando  he 
hecho,  yendo  como  á  saltos  de  rana  delante  de 
nuestro  señor  invisible  é  impalpable,  el  cual  está  pre- 
sente, y  nos  está  escuchando,  y  ha  oído  muy  por  el 
cabo  todas  las  palabras  que  he  pronunciado  imper- 
fectamente, y  como  tartamudeando,  con  mala  orden  y 
con  mal  aire;  pero  con  lo  dicho  he  cumplido:  á  es- 
to son  obligados  los  viejos  y  ancianos  de  la  repúbli- 
ca, para  con  sus    señores  recien    electos.  Asimismo, 


85 

he  cumplido  con  lo  que  debo  á  nuestro  señor,  el 
cual  está  presente  y  lo  oye,  y  á  él  se  lo  ofrezco  y 
presento.  ¡Oh  señor  nuestro  y  rey!  ¡viváis  macnos  anos 
Lbajandoenvuestrooficioreal!Héacabadodedecir.(a) 

El   orador  que  hacia  esta  oración   delante  del 
señor  recien  electo,  era  alguno  de  los  sacerdotes  muy 
entendido  y  gran  retórico,   ó  alguno  de  los  tres  su- 
mos  sacerdotes,   que  como  en  otra  parte  se  dijo,  el 
uno  se  llamaba  Quetzakohatl,  el  otro  Tetectlamacazqui, 
Y  el  tercero   Tlaloc;   ó  por  ventura  la  hacia  alguno  de 
los  nobles  y  muy  principales  del  pueblo  muy  elocuen- 
te, ó  embajador   del  señor  de  alguna  provincia    muy 
entendido  en  el  hablar,  que  no  tiene  empacho  ni  em- 
barazo ninguno  en  lo  que   ha  de   decir;  o  tal  vez  era 
alo-uno  de  los  senadores  muy  sabio,  o  algún  otro  muy 
fino  retórico,  á  quien  le  acude  el  lenguage   copiosa- 
mente, y  lo   que  ha  de  decir   á  su  vo  untad  Esto  es 
así  necesario,  porque  al  señor  recién  electo  le  hablan 
de   esta  manera,  y  porque  el  entonces  recién  nombra-- 
do,  toma  el  poder  sobre  todos,  tiene  libertad  de  ma- 
tar á  quien  quisiere,   porque  ya  és   superior:  por  esta 
causa    dícesele    entonces  todo  lo  que  ha  menester  pa- 
ra que  ejecute  bien  su  oficio,  mas  con  mucha    reve- 
rencia, humildad,  y  con  gran  tiento   llorando  y  sus- 
pirando. 

CAPITULO    XI. 
De   lo  que  dice  otro  orador  en   acabando  el  primero,  mos~ 
irando   Levemente   ¡a  alegría  de  todo  el  reino  por  su  elec- 
ción,  V  mostrando  el  deseo   que  todos   sus  vasallos   tienen 
de  su    larga   vida,  y  prosperidad:  no  lleva    esta   oración 
tanta  gravedad  como  la  pasada. 
;Oh  señor  serenísimo,  humanísimo,   rey   nues- 
tro muy  generoso  y  muy  valeroso,  mas  precioso  que 
(¿)     Esta  oración   por   larga   está   empalagosa;    pero  contiene  ad- 
biSbles   reflecciónes,  excédela  en   mucho  la  que  Netzahualpüh  rey 
?e  Tozcoco    dijo   t  Mocíheuzoma  segundo,   cuando  subió  al  tront 


■-;;: 


1  1 


86 

todas  las  piedras  preciosas,  aunque  sea  el  zafiro!  ¿Por 
ventura  es  cosa  de  sueño  lo  que  vemos?  ¿Estamos 
ebrios  y  trascordados  viendo  lo  que  nuestro  señor 
dios  ha  hecho  con  nosotros,  dándonoste  por  rey  y 
señor,  enviando  sobre  nosotros  un  sol  nuevo  muy  res- 
plandeciente, una  luz  como  la  del  alba,  y  un  milagro 
y  maravilla  grande,  y  una  gran  fiesta  de  gran  regoci- 
jo? ¡Oh  señor  que  vos  solo  habéis  merecido  esta  em- 
presa de  serlo  de  este  reino,  donde  os  ha  pues- 
to nuestro  dios  por  rey,  en  el  lugar  que  dejaron  vues- 
.  tros  antiguos  abuelos  que  os  precedieron!  ¡Oh!  á  vos 
solo  os  ha  tenido  por  digno  de  éste  imperio  nuestro  se- 
ñor dios,  porque  vosotros,  señores  nuestros,  que  sois 
como  piedras  preciosas,  chalchivites  y  zafiros,  como 
cuentas  y  joyas  de  oro,  sois  dignos  de  estas  honras 
y  dignidades.  Ahora  señor,  engrandecéis  y  sublimáis 
los  aderezos  y  atavios  del  señorío  y  de  éste  reino, 
conque  los  señores  se  suelen  componer  y  adornar. 
Señor  nuestro,  muchos  dias  há  que  este  reino  os  tie- 
ne deseado,  como  quien  con  gran  sed  y  hambre  de- 
sea comer  y  beber,  y  como  el  hijo  desea  ver  á  sus 
padres,  estando  ausente  de  ellos,  que  llora  y  se  aflige; 
así  desea  la  gente  de  éste  pueblo,  que  la  rijáis  y  go- 
bernéis. ¿Por  ventura  merecemos  que  algunos  dias  y 
años,  vean  vuestra  cara  muy  deseada  vuestros  va- 
sallos y  siervos,  y  os  tengan  como  prestado,  y  go- 
cen de  vuestra  persona  y  de  vuestro  gobierno?  ¿O 
por  ventura  por  los  pecados  del  pueblo,  seremos  huér- 
fanos y  privados  de  vuestra  persona  antes  de  tiem- 
po, si  por  nuestros  deméritos  nuestro  señor  dios  os 
llama  y  lleva  para  sí,   ó  vos  os  fuéredes   para   vues- 

de  México:  léase  en  mi  obra  intitulada  Tezcoco  en  los  últimos  tiem- 
pos de  sus  antiguos  Reyes  pág„  256.  Ella  reúne  á  la  elocuencia  la 
precisión,  y  los  mas  delicados  primores  del  arte,  manejados  por  un 
sabio  político  y  fino  cortesano.  Conócese  por  ella,  que  aquel  fué 
el  reinado  de  la  literatura  y  buen  gusto  de  los  mexicanos,  y  en 
frase  de  los  Poetas  su  siglo  de  Oro.  Los  sabios  franceses  la  han 
admirado,  deeia  el  P.  Mier. 


87 
tro  padre   y  madre  lo»    dioses  del  infierno?  ¿O  por 
ventura  yendo   á  la  guerra,  y  peleando   en  el  campo 
donde  suelen  morir  los  valientes  y  esforzados,    con- 
vidareis  con  vuestra  sangre  y  con  vuestro  cuerpo  a 
los   dioses  del  cielo,  y  os  iréis  para  vuestro  padre  y 
madre    el  sol  y   el  dios   de    la    tierra,   donde    están 
los  hombres    valientes   y   esforzados,  como  águilas  y 
tigres,  los  cuales  regocijan   y  festejan  al  sol  que    se 
llama  Yiacauh  incuauhtleoanitl,   el  cual  se  contenta  mu- 
cho, y  recibe  gran  recreación  en  gustar  la  sangre  de 
éstos   que  como  valientes   la   derramaron?   no   sabe- 
mos lo    que    dios    tiene    determinado,   esperemos   su 
sentencia.  ¡Oh  señor!  viváis  pues  muchos  años^para  ha- 
cer  prósperamente  vuestro    oficio;  poned    el   hombro 
á  la  carga  muy  pesada  y  trabajosa,  y  tended  vues- 
tras  alas  y  pechuga,  para  que  debajo  de   ellas  ampa- 
réis  á  vuestros  subditos   que   los   habéis  de  llevar  co- 
mo   carga,     ¡oh  señor!   entre   vuestro   pueblo  y  gen- 
te, debajo   de  vuestra  sombra,  porque  sois  como  el  ár- 
bol que  se  llama  puchotl,  ó  avevetl,  que  tiene  gran  som- 
bra y  rueda,  bajo  la  cual  muchos  están  puestos  á  su 
amparo,  que   para  esto  se  os  ha  puesto  en  este  cargo. 
¡Plegué  á   Dios  haceros  tan  próspero  en  nuestro  regi- 
miento, que  todos   vuestros  subditos   y  vasallos  sean 
ricos   y  bienaventurados!  Con  estas  pocas  palabras  se- 
ñor   he  besado   vuestros  pies   y   manos;  he  hablado 
á  vuestra  dignidad  y  á  vuestro  cuerpo,  ¡oh  bienaven- 
turado señor!   vivid   y  reinad  por  muchos  anos,  ayu- 
dando á   nuestro  señor  dios   con  este   oficio:   tomad 
mucho  en  norabuena   vuestro  reino  y  señorío   enci- 
ma de  vuestros  hombros.   Hé  dicho. 

El  que  ora  diciendo  esta  oración,  está  en  pie 
y  descalzo:  quítase  las  cotáras  para  comenzar  á  ha- 
blar: añúdase  la  manta  sobre  el  hombro,  que  es  se- 
ñal de  humildad,  y  el  señor  cuando  le  dice  esta  ora- 
ción, levántase  ó  pónese  en  cuclillas  vuelta  la  cara 
acia  al  que  ora.  En  el  tiempo  de  la  oración  no  vuelve  la 


y 


44" 


cabeza  á  ninguna  parte,  y  tiene  los  ojos  puestos  eft 
el  orador.  En  la  manera  de  estar  sentado,  muestra 
su  magestad  y  gravedad;  y  acabada  la  oración,  res- 
ponde algunas  breves  palabras,  ó  manda  á  algún 
orador  suyo  de  los  que  están  á  su  lado,  que  responda, 
y  si   habla  el   mismo  señor  dice   lo   que  se  sigue. 

CAPITULO  XII. 

De  lo   que  responde   el  señor   á  sus  oradores  humillando* 
se,  y  dándoles  gracias  por  lo   que  han  dicho. 

Gran  misericordia  y  liberalidad  ha  hecho  nuestro 
señor  en  haber  elegido  al  hombre  indigno,  y  que  no  lo 
merece.   ¿Por    ventura   quiere    hacer    esperiencia  de 
mí?  y   viendo  que  no   soy    para   este  oficio   lo   dará 
á   otro,   porque   hay   muchos  que  le   llaman,  y  cada 
dia  oran   en   su    presencia   y  lloran,   y    con   tristeza 
suspiran?   El  señor   tiene  muchos    amigos   á    quienes 
ha   conocido   muy  bien;  veamos  ahora   lo   que   quer- 
rá ahora  hacer:  riase  algún  dia  de  mis  boberias  nuestro 
señor   dios,  que  cuando  quisiere  tomará   para   sí   su 
reino   y  dignidad,  y  me  lo  quitará  y  dará  al  que  sabe 
que  conviene,  ó  á  alguno  de  los  que  se  lo  ruegan  y  de- 
mandan con  ahinco.  Ha  hecho  ciertamente  nuestro  se- 
ñor liberalidad  y  magnificencia  conmigo.    ¿Es  por  ven- 
tura   esto  un   sueño?    hágase    pues  lo   que   manda  y 
quiere:  hágase  asimismo  lo   que   ordenaron,    y  vota- 
ron  los  señores  que  me  eligieron.  ¿Qué  han  visto  en 
mí?   han    obrado    como  quien   busca   muger   diestra 
en   hilar  y  teger,  que  cierto  no   me  conozco,   ni  en- 
tiendo a  mi  mismo,  ni  sé  hablar  á  derechas  dos  pa- 
labras. Lo  que  puedo    decir  és,   que  me  ha  sacado  de 
donde  vivia  de   entre   el  estiércol  y  suciedades.  Aca- 
so no  es  para   mí    este  estado  en    que  me  pone    el 
señor     dios,  haciendo    conmigo    magnificencia    y  li- 
beralidad. Conozco  que  me  habéis  hecho  gran  mer- 


cea*  en  lo  que  me  habéis  dicho;  y  ciertamente  he 
oído  cosas  dignas  de  ser  notadas  y  muy  encomen- 
dadas á  la  memoria,  por  ser  muy  bellas  y  raras, 
así  como  piedras  preciosas  y  zafiros,  cuales  son  los 
consejos  de  padres  y  madres,  que  muy  pocas  veces 
se  suelen  decir,  dignas  de  ser  muy  guardadas.  Así 
me  conviene  á  mí  tenerlas,  muy  guardadas  y  estima- 
das, todo  el  tiempo  que  viviere,  y  tendrélas  hé  para 
mi  consolación  en  mi  pecho,  y  para  bordón  de  mi 
oficio  en  mi  mano.  No  solamente  á  mí,  pero  á  todo 
el  pueblo  y  reino,  has  hecho  muy  buena  obra,  y  haz 
orado  á  nuestro  señor  dios  para  que  me  favorezca. 
No  soy  digno,  ni  atribuyo  á  mi  merecimiento  una 
tan  buena  oración,  como  laque  habéis  dicho:  también 
habéis  orado  en  favor  de  los  reyes  y  señores  ante- 
pasados, que  gobernaron  este  reino,  y  fielmente  hi- 
cieron sus  oficios  á  honra  de  dios.  Vivas  pues  en 
prosperidad  y  contento:  lléveos  dios  á  descansar  y 
reposar,  que  bastante  bien  lo  habéis  hecho. 

Respuesta  del  orador   á  quien   habló  el  señor   recien 
electo    lo  arriba  dicho. 


¡Oh  señor  nuestro  preciosísimo!  creo  que  os 
soy  penoso,  y  os  doy  fastidio  con  mis  proligidades, 
y  soy  causa  deque  os  duela  la  cabeza,  y  estómago  con 
mis  boberias.  Ruego  á  nuestro  dios  soberano  y 
criador,  que  os  dé  mucha  paz,  sosiego  y  contento, 
todo  el  tiempo  que  viviéredes  en  esta  vida,  en  el 
felicísimo  estado  en  que  estáis  puesto,  el  cual  os  es- 
tá mirando  desde  el  cielo,  y  también  os  miran  des- 
de el  infierno  y  acá  en  el  mundo  todos  vuestros  va- 
sallos, y  tienen  puestos  sus  ojos  en  vos.  Dios  sabe 
que  tanto  tiempo  habéis  de  regir  este  reino  que 
os  ha  dado;  esperemos  en  él  para  ver  cual  es  su 
voluntad,  pues  que   él  es    gobernador  supremo  que 


* 


90 

sabe  los  secretos,  y  dá  todos  de  sus  dones.  ¡Oh  felicí- 
simo señor!  deseo  viváis  y  reinéis  por  muchos  años,  (a) 

CAPITULO  XIII. 

De   los  afectos  y  lenguage   que  usa  el  que  responde  por  el 
señor  á   los   oradores   cuando   el  señor  no  se   halla    para 
responder:   es  oración    de   algún  principal,    amigo   ó  pa- 
riente  del  señor. 

¡Oh  hombre  sabio  y  venerable!  por  cierto  que 
habéis  dicho  palabras  muy  preciosas,  y  de  grande 
estima,  las  cuales  dejaron  muy  guardadas  y  atesora- 
das como  cosa  muy  preciosa  los  señores  y  reyes 
que  nos  precedieron,  porque  son  como  palabras  de 
madres  y  padres  de  la  república,  y  tan  apreciables 
como  piedras  ricas  que  se  llaman  chalchivites  y  za- 
firos, y  otras:  habeislas  muy  bien  pronunciado  en  pre- 
sencia de  nuestro  señor,  y  rey  muy  amado  N.;  el 
cual  es  reliquia  de  los  señores  y  principales  que  pa- 
saron: hace  encaminado  vuestra  oración,  á  esforzar- 
le y  animarle  para  que  desempeñe  el  oficio  que  le 
ha  sido  dado,  y  también  para  honrarle  conforme  al 
estado  que  tiene.  Este  servicio  y  honra  no  la  echa- 
rá en  olvido  el  señor  N.,  si  no  fuere  que  luego  al 
principio  de  su  reino,  le  saque  nuestro  señor  de  es- 
te mundo,  y  le  ponga  entre  las  tinieblas  de  la  muer- 
te; y  si  por  ventura  tuviere  dios  por  bien,  que  este 
pobrecito  dure  algunos  años  en  el  gobierno  de  su 
reino,  y  fueren  dignos  de  tenerle  por  algunos  tiem- 
pos sus  vasallos,  como  á  manera  de  sueño,  él  lo 
gratificará  y  lo  tendrá  en  la  memoria   para    regirse 

(a)  Los  señores  siempre  traían  consigo  muy  espertos  oradores 
para  responder  y  hablar  cuanto  fuera  menester,  y  esto  desde  el  prin- 
cipio de  su  elección,  los  cuales  siempre  andaban  á  su  lado,  y  cuan- 
do mandaba  alguno  de  estos  que  respondiese  decia  lo  que  se 
sigue. 


91 

asimismo  como  conviene:  y  si  por  ventura  porque  el 
estado   de  los  señores   es  muy   peligroso,   y  los   tro- 
nos y  estrados  reales  tienen  grandes  resbaladeros  y 
dificultades,   por  razón   de   las   palabras  duras   de  los 
envidiosos,    y  de    las   saetas   ó   dardos   de    palabras, 
que  arrojan  los  ambiciosos,  que   son  así  como  brami- 
dos que   vienen  de  los   pueblos  y  remos   circunstan- 
tes, donde   están   muchos    amenazando,   y   amagando 
con  piedras   y  saetas,  de  palabras  soberbias  y   envi- 
diosas, le   hicieren  olvidar  unas    cosas   tan  ricas,  ne- 
cesarias, preciosas  y  tan  dignas    de  ser    encomenda- 
das á   la    memoria;   él  lo   hará   en    su     daño,    y    si 
las    guardare    y    tuviere    presentes,    y    se     aprove- 
chare   de  ellas,    á    él  le  vendrá  el  provecho.  El  esta 
ya  colocado  en   el  juego  de  la  pelota:  le  han  pues- 
to guantes  de  cuero  para  herirle,  y  que   la  vuelva  al 
que   se  la  arrojó  en    el  mismo  juego,   porque    el  ne- 
gocio del   regir,   es  bien   semejante  á  dicho  juego   y 
al  de  los  dados.   ¡Oh  dios!  quien  sabe  lo  que   tenéis 
determinado  en  este  negocio,  si  por  ventura  sera  dig- 
no   de    perseverar    en    su    dignidad    y    remo,    o    si 
de    presto  le  será    quitado    el     cargo    y    honra    del 
señorio,   y  si   nuestro   señor  dios  se  lo   dio  solamen- 
te á  oler   y  gustar,   y,  que  en   breve   pase  como  sue- 
ño' por  ventura  mañana  ú   otro  dia  se  enojará  dios, 
pues  hace  variar  las  cosas  humanas,  y   rige  como  le 
parece  los  reinos   y  señorios.  ¡Quien   sabe  si  le  quita- 
rá  el  reino  que  le  ha  dado,  y  también  la  honra  que 
es   propia  suya,  y  de    ningún  otro!  ¡quien   sabe  si  lo 
desechará  para  que  viva  en  pobreza  y  en  menospre- 
cio,  como  en   el    estiércol,   y  si  por  ventura   vendrá 
sobre  él  lo  que  merecemos  todos  los  hombres,  á  sa- 
ber:   enfermedad,    ceguera,  ^tullimiento   ó   muerte,    y 
le  pondrá  debajo  de  sus  pies,  enviándole   al  lugar  don- 
de  hemos    de   ir  todos;    por  esto    entenderemos  que 
no  tiene  determinado  dios    que  esté    en   honra  y  en 
dignidad.!  ¡Bienaventurados  los  amigos  y  conocidos  de 
Tóm.  II.  13 


h.í     ' 


92 
dios,  que  pacíficamente  y  con  sosiego,  después  de 
muchos  días,  mueren  en  sus  señorios  y  en  sus  rei- 
nos! ¡Bienaventurados  aquellos  que  con  paz  y  quietud 
viven  y  reinan  en  sus  dominios  orando  á  dios! 
¡Bienaventurados  aquellos  que  son  gloria  y  fama 
de  sus  antepasados,  padres,  madres,  abuelos  y  ta- 
tarabuelos, en  los  cuales  floreció  el  señorio  y  rei- 
no que  aumentaron  y  ensalzaron!  ¡Bienaventurados 
aquellos  que  dejaron  esta  fama  á  sus  succesores,  y 
bienaventurado  ahora  éste  nuestro  electo!  ¿Acaso  és- 
te volverá  atrás  de  su  eleceion  ?  ¿  Por  ventura 
se  esconderá,?  ¿O  se  ausentará?  ¿Acaso  volverá 
atrás,  y  dejará  de  cumplir  la  palabra  de  nuestro 
señor  dios  y  su  querer,  y  también  la  voluntad  del 
pueblo  que  le  eligió?  ¿Qué  conocimiento  tiene  de  dios? 
¿Es  por  ventura  suficientemente  avisado?  ¿Conócese 
así  mismo?  ¿Es  acaso  prudente?  ¿Es  sabio?  ¿Alcanza 
cumplidamente  lo  que  ha  de  hablar?  pienso  que  no; 
¿por  ventura  andando  el  tiempo  en  presencia  de  al- 
gunos caerá?  esto  ni  lo  sabemos,  ni  quizá  lo  vere- 
mos, porque  está  en  la  mano  de  nuestro  señor  dios. 
A  nosotros  pues  nos  conviene  rogar  por  él,  y  tener  con- 
fianza en  el  señor  que  lo  hará  bien...  ¡Honrado  orador! 
habéis  usado  de  liberalidad,  y  servido  á  nuestro  pue- 
blo habiendo  animado  y  esforzado  á  nuestro  señor 
con  vuestra  oración  y  palabras;  idoos  señor  á  des- 
cansar y  reposar,  que  muy  bien  lo  habéis  hecho. 

CAPÍTULO  XíYí 
En  que   se  pone  una  larga  plática    conque  el  señor   ha- 
bla   á    todo    el  pueblo  por  la  primera   vez,   ecsortándoh 
á    que    nadie  se   emborrache    ni    hurte,    ni   cometa  adul- 
terio;   ecsórtalos  asimismo     al  mito    de    los  dioses,   á  las 
armas,    y   á  la   agricultura,    [a] 
Oíd  con  atención  todos  los  que  presentes    es- 
tais,  á  quienes  os  há  juntado  nuestro  señor  dios  aquí,  to- 
(a)    Es  una  verdadera  alvcusion  moral  que  hoy  llaman  Proclama, 


93 

dos  los  que  regís  y  tenéis  cargo  de  los  pueblos  ámí 
sujetos:    tú  que  tienes  algún  cargo   de  república,  que 
has  de  ser  ¿orno  padre   y  madre    de  ella;  y  también 
todos   los   nobles   y  generosos    que  asistís  aquí  aun- 
que no  tengáis    cargo    de  autoridad.   También  estáis 
presentes  vosotros  los  que  sois  valientes  y  esforzados, 
como    águilas    y    tigres,   que    entendéis    en    el    ejer- 
cicio   militar;  y     vosotras   mugeres    nobles ,  y  seno- 
ras  generosas,  á  quienes   yo    deseo    la  paz    de  nues- 
tro señor  dios    todopoderoso,    criador,  y    gobernador 
de   todos:  quieroos   esforzar  y  saludar  ahora  con    al- 
gunas   palabras  que  os  voy  á  decir.  Bien  sabéis  to- 
dos los  presentes  aquí,  que   yo  soy  electo  señor  por 
la  voluntad  de   nuestro   señor  dios   aunque  indigno,  y 
que  por  ventura  por  no  saber  bien  hacer  mi   oficio, 
dios  me  quitará  y  pondrá  otro;  pero    el  tiempo  que 
dios  tuviere   por    bien  que  yo    tenga  este  su   cargo, 
aunque  defectuosa   y  groseramente,  haré  lo   que  soy 
obligado  para  el  buen  régimen  de    éste    vuestro   rei- 
no   y  no  sin  ofender  muchas   veces    á  nuestro  señor 
dios    ¡Oh  miserable  de  mí!  ¡oh   hombre    sin  ventura, 
que  muchas  veces  he   ofendido  á  nuestro  señor  dios 
por    mi   desgracia  y  miseria;   y  también   juntamente 
con   esto,  he  ofendido  á  los  principales  é  ilustres  dei 
reino    que  lijieron   en   él,  que    son   mis  antepasados, 
y  fueron  lumbre  espejo,  ejemplo,   y   doctrina  para  to- 
do el  reino!    Ellos  trajeron  siempre   en  su    mano  una 
grande  hacha  de  luz   muy  clara  para  alumbrar  á  todos: 
ellos  fueron  prudentísimos,  sapientísimos,  y  animosísi- 
mos Puestos  en    este    regimiento  por  nuestro    señor 
dios    no  les  dio    su  magestad   saber  de  niños,  ni  co- 
razón ni  mutabilidad  de  tales:  hízolos  poderosos  y  va- 
lientes,  para   castigar  los   malos   de  su  remo,  y  para 
defender  al   mismo  de  sus  enemigos;   adornólos  fanal, 
mente  de   todas  las  cosas   necesarias  para   su  oficio; 
fueron   personas  á  quienes  él  tenia  conocidas  por  bue- 
nas, y  fueron  muy  sus  amigos  y  conocidos.  &  estos 


i 


m 


94 

tales  he  succesido  "yo  para  echarlos  en  vergüenza  y 
en  afrenta  en  el  modo  de  hacer  mi  oficio  con  mu- 
chos defectos.  Estos  fueron  los  que  comenzaron  á 
fundar  todo  lo  que  ahora  ya  está  edificado:  fueron  nues- 
tros abuelos,  visabueíos,  y  tatarabuelos  de  donde  he- 
mos venido  y  procedido:  ellos  desmontaron  y  talaron 
las  montañas  y  las  cabanas  para  poblar  donde  habita- 
mos, y  que  primeramente  tuvieron  el  cargo  del  re- 
gir, y  pusieron  el  trono  y  estrado  donde  estuvieron 
ejercitando  la  voluntad  de  nuestro  señor  dios  to- 
dos los  dias  de  su  vida.  ¡Oh  miserable  de  mí,  hom- 
bre de  poco  entendimiento,  de  poco  saber  y  de  gen- 
te baja,  que  no  convenia  que  yo  fuese  elegido  para 
este  oficio  tan  alto!  ¿por  ventura  pasará  sobre  mí 
como  sueño,  y  en  breve  se  acabará  mi  vida?  ¿ó 
pasarán]  algunos  dias  y  años,  en  que  llevaré  acues- 
tas esta  carga  que  nuestros  abuelos  dejaron  cuan- 
do murieron;  carga  grave  y  de  muy  gran  fatiga  en 
quien  hay  causa  de  humillación,  mas  que  de  sober- 
bia y  altivez?  ahora  antes  de  que  yo  muera,  si  por 
ventura  dios  determinare  de  matarme,  os  quiero  es~ 
forzar  y  consolar.  Lo  que  principalmente  os  enco- 
miendo es,  que  os  apartéis  de  la  borrachera,  que  no 
bebáis  vctli  porque  es  como  beleño  que  sacan  al 
hombre  de  juicio,  de  lo  cual  mucho  se  apartaron  y 
temieron  los  viejos  y  viejas,  y  lo  tuvieron  por  cosa 
muy  aborrecible  y  asquerosa,  por  cuya  causa  los  se- 
nadores y  señores  pasados,  ahorcaron  á  muchos,  y  á 
otros  quebraron  las  cabezas  con  piedras,  y  á  otros 
muchos  azotaron.  Este  es  el  vino  que  se  llama  vctli 
que  es  raíz  y  principio  de  todo  mal  y  de  toda  per- 
dición, porque  él  y  la  embriaguez  son  causa  de  toda 
discordia  y  disencion,  de  todas  las  revueltas  y  desasosie- 
gos de  los  pueblos  y  reinos;  es  como  un  torbellino 
que  todo  lo  revuelve  y  desbarata:  es  como  una  tem- 
pestad infernal  que  trae  consigo  todos  los  males  jun- 
tos; de  esta  borrachera  proceden  todos  los  adulterios, 


estupros,  corrupción  de  vírgenes,  y  violencia  de >  pa- 
tentas   y    afines:    de     la    embriaguez     proceden    os 
hurtos,  iLocimos,  y  violencias:   otro  si ^proceden   ks 
maldiciones  y  testimonios,   murmuraciones  y  detrac- 
Sones,    las   vocerías,  riñas  y  grita;  todas  estas  cosa 
causa  el  vetli  y  la  borrachería.  Es    también  causa  el 
12  6  puícre,de  la  soberbia,   altivez,    y  de  tenerse 
Tn  mudio,  diciendo   el  que  lo  bebe    con  desenfreno 
que  es    de  alto  linage,    y  menosprecia  a  todos    y  a 
ninguno  estima  ni  tiene   en  nada,  y  causa  enemista- 
de?  y  odios:  los  borrachos  dicen  cosas    desalmadas 
y'  desconcertadas,  porque   están  fuera  de  si.    El  bor- 
racho con  nadie  tiene   paz,  ni   de  su  boca  salen  ja-, 
más    palabras    pacíficas    sino    destempladas,   y   que 
tmbanMa    paz      de    la     república.     Esto     dijeron 
los  viejos,     y    nosotros    lo    vemos    por    espenencia. 
La  borrachera  deshonra  á  los  hombres  nobles  y  ge- 
nerosos, y  tiene  en  sí  todos  los  males:   no  sin  causa 
se  llama  beleño  y   cosa  que  enagena  del   seso,   co- 
mo la  yerba  que   se  llama  tlapatl  6   omisitl  Muy  oien 
diio  el  que  aseguró  que  el  borracho  es  loco  y  hom- 
bre sin  seso,  que  siempre  come  el  tlapatl  y  omisitl:  es- 
te tal  con  nadie  tiene   amistad,   á  nadie    respeta;  es 
testimoniero,    mentiroso,    sembrador    de    discordias, 
es  hombre  de  dos  caras  y  de  dos  lenguas:  es  como 
culebra  de  dos  cabezas  que   muerde   por  una  y  otra 
parte;  no   solamente  estos  males  ya  dichos  proceden 
de  la  borrachería,  muchos  mas  tiene,  pues  el  borra- 
cho nunca  tiene  sosiego  ni  paz,  jamás  esta    alegre, 
ni  come,  ni  bebe  con  quietud  ni  en  paz.  Muchas  ve- 
ces lloran    estos  tales   y  siempre    están  tristes:    son 
vocingleros  y  alborotadores  de   las  casas  agenas:  des- 
pués  que  han  bebido,  cuanto    tienen  hurtan    de   las 
casas  de  sus   vecinos,  las    ollas,  los  jarros,  platos   y 
escudillas;  ninguna   cosa  dura  en  su  casa,  ni  medra 
en  ella;  todo   es  pobreza  y  mala  ventura:  no  hay  allí 
plato,  ni  escudilla,  ni  jarro;  tampoco  tiene  que  vestir- 


se  ni  con  que  cubrirse,  ni  que  calzar,  ni  en  que  dor- 
mir: sus  hijos  y  todos  los  de  su  casa  andan  sucios, 
rotos,  andrajosos,  y  cubren  sus  hijas  con  algún  an- 
drajo roto  sus  vergüenzas,  porque  el  padre  borracho 
de  ninguna  cosa  tiene  cuidado,  ni  de  la  comida,  ni 
de  los  vestidos,  ni  de  los  de  su  familia.  Por  esta  ra- 
zón los  reyes  y  señores  que  reinaron  y  poseyeron  los 
estrados  y  tronos  reales,  que  vinieron  á  decir  las  pa- 
labras de  dios  á  sus  vasallos,  mataron  á  muchos  que- 
brándoles las  cabezas  con  piedras,  y  ahogándolos  con 
sogas.  Ahora  os  amonesto  y  mando  aquí  á  voces, 
á  vosotros  los  nobles  y  generosos  que  os  halláis  pre- 
sentes y  sois  mozos,  y  á  vosotros  también  los  vie- 
jos que  sois  de  la  parentela  real,  que  dejéis  del  to- 
do la  borrachera  y  embriaguez,  conviene  á  saber,  el 
vctli  y  cualquiera  cosa  que  embeoda  y  que  aborre- 
cieron mucho  vuestros  antepasados.  El  vino  no  es  co- 
sa que  se  debe  usar,  no  pues  moriréis  ciertamente  si  no 
lo  bebiereis;  ruegoos  á  todos  que  lo  dejéis,  y,  tam- 
bién á  vosotros  los  valientes  y  esforzados,  que  en- 
tendéis en  las  cosas  de  la  guerra,  os  mando  que  lo 
dejéis.  Tú  que  estás  aquí  ó  adonde  quiera  que  te  ha- 
lles que  lo  has  ya  gustado,  déjalo,  vete  á  la  mano, 
no  lo  bebas  mas,  pues  que  no  morirás  si  no  lo  be- 
bieres; y  aunque  se  te  pone  este  precepto,  no  te  andan 
guardando  para  que  no  le  bebas:  si  le  bebieres,  ha- 
rás lo  que  tu  corazón  desea,  harás  tu  voluntad  en 
secreto  y  en  tu  casa;  pero  nuestro  señor  dios  á  quien 
ofendes  y  que  vé  todo  lo  que  pasa,  aunque  sea  den- 
tro de  las  piedras  y  de  los  maderos,  y  dentro  de 
nuestro  pecho,  todo  lo  sabe  y  todo  lo  vé,  aunque 
yo  ni  te  veo  ni  sé  lo  que  haces;  mas  dios  que  te 
vé,  publicará  y  echará  tu  pecado  en  la  plaza:  ma- 
nifestarse ha  tu  maldad,  suciedad  y  todo  cuanto  eje- 
cutes por  via  de  hurto  que  hagas,  ó  por  via  de  pa- 
labras injuriosas  que  digas.  Por  ventura  te  ahorca- 
rás ó  te  echarás  en  algún  pozo,  ó  te  precipitarás  de 


97 

alguna  sima,  ó  hundirás  en  algún  barrisco  abajo,  que 
este  será  tu  fin;  y  si  voceares,  gritares,  ó  braveares, 
ó  estando  ya  borracho  te  echares  en  el  camino  á 
dormir,  ó  en  la  calle,  ó  anduvieres  á  gatas  de  ebrio, 
serás  al  fin  preso  de  la  justicia,  castigado,  azota- 
do, reprendido,  y  afrentado  en  presencia  de  muchos, 
y  allí  serás  muerto  ó  te  quebrarán  la  cabeza  en  una 
losa,  ó  te  ahogarán  con  una  soga,  ó  te  asaetarán; 
ó  por  ahí  te  tomarán  cuando  comas  ó  cuando  be- 
bas, ó  por  ventura  llegarán  sobre  tí  cuando  estu- 
vieres en  acto  carnal  con  alguna  muger  agena,  ó  cuan- 
do estáis  hurtando  en  alguna  casa  las  cosas  que  están 
guardadas  en  las  cajas  y  petlacallis;  y  por  esa  mis- 
ma causa  te  quebrantarán  la  cabeza  con  losa,  ó  te 
echarán  arrastrando  en  la  plaza,  en  el  camino,  ó  en 
la  calle,  y  así  te  infamarás  á  tí  y  á  tus  antepasa- 
dos, y  dirán  de  ellos:  „¡ah!  á  este  bellaco  dejaron  su  pa- 
dre y  su  madre  mal  castigado,  mal  disciplinado  y 
mal  criado,  los  cuales  se  llamaban  N  y  N,  y  bien 
lo  parece  en  las  constumbres,  como  lo  que  se  siem- 
bra nace  semejante  á  la  semilla;  6  por  ventura  di- 
rán" ¡ó  mal  aventurado  de  hombre  deshonrador^  de 
sus  mayores,  los  cuales  dejaron  y  engendraron  á  un 
bellaco  como  éste,  que  ahora  los  deshonra  y  aver- 
güenza! O  quizás  dirán  ¡gran  bellaquería  ha  hecho 
este!  ¿y  aunque  seas  noble  y  del  palacio  dejarían 
de  decir  de  tí?  ¿y  aunque  seas  generoso  é  ilustre?  No 
por  cierto;  quieroos  poner  el  ejemplo  de  un  princi- 
pal de  Cuauhtitlan  que  era  generoso,  y  se  llamaba 
Tlachinoltzin.  Este  era  ilustre,  tenia  vasallos  y  tenía 
servicio,  mas  el  udli  le  derrocó  de  su  dignidad  y  es- 
tado porque  se  dio  mucho  al  vino  y  se  emborracha- 
ba mucho.  Todas  sus  tierras  vendió  y  gastó  embor- 
rachándose, el  precio  de  ellas:  después  que  hubo  aca- 
bado de  beber  el  precio  de  sus  heredades,  comenzó 
á  beber  el  precio  de  las  piedras  y  maderos  de  su 
casa;  todo  lo  vendió  para  beber,  y  como  no  tuvo  mas 


H 


m 


98 
que  vender,  su  muger  trabajaba  en  hilar  y  en  tejer,  pa- 
ra  con  el  precio  comprar  uctli    para  beber.  Este  so- 
bredicho que   era  tlacatecatl  [a]  y   muy  esforzado,  va- 
liente  y  muy  generoso,  algunas  veces   acontecía  que 
después  de  borracho  se  tendía  en  el  camino  por  don- 
de pasaba  la  gente,  y  allí  estaba  todo  lleno  de  pol- 
vo, sucio   y  desnudo:  y  aunque  era  gran  persona,  no 
dejaron  de  decir,  reír,   y  mofarse  de    él  y  castigarle. 
La  relación   y  fama   de  este  negocio  llegó  hasta  Mé- 
xico á  los    oídos  de  Moctkecuzoma,  rey  emperador  y 
señor     de    esta    tierra    y    él    le   atajó,  porque    man- 
dó   y  encargó     al   señor   de     Cuauhtitlan   que  se  lla- 
maba Aztatzon,   que  obrase  contra  él  aunque  era  her- 
mano  menor   del   dicho    Thlchinotzin,   y  no   obstante 
de  ser  persona    muy   principal  y    tlacatecatl,  no  disi- 
mularon con  él,  ahogáronle    con  una     soga,    y    así 
el    pobre     tlacatecatl,    murió    ahorcado    solo    porque 
se   emborrachaba  muchas  veces.  ¿Quien  podrá  decir 
los  que  fueron  muertos  por   este  vicio  de  nobles,  se- 
ñores y  mercaderes?  ¿y  cuantos   murieron  de  los  po- 
pulares por  este   mismo  caso?   ¿quién  lo    podrá   de- 
cir ni  contar?  Y  á  vosotros  que  sois  hombres  osforza- 
dos,  soldados  valientes,  preguntóos   ¿ha   mandado    al- 
guno de   los  señores  que   se  beba  uctli,  que  vuelve  lo- 
cos á  los  hombres?  nadie  por  cierto.  ¿Es  por  ventu- 
ra  necesario   para  la    vida   humana?  no   por  cierto; 
pues   cualquiera  que   tu  seas,  si  te  emborrachares  no 
podrás  escaparte  de   mis  manos,   te  prenderé,  te  en- 
carcelaré, porque  el  pueblo,  sefíorio  y  reino,  tienen  mu- 
chos ministros  para  prender,  encarcelar,  y  matar    á 
los  delincuentes,   y  te  pondrán   por  ejemplo  y  espan- 
to de  toda  la  gente,  pues  que  serás  Castigado,  y  ator- 
mentado  conforme  á    tu   delito,  ó    serás  ahogado   y 
echado  en  los  caminos,  y  en  las  calles,  ó   serás  con 
piedras  muerto,   y   toda  la  gente  se  espantará  de  tí, 

(a)    O  sea  oficial  general. 


porque  cuando  seas  echado   por  las  calles,   y    cuan- 
do esto    te    acontezca,   no  te  podré  yo   valer  de   la 
muerte   6   del  castigo,  pues   que   tu    mismo   por    tu 
culpa  caíste,  y   te  arrojaste  en  las  manos  de  los  ver- 
dugos y  matadores,  y  provocaste  la  justicia  contra  tí. 
¿Habiendo  tu  hecho   esto,  como  te   podré  yo    librar? 
no  es  posible,   sino  que   pasarás   por  la    pena   acos- 
tumbrada:  por   demás   será  mirarme   ni   esperar   que 
yo  te  tenga  de    escapar,  porque   ya  estás  en   la  boca 
del  león.  Aunque   seas  mi  amigo,  aunque  seas  mi  her- 
mano menor  ó   mayor,  yo  no   te   podré  socorrer;  por- 
que ya  eres  hecho  mi   enemigo,  y  yo  tuyo  por  la  vo- 
luntad de  nuestro  señor  dios,   el  cml  nos  dividió,  [a]  y 
yo  tengo  de   ser  tu  contrario,  y  pelear  contra  tí,  y  te  sa- 
caré aunque    estés  debajo  de  la  tierra,  ó    debajo  del 
agua  escondido.   Mira   ¡oh    malhechor!    que    el    vcth 
nadie  te  lo  manda   beber,  ni  conviene  que  lo   bebas: 
mira  que  las  cosas   carnales  son  muy  feas,  y   todos 
conviene  que   huyan  de  ellas,  conviene  que  nadie  hur- 
te, ni  tome  lo  ageno.  Lo  que  habéis  de  desear  y  bus- 
car son  los  lugares  para  la  guerra  señalados  que  se 
llaman  Tevaienpan,   Tlachinoltenpan,  donde  andan,  viven 
y  nacen  los  padres  y  madres   del  sol,  que  se   llaman 
Tlacatscatl   Tlacochcalcatl,  que  tienen  cargo  de    dar  de 
comer   y  beber  al  sol,  y  á  la  tierra,  con   la  sangre  y 
carne   de  sus  enemigos.  Estos  son  los  que  tienen  por 
riqueza  la  rodela  y  las  armas,  y  allí  merecen  las  ore- 
geras  ricas,  y  los  bezotes  preciosos,  las  borlas  de  la 
cabeza,    las     ajorcas  de   las    muñecas,  y   los   cueros 
amarillos  de  las  pantorrillas.  (b)  Allí  merecen,  allí  ha- 
rá)    Esta  es  la  mas  hermosa   precisión   que    puede   formarse  pa- 
ra hacer  justicia  sin   ascepcion  de   persona,   y   sin  respeto   á  los  vín- 
culos  de  la  carne,     sangre  y  amistad.    Te    hiciste   enemigo   de   la 
lev  V  rnio  que  yo    ejecuto.  .     .       , 

(b)  Todas  estas  eran  señale*  de  distinción,  honor  y  premio,  co- 
mo entre  nosotros  las  cruces,  las  bandas,  las  espadas,  ó  el  cordón 
de  la  legión  de  honor  á  que  aspiran  nuestros  militares. 

Tom.lL  1* 


16© 
Han  las  euentas  de  oro,  y  las  plumas  ricas:  todas  es- 
tas cosas  las  ganan,  y  les  son  dadas  con  mucha  ra- 
zón porque  son  valientes:  allí  se  gana  la  riqueza,  y 
el  señorío  que  nuestro  señor  dios  tiene  guardado,  y 
los  dá  á  los  que  lo  merecen,  y  se  esfuerza  contra 
sus  enemigos.  También  allí  merecen  las  ñores  y  ca- 
ñas de  humo,  y  la  bebida  y  comida  delicada,  y  los 
maxtles  y  mantas  ricas;  y  también  las  casas  de  se- 
ñores, y  los  maizales  de  hombres  valientes,  y  la  re- 
verencia y  acatamiento  que  les  és  dada  por  su  va- 
lentía: también  son  tenidos  por  padres  y  madres, 
y  por  amparadores  y  defensores  de  su  pueblo  y  pa- 
tria, donde  se  amparan  y  deñenden  los  populares  y 
gente  baja,  como  á  la  sombra  de  los  árboles  que  se 
llaman  puchotl  y  avehetl,  y  se  defienden  del  sol.  Nota  bien 
tú  que  presumes  de  hombre,  que  aquel  ó  aquellos 
que  fueron  ilustres,  grandes  y  famosos  por  sus  obras 
notables,  son  como  tu,  y  no  de  otro  metal,  ni  de 
otra  materia  que  tú:  son  tus  hermanos  mayores  y 
menores:  su  corazón  es  como  el  tuyo,  su  sangre  es 
como  la  tuya,  sus  huesos  como  los  tuyos,  su  carne 
como  la  tuya;  el  mismo  dios  que  te  puso  á  tí  el  es- 
píritu con  que  vives,  y  te  dio  el  cuerpo  que  tie- 
nes, ese  mismo  dio  aquel  espíritu  y  cuerpo  con  que 
viven,  ¿Pues  qué  piensas,  é  imaginas?  ¿crees  que  es 
de  madera,  ó  piedra  su  corazón  y  su  cuerpo?  tam- 
bién llora  como  tú,  y  se  entristece,  ¿hay  alguno  que 
no  ama  el  placer?  Pero  porque  es  recio  su  corazón 
y  macizo,  se  vá  á  la  mano,  y  se  hace  fuerza  para 
orar  á  dios,  para  que  su  corazón  sea  santo  y  virtuo- 
so: llégase  devotamente  á  Dios  todopoderoso  con  llo- 
ros y  suspiros:  no  sigue  el  apetito  de  dormir:  á  la 
inedia  noche  se  levanta  á  llorar  y  suspirar,  y  llama 
y  clama  á  dios  todopoderoso  invisible,  é  impalpa- 
ble: llámale  con  lágrimas:  ora  con  tristeza:  demánda- 
le con  importunación  que  le  dé  favor;  de  noche 
Vela:  en  el    tiempo   d§  dormir,  no  duerme,  y  si   es 


101 
muser  cuerda  y  sabia,  duerme  aparte:  en  otro  lugar 
de  lasa  hace  ¡a  cama,  y  allí  vela  y  «*-££*• 
cuando  será  hora  de  levantarse    a  barreí  la  casa,    a 
encender  fueao,  y  por  esto  la  mira  dios  con  mise- 
^ordia  por  es toyil  hace  mercedes  aquí  en  este  mun- 
do  Para  que  tenga  de  comer  y  beber    y  que  no  se- 
na de  donde  le  viene  la   abundancia  Lo   que  smm- 
^ra  en  sus  heredades  crece,  y  multiplícase:  H  quiere 
tratar  en  el  mercado,  todo  lo  que  á  él  lleva  se  le  ven- 
de á  su  voluntad.  También  por  esta  causa  de   su  ve- 
far  v  orar?  le  hace  merced  Dios  de  buena  muerte,  y 
al  varón  le  hace  merced  de  que  sea  fuerte   valiente 
y  vencedor  en  la  guerra,  y  de  que  sea  contado  en- 
tre los   soldados  esforzados  y  animosos  que  se    llaman 
^HelMo^peñatl;  y  también  trácele  ^ed  de  „ 
nuezas   Y  deleites,  y  de  otros  regalos  que  el  suele  oar 
f  los  que  le  sirven,  y  también  le  dá  honra  y  fama.  ¡Oh 
fieros!  ó  señora  de  pueblos   y    provincias jme 
hacéis?  no  conviene  que  por   razón  de  1 ***"*>;£ 
de  estar  envueltos  en  vicios  carnales,  haga   burla  üe 
nosotros  la  gente  popular:    idoos    á  la  guerra  y  a  los 
Tugares  de  fas  JalL,  que  se  llaman  *M  en 
"onde  nuestro  padre   y  nuestra   madse     el   sol,  y  el 
dLs  de Ta  tiería,  señalan,  anotan  y  ponen  por  escri- 
to  v  almagran  a    los  valientes  y  esforzados,  que  se 
egeLitla  I ,  fe  milicia,  ¡Oh  mancebos   nobles   y  cria- 
dos en  los   palacios,  entre  la   gente  noble    ,ün  nom 
bres  valiente",  y  animosos  ^^^iXtvZ- 
hiceis?  qué    habéis  de   ser?  Ausentaos  de   lob  pue 
Hos    id  en  nos  délos   soldados   viejos   á  la   guerra; 

b¿x¡zs3B  ?£&£££. 

ble  que   os    vayáis  y  os  mováis  a  ir  tras  de  aque 


• 


4  i! 


102 

líos  que  ya  gozan  de  las  riquezas  del  sol?  Levantaos, 
idos  acia  el  cielo  á  la  casa  del  sol:  ¿no  será  posi- 
ble por  ventura  apartaros  de  las  borracherías  y  car- 
nalidades en  que  estáis  envueltos?  (b)  Bien  aven- 
turados son  aquellos  mancebos,  de  los  cuales  se  di- 
ce y  hay  fama,  que  ya  han  cautivado  algunos  en 
la  guerra,  ó  por  ventura  ellos  fueron  cautivados  por  sus 
enemigos,  y  entrados  en  la  casa  del  sol.  N.  y  N. 
nuestros  sobrinos  y  parientes,  ya  están  reposando, 
y  sus  padres  y  madres  llorando  y  suspirando  por 
ellos,  y  están  derramando  lágrimas;  y  si  eres  medro- 
so y  cobarde,  y  no  te  atreves  á  las  cosas  de  la 
guerra,  vete  á  labrar  la  tierra  y  á  plantar  maizales, 
serás  labrador,  y  como  dicen,  serás  varón  en  la  tier- 
ra, y  por  aquí  habrá  misericordia  de  tí  nuestro  se- 
ñortodo  poderoso,  y  de  lo  que  sembrares  en  los  came- 
llones gozarás  después  que  naciere,  y  se  criare. 
Siembra  y  planta  en  tus  heredades  de  todo  género 
de  plantas,  como  son  magueyes  y  árboles,  y  gozarán 
de  ello  tus  hijos  y  nietos  en  el  tiempo  de  hambre, 
y  aun  tu  también  gozarás  de  ello;  comerás  y  bebe- 
rás de  tus  trabajos  ¡Oid  con  atención  vosotros  los 
los  nobles  y  generosos!  principalmente  enderezo  mis 
palabras,  á  tí  que  eres  ilustre  y  de  sangre  real.  Ten 
cuidado  del  ejercicio  de  tañer  y  de  cantar  en  co- 
ros, porque  es  ejercicio  propio  para  dispertar  los 
ánimos  á  la  gente  popular,  que  se  huelga  dios  de  oír- 
lo, porque  es  lugar  á  proposito  para  demandar  á  Dios, 
cada  uno  lo  que  quisiere,  y  para  provocarle  á  que 
hable  al  corazón;  porque  cuando  es  llamado  con  de- 
voción, para  que  dé  su  ayuda  y  favor,  hace  merce- 
des. En  este  ejercicio  y  en  éste  lugar,  se  meditan, 
se    consideran,    é    inventan    los    negocios   y  ardides 

(b)  Estas  mismas  preguntas  hacia  yo  en  el  fondo  de  mi  cora- 
zón á  ciertos  preciados  de  patriotas  mirándolos  pasear  en  México 
cuando   los   españoles  ocupaban  nuestras  costas. 


103 
de  la  guerra.  Aunque  habéis   elegido  á  vuestro  se- 
ñor emperador,  no  vivirá   para    siempre,   ni    sera  su 
vida  Tomo  vida  de  árbol  ó  de   peña  que   dura  mu- 
cho: ¿acaso  nunca  se  morirá,  ó  ha  de  vivir  para  siem- 
pre   ¿;por  ventura  no  ha  de  haber  otro  señor  después 
de  éP   sí,  que  elección  habrá  andando  el  tiempo    de 
otro  'señor;  y  de    otros  senadores,  cuando   murieren 
L  que    ahora   son,  y  cuando  por  bien  tuviere  nues- 
tro señor   de  ponerle  en  su  recogimiento.  ¿Estas  por 
ventura  contento?  ¿está  por  ventura  satisfecho  tu  co- 
razón,  porque    haces  y  negocias   lo  que    quieres?   ¿o 
por  ventura  estás  puesto  en  un  rincón,  y  no  se  na- 
ce cuenta  de   tí,  y  vives   como  solitario,   apartado  y 
olvidado?  ¿Por  ventura  faltando  los    que  ahora  rigen 
la  comunidad,  irá   á   alquilar   á  alguno   á  otra  par- 
te ó  á  otro  reino,  para  que  le  rija  y  posea   el  trono 
real,  y  tenga  cargo  de  los  valientes,  esforzados  y  cau- 
tivos que   entienden  en  el  ejercicio  militar?  Mira,  si 
te  llegares  á  Dios,  y  te   hicieres  familiar  de   los  que 
rigen,  y  te  deleitares  con  ellos  como  en  bodas,  harás  co- 
mo hace  la  muger  que  se  muestra   en  publico  ata- 
viada y  galana,  para   que  la  quieran  y  la^  deseen;  y 
si  te  quieres  estrañar   y  hurtar  el  cuerpo   a  tu  comu- 
nidad? aunque  te  hagas   vendedor  de  hortalizas,  y  le- 
ñador, que   andes  en  los  montes  á  traer  lena,  de  allí 
te  sacará  dios,   y  te  pondrá  en  los  estrados,  y  te  da- 
rá  cargos  de  regir   el  pueblo  ó  señorío,  y  te  hará  que 
lleves   acuestas  ó  en  los  brazos  algún  oficio  de  la  re- 
pública, ó  la  dignidad   real:  ¿En  quien  tenéis  puestos 
los   oíos?  ¿á  quien  esperáis  que  os  venga  a  regir?  ¿que 
hacéis,  ó  hombres  generosos  é   ilustres   y   de  sangre 
real?  ¿de  quien  huís?  ¿de  quien  os  apartáis?  ¿os  apar- 
tais  de    vuestro   pueblo  y  comunidad?  Y  vosotros,  o 
valientes  hombres  y  esforzados,  y  padres   de   la  mi- 
licia ¿no   sabéis  que  el  reino   y  señorío   tiene  necesi- 
dad de    dos  ojos,   de    dos    manos,    y    de    dos   pies? 
¿no  sabéis    que    necesita   de   padre    y   madre  para 


I 


104 

que  le  laben  y  le  limpien,  y  de  quien  le  enjugue  las 
lágrimas  cuando  llorare?  también  tiene  necesidad 
de  personas  que  sean  ejecutores  de  los  mandamien- 
tos de  los  que  rigen,  [a]  y  estos  que  son  ministros 
de  la  guerra  y  de  la  república,  irán  por  tí  adon- 
de estuvieres  cogiendo  yerbas,  ó  haciendo  leña,  ó  ca- 
mellones en  los  sembrados,  y  te  llevarán  al  trono  y 
al  estrado  real,  para  que  tú  consueles  á  la  gente 
popular  en  sus  aflicciones  y  necesidades;  y  pondrán 
en  tus  manos  las  cosas  de  la  justicia,  que  és  co- 
mo una  agua  muy  limpia  para  labar,  y  donde  se  puri- 
fican las  suciedades  ó  delitos  de  la  gente  popular.  Tú 
tendrás  cargo  de  mandar  castigar  á  los  delincuentes, 
y  á  tí  te  tomará  por  su  cara,"por  sus  orejas,  boca 
y  pronunciación  nuestro  señor  dios  que  está  en  to- 
do lugar,  y  tu  hablarás  sus  palabras.  Ruegoos,  ó  no- 
bles y  personas  de  palacio,  y  descendientes  de  la 
sangre  real,  y  también  á  vosotros  hombres  fuertes, 
como  águiks  y  como  tigres  que  entendéis  en  las  co- 
sas de  la  milicia,  que  miréis  por  todas  partes  don- 
de tenéis  algún  delecto  ó  alguna  mancha  acerca  de 
vuestras  costumbres.  Mirad  que  tal  está  vuestro  co- 
razón, si  es  piedra  preciosa  ó  zafiro,  si  está  cual 
conviene  para  el  regimiento  de  la  república,  y  si  por 
ventura  estáis  sucios  ó  manchados,  y  vuestras  eos- 

(a)  Para  este  negocio  de  ejecutar  la  justicia,  habia  dos  per- 
sonas principales,  uno  que  era  noble  y  del  palacio,  y  otro  capitán 
y  valiente  que  era  del  egercicio  de  la  guerra.  También  sobre  los 
soldados  y  capitanes,  habia  dos  principales  que  regían,  el  uno  que 
era  Tlacateccatl  y  el  otro  Tlacochtecutli:  el  uno  de  los  dichos  era 
pilli,  y  el  otro  principal  en  las  cosas  de  la  guerra,  y  siempre  pa- 
reaban un  noble  con  un  soldado  para  estos  oficios.  También  pa- 
ra capitanes  y  generales  de  las  cosas  de  la  guerra  pareaban  dos 
uno  noble  ó  generoso,  y  del  palacio,  y  otro  baliente,  y  muy  eger- 
citado  en  la  guerra:  el  uno  de  estos  se  llamaba  Tlacaccatl  y  el 
otro  Tlacochcalcatl:  estos  entendian  en  todas  las  cosas  de  la  guer- 
ra, y  en  ordenar  todas  las  cosas  que  concarnixian  á  las  cosas  de 
la  milicia.   Del  autor. 


í  05 
lumbres  son  malas,  porque  os  emborracháis  y  andáis 
como  locos,  y  bebéis  y  coméis  lo  que  no  os  convie- 
ne; no  sois  para  regir,  ni  convenientes  para  los 
estrados,  ni  para  el  señorío;  y  si  por  ventura  sois 
carnales  y  sucios,  y  dados  á  cosas  de  lujuria,  no  sois 
para  el  palacio  ni  para  vivir  entre  los  señores:  si  por  ven- 
tura sois  inclinados  á  hurtar  y  tomar  lo  ageno,  y  hur- 
táis y  robáis,  no  sois  para  ningún  oficio  bueno.  Exa- 
minaos, y  miraos  si  sois  tales,  que  merezcáis  lle- 
var acuestas  el  pueblo  y  su  regimiento  y  gobierno,  y 
para  ser  madre  y  padre  de  todo  el  reino.  Por  cier- 
to si  sois  viciosos  como  arriba  se  dijo  ¿sois  por  ven- 
tura para  tal  oficio?  por  cierto  que  nó,  sino  que 
sois  dignos  de  castigo  y  reprehensión:  merecéis  ser 
confundidos  y  afrentados,  y  andar  azotados  como  per- 
sona vil;  y  también  merecéis  enfermedades,  como  ce- 
guera ó  tullimiento,  y  merecéis  andar  rotos  y  su- 
cios, como  un  hombre  miserable,  por  todos  los  días 
de  vuestra  vida,  y  que  nunca  tengáis  placer  y  des- 
canso, ni  contento  alguno;  dignos  por  cierto  sois  de 
toda  aflicción  y  de  todo  tormento.  ¡Oh  amigos  y  se- 
ñores mios!  estas  pocas  palabras  os  he  dicho  para 
Vuestra  consolación,  y  para  animaros  al  bien,  y  es- 
forzar vuestras  voluntades;  también  con  esto  cumplo 
con  lo  que  debo  á  mi  oficio,  y  cuando  se  ofrecie- 
re en  alguna  vez  que  encontrareis  con  vuestros  peca- 
dos, acordaos  y  decid,  ya  oímos  lo  que  nos  dijo,  y 
lo  menospreciamos.  Deseo  que  con  paz  y  sosiego 
os  gobierne  nuestro  señor  dios:  ¡oh  muy  amados  mios! 
otra  y  otra  vez  os  ruego,  que  notéis  lo  que  habéis 
oído.  Deseo  que  poco  á  poco  lo  deseis  y  ejercitéis, 
no  haya  nadie  que  se  descuide:  si  por  ser  descui- 
dados ó  por  menosprecio,  dejareis  y  desentendiereis 
estas  cosas,  ¿á  quien  podráis  echar  la  culpa  sino  solo  á 
vosotros?  Y  los  que  pusiereis  por  obra  estas  cosas, 
y  las  guardareis  en  vuestros  corazones,  y  las  apreta- 
reis en  vuestras  manos,  haréis  bien  con  vosotros  mismos  y 


1  ■■!'  i;¡; 


106 

misericordia.  Con  esto  viviréis  consolados  sobre  la 
tierra,  y  aumentareis  vuestra  fama  para  con  los  vie- 
jos y  ancianas  personas:  á  los  demás  daréis  buen 
ejemplo  para  seguir  la  virtud.  No  tengo  mas  que  de- 
cir sino  que  ruego  á  nuestro  señor  Dios  que  os  dé 
mucha  paz,  y   sosiego. 

CAPITULO  XV. 

Después  de  la  plática  del  señor,  se  levanta  otro  principal 
y  hace  otra  al  pueblo  en  presencia  del  mismo  rei,  en- 
careciendo las  palabras  que  este  dijo,  engrandeciendo  su 
persona  y  autoridad,  y  reprehendiendo  con  agrura  los  vi- 
cios que  él  tocó  en   su  plática. 

¡Oíd  con  atención  los  que  presentes  estáis,  hom- 
bres y  mugeres!  vuestro  señor  y  rei  os  ha  hablado 
personalmente:  él  os  ha  platicado  cosas  muy  pre- 
ciosas, morales  y  necesarias;  ha  sembrado  en  vues- 
tra presencia  chalchivites  y  zafiros,  piedras  muy  ra- 
ras y  dignas  de  ser  estimadas,  que  los  señores  y 
grandes  personas  tienen  atesoradas  en  su  pecho,  los 
señores  que  sustentan  la  tierra  con  su  doctrina  y 
leyes:  ha  abierto  en  vuestra  presencia  sus  petlaca- 
llis,  y  cajas  donde  tiene  depositadas  sus  riquezas, 
y  donde  está  acopiado  el  tesoro  de  los  grandes  y 
sabios,  para  amonestar  y  doctrinar  á  sus  vasallos; 
y  pues  habéis  oído  y  visto  lo  que  ha  dicho  y  he- 
cho, no  es  razón  que  ninguno  de  cuantos  aquí  es- 
tais  dejéis  de  considerar  la  obligación  en  que  os 
ha  puesto  vuestro  señor  habiéndoos  hablado  la  mis- 
ma persona  del  rei;  y  así  sois  obligados  á  guardar 
lo  que  habéis  oído,  no  obstante  de  que  están  pre- 
sentes muchos  senadores  sabios  y  retóricos,  que  pu- 
dieran hablar  en  su  nombre,  porque  ellos  tienen  es- 
te oficio  y  cargo  de  hablar  al  pueblo,  y  manifestar- 
les las  leyes   que  dicta  el  señor  rei.  Al  presente  03 


_ 


'107 
ha   dirijido   la   palabra  por    el   sentimiento  que    tie- 
ne  su  corazón  é   interés  que  toma  por  vuestras  cos- 
tumbres  y   manera  de    vivir:  tened   por  cierto   ¡ó  pue- 
blo!   y  no   dudéis,  que   él  es  vuestra   verdadera    ma- 
dre,  y  sí,  los  que  os  dieron    el  ser,  no   os  aman  mas 
que  el  señor  que  os  ha  hablado.  El   te  dá  doctrina -y 
luz   para  que   vivas,   y  modo  conque    valgas;   los  que 
te   engendraron  tal  vez   no  te  hicieron  tamaño  bene- 
ficio. '¡Oh  pueblo!  has  venido  aquí  á  conocer  á  tu  ver- 
dadero padre  y  madre,  á  quien  has  de  obedecer,  amar, 
y   tener  por  tu   verdadera  riqueza  y  bienaventuranza; 
tu  que  tienes  padre  y  madre,  que  eres  generoso  é  ilus- 
tre, ó  de   generación   de   gente  valerosa  que   se  ejer- 
cita en  la  milicia,  ó  eres  hijo  de  algún  hombre    ri- 
co, que  has  nacido  y  te  has  criado  en    regalo:  ¿no 
recibes  las   palabras  y  doctrina   que  te    dá  tu  padre 
y  madre?  pues  helo  aquí    en  el  mismo  rey  y   señor,  cu- 
yas  palabras   debes  de    recibir   y   guardar   en  tu   co- 
razón, y   tener  su  doctrina  por  espejo.  A  él  debes  obe- 
decer, y  si  á  él  no  prestas  obediencia    ¿á  quien  obe- 
decerás? ¿quien  vendrá   en  su   lugar?    ¿á  quien    espe- 
ras para  obedecerle?   Si  por  ventura  no  recibieres  es- 
ta doctrina,  haz  como  te  pareciere   que  sobre  tí  ven- 
drá  tu  merecido;    pues  que    estás  en   la   ira   de  dios, 
no   es   posible  sino  que  sobre  tí  venga   en   breve,  ó 
que    esté  ya    en  el    camino    algún    gran    mal:    quizá 
viene  sobre  tí   algún   espantoso  hado,   ó  algún  traba- 
joso ó  riguroso   castigo   de  nuestro   señor  dios.   Por 
ventura  haz  merecido  que  antes   de  tiempo   seas  cie- 
go  ó   tullido,  ó  que   te  pudras  con   alguna  enferme- 
dad, ó  acaso   andarás  pobre  y  miserable,  sucio  y  ro- 
to, y  te  verás  y  te  desearás.  Pues  dime  ahora  ¿qué 
es  lo   que  quiere   tu  corazón?  ¿quieres   que  te  venga 
á  hablar  nuestro  señor  dios  en  figura  de  hombre,  y 
con  palabras   de   tal?    ¿Entonces   recibirás  y  tomarás 
su  consejo?   ¿Entonces  se    satisfará   tu  corazón?    ¡Oh 
grandísimo  bellaco!  di,  ¿qué  quieres?  ¿qué  piensas  de 
^Tóm.  II.  15 


108 

tí?  ¿quien  eres  tú?  aquí  manifestamos  lo  que  debes  ser,  y 
sacamos  en  público  como  de  cofre  y  de  caja:  aquí  derra- 
mamos y  esparcimos  delante  de  tí  cuentas  de  oro,  plu- 
mas ricas,  piedras  preciosas  muy  finas  y  muy  raras,  que 
no  se  suelen  dar,  ni  se  suelen   decir,  y  que  están  ate- 
soradas en  los  depósitos  de  los   grandes  señores,  que 
solo   ellos  las   poseen.  ¡Oh  hombre  malvado!  ¿por  ven- 
tura por  tí   solo   fué  elegido  y  enviado  tu  señor  y  rey 
N.,  gran  señor,  muy    regalado,    muy   querido  y  gran 
príncipe?  y  por  tí  solo  derramamos  y  esparcimos  los 
tesoros   que  tenia  en   su   corazón?     ¿Piensas   perver- 
so que   son  pocos  los  negocios  en   que  entiende?  ¿Sa- 
bes de   qué  naturaleza     es    el   regimiento  de  cuanto 
posees?  ¿Sabes  los  trabajos  que  hay  en  el  gobierno  de  la 
república?  por  cierto  que  no,  ni  lo  consideras:  sabe  que 
todos  los  dias   y  noches   de   este  mundo,  no   cesa  de 
llorar   por   tí,  y  por  otros  bellacos  como  tu.  Este  se- 
ñor y  rey  que  aquí   ves,  todos  los  dias  y  noches  an- 
da de  rodillas  y   de    codos,   orando  y  gimiendo   por 
tí  delante  de  dios,  para   saber  como  se  habrá  en  re- 
girte y  llevarte  acuestas  los   dias  que   viviere,  y  pa- 
ra saber  en  los  años  que  le  restan  de  la  vida  como   te 
conducirá    y   guiará    por     camino    derecho,    y    para 
saber  que  és  lo  que  dios  ha  de  hacer  de  tí,  y  que  es  lo- 
que está  determinado  de  tu  persona,  en  los  cielos  y  en  el 
infierno;   ó  si  por  ventura  estás  desamparado   y  dese- 
chado.  ¿Acaso   tú    tienes  cuidado   de  las  cosas   ad- 
versas y  espantables  que  han    de  venir,   que    no   las 
vieron,  pero   temieron  los  antiguos  y  antepasados?   (a) 
¿Tienes   cuenta  y   cuidado    con  los    eclipses  del  sol, 
ó   con  los   temblores   de  la   tierra,  ó  con  las  tempes- 
tades  de  la   mar,  ó  con  los  rompimientos  de  los  mon- 
tes?  ¿La   tienes    de  la  angustia  que   se   siente  cuan- 
do  vienen    diversas  tribulaciones  y    desasosiegos   de 
todas  partes,   y  cuando  mirando  á  todas  ellas  no  hay 

(a^     Esto  dice  relación   á  las    predicciones   sobre  la  venida    fu.- 
tura  de  los  españoles  en   que    meditaban    los    reyes    de  México. 


109 
favor  ninguno?  ¿Proveerás   por  ventura    tu,  y  es  á  tu 
cargo  el   pensar   cuando  se   levantara    guerra,   cuan- 
do tendrán  los  enemigos  á   conquistar  el  remo,    se- 
ñorío ó  pueblo   en  que  vives?   ¿Es  á  tu  cargo   el  pen- 
sar con   temor  y   con  temblor,  si  por  ventura  se  des- 
truirá  y  asolará  el  pueblo,  y  habrá   gran   tribulación 
v  aflicción?   ¿Cuando  se   verá  la  perdición  y  destrui- 
miento, que  acontecerá  á  los   pueblos,    remos   y  se- 
ñónos,  y   cuando    súbitamente    quedara  todo    a   obs^ 
curas  y  todo  destruido,   ó  cuando    vendrá  tiempo   en 
aue  nos  haga*  á   todos  esclavos,   y    andaremos    sirvien- 
do  en  los   mas   bajos  servicios,  como   son    arrastrar 
piedras  y  maderos,  y  servir  á  los  enfermos?  ¿1  or  ven- 
tura  vendrá  hambre  donde   haya   tan  gran    mortan- 
dad  de   la   gente   popular,  que    se  asolara  y   yerma- 
rá el  pueblo?  También  hay  cuidados   y  trabajos  acer- 
ca de  las  cosas  de  guerra,  en   pensar  que  modo  se 
tendrá  para  resistir  á  los  enemigos    para  conservar  el 
reino   ó   el  pueblo,  porque  jamás  cesan  las   peleas  y 
las  o-uerras   donde  se  derrama  mucha  sangre  y  mue- 
re mucha  gente.  En  estas   cosas  ya  dichas  entienden, 
piensan,  se  afligen  y  fatigan   de  noche   y   de  día  los 
cue  rigen   y   gobiernan;   y  tu  que  estas  aquí  presen- 
te  no   tienes    cuidado  mas  que   de  tí  solo,   pues   le 
llevan  acuestas   y   en  brazos  los  que  rigen.   Grandes 
son  ciertamente  los  trabajos  de  los  señores,  reyes  y 
gobernadores;   y  mira  que  ahora  que  tu  señor  te  habla 
y  te  ecsorta   á  la  obediencia  y  al  bien   vivir,   no  ie 
menosprecies  ni   le  desdeñes  dentro  de   tí;  por   el  con- 
trario,  debes  tenerle  en  mucho,  pues    que  tiene  por 
bien   de   hablarte   y  verte  en  persona;  y   nuestro   se- 
ñor dios  le   inspira  lo  que  te  dice,   y  esto  has  de  te- 
nerlo en  mucho,  y  tenerte  por  indigno  de  oír  sus  pa- 
labras, las  que   debes  guardar  dentro   de  ti  como  oro 
en  paño;  tenlo  como  por  mochila  para  todo  el  tiem- 
po que  vivieres  en   este    mundo,  y   mira    que   no   lo 
pierdas:  ponió  dentro  de  tu  corazón  porque  te  sera 


110 

vida  y  consuelo  todo  el  tiempo  que  viviere's:  has  re- 
cibido gran  beneficio,  y  acaso  nunca  otro  tal  reci- 
bieron ni  tu  madre,  ni  tu  padre,  ni  en  ningún  otro 
tiempo  te  será  hecho  otro  igual.  En  conclusión,  deseóos 
á  todos  los  que  aquí  estáis,  prosperidad  y  buena  an- 
danza, y  por  esta  causa  he  dicho  estas  pocas  pa* 
labras  para  vuestro  provecho,  y  en  servicio  de  nues- 
tro señor  y  rey.  Hijo,   Dios  te  dé  mucho  reposo. 

CAPÍTULO   XVI. 

De  la  respuesta  que  hacia  un  viejo  principal  y  sáhio  en 
el  arte  de  bien  hablar  respondiendo  de  parte  del  pueblo, 
y  agradeciendo  la  doctrina  que  contenia  el  razonamiento 
del  señor,  y  protestando   la  guarda   de  lo    que   les  habia 

dicho. 


¡Oh  serenísimo  y  humanísimo  señor  nuestro! 
ya  os  ha  oído  aquí  vuestro  pueblo  y  vuestros  subditos: 
ya  han  notado  las  palabras  muy  preciosas  y  dignas 
de  encomendar  á  la  memoria,  que  por  vuestra  boca 
han  salido,  y  nuestro  señor  dios  os  ha  dado.  Habeis- 
las  tenido  atesoradas  en  vuestro  pecho  para  esta 
hora:  ya  han  rogado  por  vos  á  nuestro  señor,  to- 
dos los  principales,  nobles  y  generosos  caballeros 
que  están  aquí  presentes,  y  son  tan  estimables  co- 
mo piedras  preciosas,  y  los  hijos  y  descendientes  de 
señores,  reyes,  senadores,  hijos  y  criados  de  nuestro  se- 
ñor é  hijo  Quetzalcoatl,  los  cuales  en  los  tiempos  pa- 
sados rigieron  y  gobernaron  el  imperio  y  señoríos, 
y  para  ello  nacieron  señalados,  y  elegidos  de  nues- 
tro señor  é  hijo  Quetzalcoatl  Todos  han  escuchado 
las  inapreciables  palabras  que  por  vuestra  boca  han 
salido.  Pienso  y  tengo  para  mí  por  cierto,  que  ellos 
las  notarán  y  pondrán  por  obra,  seguirán  por  ellas 
toda  su  vida,  las  tendrán  escritas  en  su  corazón,  y 
quedarán  depositadas   en  lo    mas  íntimo   de   su  al^ 


111 

ma,  puesto  que  ya  personalmente  han  visto  y  oído 
lo  que  se  dijo,  y   quien   les  habló;   hagan  pues  lo  que 
les  pareciere   de  ellas.   Yo   tengo   por  averiguado  que 
se  aprovecharán   de  tal  doctrina,  y  que  con  ella,  a  be- 
neficio de   su   entendimiento  y   voluntad,   y   haciendo 
lo  que  les   habéis   dicho,  podrán  parecer  donde  quie- 
ra, y   aun  ganar  honra,    fama   y   hacienda;  y   si  por 
ventura  tuvieren  en  poco   y   menospreciaren  tan  pre- 
ciosa doctrina,  allá  se  lo  hayan,  esta  será  señal  de  que 
están  desechados,  y  de  que  Dios  los  tiene  abandonados. 
Ya   para   con  ellos  está   hecho  el  deber  vuestro,  por- 
que vos   señor  habéis  cumplido   con   lo    que   deman- 
da vuestra  dignidad  y  oficio  real.  Los  que  no   sien- 
tan  esto,   irán  como  ciegos  á  dar  cabezadas  por  los 
rincones   y  paredes,   é  irán  al  fin   á   caer  en   las  bar- 
rancas;  entonces   cuando  vieren   sus   caídas,   yerros  y 
desvarios,   comenzarán  á  acordarse    de   vuestras  pre- 
ciosísimas palabras,  y  dirán   para  sí:   ¡Oh  desventura- 
dos de   nosotros!   ¡pluguiera   á  dios  que  nunca  hubiéramos 
oído  lo   que    oímos,  ni  que  se  nos   hubiera  dicho    lo  que  se 
nos   dijo!  ¡Oh  infelices!  que  por  nuestra  culpa  hemos  perdi- 
do lo  que  se  nos  dijo:  ahora  tenemos  nuestro  merecido:  imposi- 
ble nos  es  remediar  este  mal  en  que  hemos  caído!  ¡Oh  se- 
ñor,  que   gran   merced  han   recibido  y   habéis  hecho 
á  vuestros   vasallos   y  pueblo,  así  á  los    altos   como 
á   los   medianos  y  á  los  mas   bajos!    ¡Señor!    siquie- 
ra las  miajas   ó    las  sobras    de   lo  que  se  ha   dicho 
han  cogido  y   gozado,  y  es  lo  que   se   les   ha   caído 
de   la  mesa  á  los  que   son  ricos,  y  tienen  abastanza 
de  bienes,   y  son  nuestros  señores.  Donde  quiera  que 
estuviere    algún   amigo  y   conocido   de  Dios,   sin  tai- 
ta se   aprovechará,  y  tomará  para  sí  estos  beneficios 
y   mercedes,  y  será   agradecido   á  nuestro  Dios,  y  to- 
mará esta   doctrina  para  hacerse   hijo   suyo,  confor- 
mándose  con  la  voluntad    del  mismo  Dios:  por   esto 
ganará   alguna  dignidad,   ó   en  las  cosas  de  la  guer- 
ra, ó  en  las   de  los   estrados  y  regimiento  de  la  re- 


w 


112 

pública;   porque  antiguo  adagio   es,  que  los  que  andan 
á   coger  yerbas  y  leña  para  el  fuego  en  las  montañas,  los 
escoge  nuestro  señor;  y   aunque  estén  en  el  estiércol,  de   allí 
los   saca  el  todopoderoso  dios,  y   los  hace   dignos  para  el 
reino,   regimiento  y  gobernación,   y  para   que  posean    los 
estrados   y  sillas   del  reino,   y  para   que  rijan   y  guien  al 
pueblo,  [a]  y  sean   gobernadores   y  reyes,  sean  reve- 
renciados  y  estimados,  y   sean  padre  y   madre  de  to- 
da  la  gente,   y   que   ellos   consuelen,   limpien,  y  en- 
juguen  Jas  lágrimas   á  todos  sus  vasallos  cuando  es- 
tán afligidos;  y   éste  tal  tomado  y  elegido  de  leña- 
dor  y    hortelano,  juzgue  y  determine    las   causas,   y 
sentencie    los   crímenes  de    muerte,   y  haga  matar  á 
los    culpados  del    delito;  porque    éste   tomó  y   guar- 
dó dentro   de   sí     las   palabras    de   nuestro   señor,   y 
las  puso   por  obra,  y   las  estimó   y  tuvo  en  provecho 
cuando  las   pronunció   el   señor,    y   rey  que   es   ima- 
gen   del   mismo   dios,  y  el   mismo   se   las   hizo    ha- 
blar.   También     están    presentes    los    senadores     y 
jueces     que     se    hallan      colocados    á  la    diestra    y 
siniestra    de   V.   M.     ¡Oh   hombre     y     señor   nuestro 
precioso!   habéis,  dicho  y  todos  los  que  están  presen- 
tes hemos  oído,  las  leyes  y    consejos  preciosos,   mara- 
villosos y   raros,  que  les    teniades   guardados;    gran- 
des    mercedes    y     beneficios    habéis    hecho    á   este 
pueblo,  habiéndoles    hablado  como  madre   y  padre   á 
sus  hijos:  habéis  llenado  un   deber  para  con  vuestro 
pueblo:  le    habéis    declarado  y   manifestado  los    se- 
cretos  de   vuestro   corazón,   y  ellos    todo  lo  han  oí- 
do y  recibido.  Ruego  á  nuestro  señor  que  todos  los  sien- 
tan y  entiendan,   y  los  pongan  por  obra  donde  quie- 
ra que  fueren   y    estuvieren.    ¡Plega   á   dios   que    con 

(a)  David  ponderando  la  misericordia  de  Dios  en  escoger  ñ. 
sus  selectos  habia  dicho...,  Ut  colocet  eum  cum  Principibus,  cum 
Principibus  Populi  sui...  De  stércore  erigens  pauperem.  Tamaña 
bondad  de  Dios,  ha  sido  notada  y  celebrada  por  los  gentiles  me.; 
xicanos. 


113 

lágrimas  se  acuerden  de  éste  favor,  y  con  él  se 
consuelen  cuando  hicieren  alguna  cosa  que  no  con- 
viene! ¡Oh  señor  y  rey  nuestro!  ¡Oh  señores  senado- 
res y  jueces!  Tal  vez  ya  os  doy  pena  con  la 
proligidad  de  mis  palabras:  seáis  muy  bienaventu- 
rados: déos  nuestro  señor  dios  mucha  paz  y  sosie- 
go, y  viváis  por  muchos  años,  rigiendo,  gobernando, 
y  ayudando  á  nuestro  señor  dios  con  vuestros  ofi- 
cios, el  cual   es  invisible  é  impalpable. 

CAPITULO   XVII. 

Del  razonamiento  lleno   de  muy  buena  doctrina  en   lo  mo- 
ral, que  el  señor  hacia  á   sus   hijos  cuando  ya  habian  lle- 
gado á  los   años  de  la   discreción,   ecsortándolos  á  huir  los 
vicios  y  á  que   se  diesen   á   los   egercicios  de    nobleza  j 
y    bondad. 

Hijos  mios,  escuchad  lo  que  os  quiero  decir, 
porque  yo  soy  vuestro  padre,  tengo  cuidado  y  rijo 
esta  provincia,  ciudad  ó  pueblo,  por  la  voluntad  de 
los  dioses,  y  aun  lo  que  hago  es  con  muchas  fal- 
tas y  defectos  delante  de  dios,  y  de  los  hombres 
que  morirán.  Tu  que  estás  presente,  que  eres  el  pri- 
mogénito y  mayor  de  tus  hermanos,  y  tu  que  tam- 
bién estás  presente,  que  eres  el  segundo,  y  tú  que 
eres  el  tercero,  y  tú  que  estás  allá  á  la  postre,  que 
eres  el  menor,  sabed:  que  estoy  triste  y  aflijido,  por- 
que pienso  que  alguno  de  vosotros  ha  de  salir  inú- 
til y  para  poco,  y  alguno  ha  de  salir  de  tan  po- 
ca habilidad,  que  no  sepa  hablar,  y  que  ningu- 
no de  vosotros  ha  de  ser  hombre,  ni  ha  de  ser- 
vir á  dios:  ¡ah!  no  sé  si  alguno  de  vosotros  ha  de 
Tser  hábil,  y  ha  de  merecer  la  dignidad  y  señorío 
que  yo  tengo,   (a)   ó  si  por  ventura   ninguno   de  vo- 

(a)  El  que  fuere  padre  y  supiere  amar  á  sus  hijos,  entenderá 
que  á  todo  padre  de  familia  le  ocurren  estas  reflecciones  atormen- 
tadoras... ¿Qué  será  de  vosotros?  ¿Quien  saldrá  inútil  y  desaprove- 


H 


114 

sotros  lo   será,  ó  si  en  mí  se  ha  de  acabar  este  ofi- 
cio  y   dignidad  que   yo  poseo.   Acaso  nuestro   señor 
ha    determinado   que  esta    casa   en   que;  vivo,  la  cual 
edifiqué   con  muchos   trabajos,   se   caiga    por   tierra, 
y  sea  como    muladar  y   lugar   de   estiércol,   y  que  la 
memoria  se  pierda,  y  no  haya  quien  se  acuerde  de  mi 
nombre,  ni   haya  quien   haga    mención    de  mí;    sino 
que  en   muriendo  me  olviden  todos.  Oídme  pues  aho- 
ra que  os  quiero  decir,   como   os   sepáis  valer  en  es- 
te mundo,  como  os  habéis  de  llegar  á  Dios  para  que 
os  haga   mercedes:  para  esto   os  digo  que  los  que  llo- 
ran,  se   afligen,   suspiran,  oran   y   contemplan,  y   los 
que    de   su  voluntad   con  todo   corazón  velan  de  no- 
che, y   madrugan   de   mañana  á  barrer  las   calles    y 
caminos,  á  limpiar  las  casas  y   componer   los   peta- 
tes   é  ycpales,  y   aderezar   los  lugares   donde  dios  es 
servido    con     sacrificios   y   ofrendas,   y   aquellos   que 
tienen  cuidado  luego  muy  temprano  de  ofrecer  incien- 
so á   dios;  los  que    hacen  esto  se    entran   á  la   pre- 
sencia de  dios,   y  se  hacen   sus  amigos,  y  reciben  de 
él  mercedes:  el  les  abre    sus    entrañas    para     darles 
riquezas,   dignidades  y  prosperidad;  como  es  que  sean 
varones  esforzados  para  la  guerra.  En  estos    egerci- 
cios,  y  en  estas  obras   conoce  dios  quienes  son   sus 
amigos,  y   quien   oró  con  devoción,   y  les  pone  en  las 
manos  oficios  y   condecoraciones  de   la   milicia,   pa- 
ra  derramar  sangre   en  la   guerra,   ú   honrar  la  judi- 
catura  donde  se  dan  las  sentencias,  y  los  hace  ma- 
dres  y  padres   del  sol,  para  que  ellos  le  den  de  co- 
mer  y   beber,   no  solamente  al  sol,  que  está  encima 
de  nosotros;    sino  también  á  los   dioses  del   infierno, 
que   están  debajo,  y  estos  tales  son  reverenciados  de 
los   soldados,   y  gente  de  la  guerra:   á  ellos  todos  los 
tienen   por   madres   y   padres,    y    esto    porque    tuvo 

chado?  ¿Quien  será  criminal?  ¿En  quien  de  mis  hijos  tendrá  su 
Patria  un  enemigo  que  la  oprima  y  afrente?  Estas  son  refleccio- 
nes  del  corazón  que  sabe   amar,  y  preveer. 


115 

por   bien   nuestro  señor  dios    de  hacerlos   esta   mer- 
ced y  no   por  sus   merecimientos,  (a)  ó  bien  los  da 
habilidad  para  merecer  la  silla  y  estrado    del  seno- 
rio,  y  regimiento  del  pueblo,   ó  provincia,  y  pone  en 
sus    manos    el   cargo    de  regir    y  gobernar   Ja  gente 
con  justicia  y   rectitud,  y  los  coloca  al  lado  del  dios 
del   fuego,  que  es  el   padre   de  todos  los  dioses,  que 
reside   en    el   albergue    de  la  agua,  y  entre   las  flores, 
que   son  las  paredes   almenadas,  envuelto  entre  unas 
nubes  de   agua.   Este   es   el  contiguo  dios  que  se  lla- 
ma  Ayamictlan,  y   Xiuhteeutli,   ó    por    ventura   los  ha- 
ce señores   que    se    llaman  Tlacatecutli  y  Tlacocrdecuth, 
ó   los   pone  en   otra  dignidad  alguna   mas   baja.  Se- 
gún  que  está   la  orden  de   la  república   en   diversos 
Srados,  les   da   alguna  dignidad  para   que   sean  hon- 
rados  y  acatados;  ó  les  dá  á  merecer   alguna    cosa 
preciosa  entre  los  senadores   y   señores,   como  es  el 
oficio  y   dignidad  que  ahora  yo  tengo,  y   uso   como 
soñado  y  sin  merecimiento  mió;  no  mirando  nuestro 
señor  cuan  poco  yo  merezco.  No   tengo   esta    digni- 
dad de    mió,    ni   por    mis   merecimientos,   y   por   mi 
querer:  nunca  yo  dige,  qui&ro  ser  esto,  quiero  tener  esta 
dignidad,  sino  que   lo  quiso  así   nuestro   señor,  y  es- 
ta  es  misericordia   que    se   ha   hecho  conmigo,  pues 
todo  es  suyo   y  todo  lo   dá,   y  todo  viene  de   su  ma- 
no, porque  ninguno   conviene  que  diga,   quiero  ser  es- 
to  ó  quiero  tener   esta   dignidad,  porque  ninguno  escoge 
la    que  quiere;   solo   dios  dá   lo   que  gusta,   á   quien 
le   place,  y   no    tiene  necesidad   de    consejo   de   na- 
die sino   solo   su  querer.   Oíd  otra   tristeza   y  angus- 
tia  que  me  aflige   á  la   media  noche  cuando   me  le- 
vanto á  orar   y   hacer  penitencia.   Mi  corazón  pien- 
sa   diversas    cosas,     y    anda    subiendo     y    bajando 
como  quien  sube  á  los  montes,   y  desciende  á  los  Va- 
ra}   Non  ex  operibvs  justitia  qua  fecimus  nos,  sed  secvndum  iro- 
tericordiam   suam  salvos  nos  feciU  Todo  es  gratuito  en   Dios,  na- 
da de  justicia  y  merecimiento. 
Tóm.  II.  16 


110 
lies,  porque  ninguno  de  vosotros  me  dais  contento, 
ni  ninguno  de  vosotros  me  satisface.  Tu  N.  que  eres 
el  mayor,  no  muestras  en  tus  costumbres  ninguna 
mayoría  ni  mejoría:  no  veo  en  tí  sino  niñerías  y  pue- 
rilidades: no  aparece  en  tí  disposición  ninguna  de 
hijo  mayor  ó  de  primogénito;  y  tu  N.  que  eres  el 
segundo,  y  tu  N.  que  eres  el  tercero,  tampoco  veo 
en  vosotros  ninguna  cosa  de  cordura,  ni  tenéis  cui- 
dado de  ser  hombres,  sino  que  parece  que  por  ser 
menores,  y  porque  dios  os  hizo  el  segundo  y  terce- 
ro, no  cuidáis  de  vosotros.  ¿Qué  será  de  vosotros 
en  este  mundo?  mirad  que  descendéis  de  parientes 
generosos  y  de  señores:  y  no  de  hortelanos  ó 
leñadores.  ¿  Qué  será,  repito,  de  vosotros?  ¿Queréis 
ser  mercaderes  que  traen  en  la  mano  un  báculo,  y 
acuestas  su  carga?  ¿Queréis  ser  labradores  ó  caba- 
dores?  ¿Queréis  ser  hortelanos  ó  leñadores?  quieroos 
decir  lo  que  habéis  de  hacer,  oídlo  y  notadlo.  Te- 
ned cuidano  del  areito,  del  atabal,  y  de  las  sona- 
jas; cuidad  de  cantar,  con  esto  despertareis  á  la  gen- 
te popular,  y  daréis  placer  á  nuestro  señor  dios,  que 
está  en  todo  lugar:  con  esto,  le  solicitareis  para  que  os 
haga  mercedes:  con  esto  meteréis  vuestra  mano  en  el 
seno  de  sus  riquezas,  porque  el  que  se  ejercita  en 
tañer  y  cantar,  solicita  á  nuestro  señor  dios  para 
que  le  haga  mercedes.  Procurad  de  saber  algún 
oficio  honroso,  como  és  el  hacer  obras  de  plu- 
ma y  otros  oficios  mecánicos;  también  porque  estas 
cosas  sirven  para  ganar  de  comer  en  tiempo  de  ne- 
cesidad. Mirad  que  mayormente  tengáis  cuidado  de 
lo  tocante  á  la  agricultura,  porque  la  tierra  cria  to- 
das las  cosas,  y  no  demanda  que  la  den  de  comer 
ó  beber,  pues  ella  tiene  el  cuidado  de  criarlas:  to- 
dos estos  ejercicios  procuraron  saber  y  hacer  vues- 
tros antepasados;  porque  aunque  eran  hidalgos  y  no- 
bles, siempre  tuvieron  cuidado  de  que  sus  hereda- 
des fuesen  labradas  y   cultivadas,  y  nos  dejaron  di- 


117 

cho  que   de   esta  manera  lo   hicieron   sus   antepasa- 
dos;  porque  si  solamente   tuviereis  cuidado    de    vues- 
tra hidalguía  y   nobleza,   y  no   quisiereis  entender  en 
las    cosas   ya  dichas,  en  especial  en   las    de  la  agri- 
cultura, ¿con  qué   mantendréis  á  los   de   vuestra  ca- 
sa?  jy    con  qué  te    mantendrás   á   tí   mismo?    &n  nin- 
guna  parte     he     visto   que   alguno    se   mantenga,    por  su 
hidalo-uia   ó  nobleza:    solamente    conviene   que    tengáis 
cuidado   de    las   cosas   necesarias    al   cuerpo,   como 
son   los  mantenimientos,   porque  esto  es  el  fundamen- 
to de  nuestro   vivir,  y   mas  no   sin   mucha   razón  se 
llama  tonacaiutltomio,  que   quiere   decir   nuestra  carne,  y 
nuestros  huesos,  porque    con   él  vivimos,  nos    esfor- 
zamos, andamos,   y  trabajamos.  Esto  nos   da  aiegna 
y  regocijo,  porque  los  mantenimientos  de  nuestro  cuer- 
po hacen  á   los  señores,   y   á   los  que  tienen  cuida- 
do de   la  milicia;  no   hay  hombre  en  el  mundo   que 
no   tenga  necesidad   de  comer,   y   beber,   porque  tie- 
ne  estómago  y  tripas;   ni  hay  ningún   señor  y   sena- 
dor  que  no  coma  y  beba;    ni     hay     soldados  y  pe- 
leadores,  que  no  tengan   necesidad   de  llevar   su  mo- 
chila. Los  mantenimientos  del   cuerpo,  tienen   en  pe- 
so  á   cuantos    viven,   y  dan   vida   á  todo   el  mundo, 
y   con  esto   está  poblado   todo.   Los   mantenimientos 
corporales  son  la  esperanza  de  todos  los  que  viven 
para  ecsistir.   Mirad  pues  hijos   que  tengáis  cuidaao 
de  sembrar  los  maizales,  de  plantar    magueyes   y  tu- 
nas frutales,    porque  según  lo   que   digeron   los   vie- 
jos, la  fruta  es  regocijo  de  los  niños,  que  alegra,   refri- 
gera  y   mata   la   sed   á   los  niños.  ¿Y   tu   muchacho 
no  deseas   fruta?  ¿pues   de    donde  la   has  de    haber 
si  no  la    plantas,   y  crias   en  tus  heredades?.    JSotad 
ahora  pues   hijos   el   fin  de   mi   plática,   y    escribidlo 
en   vuestra  memoria    y  corazón:   muchas    cosas  mas 
habia  que   decir;  pero  sería  nunca   acabar,  solas  dos 
palabras  quiero   añadir  que  son   muy    dignas   de  no- 
tar, y  que  los  viejos  nos  las  dejaron  dichas  y  enco- 


118 
mendadas.  La  una  es  que  tengáis  gran  cuidado  de 
haceros  amigos  de  dios  que  está  en  todas  partes,  y 
es  invisible  é  impalpable,  y  os  conviene  darle  todo 
el  corazón  y  el  cuerpo:  mirad  que  no  os  desviéis  de 
este  camino:  mirad  que  no  presumáis:  mirad  que  no 
seáis  altivos  en  vuestro  corazón,  ni  tampoco  os  des- 
esperéis, ni  os  acobardéis  en  vuestro  ánimo;  sino 
que  seáis  humildes  de  vuestro  corazón  y  tengáis  espe- 
ranza en  Dios,  porque  si  os  faltare  esto,  enojarse  ha 
contra  vosotros  porque  ve  todas  las  cosas  secretas, 
y  os  castigará  como  á  él  le  pareciere  y  quisiere.  Lo 
segundo  que  habéis  de  notar  es,  que  tengáis  paz 
con .  todos,  con  ninguno  os  desvergonzéis,  y  á  ningu- 
no desacatéis:  respetad  á  todos,  tened  acatamiento  á 
todos,  no  os  atreváis  á  nadie,  por  ninguna  cosa  afren- 
téis á  persona,  ni  deis  á  entender  á  nadie  todo  lo  que 
«abéis:  humillaos  á  todos  aunque  digan  de  vosotros 
lo  que  quisieren;  callad,  y  aunque  os  abatan  cuanto 
gustaren  no  respondáis  palabra:  mirad  que  no  seáis 
como  culebra,  descomedidos  con  nadie,  ni  á  nadie 
arremetáis,  ni  os  atreváis:  sed  sufridos  y  reportados, 
que  Dios  bien  os  vé  y  responderá  por  vosotros,  y 
él  os  vengará  (a)  sed  humildes  con  todos,  y  con  es- 
to os  hará  Dios  merced  y  también  honra.  Lo  ter- 
cero que  debéis  de  notar  és,  que  no  perdáis  el  tiem- 
po que  Dios  os  da  en  este  mundo:  no  perdáis  dia 
ni  noche,  porque  nos  es  muy  necesario,  tanto 
como  el  mantenimiento  para  el  cuerpo.  En  todo  tiem- 
po suspirad  y  orad  á  Dios,  demandándole  lo  que  ha- 
béis menester:  ocupaos  en  cosas  provechosas  todos 
los  dias,  y  todas  las  noches:  no  os  defraudéis  del 
tiempo  ni  lo  perdáis,  básteos  lo  dicho  y  con  esto  ha- 
go mi  deber.  ¿Por  ventura  se  os  olvidará,  y  se  os 
perderá,  ó  lo  gastareis  de  valde?  haced  como  os  pa- 
reciere: yo  he  hecho  lo  que  debia  ¿cual  de  voso- 
tros lo  tomará  para  sí?  ¿por  ventura  tú  que  eres  el 
(a)    Mihi  vindicta,  el  ego  rtiribuam. 


119 

mayor,  y  el  primogénito,  ¿ó  té  que  eres  el  segundo 
ó  tercero,  ó  por  ventura  tú J  que  eres  el  menor  de 
todos  serás  avisado,  remirado  y  entendido,  ó  como 
dicen  serás  adivino,  y  entenderás  los  pensamientos 
de  los  otros,  y  serás  como  quien  vé  de  lejos  las  co- 
sas, y  las  entiende,  guarda  y  escribe  en  su  cora- 
zón sin  decirlas  á  nadie?  Cualquiera  de  vosotros  que 
esto  hiciere,  hará  gran  bien  para  sí,  y  vivirá  sobre 
la  tierra  largo  tiempo. 

CAPÍTULO  XVIII. 

Del  razonamiento  que  los  señores  hacían  á  sus  hijas  cuan- 
do ya  habian  llegado    á   los   años  de  discreción,  ecsortan~ 
dolas   á  muchas   cosas:  habíanlas  muy  tiernas  palabras  y 
en  cosas  muy  particulares. 

Tu  hija  mia  preciosa  como  cuenta  de  oro  y 
pluma  rica,  salida  de  mis  entrañas,  á  quien  yo  en- 
gendré, y  que  eres  mi  sangre  y  mi  imagen:  tú  que 
estás  aquí  presente,  oye  con  atención  lo  que  te  quie- 
ro decir,  porque  ya  tienes  edad  de  discreción.  Dios 
criador  te  ha  dado  uso  de  razón  y  habilidad  para 
entender,  el  cual  Señor  está  en  todo  lugar,  y  es 
criador  de  todos;  y  pues  que  es  así  que  ya  entien- 
des y  tienes  uso  de  razón,  para  comprender  como 
gon  las  cosas  del  mundo,  y  que  en  él  no  hay  ver- 
dadero placer,  ni  verdadero  descanso;  mas  por  el  con- 
trario, hay  trabajos,  aflicciones,  cansancios  estrema- 
dos, abundancia  de  miserias  y  pobrezas.  ¡Oh  hija 
mia!  que  éste  mundo  es  de  lloros,  aflicciones,  y 
descontentos,  donde  hay  frios,  destemplanza  de  aire 
y  grandes  calores  del  sol  que  nos  aflige,  y  es  lu- 
gar de  hambre  y  de  sed.  Esto  es  muy  gran  verdad 
y  por  esperiencia  lo  sabemos:  nota  bien  lo  que  te 
digo  hija  mia,  que  este  mundo  es  malo  y  penoso, 
donde  no  hay  placeres  sino  desazones:  hay    un    re» 


120  ;  t  ,    , 

fran   que   dice  que  no  hay  placer  solo  sin  que  no  esté  jun- 
to  con   mucha   tristeza:  que  no  hay   descanso,  que  no  es- 
té junto   con   mucha   aflicción   acá  en   la   tierra:   este  es 
dicho  de  los   antiguos   que  nos  dejaron,  para  que  na- 
die se  aflija  con  demasiados   lloros,    y  con  excesiva 
tristeza.  Nuestro   señor   nos   dio   la  risa,  el  sueño,  el 
comer,  y  el  beber  conque  nos  criamos  y  vivimos:  dio- 
nos   también  el  oficio  de  la    generación   conque  nos 
multiplicamos  en  el   mundo:    todas  estas   cosas  dan 
algún  contento   á  nuestra  vida   por  poco  espacio,  pa- 
ra  que   después  nos   aflijamos  con  continuos  lloros  y 
tristezas.   Aunque    esto  es  así,  y  este   es   el  estilo  del 
mundo  donde   están   algunos  placeres  mezclados  con 
muchas  fatigas,   no   se   echa   de  ver,  ni  aun  se    te- 
rne, ni   aun  se    llora,  porque   vivimos    en  él,  y   hay 
reinos,   señorios,  dignidades  y  oficios  de   honra,  unos 
cerca   de   los  señorios  y   reinos,   otros   cerca   de  las 
cosas    de  la    milicia.    Esto  que   está   dicho    es  muy 
gran  verdad   que  pasa   entre  nosotros;  mas   nadie  lo 
considera,  nadie   piensa  en  la   muerte,   solamente  se 
considera  lo  presente,   que  es  ganar   de  comer,   be- 
ber,  y  buscar   la    vida,  edificar  casas,  trabajar  para 
vivir,   y  buscar   mugeres   para  casarse,  y  las  mugeres 
cásanse   pasando  del   estado   de    la    mocedad   al  de 
la  vejez;  esto   hija   mia   es  así  como  lo  he  dicho.  Pues 
nota   ahora   y  oye   con   sosiego,  que  aquí  está  tu  ma- 
dre y   señora,  de  cuyo  vientre   saliste  como  una  pie- 
dra  que   se  corta  de  otra,  y  te    engendró  como  una 
yerba   (fue   engendra  á   otra;  así  tu  brotaste  y  nacis- 
te   de  tu  madre.    Has   estado   hasta   aquí   como  dor- 
mida, ahora  ya   has  despertado;  mira  y  oye   y  sábe- 
te, que   el  negocio   de  este  mundo,    es    como   tengo 
dicho.  Ruego   á   Dios   que  vivas   muchos   dias;  pero 
es   menester  que  sepas   como  has  de  vivir,   y  como 
has  de  andar   tu   camino,  porque   el  de    este    mundo 
es  muy  dificultoso;  y  mira  hija  querida,  palomita  mía, 
que  el  camino  de  este  mundo  no  es  poco  dificulto- 


121 

so,  sino  que  es  espantablemente  dificultoso.  Ten  en- 
tendido hija  primogénita,  que  vienes  de  gente  no- 
ble, hidalga  y  generosa:  eres  de  sangre  de  se- 
ñores y  senadores,  que  ha  ya  muchos  años  que  mu- 
rieron, y  reinaron,  y  pusieron  el  trono  y  estrado  del 
reino,  y  dejaron  fama  y  honra  á  las  dignidades  que 
tuvieron  y  engrandecieron  su  nobleza:  hija  mia,  quié- 
rote  declarar  lo  que  digo.  Sábete  que  eres  noble  y 
generosa,  considérate  y  conócete  como  tal:  aunque 
eres  doncellita,  eres  preciosa  como  un  chalchivite  y 
como  un  zafiro,  y  fuiste  labrada  y  esculpida  de  no- 
ble sangre,  de  generosos  parientes.  Vienes  de  deu- 
dos muy  principales  é  ilustres,  y  esto  que  te  digo 
hija  mia  bien  lo  entiendes,  porque  ya  no  andas  amon- 
tonando la  tierra  y  jugando  con  las  tejuelas  y  con 
el  barro  con  otras  niñas:  ya  entiendes,  y  disciernes, 
y  usas  de  razón.  Mira  que  no  te  deshonres  á  tí  mis- 
ma: mira  que  no  afrentes  á  nuestros  antepasados  los 
señores  y  gobernadores:  mira  no  hagas  alguna  vile- 
za: mira  repito  que  eres  noble  y  generosa.  Ves  aquí 
la  regla  que  has  de  guardar  para  vivir  bien  en  es- 
te mundo,  entre  la  gente  que  en  él  vive:  mira  que 
eres  muger.  Nota  lo  que  has  de  hacer:  de  noche  y 
de  dia  debes  orar  muchas  veces,  y  suspirar  al  dios 
invisible  é  impalpable,  que  se  llama  Yoalliehecatl:  de- 
mándale con  clamores,  y  tendidos  los  brazos  en  el  se- 
creto de  tu  recogimiento:  mira  que  no  seas  dormi- 
lona; despierta  y  levántate  á  la  media  noche,  y  pós- 
trate de  rodillas  y  de  codos  delante  de  él;  inclínate 
y  cruza  los  brazos;  llama  con  clamores  de  tu  cora- 
zón á  nuestro  señor  dios  invisible  é  impalpable,  por- 
que denoche  se  regocija  con  los  que  le  llaman:  en- 
tonces te  oirá,  y  entonces  hará  misericordia  contigo, 
entonces  te  dará  lo  que  te  convenga,  y  aquello  de 
que  fueres  digna;  y  si  por  ventura  antes  del  princi- 
pio del  mundo  te  fué  dada  alguna  siniestra  ventura 
algún    hado  contrario  en  que  naciste,  orando  y 'ha- 


122  .         p.   ; 

ciendo  penitencia  eomo  está    dicho,    se  mejorara,  y 
nuestro   señor  dios  la  abonará,  Mira  hija  [repito]  que 
de   noche   te  levantes  y   veles,  y  te  pongas  en   cruz: 
echa  de  tí  de  presto  la    ropa,  lávate  la  cara,  ma- 
nos  y   boca:  toma   de   presto  la  escoba  para  barrer, 
barre   con  diligencia,   no  te  estés   perezosa  en  la  ca- 
ma;  levántate    á  lavar   las   bocas   á  los   dioses,  y  á 
ofrecerles  incienso,  y  mira   no   dejes   esto   por   pere- 
za, que  con   estas  cosas  demandamos  á   dios   y  cla- 
mamos á  él,   para  que   nos   dé  lo  que    cumple.   He- 
cho esto   comienza    luego  á  hacer  lo   que  es   de   tu 
oficio,  á  hacer  cacao,   ó   moler   el  maíz,  ó  á  hilar  ó 
á  teger:  mira   que   aprendas    muy   bien   como  se  ha- 
ce la   comida  y  bebida    para   que   sea    bien    hecha; 
quiero  decir   aquella  comida  y  bebida  para  los  seño- 
res, y  que   á  solos  ellos   se  dá,   y  por  esto  se  llama 
tetonaltlalocathcuaüi.  Obrando  de    este  modo   serás  en- 
riquecida  donde   quiera  que  dios    te   diere  la  suerte 
de   tu   casamiento;  y  si  por  ventura  vinieres  á  nece- 
sidad de   pobreza,    mira  que  aprendas    muy  bien  y 
con   gran   advertencia   el  oficio  de   las   mugeres   que 
es   hilar  y  teger.   Abre  bien- los  ojos   para  ver  como 
tienen   una   manera   de  tejer,  y   de   labrar   y  de   ha- 
cer las  pinturas  en  las  telas,   como   ponen  las  colo- 
res, y   como  juntan   las  unas   con   las  otras  para  que 
digan  bien,  (a)  Las  que  son  señoras  y  hábiles  en  es- 
ta  arte,  aprenden  bien  como  se  urde   la  tela,  y  co- 
mo se   ponen  los  lizos  en  ella,  como   las  cañas  en- 
tre la  una   tela    y  otra,  para   que  pase  por  enmedio 
de   la  lanzadera.  Mira  que  seas   en   esto  muy  avisa- 
ra)    Es  menester  refleccionar  que  las  mugeres  mexicanas  no  se 
limitaban   á  ejecutar  las   haciendas   domesticas,  tenian   ademas  otros 
nobles  oficios  como  el   de  plateras   de  obra  muy  fina,   en  cuyo  ar- 
te sobresalían,   singularmente  las  de  Cholula   y  Atzcapotzaico  cerca 
de  México:    de   sus  manos  salieron   de   vaciadiso  y  cincel  las  obras 
maestras  que  remitió  Hernán   Cortés,   á  España,  y   hoy   llaman    la 
admiración    las  pocas  que  han  quedado  en  Europa. 


123 

da  v   muy   diligente:   m  dejes   de   saber  esto  por  ne- 
gligencia   6    por    pereza,    porque    ahora     que     eres 
mozuela,    y  tienes   buen  tiempo     para    entender     en 
ello,  tu   corazón   está    simple  y  hábil,    y  escomo  chai- 
chivito    fino   y  como    zafiro,   y   tiene    habilidad    pues 
no   está     aun     mancillado    con    algún     pecado,   sino 
puro,   simple   y  limpio,  sin    mezcla  de   alguna   mala 
afección;  y    también  porque  aun  vivimos   los  que   te 
engendramos,  pues  qus  tú  no  te  hiciste  a  ti  ni  te  for- 
maste; yo  y  tu  madre   tuvimos  este  cuidado  y  te  hi- 
cimos, porque  esta  es    la    costumbre  del  mundo:   no 
es  invención    de    alguno,  es  ordenación  de  nuestro  se- 
ñor Dios  que  haya  generación   por  vía   de   hombre  y 
de  muger   para  hacer  multiplicación   y   población,  y 
entre   tanto  que  somos  y  vivimos;  y  en  nuestra   pre- 
sencia   antes  que   muramos  y   que  nos  llame  nuestro 
señor,   conviénete  mucho  hija  mía  muy  amada,  mi  pa- 
loma, mi  primogénita,  que  entiendas   en  estas   cosas 
dichas,  y   las  sepas  muy   bien,   para   que   después   de 
nuestra  muerte,   puedas   vivir  honrada  y  entre  perso- 
nas  de  honor;  porque  andar  á  coger  yerbas,  y   ven- 
der leña,  ó   á  vender  axi  verde,  ó  sal,  ó  salitre  a  los  can- 
tones (ó  esquinas)    de  las  calles,  en  ninguna  manera 
te  conviene,  pues   eres  generosa,  y  desciendes  de  gen- 
te noble  é  hidalga.   Por    ventura   acontecerá  lo   que 
no   pensamos,  y  lo  que   nadie  piensa,  que  alguno  se 
aficionará   á   tí  y  te  mandará,  y  si  no    estás    esperta 
en  las  cosas  de  tu  oficio  mugeril  ¿qué  sucederá   entón- 
-  ees?  ¿no  nos  darán  con  ello   en  la  cara,  y  nos  zahe- 
rirán:? nos  dirán  que   no  te  enseñamos  lo  que  era  me- 
nester que  supieses^  y  si  por  ventura  entonces  ya  fué- 
remos  muertos  yo  y  tu   madre,   murmurarán  de   no- 
sotros  porque  no  te  enseñamos  cuando  vivíamos,  y  di- 
rán.... mal  siglo  hayan  porque  no  enseñaron  á  su  hija,  y  tu 
provocarás   contra   tí    riñas   y    maldiciones,   y    serás 
causa  de  tu  mal.   Y   si   ya  fueres   diestra   en  lo  que 
has  menester  y  has   de  hacer,  no  habrá  ocasión  en- 
tonces  de   que  nadie  te  riña:  no  tendrá  lugar  la  re- 
Tóm.  II.  I? 


ii 

¡i' 

i 


124 

prensión,  entonces  con  razón  serás  loada  y  honrada, 
y  .tendrás  presunción,  y  te  estimarán  como  si  estu- 
vieras en  los  estrados  de  los  que  por  sus  hazañas 
en  la  guerra  merecieron  honra:  presumirás  de  la 
rodela  como  los  buenos  soldados;  y  si  por  ventura 
ya  fueres  diestra  en  tu  oficio,  como  el  soldado  en  el 
ejercicio  de  la  guerra,  entonces  donde  estuvieres,  acor- 
darse han  de  nosotros,  y  nos  bendecirán  y  honrarán  por 
tu  causa:  y  si  por  ventura  no  hicieres  nada  bien  de 
lo  que  has  de  hacer,  maltratarte  han,  y  apalearte  han, 
y  por  tí  se  dirá,  que  con  dificultad  te  ¡abarás,  ó  que 
no  tendrás  tiempo  para  razcarte  la  cabeza,  [a]  De  es- 
tas dos  cosas  solo  Dios  sabe  cual  te  ha  de  caber, 
y  para^  cual  de  ellas  te  tiene,  ó  que  siendo  diligen- 
te y  sabia  en  tu  oficio,  seas  amada  y  temida,  ó  que 
siendo  perezosa,  negligente  y  boba,  seas  maltratada 
y  aborrecida.  Mira  hija  mia  que  notes  muy  bien  lo 
que  ahora  te  quiero  decir:  mira  que  no  deshonres  á 
tus  pasados,  ni  siembres  estiércol  y  polvo  encima 
de  tus  pinturas  que  significan  sus  buenas  obras,  y  buena 
loa:  mira  que  no  los  infames,  ni  te  des  al  deleite  car- 
nal: mira  'que  no  te  arrojes  sobre  la  inmundicia  y  he- 
diondez de  la  lujuria;  y  si  has  de  venir  á  esto,  mas 
valía  que  te  murieras  luego.  Mira  hija  mia  que  muy 
poco  á  poco  vayas  aprovechando  en  las  cosas  que 
te  tengo  dichas;  porque  si  pluguiere  á  nuestro  señor 
que    alguno    te  quiera  y  pida,  no  le  deseches  [b]   no 

(a)  De  muchas  de  nuestras  preciadas  cortesanas  so  dice  hoy 
esto:  no  cuidan  mas  que  de  lo  exterior,  su  interior  está  como  lo» 
sepulcros  de  los  fariseos,  blancos  por  de  fuera,  y  engusanados  por 
dentro.  No  se  cuida  del  aseo  de  los  hijos  ni  del  marido:  el  bode- 
gon  suple  por  la  cocina  de  la  casa;  así  es  que  comen  porcajos,  se 
gasta  mucho  dinero,  el  marido  no  lo  sufre,  y  la  muger  lo  busca 
por  la  prostitución...  la  muger  es  ala  vez  causa  de  !a  ruina  de  la  casa, 
porque  6  no  tuvo  buena  educación,  ó  no  se  aprovechó  de  la  que 
le  dieren....    Medítese   mucho  sobre  el  razonamiento  del  Indio  viejo. 

(b)  En  esta  parte  pocos  consejos  necesitan  las  señoritas  del 
tlia;  hoy  ge  usa  poco  dar  calabazas  y  que  penen  mucho  los  aman- 


menosprecies  la  voluntad  de  nuestro  señor,  porque -el 
le   envia;    recíbele,  tómale,   no  te    escuses,  no    le    dese- 
ches ni  menosprecies,  no  esperes    á  tres   veces  que  te 
lo  dieran:  no  te  hurtes,  note  escabullas  burlando.  Aun- 
que  eres  nuestra  hija  y  vienes  de  parientes  nobles  y 
generosos,  no   te  jactes  de  ello,   porque   ofenderás  a 
nuestro  señor,  y   apedrearte   han  con   piedras   de  es- 
tiércol y  de  suciedad;  quiero   decir  que  permitirá  que 
caigas  en  vergüenza  y  confusión  por  tu  mala  vma,  y 
también  él  se  burlará  de  tí,  y  dirán  de  tí,  ya  quiere,  ya  no 
quiere....  Mira  que  no  escojas  entre  los  hombres  el  que 
mejor   te  parezca,  como  hacen  los    que  van  á   com- 
prar  las   mantas  al  tianguiz  ó  mercado:  recibe  el  que 
te  manda,  y  mira  que  no   hagas  como  se  hace  cuan- 
do se  crian  las  mazorcas  verdes  que  son  xilotes  ó  elo- 
tes, que  se  buscan  las  mejores   y  mas  sabrosas.   Mi- 
ra  que   no   desees    algún  hombre  por  ser  mejor  dis- 
puesto, ni  te  enamores  de  él  apasionadamente.  Si  fue- 
re bien   dispuesto  el  que  te  demandare,  recíbele,  y  si 
fuere   mal  dispuesto  y  feo,  no  le  deseches,  toma  aquel 
porque   lo  envia  dios,  [a]   y   si  no  le  quisieres   reci- 
bir, él  burlaráse  de  tí,    deshonrarte  ha  trabajando   á 
ver  tu  cuerpo   por  mala  via,  y   después  te  pregona- 
rá por  mala   muger.  Mira  hija  que  té  esfuerzes,  y  mi- 
ra muy  bien  que  nadie  se   burle   de  tí:  mira  que  no 

les;  apenas  abren  la  boca  cuando  es  otorgada  su  solicitud.  Los  ca- 
samientos son  pocos,  porque  la  inmoralidad  general  enseña  por  dogma 
que  solo  los  bobos  se  casan....  Ya  tengo  ganas  de  que  haya  un  ca- 
samiento, decia  no  ha  muchos  anos  (que  yo  lo  oí)  un  sacristán  de 
la  parroquia  deJVeracruz,  porque  délos  casamientos  tienen  sus  adeá- 
las. 

(a)  En  esto  hay  mucho  que  decir.  Si  se  presenta  un  feo  y  hon- 
rado, y  un  hermoso  pero  bribqn,  yo  diré  ,á  la  nina^  que  prefiera 
al  primero;  pero  si  se  reúnen  ambas  cüalidadas,  entonces  tomarlo 
sin  vacilar;  mas  cuidese  mucho  de  que  el  matrimonio  sea  á  gusto 
de  ios  padres,  que  pocas  veces  se  equivocan  en  la  calificación  y 
la  hacen  con  la  imparciaüdad  qué  no  puede  tener  la  novia  pre- 
tensa. 


te  des  á  quien  no  conoces,  que  es  como  viandante 
que  anda  tuneando,  y  es  bellaco.  Mira  hija  que  no 
te  juntes  con  otro,  sino  con  solo  aquel  que  te  de- 
mandó: persevera  con  él  hasta  que  muera:  no  le  de- 
jes aunque  el  te  quiera  dejar,  aunque  sea  un  pobre- 
cito  labrador  ú  oficial,  ó  algún  hombre  común  de  ba- 
jo linage.  Aunque  no  tenga  que  comer  no  le  menos- 
precies, no  le  dejes,  porque  poderoso  es  nuestro  se- 
ñor de  prov  eeros  y  honraros,  y  porque  es  sabedor 
de  todas  las  cosas,  y  hace  mercedes  á  quien  quie- 
re. Esto  que  he  dicho  hija  mia,  te  doy  por  tu  doc- 
trina para  que  te  sepas  valer,  y  con  esto  hago  con- 
tigo lo  que  debo  delante  de  Dios;  si  lo  perdieres 
y  lo  olvidares,  sea  á  tu  cargo  que  yo  ya  hice  mi 
deber.  ¡Oh  hija  mia  y  muy  amada  primogénita!  seas 
bienaventurada,  y  nuestro  señor  te  tenga  en  paz  y 
reposo. 

CAPITULO  XIX. 

En  acabando  el  padre  de  ecsortar  á  la  hija,  luego  delante 
de  él  tomaba  la  madre  la  mano,  y  con  muy  amorosas 
palabras  la  decía,  que  tuviese  en  mucho  lo  que  su  pa- 
dre la  había  dicho,  y  lo  guardase  en  su  corazón  como  co- 
sa muy  preciosa;  y  luego  comenzaba  ella  á  advertirla 
de  los  atavios  que  ha  de  usar,  y  de  como  ha  de  hablar, 
mirar  y  andar,  y  que  no  cure  de  vidas  agenas,  y  que 
el  mal  que  de  otros  oyere,  nunca  lo  diga.  JVIas  aprove- 
charían estas  dos  pláticas  dichas  en  el  pulpito,  por  el  len- 
guage  y  estilo  en  que  están,  [mutatis  mutandis]  á  los  mozos, 
y  mozas,  que   otros   muchos  sermones. 

Hija  mia   muy   amada,   muy  querida  palomita: 
(a)  ya  has   oído  y   notado  las  palabras,   que  tu  señor 


(a)     No  cabe  espresion  rnas  dulce  en  el  lenguage  de  los  afectos 
de  un  corazón  maternal. 


padre  te  ha  dicho:  ellas  son  palabras  preciosas, 
y  que  raramente  se  dicen  ni  se  oyen,  las  cuales  han 
procedido  de  las  entrañas  y  corazón  en  que  esta- 
ban atesoradas,  y  tu  muy  amado  padre  bien  sabe 
que  eres  su  hija  engendrada  de  él,  eres  su  sangre 
y  su  carne,  y  sabe  Dios  nuestro  señor  que  es  así: 
aunque  eres  muger,  é  imagen  de  tu  padre,  (a)  ¿qué  mas 
te  puedo  decir,  hija  mia,  de  lo  que  ya  está  dicho?  ¿qué 
mas  puedes  oír  de  lo  que  has  oído  de  tu  señor  y 
padre  el  cual  te  ha  hablado  copiosamente  lo  que  te 
cumple  hacer  y  guardar,  ni  ningnna  cosa  ha  que- 
dado de  lo  que  te  conviene  que  no  la  haya  tocado? 
pero  por  hacer  lo  que  soy  obligada  para  contigo, 
quiérote  decir  algunas  pocas  palabras.  Lo  primero 
que  te  encargo  mucho  és,  que  guardes,  y  que  no 
olvides  lo  que  tu  señor  padre  ya  dijo,  porque  son  to- 
das cosas  muy  preciosas;  y  las  personas  de  su 
suerte,  raramente  publican  tales  cosas,  y  que  son  pa- 
labras de  señores,  y  sabias,  apreciables  como  piedras 
ricas,  y  muy  labradas:  mira  pues  que  las  tomes  y  guar- 
des en  tu  corazón,  y  las  escribas  en  tus  entrañas.  Si 
Dios  te  diere  vida,  con  aquellas  mismas  palabras 
has  de  doctrinar  á  tus  hijos  é  hijas,  si  Dios  te  los 
diere.  Lo  segundo  que  te  quiero  decir  és,  que  mi- 
res que  te  amo  mucho,  que  eres  mi  querida  hija:  acuér- 
date que  te  truje  en  mi  vientre  nueve  meses,  y  de 
que  naciste,  y  te  criaste  en  mis  brazos:  yo  te  ponia 
en  la  cuna,  y  de  allí  en  mi  regazo,  y  con  mi  leche 
te  crie,   (b)  Esto  te  digo  porque  sepas,   que  yo,  y  tu 

(a)  Este  último  concepto  encierra  la  apologia  de  la  honradez  y 
fidelidad  de  la  madre  que  habla....  Eres  imagen  de  tu  padre;  tal 
vez  esta  señora  probaria  la  amargura  de  los  zelos,  y  supo  aprove- 
char   la  vez  de  sincerarse. 

(b)  ¡Que  recuerdos  tan  dulces!  Mexicanos,  gloriaos  porque  te- 
néis la  misma  sensibilidad  que  los  decantados  Atenienses:  bajo  este 
lindo  cielo  no  nacen  sino  seres  sensibles,  humanos  y  compasivos.... 
La  discordia,  el  espíritu  de  partido,  la  ambición  de  puestos  ha 
venido  á  inutilizar  tan  bellas  disposiciones....   ¡Llorad! 


w 


128 
padre  somos  los  que  te  engendramos,  y  ahora  te  ha- 
blamos doctrinándote.  Mira  que  tomes  nuestras  pa- 
labras, y  las  guardes  en  tu  pecho:  Cuida  que  tus  ves- 
tidos sean  honestos  y  como  conviene:  mira  que  no 
te  atavies  con  cosas  curiosas  y  muy  labradas,  por- 
que esto  significa  fantasía,  poco  seso  y  locura.  Tam- 
poco conviene  que  tus  atavíos  sean  muy  viles, 
sucios  ó  rotos,  como  son  los  de  la  gente  baja,  por- 
que estos  andrajos  son  señal  de  gente  vil,  y  de  quien 
se  hace  burla.  Tus  vestidos  sean  honestos  y  limpios, 
de  manera  que  ni  parezcas  fantástica,  ni  vil.  Cuan- 
do hablares  no  te  apresurarás  en  el  hablar  con  des- 
asosiego, sino  poco  á  poco,  y  sosegadamente:  cuan- 
do hablares  no  alzarás  la  voz,  ni  hablarás  muy  bajó, 
sino  con  mediano  sonido,  (a)  ni  adelgazarás  mu- 
cho cuando  hables,  ni  cuando  saludes,  ni  habla- 
rás por  las  narices,  sino  has  que  tus  palabras  sean 
honestas,  y  de  buen  sonido  y  la  voz  mediana.  No 
seas  curiosa  en  tus  palabras.  Mira  hija  que  en  el 
andar  has  de  ser  honesta:  no  andes  con  apresura- 
miento ni  con  demasiado  espacio,  porque  és  señal 
de  pompa  andar  despacio,  y  el  andar  de  prisa,  tiene 
resabio  de  desasosiego  y  poco  asiento.  Andando  lle- 
varás un  medio,  que  ni  andes  muy  de  prisa  ni  muy 
despacio;  y  cuando  fuere  necesario  andar  de  prisa 
hacedlo  así,  por  eso  tienes  discreción.  Para  cuando 
fuere  menester  saltar  algún  charco,  saltarás  honesta- 
mente, de  manera  que  ni  parezcas  pesada,  torpe  ni 
liviana.  Cuando  fueres  por  la  calle,  ó  por  el  camino 
no  lleves  inclinada  mucho  la  cabeza,  ó  encorbado  el 
cuerpo,  ni  tampoco  vayas  muy  levantada   la  cabeza; 

(a)  Sobre  esto  poco  tiene  que  aconsejar  esta  buena  madre:  la 
voz  de  las  mexicanas  es  como  la  de  Cleopatra,  de  quien  dice  la 
historia  que  parecía  el  resultado  de  muchos  instrumentos  músicos, 
que  hacen  un  horrible  estrago  en  el  corazón  del  que  las  escucha. 
Aquí  naturaleza  prodigó  sus  gracias  sobre  este  secso  noble  y  en- 
cantador. La  voz  y  los  ojos  los  terribles  tiranos  de  las  Mexicana?. 


porque  es  sefíal  de  mala  crianza:  irás  derecha  y  lá 
cabeza  poco  inclinada.  No  lleves  la  boca  cubierta,  ó 
la  cara  con  vergüenza:  no  vayas  mirando  á  mane- 
ra de  cegatona,  ni  hagas  con  los  pies  meneos  de 
fantasía  por  el  camino:  anda  con  sosiego,  y  con  ho- 
nestidad por  la  calle.  Lo  otro  que  debes  notar  hi- 
ja mia  és,  que  cuando  fueres  por  la  calle  no  vayas 
mirando  acá,  ni  acuyá,  ni  volviendo  la  cabeza  á  mi- 
rar á  una  parte  ni  á  otra,  ni  irás  mirando  al  cielo, 
ni  tampoco  irás  mirando  la  tierra.  A  los  que  encon- 
trares no  los  mires  con  ojos  de  persona  enojada,  ni- 
hagas  semblante  de  persona  incomoda,  sino  que  mira  á 
todos  con  cara  serena;  haciendo  esto  no  darás  á  na- 
die ocasión  de  enojarse  contra  tí.  Muestra  tu  aspec- 
to y  disposición  como  conviene,  de  manera  que  ni 
lleves  el  semblante  como  enojada,  ni  tampoco  como 
risueña.  Mira  también  hija,  que  no  se  te  dé  nada 
or  las  palabras  que  oyeres  yendo  por  el  camino,  ni 
agas  cuenta  de  ellas,  digan  lo  que  dijeren  los  que 
van  ó  vienen.  No  cures  de  responder  ni  de  hablar, 
mas  haz  como  que  no  los  oyes  ni  lo  entiendes;  por- 
que haciendo  de  esta  manera,  nadie  podrá  decir  cori 
verdad  que  dijiste  tal  cosa.  Mira  también  hija  que 
nunca  te  acontesca  afeitar  la  cara,  ó  poner  colores 
en  ella  ó  en  la  boca  por  parecer  bien,  porque  esto 
es  señal  de  mugeres  mundanas  y  carnales.  Los  afei- 
tes y  colores  son  cosas  que  las  malas  mugeres  usan, 
las  desvergonzadas  que  ya  han  perdido  el  pudor  y 
aun  el  seso,  que  andan  como  locas  y  borrachas:  es- 
tas se  llaman  rameras,  y  para  que  tu  marido  no  te 
aborrezca,    ataviate,   lávate,  y  lava  tus  ropas,  [a]  ¿y 


(a)  La  muger  compuesta  quita  al  marido  de  la  otra  puerta  (ada- 
gio.) Aun  la  muger  propia  debe  conservar  cierta  ilusión  agradable: 
los  hombres  aman  por  representación,  y  los  angeles  por  conceptos: 
aun  á  los  animales  mostramos  mas  cariño  en  los  aseados  y  lim- 
pios, como  en  los  perros,  despreciando  los  sucios  y  carlanguientos 
que  andan  por  la  calle. 


I 


esto  sea  con  regla  y  con  discreción,  porque  si  cada 
dia  te  lavas  y  también  tus  ropas,  decirse  ha  de  ti  que 
eres  relimpia  y  que  eres  demasiado  regalada;  llamar- 
te  han    tapepetzon   tinemaxoch.   Hija    mia,      este    es    el 
camino    que    has   de  llevar,  porque  de    esta     mane- 
ra nos   criaron  tus  señoras  antepasadas  de  donde  vie- 
nes. Las  señoras  nobles,  ancianas,  canas  y  abuelas  $*c. 
no  nos  dijeron  tantas  cosas  como  yo  te  he  dicho;  no 
nos  decian  sino    algunas  pocas   palabras  y   nos  ha- 
blaban de  esta  manera.  „Oíd  hijas  mias:  en  este  mun- 
do  es  menester  vivir  con  mucho   aviso  y  recato:  oye 
esta   comparación   que    ahora    te  diré   y  guárdala,  y 
de    ella    toma    ejemplo  y    dechado   para   bien  vivir. 
Acá  en  este  mundo  vamos  por  un  camino   muy  an- 
gosto, muy  alto,   y  muy  peligroso,  el    cual  es  como 
una  loma   altísima,    y    que  por   lo  empinado   de  ella 
vá  un  camino  muy  estrecho:  á  la  una  mano  está  gran 
profundidad   y   hondura  sin   suelo,  y  si   te    desviares 
del   camino   á  una  ú  otra  mano,  caerás  en  aquel  pro- 
fundo;  por  tanto   conviene  con  mucho   tiento   seguir 
el   camino.  Hija  muy  tiernamente   amada   y   palomi- 
ta mia,  guarda  este   ejemplo    en  tu  corazón,  y   mira 
que  no  te  olvides,  que  este  será  como  candela  y  co- 
mo lumbre  por  todo  el   tiempo  que  vivieres  en  este 
mundo.  Solo  una  cosa  hija  mia  me  resta  por  decirte 
para   acabar   mi   plática:  si  Dios  te   diere   vida,  si  vi- 
vieres algunos  años  sobre  la   tierra,  mira  que  no  des 
tu  cuerpo  á  algún  hombre:  mira  que  te  guardes  mucho 
que  nadie  llegue  á  tí  ni  tome  tu  cuerpo:  si  perdieres  tu 
virginidad,  y  después  de   esto  te  demandare  por  mu- 
ger  alguno,  y  te  casares  con  él,  nunca  se  habrá  bien 
contigo  ni  te  tendrá  verdadero  amor,  siempre  se  acor- 
dará  de   que  no  te  halló  virgen,  y  esto   será    causa 
de  grande  aflicción  y  trabajo:  nunca  estarás  en  paz, 
siempre  estará  tu  marido  sospechoso  de  tí.  ¡Oh  hija 
mia  mi  muy  amada  palomita!  si  vivieres  sobre  la  tier- 
ra, mira  que   en  ninguna  manera  te  conozca  mas  que 


131 

un  varón;   y   esto  que  ahora  te  quiero  decir,  guárda- 
lo   como  mandamiento    estrecho.  Cuando  fuere  Dios 
servido   de   que  tomes  marido,   estando  ya  en  su  po- 
der no  te   altivezcas,  mira  que  no  le  menosprecies  m 
des  licencia  á  tu  corazón   para  que  se  incline  á  otra 
parte:     no     te    atrevas     á    él:     mira    que    en     nin- 
o-un   tiempo  ni  en   ningún  lugar  le  hagas  traición  que 
se  llama  adulterio:  mira   que  no  des  tu  cuerpo  á  otro, 
porque   esto  hija  mia   muy  querida  y  muy  amada,  es 
una  caida  en  una   sima   sin  suelo,    que   no  tiene  re- 
medio ni   jamás   se  puede  sanar.  Según    es    el  estilo 
del  mundo,   si   fuere  sabido,  y  si   fueres  vista,  por  es- 
te  delito  matarte  han,  echarte    han  en  una   calle  pa- 
ra ejemplo  de   toda  la  gente,  donde  serás  por  justi- 
cia machucada  la   cabeza  y   arrastrada;  de    estas  di- 
ce un  refrán...  Probarás  la  piedra,  serás  arrastrada,  y  to- 
marán ejemplo   de  tu  muerte:    de    aquí  succederá    infa- 
mia y  deshonra    á  nuestros  antepasados,    señores,  y 
senadores  de  donde  venimos  y  de  donde  naciste:  en- 
suciarás su  ilustre  fama  y   su  gloria,  con  la  inmundi- 
cia y  polvo  de   tu   pecado.  Asimismo  perderás   tu  fa- 
ma, tu  nobleza  y  tu  generosidad:   tu  nombre  será  ol- 
vidado   y  aborrecido:  de  tí  se  dirá  el   refrán,  que  fuis- 
te enterrada   en  el  polvo  de  tus  pecados-,  y   mira  bien  hi- 
ja mia,  que  aunque  nadie  te    vea,  ni  tu  marido  sepa 
lo   que  pasa,  te   vé  Dios  que  está  en  todo  lugar,  eno- 
jarse há  contra  tí,  y  también  despertará  la  indigna- 
ción del  pueblo  contra  tí,  y  se  vengará  como  él  qui- 
siere, ó  te  tullirás  por  su  mandado,   ó   cegarás,  ó  se  te 
podrirá   el  cuerpo,  ó  vendrás   á  la  última  pobreza  por- 
que  te  atreviste   y   arrojaste  á  obrar  contra  tu  ma- 
rido,  que   por   ventura  te  dará  la  muerte,  ó  te    pon- 
drá  debajo  de  sus  pies  envíandote    al  infierno.  Nues- 
tro señor  misericordioso  es;   pero   si  hicieres  traición 
á  tu  marido,  aunque  no  se  sepa,  aunque  no  se   pu- 
blique, Dios   que  está  en  todo  lugar,  tomará  vengan- 
za de  tu  pecado,  y  permitirá  que  nunca  tengas  con- 
Tom.  II.  18 


132 

tentó,  ni  reposo,  ni  vida  sosegada,  y  él  provocará  á 
tu  mando  que  siempre  estará  enojado  contra  tí,  y 
que  siempre  te  hablará  con  enojo.  Mira  hija  mia  muy 
amada  a  quien  amo  tiernamente,  mira  que  vivas  en 
el  mundo  con  paz,  reposo  y  contento  los  dias  aue 
vivieres;  mira  que  no  te  infames,  que  no  amancilles 
tu  honra,  que  no  ensucies  el  lustre  y  fama  de  nues- 
tros señores  antepasados  de  los  -  cuales  vienes:  mira 
que  a  mi  y  á  tus  padres  nos  honres,  y  nos  des  fa- 
ma con  tu  buena  vida.  Hágate  Dios  muy  bienaven- 
turada, hija  mía  primogénita,  y  llégate  á  Dios,  el  cual 
esta  en  todo   lugar. 

CAPÍTULO  XX. 

Del  lenguage  y  afectos  que  usaba  el  padre  principal  ó 
señor,  para  amonestar  á  su  hijo  á  la  humildad  y  cono- 
cimiento de  sí  mismo,  para  ser  acepto  á  los  dioses  y  á 
los  hombres;  donde  pone  muchas  consideraciones  al  propó- 
sito con  maravillosas  maneras  de  hablar,  y  con  delicadas 
metáforas,  y  propísimos  vocablos. 

Hijo  mió  muy  amado  y  muy  querido,  nota  lo 
que  te  diré  Nuestro  señor  te  ha  traído  en  esta  ho- 
ra y  lugar  donde  te  quiero  hablar  acerca  de  loque 
debes  guardar  todos  los  dias  de  tu  vida.  Esto  lo 
Hago  porque  eres  mi  hijo  muy  amado  y  muy  esti- 
mado, mas  que  toda  piedra  preciosa,  y  mas  que  to- 
da pluma  rica  que  no  tengo  mas  que  á  tí:  tú  eres 
el  primero,  el  segundo,  el  tercero  y  el  postrero.  He 
pensado  decirte  algunas  cosas  que  te  cumple  saber 
por  la  obngacion  que  tengo,  pues  que  soy  tu  padre 
yv  madre;  quiero  hacer  mi  deber  porque  mañana  ú 
otro  oía  Dios  me  llevará,  y  me  quitará  de  sobre  la 
tierra,  porque  es  todo  poderoso,  porque  estamos  su- 
jetos a  la  flaqueza  humana  y  á  la  muerte,  y  nues- 
tra vida  sobre  la  tierra    es  muy  incierta.   Pues   hijo 


mió,  nota  y  entiende   lo  que  te   diré;    vivas    muchos 
días  sobre  la  tierra  en  servicio   de  Dios,  y  seas  bien- 
aventurado: mira   que  seas  avisado,  porque  este  mun- 
do es  muy   peligroso,  dificultoso,  desasosegado,  cruel 
y   muy  trabajoso.  Por  esta   causa  los  viejos  con  mu- 
cha razón  dijeron,  que  no  se  escapa  nadie  de  las  baja- 
das  y  subidas   de  este    mundo,   de   los    torbellinos    y 
tempestades    que   en  él  hay:  muy  engañoso  es  el  mun- 
do, sí,  riese  de  unos,  gózase  con  otros,  burlase  de  todos; 
todo    está  lleno   de    mentiras,   no  hay  verdad   en  él, 
y  de  todos    escarnece.  Quiérote  decir  hijo  lo   que    te 
conviene  mucho  notar  y  poner  por   obra,  que  es  co- 
sa digna  de  ser  estimada  y   guardada  como    oro    en 
paño,  y  como  piedras  preciosas  en  cofre,  porque  lo 
dejaron  como  tal  los   viejos   y   viejas:  los  canos  y  an- 
cianos, nuestros   antepasados,  que  vinieron  á    este  rei- 
no y  señorío,  conversaron  entre  la  gente  de  este  pue- 
blo, y   tuvieron   dignidad  y  principados.  Estos  que  fue- 
ron muy  grandes  señores,  y  tuvieron  la   dignidad  del 
reino  y  senado,  no  se  ensoberbecieron  ni  engrieron; 
mas  antes  se  humillaron  y  anduvieron   encorbados,  é 
inclinados   acia  la  tierra,    con   lloros,  lágrimas  y  sus- 
piros: no  se  estimaron  como  señores,  sino  como  po- 
bres  y  peregrinos.  Estos  mayores  de  quienes   descien- 
des,  vinieron    á   grande   humildad,  y  no   en  presun- 
ción,  soberbia,  altivez,  y  deseo  de  honras;  y  á  pesar 
de  esto  fueron  reverenciados  y   tenidos  en   mucho,  y 
poseyeron  las  dignidades  del   reino,  fueron  señores  y 
capitanes,   y  tuvieron  autoridad  para    matar   y   para 
hacer    guerras,   y   mantuvieron   al   sol  y  á  la   tierra, 
con  carne  y  sangre  de  hombres;  y  aunque  por  la  mi- 
sericordia  de  Dios  fueron  grandes,  y  reinaron  sobre 
la  tierra,  y  rigieron  la  república,  que    nuestro   señor 
que  está  en  todo  lugar  los  encomendó,  y  juzgaron,  y 
trataron   las   causas   de  la  república,  y  consolaron  y 
favorecieron   á  la   gente  popular;  no  por  eso  perdie- 
ron su  humildad,  ni  se  desvanecieron,  ni  hicieron  co- 


134 

sas  poco  dignas  de  sus  personas.  No  obstante  que 
eran  ricos  y  poderosos,  y  poseyeron  muchos  bienes 
que  nuestro  señor  los  dio,  y  gozaban  de  flores,  de 
perfumes,  y  de  mantas  ricas  de  todas  maneras,  y  te- 
nían grandes  cosas,  y  gustaron  de  manjares  y  be- 
bidas de  todas  maneras,  y  poseyeron  armas,  atavios 
muy  ricos  y  gloriosos,  como  son  barbotes,  ricas  bor- 
las para  la  cabeza,  y  orejeras  muy  ricas;  de  mane- 
ra que  hacian  temblar  á  todos  con  su  autoridad  ¿por  es- 
to perdieron  por  ventura  algo  de  su  humildad  y  gra- 
vedad? ¿por  ventura  desvaneciéronse  y  ensalzáronse? 
¿por  ventura  por  esto  menospreciaron  á  los  que  eran 
sus  interiores  ó  tuviéronlos  en  poco?  ¿por  ventura  por 
esta  causa  se  les  alteró  el  seso,  ó  perdieron  el  jui- 
cio? No  por  cierto;  antes  eran  bien  hablados,  muy 
humildes,  y  de  gran  crianza:  respetaban  á  todos,  y  se 
abajaban  hasta  la  tierra,  y  se  mantuvieron  como  na- 
da: cuanto  mas  eran  honrados  y  estimados,  tanto 
mas  lloraban,  se  entristecían,  suspiraban,  y  se  incli- 
naban y  humillaban.  De  esta  manera  hijo  mió 
vivieron  en  el  mundo  los  viejos  de  quien  descende- 
mos tus  abuelos,  visabuelos  y  tatarabuelos,  que  nos 
dejaron  acá  y  de  quienes  descendiste.  Pon  los  ojos  en 
ellos,  mira  sus  virtudes,  contempla  su  fama,  y  el  res- 
plandor y  claridad  que  nos  dejaron:  mira  el  espejo 
y  dechado  que  ellos  nos  legaron,  ponió  delante  de  tí,  y 
tenlo  delante  de  tus  ojos:  mírate  en  él  y  verás  quien 
eres:  mira  que  tu  vida  la  hagas  semejante  á  la  su- 
ya: ponía  delante  de  tus  ojos,  y  luego  conocerás  las 
faltas  que  tienes  y  las  manchas  que  hay  en  tí.  Otra 
palabra  quiero  que  oigas  de  mí,  hijo  muy  amado,  y 
también  nótala  con  gran  diligencia:  sábete  que  ha» 
nacido  en  un  tiempo  muy  trabajoso,  y  en  tiempo  de 
mucha  pobreza;  porque  yo  tu  padre  estoy  muy  alcan- 
zado, y  tengo  mucha  penuria.  Aunque  nuestros  an- 
tepasados fueron  grandes  y  ricos,  no  heredamos  de 
ellos  aquella  riqueza  ni  valor;  mas  antes  tenemos  gran 


135 
falta  de  todas  las  cosas:  la  pobreza  es  la  que  se  en- 
señorea  y  tiene  sobre  nosotros  su  principado:  somos 
tus  padres  ancianos  y  viejos,  y  estamos  muy  nece- 
sitados. Hijo  mió,  si  quieres  ver  que  esto  es  asi,  mi- 
ra el  hogar  de  esta  casa,  mira  donde  se  hace  el 
fuego,  y  verás  que  no  hay  sino  pobreza  y  grande 
necesidad,  pues  apenas  alcanzamos  abastanza  de  co- 
mida y  bebida,  y  asimismo  padecemos  necesidad  de 
vestuario,  y  por  todas  partes  padecemos  frío:  [a]  no 
tenemos  conque  nos  cubrir;  míranos,  y  verás  que  to- 
dos los  huesos  se  nos  parecen  de  flaqueza  y  nece- 
sidad de  mantenimientos,  y  esto  por  la  bondad  de 
nuestro  señor  y  por  nuestros  pecados.  Mira  á  tus  pri- 
mos menores  y  á  tus  primas:  mira  si  tienen  abun- 
dancia, mira  si  están  gordos  y  reacios,  si  tienen  las 
cosas  necesarias  y  si  les  sobran  los  mantenimientos 
y  las  vestiduras:  ¿no  los  ves  cuales  andan  en  su  po- 
breza todos  están  llenos  de  cumplida  miseria.  En 
tal  estado,  en  tanta  desdicha,  no  hay  oportunidad  de 
levantar  la  cabeza  ni  tener  brio,  porque  esto  seria 
cosa  de  borrachos  y  de  gente  vil,  tener  presunción 
ó  altivez  enmedio  de  tanta  pobreza  y  miseria  como 
hay  dentro  de  esta  casa,  y  como  la  tienen  los  que 
en  ella  moran.  Es  pues  esta  ocasión  de  humildad  y 
de  tristeza,  y  de  traer  la  cabeza  baja  porque  en  tai 
tiempo  has  nacido;  y  para  que  te  lo  diga  todo,  es- 
cúchame en  tu  primer  hermano  el  cual  es  mayor  que 
tu  N.:  ¿no  le  ves?  ¿no  tomas  de  él  ejemplo  de  la  ma- 
nera que  Dios  le  ha  ensalzado,  que  ya  usa  del  re- 
gimiento del  pueblo,  ya  está  en  dignidad,  ya  tiene 
poder  para  juzgar  las  causas  de  la  gente  popular,  y 
de  sentenciar  y  castigar  á  los  delincuentes;  ya  tie- 
ne autoridad  para  matar  á  los  criminosos,  y  para  re- 
prehender y  castigar,  porque  ya   está  en  la  dignidad 

[a]     Tero   poseían  virtudes,   efectiva  riqueza   superior  al  oro,  pla- 
ta y  piedras  que  los  indios  tenian  en  grande  estima. 


i' 


'¿-'•: 


136 
y  estrado,  y  tiene  ya  el  principal  logar  donde  le  pu- 
so nuestro  señor?  ya  le  llaman  por  estos  nombres 
tecacilato,  Üacatecutli,  por  estos  nombres  le  nombran  to- 
dos los  populares.  ¿Este  acaso  está  puesto  en  la  dig- 
nidad por  la  falta  de  personas  mas  prudentes  y  mas 
sabias  para  regir  este  señorío  ó  pueblo?  ¿No  hay  per- 
sonas nobles,  de  gran  caudal,  y  de  ilustre  genealo- 
gía? ¿Ya  todos  han  faltado?  si  hubiera  uno  tan  so- 
lamente de  aquellos,  hubiera  nuestro  señor  señalado 
uno  de  ellos,  y  alguno  de  estos  tomado  de  la  repú- 
blica por  rey  y  señor.  No  sé  en  que  ha  de  parar 
.aquel  mancebilio  que  está  llorando  por  el  oficio:  por 
ventura  en  él  se  perderá,  ó  por  ventura  le  ha  pues- 
to nuestro  señor  hasta  que  parezca  otro  que  mejor 
lo  desempeñe.  No  tiene  por  cierto  falta  de  amibos  y 
conocidos  nuestro  señor:  á  este  tu  primo  hermano, 
antes  que  tomase  el  .  cargo,  bien  viste  como  vivía,' 
¿andaba  burlando  ó  haciendo  niñerías?  ¿andaba  co- 
mo desvergonzado  y  desvaratado?  ¿andaba  muy  er- 
guido? ¿no  era  muy  humilde?  ¿no  era  muy  reveren- 
te? cierto  andaba  inclinado,  y  sin  muestra  de  ningu- 
na pompa  ni  fantasía:  oraba  á  nuestro  señor  Dios 
con  gran  devoción:  velaba  de  noche,  y  se  postraba 
de  rodillas  á  la  medianía  de  ella,  á  orar  y  á  suspi- 
rar delante  de  Dios,  y  así  está  ahora  en  esta  cos- 
tumbre. Levantábase  luego  de  mañana,  y  tomaba  la 
escoba  y  barría,  y  limpiaba  con  el  aventadero  los 
oratorios,  y  ahora  ¿que  te  parece  como  vive?  ¿co- 
mo anda?  ¿anda  soberbio  ó  fantástico?  ¿acuérdase 
por  ventura  que  es  señor?  tan  humilde  es  ahora  y 
tan  obediente  como  antes,  y  así  llora  y  suspira,  y 
ora  con  gran  devoción:  ¿no  ves  ahora  que  jamás  di- 
ce, yo  soy  Señor,  yo  soy  Rey?  y  así  veía  de  noche  aho- 
ra, y  así  barre,  y  así  ofrece  incienso  como  de  antes. 
Aunque  tu  eres  primer  hermano  mayor,  sobrepújate 
hijo  mío  á  este  tu  primo  hermano  mayor  en  todas 
l&a  buenas   costumbres.   Nota  hijo   esta  palabra:  que» 


lo  que  te  tengo  dicho  te  sea  espina  y  aire  frío  que 
te  aflija  para  que  te  haga  humillar,  y  volver  en  tí. 
Mira  que  has  nacido  en  tiempo  de  trabajos  y  aflic- 
ciones, (a)  y  te  ha  enviado  Dios  al  mundo  en  tiempo 
de  gran  pobreza:  mira  que  yo  soy  tu  padre,  y  que 
vida  pasamos  yo  y  tu  madre,  que  no  somos  tenidos 
en  nada,  ni  hay  memoria  de  nosotros.  Aunque  nues- 
tros antepasados  fueron  grandes  y  poderosos,  ¿dejá- 
ronnos aquella  grandeza  y  potencia?  no  por  cierto. 
Mira  á  tus  parientes  y  afines,  que  no  tienen  ser  nin- 
guno en  la  república,  sino  que  también  viven  en  po- 
breza y  como  desechados;  y  aunque  tú  seas  noble, 
generoso  y  de  claro  linage,  conviene  que  tengas  de- 
lante de  tus  ojos  el  modo  como  has  de  vivir.  No- 
ta que  Ja  humildad,  el  abajamiento  de  cuerpo  y  del 
alma,  el  lloro,  las  lágrimas  y  el  suspirar;  esta  es  la 
nobleza,  este  es  el  valer  y  la  honra.  Mira  hijo  que 
ningún  soberbio,  ni  erguido,  ni  presuntuoso,  ni  bulli- 
cioso, ha  sido  electo  por  señor:  ningún  descortés, 
malcriado,  deslenguado,  ni  atrevido  en  hablar:  nin- 
guno que  habla  lo  que  se  le  viene  á  la  boca,  ha  si- 
do puesto  en  el  estrado  y  trono  real;  y  si  en  algún 
lugar  hay  algún  señor  que  dice  chocarrerías,  ó  al- 
gún senador  habla  palabras  de  burla,  luego  le  po- 
nían un  nombre,  tecncuecuechtli,  que  quiere  decir  trucm. 
Jamás  á  ninguno  fué  dado  algún  cargo  noble  de  la 
república,  que  fuese  atrevido,  ó  disoluto  en  hablar, 
ó  en  burlar.  Estos  tales  se  llamaban  quaqwchictin,  que 
es  nombre  de  hombres  alocados,  pero  valientes  en  la 
guerra*  también  los  llamaban  á  estos  otomiotlaotonxin- 
ti,  que  quiere  decir,  otomis  trasquilados  y  alocados.  Es- 
tos  eran  grandes  matadores;   pero  teníanlos   por  in- 

( a)  Estas  refleciones  vienen  hoy  mejor  que  nunca  á  los  mexi- 
canos, en  esto  de  revolución  en  que  del  trono  del  poder  al  pa- 
tíbulo hay  menos  de  un  paso.  Cuantos  hombres  de  intriga  vemos 
levantados,  y  enorgullecidos  que  miran  á  los  hombres  de  bien  con 
orgullo  y  desprecio..,  ¡Miserables! 


138 

hábiles  para  cosa   de   regir.   Aquellos   que  dirigieron 
en  los  tiempos  pasados   la   república,  y  los  egércitos 
en  las  guerras,   todos   fueron    gente  muy  dada   á  la 
oración  y   devoción,   á   las  lágrimas    y  suspiros,  muy 
humildes'  y  obedientes,  muy  pacíficos  y  reposados.  Ya 
sabes    hijo    mió,  y  bien    tienes    en   la  memoria,  que 
el    señor   es  como  corazón  del  pueblo:  (a)  á  este  le  ayu- 
daban  dos   senadores  para  lo  que  toca  al  regimien- 
to del   pueblo:  uno    de    ellos    era  pilli,  y  otro    criado 
fen  las  guerras:  el  uno  de  ellos  se  llamaba  Tlacatecu- 
tli,  y  el   otro  Tlocochtecutli.  Otros    dos  capitanes  ayu- 
daban al  señor   para   las  cosas    de  la  milicia,   el  uno 
de   ellos   era  pilli,  y  criado  en  la  guerra,  y  el  otro  no 
era  pillí:  el  uno  de  ellos  se  llamaba  TlacateccatL,  y  el 
otro   se    llamaba    Tlacochcalcatl.    De  esta  manera  hi- 
jo mió  va  el  regimiento  de   la  república,  y  estos  cua- 
tro ya    dichos    Tlacatecuíli,   Tlacochtecutli,    Tlacaieccatle^ 
y   Tlacochcalcatl,  no  tenían  estos    oficios  por  heredad, 
ó  propiedad,  sino  que   eran  electos,  por   la   inspira- 
ción  de  nuestro    señor   dios,  porque    eran  mas  hábi- 
les para   ellos.  Nota  bien  lo  que  te  digo,   muy  ama- 
do   y  muy  estimado  hijo,  que  no   te  ensoberbezcas,  ni  te 
altivezcas,  si   por   ventura  fueres   tomado  para  alguno 
de   los  oficios   ya   dichos,  (quizás  Dios  te  llamará  pa- 
ra alguno   de   ellos)  ó  te  quedarás  sin  ninguno,  y  vi- 
virás  como    hombre  común  y  popular;  y  si  fueres  lla- 
mado  y  elegido  para   alguno  de  dichos  oficios,  otra, 
y   otra  vez  te  encargo,   que  no  presumas  de  tí,  ni  te 
estimes  por   grande,  valeroso  y   principal,   porque  es- 
to es   cosa   con  que  Dios  mucho  se    enoja.  Si  aca- 
so   merecieres    alguna   dignidad,  ó    ser   algo:    si  me- 
recieres  ser  electo  para  algún  oficio  de   los   ya   di- 
chos,  sé  humilde,    anda  muy    inclinado,  baja  la   ca- 
beza y  recogidos  los  brazos:   date  al   lloro,  á  la   de- 
voción, á  la   tristeza,  suspiros,   y  á  la  voluntad  de  to- 

(a)    Igual  definición  hace   una  ley  de  partida  del  Rey. 


dos:  sé  sugeto  y  humilde.  Nota  hijo  mío,  que  esto 
que  te  he  dicho  de  la  humildad,  sujeción  y  menos- 
precio de  tí  mismo,  ha  de  ser  de  corazón  delante 
de  nuestro  señor  Dios.  Cuida  que  no  sea.  fingida  tu 
humildad,  porque  entonces  decirse  ha  de  tí  titoloxó- 
chton  que  es  hipócrita.  Decirse  ha  de  tí  también,  li- 
tlanixiquipile  que  quiere  decir  hombre  fingido  y  simu- 
lado: mira  que  nuestro  señor  dios  vé  los  corazones 
y  todas  las  cosas  secretas  por  muy  escondidas  que 
estén,  y  también  oye  lo  que  revolvemos  en  nuestro 
corazón  todos  nosotros,  cuantos  vivimos  en  este  mun- 
do; mira  en  fin  que  sea  pura  tu  humildad,  sin  mez- 
cla de  ninguna  soberbia,  y  que  aquella  delante 
de  Dios  sea  pura  como  una  piedra  preciosa  muy  fi- 
na, y  que  no  seas  hombre  de  dos  caras, 
CAPITULO  XX!. 

Del  lenguage  y  afectos  que  el  padre,  señor  y  principal 
usaba  para  persuadir  á  su  hijo  al  amor  de  la  castidad, 
donde  pone  cuan  amigos  eran  los  dioses  de  los  castos  con 
muchas  comparaciones  y  ejemplos  muy  aproposito;  tratando 
esta  materia  ofrece  tocar  otras  muchas  cosas  gustosas  de  leer. 
Hijo  mío  muy  amado:  nota  bien  las  palabras 
que  quiero  decir,  y  ponías  en  tu  corazón,  porque  las 
dejaron  nuestros  antepasados  viejos  y  viejas,  sabios 
y  avisados  que  vivieron  en  este  mundo.  Es  lo  que 
nos  dijeron,  y  lo  que  nos  avisaron  y  encomendaron, 
que  lo  guardásemos  como  en  cofre,  y  oro  en  paño. 
Mira  hijo  que  los  viejos  nos  dejaron  dicho,  que  los 
niños,  las  niñas,  ó  mancebitos  y  doncellas  son  muy 
amados  de  Dios:  aprecialos  mucho  nuestro  señor  que 
está  en  toda  parte,  huélgase  con  ellos,  y  tiénelos  por 
amigos;  por  esto  los  viejos  que  eran  muy  dados  al 
culto  divino,  á  la  penitencia,  á  los  ayunos,  y  á  ofre- 
cer incienso  á  los  dioses,  tuvieron  en  gran  estima  á 
los  niños  y  niñas  que  oraban;  despertábanlos  de  no- 
che al  mejor  sueño,  y  desnudábanlos,  rociábanlos  con 
Tóm.  II,  VJ 


(I 
il 

I! 


M40 

agua,  y  hacíanlos  barrer  y  ofrecer  copalli  á  los  dio- 
ses: lavábanles  las  bocas,  y  les  decían  que  Dios  re- 
cibía y  oía  de  buena  gana  sus  oraciones  y  servicios, 
sus  lágrimas,  su  tristeza  y  sus  suspiros,  porque  te- 
nían corazón  limpio  y  sin  mezcla  de  pecado,  perfec- 
tos y  sin  mancilla,  como  piedras  preciosas,  chalchi- 
vites  ó  zafiros:  decian  que  por  estos  sustentaba  Dios 
al  mundo,  (a)  y  que  ellos  eran  nuestros  intercesores  pa- 
ra con  Dios.  Otra  manera  de  gente  hay  que  son  agra- 
dables á  Dios  y  á  los  hombres,  y  son  los  buenos  Sá- 
trapas que  viven  castamente,  y  tienen  corazón  lim- 
pio, puro,  bueno,  lavado,  y  blanco  como  la  nieve: 
ninguna  mancilla  tiene  su  manera  de  vivir,  ningu- 
na suciedad,  ningún  polvo  de  pecado  hay  en  sus 
costumbres;  y  porque  son  tales,  son  aceptos  á  Dios, 
y  le  ofrecen  incienso  y  oraciones,  y  le  ruegan  por 
el  pueblo.  El  señor  decía:  estos  son  los  siervos  de 
liáis  dioses,  porque  eran  de  buena  vida  y  de  buen 
ejemplo;  y  los  ancianos,  sabios,  y  entendidos  en  los 
libros  de  nuestra  doctrina,  (b)  dejaron  dicho,  que  los 
que  son  de  limpio  corazón,  son  muy  dignos  de  ser 
amados,  porque  son  apartados  de  toda  delectación  car- 
nal y  sucia;  porque  son  preciosos  los  que  de  esta  ma- 
cera viven,  los  dioses  los  desean,  los  procuran,  y  los 
llaman  para  sí,  y  también  los  que  son  puros  de  toda 
mancilla  y  mueren  en  la  guerra.  Dijeron  los  viejos 
que  el  sol  los  llama  para  sí,  y  para  que  vivan  con 
él  allá  en  el  cielo,  para  que  le  regocijen,  canten  en 
su  presencia,  y  le  hagan  placer.  Estos  están  en  con- 
tinuos placeres  con  el  sol,  viven  en  continuos  de- 
leites, gustan  y  chupan  el  olor  y  zumo  de  todas  las 
flores  sabrosas  y  olorosas:  jamás  sienten  tristeza,  ni 
dolor,  ni  disgusto,  porque    viven  en  la  casa  del  sol  (c) 

(a)  Hoc  suhstineo  propler   electos....  Propter  áecem,  non  delebo. 

(b)  El  P.  Mier  nota  que.los  Sátrapas  estaban  encargados  de  escri- 
bir la    historia  de    su  pueblo,  y  eran   depositarios   de  la  Sabiduría. 

(c)  El  Himno  de  la  gloria   que  S.  Pedro  Dainiano   compuso  de 
los    dichos  de   S.  Agustin,  abunda   en  estas  mismas    ideas,  ieese 


14! 

donde  hay  riquezas  de   deleites,  y  estos  de  esta  ma- 
nera que  viven  en  las  guerras,  son  muy  honrados  acá 
en  el  mundo;  y   este    género    de   muerte  es  deseada 
de   muchos,  y   no   pocos  tienen   envidia  á  los  que  así 
mueren,  y  por  esto  todos  desean  esta  muerte,  porque 
los  que  así  fallecen  son  muy  alabados.  Dícese  que  un; 
mancebo  generoso  de  Vetxotzingo  [a]  el  cual  se  llamaba 
Mixcoatl,  murió  en  la   guerra  de  los  mexicanos  y  ellos 
le  mataron:  un  cantar   hecho    en  su  loor  dice:    „¡OA 
bienaventurado  Mixcoatl!  bien   mereces   ser  loado  en  can- 
tares, y  que    tu  fama  viva    en    el  mundo,  y  que  los    que 
bailan   en  los  areiios  te  traigan  en  la  boca  en  derededor  de 
los  atabales  y  tamboriles   de    Vetxotzingo,  para  que    rego- 
cijes y  aparezcas  á  tus  amigos  los   nobles  y  generosos  tus 
parientes."  Sigue    otro    cantar    del  loor    de   este  man- 
cebo, en  que  le  alaban  de  la  virginidad,  limpieza,   y 
pureza   de   su   corazón:  „¡Oh  glorioso  mancebo,  digno  de 
todo  loor,  que  ofreciste  tu  corazón   al  sol,   limpio  como  un 
sartal  do  piedras  preciosas  que  se  llaman  zafiros!  otra  vez 
tornarás  á   brotar:   otra  vez   tornarás  á  florear  en  el  mun- 
do: vendrás  á  los  areiios,    entre     los    atambores  y    también 
los  de  Vetxotzingo,  parecerás  á  los  nobles  y  varones  vale- 
rosos, y    verte   han   tus   amigos.»    Hay  otro    género   de 
personas  que  también  son  amadas  de  Dios  y  desea- 
das, y  estas  son  aquellas    que    son    ahogadas   en   la 
agua  con  alguna  violencia   de   algún  animal  de  ella, 
como  del  avitzotl,  [b]  ó  de  la  teponaztli  ú  otra  alguna  co- 
sa.  También  aquellos   que  son  muertos   de  rayo,  por- 
que todos   estos,  dijeron  los    viejos,   que     porque   los 
dioses  los    aman,  los  llevan   para  sí  al  paraiso  terre- 
nal  para  que  viviesen   con   el  dios  llamado    Tlaloca- 
tecutli  que    se   sirve  con   vlli  y    con    yauhtli,  y  es  dios 
de   las  verduras;  estos  así  muertos  están  en  la  glo- 
ria con   el   dios   Tlalocatecutli,  donde  siempre   hay  ver- 
traducido  en  liras  en  el  primer  tomo  del  Diario  de  México  número 
31   del   aoo   de   1804,  de  que  fui  primer   Editor,  y   es  obra  del  sa- 
bio  P.    Sartorio. 


(a)     Hoy   Huexocingo; 


(b)    Especie  de  perrillo  marino. 


duras,  maizales  verdes,  y  toda  manera  de  yerbas  y 
flores;  siempre  es  verano,  siempre  las  yerbas  están 
verdes,  y  las  flores  frescas  y  olorosas.  También  de 
Jos  mozuelos  y  mozuelas  que  mueren  antes  de  tener 
experiencia  de  pecados  ningunos,  y  mueren  en  su  ino- 
ciencia,  en  su  simplicidad  y  virginidad;  dicen  los  vie- 
jos que  estos  reciben  grandes  mercedes  de  nuestro  se- 
ñor Dios,  porque  son  como  piedras  preciosas,  y  por- 
que van  puros  y  limpios  á  la  presencia  de  Dios.  Oye 
otra  manera  de  gente  que  son  bienaventurados  y 
amados,  y  los  llevan  los  dioses  para  sí,  y  son  los  ni- 
ños que  mueren  en  su  ,tierna  niñez;  son  como  unas 
piedras  preciosas.  Estos  no  van  á  los  lugares  de  es- 
panto del  infierno,  sino  á  la  casa  del  dios  que  se 
llama  Tonacatecutli  que  vive  en  los  vergeles  que  se 
llaman  tonacaquauhtitlan,  donde  hay  todas  maneras  de 
árboles,  flores  y  frutos,  y  andan  allí  como  tzintzones 
que  son  avecitas  pequeñas  de  diversas  colores,  que 
vagan  chupando  las  flores  de  los  árboles.  A  estos 
niños  y  niñas  cuando  mueren,  no  sin  razón  los  en- 
tierran  junto  á  las  troxes,  donde  se  guarda  el  maíz 
y  los  otros  mantenimientos;  porque  esto  quiere  de- 
cir que  están  sus  ánimas  en  lugar  muy  deleitoso  y  de 
muchos  mantenimientos,  porque  murieron  en  estado  de 
limpieza  y  simplicidad,  como  piedras  preciosas  y  muy  fi- 
nos zafiros,  [a]  También  tendrás  entendido,  que  los  ni- 
ños muy  bonitos,  hermosos  y  amables,  cuando  están  en 
su  simplicidad,  y  en  su  inocencia,  son  preciosos  como 
piedras  turquezas,  y  zafiros.  También  otro  género  de 
personas  son  amadas  y  deseadas  de  los  dioses,  y 
son  los   hombres,  y  mugeres  de   buena  condición,    y 

(a)  Mis  lectores  no  estrañen  las  repetidas  comparaciones  que 
los  Indios  hacían  de  lo  bello,  útil  y  hermoso,  con  los  chalchivites 
6  esmeraldas,  zafiros  &¿c,  porque  estas  producciones  de  la  natura- 
leza formaban  sus  grandes  tesoros,  así  como  hoy  lo  forman  prin- 
cipalmente en  la  Europa  el  oro  y  la  plata.  Fulano,  decimos,  es  co- 
mo un  oro»..  Fulana  es  hermosa  como  una  plata...  Fulano  tiene 
wn  talento  claro  corno  un  brillante» 


143 

de  buena  vida,  y  de  quien  todos    se    confian,    y   á 
quien  todos  honran,   que  no   hay  en  ellos  ninguna  co- 
sa reprensible,   v   viven   pacificamente,  (a)    de  todas 
partes  son  amados    de  todos,  y  pacificos  con  todos. 
Nota   pues   ahora   amado   hijo,  por  si   Dios  te  diere 
vida  en   este  mundo,  la  manera  en  que  has  de  vivir  en 
él;  mira  que   te  apartes    de  los    deleites    carnales,   y 
en  ninguna  manera  los  desees.  Guárdate  de  todas  las 
cosas  sucias,  que   manchan   y   tiznan  á  los   hombres, 
no   solamente  en  los    ánimos,    pero    también  en   los 
cuerpos,   causando  enfermedades  y  muertes  corpora- 
les: dejáronnos  dicho  los  antiguos  que  en  la  niñez,  y 
en  la  juventud  hace   dios   mercedes,  y  dá  dones:  en 
este  mismo  tiempo   señala,  á  los  que  han   de  ser  se- 
ñores,  reyes,  gobernadores  ó  capitanes.  También    en 
el  tiempo  de  la  niñez  y   adolescencia,  dá  Dios   sus  ri- 
quezas y  delectaciones:  en  el  tiempo  de  la  adolescen- 
cia y   simplicidad,  se  merece   la  buena  muerte.  No- 
ta hijo  mió  lo  que   te  digo,  mira  que    el   mundo   ya 
tiene  este  estilo  de   engendrar  y   multiplicar,  y   para 
esta   generación   y  multiplicación,    ordenó    Dios   que 
una  muger  usase  de   un  varón,   y  un  varón   de  una 
muger;  pero  esto   conviene  se   haga   con    templanza, 
y  con  discreción:  no  te  arrojes  á  la  muger,  como  el 
perro  se  arroja  á  lo  que   ha  de  comer:   no  te  hagas 
á  manera  de  perro  en  comer   y  tragar  lo  que  le  dan, 
dándose  -á  las  mugeres  antes  de  tiempo.  Aunque  ten- 
gas apetito  de  muger   resístete,   resiste  á  tu  corazón 
hasta  que   ya  seas  hombre  perfecto  y  recio;  mira  que 
el  maguey,  si   lo     abren    de   pequeño    para  quitarle 
la   miel,   ni  tiene  sustancia,  ni  dá  miel,  sino  piérdese. 
Antes  de  que  lo  abran  para  sacarle  la  miel,  le  de- 
jan crecer,  y  venir  á  su  perfecion,  y  entonces  se  sa- 
ca la  miel  en    sazón  oportuna;  de  esta  manera  de- 

(a)  Jesucristo  formó  un  gran  panegírico  de  esta  gente  privile- 
giada,  llamándola  bienaventurada  en  el  sermón  de  la  Montana  c©a- 
que  abrió  su  predicada. 


• 

,  r     :  ■    ■    • 

•  ' 

, 

bes  hacer  tu,  que  antes  que  llegues  á  muger,  crezcas 
y   embarnezcas,   y   seas  perfecto  hombre,  y   entonces 
estarás  hábil  para  el  casamiento,   y   engendrarás  hi- 
jos de  buena  estatura,  recios,  ligeros,  hermosos  y    de 
buenos   rostros,    (a)  y  tu  serás   recio,    y   hábil    para 
el   trabajo  corporal,   y   serás  ligero  y  diligente;  y    si 
por   ventura  destempladamente,  y  antes  de  tiempo  te 
dieres   al   deleite   carnal,  en  este  caso  dejaron  dicho 
nuestros   antepasados,    que    el    que    se  arroja  así   al 
deleite  carnal   queda   desmedrado,  nunca  es  perfecto 
hombre,   y   anda  descolorido,  y    desainado.    Andarás 
como  cuartanario  descolorido,  y  enflaquecido,  serás  co- 
mo un  muchacho  mocoso,  desvanecido,  enfermo  y  de 
presto  te   harás  viejo  arrugado;  y  cuando  te  casares, 
serás  así  como  el  que  coge  miel  del  maguey,  que  no 
mana   porque    le  ahugeraron   antes    de  tiempo,  y   el 
que    chupa  para   sacar  la  miel   de    él,  no  saca  nada, 
y  aborrecerle  han  y  deshecharle  han;   así  te    hará   tu 
muger,  que  como   estás  ya   seco,   acabado  y  no  tie- 
nes que   darle,  dices   no   puedo  mas,  y  aborrecerte  há, 
y  desecharte     há,  porque   no    satisfaces  á  su  deseo, 
y   buscará  otro  porque  ya   tu   estás   agotado;  y  aun- 
que no  tema   tai  pensamiento,  por  la  falta  que   en  tí 
hallo,   hacerte  ha  adulterio;   y   esto  porque  tu  te  des- 
truíste dándote   á  las  mugeres,  y  antes    de  tiempo   te 
acabaste.  Nota  otra  cosa  hijo  mió,  que  ya  que  te  ca- 
sen    en  buen  tiempo,  y  en   buena  sazón   tomes  mu- 
ger, mira  que  no  te    des  mucho    á   ella,    porque    te 
echaras    á  perder.  Aunque  sea  tu  muger,  y  és  tú  cuer- 
po*, convienete  tener  templanza   en  usar   de  ella,  bien 
asi   como  el  manjar,    que  es    menester    tomarlo    con 
sobriedad;    quiero   decir  que   no  seas  destemplado  pa- 
ra con  tu   muger,  sino  que  tengas  templanza  en  el.... 
Mira  que  no  sigas  al  deleite    carnal,  porque  pensa- 

(a)     Estas  mácsirnas   las  redujeron  á  práctica   los   Espartanos,    v 
su  generación  fue  la  mas  hermosa  que   honró  la  especie  humana. 


145 

ras  que  no  te  deleitas  en  lo  que  haces,  y  que  no  hay  otro 
mal  en  ello;    sábete  que   te  matas,   y  te  hace  gran  da- 
ño,  en  frecuentar  aquella  obra  carnal  Dijeron  los  vie- 
jos que   serás  en  este  caso,  como  el  maguey  chupa- 
do que  luego  se   seca,  y  serás  como  la   manta,    que 
cuando   la  laban  hínchase  de  agua;  pero   si   la    tuer- 
ces reciamente  luego  se  seca:  así  serás  tú,  que  si  fre- 
cuentas  la  delectación    carnal,    aunque  sea    con    tu 
muger  solamente,  te  secarás  y  así  te  harás  mal  acon- 
dicionado, y  mal  aventurado,  y    de   mal  gesto;   ni.  á 
nadie  querrás   hablar,  ni  nadie  querrá  hablar  contigo, 
y   andarás   afrentado.  Nota   un  ejemplo  cerca   de  es- 
te negocio.  Un   viejo  muy   viejo,  y  muy  cano,  fué  pre- 
so por  adulterio,  y  fuele  preguntado  ¿como   era   que 
siendo  tan  viejo,  no  cesaba  del  acto  carnal?  Respon- 
dió que   entonces  tenia  mayor  deseo  y  habilidad   pa- 
ra  ello,  porque  en  el  tiempo  de  su  juventud  no   lle- 
gó  á  muger,  ni  tampoco  en  aquel  tiempo  tuvo  espe- 
riencia  del  acto  carnal,  y  que  por  haberlo  comenza- 
do  después  de   viejo,   estaba   mas   potente  para   es- 
ta obra.    Quiérote  dar  otro  ejemplo,  y  nótale  muy  bien 
para   que  te   sea   iodo  como    mochila,  para   que   vi- 
vas castamente  en   este  mundo.  Siendo  vivo   el   señor 
de   Tezcoco,  llamado  Mfzahualcoyotzin,  fueron  presas 
dos    viejas,  que  tenian  los  cabellos  blancos    como  la 
nieve  de  viejas,  porque  adulteraron,   é  hicieron  trai- 
ción á  sus  maridos,  que  eran  tan  viejos  como   ellas, 
y  unos  mancebillos    sacristanejos,  tuvieron  acceso  a 
ellas.   El  señor  JVetzahuakoyotzin,  cuando  las  llevaron    a 
su  presencia  para  que    las  sentenciase,    preguntólas 
diciendo:   abuelas   nuestras:  ¿,,£5  verdad   que    todavía 
tenéis  deseo  del  deleite    carnal?  ¿aun  no   estáis  hartas 
siendo    tan  viejas  como    sois?  ¿qué    sentíais    cuando 
erais  mosas?   decídmelo  pues  que   estáis  en  mi  pre- 
,  sencia,  por  este  caso."  Ellas  respondieron.  Señor  nues- 
tro  y   rei,  oiga  vuestra  alteza:  „vosotros  los  hombres, 
cesáis  de  viejos  de  querer  la  delectación  carnal,  por 


146 

haber  frecuentádola  en  la  juventud,  porque  se  aca- 
ba la  potencia,  y  la  simiente  humana;  pero  nosotras 
las  mugeres  nunca  nos  hartamos  ni  nos  enhadamoa 
de  esta  obra,  porque  es  nuestro  cuerpo  como  una 
sima,  y  como  una  barranca  honda,  que  nunca  se  hin- 
cha, recibe  todo  cuanto  le  echan,  y  desean  mas,  y 
demanda  mas;  y  si  esto  no  hacemos,  no  tenemos 
vida '.  Esto  te  digo  hijo  mió,  para  que  vivas  recata- 
do, y  con  discreción,  y  que  vayas  poco  á  poco,  y 
no  te  des  prisa  en  este  negocio  tan  feo,  y  tan  per- 
judicial  f         r 

CAPÍTULO  XXII. 

En  que  se  contiene  la  doctrina  que  el  padre  principal,  6 
señor  daba  á  su  hijo  acerca  de  las  cosas,  y  política  este- 
rmr:  conviene  á  saber:  como  se  había  de  haber  en  el  dor- 
mir, comer,  beber,  hablar  y  en  el  trage,  y  en  el  andar, 
mirar,  oír;  y  que  se  guarde  de  comer  comida  de  mano 
de   malas  mugeres,  porque  dan  hechizos. 

Hijo  mió:  ya  te  he  dicho  muchas  cosas  que 
son  necesarias  para  tu  doctrina  y  buena  crianza,  para 
que  vivas  en  este  mundo  como  noble,  hidalgo  y  per- 
sona que  viene  de  mayores,  ilustres  y  generosos;  rés- 
tame el  decir  otras  algunas,  que  te  conviene  mucho 
saber  y  encomendar  á  la  memoria,  las  cuales  recibimos 
ele  nuestros  antepasados,  y  porque  esto  seria  hacerlos 
injuria,  no  te  las  he  de  decir  todas.  Lo  primero  es  que 
seas  muy  cuidadoso  de  despertar  y  velar,  y  no  duer- 
mas toda  la  noche,  porque  no  se  diga  de  tí  que  eres 
dormilón,  perezoso  y  soñoliento.  Mira  que  te  levan- 
tes á  la  media  noche  á  orar,  suspirar,  y  á  deman- 
dar a  nuestro  señor  que  está  en  todo  lugar,  que  es 
invisible  é  impalpable,  y  tendrás  cuidado  de  barrer 
el  lugar  donde  están  las  imagines,  y  de  ofrecerlas  in~ 
cienso.  Lo  segundo,  tendrás  cuidado   de  cuando  fue- 


147 

res  por  la  calle  ó  por  el  camino  que  vayas  sosega- 
damente, ni   con  mucha  prisa,  ni  con  mucho  espacio, 
sino  con  honestidad  y  madurez;  á  los  que  no  lo  hacen 
así,    llámanlos  ixtotomaccuecuetz,  que   quiere  decir   per- 
sona  que   vá  mirando   á  diversas  partes  como  loco,  y 
persona  que  vá    andando  sin  honestidad   y  sin   gra- 
vedad, como  libiano  y  bullicioso.  Asimismo  dicen  de 
los   que  van  muy  despacio  vivilaxpulxocotez'pulheticapuc, 
que    quiere   decir  persona  que  vá  arrastrando   los  pies, 
que  anda  como   persona  pesada,   y  que  no  puede  an- 
dar de  gordo,  ó   como  muger  preñada  que  vá  andan- 
do haciendo   meneos   con   el  cuerpo.   Por    el   camino 
ni  irás  cabizbajo,   ni  tampoco  irás  inclinada  la  cabe- 
za de  lado,  ni  mirando  acia  los  lados,   porque  no  se 
diga  de  tí  que   eres    bobo,  tonto,  mal   criado,  y  mal 
disciplinado,  y  que  andas  como  muchacho.  Lo   terce- 
ro  que  debes   notar  es  acerca  de  tu  hablar;    convie- 
ne que  hables   con  mucho  sosiego,  ni  hables  apresu- 
radamente ni  con  desasosiego,  ni   alzes    la  voz,  por- 
que no  se  diga  de  tí  que    eres    vocinglero  y  desen- 
tonado,  bobo,  alocado  ó   rustico:  tendrás  un  tono  mo- 
derado, ni  bajo  ni  alto  en  hablar,  y  sea  suave   y  blan- 
da tu  palabra.  Lo  cuarto  que   debes  notar  es,  que  en 
las  cosas  que  vieres   ú  oyeres,    especialmente  si  son 
malas,  las   disimules   y  calles  como  si  no  las    oyeras, 
y  no  mires  curiosamente  á  alguno   á  la  cara,  ni   no- 
tes con  curiosidad  los  atavios  que   trae,   y  la  manera 
de  su  disposición:  tampoco  mires  con  curiosidad  el  ges- 
to y  disposición  de  la  gente  principal,  mayormente  de 
las  mugeres,  y  sobre   todo  de  las  casadas,  porque  di- 
ce  el  refrán  que    el  que  curiosamente   mira  á  la  muger 
adultera  con  la   vista,  [a]  y  algunos  fueron  punidos   con 
pena   de  muerte  por  esta   causa.  Lo  quinto  que  de- 
bes notar  es,   que   te  guardes   de  oír  las   cosas  que 
se   dicen  que  no  te  cumplen,  especialmente  vidas  age- 
nas  y   nuevas;   dígase   lo  que   se   dijere,    no    tengas 
cuidado  de   ello,   haz  como  si  no  lo  oyeras,  y  si  no 
[a]     Es  doctrina  del   evangelio.  Tóm.  II.        20 


148 

te  puedes  apartar  de  donde  se   oyen  estas  cosas  6 
de  donde    se    hablan,  no  respondas  ni   hables   otras 
semejantes,   oye,    y    no    cares    de    hablar.     Cuando 
algunos    hablan    de    vidas    agenas,   y  dicen    algunos 
pecados   que    son    dignos    de    castigo,    y    tú    llegas 
á  oírlos,    en   especial   si   tú  también    hablares    algu- 
na palabra   acerca  de   aquel    negocio   ó  pecado,  á   tí 
te    será  achacado  y    atribuido:  lo  que  se  dice   á   tí, 
te  lo  pondrán  acuestas,   y  serás  preso  y   aun   casti- 
gado por  ello,   y   según  dice  el  refrán,  pagarán  justos 
por  pecadores;  á  tí  te  lo    echarán  todo,    todos   se    es- 
cusarán,  y  á   tí  solo   echaran  la  culpa;  todos  los  otros 
que  oyeron  y  dijeron  aquellas  palabras  ó  que  les  to- 
ca, quedarán  en  paz,  y  tú  serás  llevado  á  juicio.  Por 
lo    ya   dicho  hijo    mió    muy    amado,    conviene    que 
abras  muy  bien  los  ojos,  y  andes  con  mucho  aviso,  pa- 
ra que  no  mueras   por  tu   necedad  y  por  tu  poco  sa- 
ber; mira  muy   bien   por   tí.  Lo  sesto  hijo  mió  en  que 
debes  ser  avisado  es,  que  no  esperes    á   que  dos  ve- 
ces  te  llamen:   á  la  primera   responde  luego  y  leván- 
tate,  y  vé   á   quien  te   llama;   y  si  alguno  te  enviare 
á   alguna  parte,  vé  corriendo:  si  te  mandaren  tomar 
alguna  cosa,  tómala   de  presto  sin  tardanza.    Sé  muy 
diligente  y  muy   ligero;  no    seas  perezoso;  has   de  ser 
como   el  aire  ligero;   mira  que  en  mandándote  la  co- 
sa  luego  la   hagas,  no   esperes    á  que    dos   veces  te 
lo  manden,   porque  esperar  á   dos  veces   ser  manda- 
do ó  ser  llamado,   es  cosa  de   bellacos  y   perezosos, 
de  personas  viles  y  de  ningún  valor,  y  por  tal  serás 
tenido   y  por  mal  mandado,  y  por  soberbio,  y  por  el 
mismo  caso  conviene  que   te   quiebren   en  la  cabeza 
ó  en  las  espaldas  lo  que  habias   de    traer.    Lo  séti- 
mo de  que  te  advierto  hijo  es,  que  en   tus  atavíos  seas 
templado  y  honesto,   no   seas  curioso  en  tu  vestir  ni 
demasiado   fantástico:   no  busques  mantas  curiosas  ni 
muy   labradas,  ni   tampoco  traigas  atavíos  rotos  y   vi- 
les porque  es  señal  de  pobreza  y  de  bajeza,  y  per- 


149 

semas   á  quien  nuestro  señor  tiene  desechadas,  y  son 
sm   provecho  y  miserables,  que  andan  por  las  mon- 
tañas  y   por  las  cabanas   buscando  yerbas  para    co- 
mer,  y  leña  para  vender.  No  conviene   que  imites  a 
estos  tales  porque   son  burladores,  y  su   manera   de 
vivir  es   cosa   de  burla:  tráete  honestamente   y  como- 
hombre   de  bien:  ni   traigas  la   manta  arrastrando  de 
manera   que  vayas  tropezando  en  ella  por  vía  de  fan- 
tasía- tampoco  añudarás   la  manta  tan  corta  que  que- 
de muy  alta,   en  esto   tendrás  el   medio,  ni  tampoco 
traigas  la  manta    añudada   por  el  sobaco;  y   aunque 
estas    cosas  veas   que  otros  las    hacen,  no  los   imi- 
tes   Los    soldados  que  se  llaman   cuahicque,  son  teni- 
dos  en  mucho  en  la  guerra,  porque  pelean  como  des- 
atinados,  y   no    tienen  en  nada  la  vida,  sino  que  bus- 
can la  muerte    por    via  de   valentía;  y    también    los 
truhanes  y   chocarreros,  y  los  bailadores  y  ios  locos, 
luego   toman   cualquier   trage    nuevo  que   ven,   traen 
las  mantas  arrastrando,  y  andan  tropezando   en  ellas, 
añádanlas  debajo  del   sobaco,   y  traen  el   brazo  des- 
nudo y  andan  de   fantasía,   haciendo   desaires,  arras- 
trando los  pies  y   requebrándose  en  el    andar:   traen 
unas   cotaras  también  de  fantasía  mas  anchas   y  lar- 
gas que  son   menester,  y  con   las   correas  muy    an- 
chas y  muy  copiosamente  atadas.  Mira   hijo    que    tu 
seas  avisado,  templado,  y  honesto   en  las    mantas  y 
en  los  maxtles,  de  manera    que  todo   sea  de   buena 
manera  y  bien  puesto.  Lo  octavo  que  quiero  que  no- 
tes  hijo  mió  es,  la  manera  que  has  de  tener    en   el 
comer  f  en   el   beber:  seas    avisado  hijo,  que  no  co- 
mas demasiado   á  la   mañana  y  á   la  noche;  sé  tem- 
plado  en  la   comida  y  en  la  cena,  y    si    trabajares, 
conviene  que  almuerzes  antes  que  comienzes   el  tra- 
bajo; la   honestidad  que  debes   tener  en  el  comer  es 
esta.  Cuando  comieres   no  comas  muy   aprisa  ni  con 
demasiada  desenvoltura,   ni  des   grandes  bocados  en 
el  pan,    ni  metas   mucha  vianda  junta    en   la  boca, 

#. 


150 
porque  no   te  añusques  ni  tragues   lo  que  eomes  co- 
mo  perro:   comerás   con   sosiego   y  con  reposo,  y  be- 
berás con  templanza  cuando  bebieres.   No  despeda- 
zes  el  pan  ni   arrebates  lo   que  está   en  el  plato:  sea 
sosegado  tu  comer  porque   no  des  ocasión  de   reir  á 
los   que   están  presentes:  si   te  amizcares  con  el  man- 
jar, e  hicieres  alguna  cosa  deshonesta  para  que  bur- 
len  de   ti  los  que  comen    contigo,   adrede   te    darán 
cosas   sobradas   por  tener  que   reir    contigo,    porque 
eres  glotón   y  tragón.  Al  principio  de  la   comida  to- 
barte has  las  manos  y  la   boca,  y  donde   te  juntares 
con  otros  á  comer,  no   te   sientes    luego;   mas    antes 
tomaras  el  agua   y  la  jicara  para  que   se   laben,  los 
otros,   y  echarles  has  agua  á  las  manos,  y  después  de 
esto,  cojeras  lo  que  se   ha   caido  por  el  suelo  y  bar- 
rerás el  lugar  de  la  comida,  y   también  después    de 
comer  lavaraste    las   manos  y  la    boca,  y    limpiarás 
los  dientes.   Hete    dicho  hijo    estas    pocas    palabras, 
aunque    hay  mucho  que   decir  acerca   de  la    hones- 
tidad  que  se  ha   de  tener   en  el  bien  vivir,  de  lo  cual 
hablaron  muchas  cosas   los  antiguos,  así  hombres  co- 
mugeres,  nuestros  antepasados;  pero  no  lo  podrás  te- 
ner todo  en  la    memoria.  Una  cosa    te  quiero  decir 
que     te     conviene     mucho     tener     presente,    porque 
es   mucho  digna  de  notar,  que  es  sacada  de  los  te- 
soros y   cofres  de  nuestros    mayores,   dijeron:  el  ca- 
mino   seguro    por    donde   debemos   caminar  en  este 
mundo,  es   muy  alto,  muy  estrecho  y  desviado,  á  cual- 
quiera  parte    de    este  camino  no  podemos  sino  caer 
en   una  profunda  barranca,    [a]  y  despeñarnos  de  una 
gran  altura.  Esto  quiere  decir  que  es  necesario  que  to- 
das  las    cosas   que   hiciéremos  y   dijéremos,  sean  re- 
gladas por   la  providencia;   lo   mismo  hemos  de  guar- 
dar en   lo  que  oyéremos   y  en  lo  que  pensáremos  frc 

(a)  De  esta  comparación  se  usa  en  diversas  partes  de  esta 
Obra,  es  de  las  comparaciones  clásicas  y  comunes  de  los  mexi- 
canos, de   que  hay   muchas  repetidas    y  monótonas. 


151 

Esto  quiero  que  notes  mucho,  que  no  comas  de  pres- 
to la  comida  que  te  dieren,  sino  mira  primero  lo 
que  se  te  dá  á  comer,  porque  hay  muchos  peligros 
en  el  mundo,  y  hay  muchos  enemigos  que  aborre- 
cen á  la  persona  de  secreto.  Guárdate  que  no  te 
den  á  comer  ó  á  beber  alguna  cosa  ponzoñosa;  ma- 
yormente te  debes  guardar  de  esto,  de  los  que  te 
quieren  mal,  y  mas  de  las  mugeres,  en  especial  de 
las  que  son  malas.  No  comerás  ni  beberás  lo  que 
te  dieren,  porque  muchas  veces  dan  hechizos  en  las 
comidas  y  en  las  bebidas  para  provocar  á  la  luju- 
ria; y  esta  manera  de  hechizos,  no  solamente  empe- 
ze  al  cuerpo  y  al  alma;  pero  también  mata,  porque 
se  desaina  el  que  lo  bebe  ó  lo  come,  frecuentando 
el  acto  carnal  hasta  que  muere,  (a)  Dícese  que  los 
que  toman  de  su  voluntad  la  carne  del  mazacoatl,  que 
es  una  culebra  con  cuernos,  [b]  témanla  muy  templado  y. 
muy  poco,  y  si  la  toman  destempladamente,  podrán  te- 
ner acceso  á  cuatro,  cinco  y  á  mas  mugeres,  á  ca- 
da una  cuatro  ó  cinco  veces,  y  los  que  esto  hacen 
mueren,  porque  se  vacían  de  toda  la  sustancia  de  su 
cuerpo  y  se  secan,  y  se  mueren  deshechos,  chupados, 
y  andando;  de  esta  manera  al  fin  mueren  en  breve 
tiempo  con  gran  fealdad,  y  desemejanza  de  su  cuer- 
po y  de  sus  miembros.  Nota  bien  hijo,  que  si  algu- 
no te  diere  algo  de  comer  ó  beber  de  quien  tienes 
sospecha,  no  lo  comas  ni  lo  bebas,  hasta  que  prime- 
ro  coma  y  beba   de  ello  quien   te  lo    dá:    (c)  sé   avisa- 

(a)  No  es  crimen  desconocido  entre  nosotros  este,  pues  sabe- 
mos el  abuso  que  se  hace  de  las  cantáridas  de  que  no  usaban 
(según  parece  los  americanos')  aunque  las  hay  en  Misantla  tan 
activas  como  las  de  Asia.  Sin  duda  usaban  de  yerbas  cuyas  ave- 
riguación  toca   á   los   Botánicos. 

(b)  Mazocoatl  en  el  diccionario  del  padre  Molina,  es  culebra  gor- 
da y  grande,  no  se  como  traduzca  esta  palabra  el  padre  Sahagun  con 
cuernos-,  suspendamos  cljuicio,  y  respetemos  sus  profundos  conocimien- 
tos en  la  lengua  mexicana  para  cuya  inteligencia  escribió  un  ealepino. 

(c)  Es  precaución  muy  justa,  y  medio  el  mas  aproposito  para 
averiguar  el  veneno. 


752 
do,  mira  por   tí  en  este  mundo.  Ya   has  oído  lo  que, 
te  he  dicho,  guarda  en  todas  las  cosas  el  medio. 

CAPÍTULO   XXIÍI 

De  la  manera  que  hacían  los  casamientos  estos  naturales. 
Aquí  se  trata  de  la  manera  que  hacian  los 
casamientos  en  estas  partes  los  padres  de  algún  man- 
cebo. Cuando  ya  le  veían  que  era  idóneo  para  ca- 
sarse, juntaban  á  todos  los  parientes,  y  estando  jun- 
tos decia  el  padre  del  mancebo.  „A  este  pobre  de 
¿mestro  hijo,  ya  es  tiempo  de  que  le  busquemos  su 
muger,  porque  no  haga  alguna  travesura,  porque  no 
se  revuelva  por  ahí  acaso  con  alguna  muger, 
que  ya  es  hombre."  Dicho  esto  llamaban  al  moso 
delante  de  todos,  y  decia  el  padre.  „Hijo  mió  aquí 
estás  en  presencia  de  tus  parientes,  habernos  hablado 
sobre  tí,  porque  tenemos  cuidado  de  tu  persona,  pobreci- 
to,  ya  eres  hombre,  parécenos  que  será  bien  bus- 
carte muger  con  quien  te  cases:  pide  licencia  á  tu 
maestro,  para  apartarte  de  tus  amigos  los  mancebos 
con  quienes  te  has  criado:  oigan  esto  los  que  tie- 
nen cargo  de  vosotros  que  se  llaman  Tclpuchtlatoque:" 
oido  esto  el  mancebo,  respondía.  „Tengo  en  gran 
merced  y  beneficio,  eso  que  se  me  ha  dicho  habéis 
hecho  conmigo  misericordia,  en  haber  tenido  cui- 
dado de  mí:  dadoos  habré  pena  y  fatiga,  hágase  lo 
que  decis,  porque  también  lo  quiere  así  mi  corazón: 
ya  es  tiempo  que  yo  comienze  á  esperimentar  los 
trabajos  y  peligros  del  mundo,  ¿pues  qué  tengo  de 
hacer?  Hecho  esto  luego  aparejaban  de  comer,  ha- 
ciendo tamales,  moliendo  cacao,  y  haciendo  sus  gui- 
zados  que  se  llaman  molli,  y  luego  compraban  una 
hacha  conque  cortan  leña  y  maderos:  luego  entibia- 
ban á  llamar  á  los  maestros  de  los  mancebos,  que 
"se  llamaban  Telpuchtlatoque,  y  dábanlos  á  comer,  y 
regalábanlos  cañas  de  humo.  Concluido  esto  y  ter- 
minada la  comida,  sentábanse  los  viejos  parientes  del 


153 
mancebo,  y  los  del  barrio,  y  ponian  delante  de  to- 
dos la  hacha,  de  que  los  mancebos  usan  estando  en 
poder  del  maestro.  Luego  comenzaba  á  hablar  uno 
de  los  parientes  del  mancebo,  y  decía.  „Aquí  estáis 
presentes  señores  y  maestros  de  los  mancebos,  no 
recibáis  pena,  porque  vuestro  hermano  N.  nuestro 
hijo,  se  quiere  apartar  de  vuestra  compama;  ya  quie- 
re tomar  mugen  aquí  está,  esta  hacha,  es  señal  de 
como  se  quiere  apartar  ya  de  vuestra  compañía,  se- 
gún es  la  costumbre  de  los  mexicanos,  tomadla  y 
dejad  á  nuestro  hijo."  Entonces  respondía  el  maes- 
tro de  los  mancebos  llamado  Telpuchtlatoque,  diciendo. 
Aquí  hemos  oído  todos  nosotros,  yo  y  ios  mancebos 
con"  quien  se  ha  criado  vuestro  hijo  algunos  días, 
como  _ habéis  determinado  de  casarle,  y  de  aquí  ade- 
lante se  apartará  de  ellos  para  siempre;  hágase  co- 
mo mandáis."  Luego  tomaban  la  hachuela  y  se  iban 
y  dejaban  al  moso  en  su  casa  de  su  padre:  hecho 
esto  juntábanse  los  parientes  del  moso,  viejos  y  vie- 
jas, y  conferian  entre  sí,  cual  mosa  le  vendría  bien, 
habiendo  determinado  la  que  le  habían  de  de- 
mandar aquellas  matronas  viejas,  que  teman  por 
oficio  intervenir  en  los  casamientos,  habiéndolas  ro- 
gado los  parientes  del  moso,  que  fuesen  á  hablar  de 
su  parte,  á  la  que  tenían  señalada  ya  sus  parientes. 
A  otro  día  de  mañana  iban  á  la  casa  de  la  mosa, 
y  hablaban  á  los  parientes  de  ella,  para  que  diesen 
su  hija  al  moso:  esto  hacían  con  mucha  re- 
tórica, y  con  gran  parola.  Habiendo  oído  los  pa- 
rientes de  la  mosa  la  mensageria  de  las  viejas,  res- 
pondían escusándose,  como  haciéndose  de  rogar,  que 
la  mosa  aun  no  era  para  casar,  ni  era  digna  de 
tal  mancebo.  En  esto  pasaban  pláticas  de  mucha 
roncería:  acabada  su  plática,  los  de  parte  de  lamo- 
sa con  las  viejas  despedíanse  diciendo  que  vendrían 
otro  dia,  que  mirasen  de  espacio  lo  que  les  cumplía; 
y  así  el  dia  siguiente  iban  muy  de  mañana  4  la  q,%~ 


154 

sa  de  la  rnosa,  y  hacían  sus  pláticas  aeerea  del  ne- 
gocio, y  también  las  despedian  con  roncerías  de  los 
padres  de  la  joven,  y  como  se  iban  las  viejas,  de- 
cian  los  parientes  de  ella  que  viniesen  otra  vez. 
Al  cuarto  dia  volvian  las  viejas,  á  oír  la  respuesta 
y  determinación  de  los  padres  de  la  mosa,  los  cua- 
les hablaban  de  esta  manera.  „Señoras  mias,  esta 
mosuela  os  dá  fatiga  puesto  que  la  buscáis  con  tanta 
importunación  para  muger  de  ese  mancebo,  que  ha- 
béis dicho:  no  sabemos  como  se  engaña  ese  moso 
en  la  demanda,  porque  ella  no  es  para  nada,  y  es 
una  bobilla;  pero  pues  que  con  tanta  importunación 
habláis  de  este  negocio,  es  necesario  que  tenien- 
do la  muchacha  tios,  tias,  parientes  y  parientas, 
será  bien  que  todos  juntos  vean  lo  que  les  parece: 
veamos  lo  que  dirán,  y  también  será  bien  que  la 
muchacha  entienda  esto;  venios  pues  mañana  y  lle- 
vareis la  determinación  y  conclusión  de  este  nego- 
cio." El  dia  siguiente  después  de  haberse  ido  las 
viejas,  jiintanse  los  parientes  de  la  muchacha,  y  habían- 
se sobre  el  negocio  sosegada  y  pacificamente,  (a)  y 
los  padres  de  la  niña,  después  de  haber  concluido 
el  negocio,  entre  todos  dicen.  ,,Está  bien;  pues,  con- 
cluyese que  el  moso  será  muy  contento  de  oír  lo  que 
se  ha  determinado,  será  gustoso  de  casarse  con  ella  aun- 
que sufra  por  esto  pobreza  y  trabajo,  pues  que  parece  que 
está  aficionado  á  esta  muchacha,  aunque  no  sabe 
aun  hacer  nada,  ni  es  esperta  en  hacer  su  oficio 
mugeril.  Y  luego  después  de  esto  los  padres  de  la 
mosa  hablaban  á  los  padres  del  mancebo  diciéndoles. 
„Señores:  Dios  os  dé  mucho  descanso,  el  negocio 
está  concluido,  conciértese  el  dia  en  que  se  han  de 
juntar."  Después  de  apartados  los  unos  de  los  otros, 
los  parientes  ancianos  del  moso,  preguntaban  á  los 
adivinos  cual   era  un  dia  bien  afortunado  para  el  ne- 

(a)     Hé  aquí   lo  que  llaman  en  Francia  junta  de  familia. 


155 

gocio:    decían   que    cuando  reinaba   el    carácter  que 
se  llama  Acatl,    ó    el  otro   que   se  llama  Ozomatli,   ó 
el  otro    que  se  llama  Cipactli,   ó  el  otro  que   se   lla- 
ma    Quauhtli,   ó  el  otro    que    se    llama    Calli,    cual- 
quiera   de    estos    era   bien   acondicionado   para    es- 
te   negocio.   Después   de  esto,   luego   comenzaban   á 
preparar   las    cosas   necesarias  para  el  dia  de  la  bo- 
da, que  se  habia   de  hacer   en  algún  signo  de  los  ar- 
riba dichos.  Aparejábanse  las  ollas  para  cocer  el  maíz 
y   el  cacao    molido    que    llaman  cacaoapinolli,   [a]    las 
flores  que  eran   menester,   las  cañas    de   humo  que  se 
llaman  yetülli,  y  los  platos   que   se   llaman  molcaxitl,y 
los  vasos  que  se  llaman  zoquitecomatl,  y  los  chiquivitl  [ó 
canastas].   Comeuzaban  á  moler   el  maíz   y  ponerlo  en 
los    apaztles  ó  lebrillos:  luego  hacian   tamales   toda  la 
noche  y  todo    el   dia  por   espacio  de    dos  ó  tres;  no 
dormían  de  noche   sino  muy  poco,   trabajando   en  lo 
arriba   dicho.   El  dia  antes  de  la    boda,   convidaban 
primero   á  la  gente   honrada  y   noble,  y   después  á  la 
otra  gente  como  eran   los    maestros   de  los  mance- 
bos, y  á  los   mancebas  de  quien  tonian  cargo,  y  lue- 
go á  los  parientes  del   novio   y  de  la  novia.  El  dia 
de  la  boda,   de   mañana  entraban  los   convidados  en 
la   casa  de  los  que  se  casaban.  Primeramente   entra- 
ban los  maestros   de   los  mancebos   con   su   gente,  y 
bebian    solamente  cacao  y  pulcre,  y  todos  los  viejos  y 
viejas   entraban   á  comer   al   medio  dia:  entonces  ha- 
bia gran   numero  de  gente   que  comian  y  servian  dan- 
do comida,   flores,  y  cañas  de   perfumes.   Muchas  de 
las  mugeres    llevaban   mantas  y  las   ofrecian:    otras 
que    eran    pobres  ofrecian   maíz:   todo  esto  ofrecian 
delante  del  fuego,  y  los   viejos  y   viejas  bebian   uctli 
ó   pulcre,   y  lo  hacian  en  unos  vasos  pequeñitos  templa- 
damente. Algunos   bebian  tres   ó  cuatro,   otros   cinco 
de   aquellos   vasos,  y  de   allí  no   pasaban.  Los   vie- 


[a]     Hoy  chocolate. 
Tóm.  ÍL 


21 


i? 


156 

jos  y  viejas  con  tantos  como  vasos  se  emborracha- 
ban, y  este  vino  era  adobado.  A  la  tarde  de  este 
dia,  bañaban  á  la  novia  y  labávanla  los  cabellos,  y 
componíanla  los  brazos  y  las  piernas  con  pluma  co- 
lorada, y  ponianla  en  el  rostro  margagita  pegada.  A 
las  que  eran  mas  muchachas  poníanlas  unos  polvos 
amarillos  que  se  llaman  tecozahuitl,  y  después  de  com- 
puesta de  esta  manera,  ponianla  cerca  del  hogar  en 
un  petate  como  estrado,  y  allí  le  iban  á  saludar  to- 
dos los  viejos  de  parte  del  inoso,  y  decían  de  es- 
ta manera.  „Hija  mia  que  estas  aquí,  por  vos  son 
honrados  los  viejos  y  viejas  y  vuestros  parientes:  ya 
^Y  sois  del  número  de  las  mugeres  ancianas:  ya  habéis 
dejado  de  ser  rnosa,  y  comenzáis  á  ser  vieja,  aho- 
ra dejad  ya  las  mocedades  y  niñerías.  No  habéis  de 
ser  desde  aquí  adelante  como  niña  ó  como  mosue- 
la,  conviene  que  habléis  y  saludéis  á  cada  uno  co- 
mo es  regular.  Habéis  de  levantaros  de  noche,  bar- 
rer la  casa,  poner  fuego  antes  que  amanezca:  os  ha- 
béis de  levantar  cada  dia.  Mira  hija  que  no  aver- 
gonzéis ni  deshonréis  á  los  que  somos  vuestros  pa- 
dres y  madres;  vuestros  abuelos  que  ya  son  difun- 
tos, no  os  han  de  venir  á  decir  lo  que  os  cumple 
porque  son  ya  muertos;  nosotros  lo  decimos  en  su 
nombre.  Mira  pobrecita  que  te  esfuerzes,  ya  te  has 
de  apartar  de  tu  padre  y  madre,  mira  que  no  se  in- 
cline tu  corazón  mas  á  ellos;  [a]  no  has  mas  de 
estar  con  tu  padre  ni  con  tu  madre,  ya  los  has  de 
dejar  del  todo:  hija  nuestra  deseamos  que  seas  bien- 
aventurada y  próspera."  Oído  esto  la  novia,  respon- 
día con   lágrimas  [b]  al    que    la   habia   hablado.    „Se- 

(a)  Hé  aquí  á  tu  varón  por  quien  dejareis  á  vuestro  padre  y 
madre  por  unirte  á  él  dice  Dios  en  el  Génesis.  Véase  si  tenían 
6  no  los  Mexicanos  idea  de  la  unión  moral  é  indisoluble  del  matrimonio. 

(b)  Por  lo  común  quieran  ó  no,  siempre  las  derraman  aunque 
sientan  e!  mayor  placer  en  lo  que  afectan  negar;  hácenlo  por  pu- 
dor, y  por  no  parecer  libianas  y  fáciles. Cojera  de  perro,  juramen- 
to de  tahúr,  y  lágrimas  de  muger  no  hay  que  creer,   (adagio) 


157 

ñor  mió,  persona  de  estimación:  haveisme  hecho  mer- 
ced todos  los  que  habéis   venido,  se  ha  mostrado  vues- 
tro corazón  benigno,  y  por  mi  causa  habéis  recivido  pe- 
na y  trabajo  por   honrarme.  Las  palabras  que  se  me 
han  dicho,  téngolas  por  cosa  preciosa  y  de    mucha 
estima:   habéis   hecho  como  verdaderos  padres  y  ma- 
dres   en  hablarme  y  aconsejarme:   agradezco  mucno  el 
bien  que    se   me  ha  hecho.»  Cuando  ya  era  a  la  pues- 
ta del   sol,   venian   los    parientes    del    moso    a    llevar 
á  la  nuera    con   muchas  viejas   honradas  y   matronas, 
y  en  entrando   en  la   casa   donde  estaba  la  novia,  de- 
cían   lue^o:  „Por  ventura   os    seremos   causa   de  te- 
mor   con* nuestro  tropel:  sabed  que  venimos  por  nues- 
tra  hija,  queremos  se  vaya  con  nosotros,  y  luego  se 
levantaban    todos   los  parientes   de   la    mosa,  y   una 
matrona  que   para   esto   iba  preparada,  aparejaba  una 
manta  grande  que  se  llama  tlilquemiíl  tomándola  por  las 
esquinas,  tendida  en  el  suelo,  y  sobre  ella  se  poma  de 
rodillas   la  novia,  luego  la  tomaba  acuestas  y  encen- 
dían hachones    de   teas    que  para  esto    estaban    apa- 
rejados, y  esta    era  la    señal  que  ya  la  llevaban  á  ca- 
sa de  su  marido,  iban  todos   ordenados  en  dos  ren- 
des ó  filas,   como  cuando  van   en   procesión   acom- 
pañándola; pero  los  parientes  de  la  moza  iban  en  tor- 
no de  ella  en  grupo;   y  todos  llevaban  los  ojos  pues- 
tos en   la   novia,   y  los   que   estaban   á  la  mira   pol- 
las calles,  decian  á  sus  hijas:  ¡Oh  bienaventarada  mo- 
sa!   (a)  mírala,  mírala   cual   vá....  Bien  parece  que  ha 
sido  obediente   á  sus  padres,  y   ha  tomado   sus  con- 
sejos;    tu    nunca    los    tomas    y    las     palabras     que 
se    te    dicen     para    tu    provecho:    las    amonestacio- 
nes  que  se  te  dan,  todas  las  entiendes  al  revés,  y  no 
las  pones   por    obra.  Esta    mosa  que    ahora   se    ca- 
sa con  esta    honra,    parece    que    es    bien    criada    y 

(a>  De  cuantas  podría  decirse  ;Oh  infeliz  mosa!  ¿en  que  ma- 
nos habéis  caído  por  vuestra  desventura?  ¡Que  pocos  son  los  bue- 
nos matrimonios!    Este  albur  se  corre,  y  por  lo  común  se    pierde. 


158 
bien  doctrinada,  y  tomó  bien  los  consejos  y  doctri- 
nas de  sus  padres  y  madres  honrándolos,  no  los  des- 
obedeció, sino  que  antes  los  ha  honrado  como  parece 
ahora. »  Habiendo  llegado  la  novia  á  la  casa  del  no- 
vio, luego  ponian  á  los  dos  juntos  al  hogar,  la  mu- 
ger  á  la  mano  izquierda  del  varón,  y  este  á  la 
mano  derecha  de  la  muger,  y  la  suegra  de  la  no- 
via luego  salia  para  dar  dones  á  la  nuera:  vestíala 
un  vipilíi  y  poniala  á  los  pies  un  cueitl  (saya  ó  ena- 
guas) todo  muy  labrado,  y  la  suegra  del  novio  lue- 
go daba  también  dones  á  su  yerno;  cubriaíe  una  man- 
ta añudada  sobre  el  hombro,  y  poniale  un  maxtle  junto  á 
sus  pies.  Hecho  esto  las  casamenteras  ataban  la  manta 
del  novio,  con  el  vipilíi  de  la  novia,  y  la  suegra  de  la 
novia  iba  y  lavaba  la  boca  á  su  nuera,  y  ponia  ta- 
males en  un  plato  de  madera  junto  á  ella;  y  tam- 
bién uno  con  molli,  que  se  llama  ÜatonillL  Luego  da- 
ba á  comer  á  la  novia  cuatro  bocados,  los  prime- 
ros que  comian;  (a)  después  daba  otros  cuatro  al 
novio,  y  luego  á  ambos  juntos  los  metian  en  una  cá- 
mara, y  las  casamenteras  los  echaban  en  la  cama 
y  cerraban  las  puertas,  y  dejábanlos  á  ambos  solos: 
salíanse  todos  de  la  cámara,  y  las  viejas  casamen- 
teras que  se  llaman  titizi,  que  eran  como  ministras, 
del  matrimonio,  estábanlos  guardando,  y  allí  bebían, 
no  sé  iban  á  sus  casas,  y  toda  la  noche  estaban  lili. 
Habiendo  hecho  esto  cuatro  dias  arreo,  (ó  conti- 
nuos) hacian  una  ceremonia,  y  era  que  la  estera  so- 
bre que  habian  dormido,  que  se  llamaba  peíatl,  la  sa- 
caban al  medio  del  patio,  y  allí  la  sacudían  con  cier- 
ta ceremonia,  y  después  tornaban  á  ponerla  en  el 
lugar  donde  habian  de  dormir.  En  este  tiempo  co- 
mían, y  bebían   dentro  de  casa,  los   parientes  de   la 

(a)  Es  menester  no  olvidar  que  el  pudor  de  las  jóvenes  mexi- 
canas era  tal  que  jamas  decian  sí  cuando  se  les  preguntaba  si  que- 
rian  casarse,  ellas  mostraban  su  voluntad  y  deferencia  con  otros  ac- 
tos; (dice  VeytiaJ  pero  jamas  decian  sí  paladinamente. 


159 
novia,  con  los  de  el  novio,  y  allí  se  trataban  to- 
dos como  cuñados  y  afines,  y  como  tales  se  ha- 
blaban y  conocian.  Después  de  esto  ibanse  todos  a 
sus  casas  muy  contentos,  y  las  viejas  panentas  del 
novio,  hablaban  á  la  novia  diciendo  de  esta  mane- 
ra. „Hija  mia,  vuestras  madres  que  aquí  estamos, 
v  vuestros  padres  os  quieren  consolar:  esforzaos  lu- 
ía, Tal  y  no  os  aflijáis  por  la  carga  del  casamiento  que 
tomáis  acuestas.  Aunque  es  pesada,  con  la  ayuda  de 
nuestro  señor  la  llevareis.  Rogadle  que  os  ampare;  ple- 
gué á  él  que  viváis  muchos  dias,  y  subáis  por  la 
Cuesta  arriba  de  los  trabajos;  quizás  hija  mía  lle- 
gareis á  la  cumbre  de  ellos  sin  ningún  impedimen- 
to ni  fatiga  que  Dios  os  envié,  no  sabemos  la  que  fe.  M. 
tendrá  por  bien  de  hacer:  esperad  en  él.  Veis  aquí 
cinco  mantas  que  os  dá  vuestro  mando,  para  que 
con  ellas  tratéis  en  el  mercado,  y  con  ellas  com- 
préis el  chilli,  la  sal,  el  ocote  y  la  leña  con  que  ha- 
béis de  guisar  la  comida.  Esta  es  la  costumbre  que- 
dejaron  los  viejos  y  viejas;  trabajad  hija  y  haced 
vuestro  oficio  mugeril  sola:  ninguno  os  ha  de  ayu- 
dar- ya  nos  vamos;  sed  bien  aventurada  y  prospe- 
ra como  te  deseamos."  Después  de  esto  la  suegra 
del  recien  casado,  hablábale  de  esta  manera.  „Aqui 
estáis  hijo  mió,  que  sois  nuestro  tigre,  águila,  plu- 
ma rica  y  nuestra  piedra  preciosa:  ya  sois  nuestro 
hijo  muy  tiernamente  amado.  Entended  que  ya  sois 
hombre  casado,  y  tienes  por  muger  á  nuestra  hi- 
ja: no  os  parezca  esto  cosa  de  burla,  mirad  que  ya 
es  otro  mundo  en  donde  ahora  os  habláis:  ya  estáis  en 

(¿)  El  que  hubiere  visitado  los  conventos  de  monjas  de  Mé- 
xico, y  oído  hablar  á  las  Religiosas,  notará  que  usan  este  mis- 
mo lenguage,  y  es  igual  el  estilo  de  ellas:  en  nada  ha  cambiado  en 
estaparte  de  carácter  la  Nación,  Esto  prueba  la  originalidad  de 
estos  razonamientos,  llenos  de  ternura  y  sensibilidad,  de  aquella 
sensibilidad  peculiar  y  característica  de  las  modestas,  suaves,  y 
compasivas  señoritas  mexicanas:  palabras  dulces  á  las  que  puede 
aplicarse    aquello  de.,..  Sobre  la  miel  ática. 


vuestra  libertad:  [a]  otra  manera  de  vivir  habéis  to- 
mado de  la  que  habéis  tenido  hasta  ahora.  Mirad 
que  seáis  hombre,  y  que  no  tengáis  corazón  de  ni- 
ño: no  os  couviene  de  aquí  adelante  ser  moso  tra- 
vieso, ni  andar  en  los  bureos  que  andan  los  mance- 
bos, ni  en  los  amancebamientos  y  burlerias  de  mo- 
sos  y  chocarrerías,  porque  ya  sois  del  estado  de  los 
casados  [que  es  tlapaliui.]  Comenzad  á  trabajar  en 
llevar  cargas  acuestas  por  los  caminos,  de  chiUi,  sal 
salitre  y  peces,  andando  de  pueblo,  en  pueblo.  En- 
señaos á  los  trabajos  y  fatigas  que  habéis  de  sentir 
en  el  corazón  y  cuerpo,  durmiendo  en  los  rincones, 
en  las  habitaciones  agenas,  y  en  las  portadas  de  las 
casas  que  no  conocéis.  Haceos  á  los  peligros  de  pa- 
sar los  arroyos,  de  subir  las  cuestas,  y  de  atravesar  los 
páramos:  haceos  también  á  ios  trabajos  de  pasar  los 
soles  y  fríos,  do  habéis  menester  de  templar  el  ca- 
lor del  sol  con  el  aventadero  de  plumas  que  habéis 
de  llevar  en  la  mano.  Acostumbraos  á  comer  pan  se- 
co, con  maíz  tostado:  no  penséis  en  lujo,  ni  que  de 
aquí  adelante  habéis  de  vivir  en  regalo  y  en  delica- 
dez, porque  habéis  con  vuestro  sudor  de  ganar  la  co- 
mida: á  nadie  se  le  viene  á  casa  lo  que  ha  de  co- 
mer y  beber,  á  nadie  se  le  cae  delante  lo  que  ha 
de  menester:  no  se  junta  la  hacienda  sin  trabajo:  es 
menester  trabajar  con  todas  las  fuerzas,  para  alcan- 
zar la  misericordia  de  Dios.  No  hay  otra  cosa  que 
os  decir,  quedad   en   buena  hora," 


CAPÍTULO  XXIV. 


En   que 


se  pone   lo  que  hacían   cuando  la   recien   casada 
se  sentía  preñada. 

Después    que    ya   la   recien  casada  se   siente 
preñada,  hacelo  saber  á  sus  padres,  y  estos  luego  apare- 

(a)     Es  decir,  emancipado  y  libre  de  la  autoridad  y  sugeciondo 
la  familia, 


ian  comida,  bebida,  flores  olorosas  y  canas  de  humo. 
Luego  convidan  y  juntan  á  los  padres  y  madres  del 
casado  y  de  la  casada,  con  los  principales  del  pue- 
blo,  y  todos  reunidos  comen  y  beben.  Después 
de  haberlo  así  hecho  pónese  en  medio  de  todos  un 
Viejo  de  parte  del  casado  asentado  en  cuclillas,  y  di- 
ce de  esta  manera.  „Oíd  todos  los  que  estáis  presen- 
tes por  el  mandamiento  de  nuestro  señor  que  está 
en  todo  lugar:  quiero  deciros  algunas  palabras  rus- 
ticas y  groseras,  á  vosotros  nuestros  afines,  pues  que 
aquí  os  ha  juntado  nuestro  señor  el  cual  se  llama  Yoa- 
lliehecatl,  que  quiere  decir  íiniebla  y  aire,  y  que  es- 
tá en  todo  lugar,  el  cual  os  ha  dado  vida  hasta  es- 
tos dias:  vosotros  que  sois  sombra,  abrigo  y  como  un  ár- 
bol que  se  llama  puchotl,  que  hace  gran  sombra,  ó 
como  el  árbol  que  se  llama  ahebetl,  que  así  mismo 
á  su  sombra  se  abrigan  los  animales.  De  esta  ma- 
nera sois  señores  amparadores,  y  abrigadores  de  to- 
dos los  menores,  y  gente  baja,  que  moran  en  las  mon- 
tañas y  en  los  paramos.  Abrigáis  así  mismo  á  los 
pobrecitos  soldados  y  gente  de  guerra,  porque  os  lla- 
man y  tienen  por  padres,  y  por  sus  consoladores, 
por  ventura  tenéis  trabajos,  y  algunos  desasociegos 
y  os  damos  pena,  y  os  embarazamos  para  entender 
en  muchos  negocios,  en  que  os  ocupa  nuestro  señor, 
y  también  os  ocupan  en  los  oficios  de  la  república 
de  que  estáis  encargados.  Quizás  os  seremos  peno- 
sos con  nuestras  palabras  con  que  os  queremos  sa- 
ludar, y  hablar  acerca  de  vuestros  oficios  y  gobier 
no.  Oíd  pues  señores  que  estáis  presentes,  y  todos  los 
demás  que  también  aquí  estáis,  viejos  y  viejas:  sabed 
pues  todos,  que  nuestro  señor  ha  hecho  misericor- 
dia, porque  á  la  señora  N.  mosa,  y  recien  casada,  ha 
puesto  dentro  de  ella  una  piedra  preciosa,  y  una  plu- 
ma rica,  puesto  que  ya  está  preñada  la  mosuela. 
Parece  que  nuestro  señor  ha  colocado  dentro  de  ella 
una  criatura,  pues   que   será  ahora  la  voluntad    de 


I» 


162 
Dios  si  merecerá  este  mancebo  gozar  de  la  mer- 
ced de  S.  M.  y  vuestra  hija  N.,  será  merece- 
dora por  ventura  de  que  venga  á  luz  lo  que  ha  con- 
cebido; y  los  viejos  de  adonde  ellos  vienen  que  ya 
son  difuntos,  que  vivieron  en  este  mundo  algunos  po- 
cos dias,  y  los  viejos  y  viejas  que  ya  están  en  su  re- 
cogimiento en  la  cueva,  y  en  el  agua,  en  el  infier- 
no donde  están  descansando,  y  no  se  acuerdan  de 
lo  que  acá  pasa,  porque  fueron  para  nunca  mas  vol- 
ver, ni  tarde,  ni  temprano,  nunca  mas  los  veremos. 
Pluguiera  á  Dios  que  esto  aconteciera  en  su  presen- 
cia, para  que  oyeradeis  las  palabras  de  vuestra  sa- 
lutación de  su  boca,  pues  ahora  no  hay  viejos  que 
autoricen,  ni  canas  que  resplandezcan  ¿quién  os  po- 
drá saludar?  ¿quién  pronunciará  en  vuestra  presencia 
algunas  palabras  dignas  de  ser  oídas?  ahora  lo  que 
se  dice  en  vuestra  presencia,  señores,  es  una  mane- 
ra de  tartamudear,  y  hablar  sin  orden  ni  concierto  que 
se  ofrece  á  vuestras  orejas.  No  dudamos  sino  que 
nuestro  señor  quiere  dar  un  hijo  ó  hija,  á  vuestros 
hijos  pobrecitos:  solo  esto  he  dicho,  y  solo  esto  ha- 
béis oído,  descansad  y  holgad  en  prosperidad  y  buena- 
andanza.  [a] 

Cuando  arengan  siempre  son  oradores   los  que  hablan:  el  se- 
gundo  orador  dice  lo   siguiente. 

Hijos  mios   y  señores,  no  queremos  daros  fas- 
tidio, ni  causaros  dolor  de   cabeza   y    de     estómago: 

(a)  Un  banquete,  una  reunión  de  familia,  y  un  tan  largo  y 
empalagoso  razonamiento  para  decir  que  la  recien  casada  ya  está 
preñada,  y  anunciar  esta  nueva  á  sus  deudos  como  hoy  lo  ha- 
cen los  monarcas  de  Europa  con  sus  esposas;  prueba  el  refina- 
miento político  de  la  Nación  mexicana.  Cotéjese  ya  esta  conduc- 
ta con  la  fria  insensibilidad  que  mostraban  cuando  se  trataba  de 
sacrificar  á  los  de  su  especie  á  los  dioses  apurando  toda  la  cruel- 
dad, y  este  contraste  nos  llenará  de  asombro.  El  guardar  armo- 
nía en  las  costumbres,  y  ser  constantemente  humanos  en  todas 
circunstancias,  solo    es    dado  al  verdadero  cristiano. 


163 

no  queremos  daros  ocasión  de  alguna  mala  disposi- 
sion:  ya  habéis  oído  y  entendido  dos  ó  tres  palabras, 
y  es  que  nuestro  señor  Dios  que  en  todo  lugar  re- 
side, quiere  dar  fruto  de  generación  á  la  mozuela 
recien  casadilla.  Hágase  la  voluntad  de  S.  M. 
esperemos  lo  que  quiere  hacer.  Reposad  y  hol- 
gad hijos  mios. 

Aquí   responde  el  que  es   saludado,  6  alguno  en  su   nom- 
bre,  y  dice   así. 

„Seais  muy  dichosos  y  prósperos  los  que  aquí 
habéis  venido  siendo  enviados  por  nuestro  señor  Dios 
que  está  en  todo  lugar;  diré  algunas  cosas  que  no 
son  de  regocijo,  sino  de  lloro  y  lágrimas,  aqui  don- 
de nos  ha  juntado  nuestro  Dios.  Aquí  hemos  oí- 
do ahora  cosas  muy  delicadas  y  muy  preciosas,  dig- 
nas de  ser  tenidas  en  mucho,  y  que  no  somos  dig- 
nos de  oírlas  ni  verlas.  Por  cierto  mas  convenia 
que  las  oyeran  los  viejos  y  viejas,  ¿mas  como  los 
podremos  traer  aquí  cuando  ya  son  muertos  é  idos 
á  la  cueva  del  agua?  nuestro  señor  los  llevó  pa- 
ra sí,  estos  fueron  nuestros  antepasados,  los  cua- 
les fueron  también  sombra  y  abrigo,  y  como  unos  gran- 
des árboles  que  se  llaman  puchotks  y  abebetl,  debajo 
ve  cuya  sombra  se  ampararon  los  que  entonces  vi- 
dian,  los  cuales  nos  escondieron  sus  manos  y  sus 
pies  debajo  de  sus  mantas,  y  que  estendieron  sus 
alas  para  amparar  con  diligencia  á  sus  subditos  y 
vasallos,  parientes  y  amigos,  y  estos  fueron  el 
señor  N,  y  la  señora  N.;  ¡pluguiera  á  Dios  que  este 
negocio  se  tratará  en  su  presencia  y  viviendo  ellos! 
Ojalá  que  ellos  hubieran  oído  y  sabido  esta  obra  tan 
maravillosa  que  nosotros  oímos  y  entendimos  aho- 
ra que  nuestro  señor  quiere  hacer  en  nuestra  presencia, 
demostración  de  que  nos  quiere  dar  una  piedra  preciosa 
y  una  pluma  ricaí  esto  és,  la  criatura  que  nuestro  señor 
Tóm.  II.  22 


ha  comenzado  á  poner  en  el  vientre  de  la  mozue- 
la  recien  casada;  y  si  ellos  esto  vieran  y  oyeran,  no 
hay  duda  sino  que  lloraran  de  placer,  é  hicieran  mu- 
chas gracias  por  este  gran  beneficio.  Pero  nuestro 
señor  que  está  en  todas  partes  nos  ha  dejado  de  es- 
ta manera  en  pobreza,  que  ni  hay  viejos  ni  perso- 
nas  que   puedan  satisfacerse    con   semejantes     casos. 


¿  Quien 


podrá   llorar  y   dolerse?    ¿Y    quien  po- 


drá suficientemente  admirarse  de  lo  que  pasa?  No 
hay  otros  sino  los  que  ahora  tenemos  cargo  y  go- 
bernamos, que  somos  como  muchachos  de  poco  sa- 
ber y  de  poco  valer,  que  no  hacemos  cosa  á  de- 
rechas, [a]  todo  lo  desperdiciamos,  y  todo  lo  dañamos. 
¿Quien  nos  podrá  responder?  ¿Quien  podrá  orar  en 
respuesta  de  lo  que  habéis  dicho?  Si  fuera  en  pre- 
sencia de  vuestros  padres  que  aquí  hemos  nom- 
brado y  acordadonos  de  su  antigüedad  y  saber,  ellos 
por  cierto  hubieran  suficientemente  respondido  á  lo 
que  habéis  dicho,  y  no  con  pocas  lágrimas  se  ma- 
ravillaran de  lo  que  habéis  orado;  pero  por  falta  de 
ellos  nosotros  pobres,  y  menguados  de  saber,  dire- 
mos algunas  pocas  palabras  imperfectas  y  bárbaras 
como  balbuíiendo,  sin  orden  ni  modo,  para  respon- 
der á  lo  que  habéis  dicho.  Lo  que  ahora  al  pre- 
sente sé"  ofrece  decir  es,  que  nuestro  señor  que  es- 
tá en  todo  lugar,  ha  abierto  el  cofre  y  la  caja  de 
sus  misericordias,  que  solo  él  la  posee.  ¿Por  ventu- 
ra merecemos  ó  merecerían  nuestros  padres  que  ya 
son  pasados  de  este  mundo,  que  los  ha  quitado  el 
señor  de  sobre  la  tierra,  y  les  ha  puesto  en  el  lu- 
gar de  la  obscuridad  que  no  tiene  ventana  ni  por 
donde  le  entre  luz?  ¿Por  ventura  florecerá  y  brotará  lo 
que  ellos  dejaron  plantado,  así  como  maguey  profonda- 
mente,  que  fué  el  deseo  que  tuvieron  que  se  multiplicase 

(a)  ¡De  cuantos  de  nuestros  gobernantes  pudiéramos  hoy  decir 
esto  mismo!  mas  por  nosotros  lo  di^e  la  nación  que  llora  y  recien- 
te sus  eslravios,  locuras    é   ignorancia. 


m  veneración?  no  sabemos  la  joya,  6  precioso  sartal 
de  flores  conque  ha  adornado  nuestro  señor  a  esta 
mozuela,  porque  la  merced  que  nos  ha  hecho,  es- 
tá en  ella  escondida  como  en  un  cofre;  acaso  no 
mereceremos  ni  seremos  dignos  de  verla  y  gozarla, 
y  será  como  delirio  que  se  pasa  en  vano:  ¿ 
nuestro  señor  ahora  tendrá  por  bien  de  sacar  a  luz 
esta  fiesta  y  esta  maravilla!  ¿si  saldrá  al  mundo, 
y'  será  posible  que  le  veamos,  ó  se  pasará  como 
sueño?  y  porque  pienso  que  con  mi  proligidad  ofen- 
do vuestras  cabezas  y  estómagos  dándoos  pena,  pa- 
récete lo  mas  acertado  que  calle;  oremos  á  Dios,  y 
esperemos  en  su  misericordia.  Tal  vez  merecemos 
que  venga  á  luz  esta  criatura,  ó  acaso  en  su  edad 
tierna,  ó  quizás  la  perderemos  antes  de  salir  al  mun- 
do; y  así  'no  quiero  decir  mas,  sino  rogar  á  nuestro 
señor  que  está  en  todo  lugar,  que  dé  reposo  á  vues- 
tros huesos,  y  á  vuestro  ánimo  todo  contento.  Des- 
pués de  esto,  el  orador  endereza  sus  palabras  á  la 
preñada,  y  si  es  muger  noble,  dícela  de  esta  ma- 
nera. 

CAPÍTULO   XXI. 

Del  lenguage  que  usaban  dando  la  enhorabuena  á  la  pre- 
ñada hablando  con  ella:  es  plática  de  alguno  de  los  pa- 
rientes de  él;  avisábanla  en  ella  muchas  cosas,  y  acabán- 
dola de  hablar,  hablaba  luego  á  sus  padres  de  los  mo- 
zos, y  alguno  de  ellos  responde  á  los  oradores:  también 
la  preñada  habla  á  su  suegro   y   suegra. 

¡Nieta  mia  muy  amada  y  preciosa  como  chal- 
chivite  y  zafiro,  noble  y  generosa!  ya  es  cierto  aho- 
ra que  nuestro  señor  se  ha  acordado  de  vos,  el  cual 
está  en  toda  parte,  y  hace  mercedes  á  quien  quiere: 
ya  está  claro  que  estáis  preñada,  y  que  Dios  os 
quiere   dar   fruto  de  generación,   y  poneros  un  joyel 


166 
y  daros  una  pluma  rica:  y  acaso  lo  han  mere- 
cido vuestros  suspiros  y  lágrimas,  y  el  haber  esten- 
dido vuestras  manos  delante  de  nuestro  señor  Dios, 
y  las  peticiones  y  oraciones,  que  habéis  ofrecido  en 
presencia  de  S.  M.,  el  cuaF  es  llamado  tiniebla  y  ai- 
re en  las  vigilias  de  la  media  noche.  Por  ventura 
habéis  velado  y  trabajado  en  barrer  y  ofrecer  incien- 
so en  su  presencia;  por  estas  buenas  obras  ha  he- 
cho con  vos  misericordia,  y  esta  fué  la  causa  por- 
que se  determinó  en  los  cielos  y  en  el  infierno,  an- 
tes del  principio  del  mundo,  que  se  os  hiciese  es- 
ta merced.  Por  tales  motivos  nuestro  señor  Quetzal- 
eoatl  que  es  criador  y  hacedor,  os  ha  hecho  esta 
merced;  así  lo  ha  determinado  el  que  reside  en  el 
cielo,  un  hombre  y  una  muger  que  se  llama  Orne- 
tecutli,  Omeciatl:  mirad  hija  mia  que  no  os  ensober- 
vezcais  por  la  merced  que  se  os  ha  hecho,  ni  di- 
gáis dentro  de  tí,  ya  estoy  preñada  por  mi  mere- 
cimiento: no  atribuyáis  esta  merced  á  ellos,  porque 
si  esto  hiciéredes,  no  se  le  podrá  esconder  á  nues- 
tro señor  lo  que  dentro  de  vos  pensareis,  porque 
no  se  le  oculta  ninguna  cosa,  aunque  esté  dentro 
de  las  piedras  y  de  los  árboles,  y  por  esto  se  eno- 
jará contra  vos,  y  os  enviará  algún  castigo,  de  ma- 
nera que  perdamos  lo  que  dentro  de  vos  está,  qui- 
tándole la  vida,  ó  permitiendo  que  nazca  sin  sazón, 
ó  muera  en  su  ternura;  ó  por  ventura  os  dará  nues- 
tro señor  alguna  enfermedad  á  vos  para  que  muráis; 
porque  el  cumplimiento  del  deseo  que  tenemos  del 
hijo  y  generación,  por  sola  la  misericordia  de  Dios 
se  nos  cumple;  y  si  nuestros  pensamientos  son  con- 
trarios á  esta  verdad,  pensando  que  se  hace  por 
nuestros  merecimientos,  nosotros  nos  defraudamos  de 
la  merced  que  nos  está  hecha.  Quizás  entonces  hi- 
ja por  tu  soberbia,  no  merecerás  que  salga  á  luz 
lo  que  ya  está  principiado,  lo  que  viene  yá.  Esta 
es  la  voluntad  de    Dios?  que  hace  brotar   en    tí  la 


16? 
generación  de  tus  visabuelos  y  tatarabuelos,  y  tus  pa- 
dres que  te  echaron  acá:  voluntad  de   Dios    es   que 
engendre  y   produzca  fruto  el   maguey  que  ellos  plan- 
taron hondamente,  para  que  lo  que  naciere  sea  ima- 
gen  de  ellos,  á  los   cuales   el    mismo  señor  los    es- 
condió y   llevó  para   sí:  él  quiere  que  levanten  la  ca- 
beza,  y   en  alguna  manera  resuciten   los  que  nace- 
rán de  la   posteridad.  Lo   que   ahora   hija  muy  tier- 
na   es  necesario   que  hagas   és,  que  te  esfuerzes,  que 
hagas  cuanto  quepa  en  tu  posibilidad  acerca  de  pe- 
dir,  llorar   y   suspirar,  delante  de  nuestro    señor:  tra- 
baja también  en   barrer,   en  desembarazar,  componer, 
y  limpiar  los  altares  y   oratorios   de  vuestra  casa,  á 
honra    de   nuestro    señor  Dios:  procura   asimismo  de 
ofrecer  le  incienso  que  se  llama    temmmtli:  "vela  de  no- 
che, mira  que  no   durmáis   demasiado,   ni   te   des    á 
la  dulzura  del   sueño,   mayormente   procura    suspirar 
de    corazón  y  decir:    ¿qué  será  de   mí    desde   aquí  á 
cuatro   ó   cinco    dias?     porque    somos  flacos   y    muy 
quebradisos.    Oye    otra  cosa  hija  mia    que   te    enco- 
miendo mucho,   mira   que   guardes    mucho    la   cria- 
tura  de   Dios  que  está  dentro   de  vos,  que  no  seáis 
causa   de  alguna  enfermedad  por   vuestra  culpa,que 
imoida  la   merced   que   nuestro    señor   os   ha   hecho 
en"  haberos   dado   un  hijo  que  es  como  un  joyel  con- 
que os   ha  adornado:   guardaos  de   tomar  alguna  co- 
sa pesada  en  los  brazos,  ó   de   levantarla   con  fuerza, 
porque  no  empezcáis   á  vuestro  hijo:   no  uséis  el  ba- 
ño demasiadamente,   para  que   no  la  matéis    con  el 
calor   escesivo   de  él.  Otra  cosa  os  aviso,  y  esta  quie- 
ro  que   la   oiga  nuestro  hijo,  vuestro   marido  N.  que 
está   aquí,  porque   somos  viejos   sabemos  lo  que  con- 
viene.   Mirad  los  dos   que   no   os  burléis  el  uno  con 
el  otro,  porque   no   estropeis  á   la   criatura,   ni  uséis 
mucho  del  matrimonio  porque  podrá   ser  que  hagáis 
daño   al  feto;  y   así   es   que   saldrá    cuando   naciere, 
manco,  ó  liciado  de  los  pies,  délas  manos  ó  de  los 


168 

dedos  (a) , 

Apartaos  hija  de  mirar  cosas  que  espantan  ó 
dan  asco;  este  es  consejo  de  los  viejos  y  vie- 
jas que  nos  precedieron.  ¡Oh  hijita  mía,  chiquitita 
palomita!  estas  pocas  palabras  he  dicho,  para  esfor- 
zaros y  animaros;  son  palabras  de  los  viejos  anti- 
guos vuestros  antepasados,  y  de  las  viejas  que  aquí 
están  presentes,  con  las  cuales  os  enseñan  todo  lo 
que  es  necesario,  para  que  sepáis  y  veáis  que  os 
aman  mucho,  y  que  os  tienen  como  una  piedra  pre- 
ciosa y  pluma  rica:  ninguna  cosa  os  han  escondi- 
do, y  en  esto  hacen  como  sabios  y  esperimentados. 
Seáis  hija  muy  bienaventurada  y  próspera,  y  viváis 
con  mucha  salud  y  contento,  y  viva  también  con  sani- 
dad y  con  salud,  lo  que  tenéis  dentro  en  vuestro  vientre: 
esperemos  todos  en  nuestro  señor,  lo  que  sucederá 
mañana  ú  otro  dia,  y  lo  que  de  vos  determinará.  Seáis 
muy  bienaventurada,  y  ruego  venga  á  luz  lo  que  es- 
tá  en   vuestro  vientre,  (b) 

Después  de  haber   acabado   el  orador,  vuelve   la  plática  ú 
los  padres  y  madres  de   los  casados  diciendo. 

Aquí  estáis  presentes  señores  y  señoras,  de 
quienes  son  estas  preciosas  y  ricas  plumas,  cuales 
son  estos  recien  casados,  los  cuales  fueron  cortados 
de  vuestras  entrañas,  y  de  vuestros  cuellos  y  gar- 
gantas. Aquí  están   presentes    N.  y  N.  que    nacieron 

(a)  Consultando  á  la  decencia,  se  han  omitido  varias  espresic- 
nes,  que  ¡solo  pueden  tolerarse  en  la  candorosa  pluma  del  P.  Sa- 
lí ag  un. 

[b]  Es  de  admirar  la  prudencia  conque  los  Mexicanos  anuncia- 
ban y  prevenían  á  sus  hijas  de  ciertos  peligros  que  nuestros  pa- 
dres les  ocultaban  por  una  escrupulosidad  imprudente,  y  por  la 
que  algunos  perdieron  la  vida.  La  niña  que  ignoraba  lo  que  era 
la  mestruación,  si  no  se  cuidaba  en  este  periodo,  quedaba  enferma 
para  toda  su  vida,  infecunda  é  inservible,  y  en  cada  mes  se  veía  á 
la  muerte. 


de  vuestros   cuerpos   como   uñas  y  cabellos.   Hemos 
recibido  de  nuestro  señor  Dios  un  tesoro  y   una    ri- 
queza, porque   hemos   sabido    lo   que  está  en    el  co- 
fre y  jm   el  arca  encerrado:   esta  es   la   criatura  que 
está  en  el  vientre  de  la   mosa,   la  cual  no  nos  es  da- 
do ver:  por  ventura  no  somos  merecedores  de  que  nues- 
tro señor   nos  publique  á  nosotros   este  negocio;  por- 
que   aquellos  que  fueron  dignos  de  él,  ya  nuestro  se- 
ñor los   quitó  de  sobre  la   tierra,   que  fueron  los  vie- 
jos  sabios   y  antiguos    que    fallecieron,  y    ahora   en 
su  presencia  los    que  vivimos,  decimos  y  hacemos  oo- 
berias  y  niñerías,  porque  no  nos  es  posible   tornar- 
los acá,  pues   ni   están  en   lugar  donde   pueden   vol- 
ver, ni  los   esperamos   en   ningún   tiempo,  y  sabemos 
que   no  han  de   venir   mas;   no   harán  mas   el    olicio 
de  padres  y  madres  entre  nosotros,  porque  para  siem- 
pre se   fueron;  ya   los   puso  nuestro  señor  en  sus  ca- 
fas  y  cofres;  para  siempre  desaparecieron  y  nunca  mas 
volverán;    y  los   que    ahora  vivimos  gozamos  por  ellos 
en  su  ausencia,  aquello  que  ellos   Habían  de  gozar  y 
oír.  Ahora    empero  al   presente    ¿qué   querrá   nuestro 
señor   hacer  pues  que    de  nuestra   parte   no  hay  nin- 
gún merecimiento?  ¿Por  ventura   otorgársenos  ha  es- 
ta merced   que    ahora  estamos   soñando?  ¿Hablamos 
una  cosa   muy  obscura  y  muy  dudosa,   y  no  sabemos 
que  merced  se   le  ha   hecho  á   esta   vuestra    piedra 
■nreciosa,  á  esta  vuestra  ploma  rica  que  es  nuestra  me- 
ta /y   vuestra  hija?    ¡plegué    á  Dios    que    en   vuestro 
tiempo  y  en  vuestra   presencia,   gocemos  ae  la  luz  y 
del  alba  del    dia,  que    nuestro  señor   hará  cuanao  pa- 
reciere!   ¡plega  á  Dios  que  veamos  y  conozcamos  que 
cosa  es  aquella  que  nos  dará  nuestro  señor!   Pero  es 
mucho  menester  que  vosotros,  señores   y  señoras,  que 
aquí  estáis,  hagáis  vuestro  oficio  de  padres  y  madres 
con  mucha  diligencia;  conviene  que  exhortéis  mucho 
á  vuestros   hijos   aunque  son  ya   adultos,   pero  el   es 
joven  y    ella  muchacha,    no    saben     aun    de    cuan- 


ta  importancia  sea  este  negocio,por  que  aun  se  burlan 
y  juegan  como  niños  segun  la  costumbre  del 
mundo,  es  mucho  menester  que  sean  exhortados  y 
avisados.  Por  eso  os  ruego  señores  y  señoras,  que 
hagáis  vuestro  deber  en  informarlos  con  toda  dili- 
gencia, con  palabras  eficaces,  para  que  lloren,  y  se 
entristezcan  y  suspiren.  ¿Por  ventura  verificarse  há 
en  nos  esta  merced  que  Dios  nos  quiere  hacer?  ¿Sal- 
drá como  sueño,  ó  nuestro  señor  se  enojará  y  mu- 
dará su  disposición?  No  sabemos  lo  que  querrá  hacer, 
perseverad  en  hablarlos  para  que  hagan  lo  que  les 
conviene. 

Aquí   responden    al  orador,   el  padre  y  la   madre   de   la 

mosa. 

Señores:  gran  merced  nos  habéis  hecho,  pues 
habéis  trabajado  con  vuestro  corazón  y  cuerpo:  ha- 
béis fatigado  vuestro  estómago  y  cabeza.  ¡Quiera 
Dios  que  este  trabajo  que  por  nosotros  habéis  'to- 
mado ahora,  no  os  sea  causa  de  enfermedad,  ó  de 
alguna  mala  disposición!  habéis  hecho  oficio  de  pa- 
dres y  madres,  en  haber  dicho  lo  que  habéis  espre- 
sado, antes  que  nuestro  señor  os  saque  de  esta  vi* 
da,  y  que  dejéis  el  oficio  de  doctrinar  é  informar 
á  los  que  poco  saben;  y  entre  tanto  que  tenéis  el 
de  hacer  sombra  y  amparar  á  la  gente,  como  ha- 
ce el  árbol  llamado  puchotl,  y  el  llamado  abebetl,  á 
cuya  sombra  se  acogen  no  solamente  los  hombres, 
sino  también  los  animales;  y  entre  tanto  que  os  du- 
ra la  posesión  del  mando  que  tomasteis  de  vuestros 
antecesores  y  lo  lleváis  acuestas,  como  quien  lleva 
una  carga  muy  pesada  ó  un  lio  de  ropa,  la  cual  os 
dejaron  aquellos  que  nuestro  señor  llevó  para  si,  y 
nuestros  señores  y  mayores  que  ya  fallecieron  y  de- 
jaron su  carga  sobre  vuestras  espaldas  y  vuestros 
hombros,  que   es  el  regimiento   muy  pesado  de  la  re- 


171 

pública  que  se   ha  de  llevar  á   brazos,  como   la  ma- 
dre lleva  á  su   niño.  Hemos  aquí  oído  y  visto  como 
habéis   abierto  vuestra   caja  y  cofre,  y  habéis  saca- 
do  las  palabras   que   hemos    oído  como  de  padres  y 
madres,   que  hubisteis   de  los  antiguos  y  viejos  nues- 
tros señores  antecesores   y   padres,   y  habeislo   guar- 
dado y   atesorado   en  vuestras  entrañas   y  garganta, 
donde   está   cogido,   doblado  y  ordenado,    como  ves- 
tiduras preciosas,  y  ahora  lo  habéis   sacado  para  avi- 
sar  y  enseñar  á  vuestros    hijos,    que   tienen   necesi- 
dad de  esa  doctrina  y   crianza,   los  cuales  están  aquí 
presentes:  muchos   son  de  poco   saber,  y    estos    aun 
ignoran   todo   lo   que  les  cumple,   y  aun  viven  en  es- 
te  mundo  pareciendo  que  son  personas  y   no  lo  son, 
sino   que    como    han  venido   nuevamente  al   mundo, 
piensan    que  en    él   hay   placeres  sin  peligro,   y  hay 
seguridad   sin    engaños,   y   que    tranquilamente   pue- 
den dormir,  que  no  tienen  necesidad  de  ningunos  tra- 
bajos, ni  de  buscar  á  Dios  para  que  los  ayude  ofre- 
ciendo  incienso  de   noche,  y  levantándose  á    barrer; 
no  piensan  nada  de  lo  de  adelante,  ni  dice  su  cora- 
zón   ¿qué  será  de   nosotros   mañana  ó  ese  otro  dia? 
¿ni  que  dispondrá  de  nosotros   nuestro  señor   que  es- 
tá en   todo  lugar?  y  así  viven   descuidados;  ni   curan 
de  saber  si  serán  dignos   de    gozar  del   don  de  Dios 
que  ahora   parece   como   sueño.  Tal  semeja   el   pre- 
ñado de  esta   mosa,  y   á  este  propósito  la  habéis  ha- 
blado,  y  dicho  maravillosas  doctrinas,  tocando  todas 
las  cosas  necesarias  de    saber,  sin   dejar  ninguna;    y 
no  solamente  ellos  han   oído  tan  gran  doctrina,  sino 
nosotros  los  que   somos   viejos,  y  ancianos,  hemos  re- 
cibido de  nuevo  los  consejos  y  advertencias  de  nuestros 
padres  y  madres,   y   otra   vez  nos  habéis  doctrinado 
como  á  vuestros   propios  hijos.  Tenérnoslo   por  muy 
gran  merced,  y   hemos   recibido  en  ello  muy  gran  be- 
neficio, y    tendremos   guardadas   estas  observaciones 
tan  maravillosas,  como  quien  tiene  en  la  mano,  y  en 
Tóm.  II.  23 


172 

el- puño  apretados  ios  consejos  de  sos  padres  y  ma- 
dres: asi  habéis  dicho  vuestra  plática,  y  para  oWa 
nos  hemos  aquí  juntado,  mediante  nuestro  señor  por 
amor  de  esta  muchacha  de  poca  edad,  la  cuaí  es- 
timáis como  piedra  preciosa,  y  pluma  rica,  y  como 
vuestras  propias  barbas,  uñas,'  y  como  á  rosa  q^ 
ña  brotado  de  vuestros  antepasados  que  ya  fallecie- 
ron, y  nuestro  señor  los  ha  puesto  escondido,  y  au- 
sentado de  este  mundo;  porque  S.  M.  os  quiere  ha- 
cer merced    de  daros  una  piedra  preciosa,   y   pluma 

y   acabar  en  el  vientre  de  esta  muchacha.  Esta  es  la 
causa   porque  nuestro  señor    por  quien  todos  vivimos 
os  ha  traído  aquí,  y   esto  ya  lo  tenéis  muy  bien  en! 
tendido:  señores  no  tenemos   mas   que   decir,  porque 
todavía   aun  ahora  este  negocio  está  como  cosa   de 
sueno.  Por  ventura  merecerán  estos  nuestros  mucha- 
chos que  aquí  están,  gozar   lo  que  deseamos.  Acaso  lo 
sacara  nuestro  señor   á  luz  á  este  mundo,  aunque  es- 
tamos a  obscuras,  y  hablamos  en  tinieblas;    espera- 
mos en   Dios   que  es   lo  que  tendrá  por  bien   de  ha- 
cer, pues  el  es  el  que  rige   y   gobierna  todas  las  co- 
sas que  a  todos  nosotros  convienen.  Señores  nuestros 
deseamos   vuestra  prosperidad  como  á  hijos,  descan- 
sad ya:  nuestro  señor  os  dé  todo   contento. 

Aquí  habla  la  preñada,  respondiendo  á  lo   que   los  viejos 
oradores  dijeron. 

Señores  nuestros  y  padres  muy  amados,  por  mi  cau- 
sa habéis  recibido  trabajo  en  el  camino,  porque  hay 
caídas  y  tropiesos,  viniendo  con  tener  muchos  nego- 
cios y  ocupaciones  que  nuestro  señor  os  ha  encar- 
gado. Por  mi  causa  los  habéis  dejado  por  darme 
contento,  descanso  y  placer  con  vuestras  pala- 
bras, consejos  y  avisos  muy  preciosos  y  raros,  que 
aquí  he  yo  oído,  como  de  padres  y  madres  muy  ama- 


173 
dos,  las  cuales  tenéis  atesoradas  en  vuestras  entra- 
ñas y  en  vuestra  garganta,  como  cosa  muy  precio- 
sa y  deseable.  No  las  olvidaré,  ni  yo  ni  mi  mari- 
do, el  cual  aquí  está,  que  es  vuestro  siervo  y  cria- 
do N.,  á  los  cuales  ambos,  nuestro  señor  nos  ha  jun- 
tado: ¿por  ventura  con  descuido  lo  olvidará,  y  la  ra- 
zón porque  habéis  venido?  Es  verdad  que  ya  nuestro 
señor  tiene  por  bien  de  nos  querer  dar  una  piedra 
preciosa,  y  pluma  rica,  y  que  tendrá  por  bien  de  sa- 
car á  luz  lo  que  está  comenzado  si  le  place,  ó  qui- 
zás perderé  este  beneficio,  y  no  gozaré  de  mi  cria- 
tura: no  sé  lo  que  nuestro  señor  habrá  determinado 
de  hacer  en  este  negocio.  Por  cierto  únicamente  sé 
que  en  mí  no  hay  merecimiento  para  que  venga  á 
luz,  y  nazca  al  mundo:  ignoro  si  la  verá  para  que 
se  conozca  la  merced  que  se  me  ha  hecho.  Aquí  es- 
tá presente  vuestro  siervo  y  criado:  él  y  yo,  siempre 
andamos  juntos,  como  travados  de  las  manos;  quien 
sabe  si  lo  verá  y  conocerá  la  cara,  de  lo  que  de  su 
sangre  se  ha  hecho,  que  es  lo  que  tengo  en  el  vien- 
tre: no  sé  si  verá  á  su  imagen  que  es  la  criatura  que 
está  en  mí,  ó  si  el  señor  que  está  en  todo  lugar  se 
reirá  de  nosotros,  deshaciéndole  como  agua,  ó  dándo- 
le alguna  enfermedad  en  su  edad  tierna,  ó  nacerá 
sin  tiempo,  y  nos  dejará  con  el  deseo  de  sucesión, 
porque  ni  nuestro  lloro,  ni  nuestra  penitencia  mere- 
ce otra  cosa;  esperemos  sin  embargo  en  nuestro  se- 
ñor aunque  no  lo  merecemos.  Padres  mios,  y  se- 
ñores mios  muy  amados,  deseóos  todo  reposo  y  to- 
do  contento. 


174 


CAPITULO   XXVI. 


M 

1    ¡     . 


En   que  se  pone  lo    que   los  padres   de  los   casados  ha- 
rían  cuando  ya  la  preñada  estaba  en  el  sétimo  ú   octa- 


vo  mes. 


Cuando  ya  la  preñada  estaba  en  dias  de  pa- 
rir, juntábanse  la  segunda  vez  los  parientes,  viejos 
y  viejas,  y  aparejaban  la  comida  y  bebida:  después 
que  habian  comido  y  bebido,  llamaban  á  la  ^partera 
que  les  parecia  ser  tal;  y  para  este  efecto,  primero 
se  hablaban  los  padres  de  los  casados,  y  levantá- 
base á  hablar  un  viejo  de  la  parte  del  moso  ó  de 
la  mosa,  y  decia  de  esta  manera.  „Señores  padres  y 
madres  de  estos  casados  que  aquí  estáis  presentes,  ya 
esta  muchacha  está  en  dias  de  parir,  y  anda  fatiga- 
da con  su  preñado,  porque  ya  llega  el  tiempo  don- 
de se  manifestará  lo  que  fuere  la  voluntad  de  Dios: 
¿qué  sabemos  si  morirá?  Conviene  pues  señores,  que 
la  ayudéis:  conviene  que  reciba  algunos  baños;  que 
entre  en  nuestra  madre  el  horno  del  baño,  que  se 
llama  Yoaliicitl,  (que  és  la  diosa  de  los  baños,)  sabe- 
dora de  los  secretos,  en  cuyas  manos  todos  nos  cria- 
mos: ya  és  tiempo,  y  conviene  que  la  pongáis  en 
las  manos,  y  sobre  las  espaldas  de  alguna  buena  par- 
tera, diestra  en  su  oficio,  que  se  llama  ticitl,  y  sea 
rogada  y  hablada,  como  es  costumbre.  Los  que  sois 
padres  y  madres  de  la  mosa,  que  oiga  vuestras  pa- 
labras conque  como  padres  y  madres,  la  rogueís  pa- 
ra que  tome  este  negocio  á  su  cargo,  pues  que  es- 
tais  presentes,  y  sois  los  padres  y  madres  de  estas 
piedras  preciosas,  y  plumas  ricas,  y  no  os  ha  apar- 
tado Dios  de  ellos:  después  de  vuestra  vida,  y  en 
vuestra  ausencia  no  tenéis  obligación  de  mirar  por 
ellos;  y  después  de  vuestra  muerte,  después  que  nues- 
tro señor  os  haya  llevado,  ¿donde  os  irán  á  buscar? 
Y  pues   que  Dios  os   hace  merced  en  que  seáis  vi- 


175 

vos,  haced  vuestro  deber."  Dicho  esto  luego  salia  allí 
la  partera,  que  al  efecto  estaba  buscada,  y  poníanse 
junto  á  ella  los  viejos  y  viejas,  y  luego  una  de 
estas  comenzaba  á  hablar  á  la  partera  de  esta  manera. 

CAPITULO   XXVII. 

De  como  una  matrona  parienta  del  moso,  hablaba  á  la 
partera  para  que  se  encargara  del  parto  de  la  preñada, 
y  de  como  la  partera  respondía  aceptando  el  ruego,  y  dt 
los  avisos  que  daba  á  la  preñada  puraque  su  parto  no 
fuera  dificultoso. 

Señora   aquí  estáis   presente,  y   os   ha    traido 
nuestro  señor  que  está  en  todo  lugar,    persona  hon- 
rada y  digna  de  veneración;  también  aquí  están  pre- 
sentes   los   viejos   y  viejas    vuestros   mayores:   sabed 
pues  señora  que  esta   mosuela   está  preñada,  la  cual 
es  muger  casada   con  N.  y  también  está   aquí   vues- 
tro siervo.  Sus  padres  y  sus    parientes    os     la     pre- 
sentan y  encomiendan,  porque   nuestro  señor  que  ri- 
ge  el  mundo,  quiere   hacer  con  ellos  misericordia  en 
darles  una  piedra  preciosa,  y  una  pluma  rica,  que  es 
la   criatura  que  ya  tiene  dentro  del  vientre  de  la  ma- 
dre que  está  aquí,   que   es  esta  mosa  vuestra  sierva 
que  se  llama   N.,    la   cual   está  casada  con    vuestro 
siervo   y   criado  N.  Este   la  pone  en  vuestras  manos» 
en  vuestro  regazo,  y  sobre  vuestras   espaldas;  y  tam- 
bién los  viejos  y    viejas,  parientes,  padres  y  madres 
de  ella,   os   encomiendan  esta  su.hijita  ahora.  Seño- 
ra, metedla  en  el   baño   como   sabéis   que   conviene, 
que  es  la  casa  de    nuestro   señor   llamado  Xuchical- 
tzin,  adonde  se  arrecian  y   esfuerzan   los   cuerpos  de 
los  niños,  por   la  madre  y  abuela,  que   es  la   señora 
diosa  llamada    Yoaiticitl  Entre  pues    esta  moza  en  el 
baño  por  vuestra  industria,   porque  ya  ha  llegado   al 
tiempo  de  tres  ó   cuatro   meses  que    ha    concebido. 


¡1 


176 

¿Qué  os  parece,  señora,  de  esto?   No  queremos  <rae 
por  nuestro  poco   saber  la  pongamos    en  ocasión  de 
enfermedad:  ¿por  ventura  aun  no   es   tiempo   de   en- 
derezarle la  criatura   ni   llegar  á  elía?  Estas  palabras 
Habéis  oído   en  obsequio   de  nuestra  muy  amada  De- 
seo contento  á  vuestro  corazón  y  á  vuestro  cuerpo  con 
toda    salud:    no    hay    otra  persona    mas    hábil    pa- 
ta hablaros  con   aquella  cortesía  y   concierto  de  pa- 
labras que   vos  señora  merecéis;   y  si  la  hubiera,  no 
las  escondieran  estos  viejos  y  viejas,  padres  y  madres 
de  los  casados  que  aquí   están,   que  han   brotado   y 
procedido   de    los  abuelos  y  antepasados,  señores    v 
progenitores   de  esta  señora  N.,  y  de  su  marido  vues- 
tro siervo  y   criado  N.    Ellos  ignoran  lo    que   en   su 
ausencia   se  hace,  porque  ya   están  en   el  recogimien- 
to  y   encerramiento  que  nuestro  señor  los  puso:  son 
ya   idos  á  reposar   á  la  casa  donde  todos  hemos  de 
ir,  la   que  está   sin  luz  y  sin  ventanas,   donde   ya  es- 
tan   dando  descanso   á   su  dios,  y  padre  de  todos  no- 
sotros,  que  es  el  dios  del  infierno  Mictlantecutli:  ¡oja- 
la  estuvieran   ellos  presentes   á    este    negocio,    pues 
ellos  lloraran  y  se  afligieran  por   lo  que  ahora  tene- 
mos nosotros   como  sueño,  que    es  la   fiesta  grande, 
y   la   maravilla  que  nuestro   señor  les  quiere  dar'  Si 
ellos   vivieran,    os    hablaran    y   rogaran    según   vues- 
tro merecimiento;  pero  por  estar   ausentes,    nosotros 
¡sus  succesores   hacemos   niñerías  y   muchachadas,  en 
pronunciar  palabras   tartamudeando  aquí   en    vuestra 
presencia,  sin  orden   m   concierto,  trabajando  de  pre- 
sentaros nuestra  necesidad.  Así  pues  os  rogamos  señora 
que  tengáis    compasión    de    esta  joven,   y    que   ha- 
gáis también   con  ella   vuestro  oficio  y  facultad,  pues 
que  nuestro  señor  os  ha  hecho  maestra   y  médica,  y 
por  su  mandado  ejercitáis  este  oficio.  Señora,  no  te- 
nemos que    decir   mas   de  lo   que    habéis    oído:   déos 
Dios  muchos  días  de  vida,  para  que  le   sirváis  y  ayu- 
déis  en  este  oficio  que  os   ha  dado. 


177 
dqüi  halla  la  partera  que  apareja  á  las  mugeres  pre- 
ñadas, para  que  paran   con  facilidad,  y  la  partea  al  tiem» 
po  del  parir  y  dice. 

Aquí  estáis  presentes  señores  y  señoras,  y  aquí 
os  ha  juntado  nuestro  señor  que  rige  todo  el  mun- 
do. Aquí  estáis  vosotros  viejos  y  viejas,  padres,  ma- 
dres, y  parientes  de  estas  piedras  preciosas  y  ricas 
plumas,  que  han  tenido  principio  de  vuestras  per- 
sonas, como  la  espina  del  árbol,  como  los  cabellos 
de  la  cabeza,  como  las  uñas  de  los  dedos,  como  los 
pelos  de  las  cejas,  y  de  la  carne  que  esta  sobre  el 
ojo.  También  estáis  aquí  presentes  señores  los  que 
sois  padres  de  la  república,  y  nuestros  señores  que 
tenéis  las  veces  de  Dios  sobre  la  tierra  por  orde- 
nación del  mismo  Dios,  y  tenéis  las  personas  y  ofi- 
cio de  Xumotl  y  de  Cipadli,  teniendo  cargo  de  decla- 
rar las  venturas  de  los  que  nacen.  He  oído  y  en- 
tendido vuestras  palabras,  vuestro  lloro,  y  la  angus- 
tia conque  estáis  fatigados,  llorosos,  y  angustiados, 
por  causa  de  vuestra  piedra  preciosa  y  de  vuestra 
pluma  rica,  que  es  ésta  niña  que  es  pedazo  de  vues- 
tro cuerpo  y  primogénita,  ó  por  ventura  la  postrera 
que  habéis  engendrado,  por  cuya  causa  ahora  llamáis 
y  dais  voces  á  la  madre  de  los  dioses,  que  es  la 
de  las  medicinas  y  médicos,  y  es  madre  de  to- 
dos nosotros,  la  cual  se  llama  Yoalticitl  que  tiene  po- 
der y  autoridad  sobre  los  temascales  que  se  llaman 
Xuchicalli,  lugar  en  que  esta  diosa  vé  las  cosas  se- 
cretas, y  adereza  las  desconcertadas  en  los  cuerpos 
de  los  hombres,  y  fructifica  las  cosas  tiernas  y  blan- 
das, en  cuyas  manos,  regazo  y  espaldas,  ponéis  y 
echáis  esta  vuestra  piedra  preciosa,  y  esta  vues- 
tra pluma  rica;  y  también  lo  que  tiene  en  el  vien- 
tre, es  la  merced  que  Dios  le  ha  hecho,  que  es  hem- 
bra ó  varón  que  le  ha  dado,  el  cual  ordena  to- 
das las  cosas  y  sabe  que  es  lo  que  está  en  su  vien- 


Il 
il 


5 


178 
tre.  Esto  solo  digo  ahora,  yo  que  soy  una  vieja  mi- 
serable y  malaventurada:  no  sé  que  os  ha  movido  á 
escogerme  á  mí,  que  ni  tengo  discreción  ni  saber, 
ni  sé  hacer  nada  agradable  á  nuestro  señor,  pues  soy 
boba  y  tonta:  (a)  y  viven  hoy,  y  florecen  muchas  sier- 
vas  de  nuestro  señor,  muy  sabias,  prudentes,  espe- 
rimentadas  y  muy  amaestradas,  á  las  cuales  ha  en- 
señado nuestro  Dios  con  su  espíritu  é  inspiracio- 
nes, y  las  ha  dado  autoridad  para  ejercitar  este  ofi- 
cio, y  ellas  tienen  discípulas  enseñadas  que  son  co- 
mo ellas  y  su  imagen,  y  estas  lo  saben  y  lo  ejer- 
citan, de  lo  cual  me  habéis  aquí  hablado.  No 
sé  como  habiendo  copia  de  las  que  tengo  dicho,  me 
habéis  señalado  á  mí.  Pienso  que  esto  ha  sido  por 
mandamiento  de  nuestro  señor  que  está  en  todo  lu- 
gar y  es  un  abismo,  y  se  llama  tiniebla  y  vien- 
to: ¿por  ventura  es  por  mi  mal  para  que  acabe  mi 
vida?  ¿por  ventura  ya  tengo  enfadado  á  nuestro  se- 
ñor y  á  los  hombres,  y  por  esto  me  quiere  aca- 
bar? y  aunque  se  dice  que  soy  médica,  ¿acaso  por 
mi  saber  ó  por  mi  experiencia  podré  curar  y  par- 
tear á  esta  piedra  preciosa  y  á  esta  pluma  rica?  ¿ó 
podré  saber  como  es  la  voluntad  de  Dios,  ó  que  son 
nuestros  merecimientos  de  darnos  y  de  hacernos  mer- 
ced que  salga  á  luz  lo  que  está  dentro  de  vuestra 
hija  preciosa  y  bella  como  pluma  rica?  y  aunque  soy 
partera  y  médica  ¿podré  yo  por  mi  esperiencia  ó 
industria  poner  mano  en  este  negocio  que  és  lo  se- 
creto del  cuerpo  de  esta  mi  hjja  muy  amada  que 
está  aquí  presente,  y  por  cuya  causa  estáis  penados 
y  congojados?  ¿por  ventura  Dios  no  me  ayudará  aun- 
que haga  lo  que  es  de  mí,  aunque  haga  mi  oficio? 
quizás  lo  haré  con  presunción  y  al  revés,  ponién- 
dola de  lado  ó  de  soslayo,  ó  romperé  la  bolsa  en 
que    está  la  criatura.    ¡Oh    desventurada  de  mí!   ¿por 

(a)     ¡Que  pocas  hacen   esta  confesión!   Las  mas  se  tienen  por 
entendidas. 


179 
ventura   será  esto  causa   de  mi  muerte?  Por   todo  lo 
cual  ¡oh  hijos  mios,   señores   y  señoras     preciosos  y 
nietos  mios!   muy  acaso  esto  no  sale  de  vosotros,  si- 
no de  nuestro  señor  Dios  por  vuestros  lloros!  y  pues 
así  es,  ahora  cumplamos  la  voluntad   de  nuestro  se- 
ñor  Dios,  y   hágase   lo   que   vosotros   mandáis,   pon- 
gamos el  hombro  á  este  negocio,  comenzemos  a  obrar 
!n  el  servicio  de   esto   que  Dios    ha   enviado,  de  es- 
to  que   nuestro  señor   nos   ha  dado,  de  lo    cual   ha 
recibido   don   y  merced  esta  señora    mosuX  y  nues- 
tra regaladita:  ¿pues  <Fé   hemos   de  deC1í    N°  P°de" 
mos  asegurar  que  ya   tenemos   ia  merced,   sino    que 
nuestro  señor  nos  la  quiere  otorgar   porque  hablamos 
de    cosa   muy  obscura  como  el  infierno.   ¿Que  pode- 
mos pues  decir  determinadamente?  esperemos  en  aquel 
por  quien   vivimos:  esperemos  lo  que    sucederá    ade- 
lante:  esperemos   lo  que  está  determinado   en  el  cie- 
lo y  en    el  infierno  desde  antes  del  principio  del  mun- 
do   Veamos  que  es  lo  que  se  determinó  y  que  se  di- 
jo de  nosotros,  que  suerte  nos  cupo,    si  por  ventura 
«era   próspera   como   es  la  luz  y  la  mañana   cuando 
nuestro  señor  amanece.  Por  ventura    veremos   la  ca- 
ra  de  esta  criatura,  preciosa    como    una  rica  pluma 
que   nuestro  señor   nos  quiere  dar,   ó  si  tamañito    co- 
rrió está  perecerá,    tal    vez   en     su     ternura    morirá» 
ó  por  ventura   irá  juntamente   eon  él  mi  hija  rega- 
lada y  muy  amada    que   lo   tiene  en    su   vientre.  Yo 
creo   que  os  doy  pena,   señores  y  señoras  mías,  y  con 
mi  prolijidad  os   causo  dolor  de  estómago  y   de  ca- 
beza. ¡Oh  señores   mios  y  señoras    é  hijos   míos!  co- 
menzemos  á   responder   á  lo    que  quiere    nuestro   se- 
ñor que    está  en  todo  lugar:  caliéntese    el    baño  que 
es   la  casa  florida    de    nuestro   Dios,   entre  en  él  mi 
hija,  entre  en  el  seno  de  nuestra  madre,  la  cual  se 
llama    Yoalíicitl.  (a) 

(a)     Por   lo   común   todas  las  parteras  son   habladoras;   pero    ci- 
ta echó  el  pie   atrás   á  todas,  yademas  son  boquiflojas  pues  cuen- 
tan quienes   paren,  6   están  preñadas. 
Tóm.  II.  24 


II 


180 
Aquí  responden  ¡a  madre  y  parientes  de  la  easada  á  la  pariera, 
r  iu     "J%  amada  señora  y  madre  nuestra  espiritual*  / 
jaj  naced  señora  vuestro  oficio,  responded  á  la  señora  y 
diosa  nuestra  que   se  llama   LiylaztU,   y  comenzad  á 
Dañar  a   esta  muchacha:  metedla  en  el  baño   que  es 
la  flor  de   nuestro   señor  que   le   llamamos  tcmazcallL 
donde    está,  y   donde   cura   y  ayuda    la  abuela,   que 
es   diosa  del   temazcatti  que  se  llama    YoalticítP.  Oído 
esto  la  partera,  al  punto   ella  misma  comenzaba  á  en- 
cender fuego   para  calentar  el    baño,  y  luego    metia 
en  el  a  la   mosa  preñada  y   la  palpaba  con  las  ma- 
nos en  el  vientre   para  enderezar  Ja  criatura;  v  si  por 
ventura    estaba    mal  puesta,    volvíala    de  una    parte 
a  otra;   y  si  la  partera   se  hallaba   mal   dispuesta,    ó 
era  muy  vieja,  otra    por  ella   encendía   el   fuego  del 
baño.    Después   de    sacada,  la  palpaba   la   barriga,   y 
esto  hacia  muchas  veces,  aun  fuera  del  baño,  y    es- 
to  se    llamaba  palpar   á  secas;  y  .porque    es  costum- 
bre  que  á  los  que  se   bañan   los  hieran  las    espaldas 
con   ojas  de  maíz  cocidas   en  la  misma  agua  del  ba- 
ño, esto   mandaba  algunas  veces  la   partera,   que  no 
se   hiciese    cuando   se   bañaba  la  preñada.    También 
mandaba   otras  veces,   que  no  se  calentase  mucho  el 
agua,  porque  decía  había    peligro   de   escalentarse  ó 
tostarse  el   feto,  si  estaba  la   agua    muy    caliente,   y 
asi  se  pegaría  de  tal   manera,  que  no   podría   nacer 
bien:  por   esta  causa  mandaba  que  no   golpeasen   en 
las   espaldas,  ni   el  agua   fuese  muy  caliente    porque 
no  peligrase  la   criatura.  También  mandaba  la  parte- 
ra que   no   se  calentase    mucho  la   preñada  al   fue- 
go ni   la  barriga  ni   las  espaldas,  ni  tampoco  al  sol, 
por   dicho  peligro    de   que   no   se   tostase  la    criatu- 
ra: prevenía   también    á  la  preñada  que  no  durmie- 
se entre   día,   porque  no   fuese  disforme  en    la    cara 
el  niño  que   había   de  nacer.  Otros   mandamientos    ó 

(a)     No  sé  de  conde  le  venga  esta  cualidad,  será  porque  en    el 
bautismo  hacia  de  .sacerdotiza. 


181 

consejos   daba  la   partera  á  la   embarazada,  para  que 
los   guardase  entretanto  que  duraba   la    preñez;    por 
ejemplo,  que  no   comiese    aquel   betún   negro    que   se 
llama  tzietli   [ó    chicle]   porque    la  criatura  por    esta 
causa  no  incurriese   en  el  peligro    que    se   llama   ne- 
tentzoponiliztli,  y  que  no   se    hiciese   el   paladar    duro, 
y  las  encias  gruesas,  porque  no  podría  mamar,  y  se 
moriría.  También  mandaba  que  no  tomase  pena  ú  eno- 
jo, ni  recibiese    algún  espanto,  porque   no  abortase  ó 
recibiese  daño  la  criatura:  asimismo  prevenía  a  los  de 
la    casa  que  lo   que  quisiese  ó  se  le   antojase  á  la  pre- 
ñada luego   se  lo  diesen  porque  no  recibiese  daño  la 
criatura,  °sino   se    le    diese  luego  lo  que    se  le  había 
antojado.  Mandaba  igualmente  á  la  preñada  que  no  mi- 
rase lo   colorado,   porque  no  naciera  de  lado  la  cria- 
tura: que  no    ayunase   la  preñada,  porque  no  causa- 
se hambre  á  la  criatura:   que    no    comiese    tierra  ni 
tampoco   tizatl  porque  nacería  enferma   la  criatura  ó 
con  algún   defecto   corporal,   porque   lo  que  come   y 
bebe  la   madre,  aquello  se  incorpora  en  la  criatura, 
y     de     aquello    toma    la     sustancia.   Decía     asimis- 
mo  la    partera  á    la   preñada,  que    cuando    estuvie- 
se recien  preñada  de   un   mes,   ó  de  dos    ó  de  tres, 
que    tuviese    cuenta   con   su   marido  templadamente, 
porque   si  del  todo  se  abstuviese  del   acto  carnal,  la 
criatura   saldría   enferma   y   de  pocas    fuerzas  cuan- 
do naciese.  Ordenaba  también  que  cuando  se   aproc- 
simaba   el  tiempo  de  parir,   que  se    abstuviesen    del 
acto  carnal -Ca) 

(a)  La  decencia,  pudor  y  respeto  que  debo  á  mis  lectores, 
no  me  permite  presentarles  las  veinte  y  cuatro  lineas  que  supri- 
mo de  este  capítulo  escritas  con  la  franqueza  y  sencillez  carac- 
terística del  padre  Sahagun,  á  fuer  de  fiel  historiador:  bástame 
decir  que  se  reducen  á  recomendar  la  partera  á  la  preñada,  la 
parsimonia  y  sobriedad  que  debia  guardar  con  su  esposo  en  el 
uso  del  matrimonio  durante  la  preñez,  y  mucho  mas  cuando  es- 
tuviese procsima  al  parto;  ora  sea  para  que  no  se  le  dificultase; 
ora  porque  la  vista  del  feto  no  diese  mal  cobro  de  su    continea- 


182 

Digamos  aquí  una  cosa  digna  de  saber,  que  tie- 
ne dependencia  de  cuando  el  niño  muere  dentro  de 
su  madre,  que  la  partera  con  una  nabaja  de  piedra 
que  se  llama  itztli,  (ú  obsidiana)  corta  el  cuerpo 
muerto  dentro  de  la  madre,  y  á  pedazos  le  saca;  con 
esto  libran  á  la  madre  de  la  muerte.  También  man- 
da la  partera  á  la  madre  que  no  llore,  ni  tome  tris- 
teza, ni  nadie  le  dé  pena  porque  no  reciba  detri- 
mento la  criatura  que  tiene  en  el  vientre:  igualmente 
mandaba  que  á  la  preñada  la  diesen  de  comer  su- 
ficientemente y  buenos  manjares,  calientes  y  bien  gui- 
sados, con  especialidad  cuando  á  la  preñada  le  viene  su 
purgación,  ó  como  dicen  la  regla,  y  esto  llaman  que 
la  criatura  se  laba  los  pies,  porque  no  se  halle  és- 
ta en  vacio,  orbaya  alguna  vaciedad  ó  falta  de  san- 
gre ó  humor  necesario,  y  así  reciba  algún  daño.  Tam- 
bién mandaba  la  partera  á  la  preñada,  que  no  tra- 
bajase mucho  ni  presumiese  de  diligente,  ni  hacen- 
dosa, mientras  que  estaba  preñada,  ni  tampoco  le- 
vantase alguna  cosa  pesada,  ni  corriese,  ni  temiese, 
ni  se  espantase  de  nada,  porque  estas  cosas  causan 
aborto.  Estas  cosas  dichas  son  los  mandamientos  ó 
consejos  que   daba  la  partera  á  la  preñada. 


Aquí  habla  la  partera. 

¡O  hijos  míos  muy  amados,  y  señores  que  aquí 
estáis  presentes!  no  sois  niños  ni  muchachos,  sois  per- 
sonas sabias  y  prudentes,  y  todos  somos  entendidos 
los  que  aquí  nos  hablamos,  y  veis  cuantos  y  cuan 
grandes  peligros  de  muerte  hay  en  lo  interior  de  las 
mugeres.  Esta  mosuela  preñadilla,  aun  no  sabe  ni  tie- 

cia  á  los  que  lo  observasen  después  de  dado  á  luz.  Esto  está  en 
Ja  naturaleza,  pues  vemos  que  los  animales  sen  contenidos  y  res- 
petan á  las  hembras  cuando  las  reconocen  preñadas,  y  aun  en 
la  vaca  se  admira  la  total  resistencia  que  muestra  al  becerrito 
para  darle  la  teta  luego   que  se  tiente  grávida. 


183 
ne  espcriencia  de   las   cosas;   mirad  que  tengáis  mu- 
cho cuidado  de  ella,  que   no   haya  negligencia:    mi- 
rad  mucho  por   ella,   tened  mucho  cuidado  para  que 
no  caiga  en  algún  peligro,   y   para   que  no  le  acon- 
tezca alguna   cosa   por  donde  le  venga  algún  mal  a 
la  criatura   que   tiene   en  su   vientre.   Aquí    estoy  yo 
que   me  llamo  médica  y   para  esto  lo   soy,  para  in- 
formar  de  las  cosas  que   son  peligrosas   en   este  ca- 
so;   y  si  por  ventura  alguno    de  estos    peligros   nos 
aconteciere  ¿tengo   yo   acaso  algún  remedio  para  evi- 
tarlo? ¿podré   hacer  algo  para  remediarlo?  ¿tengo  por 
ventura    poder     absoluto    para    librar    de    la   muer- 
te?  Solamente  podemos  ayudar  á  nuestro   señor  con 
avisos  y  medicinas,  y  conformarnos   con  su  voluntad. 
Lo  que   nosotros  podemos  hacer  es,  como  ojear  las 
moscas  con   mosque  adero  al    que   tiene   calor.   ¿Po- 
dremos  mandar,  hágase   esto  ó    aquello?   ¿Podremos 
decir  nazca   bien  la  criatura,   y   diciéndolo   sera  lue- 
go hecho?  ¿Podremos  tomar  por  nuestro  querer  la  mi- 
sericordia de  Dios  que  está  en   todo  lugar?  Esto  por 
cierto  nos  es  imposible,  y  que  las  cosas  se  hagan  se- 
gún nuestro  querer.  Pues    resta    ahora  que  todos  no- 
sotros roguemos  á  nuestro  señor,  y  esperemos   en  el 
para   que  se   haga  su  voluntad,  la  cual  ignoramos  y 
no   tenemos  merecimientos   para   que  se  haga  lo  que 
queramos:  ninguna   otra  cosa  nos   es   mas   necesaria 
que  llorar  y  derramar  lágrimas.   Señores  y  nietos  míos 
muy   amados,    seáis  muy  bienaventurados,   no  tengo 
mas  que  decir. 


CAPÍTULO  XXVIII. 

De  las    diligencias   que  hacia  la  partera,  llegada   la  hora 

del  parto,  para  que  la  /preñada  pariese  sin  pena,  y  de  loé 

remedios  que  la   aplicaba  si   tenia  mal  parto. 

Llegado  el  tiempo  del  parto,  llamaban  á  la 
partera  los  hijos  é  hijas  de  los  señores  nobles, 
y  de  los  ricos  y  mercaderes.  Cuatro  ó  cinco  dias 
antes  que  pariese  la  preñada,  estaba  con  ellos  la' 
comadre  aguardando  á  que  llegase  la  hora  del  par- 
to. Cuando  comenzaban  los  dolores  del  parto,  ellas 
mismas  según  dicen,  hacian  la  comida  de  la  pari- 
da, ó  para  la  preñada;  y  cuando  ya  esta  sentia  los 
dolores  del  parto,  luego  le  daban  un  baño,  y  después 
la  daban  á  beber  la  raiz  de  una  yerba  molida  que 
se  llama  cioapacíli,  que  tiene  virtud  de  empeller,  ó  rem- 
pujar acia  fuera  la  criatura;  y  si  los  dolores  eran 
recios,  aun  todavia  dábanla  á  beber  tanto  como  me- 
dio dedo,  de  la  cola  del  animal  que  se  llama  tlaquatzin 
(a)  molida,  con  esto  paria  fácilmente,  porque  la  cola 
de  este  animal  tiene  gran  virtud  para  empeller.  Una 
vez  un  perro  á  hurto  comió  uno  de  estos  animales 
que  se  llaman  tlaquatzin,  y  luego  echó  el  perro  por 
el  sieso  todas  las  tripas  y  los  hígados  que  no  lo 
quedó  nada  en  el  cuerpo;  de  la  misma  manera  si  al- 
guno comiere  ó  bebiere  molido  una  cola  entera  de 
uno  de  dichos  animales,  luego  echará  por  debajo  to- 
dos los  estantinos;  y  si  después  de  haber  bebido  la 
preñada  las  dos  cosas  arriba  dichas  no  paria,  lue- 
go la  partera,  y  los  que  estaban  con  ella  tomaban 
congetura  que  había  de  morir  la  que  estaba  de  par- 
turienta y  comenzaban  á  llorar,  y  la  partera  comenzaba 
á  decir:  hijos  míos,  é  hijas,  ¿qué  es  la  voluntad  de 
nuestro  señor   que  nos  ha  de   acontecer  ahora?  Muy 

(a)     Hoy   llaman  Tlacuachi. 


185 
peligroso  está  este  negocio,  reguemos  á  nuestro  se- 
ñor que  está  en  todo  lugar,  que  ninguna  cosa  nos 
suceda"  y  luego  la  partera  lebantaba  en  alto  á  la  pre- 
ñada tomándola  con  ambas  manos  por  la  cabeza, 
meneándola,  y  dábala  en  las  espaldas  con  las  ma- 
nos, ó  con  los  pies,  y  deciaia  de  esta  manera.  „Hi- 
ja  mia  esfuérzate,  ¿qué  te  liaremos?  no  sabemos  ya 
que  te  hacer:  aqui  están  presentes  tu  madre  y  pa- 
rientes, mira  que  tu  sola  has  de  hacer  este  negocio: 
haz  fuerza  con  el  caño  de  la  madre,  para  que  sal- 
ga la  criatura.  Hija  mia  muy  amada,  mira  que  eres 
muger  fuerte,  esfuérzate,  y  haz  como  muger  varonil; 
haz°  como  hizo  aquella  diosa  que  parió  primero,  que 
se  llamaba  Cioacoatl,  y  Quilaztli  [esta  es  Eva,  que  es 
la  muger  que  primero  parió.]  Y  si  pasaba  una  no- 
che y  un  dia,  y  no  paria  la  paciente,  luego  la  me- 
tían en  el  baño,  y  en  él  la  palpaba  la  partera  y  le 
enderezaba  la  criatura.  Si  por  ventura  se  habia  pues- 
to de  lado  ó  atravezada,  enderezábala  para  que  sa- 
liese derechamente;  y  si  esto  no  aprovechaba,  y  con 
todo  esto  no  podia  parir,  luego  ponian  á  la  pacien- 
te en  una  cámara  cerrada,  con  sola  la  partera  que 
estaba  con  ella,  y  allí  la  partera  oraba  y  decia  mu- 
chas oraciones,  llamando  á  la  diosa  que  se  llama 
Cioacoatl,  y  Quilaztli,  que  decimos  ser  Eva,  y  también 
llamaba  á  la  diosa,  que  se  llama  Yoalticitl,  é  invo- 
caba también  á  otras  no  se  que  diosas.  La  partera 
que  era  hábil,  y  bien  diestra  en  su  oficio,  cuando  veía 
que  la  criatura  estaba  muerta  dentro  de  su  madre 
poique  no  se  meneaba,  y  que  la  paciente  estaba  con 
gran  pena,  luego  metia  la  mano  por  el  lugar  de  la 
generación  á  la  parturienta,  y  con  una  navaja  de  pie- 
dra, cortaba  el  cuerpo  de  la  criatura  y  sacábalo  á 
pedazos,  [a] 

(a)  Si  no  pablan  hacer  las  parteras  mas  de  lo  aquí  dicho,  es 
preciso  confesar  que  no  sabian  palabra  de  su  oficio.  Hoy  no  es- 
tamos muy  adelantados  en  este  arte,  pues  el  gobierno  no  ha  he? 


186 


CAPITULO  XXIX. 


De  como  á  las  mugercs  que  morían  de  parto  las  canoni- 
zaban por  diosas,  y  las  adoraban  como  á  tales,  y  toma- 
ban reliquias  de  su  cuerpo;  y  de  las  ceremonias  que  ha- 
dan antes  que  las  enterrasen,  donde  hay  cosas  que  los  con- 
fesores hay  harta  necesidad  que  las  sepan.  Jl  éstas  que 
así  morían  de  parto  llamaban  mgcioaquezq,ue,  y  de  es— 
tas  sale  el  llamar   al  occidente    Cioatlampa. 

Y  si  por  ventura  los  padres  de  la  paciente 
lio  permitian  á  la  partera  que  despedazase  la  cria- 
tura, la  partera  la  cerraba  muy  bien  la  puerta  de  la 
cámara  donde  estaba;  y  la  dejaba  sola;  y  si  esta 
moria  de  parto  llamábanla  Mocioaquezque,  que  quiere 
decir  muger  valiente.  Después  de  muerta  lavábanla  to- 
do el  cuerpo,  y  jabonábanla  los  cabellos  y  la  cabe- 
za, y  vestíanla  de  las  vestiduras  nuevas  y  buenas 
que  tenia;  y  para  llevarla  á  enterrar,  su  marido  la 
llevaba  acuestas  adonde  la  habian  de  sepultar.  La 
muerta  llevaba  los  cabellos  tendidos,  y  luego  se  jun- 
taban todas  las  parteras  viejas,  y  acompañaban  el 
cuerpo:  iban  todos  con  rodelas  y  espadas,  y  dando 
voces  como  cuando  vocean  los  soldados  al  tiempo 
de  acometer  á  los  enemigos,  y  salíanlas  al  encuen- 
tro los  mancebos  que  se  llaman  telpupuchtin,  y  pelea- 
ban con  ellas  por  tomarlas  el  cuerpo  de  la  muerta, 
y   no   peleaban  como  de   burla    ó  como  por   via   de 


cho  establecer,  como  debiera,  una  escuela  de  Partear  que  cursasen 
precisamente  todas  las  parteras  bajo  la  enseñanza  de  sabios  ciru- 
janos. Son  muchos  los  infanticidios  que  por  esta  ignorancia  se  come- 
ten; gran  parte  de  las  comadres  publicas  son  unos  verdugos  que 
miran  con  horror  las  parturientas,  y  temen  ponerse  en  sus  manos, 
pues  las  inSeren  graves  daños  hasta  arañarlas  y  picarlas,  para 
irritarlas.  Esto  llama  imperiosamente  la  atención  del  ayuntamiento 
en  cuyas  atribuciones  está  esta  como  ramo  de  la  Igienc,  ó  sa- 
lud pública. 


iueso,  sino  deveras.  Iban  á  enterrar  esta   difunta  a 
la  hora  de  la   puesta  del  sol,  como  á  las  avesmanas; 
enterrábanla   en  el  patio   del  Cú  de  unas   diosas,  que 
se  llamaban  mugeres  celestiales  ó  Cioapipiltm,  a  quienes 
era   dedicado  el  Cú;  y  en  llegando   al   patio,  metían- 
la debajo  de   tierra,  y  su  marido  con  otros  amigos, 
guardábala  cuatro  noches  arreo  ó  continuas,  para  que 
nadie  hurtase  el  cuerpo,  y   los  soldados   visónos  ve- 
laban por  hurtar   aquel  cuerpo,   porque  le  estimaban 
como  cosa   santa  ó  divina.  Si  estos  soldados  cuando 
peleaban  con    las  parteras  vencían  y    le  tomaban  el 
cuerpo,    luego  cortaban   el  dedo   de   enmedio    de  la 
mano   izquierda,  y   esto  en   presencia  de   las  mismas 
parteras;  y  si  de  noche  podian  hurtar  el  cuerpo,  cor- 
taban el  mismo  dedo  y  los  cabellos  de  la  cabeza  de 
la  difunta,  y  guardábanlo  como  unas  reliquias.  La  ra- 
zón porque  los   soldados  trabajaban   en   tomar  el  de- 
do y   los  cabellos   de  esta   difunta,    era,  porque  yen- 
do á  la  guerra,   los  cabellos  ó  el  dedo,  metíanlo  den- 
tro de  la   rodela,  y   decian  que  con   esto   se    hacían 
vahentes   y  esforzados,  para  que   nadie   osase  tomar- 
se con  ellos  en  la  campaña,   para  que  nadie  tuvie- 
se    miedo,    para  que    atrepellasen  á    muchos,  y  pa- 
ra  que  prendiesen   á  sus  enemigos.  Decían   que  para 
esto  daban  esfuerzo   los   cabellos  y  el  dedo  de  aque- 
lla difunta    que   se  llamaba  Macioaqmzque,  y  que  tam- 
bién   cegaban   los   ojos   de   los     enemigos.    También 
procuraban  unos   hechiceros  que    se   llamaban  toma- 
maepalitotique  de  hurtar  el  cuerpo  de  esta  difunta,  pa- 
ra  cortarle   el  brazo   izquierdo  con   la  mano,  porque 
para   hacer  sus  encantamientos  decian,  que  tema  vir- 
tud  el  brazo  y  mano,  para  quitar  el  ánimo  de  los  que 
estaban  en  la  casa  donde  iban  á  hurtar,  pues  de  tal  ma- 
nera los  desmayaban,   que   ni  podían  menearse  ni  ha- 
blar,  aunque  veían    lo  que  pasaba;  y  aunque  la  muer- 
te de  estas   mugeres  que  se  llamaban  Macioaquezquc 
daba  tristeza  y  lloro  á  las  parteras   cuando   mona, 
Tóm.  II.  25 


188 
pero  los  padres  y   parientes  de  ella  alegrábanse,  por- 
que  decían  que  no  iba  al   infierno  sino  á  la  casa  del 
sol,   y  que   este   por  ser   valiente  la  había  llevado  pa- 
ra  sí.  Lo    que    decían   los   antiguos  acerca  de  las  que 
iban  á   la   casa   del   sol   es,   que   todos  los    valientes 
hombres   que   morían  en  la   guerra,  y  todos   los    de- 
mas  soldados  que    en  ella  morían,   todos  iban  á  dicha 
casa   del  sol,  y  todos   habitaban   en   la   parte   orien- 
tal  de  él,  y  cuando  salía  este  astro,  luego  de  mañana 
se   aderezaban   con   sus   armas,  y    le   iban   á   recibir 
haciendo  estruendo  y  dando  voces.  jCon  gran  solem- 
nidad iban  delante  de   él  peleando,    con  pelea  de  re- 
gocijo,  y  llevábanlo   asi  hasta   el  puesto  de   medio- 
día   que  llaman  nepantlatonatiuh.  Lo  que  acerca  detes- 
to  dijeron   los  antiguos    de   las  mugeres  que  morían 
en   la    guerra,     y    las    que   del   primer    parto     falle- 
cían, que  se  llaman  macioaquezquc,  que  también  se  cuen- 
tan con  los  que  mueren  en  la  guerra;  todas  ellas  van 
á   la  casa  del  sol,   y  residen  en   la  parte  occidental 
del  cielo,  y  asi  aquella   parte   occidental,   la   llama- 
ron los   antiguos   cioatkmpa  [ú  ocaso]   que   es    donde 
se  pone  el  sol,   porque   allí   es    la  habitación  de   las 
mugeres:   y  cuando    este  sale   á   la  mañana,     ibanle 
haciendo  fiesta   los  hombres   hasta  llegado   había    el 
mediodía,  y   luego  las  mugeres  se  aparejaban  con  sus 
armas,  y   de    allí  comenzaban  á  guiarle  haciéndole  re- 
gocijo, todos  á   punto  de  guerra: "  dejábanle    los    hom- 
bres en  compañía  de   las  mugeres,  y   de  allí    se  es- 
parcían  por  todo   el  cielo   y  los  jardines  de  él,  á  chu- 
par flores  hasta  otro  día.   Las  mugeres   partiendo  de 
mediodía,  iban  haciendo   fiesta  al   sol,   descendiendo 
hasta   el   occidente:  llevábanle  en  unas  andas  hechas 
de  quetzales  ó   plumas  ricas,  llamadas    quetzales  apane- 
caiutl:  marchaban  delante  de  él  dando  voces  de  alegría, 
y  peleando  haciéndole  fiesta,  dejábanle  donde  se   pone 
el  sol,  y  allí   le    salían  á  recibir  los    del  infierno,  y  lle- 
vaban  al   mismo.   Dijeron   los   antiguos    que   cuando 


comienza  la  noche,  comenzaba  á  amanecer  en  el  in- 
fierno, y  entonces    despertaban    y  se    levantaban   de 
dormir  los    muertos   que  están  allí,  y  tomando  al  sol 
los  del  infierno,    las    mugeres    que  le   habían  llevado 
hasta  allí,  luego  se  esparcían   y   descendían  acá  á  la 
tierra,  y  buscaban   husos  para   hilar,  y  lanzaderas  pa- 
ra  tejer,    petaquillas,   y  todas    las   otras    alhajas    que 
son  propias  para  tejer  y  labrar.     Esto   hacia  el   de- 
monio para  engañar,  porque  muchas  veces  aparecían 
á  los  de   acá  del  mundo,   en    forma   de  aquellas  mu- 
geres que  se  llaman   mocioaquezque,   y   se  representa- 
ban á   los    maridos  de    ellas,  y  les   daban  enaguas  y 
vipiles,  y  así  á  las  que  mueren  de   parto  las  llaman 
mocioaquetza  después  de  muertas,  y   dicen  que  se  vol- 
vieron diosas;  por  lo  que  cuando  una  de  tal  muere,  lue- 
go la  partera    la   adora  como  diosa  antes  que  la  en- 
tierren,  y   dice  de  esta   manera:  „¡Oh    hija    mia    muy 
amada!    valiente,   hermosa,  y   tierna   palomita,   seño- 
rita   mia:    os    habéis    esforzado    y    trabajado    como 
valerosa,    habéis     vencido     y     hecho     como    vuestra 
madre  la    señora    Cioacoatl  ó    Quilaztli:  habéis  pelea- 
do denodadamente:  habéis  usado  de  la  rodela  y  de  la 
espada    como   terrible   y  esforzada,  la   cual  os   puso 
en   la  mano  vuestra  madre  la  señora   Cioacoatlquilaz- 
tíi.  Despertad  pues,   y  levantaos  hija    mia,  que  ya  es 
de  dia,   ya  ha   amanecido,  ya  han  salido  los  albores 
de   la  mañana,  ya  las    golondrinas   andan   cantando, 
y  todas  las  otras    aves.  Levantaos    hija    mia    y  com- 
poneos:  id  á   aquel  buen  lugar,    que   es  la  casa   de 
vuestro   padre  y  madre    el  sol,   que    allí  todos  están 
regocijados,    contentos   y   gozosos:   idoos  para   vues- 
tro padre  [el  sol,]  y  que  os  lleven  sus  hermanas  las  mu- 
geres celestiales,  las  cuales  siempre  están  contentas, 
regocijadas,    y    llenas    de     gozo     con    el    mismo,    á 
quien  ellas  dan  placer,   pues   es  madre   y  padre  nues- 
tro. Hija  mia  muy  tierna,    señorita   mía,  habéis  tra- 
bajado y  vencido  varonilmente,  no  sin  gran    trabajo 


i9a 

habéis  obtenido  la  gloria  de  vuestra  victoria  y 
valentía;  gran  pena  habéis  sufrido,  y  gran  peni- 
tencia habéis  hecho.  La  buena  muerte  que  tuviste, 
se  tiene  por  bienaventurada  y  por  muy  bien  emplea- 
daen  vos:  ¿porque  por  ventura  tuviste  muerte  infructuo- 
sa y  sin  gran  merecimiento  y  honra?  no  por  cierto, 
sino  de  mucha  honra  y  provechosa:  ¿  quien  recibe 
tan  gran  merced?  ¿quien  recibe  tan  dichosa  victoria 
como  vos,  porque  habéis  ganado  con  vuestra  muer- 
te la  vida  eterna,  gozosa  y  deleitosa  con  las  diosas, 
que  se  llaman  Cioapipiltin,  diosas  celestiales?  Pues 
idoos  ahora,  hija  mia  muy  amada,  poco  á  poco  para 
alas,  y  sed  una  de  las  mismas:  id  para  que  os  reciban- 
y  estéis  siempre  en  su  compañia,  para  que  regocijéis 
con  vuestras  voces,  y  alegréis  á  nuestro  padre  y  ma- 
dre el  sol:  acompañadle  siempre  adonde  quiera  que 
fuere  á  recrear.  ¡Oh  i  hija  mia  muy  amada  y  mi  se- 
ñora! ya  nos  has  dejado,  y  por  indignos  de  tanta 
gloria  nos  quedamos  acá  los  viejos  y  viejas:  arrojas- 
te por  ahí  á  vuestro  padre  y  madre,  y  filisteos.  Es- 
to cierto  no  fué  de  ¿vuestra  voluntad,  sino  que  fuiste 
llamada,  y  siguiendo  la  voz  del  que  os  llamó  ¿que 
será  de  nosotros  en  vuestra  ausencia?  ¡hija  mia,  per- 
dernos hemos  como  huérfanos  y  desamparados!  per- 
maneceremos como  viejos  desventurados  y  pobres! 
la  miseria  se  glorificará  en  nosotros.  ¡Oh  señora  mia! 
dejaisnos  acá  para  que  andemos  de  puerta  en  puer- 
ta, y  por  esas  calles  con  pobreza  y  miseria.  ¡Oh  se- 
ñora nuestra!  rogárnoste  que  os  acordéis  de  nosotros 
allá  donde  estuviéredes,  y  tengáis  cuidado  de  pro- 
veer la  pobreza  en  que  estamos,  y  padecemos  en  es- 
te mundo.  El  sol  nos  fatiga  con  su  gran  calor,  el  ai- 
re con  su  frialdad,  y  el  yelo  con  su  tormento: 
todas  estas  cosas  aquejan  y  augustian  nuestros  mi- 
serables cuerpos  hechos  de  tierra:  enseñorease  de 
nosotros  la  hambre,  y.  no  podemos  valemos  con  ella. 
Hija  mia  muy  amada!   ruégoíe  que  nos  visites  desde 


191 

allá  pues  que  sois  muger  valerosa  y  señora;  pues 
¡Jfí restáis  para  siempre  en  el  lugar  del  gozo  y  de 
la  bienaventuranza,  donde  eternamente  habéis  de 
vrvi y  estáis  con  nuestro  señor:  ya  le  veis  con  vues- 
tros  oíos,  y  le  habláis  con  vuestra  lengua:  rogadle 
ahora  por  nosotros,  habladle  para  que  nos  favorez- 
ca, y   con  esto  quedamos  descansados.» 

CAPITULO  XXX. 

De  como  la  partera  hablaba  al  niño  en  naciendo,  y  las 
palabras  que  le  decia  de  alhago,  regalo,  ternura  y  amor 
PTambienHse  ponen  muy  claras  palabras  que  la  ventura, 
ó  buena  fortuna  conque  cada  uno  nace,  antes  del  princi- 
pio del  mundo,  le  está  por  los  dioses  asignada  o  conce- 
bida, y  la  partera  gorgeando  con  la  criatura  pregúntale 
que   suerte  de  ventura   le  ha  cabido. 

Llegada  la   hora  del  parto,  que   se  llama  ¿o- 
ra  de  mueñe,  cuando  ya   quería  parir  la  preñada,  la- 
vábanla toda,  y  jabonábanla  los    cabellos   de  la   ca- 
beza:    luego   aparejaban   una  sala,  o   cámara   donde 
habia  .de  parir,  y   padecer   aflicción  y    tormento;    si 
la  preñada  era  muger  principal  o  rica,  estaban   con 
ella  dos  ó   tres  parteras  para   hacerlo  que  fuera  me- 
nester,  y   ella  mandase.   Cuando  ya  los  dolores   apre- 
taban mucho  á  la  parturienta,  luego  la  metían  en   el 
baño,  y  hacian  todas   las  demás  cosas,  como  arriba 
se  dijo,  hasta  que  le  daban  á  beber   el  pedazuelo  de 
cola  del   tlaauatzin,  6  tlaquatl,    con    la  cual   pana,    y 
nacia  la    criatura    fácilmente,    y   entonces   ya  teman 
preparado   todo    lo   que  habia  menester    la  criatura, 
como  son  pañales,  y  otro  paño  para  recibirla  cuan- 
do  naciese.    Nacida   esta,  luego   en  el   acto   la  par- 
tera  daba   unas  voces  á   manera  de  los  que   pelean 
en  la   guerra,   y   en   esto    significaba  la  partera  que 
la  paciente  habia  vencido  varonilmente,  y  que  ha- 


192 

bia  cautivado  un  niño:  [a]  luego  hablaba  la  partera 
á  la  criatura,  si  era  varón,  de  este  modo.  „Seais  muy 
bien  llegado,  hijo  mío  muy  amado;  [y  si  era  hembra 
decia]  señora  mia  muy  amada,  seáis  muy  bien  llega- 
da, trabajo  habéis  tenido,  liaos  embiado  acá  vues- 
tro padre  humanísimo,  que  está  en  todo  lugar,  cria- 
dor y  redentor:  habéis  venido  á  este  mundo  donde 
vuestros  parientes  viven  en  penas  y  fatigas,  donde 
hay  calor  destemplado,  frios  y  aires,  donde  no  hay 
placer,  ni  contento,  pues  que  es  lugar  de  trabajos, 
fatigas  y  necesidades.  Hija  mia,  no  sabemos  si  vivi- 
réis mucho  en  este  mundo,  quizá  no  os  merecemos 
tener,  ni  sabemos  si  viviréis  hasta  que  vengas  á  co- 
nocer á  tus  abuelos  y  abuelas,  ni  si  ellos  te  goza- 
rán algunos  días.  No  sabemos  la  fortuna  que  te  ha 
cabido,  ni  que  son  los  dones  y  mercedes  que  os  ha 
hecho  vuestro  padre  y  madre  el  gran  señor  y  la  gran 
señora,  que  están  en  los  cielos.  No  sabemos  que  traes, 
ni  que  tal  es  vuestra  fortuna,  si  traes  alguna  cosa  con 
que  nos  gocemos:  ignoramos  si  te  lograrás,  si  nues- 
tro señor  te  prosperará  y  te  engrandecerá,  el  cual 
está  en  todo  lugar.  Tampoco  sabemos  si  tenéis  algu- 
nos merecimientos,  ó  si  por  ventura  habéis  nacido  co- 
mo mazorca  de  maíz  aneblada,  que  no  es  de  ningún 
provecho,  ó  si  traes  alguna  mala  fortuna  contigo  que 
te  incline  á  suciedades  y  á  vicios  ó  si  serás  ladrona  ¿Qué 
es  aquello  con  que  fuiste  adornada?  ¿qué  es  aquello 
que  recibiste  como  cosa  atada  en  paño  antes  que 
el  sol  resplandeciese?  Seáis  muy  bien  venida  hija  mia, 
gozámonos  con  vuestra  llegada  muy  amada  donce- 
lla, piedra  preciosa,  pluma  rica,  cosa  muy  estimada: 
ya  habéis  llegado,  descansad  y  reposad,  porque  aquí 
están  vuestros  abuelos  y  abuelas,  que  os  están  es- 
perando. Habéis  llegado  á  sus  manos,  y  á  su  poder; 
no  suspiréis   ni  lloréis,   pues  que    sois  venida:   ya  ha- 

(a)     A  eete  punto  llevaban  los   Mexicanos    la   ilusión  del    cau- 
tiverio. 


193 
beis  llegado  tan  deseada:  con  todo  eso  tendréis  tra- 
bajos, cansancios  y  fatigas,  porque  esto  es  ordena- 
ción de  nuestro  señor,  y  su  determinación,  que  las 
cosas  necesarias  para  nuestro  vivir,  las  ganemos  y 
adquiramos  con  trabajos  y  sudores,  que  comamos  y 
bebamos  con  fatigas  y  penas.  ¡Hija  mia!  estas  co- 
sas, si  Dios  os  da  vida,  por  esperiencia  las  sabréis. 
Seáis  muy  bien  venida,  [repito]  seáis  muy  bien  llegada, 
guárdeos  y  ampáreos,  adórneos  y  provéaos  el  que  está 
en  todo  lugar,  el  que  es  vuestro  padre  y  madre,  que 
es  padre  de  todos;  aunque  sois  nuestra  hija,  no  os 
merecemos  por  cierto;  por  ventura  tamañita  como 
sois,  os  llamará  el  que  os  hizo;  acaso  seréis  como 
cosa  que  de  repente  pasará  por  delante  de  nuestros 
ojos,  y  que  en  un  punto  os  veremos,  y  os  dejare- 
mos de  ver,  ¡hija  mia  muy  amada!  esperemos  en 
nuestro  señor."  Habiendo  dicho  estas  cosas  la  par- 
tera, cortaba  al  instante  el  ombligo  á  la  criatura,  y 
luego  tomaba  las  pares  en  que  venia  envuelta,  y 
enterrábalas  en  un  rincón  de  la  casa,  y  el  om- 
bligo de  la  misma  guardábanle,  y  poníanlo  á  se- 
car, y  llevábanlo  á  enterrar  al  lugar  donde  peleaban, 
si  era  varón. 


• 


CAPÍTULO  XXXI. 

De  lo   que   la  partera  decía  al  niño  cuando  le  cortaba 
el  ombligo. 

Hijo  mió  muy  amado,  y  muy  tierno:  cata  aquí 
la  doctrina  que  nos  dejaron  nuestro  señor  Yoaltecutli, 
y  la  señora  Yoalticitl,  tu  padre  y  madre.  De  medio 
de  tí  cortó  tu  ombligo:  sábete  y  entiende,  que  no 
es  aquí  tu  casa  donde  has  nacido,  porque  eres  soldado^ 
(a)  y  criado:  eres  ave  que  llaman  quechol   Eres  pájaro 

(a)    Carácter  esencial  de  Tos  Mexicanos. 


194 

que  llaman  zaquan,  (ó  sea  tztteua)  (a)  y  también  eres  ave 
y  soldado  del  que  está  en  todas  partes;  pero  esta  casa 
donde  has  nacido,  no  es  sino  un  nido,  es  una  posada  don- 
de has  llegado,  es  tu  salida  para  este  mundo:  aquí  bro- 
tas y  floreces,  aquí  te  apartas  de  tu  madre,  como  el 
pedazo  de  la  piedra  donde  se  corta:  esta  es  tu  cu- 
na, y  lugar  donde  reclines  tu  cabeza,  solamente 
es  tu  posada  esta  casa:  tu  propia  tierra  otra  es:  pa- 
ra otra  parte  estás  prometido;  que  es  el  campo  don- 
de se  hacen  las  guerras,  donde  se  traban  las  bata- 
llas, para  allí  eres  enviado,  tu  oficio  y  facultad  es 
la  guerra,  tu  obligación  es  dar  á  beber  al  sol  san- 
gre de  los  enemigos,  y  dar  de  comer  á  la  tierra,  que 
se  llama  Tlaltecutli,  con  los  cuerpos  de  tus  contra- 
rios: tu  propia  tierra,  tu  heredad  y  tu  suerte,  es  la 
casa  del  sol  en  el  cielo:  allí  has  de  alabar,  y  re- 
gocijar á  nuestro  señor  el  sol  que  se  llama  Totona- 
metlinmanye:  por  ventura  merecerás,  y  serás  digno  de 
morir  en  este  lugar  y   recibir  en   él    muerte  florida. 

(a)  Tzacua,  de  este  pájaro  se  habla  repetidas  veces  en  esta 
historia,  porque  los  Indios  lo  hacian  miembro  de  comparación  ó  se- 
mejanza en  sus  alocusiones.  El  es  pájaro  madrugador,  el  cual  na- 
da tiene  de  notable  en  su  plumage  ni  en  su  voz,  pero  sí  en  sus 
propiedades.  De  todas  las  aves  no  diré  mas  (dice  Clavijero)  es  la 
última  que  descansa  por  la  noche,  y  la  primera  que  anuncia  la 
venida  del  sol.  Una  hora  antes  de  amanecer  un  pájaro  de  estos 
colocado  en  la  rama  que  pasó  la  noche  con  otros  muchos  de  su 
especie»  empieza  á  llamarlos  en  voz  alta  y  sonora,  y  repite  con 
tono  alegre  hasta  que  alguno  le  responde.  La  Tzacua  es  del  ta- 
maño del  gorrión,  y  muy  semejante  en  los  colores  á  la  calandria; 
pero  es  mas  maravilloso  en  sus  propiedades.  Vive  en  sociedad:  ca- 
da árbol  es  para  ellos  una  población,  compuesta  de  muchos  nidos 
que  cuelgan  de  las  ramas.  Una  Tzacua  hace  de  gefe  y  guarda  del 
pueblo,  reside  en  el  alto  del  árbol  de  donde  vuela  de  un  nido 
á  otro;  después  de  haber  cantado  un  poco,  vuelve  á  su  residencia, 
y  así  visita  todos  los  nidos,  mientras  callan  todos  los  que  estín 
en  ellos.  Si  vé  venir  acia  el  árbol  algún  pájaro  de  otra  especie, 
le  sale  al  encuentro,  y  con  el  pico  y  alas  le  obliga  á  retroceder; 
pero  si  vé  acercarse  un  hombre  ú  otro  objeto  voluminoso,  vuela 
gritando  á  un  árbol  inmediato,   y  si  entre  tanto  vienen  del   cam- 


195 
Y  esto  que  te  corto  de  tu  cuerpo,  y  de  en  medio 
de  tu  barriga,  es  cosa  suya,  es  cosa  debida  á  Tlal- 
tecutli,  que  es  la  tierra  y  el  sol;  y  cuando  se  co- 
menzare la  guerra  á  bullir,  y  los  soldados  a  se  jun- 
tar, ponerla  hemos  en  las  manos  de  aquellos  que  son 
soldados  valientes,  para  que  la  den  á  tu  padre,  y 
madre,  la  tierra  y  el  sol:  enterrarla  han  enmedio  del 
campo,  donde  se  dan  las  acciones  de  guerra,  y  es- 
to es  la  señal  de  que  eres  ofrecido,  y  prometido  al 
.sol  y  á  la  tierra,  esta  es  la  señal  que  tú  haces  de 
tu  profesión  de  hacer  este  oficio  en  la  guerra,  y  tu 
nombre  estará  escrito  en  el  campo  de  las  batallas, 
para  que  no  se  eche  en  olvido  ni  tampoco  tu  per- 
sona: esa  es  la  ofrenda  de  espina  de  maguey,  y  caña 
de  humo  y  de  ramos  de  acxoatl,  la  cual  se  corta  de 
tu  cuerpo  y  es  cosa  muy  preciosa:  con  esta  ofrenda  se 
confirma  tu  penitencia  y  tu  voto,  y  ahora  resta  que 

po  otras  Tzacuas  de  la  misma  tribu  sale  á  recibirlas  y  mudando 
el  tono  de  la  voz  las  obliga  á  retirarse;  pero  cuando  observa  que 
es  pasado  el  peligro,  vuelve  á  la  acostumbrada  visita  de  los  ni- 
dos!  En  Mechoacan  abundan  las  Tzacuas:  por  tales  observaciones 
que  sin  duda  tenian  sobre  ellos,  los  Indios  les  merecen  grandes 
recuerdos  y    comparaciones    con   el    soldado    que     está    en     todas 

partes.  . 

El  Quechotl  ó  Tlauhquechtl  es  pájaro  acuático,  grande,  que 
tiene  las  plumas  de  un  bellísimo  color  de  grana,  ó  un  blanco  son- 
rosado, menos  !as  del  cuello  que  son  negras.  Habita  en  la  playa 
del  Mar  y  margenes  de  los  rios,  no  come  mas  que  peces  vivos, 
sin   tocar  jamás  carne  muerta. 

El  Tlacuiloltototl,  ó  pájaro  pintado,  merece  con  razón  es- 
te nombre,  pues  en  sus  hermosísimas  plumas  lucen  el  rojo,  el 
azul  turquí,  el  morado,  el  verde  y  el  negro.  Tiene  los  ojos  negros 
con  la  iris  amarilla,    y   ios  pies    cenicientos. 

El  Tzinizcan  es  del  tamaño  de  un  palomo:  tiene  el  pico 
encorbado,  corto,  y  amarillo:  la  cabeza  y  cuello  semejantes  al  pa- 
lomo; pero  hermoseados  con  visos  verdes  y  brillantes;  el  pecho  y 
vientre  rojo,  ecepto  la  parte  inmediata  á  la  cola  que  está  man- 
chada de  blanco  y  azul:  la  cola  en  la  parte  superior  es  verde,  en 
la  inferior  negra:  las  alas  negras  y  blancas,  los  ojos  negros  con 
el  iris  amarillo  rogizo.   También   habita  cerca  del   mar. 

El  Hauhtototl  es  muy  semejante  en  los  colores  al  Tlacui- 
Tóm.  II.  26 


196 
esperemos  el  merecimiento,  dignidad  y  provecho,  que 
nos  vendrá  de  tu  vida  y  de  tus  obras:  hijo  mió  muy 
amado,  vive  y  trabaja:  deseo  que  te  guie,  te  provea 
y  te  adorne,  aquel  que  está  en  todo  lugar.  Si  la 
criatura  era  hembra,  hablaba  la  partera  de  esta  ma- 
nera cuando  le  cortaba  el  ombligo.  „Hija  mia  y 
señora  mia,  ya  habéis  venido  á  este  mundo,  acá  os 
ha  enviado  nuestro  señor,  el  cual  está  en  todo  lugar: 
habéis  venido  al  lugar  de  cansancios,  de  trabajos 
y  congojas,  donde  hace  frió  y  viento.  Notad  hija  mia, 
que  del  medio  del  cuerpo  corté  y  tomé  tu  ombli- 
go, porque  así  lo  mandó  y  ordenó  tu  padre  y  ma- 
dre Yoo'itecutli,  que  es  señor  de  la  noche,  y  Yoalticitl 
que  es  la  diosa  de  los  baños.  Habéis  de  estar  den- 
tro de  casa,  como  el  corazón  dentro  del  cuerpo;  no 
habéis  de  andar  fuera  de  ella;  no  habéis  de  tener 
costumbre  de  ir  á  ninguna  parte:  (a)  habéis  de  ser 
ía  ceniza  conque  se  cubre  el  fuego  en  el  hogar:  ha- 
béis de  ser  las  traudes  donde  se  pone  la  olla:  en 
este  lugar  os  entierra  nuestro  señor:  aquí  habéis  de 
trabajar,  y  vuestro   oficio  ha  de  ser  traer  agua,  y  mo- 

óltototl;    pero  mas  pequeño. 

Ei  Huitzitziün  es  el  celebre  y  maravilloso  Chupamirto  ad- 
mirable por  su  pequenez  y  ligereza  singular,  hermosura  de  sus  plu- 
mas, corta  dosis  de  alimento  con  que  se  nutre,  y  largo  sueño  en 
que  se  vé  sepultado  durante  el  invierno.  Este  sueño  (dice  Clavi- 
jero) ó  por  mejor  decir  inmovilidad  ocasionada,  por  el  entorpeci- 
miento de  sus  miembros,  está  ya  acreditada  jundicalmonte.  En 
ellos  hay  el  mismo  fenómeno  que  en  las  golondrinas  y  otros  ani- 
males que  tienen  la  sangre  fria,  aunque  en  ninguno  dura  tanto 
como  en  el  Chupamirto,  que  en  algunos  paises  ésta  privado  de  to- 
do movimiento  desde  octubre,  hasta  abril.  Sin  embargo  en  febrero 
de   1828  aparecieron  en    México.    (Yo   los   vi)    B. 

He  puesto  estas  anotaciones,  que  algunos  las  tendrán  por 
agenas  en  este  lugar,  para  que  mis  lectores  perciban  el  gusto  de 
las  comparaciones  de  los  Indios  con  estos  animales  en  los  elo- 
cuentes razonamientos  que    presenta  el   padre    Sahagun. 

(a)  Sería  muy  bueno  repetirles  este  razonamiento  á  millares 
de  señoritas  que  no  dejan  dia  sin  salir  á  vagar  por  las  calles> 
abandonando  su  familia  y  son  huéspedes  en  su  casa. 


197 
ler  el  maíz  en  el  metate:  allí  habéis  de  sudar  jun- 
to la  ceniza  y  el  hogar.»  Dicho  esto,  la  partera  en- 
terraba junto  este  el  ombligo  que_  había  corta- 
do á  la  ruña:  decían  que  esta  era  señal  que  la  mían, 
tita  no  saldria  de  casa,  solamente-  había  de  vivir  en 
ella,  y  no  convenía  que  fuese  á  ninguna  parte  También 
esto  significaba  que  habia  de  tener  cuidado  de  ha- 
cer la  comida,  bebida,  y  las  vestiduras  como  man- 
tas &c,   y  que  su  oficio  habia  de  ser  hilar,  y  tejer. 

CAPITULO.  XXXÍL 

De  como  la  partera  en  acabando  de  hacer  lo  arriba  di- 
cho, lueo-o  lavaba  la  criatura,  y  de  la  manera  que  hacían 
aquel  lavatorio,  y  lo  que  la  partera  rezaba  mientras  que 
lavaba  la  criatura:  eran  ciertas  oraciones  enderezadas  a 
¡a   diosa  del  agua  que   se  llama    chalchiuhtliycue. 

Acabando  la  partera  su  principal  operación  cortaba 
el  ombligo  á  la  criatura,  luego  la  lavaba,  y  lavándola  ha- 
blaba con  ella  y  decia  si  era  varón:   „hijo  mío,  llegaos  a 
vuestra  madre   la  diosa  del  agua   llamada  Chalchiuhr- 
tlivcue'  tenga   ella   por  bien  de  os  recibir  y  de  lavaros, 
Y  de  apartar  de  tí  la  suciedad  que  tomaste  de  tu  padre  y 
madre:  tenga  por  bien  de  librar  tu  corazón,  y  de  ha- 
cerle  bueno  y  limpio:  tenga   por  bien  de  te  dar  bue- 
nas costumbres.»  Luego  la  partera  hablaba  con  la  mis- 
ma agua  y   [apostofando]   decia.    piadosísima   señora 
nuestra  Chalchiuhtliycue ,aquí  ha  venido  á  este  mundo  este 
vuestro  siervo,   al   cual     ha   enviado   nuestra   madre, 
y  nuestro   padre  que  se  llaman  Ometecuth,  y  OmecioaU 
que  vive  sobre  los    nueve   cielos,   que  és  el   lugar  de 
la    habitación    de  estos  dioses.  No    sabemos    cuales 
son  los  dones   que  trae:  no   sabemos  que  le  fué  da- 
do antes   del  principio  del   mundo:  no  sabemos  cual 
es  la  ventura   conque   viene   envuelta:   no  sabemos  si 
es  buena  ó  si  es  mala,  ni  que  tal  sea  su  mala  for- 


198 

tuna:  no  sabemos   que   daño   ó   que   vicio   trae   con- 
sigo  esta   criatura  contrahido  de  su  padre  y  madre-  ya 
esta  en   vuestras  manos,  lavadla  y  limpiadla  como  sa- 
béis que  conviene,  porque  en  vuestras  manos   se  de- 
ja: purificadla    de  la   suciedad  que  ha   sacado  de  sus 
padres,    y    las  mancillas     y   excrecencias    llévelas  el 
agua,    y    deshálas,   y    limpia    toda    inmundicia    que 
en    ella    hay.  Tened  por  bien   señora,    que    sea   pu- 
rificado  y  limpio    su     corazón    y   su  vida,   para  que 
viva  pacinca  y   sosegadamente   en   este  mundo:   lle- 
ve  el    agua   toda   la   suciedad  que  en  ella   está,   por- 
que esta  criatura  se  deja  en  vuestras  manos,  que  sois 
madre   y  hermana   de   los   dioses:  en  vuestras  manos 
se   queda,  porque    vos  sola  sois  la  que  merecéis  y  sois 
digna  del  don  que   tenéis,   para  limpiar   desde  antes 
del  principio   del   mundo.  Tened   por  bien  señora,   de 
hacer  lo   que  os  rogamos,  pues  ha  venido  á  vuestra 
presencia.»   Síguense  otras  oraciones  conque   la   par- 
tera oraba  á  la  diosa   del  agua,  y  decia  así.  „Señora      ] 
nuestra,  venido  há   á  vuestra  presencia  esta  criatura:  rué- 
gaos que  la    recibáis»    Dicho  esto  la    partera   tomaba 
el  agua,  y   echaba   sobre  ella  su  resuello  [a]  y  luego 
la  daba  á  gustar   á   la  criatura,  y  también  la  toca- 
ba  el   pecho  con  ella,  y  el   cerebro  de  la  cabeza,  á 
manera  de  cuando   se    pone  el  óleo  y  crisma  á  los 
niños,  y  decíale  de  esta  manera.  „Hijo  mió  muy  ama- 
do, [y  si  era  muger  decia:  Wja  mia   muy  amada]  lle- 
gaos á   vuestra   madre  y  padre   la   señora    Chalchivi- 
tlycue,  y  Lhalchiuhtlatonac:   tómeos  ella,  porque   ella  os 
ha  de   llevar  acuestas  y  en  los  brazos  en  este  mun- 
do:» y  luego  metía  en  la   agua  á  la  criatura,  y    de-* 
cía:      entra    hijo    ó  hija  mia  en   la  agua   que  se    llama 
metlalacy  tuspaiac:  láveos  ella,  límpeos  el  que  está  en  to- 

(a)  Cotéjense  estas  ceremonias  con  las  del  bautismo  católico, 
y  tai  vez  se  hallará  que  en  él  tuvieron  su  origen  convertido,  des- 
pués en  abominación. 


199 

do   lugar,  y   tenga  por  bien    de  apartar  de  vos,  todo    el 
mal  que   traes   contigo  desde  antes  del  principio  del  mun- 
do.   Vayase  fuera,   apártese   de  vos  el  mal  que  os  han  pe- 
gado vuestro  padre  y  vuestra   madre;»  [b]  y  acabando  de 
labar  á  la  criatura  la  partera,   luego    la    envolvía,   y 
cuando  esto  hacia  decia  lo  que   se  sigue.  ¡Oh  piedra 
preciosa!  ¡oh  pluma   rica!  ¡oh  esmeralda,  o  zaíiro!  luís- 
te formada  en  el  lugar  donde   están  el   gran  Dios  y 
la  gran  Diosa,  que    son  sobre  los  cielos:  formóos  y 
crióos  vuestra  madre  y  vuestro  padre   que    se   llama 
Ometecutli  y  Omeciatl,  muger  celestial  y  hombre  celes- 
tial- has  llegado  á  este   mundo,  lugar  de  muchos  tra- 
bajos y  tormentos,  donde   hay  calor  y   frío   destem- 
plado, y  vientos,  donde  es   lugar  de  hambre,  sed  y  de 
cansancio,   de  frió  y  de  lloro:   no  podemos   decir  con 
verdad   que  es  otra   cosa  sino    lugar  de  llanto,  y   de 
tristeza   y  de  enojo.  Veis   aquí  tu  oficio  que  es   el  llo- 
ro, las  lágrimas,  tristeza  y  el   cansancio:   venido  ha- 
béis ¡hijo   mió  muy  amado,  ó  hija  mia  muy  amada! 
descansad,    reposad  en   este  suelo,  remedíeos,  y^  pro- 
véaos nuestro  señor  que  está  en    todo  lugar.»  Cuan- 
do la  partera  decia  estas   cosas,  no    hablaba    recio, 
sino  como  rezando  bajo,  y  luego   hablando   alto,  lla- 
maba á  la  parida  y  deciala. 

*     CAPITULO  XXXIII. 

Del  razonamiento  que  hacia    la  partera   á  la  recien  pa- 
rida, y  de  las  gracias   que  los   parientes  de    la  parida  la 
hadan  por  su   trabajo,  y  de  lo  que  ella  respondía. 

Hija  mia  muy  amada,  muger  valiente  y  es- 
forzada, habeislo  hecho  como  águila  y  como  tigre: 
esforzadamente  habéis  usado  en  vuestra  batalla  de 
la  rodela,  é  imitado  á  vuestra  madre  Cioacoatl  y  Qw«- 

(b)    El  pecado  original  de  nuestros  padres. 


200 

hztli,  por  lo  cual  nuestro  señor  os  há  puesto  en  los 
estrados  y  sillas  de  los  valientes  soldados.  ¡Oh  hija 
mía!  águila  valerosa,  habéis  hecho  todo  vuestro  po- 
der, y  puesto  todas  vuestras  fuerzas,  para  salir  con  la 
empresa  de  madre;  esforzaos  poco  á  poco:  espere- 
mos lo  que  disponga  nuestro  señor  que  está  en  todo  lu- 
gar. Ignoramos  si  por  ventura  vuestra  muerte  y  la  de 
vuestra  criatura  distarán  la  una  de  la  otra  durando  mas 
el  hijo  que  la  madre;  ó  tal  vez  vivirá  vuestro  hijo 
y  vos  iréis  delante,^  este  chiquito  como  és,  lo  lla- 
mará para  sí  el  que  lo  hizo.  Mira  hija,  que  no  te 
engrías  porque  tienes  hijo:  [a]  teneos  por  indigna  de 
haberlo  recibido,  rogad  siempre  á  Dios  con  lloros 
que  le  dé  vida.  Habiendo  ya  acabado  su  obra  la 
partera,  sentábase  luego  junto  las  viejas,  y  luego  una 
de  estas  parienta  de  la  parida,  sentábase  frente  de 
ella,  y  comenzaba  á  saludarla,  dándola  plácemes  por- 
que habia  salido  bien  con  su  obra,  y  decia  de  esta 
manera:  [b]  „señora  é  hija  muy  amada,  y  persona 
muy  preciosa,  prósperamente  habéis  obrado  y  ayu- 
dado á  la  señora  Cioacoatl  y  QuilaztU:  todos  estamos 
muy   contentos  y  gozosas,  porque  ha    venido  á   luz, 

[a]  Esta  especie  de  orgullo  está  en  la  naturaleza:  el  hombre 
al  considerarse  autor  de  un  hijo,  naturalmente  se  envanece,  como 
que  ha  dilatado  la  esfera  de  su  ecsistencia....  ¡Padres!  humillaos 
y  temblad;  acaso  ese  hijo  que  os  recrea  será  un  dia  enemigo  de  su 
Dios  y  de  su  patria;  para  que  esto  no  suceda  Bni  os  avergonzéis 
de  haberle  engendrado,  decidios  á  educarlo,  y  alimentarlo  con  la 
sana  doctrina  de  Jesucristo  que  preserva  á  los  hombies  del 
pecado  y  infierno. 

[b]  Por  supuesto  la  parida  no  estaría  en  disposición  de  oir 
con  gusto  semejante  razonamiento,  pero  los  ceremoniosos  y  empa- 
lagosos mexicanos  los  hacian  en  todas  ocasiones  y  circunstancias: 
aun  hoy  dia  se  nota  que  encontrándose  dos  indios  ó  indias  en  un 
camino  á  distancia  de  menos  de  media  cuadra  comienzan  á  saludar- 
se, siguen  andando,  y  no  terminan  sus  razonamientos  hasta  no  per- 
derse de  vista.  Reducense  á  preguntarse  por  su  padre,  madre,  hi« 
jos,  parientes  &c.  todo  insubstancial  y  vago. — No  conocen  el  la- 
conismo y  precisión  de  la   lengua  Malla  de   Yucatán. 


201 
ha  salido  al  mundo  la  criatura  de  nuestro  señor,  que 
ya  ha   muchos   días  estamos    esperando    que  nos  la 
diese,  y  deseábamos   saber  que  fin   habría  este  nego- 
cio, y  en  que   manera  obraria  Cioacoatl  y  qmlazth  ¿que 
hiciéramos  sino  hubiera  sucedido  prósperamente  vues- 
tro parto,  ó  hija   mia?   ¿qué  hiciéramos    si  ahora  hu- 
bieras  muerto    juntamente    con  lo    que   temas  en  el 
vientre?   ¿qué    pudiéramos    decir,  ó   que    pudiéramos 
hacer,  ó  á  quien  nos   pudiéramos  quejar?   Y  pues  que 
nuestro  señor  Dios  nos  ha   hecho  grandes  mercedes 
en  que    el  parto  fuese   bueno,  ya  vemos    con  nues- 
tros  ojos  la  piedra  preciosa  y   la  pluma  rica:  ya  na 
llegado  como  de  lejos  pobrecita  y  fatigada,  no  sabe- 
mos   si  vendrá   á  colmo,  ni   si  vivirá   algunos    días, 
porque  esto  nos  está   tan  dudoso,  como  lo  que   so- 
ñamos durmiendo.  Sea   pues  cualquiera   cosa  lo   que 
nuestro  señor  haga   de   la  criatura,  vos  habéis  hecho 
bien  el  oficio,  descansad  y  tomad  placer;  haga  Dios 
su  voluntad;  esperemos  lo  que    querrá    hacer   por  la 
mañana     ú    otro    dia:   no    sabemos  lo     que  sera   de 
nosotros    ni    de    la    criatura    que    nació.    Seáis  muy 
dichosa,  señora  preciosa,   no  quiero    mas    alargarme 
en   palabras,   por  no    dar   fastidio   á   vuestra   cabeza 
ni   á  vuestro   estómago,  viváis  muchos  días   y   en  mu- 
cho contento:   nuestro  señor   os    dé  todo  contento  y 
paz."  Responde   la    partera    y  dice:  «señoras  nuestras 
de    gran  valor,  aquí  estáis    sentadas    por  la    voluntad 
de   nuestro    señor  que   está  en   todo    lugar.   Bien  he 
visto   el    trabajo   que    habéis   tenido  todos  estos  días 
pasados,    pues    que    ni     habéis   dormido    ni   reposa- 
do,  esperando    con    mucha  angustia    el   suceso    del 
parto,  y   lo   que   nuestra   madre    y  señora    Ltoacoatl, 
y   Quüazíli,  haría  en  este    negocio.    Asimismo   espe- 
rábadcs  con  angustia   y   trabajo    como   se  esforzaría 
y  se   habria    varonilmente     vuestra   hija   tiernamente 
amada:  esperábades   también  con  mucha  angustia  ver 
como  saldria,  y  echaria  fuera,  lo  que  tema    en   el 


202 
vientre,  cosa  á  la  verdad  muy  pesada,  y  muy  lasti- 
mosa, y  aun  cosa  mortal;  por  cierto  este  negocio  es 
una  batalla  en  que  peligramos  las  mugeres,  porque 
es  como  tributo  de  muerte,  que  nos  echa  nuestra  ma- 
dre Cioacoati,  y  Quilaztli.  Pero  doy  muchas  gracias 
ahora  a  nuestro  señor,  pues  ha  tenido  por  bien  que 
medianamente  esta  mosa  haya  dado  á  luz  su  niño 
é  hijo  muy  amado;  y  porque  nuestra  hija  valerosa- 
mente se  ha  esforzado,  nuestro  señor  echó  aparte 
este  negocio  prósperamente  por  su  voluntad:  dicho- 
sa ha  sido  vuestra  hija  joven  tierna,  y  también  su 
marido  mozuelo.  Aquí  en  vuestra  presencia  ha  na- 
cido la  criatura  de  nuestro  señor,  que  es  como  una 
cosa  preciosa,  y  una  pluma  rica,  y  en  su  cara  ha- 
béis puesto  vuestros  ojos.  Es  por  cierto  este  niño, 
como  una  planta,  que  dejaron  echada  sus  abuelos 
y  abuelas:  es  como  un  pedazo  de  piedra  preciosa, 
que  fué  cortada  de  los  antiguos,  y  ha  muchos  dias 
que  murieron;  hánosla  dado  nuestro  señor;  pero  no 
tenemos  certidumbre  de  su  vida;  sino  como  un  sueño 
que  soñamos:  ya  ven  nuestros  ojos  que  lo  que  ha 
nacido  es  como  una  piedra  preciosa  y  pluma  rica, 
que  ha  brotado  en  nuestra  presencia.  Lo  que  pue- 
do ahora  decir  es,  que  nuestro  señor  Quctzalcoatl, 
que  es  criador,  ha  puesto  una  piedra  preciosa  y  plu- 
ma rica  en  este  polvo,  en  esta  casa  pobre  hecha  de  cañas; 
y  puedo  también  decir,  que  ya  ha  adornado  vues- 
tra garganta,  cuello  y  mano  con  un  joyel  de  pie- 
dras preciosas,  y  de  plamas  ricas  de  rara  preciosi- 
dad, y  que  raramente  se  hallan,  ni  aun  cuando  se 
solicitan  para  comprar:  también  puedo  decir  que  ha 
puesto  en  vuestras  manos  un  manojito  de  plumas 
ricas,  que  se  llaman  quetzaíli,  de  perfecta  hechura 
y  color.  Y  en  agradecimiento  de  este  tan  gran  bene- 
ficio, conviene  que  respondáis  con  lloros,  y  oracio- 
nes devotas  á  nuestro  señor,  que  está  en  todo  lu- 
gar: suspirad  y    llorad,   hasta  saber  su    voluntad;   si 


por  ventura  vivirá  esta  piedra  preciosa,   y   esta  plu- 
ma   rica,  de  que    ahora  hablamos  como  soñando,  la 
cual  pues  ignoramos   si  crecerá,  si  se  criará,    si    vi- 
virá  algunos  dias,  y  años,  ó   si   será  imagen    y    re- 
trato,  honra  y  fama   de  los  viejos    y  viejas   que    ya 
pasaron,  de  los  cuales  desciende:  tampoco  sabemos  si 
por   ventura  resucitará  la  suerte,  y  levantará  la  cabe- 
za  de  sus    abuelos   y   abuelas.  Deseo   señores   mios 
que  viváis,  y  que  en  vuestra  presencia  acontezca,  y  can 
vuestros  ojos  contempléis  en    qué    estado   le    pondrá 
nuestro    señor:     ignoramos    si    S.    M.     nos    ha    da- 
do una  mazorca  de   maíz  aneblada  de   que    no    hay 
prevecho  ninguno,  ni  si  es  una  cosa  inútil,  lo  que   hoy 
nos  ha   dado,   ni  si   tamañito  y  tiernecito  como  agua 
lo  llevará  para   sí,  y   lo   llamará   y  vendrá  por  el  que 
lo  hizo.  ¡Señores   mios  bienaventurados!    orad  con  to- 
das vuestras   fuerzas,  y   suspirad,  y  presentaos  á  nues- 
tro señor  que   está  en  todo   lugar:   no  plegué  á  Dios 
que  os   acontezca  alguna  presunción,  ó  altivez  inte- 
rior, en  que  penséis   que   por  vuestros  merecimientos 
os  ha  sido   dado   este  niño;    si  esto  fuere  así,  nues- 
tro señor  verá   vuestros   pensamientos,  y    os   privará 
de  lo   que  os  ha   dado,  y   os   desatará  de  la  gargan- 
ta la  piedra  preciosa     conque     os   habia     adornado. 
Seáis  señores  é  hijos  mios  muy  prósperos,  y  bienaven- 
turados;  solamente    balbutiendo   y    tartamudeando,   y 
con  desorden,  he  dado  esta  respuesta   á  las  palabras 
paternales  y   maternales    conque  me  habéis  hablado: 
deseóos  mucho  descanso  y  reposo:  nuestro   señor  ten- 
ga por   bien   de   os  dar,  y  de  haceros  muy  bienaven- 
turados, como  pido  y  deseo,  ó   señores  mios  de  gran 
valor. 


Tóm.  II. 


27 


204 


CAPITULO  XXXIÍIL 


Que  entre  los  señores  principales  y  mercaderes,  usaban  los 
unos  á  los  otros  dar  la  enhorabuena  del  primogénito,  en- 
viando dones,  y  quien  de  su  parte  hablase  á  la  criatura,  sa- 
ludándola, y  á  la  madre,  padre  y  abuelos:  enviaban  á  ha- 
cer esto  á  algún  viejo  honrado,  sabio  y  bien  hablado, 
él  cual  principalmente  hablaba  al  niño  con  lenguage  muy 
tierno  y  amoroso,  lleno  de  mil  diges.  Esto  hadan  por 
dar  contento  á  los  padres  del  niño. 

Después  de  que  ya  se  sabe  que  la  señora  N.  parió, 
luego  los  amigos  y  parientes  de  los  pueblos  circuns- 
tantes, van  á  visitar  al  niño  y  á  la  madre,  y  á  los 
parientes,  y  primeramente  en  la  visitación  hablan 
ar  niño  recien  nacido,  y  para  saludarle,  descúbre- 
le la  madre  para  que  esté  patente  al  que  le  habla 
si  es  hijo  de  señor,  ó  persona  muy  principal  de  ge- 
nealogía, de  grandes  señores,  ó  si  es  generoso,  dí- 
cele  de  esta  manera,  (si  es  varón  el  que  habla  y  vie- 
jo principal.)  „¡Oh  nieto  mió,  y  señor  mió,  persona 
de  gran  valor,  precio  y  de  gran  estima!  ó  piedra 
preciosa,  esmeralda,  zafiro  ó  pluma  rica,  y  uña  de  al- 
ta generación!  seáis  muy  bien  venido,  y  bien  llega- 
do: habéis  sido  formado  en  el  lugar  mas  alto,  don- 
de habitan  los  dos  supremos  dioses,  que  es  sobre  los 
nueve  cielos:  os  echó  S.  M.  de  vaciadiso,  como  una 
cuenta  de  oro:  haos  ahogerado  como  una  piedra  pre- 
ciosa muy  rica  y  labrada,  vuestro  padre  y  madre,  el 
gran  señor  y  señora,  y  juntamente  con  ellos  nues- 
tro hijo  Quetzalcoatl:  ¡ay  dolor!  que  habéis  sido  en- 
viado á  este  mundo,  lugar  de  cansancios,  fatigas, 
dolores  y  descontentos,  y  donde  está  el  sumo  tra- 
bajo y  aflicción,  donde  los  dolores  y  angustias  se 
enseñorean  y  se  glorifican:  ¡ay  dolor!  que  has  veni- 
do á  este  mundo  no  para  gozarte,  ni  tener  conten- 
to, sino  para  ser  atormentado  y  aflijido,  en  los  hue- 


205 

sos  y   en  la  carne.  Habéis   de   trabajar,    afanaros   y 
cansaros:     para    esto    habéis     sido    enviado    á    este 
mundo:  bien   sabemos  que   fuiste    adornado,   y  com- 
puesto de  dones   antes  de  la  creación,   para  ser    es- 
timado,  honrado   y  amado.    Muchos    días    ha   señor 
mió,  que   habéis  sido  deseado,   y   no  solamente  días 
sino  años:  todo   este  tiempo  pasado,  lloraron   y  sus- 
piraron por   vos,   vuestros   vasallos   y   siervos,  y^  los 
de  vuestro  reino:  por   ventura  el  pueblo,  señorío  ó  rei- 
no, no  merecerá  gozaros    algún  tiempo;   á   dicha  ve- 
rá y  reverenciará   algunos  dias  ó  años  vuestra  cara, 
y  os    poseerá   como  de  prestado:  acaso  habéis  sido  en- 
viado para  llevar    acuestas    la  república,  para  guar- 
dar  y  concertar   el  reino   de  aquel   que  esta  en  to- 
do lugar:  ó  tomareis   señor   vos  la  carga  que  deja- 
ron nuestros   señores  los  príncipes,   senadores  y  per- 
sonas   que  pasaron,  rigieron,  gobernaron   y  pacifica- 
ron este  reino  á  nuestro   señor.  Vos  habéis  señor  de 
poner  el    hombro  y    las  espaldas,    para  llevar   sobre 
vos   al  pueblo  y  á  la   república,   y  habéis  de  sufrir  el 
trabajo  y   cansancio   de  esta  carga,  porque  la  habéis 
de  llevar  acuestas:  vos  habéis  de  hacer  sombra  y  am- 
paro,  y  debajo  de  vuestro  gobierno  y  á  vuestra  som- 
bra ha   de  estar  toda  la  república,  ó  remo.  ¡Oh  señor 
nuestro   serenísimo,  persona   de  gran   valor!  ¿por  ven- 
tura seremos  dignos,  y    mereceremos   teneros   como 
prestado   algún   dia?    ¿por  ventura   merecerá   el  pue- 
blo,  ó   señorio,  ó  reino  gozar  de  vos?  Quizás  no  tie- 
ne  merecimiento  alguno,   ni  es  digno  de  gozaros;  aca- 
so  así  tamaño  como  estáis  os   haréis  pedazos   como 
piedra   preciosa,   ú  os    quebrareis   como   pluma  rica! 
¿vendrá   por  vos   vuestro   padre  el   que    os  crió?  ¿se- 
rá esta  su   voluntad?   ¿por  ventura  quedará  el   remo 
en   soledad  y  en  tinieblas,  ó  acaso  quedará  yermo  y 
desolado?    si  esto   ya   dicho  hace  nuestro   señor:  ¡oh 
señor  nuestro  muy  precioso,   persona   de  gran  valor, 
seáis  en  hora  buena  venido!  seáis  muy  bien  llegado, 


to 


208 
reposad,  descansad,  pues  habéis  sido  tan  deseado." 
[a]  Y  luego  el  orador  enderezaba  su  plática  y  ora- 
ción á  la  señora  recien  parida,  y  decía  de  esta  ma- 
nera. „¡Oh  señora  nieta  é  hija  mia,  paloma  muy  tier- 
na y  muy  amada!  ¿como  estáis?  como  os  sentís?  ¡gran 
fatiga  habéis  padecido!  ¡gran  trabajo  habéis  tenido! 
habeios  igualado  é  imitado  á  vuestra  madre  la  se- 
ñora Cioacoatlquilaztli:  muchas  gracias  damos  á  nues- 
tro señor  en  este  momento,  porque  ha  tenido  por 
bien  que  viniese  y  saliese  á  luz  esta  preciosa  piedra 
y  este  rico  quetzatl,  llegado  á  la  uña  y  al  cabello  de 
nuestros  señores  que  ya  fallecieron  y  se  fueron:  bro- 
tado há  y  florecido  su  planta,  y  la  generación  de  los 
señores  cónsules  y  reyes:  salido  há  y  se  ha  manifes- 
tado la  espina  de  maguey  y  caña  de  humo,  que  de- 
jaron plantada  profundamente  nuestros  señores  y  re- 
yes pasados  que  fueron  famosos  valientes.  De  vos  se- 
ñora se  ha  cogido  una  piedra  preciosa:  de  vos  ha 
tomado  un  plumage  rico  nuestro  hijo  Quetzalcohuatl: 
sea  nuestro  señor  alabado,  porque  con  prosperidad 
apartó  de  vos  el  peligro,  y  os  libró  en  la  batalla  en 
que  peleasteis  contra  la  muerte  en  el  parto:  afortu- 
nadamente os  sobrepujará  en  dias  el  niño  recien  na- 
cido: ¿por  ventura  será  la  voluntad  de  nuestro  señor 
que  viva,  ó  morirá  él  primero?  ¿tierno  como  está  ha- 
rá pedazos  el  señor  del  mundo  á  esta  piedra  precio- 
sa, á  este  sartal  de  joyas?  ¿nos  le  vendrá  á  tomar 
y  á  llevar  el  que  le  crió?  ¿por  ventura  pasará  de 
repente  delante  de  los  ojos  de  su  reino  ó  señorío, 
y  nos  dejará  como  burlados,  porque  por  nuestros  pe- 
cados no  le  mereceremos  gozar?  ¡Oh!  hágase  la  vo- 
luntad de  nuestro  señor!  haga  él  lo  que  fuere  ser- 
vido; pongamos  en  él  toda  nuestra  esperanza.  Pien- 

_  (a)  No  nos  admiremos  del  orgullo  con  que  son  tachados  los 
últimos  reyes  mexicanos  por  los  historiadores,  supuesto  que  desde 
la  cuna  eran  saludados  con  este  lenguage  asiático  y  de  bajeza,  pro- 
pio para  enorgullecerlos   i  infatuarlos. 


so  señora  que  os  doy  fatiga,  y  causo  pesadumbre;  no 
querriá  motivaros  alguna  mala  disposición  o  acciden- 
te, dolor  ó  trabajo,  como  que  aun   estáis  enferma  y 
delicada.  Deseo    señora,  vuestra  vida  y   prosperidad 
por   muchos  tiempos,   porque  sois  señora  mía  de  gran 
valor:   esto   poquito  tartamudeando  y  como  quien  bai- 
bute,   he   pronunciado   con   desorden   y  desconcierto 
para  saludaros  y  para  daros  el  parabién:  seáis  muy 
bienaventurada  y   próspera,   señora  nuestra  muy  ama- 
da »    Dicho   esto,  el  orador  luego  enderezaba  su  ora- 
ción  á  los   que  tenian  cargo   del  niño,  viejos  y  vie- 
jas, y  decia  de   esta  manera:  „señores  y   señoras  los 
que  aqui  estáis  y  tenéis   por  bien  de  tener  cargo  de 
nuestro  nieto  que   es  nuestra  piedra  preciosa  y  nues- 
tra pluma  rica   que  ahora  nuevamente  ha  llegado,  y 
se  ha   manifestado  un   sartal  de   cuentas  de  oro,   el 
cual  es   cabello   y  uña   de  sus    antepasados.   For  al- 
gunos dias  tiene  necesidad  este  niño  de  vuestra  ayu- 
da  y  servicio;    trabajad   con   todas  vuestras    fuerzas 
para  servirle:   mirad  que   es  gran   negocio  el  que  te- 
neis  entre   manos:   ¿quien   pensáis  que  os    ha  puesto 
en   este  trabajo?   por  cierto  ninguno  otro   sino  nues- 
tro señor  que   está   en  todo  lugar:    á  vosotros   se  os 
da  licencia  para  que  le   veáis,  tengáis  y  gocéis  de  el 
como   de   una   gran  fiesta   y  de  una  gran   maravilla, 
que  con  lloros   y  suspiros  desearon  ver  aquellos  que 
pasaron   de  este   mundo,    y   los    llevó    nuestro  señor 
para    sí,  que  ni  le  vieron  ni  le  gozaron,  y  el   es   el 
cabello  y  uña  de   sus  antecesores,  y  ahora  nosotros 
vemos   y  en  nuestra  presencia  nuestro  señor    hace  la 
fiesta  y  el  milagro  que  ellos  desearon  Vosotros   go- 
záis de   la    piedra  preciosa   y   de  la  pluma  rica    que 
desearon  los    antiguos,    que   hoy    es    vuestra   gloria, 
vuestro   regocijo,   el  precioso  sartal   y    collar  de  za- 
firos  gruesos  y  redondos    que  de  chalchivites  muy  ti- 
nos, y  largos  como  cañutos,  y  otros  de  otra  mane- 
ra muy   verdes  y  muy  finos  gozáis.  Así  mismo   po- 


208 

seis,  un  manojito  de  plumas  ricas  muy  perfecta- 
mente  adornadas,  y  de  bellísimo  color.  Aquí  estáis 
estimados  como  padres  de  estos  niños:  gozad  pues, 
y  sea  esta  piedra  preciosa  vuestra  riqueza:  sealo 
este  manojito  de  plumas  ricas,  un  pedazo  de  pie- 
dra preciosa  cortada  de  sus  antepasados  nobilísi- 
mos, ésta  su  uña  y  su  cabello  que  de  aquellos  pro- 
cede: teneos  vosotros  por  padres  de  tal  hijo,  tened 
cuidado  de  noche  de  llorar  y  orar  para  que  se  crie: 
importunad  á  nuestro  señor  con  vuestras  lágrimas: 
llamad  devotamente  á  nuestro  Dios  que  está  en  to- 
do lugar,  el  cual  hace  todo  lo  que  quiere,  y  se  bur- 
la con  nosotros:  ¿qué  será  si  nuestro  señor  envia  so- 
bre nosotros  eclipse  ó  truenos?  ¿qué  será  si  nos  le 
viene  á  tomar?  ¿qué  será  si  el  señor  Dios  por  quien 
vivimos  nos  envia  lloro  y  tristeza?  Aunque  somos  in- 
dignos, esperemos  lo  que  ahora  soñamos  que  nues- 
tro nieto  vivirá:  esperemos  pues  lo  que  sucederá  ma- 
ñana ó  ese  otro  dia,  ó  que  és  lo  que  querrá  hacer 
el  que  lo  crió,  cuyo  él  es  con  brevedad.  Antes  que 
pase  mucho  tiempo,  sabremos  que  es  lo  que  nues- 
tro señor  querrá  hacer  de  él.  También  aquí  está  pre- 
sente nuestra  hija  y  señora,  piedra  de  mucho  valor 
y  muy  amada,  la  cual  pasó  gran  trabajo  y  temible 
batalla  con  la  muerte,  y  ella  salió  con  victoria  de  la 
misma,  que  está  muy  flaca.  Mirad  que  tengáis  mu- 
cho cuidado  de  ella,  y  os  lo  suplico  para  que  arre- 
cie y  se  fortalezca  con  vuestro  cuidado:  mirad  que 
no  reciba  algún  detrimento  su  salud,  pues  que  pa- 
ra esto  estáis  aquí  puestas  en  su  servicio.  ¡Oh  se- 
ñores é  hijos  mios!  deseo  que  seáis  dichosos  y  vi- 
váis mucho  tiempo.0  Después  de  esto  el  orador  en- 
dereza su  oración  al  padre  del  niño  y  le  dice.  „¡Oh 
señor  nuestro  y  nieto  mió,  persona  valerosa  y  pre- 
ciosa! acaso  os  ofenderé  y  seré  embarazo  para  vues- 
tras ocupaciones  y  ejercicios,  importunándoos  con 
unas  pocas  palabras  conque  os  quiero  saludar.  En- 


209 
tendido  tengo  señor,  que  sois  el  trono  ó  espaldar  de 
la  silla,  y  la  flauta  de  nuestro  señor  que  esta  en  to- 
do lugar,  que  se  llama   noche  y  viento:  vuestros  traba- 
ios   señor  de  gran  peso,  son  los   estrados  de    la  ju- 
dicatura  y  gobierno  de  la  república,  en  los  cuales  tra- 
bajaron con  un  afán  intolerable  vuestros  antecesores, 
cuya  carga   después  que    la    dejaron,   vos  la   lleváis 
acuestas  dejándola  en  vuestras  manos,  y  vos  sois  aho- 
ra el   que  tenéis  cargo   de  regir  este  pueblo,  señorío 
ó   reino,    en  persona   de   nuestro  señor.   Al  presente 
vos  sois  el  que  gobernáis  y  residis   en  los  estados  y 
estrados  donde  se  honra   Dios;  con  unas   pocas  pa- 
labras mal  concertadas  y   mal  pronunciadas,  os  ven- 
go á  saludar,   y  por  mejor    decir   vengo  á    resbalar, 
tropezar,  y  caer  en  vuestra  presencia,  con  deseo  de 
dar  contento  y    esforzar  vuestro  corazón,  vuestra  ca- 
ra, vuestros   pies  y   vuestras   manos,  porque  ha   teni- 
do  por  bien  y  ha  hecho   misericordia  nuestro  piado- 
so Dios  que   está   en  todo  lugar,  y  por  quien  vivimos; 
en  enviar   á  este  mundo  una  piedra    preciosa   y  una 
pluma    rica,  que  es  vuestra   imagen,   cabellos,   uñas, 
y  pedazo  cortado   de   vos  mismo.   ¡Oh  señor  nuestro! 
verdaderamente  ha  nacido  vuestra  imagen  y  retrato, 
habéis  brotado,  habéis  florecido.   ¡Sea  bendito  nuestro 
señor  por    ello!   nació   y   vino  á  vivir  á  este   mundo: 
descendió  y  fué   enviado    del    lugar  de  los  supremos 
dioses,  que  residen  sobre  los  nueve  cielos,  para  que 
lleve   acuestas  el   pueblo  de  nuestro  señor,  y  sin  fal- 
ta que  trae  merecimientos  para   ello.  Por  ventura  vi- 
virá,   se    criará,  y  tendrá  larga  vida,   servirá  á  Dios 
mucho    tiempo,  y  será  conocido  de   todo  el  pueblo, 
reino   ó  señorio;   y    quizás  merecerá  la   república  go- 
zarle, y  se  amparará   debajo  de  su  sombra  ó  abrigo. 
¡Oh  señor  nuestro  humanísimo  é   hijo  mío  muy  ama- 
do, persona  de  gran  valor!  si  fuera  mas  prolijo  en  mis 
palabras,   daría   fastidio  á  vuestra  cabeza  y  estóma- 
go, y  seria  impedimento  y  embarazo  para    vuestras 


210 
ocupaciones  de  la  república:  deseo  que  viváis  muchos 
años  en  el  oficio  superior  que  tenéis.  Con  estas  po- 
cas palabras  he  saludado,  y  dado  el  parabién  á  vues- 
tra real  persona  y  oficio:  vivid  pues  ¿oh  nieto  mió 
y  sugeto  de   gran  valor! 

CAPITULO  XXXV. 

Del  parlamento   que   hacían    los   embajadores  enviados  de 

los  señores  de  otros  pueblos,  á  saludar  á  la  criatura,  y  á 

sus  padres,  y  de    lo  que  respondían   de  parte  de  los 

saludados. 

¡Oh  señor  nuestro,  persona  valerosa  y  nieto 
mió  muy  amado!  tenéis  vida  y  ser,  y  obráis:  ¡ah!  no 
querria  embarazaros  en  vuestras  ocupaciones;  he  ve- 
nido á  vuestra  presencia,  delante  de  quien  estoy 
aquí  en  pie:  hame  enviado,  y  me  ha  encaminado 
acá  vuestro  hermano  el  señor  N.  que  rige  tal  pue- 
blo, y  dijome:::::  anda  vé  á  JV.  mi  hermano  que  vive 
y  gobierna,  salúdale  de  mi  parte  porque  he  oído  que 
nuestro  señor  ha  hecho  misericordia  con  él  en  dar- 
le un  hijo,  que  es  su  hechura:  dile  que  desde  acá  U 
saludo  [a]  porque  ha  nacido  y  ha  llegado  á  este  mundo  su 
piedra  preciosa,  y  su  pluma  rica,  que  es  planta  y  gene- 
ración de  nuestros  señores  y  reyes,  que  pasaron  y  dejaron 
raza  como  pedazos  de  sí  mismos,  que  son  sus  cabellos  y 
sus  uñas,  y  es  su  sangre  é  imagen:  ha  brotado,  ha  flo- 
recido la  fama  y  gloria  que  ha  de  resucitar  la  memoria 
y  la  gloria  de  sus  antepasados  abuelos  y  visabuelos,  y  les 
ha  dado  nuestro  señor  su  imagen  y  retrato;  no  sabemos 
lo  que  querrá  hacer  nuestro  señor;  ignoramos  lo  que  pien- 
sa   ó    lo  que   dice,  no   sabemos  si  le  prosperará,  ni  si  te- 

(a)  Esta  misma  formula  usó  Moctheuzoma  cuando  respondió  al 
parabién  que  le  dio  á  nombre  de  Maxiscatzin,  su  enviado,  presen- 
tándose á  felicitarlo  por  su  ecsaltacion  al  imperio  mexicano.  Véa- 
se su  vida. 


211 
nemos   méritos  para  gozar  de  esta  piedra  preciosa,  y   de 
este  sarial  de   zafiros,   ni  tampoco  si  se    creara,  si  vivirá 
ab'un   tiempo,   si  servirá   á   nuestro   señor   algunos     anos, 
s?  llegará   á  regir  el  pueblo,  si   la  república    le  merecerá; 
tampoco  sabemos  si  antes  que  llegue    á  edad  lo   llamara  y 
llevará  Dios  para  si,  pues    que  es    su  señor  y  su  pa- 
dre; lo  que  ahora  conviene  es  que  esperemos  la   determi- 
nación de  Dios  por  quien  vivimos  que  está  en  todo   lugar 
estas   pocas   palabras  habéis  oído   con  que   os  salu- 
da   N    ¡Oh    señores  nuestros!    señor   nuestro,    perso- 
na valerosa  y  rey!  deseo  que  viváis  mucho  tiempo,  y 
eierciteis  vuestro  oficio."  Habiendo  dicho  esto   el  men- 
sajero,  levantábase  luego  uno  de  los  viejos  que  es- 
taban presentes,  y  respondía   por    el   niño  y  por    los 
padres  del   niño,     también    por   los   viejos   que  esta- 
ban presentes,  y  por  las  viejas,  y  decía  de  esta  ma- 
nera-   „señor   [a]  mió  seáis   muy  bien  venido:   habéis 
venido  á  hacer  misericordia,  con  el  trabajo  de  nues- 
tro corazón:  habéis  venido  á  traer   mensage  de  salu- 
tación de   padre   y  madre,  según  era  la  costumbre  de 
los  antiguos,  viejos  y  viejas,   el  cual  está  atesorado  y 
muy  bien   doblado  en   vuestras  entrañas   y  garganta; 
cosa  cierto   rara,  pues   habéis  dicho  palabras  ae   sa- 
lutación al  niño  recien  nacido,  el  cual  aunque  no  na- 
fa^    Es  de  advertir  que   todavía   se  usa  esta  clase  de   cumplido 
y  felicitación  entre  los  Indios,    principalmente  en  el  estado   de ,Oa- 
xaca  donde  se  conserva   pura  la  raza.  Luego  que  nace  algún  hijo  al 
iuez  del  partido,  comisionan   ó  vá  el   mismo  gobernador  vestido   de 
sala  y  demás   oficiales   de  república   á  hacer    igual    felicitación   lle- 
vando algún  obsequio:    muéstranse   tan  idalgosy   cortesanos,     como 
generosos.  ¡Ilustres  vastagos   de  los  nobles  Aztecas!  yo  no  puedo   fi- 
ta sobre  vosotros  mi  vista  sin    conmoverme:    en    el    momento   me 
ocurren  las  ideas   de  vuestra  antigua   grandeza,  y  de   vuestra    esclavi- 
tud   V  degradación.   ¡Yo   quisiera   veros   indemnizados   de  tantos   ul- 
traies'  recibid    mi  corazón  harto    condolido   de  vuestros  infortunios! 
Lo  mismo  me  pasa  cuando   veo  sus  danzas   en  la  colegiata  de  Gua- 
dalupe, no   puedo  soportar   aquel  espectáculo   de   sensibilidad  y  ter- 
nura, brota  un  torrente  de  lágrimas  de  mis  ojos,  y  bendigo  al  au- 
tor del  grito  de  Dolores. 
T6m.II.  28 


212 
bia,  enderezáis  vuestras  palabras  á  nuestro  señor  y 
á  él  oráis,  el  cual  está  en  todo  lugar,  y  es  el  pa- 
dre y  criador,  y  el  señor  de  este  niño.  Cual  sea  su 
voluntad  no  lo  sabemos,  ignoramos  si  le  lograremos 
y  ú  tendremos  merecimientos  para  ello:  no  sabemos 
si  se  criará  ni  si  vivirá,  ni  si  nuestro  señor  le  dará 
algún  tiempo  para  que  le  sirva,  y  para  que  sea  ima- 
gen y  retrato,  y  para  que  levante  la  fama  y  el  loor 
de  nuestros  señores  sus  progenitores  los  señores  y 
senadores  sus  antepasados,  ni  sabemos  si  carece- 
rá de  merecimiento  y  dignidad.  No  sabemos  si  chi- 
quito como  "es  le  llevará  nuestro  señor,  porque  no  so- 
lamente los  viejos  y  viejas  mueren,  mas  antes  todos  los 
días  de  esta  vida  mueren  aquellos  á  quien  llama  nues- 
tra madre,  y  nuestro  padre  el  dios  del  infierno  que  se 
llama  Mictlantecutli.  Unos  que  están  en  la  cuna,  otros 
que  ya  son  mayorcillos,  y  andan  burlando  con  las 
tejuelas,  otros  que  ya  quieren  andar,  otros  que  ya 
saben  bien  andar;  también  van  mugeres  de  media 
edad,  y  hombres  de  edad  perfecta,  y  de  esta  mane- 
ra no  tenemos  certidumbre  de  la  vida  de  este  ni- 
ño, soñárnosla,  y  deseamos  que  la  goze  dilatada  es- 
ta piedra  preciosa.  ¿Por  ventura  tenemos  merecimien- 
tos para  que  nos  sea  dado  este  niño?  ¿vino  acaso 
de  paso  por  delante  de  nosotros?  ¡Señor  mió!  ha- 
béis usado  de  humanidad  y  cortesia,  en  haber  dicho 
las  palabras  de  madre  y  padre,  preciosas  y  mara- 
villosas que  hemos  oído;  y  también  habéis  saludado 
y  consolado  á  los  que  están  presentes,  que  son  pa^ 
dres,  madres,  viejos  y  viejas  de  canas  venerables,  en 
cuya  presencia  ha  nacido  esta  criaturita,  que  es  ca- 
bellos y  uñas  de  nuestros  señores  antepasados,  los 
cuales  llevó  para  sí  nuestro  señor.  Todos  los  que 
aquí  estamos  hemos  oído  vuestra  oración,  maravi- 
llosa, rara  y  preciosas  palabras,  ciertamente  de  pa- 
dre y  madre:  habéis  abierto  en  nuestra  presencia 
el  cofre  de  vuestro  pecho,  sacando  de  él,  y  derraman- 


213 
do    piedras   preciosas   y  muy  raras,  las   cuales  nues- 
tro señor   puso  eu   vuestro  pecho    y  en  vuestra  boca, 
¿legaá   Dios   que  no  las  perdamos,  siendo  como  son 
cosas  de  nuestro  señor,  porque  somos   olvidadizos,  y 
perdemos   las  cosas   preciosas;     y    también    el  señor 
N.    [que    aquí  está  presente  persona   de   gran    valor, 
que   rige   y  gobierna,  por  algunos  dias  le  tiene  nues- 
tro señor,  puesto  que   entre   tanto    que   parece    otro 
que  lo  haga   mejor]  ha  oído  y  entendido    vuestro  ra- 
zonamiento   adornado    de    piedras    preciosas  y   muy 
maravillosas,  de   madre    y   padre    que    habéis  dicho, 
y  que  dentro  de   vos   las   ha   puesto    el    señor  Dios 
que   está  en  todo   lugar,   y   por   eso   no   me   maravi- 
llo de   lo  que  habéis  dicho,  porque  ya  ha  muchos  días 
que  pronunciáis  las  maravillas  que  os  dá  nuestro  se- 
ñor en  este  oficio  y    en  este  egercicio,  os  habéis   he- 
cho viejos  y  canos,  venerables  con   estos  dones    su- 
yos; el  que  está  en  todo  lugar,  os  ha  hecho   singu- 
lares y  de    sabiduria    rara:  habéis    hecho   merced    á 
nuestro  señor  muy  tiernamente    amado  N.  ¿quien  se- 
rá   ahora    bastante  para  responder  á  la    salutación 
maternal   y  paternal   que  habéis  pronunciado?  No  hay 
viejos,  no  tiene   nuestro    señor   entre  nosotros  algu- 
nos  antiguos,  todos   los  ha  nuestro  señor  yermado  y 
acabado,   no   hay  sino   muchachos  que  ahora   viven. 
Estas   pocas  palabras   que  no  tienen   ni  principio   ni 
cabo   concertado,  sino  muy  desbaratadas,  he  dicho  yo 
que  no  debiera,  respondiendo  á  la  oración  de   ma- 
dre  y  padre  que  habéis  hecho.  Descansad  señor  nues- 
tro,  y   reposad;  descansen   vuestros   pies  y    aun  vues- 
tras manos,  porque  habéis  muy   bien  trabajado."  Aquí 
habla  otra  vez  el  orador  que   fué  enviado  á  saludar 
y   á   dar  el   parabién   con   su   oración,    demandando 
perdón  de    las   faltas    de  las  palabras   de  antes    que 
habia  dicho,  y   dice  de  esta   manera.  „Con   mis  pro- 
ligidades  y   palabras    bajas  pienso  que  os  fui   penoso 
y  os  he   causado  alguna  indisposición;  por  tanto  no 


214 
quiero  deciros  mas:  deseóos  todo  contento  y  descan- 
so señores  nuestros.»  Después  de  esto  uno  de  los 
viejos  que  allí  están  presentes,  ó  alguno  de  los  mas 
honrados  y  principales,  responde  y  ora  por  el  se- 
ñor que  fué  saludado  y  dice:  „señor  mió  muy  no- 
ble: haos  enviado  acá  el  señor,  persona  muy  vale- 
rosa, el  que  rige  y  gobierna  en  tal  pueblo,  y  trugís- 
tes  sus  palabras  y  su  salutación,  la  cual  hemos  oí- 
do es  muy  maravillosa,  muy  preciosa,  y  de  mucha 
erudición:  trugistes  guardado  y  apretado  en  vuestro 
puño  una  cosa  muy  rara  y  muy  curiosamente  com- 
puesta, donde  ninguna  falta  ni  fealdad  hay;  es  co- 
mo cosa  preciosa  sin  tacha  ni  raza;  es  como  un  za- 
firo muy  fino,  con  la  cual  habéis  saludado  y  ora- 
do, delante  de  estos  señores  y  principales,  y  la  cau- 
sa ha  sido,  porque  ha  nacido  una  piedra  preciosa, 
y  una  pluma  rica  que  nuestro  señor  ha  enviado,  por- 
que ha  nacido  un  chalchívite,  y  ha  crecido  una  ri- 
ca pluma  de  nuevo,  y  también  el  señor  N.  que  aquí 
está  presente  nuestro  señor,  desde  acá  besa  los  pies 
y  las  manos  del  señor  N.,  y  se  postra  en  su  pre- 
sencia, deseando  que  haga  todo  su  deber  en  el  ofi- 
cio de  su  gobierno  y  reino,  y  en  el  negocio  de  re- 
gir la  república,  que  se  ha  de  llevar  acuestas,  como 
carga  muy  pesada,  desea  que  con  todas  sus  fuer- 
zas haga  su  deber.  Con  estas  pocas  palabras  se  ha 
respondido  á  la  salutación  que  se  ha  hecho  de  par- 
te de  nuestros  señores  que  acá  os  enviaron.»  Ha- 
bla otra  vez  el  mensagero  y  dice:  „Ya  he  dicho  y 
pronunciado  aquí  la  salutación  de  nuestros  señores 
que  me  enviaron  acá,  por  ventura  olvidé  algo,  ó  se 
me  pasó  de  la  memoria  que  no  dije;  ahora  ya  he 
oído  y  entendido  la  respuesta,  conque  nuestros  se- 
ñores que  están  presentes  responden;  quiero  llevar 
sus  palabras  á   la   presencia  de   mi  señor.» 

Cuando  pare    alguna   muger  de  la   gente  co- 
mún,,  saludan  al  niño*  á  la  madre,   á  los   viejos    y 


viejas,  v   al  padre  del  niño  por  el  mismo   estilo  que 
queda  dicho  atrás:  salvo   que,  á  los  unos  saludan  co- 
mo á  señores  y  gente  principal,  y   a   los   otros   como 
é  gente   común,   y   al  niño    hablan  como    a  qmeír h* 
de  regir,   gobernar,  y  ser  señor,  teniendo  la  edad  cum- 
plida para  semejantes  cargos  necesaria;   y  *   asni- 
nos  de  la  gente   común,  como  á   quien   ha  de  bus- 
car  lo  necesario   con  trabajo,  sudor,  y   atan,  dicien- 
dolos   á  los   unos  y  á  los  otros,   á   cada  uno  en  su 
erado,  muchas  cosas  según  su  estado  respectivo,  bu 
este  negocio  de  saludar  á  los   niños  que  están  en  la 
cuna   y  á  sus   padres,   no  tienen    medida,  porque  du- 
ra   diez,  y   veinte  dios   el   saludarlos,   cuando  los   ni- 
ños   felicitados    son  principales   y   señores.   Los   que 
saludan  dan   los  presentes   de  mantas  ricas,   y   si   la 
criatura  es   hembra,   dan  enaguas  ó  vrpiles  hasta  vein- 
te ó   cuarenta,  y  esto  llaman  ixquemitl,  que  quiere  de- 
cir  ropa  para  envoher   al  niño.    Entre  los   que  no  son 
señores  sino  gente   honrada  ó   rica,  llevan   una  man- 
ta  y  un  maxtli,  ó  unas  enaguas  y  un  vipil  si  es  hem- 
bra la   que  nació:  y  los  que  son  de  baja  suerte,  usan 
hacer   esta  salutación  presentando  comida  y  bebida. 

CAPITULO   XXXVI. 

De   como  los  padres   de  la  criatura  hadan   llamar   á  los 

adivinos,   para   que  dijesen  la  fortuna   que   consigo   trata 

la   criatura,  según   el    signo  en  que  había  nacido. 

Después  de  haberse  dado  á  luz  la  criatura,  luego 
procuraban  de  saber  el  signo  en  que  había  nacido, 
para  saber  la  ventura  que  habia  de  tener;  a  este 
propósito  iban  luego  á  buscar  y  á  hablar  al  adivi- 
no que  se  llama  Tonalpouhqui,  que  quiere  decir,  el  que  sa- 
be conocer  la  fortuna  de  los  que  nacen.  Primeramente  es- 
te adivino   preguntaba  la  hora  en  que  había  nacido 


[a]  y  el  que  iba  á  buscarle  se  la  decia:  luego  el 
adivino  revolvía  los  libros  y  buscaba  el  signo,  según 
la  relación  del  que  iba  á  informarle:  luego  pregun- 
taba si  habia  nacido  de  noche  ó  de  dia,  ó  si  ha- 
bia  nacido  á  la  media  noche:  si  habia  nacido  an- 
tes de  ella,  contaba  el  signo  que  reinaba  en  el  dia 
pasado;  y  si  habia  nacido  después  de  la  media  no- 
che, se  atribuía  al  signo  que  decian  regia  en  el  dia 
siguiente  después  de  aquella  media  noche;  pero  si 
nacía  en  el  punto  de  ella,  atribuía  el  nacimiento  de 
la  criatura  á  ambos  caracteres  del  dia  pasado,  y 
al  dia  que  venia  partían  por  el  medio,  y  si  nacía 
cerca  del  dia  ó  después  de  nacido  el  sol,  atribuía 
el  nacimiento  al  carácter  que  regia  en  aquel  dia,  y 
á  los  demás  que  llevaba  consigo.  Después  que  el 
adivino  era  informado  de  la  hora  en  que  nació  la 
criatura,  miraba  luego  en  sus  libros  el  signo  en  que 
nació,  y  todas  las  casas  ó  caracteres  de  dicho  que 
son  trece,  y  si  el  signo  es  mal  afortunado,  por  ven- 
tura alguna  de  las  trece  casas  que  están  contiguas 
á  este  signo.  Si  es  de  buena  fortuna  ó  la  señala  bue- 
na, hablaba  á  los  padres  de  la  criatura,  y  á  los  vie- 
jos y  viejas,  y  decíales:  „En  buen  signo  nació  vues- 
tro hijo:  será  señor  ó  senador,  rico  ó  terrible  hom- 
bre, ó  será  belicoso,  y  en  la  guerra  valiente  y  es- 
forzado: tendrá  dignidad  entre  los  que  mandan  la  mi- 
licia: será  matador  y  vencedor»  ó  por  ventura  les 
decia:  „No  nació  en  buen  signo  el  niño,  nació  en  sig- 
no desastrado;  pero  hay  alguna  razonable  casa  que 
es  de  la  cuenta  de   este  signo,  la  cual  templa  y  abo- 

(a)  En  México  conozco  á  un  menguado  de  estos  que  sabe  de 
memoria  el  Lunario  perpetuo,  y  algunas  personas  por  burlarse  de 
él,  le  hacen  igual  consulta;  él  se  reviste  de  un  aire  de  circuns- 
pección muy  magestuoso,  y  hace  antes  de  todo  igual  pregunta, 
entonces  en  tono  de  Oráculo  pronuncia  su  fallo:  cuando  alouno  le 
dice  que  ha  nacido  en  octubre  hace  un  gesto,  porque  de  este  mes 
tiene  un  pésimo  concepto.  ¡Q  míseri  homines!  ¡O  cuaníum  enim 
est  rebus  inane! 


na  la  maldad  de  su  principal,  y  luego  les  señala- 
ba el  día  en  que  se  había  de  bautizar,  y  decía:  „üe 
aquí  á  cuatro  dias  se  bautizará:»  y  si  del  todo  el 
signo  no  es  contrario,  y  no  tiene  alguna  casa^  que 
le  abone,  anunciábalos  de  la  fortuna  que  tendría  el 
niño,  porque  le  nació  en  signo  mal  afortunado,  y 
que  su  fortuna  mala  no  se  podia  remediar,  y  decía: 
„Lo  que  acontecerá  á  esta  criatura  és,  que  será  vi- 
cioso, carnal,  y  ladrón:  su  fortuna  es  desventurada: 
todos  sus  trabajos  y  ganancias  se  volverán  en  hu- 
mo, por  mucho  que  trabaje,  se  afane  y  atesore:  o 
será  perezoso  y  dormilón;  ó  les  decia  que  sería  gran 
borracho;  ó  les  decia,  poco  vivirá  sobre  la  tierra:  ó 
les  decia  mirad,  que  está  su  signo  indiferente,  me- 
dio bueno  y  medio  malo:  luego  buscaba  un  día  que 
fuese  favorable,  y  no  le  bautizaban  al  cuarto  día: 
hecho  todo  esto  se  hacia  el  bautismo,  en  algún  día 
que  fuese  favorable,  ó  en  uno  de  los  doce  que  se  cuen- 
tan en  el  primer  carácter.  Al  adivino  por  esta  adi- 
vinanza le  daban  á  comer  y  de  beber,  y  algunas  man- 
tas y  muchas  cosas,  como  gallinas,  y  una  carga  de 
comida. 


CAPITULO    XXXVII. 


Del  bautismo   de   la   criatura,  y   de   todas  las   ceremonias 

que  en   él  se  hadan,   del  poner   el  nombre   á  la   criatura, 

y   del  convite  de   los   niños   &rc. 

Al  tiempo  de  bautizar  la  criatura,  luego  apa- 
rcaban las  cosas  necesarias  para  el  bateo  (ó  bautis- 
mo:) hacianle  una  rodelita  y  un  arquito,  y  sus  saetas 
pequeñitas  en  numero  de  cuatro,  una  de  las  cuales 
miraba  al  oriente,  otra  al  occidente,  otra  al  medio- 
día, y  la  otra  al  norte  ó  septentrión:  hacíanle  tam- 


218 

bien   una  rodelita  de   masa   de  bledos,  y  encima  po- 
nian  un  arco  y   saetas,  y  otras   cosas  hechas   de  la 
misma   masa.  Hacian  también  comida  de  mulli,  [hoy 
mole]  ó  potage    con  frisóles  y  maíz  tostado,  y  su  mas- 
telejo  y  su   manteca,  y  á    los  pobres   no  les  hacian 
mas  del  arco   y   las  saetas,  su  rodelilla,   algunos  ta- 
males y  maíz  tostado;  y  si  era  hembra  la  que  se  bau- 
tizaba, aparejábanla  con  todas  las  alhajas  mugeriles,  que 
eran   aderezos    para  tejer  é  hilar,   como  huso,  rueca, 
lanzadera,  su  petaquilla  y  vaso  para   hilar  &c:  tam- 
bién su  vipilejo  y   sus  enaguas    pequeñitas.   Después 
de   haber  aparejado  todo  lo  necesario  para  el  bautis- 
mo, luego   se  juntaban  todos  los   parientes  y  parien- 
tas   del   niño,  viejos  y  viejas,  y   llamaban   á  la  par- 
tera  que  era   la  que  bautizaba  á   la  criatura  que  ha- 
bía parteado,   y  juntábanse  todos  muy  de  mañana  an- 
tes que  saliese"  el   sol,   y  en   saliendo   este    astro,   ya 
que   estaba  algo  altillo,  la  partera  demandaba  un  apax- 
tle  ó  lebrillo  nuevo  lleno  de    agua,    y  luego  tomaba 
el  niño   entre    ambas  manos,  y  los  circunstantes  to- 
maban   todas    las  alhajuelas  que  estaban   aparejadas 
para  el  bautismo,  y   poníanlas  en  el   medio   del  pa- 
tio de  la   casa.  Para  bautizar  el  niño,  poníase  la  par- 
tera con  la  cara  acia  el  occidente,  y  luego  comenzaba  á 
hacer   sus    ceremonias  y   á  decir:  „¡oh  águila!  ¡oh  ti- 
gre!  ¡oh  valiente  hombre  nieto  mío!  has  llegado  á  es- 
te mundo,   y   te  ha  enviado  tu  padre  y  madre  el  gran 
señor   y   la  gran  señora:  tu  fuiste  criado  y  engendra- 
do en  tu  casa,  que  es  el  lugar  de  los  dioses   supre- 
mos  que  están  sobre  los  nueve  cielos:  hízote  merced 
nuestro  hijo   Quetzalcoatl  que   está  en  todo  lugar;  aho- 
ra júntate  con  tu   madre  la  diosa   del    agua   que  se 
llama  Chakhivitlycue»  Dicho  esto,  luego  le  daba  á  gus- 
tar del  agua,  llegándole  los  dedos  mojados  á  la   bo- 
ca, y  decia   de  esta  manera.  „Toma,  recibe,  ves  aquí  con 
lo  que   has   de  vivir  sobre  la   tierra,  para^  que  crezcas  y 
reverdezcas:  esta   es  por   quien   tenemos  y  nos  mereció  las 


219 
mas  necesarias,  para   que  podamos  vivir  sobre  la  tierra, 
recívela:»   después  de   esto,   tocábala  los   pechos    con 
los    dedos   mojados   en   la  agua,  y  decíale:  „Cata  aquí 
el  ao-ua   celestial:    cata  aquí  el   agua  muy  pura,  que 
laba°y  limpia  vuestro    corazón,   que   quita   toda  su- 
ciedad, recívela:   tenga    ella  por  bien   de    purificar   y 
limpiar  tu  corazón.»  Después  de  esto  echábale  el  agua 
sobre    la    cabeza    diciendo.   ,,¡Omictomx!   ¡oh  hijo  mío! 
recibe   y  toma   el  agua  del  señor   del  mundo   que  es  nues- 
tra vida,  y    es  para  que  nuestro    cuerpo  crezca  y    rever- 
dezca:  es  para   labor  y  para   limpiar:    ruego    que    entre 
en  tu   cuerpo   y  allí  viva   esta  agua  celestial  azul,  y  azul 
clara.    Ruego    que  ella    destruya  y   aparte   de  tí,   todo  lo 
malo  y  contrario  que   te  fué   dado   antes  del  principio  del 
mundo,  porque   todos  nosotros  los  hombres  somos  dejados 
en  su  mano,  porque  es  nuestra  madre  Chalchivitlycue,})  Des- 
pués  de   esto  lavaba  la  criatura  con   el  agua  por  to- 
do el  cuerpo,  y  decía   de   esta   manera.  „Adonde  quie- 
ra que  estes,   tu   que  eres   cosa    empecible  (ó  cosa  que  pue- 
de dañar)    (a)    déjale,   que     eres  cosa   empécele   al  niño, 
déjale   y    vete,  apártate  de    él,  porque  ahora  vive   de  nue- 
vo, y  nuevamente   nace   este  niño:    ahora  otra  vez  se  pu- 
rifica y  se  limpia,  y  otra  vez   le  forma  [b]  y  engendra  nues- 
tra  madre   Chakhivitlycue.»   Después  de  hechas  las  co- 
sas  arriba   dichas,  tomaba  la  partera  al  niño  con  am- 
bas  manos,  y  levantábalo  acia   el  cielo  y  decía.  „Se- 
ñor,  veis  aquí  vuestra  criatura   que   habéis   enviado  á  este 
lunar   de   dolores,  de  aflicciones,  y  de  penitencia,  que  es  es- 
te* mundo;  dadle  señor  vuestros   dones  y  vuestras  inspira- 
ciones,   pues  vos   sois   el  gran  Dios,  y   también   con  vos 
la  o-ran  diosa».  Cuando  esto  decía  estaba  mirando  acia 
el  cielo,   tornaba   un  poco  á   poner  el  niño  en  el  sue- 

(a)  Quod  nocere  polest   dice   el    Diccionario   de  la  lengua    es. 

pañola.  „  v 

(b)  Nótense  estas  palabras,  y  cotéjense  con  las  del  Evangelio 
que  hablan  de  la  regeneración  del  baustismo....  Nisi  qnis  rena- 
tus  fuerit  ex   aqua  et   Spiritu  Sancto. 

fóm.  II.  29 


'I 

1 1 

■  i 


220 
Jo,  y  volvíala  segunda  vez  á  levantarle  acia  el  cie- 
lo y  decía  de  esta  manera.  „Señora  que  sois  madre  de 
los  cielos  y  os  llamáis  Citlalatonac,  á  vos  se  enderezan 
mis  palabras  y  mis  voces,  y  os  ruego  imprimáis  vuestra 
virtud:  cualquiera  que  ella  sea  dadla,  é  inspiradla  á  esta 
criatura»  y  luego  la  tornaba  á  poner;  y  después  por 
tercera  vez  tornábala  á  levantar  acia  el  cielo  y  de- 
cía: „¡0  señores  dioses  celestiales  que  estáis  en  los  cielos! 
aquí  está  esta  criatura,  tened  por  bien  de  infundirle  vues- 
tra ?nsrced  y  vuestro  soplo,  para  que  viva  sobre  la  tier- 
ra» y  luego  la  tornaba  á  poner  y  de  ai  á  un  po- 
quito la  volvía  á  levantar  acia  el  cielo  la  cuarta  vez, 
y  hablaba  al  sol  y  decia:  „¡Señor  sol  y  Tlaltecutli,  que 
sois  nuestra  madre  y  nuestro  padre/  veis  aquí  esta  cria- 
tura que  es  como  una  ave  de  pluma  rica,  que  se  llama 
Zaquan  ó  Quechol!:  vuestra  es,  y  he  determinado  de  os  la 
ofrecer  á  vos  señor  sol,  que  también  os  llamáis  totonametl 
y  pintado  como  tigre  de  pardo  y  negro,  que  sois  valien- 
te en  la  guerra:  mirad  que  és  vuestra  criatura  y  es  de 
vuestra  hacienda  y  patrimonio,  que  para  esto  fué  cria- 
da para  os  servir,  para  os  dar  comida  y  bebida:  es  de 
la  familia  de  los  soldados  y  peleadores,  'que  pelean  en  el 
campo  de  las  batallas:»  y  luego  tomaba  la  rodela,  el 
arco  y  el  dardo  que  estaban  allí  aparejados,  y  de- 
cía de  esta  manera:  ,,Úqui  están  los  instrumentos  de  la 
milicia  conque  sois  servido,  conque  os  alhagais  y  deleitáis. 
Dadle  el  don  que  soléis  dar  á  vuestros  soldados,  para  que 
pueda  ir  á  vuestra  casa  llena  de  deleites,  donde  desean  zan 
y  se  gozan  los  valientes  soldados  que  mueren  en  la  guer- 
ra, que  están  ya  con  vos  alabándoos.  ¿Será  por  ventura 
este  pobrecito  macehuatl  uno  de  ellos?  ¡Oh  señor  piadoso! 
haced  misericordia  con  él  Y  todo  el  tiempo  que  estas 
ceremonias  se  están  haciendo,  está  ardiendo  un  ha- 
chón de  teas  grandes  grueso.  Acabadas  todas  estas 
ceremonias ,  ponen  nombre  al  niño  de  alguno  de  sus 
antepasado  s,  para  que  levante  la  fortuna  y  suerte  de 
aquel  cuyo    nombre  le   clan,  Este  nombre   le  pone  la 


221 

partera  ó  sacerdotiza  que  le  bautizó;    pongo  por  ca- 
so  que  le  pone  por  nombre  yautl,  comienza  a  dar  vo- 
ces y    habla   como   varón  con  el   niño,   y   dicele    de 
esta  manera,  „Yautl    (que  quiere  decirV ¡oh  hombre  va- 
liente!   recibe,  toma  tu  rodela,  toma  el  dardo,  que  estas  son 
tus   recreaciones,  y  regocijos  del  sol:-    y   luego   le  poma 
la  mantilla  atada  sobre  el  hombro  y  le  ceñían  mi  mm- 
ik    En  este   tiempo   que  estas   cosas  se   hacían,  jun- 
tábanse  los   mosnelos  de  todo  aquel   barrio,   y   aca- 
badas  todas   estas  ceremonias,   entran  en  la  casa  del 
v  toman  la   comida  que  allí  les  teman   aparejada,  y 
á   esta  llaman   el  ombligo   del  niño  [a]  y  salían  huyen- 
do con  ella,  é  iban  comiendo  la  comida   que  habían 
arrebatado,   y  luego  comenzaban  á  voces    a  decir  el 
nombre  del  niño,  y   si  era  su  nombre  youtl  iban   di- 
ciendo  ¡oh  yautl,  oh   yautl!  vete  acia  el  campo  de  ¿as  ba- 
tallas, ponte   en  el  medio  donde  se  hacen    las  guerras,  ¡oh 
yautl  oh  yautl!   tu  oficio  es  regocijar  al  sol  y  a  la  tier- 
ra  y  darlos   de   comer  y  de  beber:  ya  eres  de  la  suerte  di 
los   soldados  que   son  agudas   y    tigres,   los  cuales    murie- 
ron en   la  guerra,   y   ahora   están   regocijando  y   cantan- 
do  delante  del  sol:  é  iban   también    diciendo:  „¡oh   sol- 
dados! ¡oh  gente  de  guerra,  venid  acá,  venid  a  comer  el 
omblieo  de  yautl!»  Estos    muchachos  representaban  a 
los    hombres  de  guerra,  porque   robaban   y  arrebata- 
ban   la    comida   que  se   llamaba    el   ombligo   del  nmo. 
Después  que   la   partera  ó  sacerdotiza,  había  acaba- 
do todas  las  ceremonias   del  bautismo,  metían  al  ni- 
ño en   casa,  é  iba   delante   de  él   el  hachón  de  teas 
ardiendo,  y   así  se  acababa  el  bautismo. 


(a)    En    México  se    acostumbra  dar  por  los  padrinos,  medios  rea- 
les nuevos  que  llaman   dar  el  bolo  del   bautismo. 


CAPITULO  XXXVIII. 

Del  Bautismo   de  las  niñas  en   cuanto  toca  á  algunas  par- 
ticulares  ceremonias  que   se  hacían. 

El  bautismo  de  las  hembras  es  conforme  á  lo 
que  arriba  se  dijo  de  los  varones,  salvo  que  á  las 
hembras  aparejan  las  vestiduras  y  alhajas  de  muge- 
res,  y  conforme  á  ellas  hacen  sus  oraciones,  como 
arriba  en  los  aderezos  de  varones  se  hicieron;  y  cuan- 
do lava  las  manos,  el  cuerpo  y  los  pies,  á  cada  co- 
sa hace  su  oración,  á  las  manos  porque  no  hurte, 
y  al  cuerpo,  é  ingles,  porque  no  sea  carnal,  y  así 
de  las  demás  partes;  y  cuando  dice  las  oraciones  ha- 
bla muy  bajo,  que  casi  no  se  entiende  lo  que  dice» 
En  acabando  de  hacer  todas  sus  ceremonias,  en- 
vuelbe  á  la  niña  con  sus  mantillas,  y  luego  la  me- 
ten en  casa,  y  la  echan  en  la  cuna  que  ya  esta  apa- 
i  la  partera  habla  á  la  cuna,  y  dice  de  es- 
ta manera.  „Tú  que  eres  madre  de  todos,  que  te  lla- 
mas Yoalticitli,  que  tienes  regazo  para  recibir  á  to- 
dos! ya  ha  venido  á  este  mundo  esta  niña,  que  fué 
criada  en  lo  alto,  donde  residen  los  dioses  sobera- 
nos sobre  los  nueve  cielos:  ha  venido  porque  la  em- 
bió  nuestra  madre  y  padre,  el  gran  señor  y  señora, 
á  este  mundo  para  que  padezca  fatigas  y  trabajos: 
en  tus  manos  se  encomienda  y  se  pone,  porque 
tú  la  haz  de  criar,  porque  tienes  regazo,  así 
es  que  la  han  enviado  nuestra  madre  y  nuestro 
padre  los  dioses  celestiales,  Yoaltecutl,  lacuviztli,  lama- 
mializtliP  Habiendo  dicho  esto  con  baja  voz,  luego  di- 
ce á  la  cuna,  „¡Ohíu  que  eres  su  madre!  recíbela  ¡oh 
vieja!  mira  que  ncr  empezcas  [ó  dañes]  á  esta  rifa: 
tenia  en   blandura",   [a]   Dicho  esto  pone   luego   á  la 

(a)  Recuerdo  á  mis  lectores  la  fórmula  de  los  Romanos,  cuan- 
do hacian  sufragio  por  los  difuntos:  ¡legábanse  á  su  sepultura,  y, 
tomando  de  su  superficie  una  poca  d.e  tierra,  la  esparcían  diciendo...- 


223 
niña  en  la  cuna,  y  los  padres  de  la  niña  toman 
aquellas  palabras  para  cuando  la  echan  en  la  cuna 
que  dice:  ¡oh  madre  suya!  recibe  á  esta  nina  que  te 
entregamos.  Hecho  esto,  luego  se  regocijan,  comen 
y  beben  el  uclli,  ó  vino  de  esta  tierra,  y  a  esto  1  a- 
man  pillaoano,  y  también  le  llaman  tlaeoculaqmo,  que 
quiere  decir  posición  ó  colocación  de  la  criatura  en 
la   cuna 

CAPITULO  XXXIX. 

De  como  los  podra  y  madres,  deseando  que  suz  hijos,  é 
hijas  viviesen,  prometían  de  los  meter  en  la  casa  dereh- 
Jon,  que  en  cada  pueblo  habia  dos,  una  mas  eslreelm 
eme  otra,  así  para  hombres,  como  para  mugeres,  donde 
los  metían  en  llegando  á   edad  convenible. 

Después  que  el  niño  se   iba  criando,  los  pa- 
dres que  tenían  deseo  de   que  viviese;   para   que  su 
vida  si  conservase,  prometíanlo  a    templo  donde  se 
servían  los  dioses,  y   esto  á  la  voluntad   de  lo     pa- 
dres, ó  los   prometían   de  meter    en  la  casa  que   so 
llamaba  CalLcae,   ó  en  la  otra  que  se  llamaba   Tel- 
puchcallv,  á   le  prometían  á  la   casa  Calmecac, era  pa, 
ra  que    hiciese   penitencia,  s.rviese  a  los  dioses,  vi- 
viese en  limpieza,   en   humildad    y  castidad,  y  para 
que  del   todo  se  guardase  de  los  vicios  carnales.  Si 
era  muger   era  servidora  del  templo  que  se  llamaba 
Cioatlamacazque,  y   había   de  ser  sugeta  a  las .que  re- 
gían esta  religión,  y  vivir  en  castidad,  guardarse  de 
fodo   deleite  carnal!  y  vivir  con  las  vírgenes  religio- 
sas   que   se  llamaban  las  hermanas,  que   moraban  en 
el   monasterio   dicho    Calmecac,   donde  vivían    encer- 

<¡ii  vobis  térra  kvis....  Seate  la  tierra  leve;  tjm  natural  cosa  es 
recomendarlo  que  roas  amaróos  á  la  persona  í  quien  la  confiamos, 
auuque  sea  inanimada  como  la  cuna  6  el  sepulcro,  lugares  des- 
tinados para  nuesUa  mansión  y  descanso. 


224 
radas:  cuando  el  niño   6  nina  era  prometido  de  me- 
terle en  el  monasterio,  los  padres   hacian  fiesta  á  los 
parientes,  y  dábanlos  de  comer  y  beber.    Si   el   padre 
y    la  madre  querian  meterlo   en  el  monasterio  que  lla- 
maban  Tclpuchcali,   embiaban  á  llamar  al  que  allí  era 
mayor  que    le  llamaban   Telpuchtlatoque,    comian   y  be- 
bían,  y   daban  dones  como  maxtles,  mantas   y  flores 
por   via  de  amistad.  El   principal  de  aquella    religión 
después   de   haber  comido,  bebido  y  recibido   dichos 
dones,  tomaba  en  brazos    á   la  criatura  hembra  ó  va- 
ron    en  señal   que  ya   era  su  subdito  todo  el  tiem- 
po   que     estuviese    por  casar,    y  de  que  ya   era   de 
aquella  religión,  ó  manera  de    vivir:    ahugerábanle  el 
bezo  de  abajo,   y  allí  le   ponian   una  piedra  preciosa 
por   barbote,  y  la  niña   que  ya  estaba  prometida   al 
Telpuchpan,   entregábanla   á  la  muger    que  tenia  car- 
go de   las  otras.   Cuando    ya   era   grandecilla,   habia 
de    aprender   á  cantar  y  danzar,  para  que  allí  sirvie- 
se   al  dios   que  se  llama  Moyucoya,  Tezcatlipuca,  y  Yau- 
tli;  y  aunque  era  de  esta  religión  la  mozuela,  estaba 
con  sus  padres   y  madres.  Si  era   de   la   religión  del 
Calmecac,    metíanla   en  el   monasterio   de  este  nombre 
para^  que   estuviese    allí  hasta   que  se  casase  sirvien- 
do  á   Tezcatlipuca,    A    su     entrada    daban  comida  á 
las  religiosas  mas  antiguas  de  aquella  casa,  las  cua- 
les se   llamaban   quaquacuiltin,  que   quiere  decir  muge- 
res  que    tenian   los  cabellos  cortados  de  cierta   ma- 
nera. Estas  tomaban  la  niña,  ó  mosuela,  y  hacíanlo  sa- 
ber al  ministro  del  templo    que   se   llamaba  Quetzal- 
coatí:  este  nunca   salia   del  templo,   ni  entraba  en  ca- 
sa  ninguna,  porque    era   muy   venerable  y  muy  grave 
y  estimado  como  dios:  solamente   entraba   en   la   ca- 
sa real.  Sabedor    éste  de  que  la  mosuela    entraba  en 
aquella   religión,   luego  la  llevaban  al  monasterio  don- 
de  la  habian  prometido:  conducíanla  por  la  mano,  y 
en    brazos,   y  presentábanla  al    dicho    dios     Quetzal- 
coatí,   al  cual  servian  las  de  esta  orden,  y  decían  de 


225 

esta  manera  cuando   se  la  ofrecían.   „¡Oh  señor  hu- 
manísimo  amparador  de   todos!  aquí  están  estas  sier- 
vas,  que   os  traen   una  nueva    sierva  vuestra   la  cual 
prometen   y   ofrecen  su  padre  y  madre   para   que  os 
sirva;   bien  conocéis   á   la  pobrecita  que  es   vuestra: 
tened  por  bien  de  recibidla,  para  que   algunos     días 
barra    y  atavie    vuestra  casa    de  penitencia   y   lloro, 
donde    las   hijas    de    los   nobles  meten    la  mano   en 
vuestras  riquezas,   orando  y   llamándoos  con  lágrimas 
y  con  gran  devoción,  y  donde  con   oraciones  deman- 
dan vuestras  palabras  y  vuestra  virtud.  Tened  por  bien 
señor  de   hacerla   merced  y   de  recibirla,  ponedla  se- 
ñor en  la   compañía,  y  número   de   las  mugeres  vír- 
genes que  se  llaman  Tlamacazqui,  que  hacen  peniten- 
cia, y  sirven  en  el  templo,   y  traen  cortados  ios    ca- 
bellos.   ¡Oh  señor   humanísimo,  y  amparador  de  todos! 
tened   por  bien  de    hacer  con  ella   aquello     que    sea 
vuestra   santa  voluntad,  haciéndola  las  mercedes   que 
vos  sabéis  que   la  convienen.»  Dicho   esto,   si  la  mo- 
suela   era  grandecilla,  sajábanla  las    costillas  y  el  pe- 
cho  en  señal  de   que   era  religiosa,  y    si  era  aun  pe- 
queña echábanle  un  sartal  al  cuello,  que  se  llama  ya- 
cualli.   Y   la  niña  hasta   tanto  que  llegaba   á  la  edad 
convenible   para  entrar  en  el   monasterio,  traía  aquel 
sartal  en   señal  del  voto  que  habia  de  cumplir.   Todo 
este  tiempo  estaba  en  la  casa  de  sus  padres;  pero  de 
que  llegaba   á   la  edad  para  entrar  en   el  monasterio, 
metíanla   en   aquella    religión    del    Cálmeme,    [ó    casa 
de  penitencia:]    y  también  la    mosuela  en   siendo  de 
edad,  la    ponian  entre  las  religiosas   de   esta  misma 
religión,  [a] 

(a>  La  oración  antecedente  la  trae  traducida  al  castellano  D.  Car- 
los  Simienza  V  Góngora,  en  su  Paraíso  occidental,  ó  sea  historia  de 
ia  fundación  del  convento  de  J.  M.  de  México,  y  también  la  que  pro- 
nunciaba la  rectora  después  del  Super-Intendente  ó  Tecuacinlh  del 
templo.  La  he  puesto  en  la  obra  muchas  veces  citada...  lexcoce 
en  los  últimos  tiempos   de  sus  antiguos  Reyes  pág.  206. 


226 


CAPITULO  XXXX. 


De  como  en  llegando  el  tiempo  de  meter  á  su  hijo,  6 
hija  donde  le  habían  prometido,  se  juntaban  todos  los  pa- 
rientes ancianos,  y  avisaban  al  muchacho  ó  muchacha  del 
voto  que  sus  padres  habían  hecho,  y  del  lugar  donde  ha- 
bía de   entrar,  y  vida   que  había  de   hacer. 

El  padre  del  mosuelo  ó  de  la  mosuela,  des- 
pués de  haverle  llevado  al  Calmecac  delante  de  los 
maestros,  y  maestras,  que  le  habian  de  criar,  hablá- 
banle de  esta  manera.  „  Hijo  mió,  ó  [hija  mia]  aquí 
estas  presente  donde  te  ha  traído  nuestro  señor  que 
está  en  todo  lugar,  y  aquí  están  tu  padre  y  madre 
que  te  engendraron;  y  aunque  es  así  que  son  tu  pa- 
dre y  madre,  que  te  dieron  ser,  mas  verdaderamen- 
te son  tus  padres  los  que  te  han  de  criar,  y  ense- 
ñarte las  buenas  costumbres,  y  te  han  de  abrir  los 
ojos  y  oídos  para  que  oigas  y  veas:  ellos  tienen  au- 
toridad para  castigar,  para  herir,  y  para  reprender 
á  sus  hijos  que  enseñan,  [a]  Oye  pues  ahora,  y  sábete 
que  cuando  eras  tierno  y  muy  niño,  te  prometieron 
y  ofrecieron  tus  padres,  para  que  morases  en  esta 
casa  del  Calmecac,  para  que  aqui  la  barrieras  y  la 
limpiaras  por  amor  de  nuestro  señor  é  hijo  nuestro 
Quetzalcoatl,  y  por  esta  causa  ahora  tu  padre  y  ma- 
dre que  aquí  estamos,  te  venimos  á  poner  en  este 
lugar  donde  has  de  estar,  y  de  donde  eres  hijo  pro- 
pio. Oye  hijo  mió  muy  amado:  has  nacido  y  vives 
en  este  mundo,  donde  te  embió  nuestro  señor:  no 
veniste  como  estas  ahora,  ni  sabias  andar,  hablar 
ni  hacer  alguna  cosa  antes  de  ahora.  Hate  criado 
tu  madre,  y  por   tí   padeció   muchos   trabajos,  guar- 

(a)  ¡Ojalá  y  que  nuestros  preceptores  la  usaran  hoy,  no  esta- 
ña nnestra  juventud  tan  insolentada  y  desmoralizada:  nuestros  le- 
gisladores no  han  de  ser  mas  humanos  que  Dios,  y  en  la  sacada 
escritura  se  manda  hacej  uso   del  azote  sobre  el  niño  díscolo. 


dábate   cuando   dormías,  y  limpiábate  las   suciedades 
que  echabas    de   tu    cuerpo,  y  manteníate   con   su  le- 
che;  y  ahora  que  eres  aun  pequefíuelo,   ya    vas  en- 
tendiendo y    creciendo.    Ahora    vas    á   aquel   lugar    á 
que  te  ofrecieron   tu    padre     madre,    que    se    llama 
Calmccac,    casa   de    lloro    y    tristeza,    donde    los    que 
allí  se   crian  son  labrados   y   ahugerados,    como  pie- 
dras  preciosas,  y  brotan   y  florecen   como  rosas.  De 
allí  salen  como  piedras  preciosas  y  plumas  ricas,  sir- 
viendo  á    nuestro    señor,  y   allí    reciben   sus   miseri- 
cordias. En  aquel   lugar   se  crian    los    que    rigen  que 
son  señores,  senadores  y  gente  noble,  que  tiene  cargo 
de  los  pueblos:    de  allí  salen  los    que   poseen   ahora 
los   estrados,  y   sillas  de  la  república,  donde  los  pone 
V     ordena     nuestro    señor     que   esta    en  todo    lugar. 
También  los  que   están   en  los  oficios    militares  que 
tienen  poder    de    matar,   y  derramar    sangre    allí    se 
criaron.    Por    esto    conviene   hijo    mió   muy    amado, 
que  vayas    allí   muy   de    voluntad,    y  que  no   tengas 
afección  á  ninguna  cosa  de  su   casa;  no   pienses    hi- 
jo  dentro   de   tí,  ni  digas  vive  mi  padre  y   madre,    vi- 
ven mis  parientes,  florece  y   abunda  en  mi  casa  donde  na- 
cí: hay  riquezas  y  mantenimientos:  tengo  bien   de   comer  y 
beber:   el  lugar   donde  naci,  es  lugar  deleitoso  y  abundante: 
no  te   acuerdes  de  ninguna  de  estas    cosas.    Oye    lo 
que  has   de  hacer,    que    es   barrer,  y  coger  las  bar- 
reduras,   y  aderezar    las    cosas    que   están  en   casa: 
haste   de  levantar  de    mañana,  velarás    de  noche,  [a] 
lo    que  te  fuere    mandado    harás,  y  el  oficio    que    te 
dieren    tomarás;   y  cuando   fuere    menester  saltar,    ó 
correr  para  hacer    algo,  hacerlo  haz:  andarás  con  li- 
gereza, no    seas   perezoso,    no  serás   pesado;    lo    que 
te   mandaren    una    vez  hazlo  luego:  cuando   te  llama- 
ra)    Don  Carlos  Siguenza   cuando    traduce    este   mismo    razona- 
miento   dice    hermosamente:    „barrerás  estos    patios  por   donde  se 
pasea  el  Dios  de  la  magestad  acompañado  del  silencio....   Personi- 
ficar el  silencio  es  una  figura  bella,   atrevida    y  digna  de  Pmdaro. 
Tom.  II.  30 


228 
ren  una  sola  vez,    irás    con    diligencia,   no    esperes 
que   te   llamen    dos    veces.   Aunque    no   te  llamen   á 
ti,   ve  adonde    llaman    luego    corriendo,  y  harás    de 
presto  lo  que    te    mandaren    hacer,   y  lo  que   sabes 
que  quieren  se    haga,  hazlo  tu.    Mira  hijo  que    vas, 
no  á  ser  honrado,    no   á    ser   obedecido    y  estimado, 
sino  á  ser  mandado,  has  de  ser  humilde  y  menos  pre- 
ciado  y  abatido;  y  si   tu  cuerpo   cobrare  brio  ó    so- 
berbia, castígale   y  humillale,  mira   que  no  te  acuer- 
des de  cosa  carnal.    ¡Oh    desventurado   de  tí,   si  por 
ventura   consintieras  dentro    de    tu    corazón   algunos 
pensamientos  malos,  ó   sucios!  perderías  tus  mereci- 
mientos  y  las  mercedes   que  Dios  te  hiciera,  si   ad- 
mitieras tales  pensamientos.-   por   tanto  conviene  ha- 
cer   toda   tu    diligencia,   para    desechar   de   tí    tales 
apetitos    sensuales,   y   briosos.    Nota    lo   que  has   de 
hacer   que   es    cortar  cada   dia   espinas    de    maguey 
para   hacer  penitencia,  y    ramos   para    enrramar    los 
altares,    y    también     habéis   de    hacer    sacar   sangre 
(te    vuestro    cuerpo,    con    la    espina    de    maguey,    y 
bañaros   de    noche,    aunque   haga   mucho    frió;    mira 
que    no  te   hartes  de  comida,   sé   templado,    ama   y 
egerciía    la    abstinencia  y  ayuno.  Los  que  andan  fla- 
cos,   y    se    les    parecen    los    huesos,    no    desea     su 
cuerpo,  ni  apetece  las  cosas  de  la  carne;  y  si  alguna  vez 
viene  este   deseo  de   presto  pasa,  como  una  calentu- 
ra de  enfermedad.  No  te   cubras,    ni  uses   de  mucha 
ropa,    endurézcase  tu   cuerpo   con  el   frió,    porque   á 
la    verdad    vas    á  hacer   penitencia,    y    á    demandar 
mercedes  á  nuestro    señor,  á   procurar    sus    riquezas 
y    a   meter  la  mano  en  sus    cofres;    y   cuando  fuere 
tiempo     de    ayuno,    mira    que    no    lo    quiebres,   has 
todo    lo  que  hacen  los']  otros,  no  lo   tengas  por    pe- 
sado, apechúgate  con  el  ayuno  y    con  la  penitencia, 
y  también  hijo  mío  has  de  tener   mucho   cuidado  de 
entender  los  libros    de    nuestro    señor:  allégate  á  los 
sabios  y  hábiles,  y    de  buen  ingenio.  ¡Oh  hijo    muy 


amado'   mira   que   ya  entiendes,    ya  tienes  discreción 
no   eres   como   gallina.  Nota  otro   aviso  conque  cum- 
plimos contigo   los   viejos    y  sabios  que  somos,  guár- 
dale   muy   bien  dentro   de    tí,  mira  que  no   lo  olvi- 
des   y  si  te  rieres  de   ello,  serás   malaventurado.  Mu- 
chas otras    cosas  te  serán   dichas,  y  oirás  allá  donde 
vas  porque  es  casa  donde  se   aprenden  muchas    ver- 
dades, esto  que  te  digo  lo   juntarás  con  lo    que  alia 
overes    que    es  la   doctrina   de  los  viejos:   si  alguna 
cosa   oyeres,  ó    te  fuere    dicha,  y   no  la    entendieres 
derechamente,  mira   que  no  te    rías    de  ella.  ¡Oh  hi- 
jo   mió  muy  amado!   tiempo  es  de  que  vayas  a  aque- 
lla  casa   donde  estás  prometido,  comienza   á  egerci- 
tar    la   escoba   y    el  incensario."    Sigúese  la   plática 
conque    habla   á  la   mosuela   cuando    la   llevaban   al 
Calmecac.  Los   viejos  cuando  hablaban  al  mosuelo,  no 
hacen  pláticas  prolijas,   sino  coilas    y  en   buena  ma- 
nera; mas  las  viejas   cuando  hablan   á   las    mosuelas, 
hacen     las    pláticas   largas   porque    las    que    hablan 
habían  estado    en  el  monasterio  y  así  eran  bachille- 
ras:   dice  de   esta   manera  la   vieja  que  habla   á    la 
mosuela  que    va  á  entrar   en   el  monasterio.     „¡Hija 
mia    muy    amada    chiquitita ,    delicada    palomita    la 
mas   amada!    ya   habéis    oído     y    entendido  las   pa- 
labras    de    vuestros    padres   que    aquí    están:     cosas 
singulares   os  han  dicho,   y  raras  como  piedras  pre- 
ciosas muy   resplandecientes,   y    como    plumas    ricas 
muy   verdes,  muy    anchas   y   muy   perfectas,   que  las 
tenian  guardadas  en   su   pecho   y  en  su  garganta:  lo 
que  yo^ahora  quiero    hacer  és,    ayudar  á  los  que  han 
hablado    antes    de    mi,  y  tomar    la   mano   por  ellos, 
aunque   son  padres  y  madres  y  como   tales   han  ha- 
blado,  y   son   discretos   y   sabios,  y   son   como   can- 
dela, lumbre,   y  como  espejo.  Oye  hija  mía  muy  ama- 
da:  cuando  eras  chiquita  y  tiernecita,  aquí  están  los 
que  te  engendraron   y   te  ofrecieron   á  nuestro   señor, 
el  cual  está  en  todo  lugar,  para  que  seas    una    de 


230 
las   perfectas   hermanas   de  S.   M.,' de   las   hermosas 
vírgenes   que    son    como    piedras  preciosas,   y  como 
plumas   ncas;"ofreciéronte  para  que  entres  y  vivas  don- 
de   están,  en  su  guarda  y  recogimiento   con  las  re- 
ligiosas vírgenes    del    Calmecac;  y  ahora  que  ya    eres 
de   edad   de  discreción,  ruégote    que  de   todo  tu  co- 
razón   cumplas  el    voto   que    ellos  por  tí  hicieron.  Mi- 
ra que    no    le    desbarates,   ni    deshagas  ó  destruyas, 
pues   que    ya   eres    adulta  y  no  eres   niña    sino  que 
entiendes,  y   mira   que  no    vienes   á   alguna  casa   de 
malas  mugeres  donde  se   vive   mal;   vienes  á  la  ca- 
sa de    Dios   donde    es  llamado   y   adorado   con   llo- 
ros  y  con    lágrimas,    y   es  casa   de   devoción,  y   don- 
de nuestro  señor  comunica    sus    riquezas  á   sus   sier- 
vas,   y  ellas  rehinchan   las  manos  de  sus  dones,  y  don- 
de se  demanda  y  se    busca  con   penitencia   su  amor 
y  su  amistad.  En    este  lugar   quien  llora,   es   devota, 
suspira,  se  humilla,   y  se  llega   á   nuestro  señor,  ha- 
ce  gran  bien  para   sí,   porque  nuestro   señor  le   da- 
rá sus   dones,   y  le   adornará  y  hallará  merecimientos 
y    dignidad,    porque   Dios    señor    á  ninguno    menos- 
precia  m   deshecha,   antes   por    el    contrario,  el   que 
menosprecia   y  desdeña  el  servicio  de   nuestro   señor, 
él  mismo  se   hace  barranco  y   sima  en  que  caiga,  y 
nuestro  señor  le  herirá  y   apedreará   con   podredum- 
bre  del    cuerpo,   y  con  ceguedad    de  los   ojos  ó  con 
otra    enfermedad,   para   que    viva   miserable  sobre  la 
tierra,  y  se  enseñoree    de  él    la   miseria,  la   pobreza, 
la    ultima   aflicción   y   desventura.    Por    lo    cual  hija 
mía   muy    amada,  te   aconsejo,   que   de  tu    voluntad, 
con    toda    paz,  vayas  y  te  juntes   con  las    vírgenes 
muy  amadas  hermanas   de  nuestro  señor,  que  se  lla- 
man   las  hermanas  de  penitencia   que  lloran    con  devo- 
ción en    aquel  santo  lugar:    vé   aquí  lo   que    has   de 
hacer,  vé    aquí  lo  que  has  de  guardar.  Nunca  te  has 
de   acordar  ni    has  de   llegar  á  tu  corazón,  ni  jamás 
has    de  revolver   dentro  de    tí  cosa  ninguna  carnal; 


ha  de  ser  tu  voluntad,  deseo,  y  corazón,  como    una 
piedra   preciosa,  y  como   un   zafiro  muy    fino:  baste 
de   hacer   fuerza   á  tu   corazón  y   á  tu   cuerpo,  para 
olvidar   y   echar  muy  lejos  de  tí  toda  delectación  car- 
nal- has  de  tener  cuidado    asimismo    continuamente, 
de   barrer  y  limpiar  la  casa   de  nuestro  señor,  y  tam- 
bién   has  de   tener    cuidado  de  la  comida  y   bebida 
de    nuestro   Dios,    que   está  en  todo  lugar;  y  aunque 
es    verdad   que   no   tiene   necesidad  de  comer  y    de 
beber,   como  los  hombres   mortales,   tiénela  solamen- 
te de  ofrendas;  por   lo    cual  debes    apechugarte  con 
el    trabajo   de    moler  y  de  hacer    cacaoatl  para  ofre- 
cer. Haz    de  tener  cuenta  con  la  obediendia:  no  es- 
peres que   dos  veces  seas  llamada:  la  buena   doctri- 
na   y  el    buen   aprovechamiento,    en   la    virtud,    re- 
verencia,    temor,    humildad    y   paz,    hacen    la    verda- 
dera nobleza,  y   la  verdadera  generosidad:  mira  hija  que 
no  seas  disoluta,  ó  desvergonzada  ó  desbaratada.  Vi- 
van las  otras   como  quisieren,  no  sigas    el  mal  ejem- 
plo  ni  las  malas    costumbres  de  las  otras,  y  esto  de- 
bes de   notar   mucho,  que  te  humilles  y  te  encorbes: 
procura    con   todas   tus  fuerzas  de  te  llegar  á  nues- 
tro señor,  llámale  y  dale   voces    con  toda    devoción. 
Hija  mia  muy  amada,  nota  lo  que  te  digo,  no  te  de- 
mandarán cuenta  de  lo  que   las  otras  hacen   en    es- 
te   mundo,  de   nuestras  obras    hemos    de   darla,  ha- 
gan   los   otros  lo    que   quisieren:   ten    cuidado    de  ti 
misma,  mira  que   no   te  desvies   del  camino  derecho 
de   nuestro  señor:   mira  que    no  tropieces   en  alguna 
ofensa  suya:  con  lo  dicho  cumplen  contigo  tus   ma- 
dres y   padres,  y   tus  hermanos   mayores.   Hija  mía 
vete  en  hora   buena  á  la  casa  de  tu  religión.» 


■1 


232 


De 


CAPÍTULO    XXXXI. 

algunos  adagios   que  esta   gente   Mexicana   usaba. 


Mensagero  del  Cuervo, 

Este  refrán  se  dice,  del  que 
es  enviado  á  alguna  mensagería 
ó  con  algún  recado  y  no  vuel- 
ve con  la  respuesta.  Tomó  prin- 
cipio este  refrán  según  se  dice, 
perqué  Quetzalcoatl  rey  de  Tu- 
la vio  desde  su  casa  dos  muge- 
res  que  se  estaban  labando  en 
el  baño,  ó  fuente  donde  él  se  ba- 
ñaba, y  luego  envió  á  uno  de  sus 
corcobados  para  que  mirase  quie- 
nes eran  las  que  se  bañaban, y 
aquel  no  volvió  con  la  respuesta: 
envió  otro  page  suyo  con  el  pro- 
pio mensage,  y  tampoco  volvió 
con  la  respuesta;  envió  al  terce- 
ro, y  todos  ellos  estaban  viendo 
á  las  mugeres  que  se  lavaban, 
y  ninguno  se  acordaba  de  vol- 
ver con  la  respuesta,  y  de  aquí 
se  comenzó  á  decir:  moxoxoloti- 
tlani  que  quiere  decir,  fué,  y  no 
folvió   mas.   (a) 

El  que    todo   lo   sabe. 


él  y  dicen  tomachizoa,  como  si 
dijesen  es  un  bachiller,  ó  lo  que 
dice,  petrus  in  cunctis. 

Entremetido  en  todo,  (b) 

Di  cese  este  refrán  del  que  en- 
tra donde  no  habia  de  entrar  á 
mirar,  y  del  que  echa  mano  de 
lo  que  no  es  á  su  cargo,  y  se 
entremete  á  hacer  lo  que  los 
otros   hacen,   sin  ser  á  su  cargo.' 

Aun   hay  lugar  de    escapar   de 
este  peligro. 

Este  refrán  se  dice  del  que 
estando  borracho  mató  á  alguno, 
y  después  que  vuelve  en  sí,  ya 
está  preso  por  el  homicidio  y  di- 
ce, aun  no  estoy  enrredado  del 
todo:  aun  puédome  desenredar, 
porque  estaba  borracho  cuando 
maté,  y  no  supe  lo  que  me  hi- 
ce; y  por  esto  pienso  que  he  de 
escapar  de  esta  red  ó  de  este  la* 
zo. 


Dícese  este   refrán   por  via  de  Es  un  Merlin, 
mofar,  del    que    todo   lo    sabe  y 

entiende,   y    en  todo  habla,  y  en  Este  adagio  se  dice,  de  aquel 

todo   se   entremete:    búríanse   de  que   responde   con   facilidad,  [cj 

(a-)  Entre  nosotros  alude  al  Cuervo  que  mandado  por  Noé  de 
la  Arca  para  que  reconociese  la  tierra,  no  volvió  corno  después  lo 
hizo  la  Paloma.  Los  ascéticos  dicen  que  el  Cuervo  es  símbolo 
del  pecador,  que  con  su  ingratitud  no  corresponde  á  los  llama- 
mientos  de  la  divina  gracia.  Sobre  esto   desatina  Cornelio  Alapide. 

(b)  Entre  la   gente    popular    se  dice,..  Metr cuchara. 

(c)  Entre  nosotros  alude  al  sabio  Merlin,  de  que  habla  Cer= 
Yantes  en  su  Quijote. 


i  cualquiera  cosa  que  le  pregun- 
tan aunque  sea  dificultosa;  y  tam- 
bién que  tiene  medios  aptos  pa- 
ra cualquiera   cosa. 

Hay  dias  mal  afortunados. 

Este  refrán  se  dice  cuando  no 
hay  posibilidad  de  hacer  alguna 
cosa,  que  otros  dias  se  hace  con 
facilidad. 

Costumbre    es   en  el  mundo,  que 
unos  suban  y  otros  bajen. 

La  declaración  de  este  refrán, 
clara  está,  y  así  decían:  florece 
en  el  mundo  como  el  manzani- 
llo que  se  llama  texócotl  6  te- 
jocote,  que  tiene  manzanas  ma- 
duras, otras  que  van  maduran- 
do, y  otras  que  florecen:  á  este 
modo  dicen  del  mundo. 

í  A  nadie  menosprecies,  por  vil 
que  parezca. 

Este  refrán  se  dice,  porque 
los  que  parecen  viles  y  de  me- 
nosprecio, tienen  algunas  virtu- 
des dignas   de   precio  y  honra. 

La  gota  coba  la  piedra. 

Este  refrán  se  dicej  de  los  que 
porfían  6  perseveran  en  salir  con 
alguna  cosa  que  parece  es  difi- 
cultosa; asi  como  el  que  no  tie- 
ne habilidad  para  alguno  de  los 
oficios  mecánicos,  y  queriéndole 
aprender,  porfía  y  sale  con  él, 
por  esto  dicen  la  perseverancia 
hace  mucho. 
Salta  como  granizo   de  albarda. 

Este  refrán  tiene  clara  su  sig- 
nificación. 


233 

Lobo  en  piel  de  ooeja   ó  doblado 

Este  refrán  se  dice  de  aque- 
llos que  en  su  manera  de  ha- 
blar, de  mirar  y  de  andar,  son 
como  simples  y  llanos,  y  dentro 
son  maliciosos,  engañadores,  y 
aborrecedores,  dicen  uno,  y  ha- 
cen otro. 

Tiene  algún  trasgo  (ó  duende)  que 
le  ayuda. 

Dícese  este  refrán,  de  aque 
líos  que  no  parece  que  hacen 
nada  y  están  ricos,  y  de  aque- 
llos que  trabajan  poco  en  apren- 
der, y  en  comparación  de  loa 
que  trabajan  mucho  en  aprender, 
ó  en  ganar  la  vida,  saben  mas, 
y  tienen  mas. 
Cara  sin  vergüenza  ó  cara  de  palo. 

Esto  se  dice  de  aquellos  que 
no  tienen  empacho,  de  hablar  y 
parecer  entre  las  personas  sabias» 
siendo  ellos  de  poco  saber  y  de 
bajo  quilate. 

Porfiado. 

Este  se  dice  de  los  que  con- 
fian mucho  de  lo  que  dicen,  y 
lo  que  los  otros  dicen,  nunca 
les  parece  bien. 

Gloriase  de  las  niñerías,  ó  jactase. 

Este  refrán  se  dice  de  aque- 
llas personas  que  según  su  edad 
debiendo  de  haber  dejado  las  ni, 
ñerias  no  las  dejan,  sino  siem- 
pre las  llevan  adelante,  y  antes 
se  deleitan   en  ellas. 

Arranco  mi  misma  sementera,  ó  lo 
que    yo  siembro. 

Este  se  dice  de  aquellos  que 
tienen  algún  amigo,  y    por  po- 


h 


234 

ca  ofensa  luego  riñen  y  descom- 
padran con  él;  y  si  alguna  co- 
sa sabian  de  sus  secretos,  lue- 
go la  echan  en  la  plaza,  6  les 
dan  públicamente  con  ella  en  la 
cara. 

Come  otra  vez  lo  que  habia  de- 
sechado, de  la  boca  ó  del  cuerpo. 

Este  refrán  se  dice  de  aquel 
que  dio  á  otro  algo  dado,  y  des- 
pués  se   lo  tornó   á   pedir. 

Tiene  la  viga  en  el  ojo  y  no   la 
vé,  ó  no  vé  sus  fealdades  y   su- 
ciedades. 

Este  se  dice  de  aquel  que  tie- 
ne la  cara  sucia  y  no  la  vé,  y 
mas  propiamenüe  del  que  es  ne- 
cio y  se  tiene  por  sabio,  es  pe- 
cador, y  se  tiene  por  justo. 

No  se  palpa   asimismo. 

Es  lo  mismo  de   arriba. 

No   hace  ni  entiende,  cosa  á  de- 
rechas. 

Este  refrán  se  dice  de  los  ton-» 
tos  y   bobos. 

Árbol  sin  fruto,  ó  trabajo  sin 
premio. 

Este  refrán  se  dice  de  aque- 
llos que  trabajaron  por  alcanzar 
alguna  cosa,  y  después  de  mu- 
cho trabajo,  ni  la  alcanzaron,  ni 
salieron   con  ella. 

Arrebatador  ó  arañador. 

Este  refrán  está  claro  por  el 
ladrón. 


Mi  gozo  en  el  pozo-    donde  espe- 
raba agradecimiento  me  vino  con- 
fusión. 

Este  refrán  se  dice,  cuando 
alguno  hace  bien  á  otro,  y  el 
que  recibió  el  beneficio  respon- 
de con  desagradecimiento;  enton- 
ces se  dice:  mis  cabellos  abrie- 
ron mi  cara. 

Hablar  por  rodeos. 

Esto  se  dice  cuando  alguno  no 
queriendo  decir  la  verdad,  habla 
por  rodeos,  para  que  no  se  en- 
tienda lo  que  quiere  encubrir, 
y  satisfaga  al  que  le  pregunta, 
sin   decir   verdad. 

¿Con  qué  cara  me  miras? 

Este  se  dice  de  aquel  que 
quiso  engañar  á  otro  y  no  pu- 
do, y  después  de  descubierto  su 
atrevimiento,  el  que  le  entendió 
dicele,  ¿donde  está  tu  cara?  co- 
mo si  dijese  ¿con  qué  ojos  me 
miras  desvergonzado? 

El  me  lo  pagará. 

Esto  se  dice  cuando  uno  afren- 
ta á  otro  y  se  huye,  entonces 
dice  el  afrentado  cannoiacauhy 
que  quiere  decir,  no  se  me  es- 
capará que    no  me  la  pague. 

Nuestra  espinilla  ó  el  remedio 
de   nuestra  aflicción.. 

Este  se  dice  por  via  de  mo 
fa,  de  aquel  que  se  alaba  fal- 
samente de  haber  hecho  algunas 
valentías,  y  es  como  decir:  bla- 
sona del   ames  este  fanfarrón. 


235 


Todo  lo  sabe. 

Este  refrán  clara  está  su  sig- 
nificación, que  es  dicho  por  el  que 
se  jacta  de  sabet,  y  haber  visto  mu- 
chas cosas. 

Por  mi  lanza  lo  gané. 

Bate  refrán  se  dice,  el  que 
ganó  ó  mereció  alguna  cosa  muy 
bien  ganada  y  muy  bien  mere- 
cida, y  otro  le  contradice  ó  se 
la  quiere  retomar,  dice  en  su 
defensión  neiniuh,  como  si  dije- 
se, es   mi  sudor  y  mi  trabajo. 

JVo   pueden  ser  las   alas,   mas 
negras   que  el    Cuervo. 

Esto  se  dice  de  aquel  que 
echó  su  caudal  todo  en  alguna 
mercaderia,  y  se  le  perdió  en  la 
mar,  ó  de  otra  manera-  para  en- 
carecer su  pérdida  dice:  icnopi- 
llot  omomelauh,  el  mal  ha  veni- 
do  todo  junto. 

Iba  por  lana,  volví  trasquilado, 
y  tropecé  en   la  piedra. 

Este  se  dice  del  que  iba  á  ne- 
gociar alguna  merced  con  algu- 
na persona  de  suerte,  y  cayó  en 
su   desgracia  y   no  recabó  nada. 

Pensé  de  ganar  algo,  y  perdí  lo 
que   llevaba. 

Acontecióme  como  á  la  mari- 
posa, que  de  noche  se  llega  á 
la  candela  por  amor  de  la  luz 
que  la  deleita,  y  quémase  en  ella. 

También  se  aplica  á  muchas 
cosas  este  refrán,  las  cuales  es- 
tán  claras. 

Tóm.  II.  31 


Cara  de  cenizado. 


Este  se  dice  de  aquel  que  hi- 
zo algún  mal,  piensa  que  nadie 
lo   sabe,    y  sábenlo    todos. 

Derrama  solaces  desbaratados  de 
amigos,  ó  de  amistad. 

Este  refrán  se  dice  de  aquel 
que  es  malquisto  por  su  mala 
condición;  y  cuando  entra  don- 
de están  muchos  en  algún  rego- 
cijo, se  salen  todos,  unos  por 
acá,   y  otros   por   allá. 

Trabajo  sin  fruto. 

Este  refrán,  bien  clara  tiene 
su   significación. 

Gran    baladran. 

También  este  tiene  clara  la 
significación. 

Malcontentadizo. 

También  este  refrán  la  tiene 
clara,  y  á  estos  tales  los  respon- 
den; con  mucho  menos  que  es- 
to se  contenta  el  pajarito  huitzitzi- 
lin  (ó  chupamirto)  dícese  por 
via   de  mofa. 

Largo  en  hablar, 

Dícese  este  refrán,  á  contra- 
rio sensu,  de  los  que  apenas  les 
pueden  sacar  una  palabra  cuando 
es  menester,  por  ser  cortos  en  ha- 
blar, y  por  esto  le  dicen  ser  cor- 
tos en  palabras  por  ser  dema- 
siadamente   callados. 


238 


Boca  de  Golondrino. 


Este    refrán    se 
muy   parleros,    (a) 


por 


los 


No   es  ñudo  ciego  que   no  se  pue- 
de deshacer, flojamente  está  atado. 

Este  refrán  se  dice  de  aquel 
á  quien  acusan  de  alguna  cosa,  6 
le  arguyen,  de  que  con  facilidad 
se   puede  responder  ó  remediar. 


Otros  no  sé  cuantos  adagios  6 
refranes  hay,  que  en  el  lengua- 
ge  mexicano  deben  ser  algo,  por 
la  energía  de  los  vocablos  6  de 
la  lengua,  y  en  el  nuestro  son 
disparates,  y  muy  disgustados  y 
enfadosos,  como  se  verá  por  los 
que  aquí  están  escritos,  los  cua- 
les son  los  que  con  menos  enfa- 
do se  pueden  leer;  y  aun  no  sé 
si  habrá  alguno  que  sufra  acabar 
de  leerlos,  (b) 


CAPITULO  XXXXII. 

De  algunos  acertijos   ó  especies   de  enigmas  ó  adivinanzas 
de  los  muchachos  que  usa  esta  gente  mexicana. 


Que  cosa,  y  cosa  es  una  ji- 
cara azul  sembrada  de  maízes 
tostados,  que  se  llaman  momo- 
chtl:  este  es  el  cielo  que  está  sem- 
brado de   estrellas. 

¿Qué  eosa  y  cosa  que  vapor 
un  valle,  y  lleva  las  tripas  ar- 
rastrando? esta  es  el  ahuja  cuan- 
do cosen  con  ella,  que  lleva  el 
hilo   arrastrando. 

¿Que  cosa  y  cosa,  un  teponas- 
tli  de  una  piedra  preciosa  y  se- 
ñido  con  carne  viva?  es  la  ore- 
jera hecha  de  piedra  preciosa  que 
está  metida  en  la  oreja. 

¿Qué  cosa  y  cosa,  diez  piedras 
que  las    tiene    alguno    acuestas7. 


estas  son  las  uñas  que  están  so- 
bre los  dedos. 

¿Que  cosa  y  cosa,  que  se  to- 
ma en  una  montaña  negra,  y  se 
mata  en  una  estera  blancal  Es 
el  piojo  que  se  toma  en  la  ca- 
beza, y  se  mata  en  la  uña. 

¿  Que  cosa  y  cosa  una  caña  hue- 
ca que  esta  caniandol  Es  el  sa- 
cabuche .  ( Instrumento  músico 
que  trajeron  los  españoles.) 

¿Qué  cosa  y  cosa,  un  negri- 
llo que  va  escribiendo  con  vidria- 
do? Son  los  caracolitos  negros 
que  cuando  van  andando  dejan  el 
camino  por  donde  van,  vidriado 
con  unas  habitas  que  dejan. 


(a)  Este  proloquio  tiene  lugar  en  México;  aquí  no  se  sabe  guar- 
dar  un   secreto. 

(b)  Los  adagios  son  peculiares  de  los  Idiomas  en  que  se  usan; 
pierden  infinito  al  trasladarse  á  otra  lengua,  y  muy  pocos  censervan 
su  original  belleza,  y  propia  significación.  En  fin,  tienen  su  ati- 
cismo peculiar  que  no  puede  contrahacerse;  siempre  preferiré  los 
ele  Cervantes    en  su    Quijote. 


¿Que  cosa  y  cosa,  que  en  to- 
do el  manda  encima  de  nosotros 
se  encorba?  Son  los  penachos  del 
maíz  cuando  se  van  secando,  y 
encorbando.  t  . 

¿Qué  cosa  y  cosa  una  vieja 
monstruosa  debajo  de  tierra  que 
anda  comiendo  y  royendo?  Es  el 
topo. 

¿Qué  cosa  y  cosa,  una  cosita 
pequeñita  de  plata  está  atada  con 
una  hebra  de  hilo  de  color  cas- 
tañal Es  la  liendre,  que  está 
como  atada  al    cabello. 

¿Qué  cosa  y  cosa,  espejo  que 
está  en  una  casa  hecha  de  ra- 
mos de  pino?  Es  el  ojo  que  tie- 
ne las  cejas  como  ramada  de  pino. 

¿Qué  cosa  y  cosa,  un  cerro  co- 
mo loma,  y  que  mana  por  den- 
tro9.  Son  las  narices. 

¿Que  cosa  y  cosa  que  muele  con 
pedernales,    y 


allí 


ro  blanco  echado,  y 


tiene  un  enc- 
esta cercado 


carne?  Es  la  boca  que  tie- 
ne los  dientes  conque  mazca,  y 
la  lengua  tendida  en  medio,  es- 
tá cenada  con  carne,  son  los  la- 
bios. ,  . 

iQué  cosa  y  cosa  una  vieja 
que  tiene  los  cabellos  blancos  de 
heno,  y  está  cerca  de  la  puerta 
de  casa9.   Es  la  trox  del  maíz: 

¿Qué  cosa  y  cosa  que  dice:  sal- 
ta tú  que    yo  saltará?   Es  la  ma- 
no  del  teponaxtii  conque 
nen. 


lo   tie- 


237 
¿Qué  cosa  y  cosa,  piedra  blan- 
ca y  de  ella   nacen  plumas   ver- 
des? Es  la  cebolla; 

¿Qué  cosa  y  cosa,  que  tiene 
los  cabellos  canos  hasta  el  cabo, 
y  cria  plumas  verdesl  La  misma 
cebolla. 

¿Qué  cosa  y  cosa,   que 
mos  por    tres  partes,   y 
por  una?  La  camisa. 

¿Qué  cosa  y  cosa,  que  le  ras- 
can las  costillas  y  está  dando 
gritos?  Es  el  hueso,  que  se  usa 
en  los  areitos  por  sonajas. 

iQué  cosa  y  cesa,  que  entra 
en  la  m,ontaña,  y  lleva  la  len- 
gua sacada?  Es  la  hacha. 

¿Qué  cosa  y  cosa,  está  arri- 
mado á  la  azotea  el  bellaco  ca- 
beza de  olla?  La  escalera  que 
se  arrima  para  subir  á  la  azotea. 
¿Qué  cosa  y  cosa  van  guian* 
do  las  plumas  coloradas,  y  van 
tras  ellas  los  cuerbos?  Es  la  cha- 
mosquina  de  las  sábanas. 

¿Quú  cosa  y  cosa,  que  tiene  cu- 
taras de  piedra,  y  está  levanta- 
do a  la  puerta  de  casa?  Son  las 
postes  colaterales  de  la  puerta. 
¿Qué  cosa  y  cosa,  una  piedra 
almagrada  va  saltando9 
pulga. 

¿Qué  cosa  y  cosa-  que  va  por 
un  valle,  y  va  dando  palmadas 
con  las  manos  como  la  muger  que 
hace  pan?  Es  la  mariposa  que  va 
volando. 


capitulo  xxxxni. 

De  alo-unas  metáforas  delicadas  con  sus  declaraciones 


Dañas  el  lustre  y  preciosidad 
de  la  piedra  preciosa,  y  párasle 
como  piedra  áspera,  y  ahollada: 


manoseas,  desparpajas  ó  sobajas 
la  pluma  rica.  Por  metáfora  se 
dice  cuando  alguno  profana  algu- 


238 
na  cosa  santa  6  maltrata,  ú  des- 
honra alguna  persona  honrada,  ó 
de  gran  valor,  como  los  que  sin 
debida  reverencia,  reciben  al  san- 
tísimo sacramento;  y  también 
cuando  alguno  deshonra  alguna 
doncella. 

Por  ventura  atravezé  por  so- 
bre la  cabezera  de  él,  estando  dur- 
miendo, menospreciándole,  y  te- 
niéndole en  poco.  Esta  metáfora 
dicen  Jos  que  se  quejan  de  nues- 
tro señor  Dios,  de  que  los  mal- 
trata y  aflije  demasiadamente;  lo 
mismo  dicen  de  alguna  otra  per- 
sona quejándose  de  que  le  aflije  in- 
justamente, y    sin  razón. 

Defiendo  que  nadie  pase  por 
sobre  tu  cabeza  estando  durmien 
do.  Por  metáfora  quiere  decir: 
celo  y  defiendo  tu  honra  para  que 
nadie  la  perjudique. 

Es  mi  comida  y  bebida,  quie- 
re decir:  con  esto  gano  de  co- 
mer,    y  de  beber. 

Hanme  puesto  un  penacho  de 
esclavo,  y  hanme  rodeado  al  cuer- 
po una  soga;  quiere  decir  por 
metáfora:  en  este  oficio,  ó  car- 
go que  me  han  dado,  hanme  he- 
cho esclavo  y  siervo  de  la  repú- 
blica, ó  de  las  personas  á  quien 
rijo. 

Hete  dado  la  vanderilla  que 
has  de  llevar  ñ  la  muerte,  y  el 
papel  que  se  llama  teteviil,  qve 
se  dá  ñ  los  que  han  de  matar 
por  justicia,  y  aquella  es  señal 
de  que  se  despide  ya  de  este  mundo. 


Por  metáfora  se  dice  del  que  avi- 
sa á  su  amigo,  para  que  se  guarde 
de  algún  vicio  en  que  anda,  de 
que  muchas  veces  le  ha  avisa- 
do, dícele:  esta  vez  te  aviso,  y 
nunca  mas   te  avisaré. 


Cuando  estuvieres  junto  á  la 
hoguera,  ó  al  pie  de  la  horca,  te 
acordarás  de  lo  que  te  avisé: 
quiere  decir,  muchas  veces  te  he 
avisado  que  te  enmiendes,  y  no 
quieres,  al  pie  de  la  horca,  ó 
junto  á  la  hoguera,  os  pesará  de 
no  haber  recibido  mi   consejo. 

Bellaco  desgreñado  sucio.  Por 
metáfora  se  dice  de  aquel  que 
ha  hecho  alguna  afrenta  ó  deso- 
bediencia á  su  padre,  ó  á  sus  ma- 
yores, ó  á  los  que  rigen  en  el 
pueblo. 

Está  lleno  este  lugar  de  ala- 
cranes, h ortigas,  espinas  y  abro- 
jos. Por  metáfora  se  dice  andas 
en  pleito  con  el  señor,  ó  delan- 
te del  señor  ó  juez:  mira  que 
andas  en  peligro  entre  los  alacra- 
nes &c. 

Está  lleno  de  polvo,  y  de  es- 
tiércol, y  por  metáfora  se  dice  : 
de  los  que  han  ganado  el  seño- 
rio  que  tienen,  ó  la  hacienda  que 
poseen  con  engaños,  6  con  men- 
tiras, y  así  les  dicen:  tú  hacien- 
da, ó  tú  señorio,  no  es  limpia- 
mente ganada  que  está  llena  de 
polvo  y  de  estiércol,  de  engaños 
y  hurtos, 

Tienen  los  ojos  puestos  en  tí 
todos,  quiere  decir:  que  los  ba- 
jos y  populares,  tienen  esperan- 
za de  ser  favorecidos  y  abriga- 
dos ¡de  sus  mayores,  y  así  dicen 
del  mayor  y  del  señor  que  los 
rige,  sea  arzobispo,  ú  obispo,  6 
viso-rei  Mitzoalixtlapalitzticamit- 
zoulnacazytztica  .  Señor,  todo  el 
pueblo  tiene  los  ojos  puestos  en 
vos,  como  quien  les  ha  de  ha- 
cer mercedes,  y  favorecer  en 
todo. 

Bel  cielo,  ó  de  entre  las  nubes 


ha  venido:  por  metáfora  se  dice 
de  alguna  persona  notable,  que 
vino  á  algún  lugar,  ó  reino  que 
no  le  esperaban,  y  hace  gran  pro- 
vecho á  la  república,  (a) 

Aun  no  se  ha  desecho  el  hu- 
mo, ó  la  niebla  de  él,  que  quie- 
re decir:  aun  no  se  ha  perdido 
la  memoria  de  su  fama,  y  de 
su  loa. 

El  mar  ó  la  chamusquina  vi- 
ne sobre  nosotros:  dícese,  de  la 
pestilencia,  ó  guerra  cuando  se 
acaba.  Hay  asientos  y  estrados 
de  tigres  y  águilas,  que  quiere  de* 
cir,  hay  soldados,  y  hombres  va- 
lientes de  guerra,  que  murieron 
por  su  defensión. 

Alas  de  ave,  y  cola  de  ave, 
quiere  decir,  hay  gente  popular 
y  republicana.  Ave  que  tiene 
alas  y  cola,  se  dice  por  metá- 
fora, por  el  señor,  gobernador  ó 
rey. 

Cosa  espinosa,  ó  cscabroza  que 
no  osan  llegar  á  ella  por  las  es- 
pinas que  tiene:  quiere  decir,  per- 
sona venerable,  y  digna  de  ser  te- 
nida y  acatada,  como  son  los  se- 
ñores  y  cónsules,  ¿fe. 

Cosa  dulce  y  sabrosa  de  co- 
mer: se  dice  por  el  pueblo  6  tier- 
ra,  que  es  deleitosa,  y  abundosa. 

Cabellos,  uñas,  espina,  barbas, 
cejas,  y  kastilla  de  piedra  precio- 
sa, se  dice,  por  el  que  es  noble, 
ó  generoso  ó  de  linage  de  se- 
ñores. 


239 

Cara  y  ofeja  de  alguno:  se 
dice  por  los  embajadores. 

Retrato  é  imanen  de  alguno: 
se  dice  por  el  que  succedió  á 
otro  en  oficio,   ó  dignidad. 

Salió  de  las  entronas,  ó  de  la 
rrarganta:  se  dice  por  la  oración 
y   plática  que  dice  el  orador,  [b] 

Su  resuello,  espíritu  ó  su  pa- 
labra: se  dice  por  el  razona- 
miento que  hace  el, señor  á  sus 
principales,  ó  el  predicador  á  los 
oyentes. 

Lumbre  y  hacha  encendida,  de- 
chado, modelo  y  espejo  ancho, 
por  el  sermón  que  el  predicador 
predica,  y  el  buen  ejemplo  que 
alguno   dá. 

Cofre  y  arca,  y  por  metáfora 
quiere  decir,  persona  que  guar- 
da bien  el  secreto,  que  le  está 
encomendado,  ó  persona  muy  ca- 
llada. 

Abeja  ó  abejón,  que  coje  miel 
de  las  flores,  por  el  que  es  mu- 
chas veces    enviado  para  comer. 

Es  mi  madre  y  mi  podre  el 
muladar  y  camino  horcajado:  por 
metáfora  se  decia  esto  de  las 
mugeres,  que  se  daban  por  hay 
á  quien  quiera,  y  de  los  hombres 
bres  viciosos,  con  muchas  mu- 
geres. 

Arrojar  en  el  suelo  la  cara 
y  los  dientes:  por  metáfora  se  di- 
ce de  las  personas  venerables 
que  dicen,  ó  hacen  alguna  cosa 
indigna  de  sus  personas. 


(a)  Se  puede  aplicar  al  general  D.  Manuel  de  Mier  y  Teran, 
que  desterrado  á  los  confines  de  la  República  para  obscurecer  su 
mérito,  y  que  no  tuviera  parte  en  los  negocios  públicos,  se  presen- 
tó en  Tamaulipas,  cuando  mas  necesaria  era  allí  su  persona,  y  con 
su  sabiduria  y  valor,  contribuyó  muy  eficazmente  á  la  derrota  del 
general   Barradas  Español   invasor  en  setiembre  1829. 

(b)  Esta  frase  tiene  mucho  uso  en  los  razonamientos  del  lib.  6® 


" 


240 

No  es  cosa  que  se  puede  guar- 
dar en  cofre,  6  en  arca:  por  me- 
táfora se  dice  de  las  mozas  que 
por  no  estar  en  casa  encerradas, 
caen  en  manos  de  quien  las  des- 
honra. Y  cuando  le  dicen  esto 
á  ios  padres,  responden:  ella  tie- 
ne la  culpa,  que  yo  no  la  pue- 
do meter  en  arca,  ó  en  cofre. 
.  Derramáronse,  y  esparciéron- 
se piedras  preciosas-,  zafiros  y  es- 
meraldas Jiñas:  por  metáfora  se 
dice  del  que  predicó  muy  bien 
6   del  oro   entre   los  señores. 

Labra  casquillos  de  saetas,  de 
piedras,  de  navajas,  y  endereza 
cañas  de  saetas  para  tirar:  díce- 
se  del  que  aborrece  á  alguno, 
y  busca  maneras  para  le  dañar 
ó   le   matar. 

Escupidura  6  gargajo:  por  me- 
táfora quiere  cecir,  mentira  ó  fal- 
cedacl. 

Están  asidos  los  unos,  con  los 
eíros:  se  dice  por  los  que 
están  en  paz,  y  se  quieren  y  se 
tratan  bien. 

Plumage  rico,  y  de  perfecta  co- 
lor: dicese  por  la  oración  per- 
fecta elegante,  y  muy  bien  com- 
puesta. Eres  cedro  y  árbol  de 
gran  sombra,  se  dice  por  cual- 
quiera señor,  ó  principal  que  es 
liberal,  y  consuela  y  favorece  á 
sus  vasallos. 

Nuestro  muro  y  nuestra  pa- 
red: se  dice  por  el  señor  que 
defiende  á  sus  vasallos.  Andas 
hondeando  en  la  agua,  ó  las  hon- 
das, ó  el  viento  se  irae  de  acá 
para  alia:  esto  se  dice  por  el 
hombre    desasosegado. 

Haste  hecho  conejo,  liaste  he- 
cho ciervo:  esto  se  dice  de  aquel 
ó  aquella  que  se  van  de  casa 
de    su   padre,   y  andan  de   pue- 


blo en  pueblo,  y  de  tianguiz  en 
tianguiz,  sin  querer  obedecer  á 
sus  padres. 

Agua  fría,  agua  helada  envía 
nuestro  señor:  por  metáfora  so 
dice  esto  de  la  pestilencia,  ham- 
bre ú  otras  aflicciones  que  en- 
vía nuestro  señor  para  nuestro 
castigo. 

Tú  mismo  te  has  despeñado» 
Se  dice  por  el  que  por  su 
culpa  cayó  en  algún  gran  crimen 
ó    peligro. 

Resbalan  y  deslízanse  muchos 
en  presencia  del  trono  y  del  es- 
trado, y  nadie  se  escapa:  quiere 
decir,  el  que  cae  en  la  ira  del 
señor  ó  rei,  no  se  puede  esca- 
par  de  sus  manos. 

Los  que  roen  las  teñas  y  los 
que  traen  las  manos  al  cuello: 
por  metáfora  se  dice  de  los  po- 
bres hambrientos  y  muy  necesi- 
tados, decian  de  esta  manera: 
haz  misericordia  con  tus  huérfa- 
nos, y  con  los  pobres  que  andan 
muertos  de  hambre,  y  royendo 
sus  uñas,  y  traen  las  manos  cru- 
zadas delante  de  los  pechos,  por 
la  grande  inopia,  y  andan  de- 
mandando de    puerta  en  puerta. 

De  verdad  tiene  ojos  y  orejas: 
por  metáfora  quiere  decir,  es  per- 
sona prudente,  sabia,  hábil  y  es- 
perta. 

Abrojos  y  espinas:  por  me- 
táfora se  dice  de  los  que  son 
reboltosos  y  perturban  la  paz  de 
la  república  con  mentiras,  y  mur- 
muraciones. 

Nuestro  señor  nos  ha  pellizca- 
do en  la  oreja,  ó  en  el  hombro': 
por  metáfora  se  dice  cuando  se 
yelan  los  mantenimientos,  ó  por 
otra  ocasión  tiene   hambre. 

Llevó  el  agua    las  piedras,  y 


ios  maderos  por  su  gran  ímpe- 
tu: por  metáfora  se  dice  esto, 
cuando  algún  gran  trabajo  se  re- 
crece á  la"  república,  con  lo  cual 
muchos   son  aflijidos. 

Esto  dejaron  escrito,  6  pinta- 
do por  memoria  los  antiguos:  es- 
to se  dice  de  las  leyes,  y  cos- 
tumbres que  dejaron  los  antiguos 
en   la  república, 

A  mi  siniestra,  y  debajo  de  mi 
sobaco  te  pondré:  por  metáfora 
quiese  decir:  serás  el  mas  alle- 
gado á  mí  de  todos,  serás  otro 
yo.   (Esto  decia  el  señor  á   al- 


241 

gun  pilli  ó  tecutli.)  Seme  fiel, 
que  yo  te  haré  mi   segundo. 

Ábrese  el  cielo,  rómpese  la 
tierra:  por  metáfora  quiere  decir 
una  maravilla,  y  un  milagro  nun- 
ca visto. 

Otras  metáforas  hay,  cuyo  len- 
guage,  es  mas  necesario  á  los 
confesores  para  entender  á  los 
naturales,  que  curioso  el  sentido  de 
ellas  para  los  curiosos  en  lectu- 
ras de  libros,  y  por  esta  causa, 
no  puse  mas  de  estas,  parecien- 
dorae  basíar  para  entender  la 
plática,  y  trato  de  estos  naturales. 


Fué  traducido  en  lengua  espa- 
ñola por  el  dicho  P.  Fr.  Bernardi- 
no  de  Sahagun,  después  de  treinta 
años  que  se  escribió  en  la  lengua 
mexicana,  en  este  año  de   1577. 


FIN  DEL  LIBRO  SESTO. 


242 


3*S®Ii®@®* 

Vuan  desatinados  habían  sido  en  el  conocimiento 
de  las  criaturas,  los  gentiles,  y  nuestros  antepasados 
así  griegos  como  latinos,  está  muy  claro  por  sus 
mismas  escrituras,  de  las  cuales  nos  consta  cuan 
ridiculosas  fábulas  inventaron  del  sol,  y  de  la  luna,  y 
de  algunas  de  las  estrellas,  agua,  fuego,  tierra  y  aire, 
y  de  las  otras  criaturas;  y  lo  que  peor  es,  que  les  atri- 
buyeron la  divinidad,  adoraron,  ofrecieron,  sacrifica- 
ron, y  acataron  como  á  dioses.  Esto  provino  en  par- 
te por  la  ceguedad  en  que  caímos  por  el  pecado 
original,  y  en  parte  por  la  malicia  y  embejecido  odio, 
de  nuestro  adversario  Satanás,  que  siempre  procura 
de  abatirnos  á  cosas  viles,  redicuíosas  y  muy  culpa- 
bles. Pues  si  esto  pasó,  (como  sabemos)  entre  gen- 
te de  tanta  discreción  y  presunción,  no  hay  porque 
nadie  se  maraville,  porque  se  hallen  semejantes  co- 
sas entre  esta  gente  tan  párbula,  y  tan  fácil  para 
ser  engañada;  pues  á  propósito  que  sean  curados 
de  sus  cegueras,  así  por  medio  de  los  predicadores 
como  de  los  confesores,  se  ponen  en  el  presente  li- 
bro algunas  fábulas,  no  menos  frias  que  fríbolas  que 
sus  antepasados  los  dejaron  del  sol,  luna,  estrellas,  y 
de  los  elementos,  y  cosas  elementadas.  Al  fin  del 
libro  se  pone  la  manera  del  contar  de  los  años,  y 
del  año  del  jubileo,  que  era  de  cincuenta  en  cincuen- 
ta y  dos  años,  y  de  las  notables  ceremonias  que  en- 
tonces haciañ. 


AL  LECTOR. 

JRazon  tendrá  el  lector  de  disgustarse  con  la  lectura  de 
este  7  °.  libro,  y  mucho  mayor  la  tendrá  si  entiende  la  len- 
gua indiana  juntamente  con  la  española,  porque  en  es- 
pañol el  lenguage  va  muy  bajo,  y  la  materia  de  que  se  tra- 
ta en  este   7  °    libro,   va  tratada  del  mismo  modo;  es- 
to es,  porque  los  mismos  naturales    dieron   la  rela- 
ción de  las  cosas   que  en  este  libro   se   tratan  muy 
bajamente   según  que  ellos  las   entienden,  y  en  común 
dialecto,  y   así  se  tradujo  en    la  lengua  española   en  el 
mismo   estilo,  y   en    bajo   quilate    de    entendimiento; 
pretendiendo   solamente,   saber  y  escribir  lo   que  ellos 
entendian    en   esta  materia  de    astrologia  y  filosofía 
natural,  que  es  muy  poco  y  muy  superficial.  Otra  cosavá 
en  la   lengua   que  también    dará   disgusto   al  que   la 
entendiere,  y  es  que  de  una  cosa   van  muchos  nom- 
bres sinónimos,   y  una   manera  de  decir,  y   una  sen- 
tencia  vá    dicha  de  muchas  maneras.   Esto   se  fo'zo 
á  posta,  por   saber  y  escribir  todos  los  vocablos    de 
cada   cosa,  y  todas  las  maneras  de  decir  de  cada  sen- 
tencia, y   esto  no  solamente  en  este  libro,  pero  tam- 
en  toda  la  obra.  VALE. 


Tóm.  II. 


32 


244 


LIBRO    SÉTIMO 


QUE    TRATA 
DE  LA  ASTROLOGIA  NATURAL, 

QUE  ALCANZARON    LOS   NATURALES  DE  ESTA  K    E. 


CAPÍTULO  I. 

Del  Sol  [a] 


E, 


l  sol  tiene  propiedad  de  resplandecer,  de  alum- 
brar, y  de  echar  rayos  de  sí:  es  caliente  y  tuesta,  ha- 
ce sudar,  pone  hosco  ó  loro  el  cuerpo,  y  la  cara  de 
la  persona.  Hacian  fiesta  al  sol  una  vez  cada  año, 
en  el  signo  que  se  llamaba  naviolin,  y  antes  de  la 
fiesta  ayunaban  cuatro  días  como  vigilia  de  la  fies- 
ta, y  en  ella  ofrecian  incienso  y  sangre  de  las  ore- 
jas cuatro  veces,  una  en  saliendo  el  sol,  otra  al  me- 
diodía, otra  á  la  hora  de  vísperas  y  cuando  se  po- 
nía; cuando  á  la  mañana  salía  decían:  ya  comienza  el 
sol  su  obra  ¿qué  será  ó  que  acontecerá  en  este  dia?  y  á 
la  puesta  del  sol  decían:  acabó  su  obra  ó  su  tarca,  A 
las  veces  cuando  sale  el  sol,  parece  de  color  de  san- 
gre, toras  veces  parece  blanquecino,  y  otras  sale  de  co- 
lor enfermizo,  por  razón  délas  tinieblas  ó  de  las  nubes 
que  se  le  interponen.  Cuando  se  eclipsa  el  sol  pa- 
rece colorado,  parece  que  se  desasosiega  ó  que  se 
turba,  se  remese,  ó  revuelve,  y  amarillece  mucho.  Cuan- 

[a]     Esta  es   propiamente   hablando,  una  relación   mitológica,  co- 
mo las  metamorfosis   de   Ovidio, 


245 
Jo  le  vé  la  gente,  luego  se    alborota  y  tómale  gran 
temor,  V  luego  las  mugeres  lloran  á  voces,  y  los  hom- 
bres  dan  grita  hiriendo  las  bocas  con  las  manos,  y 
«  todas  partes   se   daban  grandes  voces  y  alaridos, 
vlue^buscaban  hombres  de  cabellos  blancos,  y  ca- 
L "blindas,  y  los   sacrificaban  al  sol,  y  también  sa- 
crficaban 'cautivos:  se   untaban  con  la  sangre  de   as 
ore  af  y  juntamente   se  ahugeraban  estas  con  punta* 
de   maguey,  y    pasaban  mimbres   ó   cosa    semejante, 
por   os*  ahngeros  que   las  puntas  habían  hecho;  y  lue- 
^o  por  todogs  los  templos   cantaban  y  tañían  hacien- 
do Sran  ruido,  y  decían  si   del   todo  se  acababa  de 
eclipsar  el    sol:  Lucarnas  alumbrará,  ponerse  han  perpe- 
tuas  tinieblas,  y   descenderán   los    demontos  y   vendrannos 
á  comer, 

CAPÍTULO  IL 

De   la  ¡una. 

Cuando  la  luna  nuevamente   nace,   parece  co- 
mo  un   arquito  de    alambre  delgado,  aun  no  resplan- 
dece  v   poco    á   poco  va  creciendo:  a  los  quince  días 
es  llena,  y  cuando   ya  lo  es,   sale   por  el   oriente    A 
la  pu-sta  del  sol    parece  como  una  rueda  de  molino 
craiide,  muy   redonda  y  muy  colorada,  y  cuando  va 
fubiendo  se  para  blanca  ó  resplandeciente:  aparece  co- 
mo un  conejo  en  medio  de  ella,  y  si    no  hay  nubes, 
resplandece  casi  como  el  sol   y  medio  día;  y  después 
de    llena  cumplidamente,   poco  á   poco    se   va   men- 
guando hasta  que  se  vá  á   hacer   como   cuando  co- 
menzó;  dicen   entonces,  ya  se  muere  la  ¡una,  ya  se  duer- 
me  mucho,   esto   es    cuando    sale   ya  con   el  alba:    al 
tiempo   de   la    conjunción    dicen,  ya  es  muerta   la  luna. 
La   fábula   del    conejo   que   está  en  la   luna  es  esta. 
Dicen  que   los  dioses  se  burlaron   con  ella,  y  dieron- 
la    con  un  conejo  en  la   cara,  y   quedóle   el  conejo 


!'   H 


246 
señalado   en   ella,  y  con  esto  escupiéronla  la   cara, 
quedándola   como    un   cardenal.   Después   de  esto  sa- 
le para   alumbrar  al  mundo:  decían  que  antes  que  hu- 
biese  día   en  el   mundo,   que   se  juntaron    los   dioses 
en    aquel  lugar   que   se  llama    Teutioacan  [que  es  el 
pueblo  de  S.  Juan   entre   Chiconauhtlan  y  Otumbá]  di- 
jeron los  unos   á  los   otros;  dioses,    -quien  tendrá  car- 
go de  alumbrar   al    mundo?    luego   á  estas    palabras 
respondió   un   dios  que   se  llamaba  Teeuzistccatl  y  di- 
jo: „Yo  tomo  á  cargo   de  alumbrar  al   mundo-»   lue- 
go  otra  vez  hablaron  los  dioses  y  dijeron:  ¿quien  se- 
ra  otro   mas?   al  instante  se  miraron  los  unos  á  los 
otros,  y  conferían  qoien  sería  el  otro,   y  ninguno  de 
ellos  osaba  ofrecerse  á  aquel  oficio,   todos  temian,  y 
se  escusaban.  Uno  de  los  dioses  de  que  no  se  hacia 
cuenta  y  era  buboso,  no  hablaba,  sino  que  oía  lo  que 
los  otros  dioses  decian:  los  otros  habláronle  y   di  é- 
roníe:    se    tu  el  que   alumbres  bubosito,  y  él  de   bue- 
na   voluntad   obedeció  á   lo  que  le  mandaron  y  res- 
pondió: „En  merced  recibo  lo  que  me  habéis  man- 
dado, sea  así»  y  luego  los   dos  comenzaron   á   hacer 
penitencia  cuatro  dias.  Después  encendieron  fuego  en 
el  íiogar  el  cual  era  hecho   en  una   peña   que  ahora 
laman   teutczcalli.    El   dios  llamado     Tecuzistecatl  todo 
ío  que  ofrecía  era   precioso,  pues  en  lugar  de  ramos 
oirecia   plumas   ricas    que  se   llaman  mmiquetzaUi:  en 
lugar  de  pelotas    de  heno,  ofrecia   pelotas   de  oro- en 
lugar  de  espinas  de   maguey,  ofrecia  espinas   hechas 
de  piedras   preciosas:  en  lugar  de  espinas  ensangren- 
tadas,  oírecia  espinas  hechas   de  coral  colorado,  y  el 
copal  que    ofrecía  era   muy  bueno.  El  buboso  que  se 
llamaba   JYanaoatzin,   en   lugar  de  ramos  ofrecia   ca- 
nas    verdes   atadas  de   tres   en   tres,   todas  ellas  lle- 
gaban a  nueve:  ofrecia  bolas  de   heno    y  espinas    de 
maguey,  y  ensangrentábalas  con  su  misma   sanore    y 
en  lugar  de  copal,  ofreeia  las  postillas  de  las    bubas 
A  cada   uno  de  estos  se  les  edificó  una  torre  como 


247 
monte:  en  los  mismos  montes  hicieron  penitencia  cua- 
tro noches  y  ahora  se  llaman  estos  montes  tzaqudh, 
están  ambos  cerca  el   pueblo  de    S.  Juan  que  se  lla- 
ma Teuhtioacan.  [a]  De  que  se  acabaron   las   cuatro  no- 
ches  de  su  penitencia,  esto   se  hizo  al  fin  o  al  rema- 
te de  ella,   cuando  la  noche  siguiente  á  la  media  no- 
che habian   de   comenzar   á  hacer   sas   oficios,  antes 
un  poco  de  la  mediania  de  ella,  dieronle   sus  adere- 
zos al    que  se  llamaba   Tecuzistecatl,  á  saber:  un  ph> 
mage  llamado  aztacomitl,  y  una  jaqueta  de    lienzo,  y 
al  buboso    que    se  llamaba   JVanaoatzin,  tocáronle    la 
cabeza  con  papel  que  se  llama  amatzontli,  y  pusiéron- 
le  una  estola  de  papel,  y  un  maxtk  de  lo  mismo.  Lle- 
gada   la  media   noche,  todos   los  dioses  se  pusieron 
en   derededor  del  hogar  que  se  llama  teutexcalh.   hm  es- 
te ardió  el  fuego  cuatro  días:  ordenáronse  los  dichos 
dioses  en  dos  rendes,  unos  de   la  una  parte  del  fue- 
go, y  otros  de  la  otra,   y  luego  los  dos  sobre  dichos, 
se    pusieron   delante  del  fuego,  y  las   caras   acia   él, 
en  medio   de  las  dos   rendes  de   los  dioses,  los  cua- 
les todos  estaban  levantados,   y  luego  hablaron  y  di- 
jeron á    Tecuciztecaíl:    „¡Ea  pues    Tecuciztecatl!   entra  tu 
en  el  fuego"  y   él  luego   acometió  para  echarse  en  él; 
y   como  el  fuego  era  grande  y  estaba  muy  encendi- 
do,  sintió  la  gran   calor,  hubo  miedo,  y  no  osó  echar- 
se en  él  y  volvióse  atrás.  Otra  vez  tornó  para  echar- 
se   en    la    hoguera    haciéndose    fuerza ,  y  llegándo- 
se ,  se   detuvo,   no   osó  arrojarse   en  la  hoguera,    cua- 
tro  veces  probó;   pero   nunca  se    osó   echar.    Estaba 
puesto    mandamiento  que    ninguno    probase   mas  de 
cuatro    veces.  De   que   hubo   probado   cuatro   veces, 
los   dioses   luego   hablaron  á    JVanaoatzin,   y   dijéron- 
le::.-:   ¡Ea   pues  J\anaoatzin!  prueba  tú;  y   como  le  hu- 
bieron    hablado     los    dioses,   esforzóse    y    cerrando, 
los  ojos,    arremetió,   y  echóse  en  el   fuego,  y    luego 
comenzó  á    rechinar  y  respendar  en  el  fuego,  como 
quien  se    asa.   Como  vio    Tecuciztecatl,  que   se   había 
(a)    Hoy  Teoühuacan. 


248 
echado  en  el  niego  y  ardia,  arremetió,  y  echóse  en 
la  hoguera,  y  dizque  una  águila  entró  en  ella  y  tam- 
bién se  quemó,  y  por  eso  tiene  las  plumas  hoscas 
ó  negrestmas.  A  la  posUe  entró  un  tigre,  y  no  se 
quemó,  sino  chamuscóse,  y  por  eso  quedó  mancha- 
do de  negro  y  blanco:  de  este  lugar  se  tomó  la  cos- 
tumbre de  llamar  á  los  hombres  diestros  en  la  guer- 
ra Quauhtbcelotl,  y  dicen  primero  Quauhtlt,  porque  el 
águila  primero  entró  en  el  fuego,  y  dicese  á  la  pos- 
tre ocelotl,  porque  el  tigre  [ocetotl]  entró  en  el  fuego 
á  la  postre  del  águila.  Después  que  ambos  se  hu- 
bieron arrojado  en  el  fuego,  y  que  se  habian  que- 
mado, luego  los  dioses  se  sentaron  á  esperar  á  que 
prontamente  vendría  á  salir  el  JYanaoazin.  Haviendo 
estado  gran  rato  esperando,  comenzóse  á  parar  co- 
lorado el  cielo,,  y  en  todas  partes  apareció  la  luz 
del  alba.  Dicen  que  después  de  esto  los  dioses  se 
hincaron  de  rodillas  para  esperar  por  donde  saldría 
JVonaoazin  hecho  sol:  miraron  á  todas  partes  vol- 
viéndose en  derredor,  mas  nunca  acertaron  á  pensar 
m  a  decir  á  que  parte  saldría,  en  ninguna  cosa  se 
determinaron:  algunos  pensaron  que  saldría  de  la  par- 
te del  norte,  y  paráronse  á  mirar  acia  él:  otros  acia 
medio  día,  á  todas  partes  sospecharon  que  habia  de 
salir,  porque  por  todas  partes  habia  resplandor  del 
alba;  otros  se  pusieron  á  mirar  acia  el  oriente,  y 
dijeron  aquí  de  esta  parte  ha  de  salir  el  sol.  El  di- 
cho de  estos  fué  verdadero:  dicen  que  los  que  mi- 
raron acia  el  oriente,  fueron  Quetzakoatl,  que  tam- 
bién se  llama  Ecatl,  y  otro  que  se  llama  Totee,  y 
por  otro  nombre  Anaoatlytecu,  y  por  otro  nombre  Tla- 
tlavictezcatiipuca,  y  otros  que  se  llaman  Mmizcoa,  que 
son  ¿numerables,  y  cuatro  mugeres,  la  primera  se 
llama  Tiacapan,  la  segunda  Teteu,  la  tercera  Tlacoeoaf< 
la  cuarta  Xocoyotl;  y  cuando  vino  á  salir  el  sol, 
pareció  muy  colorado,  y  que  se  contoncaba  de 
una  parte   á   otra,  y  nadie  lo  podía  mirar,  poique  qui- 


249 
taba  la  vista  de  los  ojos,  resplandecía,  y  echaba  ra- 
yos de'  sí  en  gran  manera,  y  sus  rayos  se  derra- 
maron por  todas  partes;  y  después  salió  la  luna  en 
la  misma  parte  del  oriente  á  par  del  sol:  primero 
salió  el  sol,  y  tras  él  la  luna;  por  la  orden  que  en- 
traron en  el  fuego  por  la  misma  salieron  hechos 
sol  y  luna.  Y  dicen  los  que  cuentan  fábulas,  ó  ha- 
blillas, que  tenían  igual  luz  conque  alumbraban,  y  de 
que  vinieron  los  dioses  que  igualmente  resplande- 
cían, habláronse  otra  vez  y  dijeron.  ¡Oh  dioses!  ¿co- 
mo será  esto?  ¿será  bien  que.  vayan  á  la  par?  ¿se- 
rá bien  que  igualmente  alumbren?  Y  los  dioses 
dieron  sentencia  y  dijeron:  „Sea  de  esta  manera. 
Y  luego  uno  de  ellos  fué  corriendo,  y  dio  con 
un  conejo  en  la  cara  á  Tecvciztecatl ,  y  oscure- 
cióle la  cara,  ofuscóle  el  resplandor,  y  quedó  co- 
mo ahora  está  su  cara.  Después  que  huvieron  sali- 
do ambos  sobre  la  tierra  estuvieron  quedos  sin  mo- 
verse de  un  lagar  el  sol,  y  la  luna;  y  los  dioses  otra 
vez  se  hablaron  y  dijeron.  ¿Como  podemos  vivir?  no 
se  menea  el  sol,  ¿hemos  de  vivir  entre  los  villanos? 
muramos  todos  y  hagámosle  que  resucite  por  nues- 
tra muerte,  y  luego  el  aire  se  encargó  de  matar  á 
todos  los  dioses  y  matólos,  y  dicese  que  uno  llama- 
do Xolotl,  reusaba  la  muerte,  y  dijo  á  los  dioses: 
¡oh  dioses!  no  muera  yo,  y  lloraba  en  gran  mane- 
ra, de  suerte  que  se  le  hincharon  los  ojos  de  llorar, 
y  cuando  llegó  á  él  el  que  mataba,  echó  á  huir,  y 
escondióse  entre  los  maizales,  y  convirtióse  en  pie 
de  maíz  que  tiene  dor.  cañas,  y  los  labradores  le 
llaman  Xohíl,  y  fué  visto  y  hallado  entre  los  pies  del 
maíz:  otra  vez  echó  á  huir  y  se  escondió  entre  los 
magueyes,  y  convirtióse  en  maguey  que  tiene  dos 
cuerpos  que  se  llama  mexóloth  otra  vez  fué  visto,  y 
echó  á  huir,  y  metióse  en  el  agua,  y  hizose  pez  que 
se  llama  Axolotl,  y  de  allí  le  tomaron  y  le  mataron; 
y  dicen  que  aunque  fueron  muertos  los    dioses,    no 


por  eso  se  movió  el  sol;  y  luego  el  viento  comenzó 
á  sumbar,  y  ventear  reciamente  y  el  le  hizo  moverse 
para  que  anduviese  su  camino;  y  después  que  el 
sol  comenzó  á  caminar,  la  luna  se  estuvo  queda  en 
el  lugar  donde  estaba.  Después  del  sol,  comenzó  la 
luna  á  andar;  de  esta  manera  se  desviaron  el  uno 
del  otro  y  así  salen  en  diversos  tiempos,  el  sol  du- 
ra un  dia,  y  la  luna  trabaja  en  la  noche,  ó  alum- 
bra en  ella:  de  aquí  parece  lo  que  se  dice,  que  el 
Tecucizcatl  habría  de  ser  sol,  si  primero  se  hubiera 
echado  en  el  fuego,  porque  el  primero  fué  nombra- 
do y  ofreció  cosas  preciosas  en  su  penitencia.  Cuan- 
do la  luna  se  eclipsa,  parece  casi  obscura,  ennegré- 
cese, párase  hosca,  luego  se  obscurece  la  tiejra;  cuan- 
do esto  acontecia,  las  preñadas  temían  de  abortar, 
tomábales  gran  temor  de  que  lo  que  tenían  en  el  cuer- 
po, se  habia  de  volver  ratón;  y  para  remedio  de  es- 
to, tomaban  un  pedazo  de  iztli  en  la  boca,  ó  ponían- 
le en  la  cintura  sobre  el  vientre,  para  que  los  niños 
que  en  él  estaban,  no  saliesen  sin  bezos,  ó  sin  nari- 
ces, ó  boquituertos,  ó  bizcos,  ó  porque  no  naciese 
monstruo.  Los  de  Xaltoca  tenían  por  dios  á  la  luna, 
y  le  hacían  particulares  ofrendas  y  sacrificios. 

CAPITULO  III. 

De   las  estrellas  llamadas   mastelejos. 


Hacia  esta  gente  particular  reverencia  y  también 
particulares  sacrificios  á  los  mastelejos  del  cielo,  que 
andan  cerca  de  las  cabrillas,  que  es  el  signo  del  to- 
ro. Ejecutábanlos  con  varias  ceremonias,  cuando  nue- 
vamente parecían  por  el  oriente  acabada  la  fiesta 
del  sol:  después  de  haberle  ofrecido  incienso  decían: 
„Ya  ha  salido  Yoaltecutli  y  Yacaviztli:  ¿qué  acontece- 
rá esta  noche,  ó  que  fin  tendrá,  próspero  ó  adver- 
so?   Tres   veces  pues  ofrecían  incienso,  y   debe  ser, 


251 

porque   ellos   son  tres  estrellas:   la  una  vez  á    prima 
noche,  la    otra  á  hora   de   las   tres,  la   otra   cuando 
comienza  á    amanecer.  Llaman  á  estas  estrellas  ma- 
malhoaztli,   y  por   este    mismo    nombre   llaman  a  los 
palos  con  que  sacan   lumbre,  porque  les  parece  que 
tienen   alguna  semejanza   con  ellas,  y  que  de   allí  les 
vino  esta  manera  de  sacar   fuego.    De   aquí  tomaron 
por   costumbre  de  hacer   unas  quemaduras  en  la  mu- 
ñeca  los  varones,  á  honra  de    aquellas  estrellas.  De- 
cían  que  el  que   no   fuese  señalado  con  ellas    cuan- 
do se  muriese,   que  allá  en  el   infierno  habían  de  sa- 
car el  fuego  de  su  muñeca,  barrenándola  como  cuan- 
do  acá  sacan  el  fuego  del  palo.  A  la  estrella   de  Ve- 
nus la  llamaba  esta  gente  ciíialpuíveyciílalin  [estrella  gran- 
de ó  de  la  alba]  y  decían  que  cuando  sale  por  el  oriente, 
hace    cuatro   arremetidas,  y  á  las   tres  luce  poco,  y 
vuélvese  á  esconder;   y  á  la  cuarta  sale  con  toda  su 
claridad   y  procede  por  su   curso;  y   dicen   de  su  luz 
que  procede  de  la  de  la  luna.  En   la  primera  arreme- 
tida  teníanla  de  mal   agüero,  diciendo   que   traía  en- 
fermedad consigo,  y  por   esto  cerraban   las  puertas  ó 
ventanas,   porque    no  entrase   su  luz,  y  á  veces  la  to- 
maban  por  buen  agüero,  según  el  principio   del  tiem- 
po en  que  comenzaba  á  aparecer   por  el   oriente. 
CAPITULO   IÍÍI. 
De    los   cometas. 
Llamaba  esta   gente   á   el  cometa,  «Mn  po- 
poca,  que  quiere  decir  (estrella  que  humea:)  [a]  teníanla 
por   pronóstico  de  la  muerte  de  algún  príncipe   ó  rey, 
o^de  guerra  ó   de  hambre:  la   gente  vulgar  decía,  es- 
ta es   nuestra  hambre.  A   k   inflamación   de  la  cometa, 
llamaba  esta  gente  citlalintlamina  ó  exhalación  del  cometa 
que  quiere  decir,  (la  estrella  tira  saeta)  y  decían  que  siem- 
pre que  aquella  saeta  caía  sobre  alguna  cosa  viva,  liebre, 
(a)     Al  volcan  de  Orizava  llamaban  Citlaltepec,   es  decir  Ivgar  de 
la  estrella  humeante,  porque  antiguamente  arrojaba  fuego  de  noche, 
y  figuraba  una  estrella:  hoy  ha  cesado  de  humear  como  el  popocatepctl. 
Tom.  II.  33 


252 
conejo,  ú  otro  animal,  donde  hería  luego  se  cria- 
ba un  gusano,  (a)  por  lo  cual  aquel  animal  no  era 
de  comer.  Por  esta  causa  procuraban  estas  gentes  de 
abrigarse  de  noche,  porque  la  inflamación  del  come- 
ta no  cayese  sobre  ellas.  A  las  estrellas  que  están 
en  la  boca  de  la  bocina  llamaba  esta  gente,  citlalxu- 
neeuilh,  píntanla  á  manera  de  S  revueltas  siete  estre- 
llas: dicen  que  están  por  sí  apartadas  de  las  otras, 
y  que  son  resplandecientes:  Uámanlas  cithlxunecuilli, 
porque  tienen  semejanza  con  cierta  manera  de  pan 
que  hacen  á  modo  de  S,  al  cual  llaman  xunecmlli,  el 
cual  se  comía  en  todas  las  casas  un  dia  al  año, 
que  llamaban  xuckühuitl  A  aquellas  estrellas  que  en 
alguna  parte  se  llaman  el  carro,  esta  gente  llama  es- 
corpión, porque  tienen  figura  de  él  ó  alacrán,  y  así 
se  llaman  en  muchas   partes  del  mundo. 

CAPÍTULO  IV. 

Del  viento. 

Esta  gente  atribuía  el  viento  a  un  dios  que 
llamaban  Quetzalcoatl,  bien  asi  como  dios  de  los  vien- 
tos. Soplan  estos  de  cuatro  partes  del  mundo,  por 
mandamiento  de  este  dios  según  ellos  decían:  de  la 
una  parte  viene  de  acia  el  oriente,  donde  eílos  di- 
cen estar  el  paraiso  terrenal  al  cual  llaman  thlocan. 
a  este  viento  le  llamaban  tlalocaiutl,  no  es  viento  fu- 
rioso: cuando  él  sopla  no  impide  á  las  canoas  andar 
por   el  agua.  El  segundo    viento  sopla  de  acia  el  nor- 

(a)  Efectivamente  á  los  conejos  ó  liebres,  sale  un  gusano  gran, 
de  en  alguno  de  los  brazuelos  ó  de  la  rabadilla,  de  "que  mueren 
sino  se  les  saca  en  cuanto  aparecen;  los  indios  dicen  que  dicho 
gusano  es  bueno  para  los  ojos.  A  los  canarios  también  <ale  un 
pequeño  granrío  en  la  punta  de  la  rabadilla  que  es  enfermedad 
mortal  para  ellos,  si  no  se  cuida  de  reventárselos  cuando  ya  es- 
ta  maduro.  Ellos  mismos  lo  indican  poniéndose  tristes  y  enca- 
potados. J 


253 
te,  donde   ellos   dicen  estar  el  infierno,  y  así  le  lla- 
man   mictlampachecatl,   que   quiere  decir    el  viento    de 
acia  el   infierno;  este  viento  es   furioso,    y   por   eso  le 
temen  mucho:  cuando    él  sopla  no  pueden  andar   por 
el  agua  las  canoas,   y  todos  los  que  andan  por  ella, 
se  salen   por  temor  cuando  él  sopla,  con  toda  la  pri- 
sa   que   pueden,  porque   muchas   veces  peligran    con 
él.  El  tercer   viento  sopla  de  acia  el  occidente,  don- 
de ellos   decian  que  era  la  habitación  de  las   diosas 
que   llaman   Cioapipilti,   llamábanle  Cioatlampa  ehecatl,  o 
Cioatecaiotl,  que    quiere    decir,  viento  que  sopla,  de  don- 
de  habitan  las  mujeres.   Este  viento    no    es   furioso  pe- 
ro es    frió,    hace    temblar  y    tiritar;    y    con    el   bien 
se  navega.  El  cuarto  viento   sopla  de   acia  el  medio- 
día, y  llámanlo  vitztlampa  ehecatl,  que  quiere  decir:  vien- 
to que  sopla  de  aquella  parte  donde  fueron  las  diosas   Vitz- 
naoa:   este  viento  en   estas   partes   es  furioso   y  peli- 
groso  para  navegar;  tanta   es  su   furia,   que   algunas 
veces  arranca  los    árboles,   trastorna   las  paredes,    y 
levanta  grandes   olas    en  el  agua;  las  canoas  que  to- 
pa  en  ella,  échalas  á  fondo,  las  levanta   en   alto:  es 
tan  furioso  como   el   cierzo  ó  norte,  (a) 

Por  diversos  nombres  nombran  al  relám- 
pago ó  rayo,  atribuíanlo  á  los  Tlaloques  ó  Tlama- 
cazques;  decian  que  ellos  hacian  los  rayos,  relámpa- 
gos y  truenos,  y  que  herían  con  ellos  á  quien  que- 
rían. 

CAPITULO  V. 

De  las   nubes. 


Las  nubes   y  las  pluvias  (ó  lluvias)  atribuían- 
las estos  naturales  á  un  dios  que   llamaban    Tlaluca- 

(a)  Denotábanlo  pintando  una  calavera.  En  Onzava  es  furioso, 
y  en  Veraciuz  descompone  mucho  el  cuerpo,  y  causa  dolor  de 
cabeza. 


I 

ií 


254 
tecutli  el  cual  tenia   muchos  otros   debajo  de  su  do- 
minio   a  los    cuales  llamaban  Ttekques,  y  Tlamacaz- 
ques.  Estos  pensaban  que  criaban  todas   las  cosas  ne- 
cesarias  para  el  cuerpo   como   maíz   y  frisóles  frc;  y 
ellos   enviaban  las   pluvias    para  que  naciesen    todas 
Jas  cosas  que  se  crian  en  la   tierra;  y  cuando  hacian 
nesta  a  este   dios  y  á   sus  sugetos,  antes  de  la  fies- 
ta  ayunaban  cuatro  dias  aquellos  que  llaman  Tlama- 
cazques    los    cuales   moraban   en   la  casa   del   templo 
llamado    Calmecac ,      y     acabado    el    ayuno,    si     al- 
gún  deiecto    entre   ellos  habia,   por  honra  de   aque- 
llos   dioses  le    maltrataban    en   la  laguna,    arrastrán- 
dole, y  acoceándole  por   el   cieno  y  por  el  agua,  (co- 
mo en   otras  partes  se   ha  dicho)    hasta  que  casi  lo 
ahogaban.     A   los    que     en    el  edificio     Calmecac  ha- 
cían   algún  defecto,    como  quebrar    alguna  basiia    ó 
cosa  semejante,  los  prendian  y  tenian  guardados  pa- 
ra  castigarlos  en  aquel  dia,  y  algunas  veces  los  pa- 
dres de  aquel  que  estaba  preso,  daban  gallinas,  man- 
tas u  otras   cosas  á  los    Tlamacazques,  porque  Jo  sol- 
tasen  y   no  lo  ahogasen.   A   los  que   maltrataban   de 
esta   manera,   m   sus  padres  ni  sus   parientes  osaban 
favorecerlos  m  hablar    por   ellos,   si  antes  no  los  ha- 
bían librado  estando  presos;   y   tanto  los  maltrataban 
nasta   que    los   dejaban   medio  muertos  arrojados  á  la 
orilla    del  agua,  entonces  los  tomaban  sus  padres,  y 
los   llevaban  á   sus   casas.   En   la   fiesta  de  estos  dio- 
ses, todos  los  macehuales   comían  maíz  cocido  hecho 
como    arroz,  y  los    Tlamacazques  andaban    bailando   y 
cantando  por  las  calles:   en  una  mano  traían  una  ca- 
na   de    maíz    verde,  y    en  otra    una     olla    con    asa. 
lie  este  modo  andaban  demandando  que  les    diesen 
maíz  cocido,   y  todos  los  macehuales  íes  echaban  en 
Jas  olías   que  traían   de  aquel  maíz  cocido:  estos  dio- 
ses   decían   que    hacian    las  nubes,    las   lluvias,  y   el 
granizo,  la  nieve,  los  truenos,    los    relámpagos  y  los 


255 
El  arco  del  cielo  es  á  manera  de  arco  de 
cantería,  tiene  apariencia  de  diversas  colores:  cuan- 
do aparece  es  señal  de  serenidad,  y  cuando  el  ar- 
co del  cielo  se  ponia  sobre  algún  maguey,  decían 
que  le  haria  secar  ó  marchitar,  y  también  decían,  que 
cuando  espesas  veces  aparece  el  arco  del  cielo,  es 
señal  que  ya  quieren  cesar  las  aguas. 

CAPÍTULO  VI. 

De   la  helada,   nieve  y  granizo. 

Señalaban  cierto  tiempo  de  la  helada,  dicien- 
do que  en  termino  de  ciento  veinte  leguas  en  ca- 
da un  año  helaba,  y  que  comenzaba  el  yelo  desde 
el  mes  que  llaman  ochpaniztli,  hasta  el  mes  llamado 
iitiíl;  porque  cuando  venia  este  mes  ó  fiesta,  toda  la 
gente  vulgar  decia  que  ya  era  tiempo  de  beneficiar, 
y  labrar  la  tierra,  sembrar  maíz,  y  cualquiera  géne- 
ro de"  semillas,  y  así  se  aparejaban  todos  para  tra- 
bajar. A  la  nieve  cuando  cae  casi  como  agua  ó  llu- 
via, llaman  ceppaiavitl,  casi  yelo  blanco  como  niebla, 
y  cuando  así  acontecía  decían  que  era  pronostico 
de  la  cosecha  buena,  y  el  año  que  venia  sería  muy 
fértil,  (a)  Cuando  las  nubes  espesas  se  veían  enci- 
ma de  las  sierras  altas,  decían  que  ya  venían  los  tla- 
loques  que  eran  tenidos  por  dioses  de  las  aguas 
y  de  las  lluvias.  Esta  gente  cuando  veía  encima  de 
las  sierras  nubes  muy  blancas,  decían  que  era  se- 
ñal de  granizos,  los  cuales  venían  á  destruir  las  se- 
menteras, y  así  tenían  muy  grande  miedo.  Y  para 
los  cazadores  era  gran  provecho  el  granizo,  porque 
mataba  infinito  número  de  cualquiera  aves  y  pája- 
ros; y  para  que  no  viniese  el  dicho  daño  en  los 
maizales,  andaban  unos  hechiceros   que   llamaban  te~ 

(a)     Año  de  nieves,   año  de  bienes  (proloquio   español,)   la  na- 
turaleza guarda  proporción  con  el  frió,  calor  y  lluvia. 


256 
cíuhtlaxquez,  que  es  casi  estorbadores  de  granizos, 
Jos  cuales  decían  que  sabían  cierta  arte,  ó  encan- 
tamiento para  quitarlos  ó  que  no  empeciesen  los 
maizales,  y  para  enviarlos  á  las  partes  desier- 
tas y  no  sembradas  ni  cultivadas,  ó  á  los  lugares  don- 
de  no  hay  sementeras  ningunas. 

CAPITULO  VIL 

De  la  manera   que  tenían  en   contar  los  años. 

Los  de  México,  ó  los  de  esta  Nueva  Espa- 
ña en  su  infidelidad  solían  contar  los  años  por  cier- 
ta rueda,  con  cuatro  señales  ó  figuras,  conforme  las 
cuatro  partes  del  mundo,  de  manera  que  cada  año 
se  contaba  con  la  figura  que  era  de  cada  una  de 
las  dichas  cuatro  partes,  Los  nombres  que  tuvieron 
puestos  á  las  cuatro  partes  del  mundo  son  estos:  [a]  vi- 
tztlampa,  que  és  el  medio  día  6  austro,  tlapcopcopa, 
que  es  el  oriente,  mictlampa,  que  és  el  septentrión, 
cioatlampa,  que  es  el  occidente  ó  poniente.  Los  nom- 
bres de  las  figuras  dedicadas  á  las  cuatro  partes, 
son  estas;  tochtli,  que  es  conejo,  y  era  dedicado  á 
vitztlampa,  que  es  el  medio  dia,  acatl,  que  es  caña, 
y  era  dedicada  al  oriente,  tecpatl,  que  es  pedernal 
dedicada  al  septentrión,  calli  que  es  dedicada  al  oc- 
cidente ó  poniente.  Así  que  el  principio  de  los  año» 
era  la  figura  de  conejo:  de  esta  manera  cetochtli,  un 
conejo,  y  luego  wncacatl,  que  es  dos  cañas,  y  luego 
eitecpatl,  que  es  tres  pedernales,  y  luego  navicatti  que 
es  las  cuatro  casas,  y  así  se  van  multiplicando  los 
números  de   cada  nombre,   ó  figura   hasta   los   trece. 

[a]  Vitztlampa  [ó  sea  medio  dia,]  Üapcopcopa  [ó  sea  oriente,] 
Mictlampa  [6  sea  septemírion,]  ciotlampa,  [ó  sea  occidente  ó  po- 
niente.] Léanse  así  estas  palabras  en  la  estampa  de  la  pfig.  345, 
tom.  1  f  de  esta  obra  pues  la  premura  del  tiempo  en  su&  publi- 
cación no  permitió  rectificarla. 


Y  acabados  los  cincuenta  y  dos  años,  tornaba  la 
cuenta  á  cetochtliacatl,  que  es  la  caña  figura  dedica- 
da al  oriente,  que  llamaban  tlapcopcopa,  y  tlavilcopa, 
casi  acia  la  lumbre,  ó  al  sol:  iecpatl  que  es  pedernal 
figura,  era  dedicado  á  mictlampa,  casi  hacia  el  in- 
fierno, porque  creían  que  á  la  parte  de  septentrión 
los  difuntos  se  iban.  Por  lo  cual  en  la  superstición 
que  hacia  á  los  difuntos  cubiertos  con  las  mantas, 
y  atados  los  cuerpos,  hacíanlos  sentar  buelta  la  ca- 
ra al  septentrión,  ó  midlampa.  La  cuarta  figura  era 
la  casa,  y  era  dedicada  para  el  occidente  ó  poniente 
al  cual  llamaban  cioatlampa,  que  es  casi  acia  la  ca- 
sa de  las  mugeres,  porque  tenían  opinión  que  en  el 
poniente,  viven  las  mugeres  difuntas,  que  son  diosas, 
y  en  el  oriente  viven  los  hombres,  y  que  los  hom- 
bres difuntos  que  están  en  la  casa  del  sol,  desde  el 
oriente  le  guian  haciéndole  fiesta  al  astro  cada  dia 
que  sale,  hasta  llegar  al  medio  dia;  y  que  las  mu- 
geres difuntas  que  llaman  cioapipiltin,  que  las  tienen 
por  diosas,  parten  del  occidente,  y  vánle  á  recibir 
al  medio  dia,  llévanle  con  fiesta  hasta  el  occiden- 
te. Así  que  cada  una  de  las  cuatro  figuras  por  la 
dicha  orden  de  trece  en  trece  años,  comienzan  la 
cuenta  de  los  años,  y  todas  las  cuatro  multiplicán- 
dose, llegan  al  numero  decimotercio:  cetochtli,  ornea- 
calle,  citecpatl,  navicalli,  macmltochtli,  seis  acatl,  siete 
iecpatl,  ocho  calli,  8rc.  y  con  trece  veces  cuatro,  se 
concluyen  los  cincuenta  y  dos  años.  Acabados  los 
cincuenta  y  dos  años,  según  dicho  es,  tornaba  la 
cuenta  otra  vez  á  cetochtli,  que  era  figura  á  la  par- 
te de  medio  dia,  que  llamaban  vitztlampa,  y  cuando 
se  volvia  el  dicho  cetochtli,  todos  temian  de  la  ham- 
bre, porque  creían  que  era  señal  de  grande  es- 
casas. 


258 


CAPÍTULO  VIII. 


Del   temor    que   tenían   á  la  hambre  cuando   andaba  la 
cuenta  de  los  años  en  cetoehtli,  y  de  la  provisión  que  ha- 
dan en   el  año   antes. 

Antes  que  llegaba  cetochtli,  á  quien  temían  mu- 
cho por  la  hambre,  todos  procuraban  de  juntar,  y 
esconder  en  su  casas  muchos  mantenimientos,  y  tj> 
dos  los  géneros  de  semillas  que  se  podrian  comer, 
aunque  eran  comidas  muy  bajas,  cuales  son  las  que 
se  dicen  en  este  capítulo:  polucatl,  es  una  semilla  de 
unas  yerbas  que  no  se  comen,  sino  por  grande  ne- 
cesidad. Este  popoiatl,  es  maíz  aneblado:  xolotzontli^ 
son  los  cabellos  que  las  mazorcas  tienen  colgados 
cuando  están  en  la  caña,  (a)  miaoatl,  son  aquellos 
penachos  que  tienen  las  cañas  del  maíz  cuando  ya 
están  grandes  las  mazorcas.  Este  metzolli,  (que  lla- 
man comunmente  mezote,]  son  las  raiduras,  ó  raspas 
del  maguey  cuando  le  abren  para  que  mane:  nochxu- 
chitl  res  la  ñor  de  la  tuna:  mexcalli,  son  las  pencas 
del  maguey  cocidas:  necutlatotonilU,  es  la  miel  recien- 
te que  sale  del  maguey,  calentada  al  fuego:  oauhtli- 
polocaio,  es  la  semilla  de  los  cenizos  sin  limpiar  con 
todas  sus  inmundicias.  Los  frisóles  los  guardaban  con 
todas  las  ramas,  hojas  y  vainas,  porque  todo  se  apro- 
vechaba en  tiempo  de  hambre:  y  cuando  aconte- 
cía la  dicha  hambre,  entonces  se  vendían  por  escla- 
vos muchos  pobres  hombres  y  mugeres,  y  comprá- 
banlos los  ricos  que  tenían  -muchas  provisiones  alle- 
gadas, y  no  solamente  los  dichos  pobres  se  vendían 
así  mismos,  sino  que  también  vendían  á  sus  hijos,  y 
á  sus  descendientes,  y  á  todo  su  linaje,  y  así  eran 
esclavos  perpetuamente,  porque  decían  que  esta  ser- 
vidumbre que  se  cobraba  en  tal   tiempo,  no  tenia  re- 

(a)    Por   donde  se  comunica  el  agua  á  cada  grano  de  maíz,  y 
sirven  de  vehículo. 


259 
medio  para  acabarse  en  algún  tiempo,  porque  sus 
padres  se  habian  vendido  por  escapar  de  la  muer- 
te, ó  por  librar  su  vida  de  la  última  necesidad,  y 
decian  que  por  su  culpa  les  acontecía  tal  desastre; 
porque  ellos  sabiendo  que  venia  la  dicha  hambre, 
se  habian  descuidado,  y  no  habian  curado  de  reme- 
dio, y  asi  decian  después,  que  los  tales  esclavos,  ha- 
bian cobrado  la  dicha  servidumbre  en  el  año  de  ce- 
tochtli,  y  los  descendientes  que  la  han  heredado 
de  sus  antepasados,  la  cual  se  decia  servidum- 
bre perpetua.  Pasado  el  año  de  cetochtli,  luego  vol- 
via  la  cuenta  de  los  años  al  umeacatl,  que  era  de 
la  parte  de  tlapeopa,  que   es  donde  nace  el   sol. 

CAPITULO  IX. 

De  la  gavilla   ó   atadura  de  los  años,  que  era  después  que 
cada  uno  de  los  cuatro  caracteres,   había   regido  cada   um 
trece  años  que  son   doce,  y  de  lo  que  en  este  año  de  cin- 
cuenta y  dos  hadan. 

Acabada  la  dicha  rueda  de  los  años,  al  prin- 
cipio del  nuevo  que  se  decia  umeacatl,  solian  hacer 
los  de  México  y  de  toda  la  comarca,  una  fiesta  ó 
ceremonia  grande  que  llamaban  toximmolpilia,  y  es 
casi  atadura  de  los  años,  y  esta  ceremonia  ^  se  ha- 
cia de  cincuenta  en  cincuenta  y  dos;  es  á  saber, 
después  que  cada  una  de  las  cuatro  señales,  habia 
regido  trece  veces  á  los  años:  decíase  aquella  fiesta 
toximmolpilia  que  quiere  decir,  átanse  nuestros  años, 
y  porque  era  principio  de  oíros  doce.  Decian  tam- 
bién xiuhtzitz quilo  que  quiere  decir:  se  toma  el  año  nue- 
vo, y  en  señal  de  esto,  cada  uno  tocaba  á  las  yer- 
bas, para  dar  á  entender  que  ya  se  comenzaba  la 
cuenta  de  otros  doce  años,  para  que  S3  cumplan 
ciento  cuatro  que  hacen  un  siglo.  Así  entonces  sa- 
caban también  nueva  lumbre,  y  cuando  ya  se  acer- 
Tóm.  IL  34 


260 
caba  el  día  señalado  para  sacarla,  cada  vecino  de 
México  solía  echar  ó  arrojar  en  el  agua,  azequias, 
o  lagunas,  las  piedras  ó  palos  que  tenían  por  dio- 
ses de  su  casa,  y  también  las  piedras  que  servían  en 
los  hogares  para  cocer  comida,  y  conque  molían 
axies  o  chiles,  y  limpiaban  muy  bien  las  casas,  y  al 
cabo  mataban  todas  las  lumbres.  Era  señalado  cier- 
to lugar  donde  se  sacaba  y  se  hacia  la  dicha  nue- 
va lumbre  y  ara,  encima  de  una  sierra  que  se  di- 
ce mxachthn  que  está  en  los  términos  de  los  pue- 
blos de   Itztapulapa  y   Colhuacan  dos  leguas   de    Méxi- 

C°i   y/e  a  la  dicIm  ]ljmbre  á  media  noche,  y  el 

palo  de  dó  se  sacaba  el  fuego  estaba  puesto  sobre 
el  pecho  de  un  cautivo  que  fué  tomado  en  la  guer- 
ra, y  e  que  era  mas  generoso,  de  manera  que  sa- 
caban la  dicha  lumbre  de  palo  bien  seco,  con  otro 
palillo  largo  y  delgado  como  hasta;  y  cuando  acer- 
taban a  sacarla  y  estaba  ya  hecha,  luego  inconti- 
nenti abrían  las  entrañas  del  cautivo,  y  sacábanle 
el  corazón,  y  arrojábanlo  en  el  fuego  atizándole  con 
el,  y  todo  el  cuerpo  se  acababa  en  el  fuego;  y  los 
que  tenían  oficio  de  sacar  lumbre  nueva,  eran  los  sa- 
cerdotes solamente,  y  con  especialidad  el  que  era 
del  barrio  de  Copolco,  tenia  el  dicho  oficio,  él  mis- 
mo  sacaba  y  hacia  fuego   nuevo. 

CAPITULO   X. 

Del  orden   que  guardaban    en   sacar  la  lumbre  nueva   en 

el  ano  cincuenta  y   dos,  y  todas  las  ceremonias  que  para 

sacarla    hacían. 

Está  arriba  'declarado  que  en  la  sierra  de  Vi- 
xachtlan    solían   hacer   fuego     nuevo,  y  la  orden  que 
tenían  en   ir  acia  aquella   sierra  es  esta:  que   en   la 
vigilia  ríe  la  dicha  fiesta  ya  puesto  el  sol,  se  apare- 
jaban  ios   sacerdotes  de  los   ídolos,  y  se  vestían  y 


MHULI 


H  rvnti*  i 


261 
componían  con  los  ornamentos  de   sus  dioses,  así  es 
que   parecían    ser   los   mismos;   y  al   principio  de  la 
noche    empezaban   á  caminar   poco  á  poco,  muy   de 
espacio,   y  con  mucha   gravedad  y  silencio,  y  por  es- 
to    decian   teunenemi,  que   quiere   decir:    caminan  como 
dioses.   Partíanse  de   México    y    llegaban  á   la    dicha 
sierra   ya   casi   cerca  de  media  noche,  y  el  dicho  sa- 
cerdote   del   barrio  de    Copoko  cuyo  oficio  era   de  sa- 
car  lumbre   nueva,  traía  en  sus  manos  los  instrumen- 
tos con   que    se  sacaba  el  fuego;  y  desde  México  por 
todo  el  camino,   iba   probando  la   manera  conque  fá- 
cilmente   se    pudiese    hacer   lumbre.    Venida  aquella 
noche    en  que  habia   de  hacer  y   tomar  lumbre   nue- 
va, todos  tenian    muy  grande    miedo,  y  estaban  es- 
perando   con  mucho "  temor   lo  que    acontecería;  por- 
que decian    y  tenian    esta   fábula  ó  creencia  entre  sí, 
que   si  no  se  pudiese   sacar  lumbre,  que  habria  fin  el 
linage   humano,  y  que    aquella   noche   y  aquellas  ti- 
nieblas serían    perpetuas:  que  el   sol    no    tornaría    á 
nacer  ó  salir:  que   de  arriba  vendrían  y  descenderían 
los   tztzimitliz   que   eran  unas  figuras  feísimas  y  ter- 
ribles, y  que  comerían   á  los  hombres  y  mugeres,  pol- 
lo cual   todos   se  subían  á   las   azoteas,  y  allí  se  jun- 
taban los   que  eran  de  cada  casa,  y   ninguno   osaba 
estar   abajo-    y  las  mugeres  preñadas,   en   su  rostro  6 
cara,  ponían  una  carátula  de  penca  de  maguey,  y  tam- 
bién encerrábanlas  en  las  troges,  porque  decian  y  te- 
nian  que  si  la  lumbre  no  se  pudiese  hacer,  ellas  tam- 
bién se  volverían  fieras  [a]    animales,    y  que   come- 
rían á  los  hombres   y  mugeres.  Lo  mismo  hacían  con 
los   niños,   pues   les   ponían   la  dicha  carátula  de  ma- 
guey en  la  cara,   y   no  los  dejaban  dormir,  ni   poco 
ni   mucho;    y  los  padres   y  madres  ponían  muy  gran 
solicitud   en   despertarlos,  dándoles  cada  rato  de  rem- 
pujones y  voces,   porque    decian  que  si    los   dejasen 

(a)     No   era  necesaria  esta  imaginaria  catástrofe,  para    que   mu- 
chas se  trocaran  en  tale». 

# 


262 

ra  que  todas  las  gentes  no  entendían  en  otra  cosa, 
sino  en  mirar  acia  aquella  parte  por  donde  se  miraba 
a  lumbre,  y  con  gran  cuidado  estaban  esperando 
la  hora  y  momento  en  que  habia  de  parecer  y  se 
viese   el   luego.  Cuando  estaba  sacada  la  lumbre  lúe- 

fnZl haC"a  h?§uera  muy  grande  para  que  se 
pudiese  ver  desde  lejos,  y  todos  vista  aquella  luz, 
Juego   cortaban   sus  orejas   con    nabajas,  y  tomaban 

n»rtl  TV"6  ******  X  esparcíanla  acia  aquella 
parte  de  donde  aparecía  la  lumbre,  y  todos  eran  obli- 
gados a  hacerlo,  hasta  los  niños  que  estaban  en  las 
cunas;  pues  también  les  cortaban  las  orejas,  porque 
decían  que  de  aquella  manera  todos  hacian  peniten- 
cia o  merecían.  Los  ministros  de  los  ídolos  abrian 
el  pecho  y  las  entrañas  del  cautivo  con  un  peder- 
nal agudo  como  un  cuchillo,  según  está  dicho  arri- 
ba,  y  en  otras  muchas  partes. 

CAPITULO  XI. 

De   lo  que  se  hacia  después  de  haber  sacado   el  fuego 
nuevo. 

Hecha  aquella  hoguera  grande,  según  dicho 
;¡S  fe  ministros  (de  los  ídolos  que  habian 
venido  de  México  y  de  otros  pueblos,  tomaban  de 
aquella  lumbre,  porque  allí  estaban  esperándola,  y 
enviaban  por  ella  los  que  eran  muy  ligeros,  y  cor- 
redores grandes,  y  llevábanla  en  unas  teas  de  pino 
hechas  a  manera  de  hachas:  corrian  todos  á  gran 
prisa,  y  a  porfía,  para  que  muy  presto  se  llevase  la 
lumbre  a  cualquier  pueblo.  Los  de  México  en  trayen- 
do aquella  lumbre,  con  dichas  teas  de  pino,  luego 
la  llevaban  al  templo  del  ídolo  de  VitzilopuctlL  y  po- 
níanla en  un  candelero  hecho  de  cal  y  canto,  co- 
locado delante  del  ídolo,  y  ponian  en  él  mucho  in- 


WKMSSMkSS 


¡■n 


cienso  de  copal.  De  allí  tomaban,  y  llevaban  al  apo- 
sento de  los  sacerdotes  de  los  ídolos,  y  de  allí  á  to- 
dos los  vecinos  de  la  ciudad,  y  era  cosa  de  ver 
aquella  multitud  de  gente  que  venia  por  la  lumbre, 
y  así  hacian  hogueras  grandes,  y  muchas  en  cada 
barrio,  y  también  hacian  muy  grandes  regocijos.  Lo 
mismo  ejecutaban  los  sacerdotes  de  otros  pueblos, 
porque  llevaban  la  dicha  lumbre  muy  aprisa  y  á  por- 
fía, porque  el  que  mas  podia  correr  que  otros,  to- 
maba la  tea  de  pino,  y  así  muy  presto,  casi  en  un 
momento  llegaban  á  sus  pueblos,  y  luego  venían  a 
tomar  todos  estos  de  ella,  y  era  cosa  de  ver  la  mu- 
chedumbre de  los  fuegos  en  todos  los  pueblos,  que 
parecia  ser  de  dia,  y  primero  se  hacian  lumbres  en 
las  casas  donde  moraban  los  dichos  ministros  de 
los  ídolos. 

CAPITULO  XII. 

De   como  toda   la  gente,   después  de   haber  tomado  fuego 

nuevo,  renovaban  todos  sus    vestidos  y  alhajas  donde  se 

pone  la  figura  de  la  cuenta   de  los   años,   [a] 

De  la  dicha  manera,  hecha  la  lumbre  nueva, 
luego  los  vecinos  de  cada  pueblo^  en  cada  casa  re- 
novaban sus  alhajas,  y  los  hombres  y  mugeres  se 
vestian  de  vestidos  nuevos,  y  ponían  en  el  suelo  nue- 
vos petates;  de  manera  que  todas  las  cosas  que 
eran  menester  en  casa,  eran  nuevas,  en  señal  del  año 
nuevo  que  comenzaba,  por  lo  cual  todos  se  alegra- 
ban y  hacian  grandes  fiestas,  diciendo  que  ya  había 
pasado  la  pestilencia  y  hambre,  y  echaban  en  el  fue- 
go mucho  incienso,  y  cortaban  cabezas  de  codorni- 
ces, y  con  las  cucharas   de    barro    ofrecían   incienso 

fa>  Está  colocada  en  el  tóm.  Io  pág.  345,  porque  en  ella 
comenzó  el  autor  la  esplicacion  de  esta  figura,  y  quise  satisfacer 
la  impaciente  curiosidad  de  mis  lectores. 


2C4 

á  sus  dioses,  á  las  cuatro  partes  del  mundo,  estan- 
do cada  uno  en  el  patio  de  su  casa;  y  después  me- 
tían lo  ofrecido  en  la  hoguera,  y  luego  comian 
tzooatl,  que  es  comida  hecha  de  bledos  con  miel,  y 
mandaban  á  todos  ayunar,  y  que  nadie  bebiese  agua 
hasta^  media  noche.  Siendo  ya  medio  dia,  comenza- 
ban á  sacrificar  y  matar  á  hombres  cautivos  ó  es- 
clavos, y  así  hacian  fiestas:  comian  y  renovaban  las 
hogueras,  y  las  mugeres  preñadas  que  estuvieron  en- 
cerradas y  tenidas  por  animales  fieros,  si  entonces 
acontecía  parir,  ponían  á  sus  hijos  estos  nombres: 
moipilia,  kc.  en  memoria  de  lo  que  habia  aconteci- 
do en  su  tiempo:  xiuhnenetl  fyc.  En  tiempo  de  Mo- 
chtecuzoma,  hízose  aquella  fiesta  ya  dicha,  el  cual 
mandó  en  todo  su  reino,  que  trabajasen  efe  te- 
mar algún  cautivo  que  tuviese  el  dicho  nombre,  y 
fue  tomado  un  hombre  de  Vexotzinco,  muy  genero- 
so, el  cual  se  decia  yiuhtlamin,  y  lo  tomó  en  la  guer- 
ra un  soldado  de  Tlatilulco,  que  se  llamaba  Itzcuin. 
Por  lo  cual  después  le  llamaban  á  él  xiuhtlaminmanú 
que  quiere  decir  tomador  de  yiuküamin;  y  en  el  pe- 
cho del  dicho  cautivo  se  hizo  la  lumbre  nueva,  y 
su   cuerpo   todo  se  quemó,  según  era  costumbre,  [a] 

_  Esta  tabla  arriba  (b)  puesta,  es  la  cuenta  de 
los  años,  y  es  cosa  antiquísima.  Dicen  que  el  inven- 
tor de  ella  fué  Quetzalcoatl  Procede  de  esta  mane- 
ra, que  comienza  del  oriente,  que  es  donde  están 
las  cañas  [según  otros  del  medio  dia,  donde  está  el 
conejo]^  y  dicen,  ceacati,  y  de  allí  van  al  norte  don- 
de está  el  pedernal  y  dicen  umetecpatl:  luego  van 
al  occidente  donde  está  la  casa  y  allí  dicen  yeycalli: 
luego   van  al  ábrego,   que    es   donde   está   el '  conejo 

[a]  Gracias   á    Dios   que  fué  el    último   sacrificio   hecho   con  tal 
motivo    ¡ojalá  y   que  jamás   se   hubiera   hecho   ninguno! 

(b)  Véase   en   el    tóm.    1  °    pág.    345,   y  con"  esta   esplicacion 
rectifiqúese. 


265 
y  dicen,  navitochth:  y  luego  tornan  al  oriente  y  di- 
cen, macuilliacatl,  y  así  van  dando  cuatro  vueltas,  has- 
ta que  llegan  á  trece,  que  se  acaban  donde  comen- 
zó, y  luego  vuelven  á  uno  diciendo,  cetecpatl,  y  de 
esta  manera  dando  vueltas,  dan  trece  años  á  cada  uno 
de  los  caracteres  ó  á  cada  una  de  las  cuatro  par- 
tes del  mundo,  y  entonces  se  cumplen  cincuenta  y 
dos  años,  que  es  una  gavilla  de  ellos,  donde  se  ce- 
lebra el  jubileo,  y  se  saca  lumbre  nueva  en  la  for- 
ma arriba  puesta.  Luego  vuelven  á  contar  como  de 
principio:  es  de  notar  que  discrepan  mucho  en  di- 
versos lugares  del  principio  del  año:  en  unas  par- 
tes me  dijeron  que  comenzaba  á  tantos  de  enero: 
en  otras  que  á  primero  de  febrero:  en  otras  que 
á  principios  de  marzo.  En  el  Tlaltelolco  junté  mu- 
chos viejos,  los  mas  diestros  que  yo  pude  aver,  y 
juntamente  con  los  mas  hábiles  de  los  colegiales  se 
altercó  esta  materia  por  muchos  dias,  y  todos  ellos 
concluyeron,  diciendo,  que  comenzaba  el  año  el  segundo 
dia  de  febrero. 


FIN  DEL  LIBRO  SÉTIMO. 


266 


3P3BQE<tyft< 


ftegun  que  afirman  los  viejos  en  cuyo  poder  esta- 
ban  las  pinturas  y  memorias  de  las  cosas  antiguas, 
los  que  primeramente  vinieron  á  poblar  á  esta°tier- 
ra  de  Nueva  España,  vinieron  de  acia  el  nor- 
te en  demanda  del  paraiso  terrenal:  traían  por  ape- 
llido Tamoancha,  y  es  lo  que  ahora  dicen  Tictemoa- 
tochan,  que  quiere  decir  buscamos  nuestra  casa  natural: 
por  ventura  inducidos  de  algún  oráculo,  que  algu- 
no de  los  muy  estimados  entre  ellos  habia  recibido 
y  divulgado,  que  el  paraiso  terrenal  está  acia  el  me- 
diodia,  como  es  verdad  según  casi  todos  los  qne 
escriben,  que  está  debajo  de  la  linea  equinoccial,  y 
poblaban  cerca  de  los  mas  altos  montes  que  halla- 
ban, por  tener  relación  que  es  un  monte  altísimo,  y 
es  así  verdad.  Estos  primeros  pobladores  [según  lo 
manifiestan  los  antiquísimos  edificios  que  ahora  es- 
tán muy  patentes]  fueron  gente  robustísima,  sapien- 
tísima, y  belicosísima.  Entre  otras  cosas  muy  nota- 
bles que  hicieron,  edificaron  una  ciudad  tortísima 
en  tierra  muy  opulenta,  de  cuya  felicidad  y  riquezas, 
aun  en  los  edificios  destruidos  de  ella,  hay  grandes 
indicios.  A  esta  ciudad  llamaron  Tulla  que  quiere 
decir:  lugar  de  fertilidad  y  abundancia,  y  aun  ahora  se 
llama  así,  y  es  lugar  muy  ameno  y  fértil.  En  esta 
ciudad  reinó  muchos  años  un  rey  llamado  Quetzal- 
coatí,  gran  nigromántico,  é  inventor  de  la  nigroman- 
cia, y  la  dejó  á  sus  descendientes,  hoy  dia  la  usan; 
fué  estremado  en  las  virtudes  morales.  Está  el  ne- 
gocio de  este  reino  entre  estos  naturales,  como  el 
del  rey  Artus  [a]  entre  los  ingleses.  Fué  esta  ciudad  des- 
truida,  y   este  rey  ahuyentado:  dicen  que   caminó  acia 

(a)  O  Arturus,  rey  de  Inglaterra,  de  quien  dice  la  conseja  se- 
gún Cervantes,  que  anda  por  el  mundo  en  figura  de  Cuervo,  y  al- 
gún  dia  recobrará  su   primitiva  forma  y  reino. 


267 
el  oriente,  y  que  se  fué   acia  la   ciudad   del  sol  lla- 
mada  Tlapallan,  y  fué  llamado   del  sol.  Dicen  que  es 
vivo,  y  que  ha  de  volver  á  reinar  y  á  redificar  aque- 
lla ciudad   que  le   destruyeron,   y  así  hoy  dia  le  es- 
peran. Y  cuando  vino  D.    Fernando  Cortes  pensaron 
que   era  él,   y  por  tal  le  recibieron   y   tuvieron,  has- 
ta que  su  conversación  y   la  de  los  que  con  él  ve- 
nían los  desengañó,  [a]   Los  que  de  esta  ciudad  huye- 
ron,   edificaron    otra    muy    próspera   que    se   llama- 
Cholulla,   á    la    cual    por     su     grandeza    y    edificios, 
los  españoles  en  viéndola,  la  pusieron  Roma  por  nom- 
bre.   Parece  que   el  negocio  de   estas    dos  ciudades, 
llevaron   el  camino  de    Troya  y   Roma.    Después    de 
esto  muchos  años,  comenzó   á  poblar  la  Nación  Me- 
xicana, y   en    trescientos    años    poco   mas   ó   menos, 
fce  enseñorearon   de   la  mayor   parte  de  los  reinos  y 
señoríos,  que   hay    en  todo  lo    que    ahora  se    llama 
Nueva  España,   y  poblaron  la  ciudad  de  México,  que 
es    otra  Venecia.  Los  señores   de   ella  fueron   empe- 
radores, en    especial  el  último  que    fué  Mocthecuzoma% 
varón    muy  esforzado,  muy  belicoso,  y  diestro  en  las 
armas,    magnánimo,  de    grande    habilidad,   y   magní- 
fico  estremado  en  las  cosas  de  su  policia;  pero  cruel. 
En  tiempo  de  este  llegaron  los    Españoles,   y  él   te- 
nia ya  muchos   pronósticos   de  que   habian   de    venir 
en  su  tiempo.  Llegados  los  castellanos,  cesó  el  impe- 
rio  de  los  mexicanos,   y  comenzó   el  de   España.    Y 
porque  hay    muchas    cosas  notables  en  el   modo  de 
regir   que  estos   naturales  tenian,   compilé  este   volu- 
men que  trata  de  los  señores  y  de  todas  sus  cons- 
tumbres. 


(a)  Dígase  mejor,  hasta  que  sus  adulterios,  sus  robos,  escán- 
dalos y  abominaciones  de  él  y  de  los  suyos,  desengañaron  á 
los  indios. 


Tóm.  II.  35 


268 

LIBRO  OCTAVO 

DE  LOS  REYES  Y  SEÑORES, 
Y  DE  LA  MANERA  QUE  TENÍAN  EN  SUS  ELECCIONES, 

Y     EN    EL     GOBIERNO    DE     SUS     REINOS. 

-«^riK®  1¡®1  |®  >^»»~ 

CAPIT-ULO  I. 

Dejos   señores  y  gobernadores,   que  reinaron  en   México 
desde  el  principio  del  reino,   hasta  el  año  de   1560. 


A, 


.CAMAPicH  [a]  fué  el  primer  señor  de  México, 
lenuchhtlan,  el  cual  tuvo  el  señorio  veinte  y  un 
anos  en  paz  y  quietud,  y  no  huvo  guerras  en  su 
tiempo.  ° 

rVitziUvitl,  fué  el  segundo  señor  de  Tenuchti- 
tlan,  el  cual  tuvo  el  señorio  veinte  y  un  años,  y  el 
comenzó   las  guerras,   y   peleó  con   los    de    Culhuacan. 

Chimalpopoca.  fu,é  el  tercer  señor  de  Tenuchti- 
lian,  y  lo   tue   diez  años. 

Itzcoatzin,  fué  el  cuarto  señor  de  Tenuchtitlan, 
y  lo  íue  catorce  años,  el  cual  sojuzgó  con  guerras 
a  los   deJtzcapotzalco,  y   á   los  de  Xuchimilco 

-  feJ  primer  Mocthecuzoma,  fué  el  quinto  señor  de 
lenuchhtlan,  el  cual  gobernó  á  los  de  México  trein- 
ta anos  y  el  también  hizo  guerras  á  la  provincia 
de    Lhalco,  y     a   los   de   Quauhnaoac,    y   á     todos    los 

reye?    d^h'^fnlf"  de.Pr¡nciPes  mexicanos   se   denominan    esto, 
PiT  v    \i      Tr  Moctheuzoma     Ilhuicamina:      Axavacail     Tizóc 

tTl^lnf-!hCCUZOma    X°CTtZÍn:    ™«°h^n:<A*uZL 
La  acucien  tzm  es  reverencial  equivale  entre  nosotros!  señor. 


269 
sujetos  h  la  dicha  cabecera,  y  á  los  ázQuaulüerna- 
lan  y  en  su  tiempo  huvo  muy  grande  hambre 
por  el  espaeio  de  cuatro  años,  y  se  dijo  noccto- 
chviloe,  por  lo  cual  los  de  México,  y  los  de  Te- 
pancca,  y  Aculhuacan,  se  derramaron  á  otras  partes 
para   buscar  su  vida. 

Axáyacatl  fué  el  sesto  señor  de  Tenuchtitlan 
México,  y  señoreó  catorce  años,  y  en  su  tiempo  hu- 
vo guerra  entre  los  de  Tenuchtitlan.,  y  Tlaiiklco,  y  los 
de  Tlatilulco,  perdieron  el  señorío,  por  la  victoria  que 
tuvieron  de  ellos  los  de  México,  y  por  esto  los 
de  Tlatzlulco,  no  tuvieron  señor  por  espacio  de  cua- 
renta y  seis  años  y  el  que  entonces  era  señor  de 
Tlatilulco,  llamóse  Moquivitztli,  y  el  dicho  Axáyacatl 
ganó,  ó  conquistó  estos  reinos  y  provincias,  Tlaco- 
tepec,  Cozcaquahtenco,  Callimaya,  Meíepec,  Caliztlaoaca, 
Ecatepec,  T&uÜenanco,  MalináUmanco,  Tzinacantepec,  Coa- 
tepec,    Cuitlapilco,    Tcuzaoalco,    Tecualoya,   Ocuillan. 

Tizocicatzin  fué  el  sétimo  señor  de  Tenuchti- 
tlan, y  lo  fué  cuatro  años,  y  no  huvo  guerra  en  su 
tiempo. 

Avitzotl,  fué  el  octavo  señor  de  Tenuchtitlan, 
por  tiempo  de  diez  y  ocho  años,  y  en  su  tiempo 
se  anegó  la  ciudad  de  México,  porque  él  mandó 
que  se  abriesen  cinco  fuentes  [a]  que  están  en  los  tér- 
minos de  los  pueblos  de  Coioacan  y  de  Vitzilopuchco1 
[hoy  Churuhuzco]  y  las  fuentes  tienen  estos  nombres.- 
acuecuexcatl,  tlilatl,  vitzilatl,  xóchcaatlycóatl;  y  esto  acon- 
teció cuatro  años  antes  de  su  muerte  del  dicho  Avit- 
zotl, y  veinte  y  dos  años  antes  de  la  venida  délos 
españoles.  Y  también  en  su  tiempo  aconteció  muy 
grande  eclipse  del  sol  á  medio  dia:  casi  por  espa- 
cio   de    cinco   horas    huvo   muy   grande   obscuridad, 

(a)  Si  México  aumenta  en  población,  y  no  se  consiguen  los 
abusos  que  hay  en  la  distribución  de  las  aguas  de  Chapultepec, 
y  santa  Fé,  que  hoy  la  surten,  será  necesario  recurrir  á  las  fuen- 
tes  dichas,   y   conducirlas. 


270 
porque  aparecieron  las  estrellas,  y  las  gentes  tuvie- 
ron grande  miedo,  y  decian  que  habian  de  descen- 
der del  cielo  unos  monstruos  que  se  dicen  tzitzimu, 
que  habían  de  comer  á  los  hombres  y  mugeres.  El 
dicho  Avitzotl,  conquistó  estas  provincias,  Tziuhcoac, 
Molanco,  Tiapan,  Chiapan,  Xaltepec,  Izoatlan,  Xochtlan 
Jlmaxilan,  Mapachtepec,  Xoconocha,  dyutlan,  Mazatlan, 
Coioacan.   (a) 

El  noveno  rey  de  México  fué  Mocthecuzoma,  se- 
gundo  de  este   nombre,  y  reinó   diez   y   nueve  años, 
|_bj  y  en   su  tiempo   hubo  grande   hambre,  por  espa- 
cio  de   tres   años   no  llovió,  por  lo   cual  los  de  Mé- 
xico  se    derramaron  á  otras  tierras;  y   en  su  tiempo 
también  aconteció  una  maravilla  en  México.  Porque  en 
una    casa     grande    donde    se  juntaban,  á   cantar    y 
bailar,   una  viga  grande   que  estaba    atrabesada    en- 
cima de    la   pared,    cantó   como   una     persona   este 
cantar:  veya  no  queztcpolc  vdtomitotia  atlantévetztoce,  que 
quiere    decir    ¡ay    de  tí!    mi   anca  baila  bien,  que  es- 
taras en    la  agua:   lo  cual  aconteció  cuando  la  fama 
de  ios  españoles,   ya  sonaba   en  esta  tierra   de  Mé- 
xico.  En   su   tiempo  del   mismo  Mocthcuzoma,  el  dia- 
blo que  se   nombraba  cioacóatl  de   noche  andaba  llo- 
rando por   las    calles  de  México,  y  lo  oían  todos  di- 
ciendo:  ¡oh   hijos  mios!    ¡ay    de   mil  que    yo   os    de- 
jo  á  vosotros....  Acaeció  otra  señal   en    este   tiempo 
de    Moclhecuzoma    que    una     muger    [c]    de     México 
Tenuchtitlán,  murió   de  una  enfermedad,    que   fué  en- 
terrada  en   el  patio,  y  encima   de   su   sepultura    pu- 

(a)  Con  mas  de  sesenta  mil  prisioneros  que  lazo  en  estas  ouer- 
ras,  dedicó  el  templo  mayor  de  México  á  Victzüopvctli:  carnicería 
horrible.  De  aquí  viene  el  proloquio  mexicano....  Fulano  es  mi 
ahu.zote,   es   decir    mi  verdugo. 

(b)  Parece  que  es  equívoco,  porque  comenzó  á  reinar  en  15 
de  setiembre  de  1502,  hasta  fines  de  junio  de  1520,  que  son  diez 
y  ocho  anos  incompletos. 

(c)  Papantzin,  hermana  de  Mocthcuzoma  véase  á  Clavijero  tom. 
I  ?  pág.  210,  que  refiere  este  hecho  maravilloso  y  con  buena  crí- 
tica  lo  tiene  por  cierto  é   incontestable. 


>  271 

sieron    una  piedra;  la    cual  resucitó  después  de  cua- 
tro días   de   su   muerte,  de  noche   con  grande  mie- 
do   y  espanto  de  los   que  se  hallaron   allí;  porque  se 
abrió    la    sepultura,  y    las  piedras  derramáronse  le- 
jos, y  la   dicha    muger    que  resucitó  fué  á   casa   de 
Mocthecuzoma,  y   le  contó   todo  lo  que   había  visto,  y 
le  dijo...  [a]  La  causa  porque  he  resucitado  es,  para  de- 
cirte,  que   en   tu   tiempo    se    acabará   el  señorío  de 
México,  y  tú  eres  último  señor  porque  vienen   otras 
gentes,  y  ellas  tomarán   el   señorío  de  la  tierra  y  po- 
blarán á  México.  Y  la  dicha  muger   que  resucitó  des- 
pués  vivió  otros   veinte   y   un  años  y  paño  otro  hi- 
jo. El  dicho  Mocthecuzoma,  conquistó   estas  provincias. 
Icpatepec,  Cuezcomaixtlaoacan,   Cozollan,  Tecomais,  Tlaoa- 
can,  Cacatepec,  Tlachquiauhco,  lolloxonecuilan,  Atepec  Mic- 
tlan,  Tlaoapan,  JVopallan,  Ixtectlalocan,  Cuextlan,' Quetzal- 
tepec,  Chichioaltatacalan.   En    su  tiempo   también  ocho 
años  antes   de  la  venida  de  los  españoles,    veíase   y 
espantábanse   las  gentes,  porque  de  noche  se  levanta- 
ba un   gran   resplandor,  como   una   llama   de   luego, 
y  duraba    toda   la   noche,  y    nacia  de   la   parte    del 
oriente,   y  desaparecía  cuando   ya  quena  salir  el  sol: 
y  esto  se  vio  cuatro  años  arreo,   [ó  continuos]  siem- 
pre de  noche,   y   desapareció  después  de  cuatro  años 
antes   de  la   venida    de   los  españoles:  y   en    tiempo 
de   este  señor  vinieron  á   estas   tierras  los  españoles 
que   conquistaron  la    ciudad  de  México,  donde    ellos 
están  al  presente   y  á  toda   la  Nueva  España,  la  cual 
conquista  fué  desde  el   año  de  1519,   á  1521. 

Continuación   de   la  historia  de   los   reyes  mexicanos. 

El  décimo  señor  que  fué  de  México  se  decia^m- 
tlaoa,  [ó  Cuitlahuatzin]  y  tuvo  el   señorio  ochenta   diast 

fal  Este  pasaje  está  adulterado,  léase  á  Clavijero  citado,  y  ten- 
ganse por  cierta  su  relación  formada  de  las  averiguaciones  judiciales 
hechas  de  orden  de  la  corte. 


272 

cuando  ya  los  españoles  estaban  en  México;  y  en  tiem- 
po de  este  acaeció  una  mortandad,  ó  pestilencia  de 
viruelas  en  toda  la  tierra,  la  cual  enfermedad  nunca 
había  acontecido  en  México,  ni  en  otra  de  esta  Nue- 
va España  según  decian  los  viejos,  y  á  todos  afeó 
las  caras,  porque  hizo  muchos  hoyos  en  ellas;  y  eran 
tantos  los  difuntos  que  morian  de  aquella  enferme- 
dad, que  no  había  quien  los  enterrase,  por  lo  cual 
en  México  los  echaban  en  las  azequias,  porque  en- 
tonces había  muy  grande  copia  de  aguas  y  era  muy 
grande   heaor   el   que  salia  de  los  cuerpos  muertos. 

U  undécimo  señor  de  Temchtitlan,  se  diio 
Quauhtemoc,  y  gobernó  á  los  de  México  cuatro  años-  fal 
y  en  su  tiempo  los  españoles  conquistaron  la  ciudad 
de  México  y  á  toda  la  comarca,  y  también  en  su 
tiempo  llegaron  á  este  los  doce  frailes  de  la  orden 
de  señor  san  Francisco,  que  han  convertido  á  los  na- 
turales á  la  santa  fé  católica:  ellos  y  los  demás  mi- 
nistros han  destruido  los  ídolos,  y  plantado  la  fé 
católica  en  esta  Nueva  España. 

r-  ^EiAdsͰdécÍ^°  g°beraador  de  Tenuchtitlan  se 
dijo  D.  Andrés  Matelchiuh,  y  gobernó  tres  años  en 
tiempo  de  los  españoles,  con  los  cuales  se  halló  en 
las  conquistas  de  las  provincias  de  Cuevtkm,  de  Hon- 
duras y  Anaoac.  Después  fué  con  Ñuño  de  Guzman 
a  conquistar  á  las  tierras  de  Culiacan,  (en  Sonora^ 
y  allí  acabó   su   vida.  ' 

a-  rxEÍ  dfci™otercio  gobernador  de  Tenuchtitlan,  se 
cüjo  D.  Pablo  Xoehiquen,  y  gobernó  á  los  de  Méxi- 
co  tres   años. 

n       ^    ™    decimocuarto  gobernador  de  Tenuchtitlan,  se 

llamo   D.  Diego  Vanitl,  y  fué  gobernador  cuatro  años. 

El  decimoquinto    gobernador  de     Tenuchtitlan, 

(a)  Esto  es  si  por  reinar  se  entiende  ser  el  maniqui  de  los 
españoles,  é  instrumento  ciego  para  que  por  el  dominase  despóti- 
camente. Véase  la  memoria  de  D.  Fernando  Alva  IxtlüxÓchUlw* 
se  esta  imprimiendo.  n 


273 
se  nombró  D.  Diego  Tevetzquitl,  gobernó  trece  años, 
y  en  tiempo  de  este  fué  la  mortandad  y  pestilen- 
cia muy  grande  en  la  N.  España,  y  salía  como  agua 
de  las  bocas  de  los  hombres  y  mugeres  naturales, 
gran  copia  de  sangre,  [a]  por  lo  cual  mona  y  murió 
infinita  gente;  y  porque  en  cada  casa  no  habia  quien 
tuviese  cargo  de  los  enfermos,  murieron  de  hambre, 
y  cada  dia  en  cada  pueblo,  se  enterraban  muchos 
muertos.  También  en  tiempo  de  dicho  D„  Diego,  fué 
la  guerra  con  los  Chichímecas  de  Xuchipitta;  que  hi- 
zo D.  Antonio  de  Mendoza  que  fué  primer  Visorey 
de  esta   Nueva   España. 

El  décimosesto  gobernador  de  México  se  di- 
jo D.  Cristóbal  Cecepatic,  y   gobernó   cuatro  años, 

CAPITULO   II. 

De   los    señores  que   reinaron  en  el  Tlaltelolco  antes   que 

perdiesen   el  señorío,   y  después   que   se   le   tornaron  los 

españoles,    hasta    el  año    de    1560. 

El  primer  señor  de  Tlatehlco  se  dijo  Cuacua- 
pitzaoac,  y  gobernó  á  estos  sesenta  y  dos  años,  y 
conquistó  á  los  de  Tenayocan,  á  los  de  Coacalco,  y 
á  los  de  Xaltocan,  y  gobernó  siendo  señores  de  Te- 
nuchtitlan,  los  ya  dichos  en  el  primer  capítulo,  Aca- 
mapichtli,  y    Vitzilivitl 

El  segundo  señor  de  Tlaltelolco  se  dijo  Tía- 
cateutl,  y  gobernó  á  estos  treinta  y  ocho  años,  y  en 
tiempo  de  este  se  conquistaron  las  tierras  Aculhu- 
oacan   y    de  Coioacan. 

El  tercer  señor  de  Tlaltelolco,  se  dijo  Quauh- 
tlatoa,  y  gobernó  treinta  y  ocho  años  en  tiempo  de 
dos  señores  de  Tenuchtitlan  arriba  nombrados,  Itzcoatl, 
y    Mocthecuzoma.   En    tiempo    de   este     se   conquis- 

(a)     Esta  epidemia  que  es  un  tiphus,  6  fiebre  horrible  se  llama 
eocolixtli  entre  los  indios. 


274 
taron  las    provincias    de   Atzcapotzalco,   Coaixtlaoacan, 
Luettaxtlan,   Quaiihtmchan,    Xochimilco,  y  de  Quauhnaoac. 
El    cuarto   señor   dé    Tlaltdolco,  se    llamó   Mo- 
qmvixth  el  cual    gobernó  nueve  años,  y  en  tiempo  de 
este   se  perdió  el   señorio  de    los  de    Tlaltdolco,    por 
el  odio  y  enemistad  que  fué  entre  él  y  su   cuñado  el 
señor  de  Tenuchtiílan  llamado  Axayaca,  y  al  cabo  sien- 
do   vencido   y  desesperado    el   dicho  MoquimtztU  su- 
bió   por    las   gradas    del    Cú  de   sus    ídolos,  que  era 
muy  alto,  y  desde  la  cumbre  de   dicho  Cú,   se   des- 
peñó acia  abajo,  y  así   acabó   su  vida. 

El  quinto  señor  D.  Pedro  Temile,  después  en 
tiempo  de  los  españoles  y  de  la  conquista  de  Mé- 
xico, fué  gobernador  de  Tlaltdolco,  y  así  estos  tor- 
naron á  cobrar  su  señorio;  y  este  D.  Pedro  halló- 
se con  los  españoles  en  las  conquistas  de  las  pro- 
vincias de  Cuextlan,  Honduras,  y  de  Quauhttmalan.  D. 
Martin  Ecatl  fué  el  segundo  gobernador  de  los  de 
Tlaltdolco,  después  de  la  conquista  de  los  de  Méxi- 
co, y  fué  gobernador  tres  años,  y  en  tiempo  de  es- 
te el  diablo  que  en  figura  de  muger  andaba,  ya  pa- 
recía de  día  y  de  noche,  y  se  llamaba  Cioacoatl,  co- 
mió un  niño  que  estaba  en  la  cuna,  en  el  pueblo  de 
Atzcapotzalco:  también  en  tiempo  de  este  acaeció  una 
maravilla  en  el  dicho  pueblo  de  Tlaltdolco,  porque  en 
él  estaban  dos  águilas  cada  una  por  sí  en  jaulas, 
y  al  cabo  de  ocho  años  cada  una  de  ellas  puso 
dos  huevos,  (a) 

D.  Juan  Avdiíoc  fué  el  tercer  gobernador  de 
Tlaltdolco   y   gobernó  cuatro   años. 

D.  Juan  Quaviconoc  hijo  del  dicho,  fué  el  cuar- 
to gobernador  de  Tlaltdolco  y  gobernó  siete  años, 
siendo    gobernador  de    Tenuchtithn   D.    Pablo   Xuchi- 

(a)  Estas  águilas  se  trasladaron  del  palacio  de  las  fieras  que 
ecsistian  en  san  Francisco  y  hoy  todavia  ecsiste  en  la  huerta  del 
convento  un  árbol,  bajo  el  cual  estubo  Cortés  hablando  con  Moc- 
theuzoma  (Chimalpain  tóm.   1.  pág.  220.) 


275 
quen,  y    en  tiempo  de  este  se   hizo  la   representación 
del  juicio  en  el   dicho  pueblo  de   Tlalklolco,    que  fué 
cosa   de   ver.  (a) 

D.  Alonso  Quanhnochtli  fué  el  quinto  goberna- 
dor  de    Tlalieloleo,  y   gobernó   dos   años. 

D.  Martin  Tlacatecatl  fué  el  sesto  gobernador 
de  Tlalielolco,  y  gobernó  seis  años:  en  tiempo  de  es- 
te fué  la  dicha  pestilencia,  según  fué  arriba  decla- 
rado; y  la  guerra  que  tubo  D.  Antonio  de  Mendoza 
con  los  Chichimecas  de  Nochixilan,  Xuchipillan,  Toiotan, 
y  los   de  Scihola. 

D.  Diego  Vitznaoatlailoilac,  fué  el  •  sétimo  go- 
bernador de  Tlalielolco,  y  en  tiempo  de  éste  hubo  otra 
pestilencia  de  las  Paperas  conque  se  murieron  mu- 
chos, y   fué   gobernador  diez   años. 

CAPÍTULO  líí. 

De  los  señores  de   Tezcoco. 

El  primer  señor  de  Tezcoco  se  llamó  Tlalte- 
catzin,  y  gobernó  á  estos  ochenta  dias  nomas,  y  en 
su  tiempo  no  se  hizo  cosa  digna  de  memoria,  y  se 
dice  señor  de  los  Chichimecas. 

[a]  Otros  varios  dramas  se  representaron,  entre  ellos  el  de  la 
aparición  de  nuestra  señora  de  Guadalupe  formado  por  D.  Anto- 
nio Valeriano,  indio  de  Atzcapotzalco  (según  el  padre  Mier.)  Yo 
poseo  de  letra  muy  antigua  un  manuscrito  que  entre  varias  cosas, 
contiene  el  bautismo  de  los  principales  caciques  de  Tlaxcalan,  y  son 
interlocutores  los  siguientes.  Xicotencatl:  Maxizcatzin:  Citlalpopot- 
zin.  Tehuexolotzin:  un  ángel:  Hongol  demonio:  un  embajador:  Her- 
nán Cortés  marqués  del  valle:  Juan  Diaz  clérigo,  D  f  María  otro 
mas  embajador,  y  dos  ángeles  que  cantan:  Xicotencatl  abre  la  ecse- 
na  y   comienza  diciendo.... 

No  de  otro   modo  el   caminante  siente, 
llevar  por  norte    el  pensamiento   vario 
y  en  la  mitad  de  un  bosque  solitario 
por  su    consuelo   canta  amargamente. 
Esta  composición   abunda  en  desatinos  por  su   mala  poesía  y 
pensamientos  ridiculos,  moneda  de  aquel  tiempo» 
Tóm.  II.  36 


276 

El  segundo  señor  de  Tezcoco  se  llamó  Techo- 
tlala  Chichimeca,  y  poseyó  el  señorío  setenta  años,  no 
se  hizo  tampoco  en  su  tiempo,  cosa  digna  de  memoria» 

El  tercero  de  Tezcoco  ó  de  Aculhuacan,  se  lla- 
ma Ixtlilxuchitl,  tuvo  el  señorio  sesenta  y  un  años,  y 
en   sus  dias  no   se    hizo  cosa   digna  de  memoria. 

El  cuarto  señor  de  Tezcoco  se  llamó  JVetzakoal- 
coiotzin,  y  reinó  setenta  y  un  años,  y  en  tiempo  de 
este  se  comenzaron  las  guerras,  y  tuvo  el  señorio  de 
Tezcoco  siendo  señor  del  de  México  Itzcoatzin,  y 
estos  entrambos  hicieron  guerra  á  los  de  Tecpaneca,  de 
Atzcapot  zaleo,  y  á  otros  pueblos  y  provincias,  y  el  fué 
fundador    del   señorio   de    Tezcoco  ó   Aculhoacart> 

El  quinto  señor  de  Tezcoco  se  llamó  JVetzahoaU 
pitti,  y  reinó  cincuenta  y  tres  años:  en  tiempo  de  es- 
te se  hicieron  muchas  guerras,  y  se  conquistaron  mu- 
chas tierras  y  provincias;  también  en  tiempo  de  este  y  del 
otro  ya  nombrado  antes  de  éste,  los  de  Tlaxcala  y 
los  de  Vexotzingo,  tenian  guerras  con  los  de  Méxi- 
co y  con  los  de  Tezcoco.  Asimismo  en  su  tiempo  co- 
menzó á  parecer  la  señal  que  se  veía  en  el  cielo, 
que  era  un  resplandor  grande,  y  como  llama  de  fue- 
go que  cada  noche  resplandecía  cuatro  años  arreo 
(ó  continuamente;)  porque  comenzó  á  verse  en  la 
cuenta  de  los  años  que  se  dice  chicometecpatl,  y  ce- 
só en  la  cuenta  de  matlactlocetecpatl,  y  en  muchas  par- 
tes se  abrieron  y  quebraron  muchas  sierras  y  peñas, 
y  cesó  de  aparecer  el  dicho  resplandor  ó  señal,  cua- 
tro años  antes  de  la  venida  de  los  españoles,  y  en- 
tonces  murió  el  dicho  JVetzahoalpilli. 

El  sesto  señor  de  Tezcoco  se  llamó  Cacamat- 
-zin,  reinó  cuatro  años;  durante  su  reinado  llegaron 
.los  españoles  á  esta   tierra. 

El  sétimo  señor  de  Tezcoco  se  llamó  Coana- 
cochtzin,  reinó  cinco  años,  fué  señor  cuando  lo  era 
en  México  Quauhtcmoctzin;  en  este  tiempo  se  destru- 
yó la  ciudad  de   México. 


277 
El  octavo  señor   de   Tezcoco  se  llamó  TecocoU 
tzin,  remó  un  año  estando  los    españoles    enseñorea- 
dos  en  esta  tierra.  ; 

El  noveno  señor  de  Tezcoco  se  llamo  ítztkl- 
xuchitl  (a)  reinó  ocho  años,  hallóse  este  presente  en 
la  conquista  de  México  antes  que  fuese  señor,  y  des- 
pués que  lo  fué,  siempre  ayudó  al  marqués,  y  fué 
con    él   á  Honduras. 

El  décimo  señor   de    Tezcoco   se   llamo   Yocon- 

tzin,  y  reinó   un  año.  ^       -   m 

El  undécimo  señor  de  Tezcoco  se  llamo  le- 
tlavetzquitz,   reinó  cinco    años,  . 

El  duodécimo  señor  de  Tezcoco  se  llamo  D. 
Antonio    TlavittoUzin,   reinó    seis    años. 

El  decimotercio  señor  de  Tezcoco  se  llamó  D. 
Hernando  Pimentel,  y  reinó    cerca  de   veinte  años. 

Todo  el  tiempo  que  reinaron  los  de  Tezcoco 
hasta  que  vinieron  ios  españoles,  fueron  trescientos 
años    poco  mas  ó  menos. 

NOTA.  Según  la  relación  de  D.  Fernando  de  Aiva  Ixtlixochitl, 
la  generalogia  =de  los  reyes  de  Tezcoco  es  la  siguiente.  Xolotl,  po- 
blador. Nopaltzin-Tloltzin-Quinantzin:  Tcchoílalaízin:  Ixtlilxochitl 
primero:  Netzahualcóyotl:  Netzahualpilli:  Cacamatzin:  Coanacotzin: 
Iztlilxochitl  segnndo,  en  quien  acabó  el  poderío  real:  total  once  re- 
yes, los  demás  fueron  unos  caciques,  lugar  tenientes  de  los  espa- 
ñoles, y  sus  esclavos. 

CAPITULO  IV. 

De  los   señores   de   Vexotla.   [ó  Huczótlá] 

Dicen  que  los  primeros  Chichimecas  que  vinie- 
ron á  la  provincia  de  Tezcoco  6  Aculhoaca,  asentaron 
el  primer  lugar  donde  ahora  se  llama   Vexotla. 

(a)  Este  fué  un  rey  de  baraja,  un  Maniquí  de  loa  españoles 
que  hicieron  con  él  cuanto  quisieron  valiéndose  de  su  autoridad. 
Véase  el  prologo  que  presenté  sobre  esto,  en  la  décimatercia  re- 
lación de  D.  Fernando  Alva  Ixtlilzóchitl,  que  acabo  de  dar  á  luz 
en  esta  imprenta» 


278 

El  primer  señor  de  Vexotla  se  llamó  Macat- 
zintecutli,   y   reinó  setenta   y  ocho   años. 

El  segundo  señor  de  Vexotla  se  llamó  Tochin- 
tecutli,  y  reinó  treinta   y  ocho  años. 

El  tercer  señor  se  llamó  Jyotzintecutli,  y  reinó 
cuatro   años. 

El  cuarto  señor  se  llamó  Quatlavicetecutli,  y  rei- 
nó cincuenta  y  cinco   años. 

El  quinto  señor  se  llamó  Totomochtzm,  y  rei- 
nó cincuenta  y  dos   años. 

Estos  cinco  señores  reinaron  en  Vexotla  tres- 
cientos años,  nunca  echaron  tributo,  y  todos  los  ma- 
eehuales  eran  libres. 

El  sesto  señor  se  llamó  Yaotzintecutli,  y  rei- 
nó cincuenta  y  tres  años,  este  echó  tributo  á  los  que 
se  llaman  Tepanoaiautlaca,    este  fué   el  primer  tributo. 

El  sétimo  señor  se  llamó  Xilotzitecatli,  reinó 
veinte  y  ocho  años. 

El  octavo  señor  se  llamó  Ixtlacauhtzin,  (a)  rei- 
nó veinte  y  ocho  años. 

El 
no  trece  años. 

En  tiempo  de  este  fué  elegido  por  señor  en 
Tezcoco  JVetzaoalcoyotzin,  y  reinaron  ambos  juntos  al- 
gún tiempo,   el  uno  en    Vexotla,  y  el  otro    en  Tezcoco. 

El  décimo  señor  se  llamó  Tezontcmoctzin,  y  rei- 
nó quince    años. 

El  undécimo  señor  señor  se  llamó  Cuitlaoatzin, 
y  reinó  cuarenta   y  un   años. 

El  duodécimo  señor  se  llamó  Tczapocudzin\  y 
reinó   trece  años. 

El  decimotercio  señor  se  llamó  también  Cui- 
tlaoatzin el  menor,  y  reinó  trece  años. 

(a)     Ixtlacauhtzin.   No  es    posible  mentar  á  este  régulo   sin   dar 
idea  del    papel  que  representó    en  la  historia   de  Huexótla. 

Cuando   el  rey   Netzahualcóyotl  de   Tezcoco,   trató  de   reco- 
brar su  reino  usurpado  por  Mazlla,  tirano  de  Atzcupotzalco,   le  ma- 


noveno  señor  se    llamó   Tlacuiliautzin,  rei- 


279 
Todos  estos  señores   de  Vexotla  reinaron  cua- 
trocientos  ocho  años  poco  menos. 

nifestó  su  tío  IxcoatU  rei  de  México  el  estado  de  opresión  en  que 
tenia  esta  capital,  y  le  suplicó  que  le  ausiüase  con  las  fuerzas  reu- 
nidas que  traía  de  socorro,  de  Tlaxcalan,  Huexotzinco  y  gran 
parte  de  las  de  Tezcoco  que  se  le  habían  reunido.  Netzahualcóyotl 
se  prestó  á  ello,  desentendiéndose  de  los  grandes  agravios  que  ha- 
bía recibido  de  los  mexicanos;  mas  esta  noble  conducta  desagrado 
á  varios  régulos  y  principalmente  á  Ixtlacauhtzin,  porque  aborre- 
cía de  corazón  á  los  mexicanos,  y  deseaba  su  ruma.  Por  ^tanto  no 
se  limitó  á  desaprobar  la  resolución,  declarando  traidor -a  Netza- 
hualcóyotl, sino  que  pretendió  amotinar  las  tropas  que  había  man- 
dado levantar  de  su  orden  pata  obrar  contra  México,  y  mando 
hacer  pedazos  en  medio  de  la  plaza  á  los  enviados  de  Tezcoco. 
Este  bárbaro  proceder  fué  motivo  para  que  se  declarase  la  guer- 
ra entre  los  de  esta  ciudad,  y  los  de  Huexotla;  Izilacauhtzm  a 
pesar  de  las  victorias  que  Netzaualcoyoth  cousiguio  sobre  Maxtla^ 
destruyendo  á  Atzcapotzalco,  continuó  suscitándole  enemigos,  y  aSl 
es  que  se  reunió  con  Iltmatzin,  y  Nonohualcatl,  cunado  este  y 
aquel  hermano  bastardo  de  Netzahualcóyotl,  tomando  por  pretesto 
vengar  la  muerte  de  Maxtla,  y  también  hizo  que  tomasen  las  ar- 
mas las  provincias  de  Acotman,  y  Otompan,  Cohuaticnan,  Cohuate- 
pee,  Itztapalocan,  v  otras  de   menos   monta. 

Por  semejantes  agresiones,  y  siendo  mutiles  los  medms  de 
la  persuacion  que  empleó  Netzahualcóyotl  para  hacer  que  volviese 
sobre  sus  pasos  Ixtlacauhtzin,  que  se  hallaba  en  Tezcoco  con  un 
grueso  ejército,  marchó  á  atacarlo  á  esta  ciudad  donde  logro  pe- 
netrar después  de  recios  combates;  Ixtlacauhtzin  tomo  la  fuga  pa- 
ra hacerse  fuerte  en  Huexotla,  mas  esta  ciudad^  su  vez  fue  ata- 
cada; hizo  una  corta  resistencia,  y  después  de  tomada,  su  régulo 
tomó  la  fuga.  Conseguida  por  Netzahualcóyotl  la  reconquista  de 
su  reino,  perdonó  generosamente  á  sus  enemigos,  y  entre  ellos  a 
Ixtlacauhtzin:  presentóse  en  triunfo  en  su  corte  de  buelta  de  México 
v  como  huviese  echado  menos  á  los  régulos  que  había  perdonado 
a  quienes  ordenó  que  lo  aguardasen  en  Tezcoco,  maudo  a  Ccyo- 
hua,  que  fuese  á  alcanzarlos  haciéndolos  revolver  del  camino  de 
Tlaxcalan  que  llevaban,  pues  quería  ampararlos  en  su  infortunio; 
ellos  le  respondieron  francamente  que  no  tenían  cara  para  presen- 
tarse al  príncipe  á  quien  habían  ofendido;  entonces  Totomiahua, 
Y  uno  de  los  principes  emigrados,  llamando  á  dos  hijos  que  lleva- 
ba consigo,  le  dijeron  al  mensagero...  He  aquí  estos  runos,  llévalos 
al  rei,  y  dile  que  ellos  no  son  cómplices  en  nuestros  delitos,  que  se 
los  enviamos  para  que  los  ampare  su  bondad...  Y  tornándose  á  ellos 
les  dijeron  enternecidos....   Id  á  servir  con  amor  y  lealtad  avues* 


280 


CAPÍTULO  V. 


En   que  se  suman   los  años   que  ha  que  fué  destruida  Tu- 
lla, hasta  el  año  de   1585.  [a] 

La  ciudad  de  Tulla  fué  una  muy  grande  po- 
blación, y  muy  famosa:  en  ella  habitaron  hombres 
muy  fuertes  y  sabios,  de  esto  se  dijo  á  la  larga  en 
el  libro  tercero,  y  en  el  décimo,  capítulo  veinte  y 
nueve,  y  también  se  dirá  como  fué  destruida.  En 
este  capítulo  solamente  se  trata  del  tiempo  que  ha 
que  fué  destruida.  Hállase  que  desde  la  ruina 
de  Tulla,  hasta  este  año  de  1571,  han  corrido  1890 
años  muy  poco  menos:  22  años  después  de  la  des- 
trucion  de  Tulla,  vinieron  los  chichimecas  á  poblar 
la  provincia  de  Tezcoco,  y  el  primer  señor  que  tu- 
vieron fué  elegido  el  año  del  nacimiento  de  nuestro 
señor  Jesucristo  de  1246,  y  el  primer  señor  de  los 
de  Atzcapotzalco  el  cual  se  llamó  Tezozomoctli,  fué  ele- 
gido el  año  de  1348,  y  el  primer  señor  de  México  que 
se  llamó  Acamapichtli,  fué  electo  en  el  año  de  1384, 
y  el  primer  señor  de  Tlacuba  se  llamó  Chimalpopoca 
en  el  año  de   1489. 


tro  rti-,  tomando  escarmiento  en  nosotros,  que  hasta  ahora  vuestra 
inocencia  os  salva"  Los  principes  siguieron  su  marcha  para  Huexot- 
zinco  y  Tlaxcala  donde  se  establecieron,  y  de  donde  procedieron 
muchas  ilustres  familias.  Netzahualcóyotl  fué  un  verdadero  ampa- 
rador de  aquellos  niños,  porque  fué  el  Traxano  de  los  aculhuas 
que  aun  hoy  tribuían  un  profundo  respecto  á  sus  virtudes.  (Véa- 
se el  Texcoco  obra  publicada  por  mí,  y  de  que  he  hecho  men- 
ción  repetidas    veces,  páginas  134,   149,  150  y   167.) 

(a)  Véase  la  galería  de  principes  mexicanos  y  las  doce  cartas 
ó  sea  crónica  mexicana  que  publiqué  en  la  oficina  de  Valdés  en 
1822  en  que  se  dá  una  completa  idea  de  esta  monarquía  y  la  tez- 
cocana;  sin  el  ausilio  de  estas  obras  poco   podrá  entender  el  lector. 


281 


CAPÍTULO  VL 


De  las   señales  y  pronósticos  que  aparecieron  antes  que  los 
Españoles  viniesen  á  esta  tierra,    ni   hubiese    noticia  de 

[a] 


Diez  años  antes  que  llegasen  los  españoles  a 
esta  tierra,  y  según  otros  once  ó  doce  anos,  apare- 
ció un  gran  cometa  en  el  cielo  en  la  parte  de  orien- 
te, que  parecía  como  una  gran  llama  de  fuego  muy 
resplandeciente,  y  que  echaba  de  si  centellas  de  lue- 
go. Este  cometa  era  de  forma  piramidal,  ancha  de 
abaio,  é  íbase  aguzando  acia  arriba,  hasta  acabarse 
en  un  punto.  Parecía  en  medio  del  oriente,  comen- 
zaba á  parecer  un  poco  después  de  la  media  noche, 
y  Íleo-aba  hasta  la  mañana  y  la  luz  del  sol  la  encu- 
bría, de  manera  que  saliendo  el  sol  no  parecía  mas. 
Según  algunos  vióse  un  año  entero,  y  según  otros 
cuatro  años  continuos.  Cuando  aparecía  de  noche 
este  cometa,  todos  los  indios  daban  grandísimos  ala- 
ridos y  se  espantaban  diciendo,  que  algún  mal  ha- 
bia   de   venir.  .  ;  . 

Otro  mal  agüero  aconteció  aquí  en  México, 
que  el  Cú  de  Vitzilopuchtli,  que  se  encendió  sin  ha- 
ber razón  humana  para  ello.  Parece  que  milagrosa- 
mente se  encendió,  y  sallan  las  llamas  de  dentro 
de  los  maderos,  acia  á  fuera  y  de  presto  se  quemo:  die- 
ron voces  los  Sátrapas,  para  que  trajesen  agua  pa- 
ra matarlo,  y  cuanta  mas  agua  echaban,  tanto  mas 
ardia,  de  esto  todo    se  quemó. 

El  tercer  mal  agüero  aconteció  que  cayo  un 
rayo  casi  sin  propósito  y  sin  tronido,  sobre  el  Cú 
del  dios  del   fuego  llamado   Xiuchtecutli:  este   Cú  te- 

(a}  Véase  la  historia  de  la  Conquista  de  los  Españoles  por  el 
P  Sahaaun,  que  publiqué  por  separado  en  la  imprenta  de  D.  Ma- 
riano Galvan  en  1829,  dedicada  á  los  señores  generales  Bravo  y 
Barragan. 


282 
nia   un  chapitel  de  paja,  y  sobre  él  cayó  el   rayo  y 
y   le  encendió  y   se    quemó:  tuviéronlo   por   milagro, 
porque   no   hubo  tronido,   bien   que    Uovia   un   poco 
menudo. 

El  cuarto  agüero  fué,  que  de  dia  estando  el 
sol  muy  claro,  vino  de  acia  el  occidente  de  Méxi- 
co un  cometa,  y  corrió  acia  el  oriente,  é  iba  echan- 
do de  sí  como  brasas  ó  grandes  centellas:  llevaba  una 
cola  muy  larga,  y  luego  toda  la  gente  comenzó  á  dar 
alaridos,  tanto  que  paiecia  cosa  de  espanto,  y  por 
tal  lo  tuvieron. 

El  quinto  fué,  que  la  laguna  de  México  sin 
hacer  viento  ninguno  se  levantó:  parecía  que  herbia 
y  saltaba  en  alto  el  agua,  é  hízose  gran  tempes- 
tad en  la  laguna;  las  olas  batieron  en  las  casas  que 
estaban  cerca,  y  derrocaron  muchas  de  ellas:  tuvié- 
ronlo  por  milagro   porque   ningún  viento  corria. 

El  sesto  agüero  fué,  que  en  aquellos  dias  oye- 
ron voces  en  el  aire  como  de  una  muger  que  an- 
daba llorando  y  decía  de  esta  manera:  „¡Qh  hijos 
mios,  yá  estamos  á  punto  de  perdernos!»  otras  veces  de- 
cia: ¡oh  hijos   míos!  ¿á  donde  os  llevaré? 

El  sétimo  agüero  fué,  que  los  pescadores  ó 
cazadores  del  agua,  tomaron  en  sus  redes  una  ave 
del  tamaño  y  color  de  una  grulla,  la  cual  tenia  en- 
medio  de  la  cabeza  un  espejo.  Esta  fué  cosa  has- 
ta entonces  nunca  vista,  y  así  lo  tuvieron  por  mila- 
gro, y  luego  la  llevaron  á  Mocthecuzorna  que  estaba 
en  su  palacio,  en  una  sala  que  llaman  Tlülancalmeeac, 
esto  era  después  de  medio  dia:  Mocthecuzorna  miró 
el  ave  y  el  espejo  que  tenia  en  la  cabeza,  el  cual 
era  redondo  y  muy  pulido;  y  mirando  en  él,  vio  las 
estrellas  del  cielo,  los  mastelejos  que  ellos  llaman  ma- 
malcaztli,  y  Mocthecnzoma  espantóse  de  esto,  y  apar- 
tó la  vista  haciendo  semblante  de  asombrado;  y  tor- 
nando á  mirar  al  espejo  que'es^-ba  en  la  cabeza 
del   ave,   vio  en   él  gente   de   acaballo  que  venían  to- 


283 
dos  juntos  en  gran  tropel  todos  armados,  y  viendo 
esto  se  espantó  mas,  y  luego  envió  á  llamar  a  los 
adivinos  y  astrólogos  en  cosas  de  agüeros,  y  pre- 
guntóles: ¿qué  es  esto  que  aquí  me  ha  aparecido^ 
;qué  quiere  decir?  y  estando  así  todos  espantados, 
desapareció  el  ave,  y  todos  quedaron  espantados,  y 
no  supieron   decir   nada. 

El  octavo  agüero  fué,  que  aparecieron  en  mu- 
chos lugares  hombres  con  dos  cabezas,  y  teman  no 
mas  de  un  cuerpo:  llevábanlos  á  que  los  viese  Moc- 
thecuzoma  en  su  palacio,  y  en  viéndolos  luego  des- 
aparecían sin  decir  nada,  (a) 

CAPÍTULO  VIL 

De  las  cosas  notables   que  acontecieron  después  que  los  es- 
pañoles  vinieron  á  esta   tierra,   hasta  el  ano  de   30. 

El  año  de  1519  llegó  el  capitán  D.  Hernan- 
do Cortés  á  esta  tierra  con  550  españoles  y  on- 
ce navios;  supo  esto  Mocthecuzoma  por  relación  de 
las  guarniciones  que  tenia  á  la  orilla  de  la  mar,  que 
luego  enviaron  mensageros.  En  sabiendo  Mocthecu- 
zoma que  eran  venidos  aquellos  navios  y  gente,  lue- 
go envió  personas  muy  principales  para  que  los  vie- 
sen y  hablasen,  y  llevaron  un  presente  de  mucho  va- 
lor porque  pensaron  que  venia  Quetzalcoatl,  al  cual 
ellos  estaban  esperando  muchos  años  habia,  porque 
fué  señor  de  esta  tierra,  y  fuese  diciendo:  que  vol- 
verla, y  nunca  mas  pareció,  y  hasta  hoy  le  esperan: 
tomó  D.  Hernando  Cortés  el  presente  que  llevaban 
los   mensageros   de  Mocthecuzoma, 

Después  de  haber  pasado  muchas  cosas  á  la 
orilla  de  la  mar,  [b]  comenzaron  los  españoles  á  entrar 
en   la   tierra  adentro:   saliéronlos  á  recibir  de   guer- 


(a) 

Falta  el  i 

agüero 

de  la  p 

Ledra 

habladora: 

;    véase 

la  vida    de 

\í 

Mocthecuzoma. 

\   •■ 

(b) 

Véase   el 

lib.    1 

2  de  la 

Conquista  que 

imprimí 

por  sepa- 

rado. 

El  E.    ■ 

Tóm 

.  II. 

37 

HH.CT  ÜWXHHHI 

284 
ra    gran    muchedumbre  de  gentes  de   Tlaxcaia,  á  los 
cuales    llamaron   Otomís  por  ser  valientes  en  la  ^er- 
ra, que   son    como   los  Tudezcos,   que   mueren  %  no 
huyen:   comenzaron    á  pelear  con  los  españoles,  y  co- 
mo no  sabían  el  modo  de  guerrear  de  estos,  murieron 
casi  todos,  y  algunos  pocos  huyeron.  Espantáronse  de 
este   negocio   mucho  los    de    Tlaxcaía,   y   Ineso  des- 
pacharon sus   mensageros,  gente  muy   principal,  con 
mucha   comida  y  con  todas  las  cosas  necesarias  pa- 
ra la  recreación  de  los  españoles,   y  fueron  luego  es- 
tos acia  llaxcala,  donde  fueron  recibidos  de  paz  (sl) 
V    aíh    descansaron  algunos   dias,  y  se  informaron  de 
las  cosas    de    México,  y  del  señor  de  ella  Mocthecuzo- 
ma:  de    allí    se   partieron   los  españoles    para    Cholu- 
í  77  y  „ilegados>  hicieron  gran  matanza  en  los   de  Cho- 
luíla.  Como    oyó  estas    cosas   Mocihecuzoma,   los   me- 
xicanos   tuvieron    gran   temor,    y  luego  Mocthecuzoma 
envío  sus  mensageros   al  capitán  D.   Hernando   Cor- 
tes, ios  que  fueron   fué    gente  muy  principal,  y   lle- 
varon un  presente  de  oro:   encontráronse  con    él   en 
el  medio   de  la  sierra  nevada  y  del  volcán,  donde  ellos 
llaman  Itoaíco.  En   este  lugar  dieron  al  capitán  el  pre- 
sente que    llevaban,  y  le  hablaron  de  parte    de  Moc- 
thecuzoma lo   que  él  les   mandó.  Vinieron  los  españo- 
les camino  derecho  hasta  México  por  sus  jornadas,  y 
entraron   todos  aparejados   á  punto  de  guerra;    cuan- 
do llegaron   cerca   de  las  casas  de  México,  salió  Moc- 
thecuzoma á   recibir   al    capitán   y   á  todos  los    espa- 
ñoles   ae  paz;  juntáronse  en  un    íu^ar  que    se    llama 
Xo/oco,  un  poco  mas    acá,   que  es  cerca  de  donde  es- 
ta añora  el  hospital  de  la  concepción,  [b]  [y  fué  á  ocho 
de   noviembre    del  dicho  año.]  Después  de  haber  re- 
cibido  al  capitán  como  ellos  suelen,  con  flores  y  otros 

(a)  Véase  mi  historia  de  Chimalpain,  y  la  memoria  de  Tlaxca- 
Ja  insería  en  ella,  (b)  Jesús  Nazareno,  fundado  por  Cortés  á  quien 
puede  aplicársele  e!  siguiente  epigrama  de  Triarte.... 

El  señor  D.  Juan  de  Robles         Hizo  este  santo  Hospital, 
Con  candad  sin  igual,  Y  también  hizo  los  pobres. 


285 
presentes,  y    de   haber  hecho  una   plática  el    dicho 
Mocthecuzoma   al   capitán,  luego  se    fueron  todos  jun- 
tos á  las    casas  reales  de    México,  donde  se  aposen- 
taron   todos     los     españoles,   y     estuvieron    muchos 
dias  muy   servidos,  y  desde   á  pocos  días  que  llega- 
ron, echaron   preso   á  Modhecuzoma.   En  este  tiempo 
vino  noticia  como  habian  llegado  otros  españoles   al 
puerto,  y   el    capitán   D.  Hernando  Cortés     les   saho 
al  encuentro   con  pocos   españoles,   dejando   acá  por 
capitán   á  D.  Pedro  Alvarado    con   los    demás  espa- 
ñoles- tenían   las    casas  reales   por  fortaleza.  Estando 
ausente   D.  Hernando  Cortés,  D.  Pedro  Alvarado  en 
la  ciudad  de  México  con  parte  de  los  españoles,  asis- 
tió á   la   fiesta   de    Vitzilopuchtli,  y  haciendo   esta  los 
indios    con  gran  solemnidad,  como  siempre  la   solían 
hacer,   determinó  D.  Pedro    Albarado   y  los   españo- 
les que   con  él   estaban,  de    dar  en   ellos  en  el   mis- 
mo patio  del    Cú   de    Vitzilopuchtü  donde  estaban   en 
grande   areito,  y   salieron   de    guerra:  unos    se   pusie- 
ron á  la  puerta  del  patio,   y  oíros  entraron   á   caba- 
llo  y  á  pie,  y  mataron  gran  numero  de  principales  y 
de   la  otra  gente.    De  aquí  se  comenzó  la  guerra  en- 
tre  los  españoles  y  mexicanos.  Después  que   volvió  el 
marqués  [Cortés]  del  puerto,  y  de  haber  vencido  á  Panfilo 
de    Narváes,   trajo  consigo  todos    los    españoles   que 
con   él -venían,  y   vino    á    México,   y  halló  que    esta- 
ban  todos   puestos   en    guerra.   En  el    año   de  1520, 
murió   Modhecuzoma   en    poder   de  los  españoles,    de 
una  pedrada   que   le  dieron   sus   mismos  vasallos.  En 
este   mismo   año  después   de   haber  peleado   muchos 
dias  los    indios  y   los   españoles,   saliéronse  estos  de 
México   huyendo  de  noche,  donde  mataron  los  mas 
de  ellos,  y   á  todos  sus  amigos  indios,  é  indias,  y  les 
tomaron    todo   el   fardage.  Escapóse   el    capitán  con 
algunos    españoles,   y   fuéronse   huyendo  á   Tlaxcalh. 
En   el  año  de  1521  vinieron  los  españoles   otra  vez 
contra   México,   aposentáronse  en    Tezcoco,  y  comen- 


286: 
zaron  á  dar  guerra   á  los  mexicanos  por  a<rua  y  por 
tierra,  y  venciéronlos  en  el    mes   de  agostS  de   este 
dicno  ano,    el  día  de  S.   Hipólito:  de   erto  se  trata  á 

a  larga  en  el  doceno  libro.  En  el  año  de  1522. 
los  mexicanos  que  se  habían  huido  de  la  ciudad  por 
amor  de  la  guerra,  se  tornaron  á  ella.  En  el  año 
i  l  d  ™ieron  á  esta  ciudad  de  México  doce  frai- 
les de  b.  francisco,  enviados  para  la  conversión  de 
los   indios  de  esta    N.  España. 

CAPITULO    VIH. 

De   los  atavíos  de  los  señores. 

En  este  capítulo  se  ponen  diez  y  seis  mane- 
ras de  mantas  que  usaban  los  señores  para  su  ves- 
tir. Usaban  pues  una  manera  de  mantas  muy 
ricas  que  se  llamaban  coazayacaiotilmatl,  era  toda  la 
manta  eonada,  y  tenia  la  una  cara  de  monstruo  ó 
de  amblo  dentro  de  un  círculo  plateado,  en  un  cam- 
po colorado:  estaba  toda  llena  de  estos  círculos  y 
caras,  y  tema  una  franja  toda  al  rededor.  De  la  par- 
te de  adentro  tenia  una  labor  de  unas  SS  contra- 
puestas, en  unos  campos  cuadrados,  y  de  estos  cam- 
pos unos  estaban  ocupados,  y  otros  vacíos;  de  la  par- 
te de  afuera  esta  franja,  tenia  unas  esférulas  maci- 
zas, no  muy  juntas.  Estas  mantas  usaban  los  seño- 
res, y  dábanlas  por  librea  á  las  personas  notables, 
y  señaladas  en  la  guerra. 

Usaban  también  otras  (mantas)  que  se  líama- 
ban  tecuciciohlmatl:  llamábanse  de  esta  manera,  por- 
que teman  tejidos  dibujos  de  caracoles  mariscos  de 
tochomtti  colorado,  y  el  campo  era  de  unos  remoli- 
nos de  agua  azules  claros.  Tenia  un  cuadro  que  la 
cercaba  toda  de  azul,  la  mitad  obscuro,  y  la  mitad 
claro:  y  otro  cuadro  después  de  este  de  pluma  blan- 
ca, y  luego  una  franja  de  tochomitl  colorado,  no  des- 
Hilada,  sino   tejida  y   almedada. 


287 
Otra  manera  de  mantas  usaban  los  señores, 
que  se  llaman  temalcacaiotilmatlitenisio:  esta  clase  de 
mantas  era  leonado  obscuro  todo  el  campo,  y  en  es- 
te estaban  tejidas  unas  figuras  de  rueda  de  molino: 
en  la  circunferencia  tenian  un  círculo  negro,  y  den- 
tro de  este  otro  círculo  blanco  mas  ancho,  y  el  cen- 
tro era  un  círculo  pequeño  rodeado  con  otro  negro. 
Estas  figuras  eran  doce,  de  tres  en  tres  en  cuadro: 
tenia  esta  manta  una  franja  por  todo  el  rededor,  lle- 
na de  ojos  en  campo  negro,  y  por  eso  se  llama  te- 
nisio,   porque    tiene    ojos   por  toda  la  orilla. 

Usaban  también  otras  mantas  que  se  llama- 
ban itzcoayotilmatli  que  tenian  seis  sierras  como  hier- 
ros de  aserrar,  dos  en  un  lado,  y  otras  dos  en  el 
medio,  todas  contrapuestas  en  un  campo  leonado:  en- 
tre cada  dos  estaban  unas  SS  sembradas,  con  unas 
00  entrepuestas:  tenian  dos  bandas  del  campo  leo- 
nado, mas  desocupadas  que  lo  demás:  tenian  una  fran- 
ja por  todo  el  rededor,  con  unos  lazos  de  pluma 
en  unos  campos  negros. 

Usaban  también  unas  mantas  que  se  llama- 
ban umetechkcomaiotilmatl:  estaban  sembradas  de  unas 
xícaras  muy  ricas  y  muy  hermosas,  que  tenian  tres 
pies,  y  dos  alas  como  de  mariposa.  El  bajo  era  re- 
dondo, colorado  y  negro,  las  alas  verdes  bordadas 
de  amarillo,  con  tres  esférulas  de  la  misma  color  en 
cada  una.  El  cuello  de  esta  xícara,  era  hecho  con 
una  marquesota  de  camisa  con  cuatro  cañas  que  sa- 
lían arriba,  labradas  de  pluma  azul  y  colorada,  y  es- 
taban sembradas  estas  xícaras  en  un  campo  blanco: 
tenian  en  las  dos  orillas  delanteras,  dos  bandas  de 
colorado,  con  otras  atravesadas  de  blanco  de  dos 
en  dos.  No  se  esplican  mas  mantas  que  las  dichas, 
porque  comunmente  las  demás  las  usan  todos;  pe- 
ro es  de  notar,  la  habilidad  de  las  mugeres  que  las 
tejen,  porque  ellas  pintan  las  labores  en  la  tela,  cuan- 
do la  van  tejiendo,  y  ordenan  los  colores  en  la  mis- 


\ 


288 
ma  tela   conforme  al  dibujo,   y  así  la  tejen  cómo  pri- 
mero la  han   pintado,   diferenciando  colores    de  hilos 
como  lo  demanda  la  pintura. 

Usaban  otras  mantas  que  se  llamaban  papaloio- 
tilmatliteniso:  tienen  estas  el  campo  leonado,  y  en  él  sem- 
bradas unas  mariposas  tejidas  de  pluma  blanca,  con 
un  ojo  de  persona:  en  el  medio  de  cada  una  esta- 
ban ordenadas  en  rencle  de  esquina  á  esquina  Tie- 
ne esta  manta  una  flocadura  de  ojos  por  todo  el  re- 
dedor en  campo  negro,  y  después  una  franja  colo- 
rada  almenada. 

Usaban  también  otras  mantas  de  leonado,  sem- 
bradas de  unas  flores  que  llaman  ecacazcatl,  puestas 
de  tres  en  tres  por  todo  el  campo,  y  en  medio  de 
cada  dos,  dos  trocitos  de  pluma  blanca  tejidos  Tiene 
esta  manta  una  franja  de  pluma  por  todo  el  rededor,  y 
después  una  flocadura  de  ojos  por  todo  el  rededor,  v 
esta  manta  se  llamaba   XaoalquGuhiotümatlitenisio. 

_  Usaban  otras  mantas  que  llamaban  ocelotentla- 
pálliyiticycacocelutl,  estaban  en  el  medio  pintadas  co- 
mo cuero  de  tigre,  y  tenían  por  flocadura  de  una  par- 
te y  de  otra,  unas  fajas  coloradas  con  unos  trozos 
de  pluma  blanca  acia  la  orilla 

Todas  estas  mantas  arriba  dichas  son  sospe- 
chosas: [a]  la  manta  que  se  llama  ixnextlacuilolli,  y  otra 
que  se  llamaba  olin,  que  tenia  pintada  la  figura  del 
sol,  con  diversos  colores  y  labores. 

CAPITULO  ÍX. 
De   los  aderezos   que   los   señores  usan  en  sus  areitos. 

Uno  de  los  aderezos  y  el  primero  que  usa- 
ban los  señores  en  los  areitos  se  llamaba  quetzalal- 
pitoai, .  y  eran   dos  borlas,  hechas  de  plumas  ricas  guar- 

(a)     Quiere     decir  sospechosas,    porque    decían  relación    á  ritos 
idolátricos,  y   abusiones  á  que  propendían  los   indios, 


289 
necidas  eon  oro  muy  curiosas,  y  traíanlas  atadas  á 
los  cabellos  de  la  coronilla  de  la  cabeza,  que  col- 
gaban hasta  las  sienes,  y  traían  un  plumage  rico 
acuestas,  que  se  llamaba  tlauhqueehoUzontli  muy  cu- 
rioso. Llevaban  también  en  los  brazos  unas  ajorcas 
de  oro,  (todavia  las  usan)  y  unas  orejeras  de  oro, 
(ya  no  las  usan:)  traían  también  atadas  á  las  mu- 
ñecas una  correa  gruesa  negra,  sobada  con  bálsa- 
mo, y  en  ella  una  cuenta  gruesa  de  chalchivitl,  ó 
otra  piedra  preciosa.  También  traían  un  barbote  de 
chalchivitl  eiigastonado  en  oro,  metido  en  la  barba 
(ya  tampoco  usan  este.)  También  traían  estos  barbo- 
tes hechos  de  cristal  largos,  y  dentro  de  ellos  unas 
plumas  azules  metidas,  que  les  hacen  parecer  zafi- 
ros. Otras  muchas  maneras  de  piedras  preciosas, 
traían  por  barbotes.  Tenían  el  bezo  abugerado,  y  por 
allí  las  traían  colgadas,  como  que  salían  de  dentro 
de  la  carne:  y  también  unas  medias  lunas  de  oro  col- 
gadas en  los  bezotes.  Traían  ambien  ahugeradas  las 
narices  los  grandes  señores,  y  en  los  ahugeros  me- 
tidas unas  turquezas  muy  finas,  ú  otras  piedras  pre- 
ciosas una  de  la  una  parte,  y  otra  de  la  otra  de  la 
nariz.  Traían  unos  sartales  de  piedras  preciosas  al 
cuello:  tenian  una  medalla  colgada  de  un  collar  de 
oro,  y  en  el  medio  de  ella  una  piedra  preciosa  lla- 
na, y  por  la  circumferencia  colgaban  unos  pinjantes 
de  perlas:  usaban  unos  brazaletes  de  musaico,  hechos 
de  turquezas  con  unas  plumas  ricas  que  salian  de 
ellos,  que  eran  mas  altos  que  la  cabeza,  y  bordadas 
con  plumas  ricas  y  con  oro,  y  unas  bandas  de  oro, 
que  subian  con  las  plumas.  Usaban  traer  en  las  pier- 
nas de  la  rodilla  abajo  grebas  de  oro  muy  delgado: 
tenian  en  la  mano  derecha  una  banderilla  de  oro, 
y  en  lo  alto  un  remate  de  plumas  ricas.  También 
traían  por  guirnaldas  una  ave  de  plumas  ricas  hecha* 
que  traía  la  cabeza,  y  el  pico  acia  la  frente,  y  la 
cola  acia  el  cogote,  con  unas  plumas  muy  ricas  y 


290 
largas:  las  alas  de  esta  ave,  venían  acia  las  sienes 
como  cuernos  hechas  de  plumas  ricas.  También  usa- 
ban traer  unos  mosqueadores  en  la  mano,  que  llama- 
ban quetzallicaaoazlli,  y  con  unas  bandas  de  oro  que 
subían  con  las  plumas,  traían  en  la  mano  izquierda 
unos  brazaletes  de  turquezas  sin  píumage  ni  puño: 
tenian  un  collar  hecho  de  cuentas  de  oro,  y  entre 
puestos  unos  caracolitos  mariscos,  entre  cada  dos 
cuentas  uno.  Usaban  traer  collares  de  oro  hechos  á 
manera  de  eslabones  de  víboras:  también  solian  los 
señores  en  los  areitos  traer  flores  en  la  mano,  jun- 
tamente con  una  caña  de  humo  que  iban  chupando. 
Tenian  un  espejo  en  que  se  miraban  cuando  se  com- 
ponían, y  después  de  compuesto  mirábase  bien  al 
espejo,  y  luego  daba  á  un  paje  para  que  le  guarda- 
se. Traían  unas  cotaras  de  los  cálcanos,  las  cuales 
eran  de  cuero  de  tigre,  y  las  suelas  de  cuero  de  cier- 
vo hecho  muchos  dobleces  y  cosido,  y  con  pinturas: 
usaban  de  atambor  y  de  atamboril:  el  atambor  era 
alto  como  hasta  la  cinta,  de  la  manera  de  los  de 
España  en  la  cobertura.  Era  el  atamboril  de  made- 
ro hueco,  tan  gruezo  como  un  cuerpo  de  un  hom- 
bre, y  tan  largo  como  tres  palmos  unos  poco  mas, 
y  otros  poco  menos  muy  pintados.  Este  atambor  y 
atamboril,  ahora  lo  usan  de  la  misma  manera.  Usa- 
ban también  unas  sonajas  de  oro,  y  las  mismas  aho- 
ra de  palo,  y  asimismo  de  unas  conchas  de  tortuga 
hechas  de  oro,  conque  iban  tañendo,  y  ahora  las 
usan  naturales  de  la  misma  tortuga.  También  usaban 
de  carátulas,  ó  mascaras  labradas  de  musaico,  y  de 
cabelleras  como  las  usan  ahora,  y  unos  penachos  de 
oro,  que  salian  de   las  carátulas. 


CAPÍTULO  X. 


291 


De   los  pasatiempos  y  recreaciones  de  los  señores. 

Cuando  los  señores  salian  de  su  casa,  y  se 
iban  á  recrear,  llevaban  una  cañita  en  la  mano,  y  mo- 
víanla al  compás  de  lo  que  iban  hablando  con  sus. 
principales:  estos  iban  de  una  parte,  y  de  otra  del 
señor  ó  rey:  llevábanle  en  medio,  é  iban  algunos  de- 
lante apartando  la  gente,  que  nadie  pasase  delante 
de  él  ni  cerca;  y  nadie  de  los  que  pasaban  por  el 
camino  osaba  mirarle  á  la  cara,  sino  luego  ba- 
jaban la  cabeza,  y  echaban  por  otra  parte.  Al- 
gunas veces  por  su  pasatiempo  el  señor  cantaba 
y  deprendia  los  cantares  que  suelen  decir  en  los 
areitos.  Otras  veces  por  darle  recreación  algún  truan 
le  decia  truanerias,  ó  gracias.  Otras  veces  por  su 
pasa  tiempo  jugaba  á  la  pelota,  y  para  esto  tenían- 
le sus  pelotas  de  utti  guardadas:  estas  pelotas  eran 
tamañas  como  unas  grandes  bolas  de  jugar  á  los  bo- 
los, eran  mazisas  de  una  cierta  resina  ó  goma  que 
se  llamaba  ulli,  que  es  muy  libiano,  y  salta  como 
pelota  de  viento,  y  tenia  de  ellas  cargo  algún  paje, 
y  también  traía  consigo  buenos  jugadores  de  pelota 
que  jugaban  en  su  presencia,  y  por  el  contrario  otros 
principales,  y  ganábanse  chalchivites,  cuentas  de  oro, 
turquesas,  esclavos,  mantas,  maxtles  ricos,  maizales, 
casas,  grebas  de  oro,  ajorcas  de  este,  brazaletes 
hechos  con  plumas  ricas,  pellones  de  pluma  y  cargas 
de  cacao.  El  juego  de  la  pelota  se  llamaba  tlaxtli,ó 
tlachtl,  que  eran  dos  paredes,  que  habia  entre  la  una 
y  la  otra  veinte  ó  treinta  pies,  y  serían  de  largo  has- 
ta cuarenta  ó  cincuenta  pies:  estaban  muy  encaladas 
las  paredes  y  el  suelo,  y  también  de  alto  como  es- 
tado y  medio,  y  en  medio  del  juego  estaba  una  ra- 
ya puesta  al  propósito  del  juego,  y  en  el  me- 
dio de  las  paredes  en  la  mitad  del  trecho  de  este, 
Tóm.  II.  38 


292 

estaban  dos  piedras  como  muelas  de  molino,  ali- 
geradas por  medio,  frontera  la  una  de  la  otra,  y  té- 
manse dos  ahugeros  tan  anchos  que  podía  caber  la 
pelota  por  cada  uno  de  ellos,  y  el  que  metia  esta 
por  allí,  ganaba  el  juego.  No  jugaban  con  las  manos 
sino  con  las  nalgas  para  resistir  la  pelota:  traían  pa- 
ra jugar  unos  guantes  en  las  manos,  y  una  cincha 
de  cuero  en  las  nalgas  para  herir  á  la  pelota.  Tam- 
bién los  señores  por  su  pasatiempo,  jugaban  un  jue- 
go que  se  llama  patoüi,  que  és  como  el  juego  del 
castro  ó  alguergue,  ó  casi  como  el  juego  de  los  da- 
dos, y  son  cuatro  frísoles  grandes,  y  cada  uno  tiene 
un  ahugero,  y  los  arrojan  con  la  mano  sobre  un 
petate,  como  quien  juega  los  carnicoles,  donde  está 
hecha  una  figura:  á  este  juego  solían  jugar,  y  ga- 
narse cosas  valiosas,  como  cuentas  de  oro,  piedras 
preciosas,  turquesas  muy  finas;  y  este  juego,  y  el  de 
la  pelota,  hanlo  dejado  por  ser  sospechoso  de  algunas 
supersticiones  idolátricas,  que  en  ellos  hay.  También 
solían  jugar  á  tirar  con  el  arco  al  blanco,  ó  con  los 
dardos,  y  á  esto  también  se  ganaban  cosas  precio- 
sas: Usaban  tirar  con  cebratanas,  y  traían  sus  bo~ 
doquitos  hechos  en  una  hruxaquitta  (a)  de  red,  y  tam- 
bién lo  usan  ahora  cuando  andan  á  matar  pájaros  con 
esta  _  cebratana;  también  usan  tomar  pájaros  cen  red: 
asimismo  para  su  pasatiempo,  plantaban  vergeles  ó 
florestas  donde  ponían  todos  los  árboles  de  flores.  Usa- 
ban de  truhanes  que  les  decían  chocarrerías  para 
alegrarlos:  también  el  juego  del  palo  jugaban  delante 
de  ellos  por  darle  recreación:  tenían  pajes  que  los 
acompañaban  y  servían,  y  también  usaban  de  enanos 
corcobados,    y    otros  hombres  monstruosos.  Criaban 

•  (a)  Hoy  llaman  en  Oaxaca  adohador,  'es  un  cañuto  de  fierro 
con  filo,  dentro  del  cual  meten  la  pelota  de  barro  húmeda  le  dan 
vueltas  y  con  el  filo  la  recortan  hasta  acomodarla  al  buque  ó  calibre  de 


293 
bestias,  fieras  águilas,  tigres,  osos,  gatos,  y  de  todas 
las  maneras. 

CAPITULO  XI. 

De  los  asentamientos   de   los  señores. 

Usaban  los  señores  de  unos  asentamientos  he- 
chos de  juncias,  y  de  cañas  con  sus  espaldares  que 
llaman  tepotzoicpalü,  que  también  los  usan  ahora.  Pe- 
ro en  el  tiempo  pasado,  para  demostración  de  S.  M. 
v  0-ravedad,  aforrábanlos  con  pellejos  de  animales 
fieros,  como  son  tigres,  leones,  onzas,  gatos  cerbales, 
osos,  y  también  de  cierbos  adovado  el  cuero.  Tam- 
bién unos  asentamientos  de  ruellos  pequeños  cuadra- 
dos, y  de  alto  de  una  mano  con  su  pulgada  ó  un 
palmo  que  llaman  tolicpalli,  los  aforraban  con  estos 
mismos  pellejos  dichos  para  asentamiento  de  los  se- 
ñores: tenían  por  estrados  sobre  que  estaban  los  asen- 
tamientos do  los  mismos  pellejos  ya  dichos  pendidos. 
También  usaban  por  estrados  unos  petates  muy  pin- 
tados y  curiosos,  que  llamaban  alaoacapeiath  usaban 
de  amacas  hechas  de  red,  para  llevarse  adonde 
querían  ir,  como  en  litera:  también  usaban  de  los 
icpales  arriba  dichos  pintados    sin  pellejo  ninguno. 

CAPITULO  XII. 

De   los  aderezos  que  usaban   los  señores   en  la  guerra. 

Usaban  los  señores  en  la  guerra  un  casquete 
de  plumas  muy  coloradas,  que  se  llamaban  tlauhque- 
chokonoao,  y  al  rededor  del  casquete  una  corona  de 
plumas  ricas,  y  del  medio  de  la  corona  salía  un 
manojo  de  plumas  bellas  que  llaman  quetzal  como  pe- 
nachos, y  colgaba  de  este  plumage  acia  las  espal- 
das, un  atambor  pequeñuelo  puesto   en  una  escale- 


294 

niela  como  para  llevar   earga,  y  todo  esto  era  do- 
rado. Llevaban  un  coselete  de  pluma  bermeja,  que  le  lle- 
gaba hasta    los    medios  muslos,    todo    sembrado   de 
caracolitos     de     oro,    y    unas     faldetas    de    pluma 
rica:  llevaban  una  rodela  con  un  círculo  de  oro   por 
toda   la   orilla,  y  el  campo  de  ella  era  de  pluma  ri- 
ca,  colorada,  verde,   azul,   fyc;  y    de  la  parte  de  aba- 
jo, del    medio   por   la   circunferencia,   iban    colgados 
unos  rapacejos  hechos  de  pluma   rica,  con  unos  boto- 
nes y  borlas  todo  también  de  pluma.  Llevaban  un  collar 
de  piedras  preciosas  muy  finas,  y   todas  iguales  y  re- 
dondas,   eran  chakhivites  y  turquezas   muy  finas:  lle- 
vaban   unas  plumas    verdes   en  lugar  de  cabellera,  con 
unas  bandas  de  oro  entrepuestas,  ó  llevaban  un  cosele- 
te de  plumas  verdes,  y  acuestas   el  atambor  también 
verde   en  un  cacaxtli.  Juntamente  con  el  atambor  lleva- 
ban unas   faldetas  de  plumas  ricas  y   de   oro,   y  unos 
rayos  hechos  del   mismo  metal   sembrados  por  el  co- 
selete: llevaban  otra  manera  de  divisas  y   armas  que  se 
llama  ocelotoiec,  que  era  hecho  de  cuero  de  tigre  con 
unos   rayos  de  oro  sembrados,  y  el  atambor  que  lle- 
vaba  acuestas    era   pintado  como    cuero  del   mismo, 
y  las  faldetas    del  atambor  eran  de  plumas  ricas,  con 
unas  llamas  de  oro  en  el  remate.  Otra  manera  habia   de 
rodela  con  pluma  rica  que  se  llama  xiuhtotol,  y   en   el 
medio  de  ella  estaba  un  cuadro  de  oro.  Llevaban  tam- 
bién acuestas^  unas   plumas   verdes  á  manera  de  ma- 
riposa,  y    traía  una  manera  de  chamarra   hecha  de 
plumas  amarillas  que    se    llaman  tocivitl,  porque   son 
de  papagayo,  y  llegaba  esta  chamarra  hasta   las  ro- 
dillas con    unas    llamas    de  oro   sembradas.    Usaban 
otra    manera  de   rodela  hecha  de  plumas  ricas,  y  el 
centro  de  ella  era   de  oro  redondo,  labrada   en   ella 
una  mariposa.  Otra  manera  de  armas  solian  usar  los 
señores    hechas    con    plumas    verdes    que   se   llaman 
quetzatl,  á   manera  de  chosa,  y  en  todas  las  orillas  te- 
ma unas  flocaduras  de  pluma  rica   y  con  oro.  Lleva- 


■ 


295 
ban  también  una  ehaniana  de  plumas  amarillas,  y 
usaban  los  señores  en  la  guerra,  una  manera  de 
capacete  de  oro  con  dos  manojos  de  quetzatl,  pues- 
tos á  manera  de  cuernos,  y  con  este  capacete  usa- 
ban la  chamarra  que  arriba  se  dijo.  Usaban  también 
otra  manera  de  capacete  de  plata,  y  también  traían 
otra  manera  de  divisas  de  pluma  rica  y  de  oro.  Lle- 
vaban también  con  este  capacete  una  chamarra  hecha 
de  la  misma  pluma  ya  dicha,  y  con  unas  llamas  de 
oro.  Juntamente  solían  traer  los  señores  en  la  guer- 
ra, una  manera  de  vanderilla  hecha  de  quetzatl,  en- 
trepuestas  unas  bandas  de  oro,  y  en  lo  alto  de  la  van- 
derilla iba  un  manojo  de  quetzatl  como  penachos:  otra 
manera  hatíia  de  vanderillas  hechas  de  plata,  y  en  lo  al- 
to de  ellas  sus  penachos.  También  usaban  de  otra  ma- 
nera de  vanderillas  hechas  de  unas  bandas  de  oro, 
y  en  lo  alto  de  esta  sus  penachos.  Los  seño- 
res llevaban  acuestas  unas  maneras  de  divisas,  que 
se  llaman  itzpapaloíl:  es  esta  divisa  hecha  á  la  ma- 
nera de  figura  del  diablo,  de  plumas  ricas,  y  tema 
las  alas  y  cola  á  modo  de  mariposa  de  plumas  ri- 
cas, y  los  ojos,  uñas,  pies,  cejas,  y  todo  lo  demás,  era 
de  oro,  y  en  la  cabeza  de  esta  poníanle  dos  mano- 
jos de  quetzatl  que  eran  como  cuernos.  Otra  manera 
de  divisas  solían  traer  acuestas  los  señores,  que  se 
llama  xochicuetzalpapalotl,  también  hecha  á  manera  de 
la  imagen  del  diablo,  porque  tenia  la  cara,  manos, 
pies,  ojos,  uñas  y  nariz,  como  éste,  (a)  hechas  las  alas, 
y  cola  de  la  misma  pluma  ya  dicha,  y  el  cuerpo 
era  formado  de  diversas  plumas  ricas,  verdes,  azules, 
y  con  oro,  y  tenia  sus  cuernos  de  pluma  rica  como 
de  mariposa.  Usaban  también  de  otra  divisa  que  se 
llama  quetzalpacatztli,  con  una  chamarra  hecha  de  plu- 
mas verdes,  con  una  rodela  también  de  lo  mismo, 
vestida   con  una  plancha   de  oro  redonda  en  el  rae- 

(a)    Es  regular  que  el  P.  Sahagun  hubiera  visto  alguno. 


296 
dio.  Oras  divisas  usaban  que  se  llaman  tozquaxolotl, 
eran  como  un  cestillo  hecho  de  plumas,  y  en  medio 
de  él  un  perrillo,  el. cual  tenia  en  la  cabeza  un  plu- 
mage  largo:  tenia  este  perrillo  los  ojos  y  las  uñas 
de  oro  fyc.;  con  esto  llevaban  una  chamarra  de  plu- 
ma amarilla,  con  llamas  de  oro  sembradas.  Usa- 
ban de  otra  divisa  como  la  arriba  dicha,  salvo  que 
la  pluma  era  azul  y  llevaba  mezclado  mucho  oro, 
y  también  la  chamarra  era  de  pluma  azul.  Usaban  otras 
divisas  de  la  misma  manera  de  las  ya  dichas,  si- 
no que  la  pluma  era  blanca,  y  otras  de  la  misma 
manera  de  pluma  colorada.  Otras  divisas  usaban  que 
se  llamaban  cacatzontli  de  plumas  ricas  amarillas,  con 
su  chamarra  de  pluma  del  mismo  color.  Acostum- 
braban otras  divisas  que  se  Jlamaban  toztzitzimitl,  he- 
chos de  plumas  ricas  con  oro,  y  el  toztzitzimitl  era 
como  un  monstruo  hecho  de  oro,  que  estaba  en  me- 
dio de  la  divisa.  Llevaba  el  toztzitzimitl  un  penacho 
de  pluma  rica.  Usaban  también  otra  divisa  que  lla- 
man xoxouhquitzitzimitl,  era  un  monstruo  como  demo- 
nio, hecho  de  plumas  verdes  con  oro,  y  encima  de 
la  punta  de  la  cabeza,  llevaba  un  penacho  de  plu- 
mas verdes.  También  usaban  de  otra  divisa  que  se 
llamaba  iztactzitzimitl,  que  es  como  las  arriba  dichas,  sal- 
vo que  los  pluniages  eran  blancos.  Usaban  también 
de  unos  capillos  que  llaman  cuzticcucxtecatl,  con  un 
penacho  que  salia  de  la  punta  del  capillo;  llevaban 
en  '  él  una  medalla  de  oro,  atada  con  un  cordón  al 
mismo  capillo  á  manera  de  guirnalda:  la  cha- 
marra que  era  companera  de/  esta  divisa,  era  de  plu- 
ma amarilla  con  unas  llamas  de  oro.  Llevaba  una 
media  luna  de  lo  mismo  colgada  en  las  narices,  y 
unas  orejeras  de  oro  que  colgaban  hasta  los  hombros, 
hechas  á  manera  de  mazorcas  de  maíz:  á  otra  di- 
visa de  la  manera  ya  dicha,  llamaban  iztaccuextecatl: 
á  otra  como  las  dichas,  llamaban  chictlapanquiavexte- 
catl,  porque  la  mitad  era   verde,  y   la  mitad  amarillo, 


297 
asi  el  capillo  como  la  chamarra:  á  otras  divisas  de 
estas  llamaban  cuzticteucuiüacopilli,  porque  el  capillo 
era  todo  de  oro,  con  en  vaso  con  plumas  encima 
de  la  punta  del  capillo:  á  otras  divisas  de  estas  lla- 
maban iztactcucuitlacopilli,  eran  como  las  de  arriba  si- 
no que  era  de  plata.  Usaban  también  llevar  en  la 
guerra  unos  caracolitos  mariscos,  para  tocar  al  ar- 
ma y  unas  trompetas:  también  usaban  de  unas  van- 
derillas  de  oro,  las  cuales  en  tocando  al  arma,^  las 
levantaban  en  las  manos  para  que  comenzasen  á  pe- 
lear los  soldados.  Usaban  también  estandarte  hecho 
de  pluma  rica,  como  una  gran  rueda,  y  llevaban  este  es- 
tandarte en  el  medio,  la  imagen  del  sol  hecha  de  oro: 
también  usaban  otras  divisas  que  llamaban  xilaxochi- 
patzactli,  hechas  á  manera  de  almete  con  muchos  pe- 
nachos y  dos  ojos  de  oro.  Usaban  también  de  espa- 
das de  madera,  y  el  corte  era  de  piedras  de  naba- 
jas  pegados  á  la  madera,  que  era  en  forma  de  es- 
pada roma:  otras  divisas  usaban  también  que  llama- 
ban quetzalaztatzootíi,  hechas  de  plumas  y  de  oro.  Usa- 
ban de  otras  divisas  que  llamaban  aceloilachicomiil,  que 
es  un  cántaro  aforrado  en  cuero  de  tigre,  del  cual 
sale  un  clavel  lleno  de  flores  hecho  de  pluma  rica. 
NOTA:  En  esto  campea  el  gusto  Egipcio,  con  quien  tienen  I03  Indios 
muchas  analogías. 

CAPÍTULO  XÍIÍ. 
De  las  comidas  que  usaban  ¡os  señores. 
Las  tortillas  que  cada  dia  comian  los  seno- 
res,  le  llaman  toíanquitlaxcallitlaquelpacholli,  quiere  de- 
cir tortillas  blancas,  calientes  y  dobladas,  compues- 
tas en  un  chicuitl,  y  cubiertas  con  un  paño  blanco. 
Otras  tortillas  comian  también  cada  dia  que  se  lla- 
maban vietlaxcalli  quiere  decir  tortillas  grandes,  es- 
tas son  muy  blancas,  delgadas,  anchas  y  muy  blan- 
das. Comian  también  otras  tortillas  que  llaman  quauh- 
tlaqualli,  son  muy  blancas,  gruesas,  grandes  y  aspe- 


298 
ras;  otra  manera  de  tortillas  comían  que  eran  blan- 
cas, y  otras  algo  pardillas  de  muy  buen  sabor,  que 
llamaban  tlaxcaípacholli.  También  comían  unos  paneci- 
llos no  redondos  sino  largos,  que  llaman  tlaxcalmi- 
milli,  [a]  son  rollizos  y  blancos,  y  del  largo  de  un 
palmo,  ó  poco  menos:  otra  manera  de  tortillas  co- 
mían, que  llamaban  tlacepoallitlaxcaüi,  que  eran  aho- 
jaldradas,  y  eran  de  delicado  comer.  Comían  también 
tamales  de  muchas  maneras,  unos  de  ellos  son  blan- 
cos, y  á  manera  de  pella,  hechos  no  del  todo  re- 
dondos, ni  bien  cuadrados;  tienen  en  lo  alto  un  ca- 
racol, que  le  pintan  los  frísoles,  conque  está  mescla- 
do.  Otros  tamales  comían  que  son  muy  blancos,,  y 
muy  delicados,  como  digamos  pan  de  bamba  ó  de 
la  guiliena:  otra  manera  de  tamales  comían  blancos, 
pero  no  tan  delicados  como  los  de  arriba  algo  mas 
duros:  otros  de  estos  comían  que  son  colorados  y 
tienen  su  caracol  encima:  hácense  colorados  porque 
después  de  hecha  la  masa  la  tienen  dos  dias  en  el 
sol  ó  al  fuego,  y  la  revuelven,  y  así  se  para  colo- 
rada. Comían  otros  simples,  ú  ordinarios  que  no  son 
muy  blancos  sino  medianos,  y  tienen  en  lo  alto  un 
caracol  como  los  de  arriba  dichos.  También  comían 
otros  que  no  eran  mezclados  con  cosa  ninguna.  Co- 
mían los  señores  estas  maneras  de  pan  ya  dichas 
con  muchas  claces  de  gallinas  asadas  y  cosidas:  unas 
de  ellas  en  empanada  en  que  está  una  de  estas  en- 
tera; también  otra  manera  de  empanada  de  pedazos 
de  gallina,  que  llaman  empanadilla  de  carne  de  es- 
ta, ó  de  gallo,  y  con  chile  amarillo:  otras  de  ellas  asa- 
das las  comían.  También  usaban  otra  manera  de  asa- 
do que  eran  codornices,  y  tenían  otras  muchas  ma- 
neras de  tortillas  para  la  gente  común.  También  co- 
mían los  señores  muchas  maneras    de  cazuelas    una 

(a)    Hoy    memelas,   mezclanles  manteca  en    Oaxaca,  y  son    de 
suabe  y  bello  gusto. 


299 
de  gallina  hecha  a  su  modo    con    chile     vermejo,  y 
con  tomates,  y   pepitas  de  calabaza  molidas,   que  se 
llama  ahora  este   manjar  pipián,  [a]  Otra  clase  de  ca- 
zuela comían  de   gallina,  hecha  con    chile   amarillo, 
otras   muchas   maneras   de  cazuelas,  y   aves  comían, 
que  están  en   la  letra   esplicadas.    Comian    asimismo 
muchas  maneras  de  potajes  de   chiles,  uno  era  hecho 
de   chile     amarillo,  otro  de  chilmuüi,  hecho  de   chutee- 
pitl,  y  tomates:  otro  de   chümulli  hecho  de  chili  ama- 
rillo, y  tomates.  Usaban  también  comer  peces  en  ca- 
zuela, una  de  peces  blancos,  hechos   con  chile   ama- 
rillo, otra  de   peces  pardos  hecha    con  chile   verme- 
jo    y  tomates,  y  con  unas  pepitas    de    calabaza  mo- 
lidas y  son   muy  buenos  de   comer.  Otra  manera   de 
cazuelas  comen  de  ranas  con  chile  verde,  [b]  otra  ma- 
nera de  dicha  hacen  de  aquellos  peces  que  se  llaman  axo- 
lote    con  chile  amarillo.  Comian  asimismo  otra   mane- 
ra de  ranacuajos  con   chiltecpitl:   (c)  otra  de  pesced- 
nos colorados  hechos  con  chiltecpitl.  También   comian 
otra  cazuela   de  unas  hormigas  aludas  con  chiltecpitl: 
otra  de  unas  langostas,  y  es  muy  sabroza  comida.  Tam- 
bién comian  unos  gusanos  que  son  del  maguey,  con  chil- 
tecpitlmolli.    [d]   Usaban    también   otra    de    camarones 
hecha    con  chiltecpitl,   tomates,  y    algunas  pepitas  de 
calabaza  molidas:  también  una  manera  de  peces  que 
los   llaman  topoili  hechos    con    chiltecpitl    como     las 
arriba  dichas.  Otra  cazuela  comian  de  pescados  gran- 
des    hecha    como    las    arriba    dichas:     otra   de    ci- 
ruelas   no     maduras,    con  unos    pecesillos    blanquesi- 
llos,  y  con   chilli  amarillo  y  tomates.  Usaban  también 

(a)  Tiene  grande  uso  hoy  y  le  mezclan  ajonjoli  tostado  que   le 
da   tan  buen  sabor,  como  olor  agradable. 

(b)  Este  es   el  que  llaman  chiltipiquin,  muy  pequeño  y  ardiente. 

(c)  Estos  gusanos  colorados  se  venden  en  abundancia  an  el  mer- 
cado de  Oaxaca,   y   son  de  eeselente  gasto   en  chilmolli. 

(d)  Los  PP.  Carmelitas   usan    mucho   este   manjar  en    México, 
y  dicen  que  se  reserva  para  los   dias  de  Gaudeamus. 

Tóm.  39 


- 


300 
-los  señores  comer  muchas  maneras  de  frutas,  una  de 
ellas  se  llama  (zapotes  colorados  de  dentro,  (mameyes) 
y   por  fuera  pardillos  y  ásperos:  otra  manera  de  fru- 
ía que  son  una  como  ciruelas  y  coloradas:  [a]  otra  ma- 
nera de  ciruelas   que   son  amarillas,   otra   vermejas  ó 
naranjadas.  Usan  también  comer  muchas  maneras  de 
tzapotes   unos  que  son  cenicientos  por  fuera,   ó    ano- 
nas   y   tiene  por   dentro    unas  pepitas  como   de   fri- 
sóles, y  lo  demás  es  como  manjar  blanco,   (b)   y  es 
muy  sabrosa:  hay    otra  manera   de    zapotes    peque- 
nos   ó    peruétanos:    otros     hay   amarillos   por  fuera, 
y  por   dentro    son    como  yemas   de   huevos  cocidos: 
otra  fruta  se    llama   quauhcamotli  (hoy  guacamotes) 
son   unas   raíces  de  árboles:   camotli  es  una  cierta  raíz 
que  se   llama  batatas:   otras   muchas  maneras  de  fru- 
tas  se   dejan   de  decir.   Usaban   también  comer  unas 
semillas  que   tenian   por   fruta,  una    se    llama   xilotl, 
que    da  mazorcas  tiernas,  comestibles  y  cocidas:  otra 
se   llama  elotl,   son  también  mazorcas  ya  hechas,  tier- 
nas,  y  cocidas:  exótl  quiere  decir  frisóles  cocidos    en 
sus   bamas.  Comían   también  unas  ciertas  maneras  de 
tamaxes  hechos  de  los    penachos  del  maíz,  revueltas 
con  semillas  de  bledos,  y  con  meollos  de  cerezos  mo- 
lidos. Comían   unas  ciertas  tortillas  hechas  de  las  ma- 
zorquillas    pequeñas  y   muy  tiernas:  otra  manera   de 
tamales    comían   hechos  de   bledos.  Usaban   también 
comer  unas    ciertas  maneras  de   potages  condimen- 
tados   á   su  modo;    una    manera   de   bledos    cocidos, 
con   chile    amarillo,   tomates,  pepitas  de  calabaza,  ó 
con  chiltecpitl   solamente:    otra   hecha  de  semilla   de 
bledos   y  con  chille  verde:  también  comian  unas  cier- 
tas yerbas  no   cocidas  sino    verdes.  Usaban  también 
comer  muchas  maneras   de  puchas  ó  mazamorras,  una 
se   llamaba  totonguiahdli,  mazamorra   ó  atolle    calien- 

(a)     En  Oaxaca    llaman   Nanches,   agridulces, 
en  FHi  fnas  "    **  ChÍr"Holla  reina  de' las  frutas>    como  el  mango 


301 

te;  nequatuíli  atole  con  miel;  chilnequatoUi,  atole  con 
chille  amarillo  y  miel:  (a)  quauhnexátolli  que  es  he- 
cho con  arma  muy  espesa,  muy  blanca  y  condimen- 
tado con  tequizquitl  Otras  muchas  maneras  de  puchas 
ó  mazamorras  hacían,  las  cuales  se  usaban  y  tra- 
bajaban en  casa  de  los  señores,  y  los  calpixques  te- 
nian  cargo  de  las  cosas  necesarias  para  estos.  Traían 
para  comer  siempre  á  casa  de  los  grandes,  muchas 
maneras  de  comida  hasta  número  de  cien,  y  des- 
pués que  habia  comido  el  señor,  mandaba  á  sus  pa- 
ges  ó  servidores,  que  diesen  de  comer  á  todos  los 
señores  y  embajadores  que  habían  venido  de  algu- 
nos pueblos,  y  también  daban  de  comer  á  los  que 
guardaban  el  palacio.  También  daban  de  comer  á 
los  que  criaban  los  mancebos  que  se  llaman  telpucK- 
tlatos  y  á  los  Sátrapas  de  los  ídolos.  Asimismo  da- 
ban de  comer  á  los  cantores,  á  los  pages,  á  todos 
los  del  palacio,  á  los  oficiales  como  los  plateros  y 
los  que  labran  plumas  ricas;  á  los  lapidarios  que  la- 
bran musayco;  á  los  que  hacen  cotaras  ricas  para 
los  señores;  á  los  barberos  que  los  tresquilaban,  y 
en  acabando  de  comer,  luego  se  sacaban  muchas  ma- 
neras de  cacao  hecho  muy  delicadamente,  como  son 
cacao  hecho  de  mazorcas  tiernas,  y  es  muy  sabroso 
al  beber:  cacao   hecho  con  miel  de   abejas:  otro  he- 


(a)  En  Oaxaca  se  usa  y  celebran  en  el  campo,  el  crecimien- 
to de  las  milpas  cociendo  las  primeras  mazorcas  en  esta  clase  de 
atole;  es  banquete  rustico  que  se  disfruta  en  medio  de  la  mas  ino- 
cente alegría  del  campo.  Una  multitud  de  muchachos  y  mugeres, 
en  derredor  do  la  grande  olla  que  cuece  el  chünequatole,  es  el  espectá- 
culo de  la  alegría  mas  tierna  y  digna  de  celebiarse.  ¡O  rus!  ¡guando 
ego  te  aspiciam,  quandoque  licebit!  palabras  encantadoras  que  mis 
labios  no  pueden  proferir,  sin  que  mis  ojos  paguen  un  tributo  de 
lágrimas.  Yo  disfruté  estos  placeres,  volaron  aquellos  dias  de  mi  in- 
fancia, y  tras  de  ellos  solo  han  venido  las  tormentas  desechas  de  las 
revoluciones,  del  despotismo,  de  la  rapiña,  de  la  desmoralización,  y 
de  las  mas  vergonzosas  pasiones! 


'Va 
I 


■ 


302 
cho  coa  vcinacaztli:  otro  con  tlilxóchitl  tierno:  (a)  otro 
colorado:  otro  vermejo:  otro  naranjado:  otro  negro: 
y  otro  blanco:  (b)  sacábanlo  en  unas  jicaras  conque 
se  bebía,  y  son  de  muchas  maneras;  unas  son  pin- 
tadas con  diversas  pinturas,  sus  atapaderos  muy  ri- 
cos, y  sus  cucharas  de  tortuga  para  revolver  el  cacao. 
Otra  manera  de  jicaras  hay  pintadas  de  negro,  y  tam- 
bién zurrón  deshecho  de  cuero  de  tigre  ó  de  vena- 
do, para  sentar  ó  poner  esta  calabaza  ó  jicara.  Usa- 
ban también  traer  unas  redes  hechas  á  manera  de 
bruxaca,  en  que  se  guardaban  estas  jicaras  ya  di- 
chas. Usaban  también  otras  ahugeradas  (cribas  ó  pi- 
chanchas)  para  colar  el  cacao.  Usaban  también  guar- 
dar unas  jicaras  pintadas  [c]  también  grandes  para 
Jabar  las  manos,  y  otras  grandecillas  pintadas  con 
ricas  pinturas,  con  que  se  bebia  mazamorra.  Usaban 
también  unos  cesíiilos  en  que  se  guardaban  ó  se  po- 
nían las  tortillas,  y  también  de  unas  escudillas  con- 
que se  bebían  potages,  de  salceras,  y  de  otras  escudillas. 

CAPÍTULO   XIV, 
De  la  manera  de  las  casas  reales,   y   de  la  audiencia   de 
las  causas   criminales. 
El   palacio   de  los   señores  ó  casas  reales,  te- 
ma  muchas    salas:  la  primera   era  la  sala   de  la  ju- 

(a)  O  vainillas  de  olor,  de  donde  viene  mezclar  vainilla  al  cho- 
colate    uso    adoptado   en  la  Europa    asi  como  el  chocolate. 

Qb)  listos  diversos  colores  no  tanto  provienen  de  las  diversas  es- 
pecies de  cacao,  sino  de  los  diversos  grados  de  tueste.  El  que  Quie- 
ra tomar  buen  chocolate  del  cacao  guayaquil  que  es  desagradable 
al  paladar,  antes  de  tostarlo  eche  arena  en  el  comal  y  sobre  ella 
eche  el  cacao  mojado:  la  arena  le  chupa  toda  la  humedad,  y  le  quita  el 
mal  olor  de  apozcahuado  que  lo  hace  desabrido.  El  cacao  blanco  es  el 
cacao  xoconusco  podrido,  de  que  hacen  mucho  uso  los  Indios  de 
Oaxaca  para,  una  bebida  blanca  y  espesa  refrigerante,  que  llaman 
lejate.  Del  Xoconuzco  se  llevaban  para  la  casa  real  de  España,  dos- 
cientos tercios:  a  América  contribuía  también  en  esto  á  fomentar  el 
vientre  de  aquellos  Príncipes  epulones. 

(c)  Aun  se  usan  bellísimas  en  Olinalá  de  Xalisco  y  de  varios 
colores;  las  de  fondo  a*ul  usan  los  azogueros   en  las  haciendas  de 


303 
dicatura,  donde  residían  el  rey,  los  señores,  cónsu- 
les, oidores,  y  principales  nobles,  oyendo  las  causas 
criminales,  como  pleitos  y  peticiones  de  la  gente  po- 
pular, y  allí  juzgaban  y  sentenciaban  á  los  crimina- 
les á  pena  de  muerte,  ú  á  horcar  ó  á  chocarlos  con 
palos;  de  manera  que  los  señores  usaban  dar  muchas 
maneras  de  muerte  por  justicia,  y  también  allí  juz- 
gaban á  los  principales,  nobles,  y  cónsules.  Cuando 
caían  en  algún  crimen,  condenábanles  á  muerte,  ó  á 
destierro,  ó  á  ser  tresquilados,  ó  les  hacian  maceguas 
ó  les  desterraban  perpetuamente  del  palacio,  ó  echá- 
banlos presos  en  unas  jaulas  vacias  y  grandes;  tam- 
bién allí  los  señores  libertaban  á  los  esclavos  injus- 
tamente hechos.  En  tiempo  de  Mocthecuzoma  hubo 
muy  grande  hambre  por  espacio  de  dos  años,  por  lo 
cual  los  principales,  vendieron  muchos,  así  á  sus  hi- 
jos como  hijas  por  no  tener  que  comer.  Hubo  gran 
misericordia,  y  mandó  á  sus  vasallos,  que  juntasen 
todos  los  esclavos  hidalgos  que  se  habían  compra- 
do; luego  el  señor  mandó  dar  á  sus  dueños,  á  ca- 
da uno  su  paga  ó  sus  dones,  como  mantas  de  cua- 
tro piernas  delgadas,  y  quachtles,  que  son  como  de  cam- 
peche, y  también  les  dieron  maíz  por  los  que  habian 
comprado  los  principales,  y  fué  la  paga  doble  (a)  del 
precio  que  habian  dado,  y  en  esta  primera  sala  que 
se  llamaba  tlacxitlan,  los  jueces  no  definian  los  plei- 
tos de  la  gente  popular,  sino  procuraban  de  deter- 
minarlos presto;  no  recibian  cohechos,  ni  favorecían 
al  culpado,  sino  hacian  la  justicia  derechamente. 

beneficiar  metales,  para  saber  el  grado  de  amalgama  en  que  está 
el  azogue  con  la  plata;  la  ceja  indica  la  mayor  ó  menor  incorpora- 
ción del  metal  para  labarlo,  sobre  todo  en  el  mineral  de  ramos,  donde 
hacen  maridaje  con  el  de  Guanaxuato;  si  se  tarda  la  operación  desa- 
parece el  azogue. 

(a)  Es  decir  que  se  constituyó  el  libertador  6  redentor  de  aque- 
llos desgraciados;  razgo  digno  de  la  magnanimidad  que  caracteri- 
zo siempre  á  aquel  monarca,  y  que  no  le  han  podido  negar  sos 
enemigos,   pintándolo  como  un  monstruo   abominable. 


304 

CAPÍTULO  XV. 

De  la  audiencia  de   ¡as  causas   civiles. 

Otra  sala  del  palacio  se  llamaba  teccaüi,  ó  tee* 
calco.  En  este  lugar  residían  los  senadores  y  los  an- 
cianos para  oír  pleitos  y  peticiones,  que  les  ofrecian 
la  gente  popular,  y  los  jueces  procuraban  de  hacer 
su  oficio  con  mucha  prudencia  y  sagacidad,  y  pres- 
to los  despachaban;  porque  primeramenie  demanda- 
ban la  pintura  en  que  estaban  escritas  ó  pintadas  las 
causas,  como  hacienda,  casas,  ó  maizales;  y  después 
cuando  ya  se  queria  acabar  el  pleito,  buscaban  los 
senadores  los  testigos,  para  que  se  afirmasen  en  lo 
que  habian  visto  ú  oído,  y  con  esto  se  acababan  los 
pleitos;  y  si  oía  el  señor,  que  los  jueces  ó  senadores 
que  tenian  que  juzgar,  dilataban  mucho  sin  razón 
los  pleitos  de  los  populares  que  pudieran  acabar  pres- 
to, y  los  detenian  por  los  cohechos,  pagas,  ó  por 
amor  de  los  parentescos,  luego  el  rey  mandaba,  que 
les  echasen  presos  en  unas  jaulas  grandes,  hasta  que 
fuesen  sentenciados  á  muerte;  y  por  esto  los  sena- 
dores y  jueces  estaban  muy  recatados  ó  avisados  en 
su  oficio.  En  el  tiempo  de  Mocthezuma  echaron  pre- 
sos muchos  senadores  ó  jueces,  en  unas  jaulas  gran- 
des á  cada  uno  por  sí,  y  después  fueron  sentencia- 
dos á  muerte,  porque  informaron  á  Mocthecuzoma  de 
que  estos  jueces  no  hacian  justicia  derecha  ó  justa, 
sino  que  injustamente  la  hacian,  y  por  eso  fueron 
muertos,  y  eran  estos  que  se  siguen.  El  primero  se 
llamaba  Mixcoaílailoílac:  el  segundo  Teycnotlamochtli:  el 
tercero  Tlacaehcakatl:  el  coarto  Iztlacamizcoatlailocatl: 
el  quinto  Umaca:  el  gesto  Toqual:  el  sétimo  Vidlolin- 
qui.  Estos  eran  todos   del   Tlaltelolco  (a) 

(a)     jA-h!  si  esto  se  repitiera   hoy  que  bueno  sería!    Una  senten- 
cia recta  boy  llena  de  admiración  á  los  que  la  saben;  tal  es  la  des- 


CAPÍTULO  XVI. 

De  la  audiencia  para   la.  gente  noble. 

Otra  casa  del  palacio  se  llamaba  TeepikaUi: 
en  este  lugar  se  juntaban  los  soldados  nobles,  y  hom- 
bres de  guerra;  y  si  el  señor  sabia  que  alguno  de 
ellos  habia  hecho  algún  delito  criminal  de  adulterio 
aunque  fuese  mas  noble  ó  principal,  luego  le  senten- 
ciaban á  muerte;  y  matábanle  á  pedradas.  En  el  tiem- 
po de  Mocthecuzoma  fué  sentenciado  un  gran  princi- 
pal que  se  llamaba  Vitznaoatlecamalacotl  el  cual  ha- 
bia cometido  adulterio,  y  le  mataron  á  pedradas  de- 
lante de  toda  la  gente. 

CAPÍTULO   XVII. 

Del  consejo  de  guerra. 

Otra  sala  del  palacio  se  llamaba  Tequioaca- 
ealli,  por  otro  nombre  quauhcalli:  en  este  lugar  se 
juntaban  los  capitanes,  que  se  nombraban  Tlatlaco- 
chcalca,  y  Tlatlacatecca,  para  el  consejo  de  la  guerra. 
Habia  también  otra  sala  del  palacio  que  se  llamaba 
Achcauhcalli  en  este  lugar  se  juntaban  y  residían  Ach- 
eacauhti,  [ó  verdugos]  que  tenian  cargo  de  matar  á 
los  que  condenaba  el  señor,  y  si  no  cumplian  lo  que 
les  mandaba  el  señor,  luego  les  condenaba  á  muer- 
te. Habia  otra  sala  en  el  palacio  que  se  llamaba 
Cuicaíli:  en  este  lugar  se  juntaban  los  maestros  de 
los  mancebos  que  se  llamaban  tiachcaoan,  y  telpuch- 
tlatoque,  para  aguardar  lo  que  les  habia  de  manda* 
el  señor  para  hacer  algunas  obras  públicas;  y  cada 
dia  á  la  puesta  del  sol,  tenian  por  costumbre  de  i* 
desnudos  á  la  dicha  casa   de  Cuicaíli,  para  cantar  y 

moralización  general  en  qne  vivimos,  confundiendo  la  libertad  con 
«1  libertinage....  Quisimos  ser  liberales,  y  pasamos  á  pródigos,  la 
clemencia  que  afectamos  es  una  escandalosa  impunidad.  ¡Qu©  dolor! 


306 
bailar;  solamente  llevaban  cada  uno  una  manta  he- 
cha á  manera  de  red,  y  en  la  cabeza  ataban  unos 
penachos  de  plumas  con  unos  cordones  hechos  de 
hilo  de  algodón  colorado,  porque  se  llamaba  tocha- 
eatl,  conque  ataban  los  cabellos;  y  en  los  ahugeros 
de  las  orejas,  ponían  unas  turquezas,  y  en  los  ahu- 
geros de  la  barba,  traían  unos  barbotes  de  caraco- 
les mariscos  blancos;  y  así  todos  los  mancebos  que 
se  criaban  en  la  casa  de  Tepuchcalli,  iban  á  bailar 
cada  noche,  y  cesaban  como  á  las  once.  Y  luego  los 
sacerdotes,  y  ministros  de  los  ídolos,  comenzaban  á 
tañer  á  maitines  con  unos  caracoles  mariscos  gran- 
des, por  razón  que  era  hora  de  salir  á  hacer  peni- 
tencia, según  su  costumbre.  De  esta  manera  en  ce- 
sando de  bailar  todos  los  mancebos,  luego  iban  á 
dormir  á  las  casas  del  Tecpuchcaili,  y  nadie  se  iba 
á  su  casa  y  todos  dormian  desnudos,  sino  eon  aque- 
llas mantillas  conque  bailaban,  se  cubrian  cada  uno 
por  sí,  y  en  durmiendo  un  poco,  luego  luego,  se  le- 
vantaban para  irse  al  palacio  del  señor,  y  si  este 
sabia  que  alguno  de  ellos  habia  echado  algunas  der- 
ramas de  tributo,  comida  ó  bebida,  que  comiesen  los 
maestros  de  los  mancebos,  luego  el  señor  los  man- 
daba prender  y  echarlos  en  la  cárcel  de  las  jaulas 
grandes,  por  sí  cada  uno,  ó  si  sabia  el  señor  que 
alguno  de  ellos  se  habia  emborrachado,  amanceba- 
do, ó  habia  hecho  adulterio,  mandábale  prender,  y 
sentenciábale  á  muerte,  ó  le  daban  garrote,  ó  le  ma- 
taban á  pedradas  ó  á  palos,  delante  de  toda  la  gen- 
te, para  que  tomasen  miedo  de  no  atreverse  á  ha- 
cer cosa    semejante. 

CAPITULO  XVÍ1I. 

De  las  trojes,   6  álhóndigas. 
Otra   sala  del  palacio  se  llamaba  Petlacalco:  en 
este  lugar  posaba   un  mayordomo  del  señor  que  te- 


307 
nia  cargo  y  cuenta  de  todas  las  trojes,  y  manteni- 
mientos de  maíz,  que  se  guardaban  para  proveimien- 
to de  la  ciudad  y  república,  que  cabia  á  cada  uno 
mil  hanegas  de  maíz,  en  las  cuales  habia  esta  semilla 
de  veinte  años  sin  dañarse:  también  habia  otras  trojes  en 
que  guardaba  mucha  cantidad  de  frisóles.  Habia  tam- 
bién otras  trojes  en  que  se  guardaban  muchos  gé- 
neros de  bledos  y  semillas:  habia  otras  en  que  se 
guardaba  la  sal  gruesa  por  moler,  que  la  traían  por 
tributo  de  tierra  caliente:  también  habia  otras  trojes 
en  que  se  guardaban  fardos  de  chile,  y  pepitas  de 
calabaza  de  dos  géneros,  unas  medianas,  y  otras  ma- 
yores. En  estas  alhóndigas  estaban  también  de  aquellos 
que  hacian  algunos  delitos,  por  los  cuales  no  mere- 
cían   muerte. 

CAPITULO    XIX. 


De   la   casa  de  los   mayordomos. 

Otra  sala  se  llamaba  Calpixcacalli,  por  otro 
nombre  texancalli:  en  este  lugar  se  juntaban  todos  los 
mayordomos  del  señor  trayendo  cada  uno  la  cuenta 
de  los  tributos  que  tenia  a  su  cargo,  para  dar  la 
razón  de  ellos  al  señor  cuando  se  la  pidiese;  y 
asi  cada  dia  tenia  cada  uno  aparejado  el  tributo 
que  era  á  su  cargo;  y  si  el  señor  sabia,  y  tenia  ave- 
riguado de  algunos  de  los  mayordomos  que  habia  toma- 
do y  aplicado  para  sí  alguna  parte  del  tributo  que 
era  á  su  cargo,  luego  mandaba  prenderle,  y  echar- 
le en  una  jaula  hecha  de  viguetas  gruezas;  y  tam- 
bién mandaba  y  proveía  el  señor  que  á  todas  las  mu- 
geres  amancebadas  con  el  tal  mayordomo,  hijos, 
hijas  ó  deudos,  las  echasen  fuera  de  su  casa,  y  las 
desposeyesen  de  ella  con  toda  la  hacienda  que 
antes  tenia  el  mayordomo  delincuente;  y  así  la  ca- 
sa con  toda  la  hacienda  se  aplicaba  al  señor,  y  lue- 
Tóm.  II.  40 


308 
go  mandaba  cerrarla,  y  condenábanle  á  muerte.  Ha- 
bía otra  sala  que  se  llamaba  Coacallh  en  este  lugar 
se  aposentaban  todos  los  señores  forasteros,  que  eran 
amigos  ó  enemigos  del  señor,  y  dábales  muchas  jo- 
yas ricas,  como  mantas  labradas,  y  maxtles  muy  cu- 
riosos, y  barbotes  de  oro,  que  usaban  poner  en  los 
ahugeros  de  la  barba,  y  las  orejeras  de  oro  que  po- 
nían en  las  orejas  ahugeradas,  y  otros  barbotes  de 
piedras  preciosas  de  chalchivites  engastonados  en  oro, 
y  unas  cuentas  de  chalchivites,  y  otras  de  las  mis- 
mas piedras  para  las  muñecas  que  usaban  traer. 
Lo  que  dije  de  los  enemigos,  era  que  con  salvo 
conducto  venían  á  ver  la  merced  del  señor  de  Mé- 
xico, y  los  edificios  del  templo,  el  culto  de  los  dio- 
ses, y  el  servicio  ó  policía  que  el  rei,  ó  señor  de  Mé- 
xico  tenia   en  su   república. 

CAPÍTULO  XX. 

De   la  casa  de  los  cantores  y  de  los  atavíos    del  areito. 

Habia  otra  sala  que  se  llamaba  Mixcoacalli:  en 
este  lugar  se  juntaban  todos  los  cantores  de  Méxi- 
co y  Tlaltelolco  aguardando  á  lo  que  les  mandase 
el  señor  si  queria  bailar,  y  probar,  ú  oír  algunos 
cantares  de  nuevo  compuestos,  y  tenia  á  la  mano 
aparejados  todos  los  atavíos  del  areito,  atambor  y 
atamboril,  con  sus  instrumentos  para  tañer  el  atam- 
bor, y  mras  sonajas  que  se  llaman  ayacachtli,  tetzila- 
catl,  y  omichicaoaiztli,  y  flautas  con  todos  los  maestros 
tañedores,  cantores  y  bailadores,  y  los  atabios  del 
areito  para  cualquiera  cantor.  Si  mandaba  el  señor 
que  cantasen  los  cantores  de  Vexotzincaaitl,  ó  Anaoa- 
caiutl,  así  los  cantaban  y  bailaban  con  los  atavíos  del 
areito  de  Vexotzincaiutl,  ó  Anaoacaiutl;  y  si  el  señor 
mandaba  á  los  maestros  y  cantores  que  cantasen  y 
bailasen  el  cantar  que  se  llama  cuextecaiutl,  tomaban 
los   atavíos   del  areyto  conforme  al  cantar,  y  se  com- 


309 
ponían  con  cabelleras  y  máscaras  pintadas  con  na- 
rices áhugeradas  y  cabellos  vermejos,  y  traían  la  ca- 
beza ancha  y  larga,  como  lo  usan  los  Cuexíecas,  y 
traían  las  mantas  tegidas  á  manera  de  red;  de  mo- 
do que  los  cantores  tenian  muchas  y  diversas  ma- 
neras de  atavios  de  cualquiera  areyto  para  los  can- 
tares y  bailes. 

CAPITULO   XXI. 

De  la   casa  de  los   Cautivos. 

Otra  sala  se  llamaba  Malcalli:  en  este  lugar 
los  mayordomos  guardaban  los  cautivos  que  se  to- 
maban "en  la  guerra,  y  tenian  gran  cargo  y  cuen- 
ta de  ellos,  y  dábanles  la  comida  y  bebida,  y  todo 
lo  que   se  les   pedia  á  los  mayordomos. 

Otra  sala  se  llamaba  Totocatti,  donde  estaban 
unos  mayordomos  que  guardaban  todo  género  de  aves, 
y  también  en  este  lugar  se  juntaban  todos  los  ofi- 
ciales, como  plateros,  herreros,  oficiales  de  pluma- 
ges,  pintores,  lapidarios  que  labraban  chalchi vites,  y 
entalladores;  y  también  en  este  lugar  residían  unos 
mayordomos,  que  tenian  cargo  de  guardar  tigres,  leo- 
nes, onzas,  y  gatos  cerbales.   (a) 

CAPITULO   XXII. 

De   los  atavíos  de  las  señoras. 

Usaban  las  señoras  vestirse  los  vipiles  labra- 
dos y  tegidos  de  muy  muchas  maneras  de  labores. 
Usaban  también  las  señoras  de  poner  mudas  en  la 
cara,  con  color  colorado,  amarillo,  ó  prieto  hecho  de 
incienso  quemado  con  tinta,  y  también  untaban  los- 
pies  con  el  mismo  color  prieto,  y  usaban  traer  los 
cabellos  largos  hasta  la  cinta,  y  otras  los  traían  has- 

(a)     Esta  casa  estaba  donde  hoy  S.    Francisco. 

* 


310 

ta  las  espaldas,  y  otras  los  tenían  largos  de  una  y 
otra  parte  de  las  sienes  y  orejas,  y  toda  la  cabeza 
tresquilada.  Otras  traían  los  cabellos  torcidos  con  hi- 
lo prieto  de  algodón,  y  los  tocaban  á  la  cabeza,  y 
así  lo  usan  hasta  ahora,  haciendo  de  ellos  como  unos 
cornezuelos  sobre  la  frente,  (a)  Otras  tienen  mas 
largos  los  cabellos,  y  cortan  igualmente  el  cabo  de 
ellos  por  hermosearse,  y  en  torciéndolos  y  atándo- 
los parecen  ser  todos  iguales,  y  otras  se  tresquilan 
toda  la  cabeza.  Usaban  también  las  mugeres  teñir  los 
cabellos  con  lodo  prieto,  ó  con  una  yerba  verde  que 
so  llama  xiuhquilitl,  por  hacer  relucientes  los  cabe- 
líos,  á  manera  de  color  morado,  y  también  limpian 
los  dientes  con  color  colorado  ó  grana:  usaban  tam- 
bién pintar  las  manos,  el  cuello,  y  pecho.  También 
tas  péñoras  usaban  de  bañarse  y  jabonarse,  y  en- 
señábanlas á  ser  vergonzosas,  á  hablar  con  reverencia, 
tener  acatamiento  á  todos,  y  ser  diestras  y  diligentes 
en  las  cosas  necesarias  á  la  comida. 

CAPÍTULO  XXIII. 

De  los  ejercicios    de  las   señoras. 

Las  señoras  usan  tener  muchas  maneras  de 
alhajas  é  instrumentos  para  sus  oficios  de  hilar,  hur-  fc 
dir,  teger,  labrar,  cardar  algodones,  y  tener  otras 
cosas  necesarias,  tocantes  á  los  ejercicios  de  sus  la- 
bores, como  se  van  declarando  en  la  lengua.  Mas 
son  obligadas  á  hacer  y  guisar  la  comida  y  bebida 
delicadamente,  y  tienen  amas  que  las  guardan  y  crian; 
mas  tienen  criadas  corcobadas,  cojas,  y  enanas,  las 
cuales  por  pasatiempo  y  recreación  de  las  señoras, 
cantan  y  tañen  un  tamboril  pequeño,  que  se  llama  ve- 
vetl. 


(a)     Tal  es '  ia  moda  del  ¿'n. 


311 


CAPITULO  XXIV. 


De  las  tosas  en  que   se  ejercitaban  los   señores,  para   re- 
gir  bien  su  reino,  y   del  aparato  y  orden  que  usaban  pa- 
ra acometer  en  la  guerra. 

El   mas  principal   oficio   del  señor,  era  el  ejer- 
cicio  de  la    guerra,  así  para  defenderse  de  los    ene- 
migos,   como   para   conquistar   provincias  agenas;    y 
cuando   queria    emprender  guerra  contra  algún   señor 
ó   provincia,  juntaba   á   sus   soldados  y  dábales  parte 
de   lo  que   queria   hacer,  y  luego   enviaban  espías  á 
aquella   tal   provincia    que    querian    conquistar,    para 
que  mirasen  la  disposición  de  la   tierra,  la  llanura  y 
aspereza  de   ella,   y   los  pasos  peligrosos  por  donde 
seguramente   podían  entrar;  todo  lo   traían  pintado  y 
lo  presentaban  al  señor,   para   que  viese   la  disposi- 
ción de   la   tierra.    Visto  esto,  el  señor,  mandaba  lla- 
mar  á  los  capitanes  principales  que  siempre  eran  dos; 
el   uno  se   llamaba    Tlacochcalcatl,  y   el  otro    Tlacate- 
catl,   y    mostrándoles  la  pintura,   señalábanles   los  ca- 
minos   que  habian  de  llevar,  por  donde  habian   de  ir 
los  soldados,    en  cuantos  dias  habian   de  llegar,  (a) 
y  donde  habian  de    asentar  los  reales,  y  señalábanles 
los  maestres  de   campo  que  habian  de  llevar.  Luego 
mandaba    hacer  provisiones,  así  de   armas  como  de 
Viandas,    y  para  esto  enviaba   á  llamar  á  todos   los 
mayordomos  de  las   provincias  que   se  llamaban   Cal- 
pixques ,    que     eran   sus   sujetas,   y    mandábales  traer 
á    su    presencia    todos   los    tributos   así    de   mantas, 
como    de    plumages,    oro,     armas,     y   mantenimien- 
tos;   y     de    que     todo    estaba    traido  y   junto,   lue- 
go  el  señor  repartia  las   armas  á  todos  los  soldados, 
capitanes,  hombres  fuertes  y   valientes.  Habiendo  dis- 
tribuido las  armas  á  todos,  mandaba  luego  á  los  Cal- 

[a]     Especie  de  itinerario,   lo    que    prueba  que  tenían  sistema- 
da la  guerra,  y  las  marchas  por  escalones  de  aucsilio. 


312 

nxques  que  llevasen  armas  á  todos  los  principales  de 
las   provincias  que  habían  de  ir  á   la  guerra,  para  sí, 
y   para   sus   soldados,  y  entonces  lo   notificaba  á  su 
gente  y  ios  daban  armas.    Juntado  todo   el    ejército, 
comenzaban  á   caminar  por  este  orden:  iban  los    sa- 
cerdotes  de  los   ídolos  delante  de  todos  con  sus  ído- 
los acuestas,  é  iban  un    dia  adelante  de  todos:  tras  es- 
tos iban  todos  los   capitanes  y   hombres  valientes,  un 
dia  mas  adelante  que  el  otro  ejército:  tras  estos  iban 
los  soldados  mexicanos;  después  iban  los  tezcocanos 
otro  día   mas  atrás;  luego   iban  los  de  Tlacuba  otro 
día    mas    atrás:  y  después  de  estos  iban  los  de    las 
otras  provincias  otro   dia   mas  atrás.  Todos   iban  con 
gran  concierto  por  el   camino,   y   cuando  ya  estaban 
cerca  de  Ja  provincia  que  iban  á  conquistar,  luego  los 
señores  del  campo  trazaban  como  habian  de  asentar 
el   real,  dando   sitio  á   cada   una   de  las   provisiones 
ya   dichas,   y  el  que  no    queria  estar  por  lo   que  or- 
denaban los  señores  del  campo  asíanle  luego.  Habién- 
dose  todos    alojado    antes   que    comenzasen  á  com- 
batir, esperaban   á  que  los    Sátrapas    hiciesen  señal, 
sacando  fuego  nuevo,  y  que  tocasen  las  bocinas.  He- 
cha  esta   señal,  los  Sátrapas  comenzaban  á  dar  gri- 
ta   todos,  y   luego  comenzaban  á  pelear  esa   misma 
noche   de   su  llegada,   y   los    primeros    cautivos    que 
tomaban,  luego  los  entregaban   á  los  Sátrapas    para 
que  los    sacrificasen  y  sacasen  los    corazones  delan- 
te de  las  estatuas   de  sus  dioses  que  llevaron  acues- 
tas.   Después  de  esto  habiendo   alcanzado  la  victoria 
y  sujetado  aquella  provincia  contra   que  iban,  luego 
contaban  los    cautivos  que  habian  tomado,  y  los  que 
habian  sido    muertos   de  los  suyos.  Tomada  esta   mi- 
nuta,  luego  iban    á  dar  relación  al  señor   de  lo  que 
habia  pasado,  y  también  la  daban  de  los  que  habian 
muerto,  que  eran  personas  de  calidad   en  sus  casas, 
para   que  les  hiciesen  las   ecsequias,  y   también  da- 
ban relación  de  los  que  habian  hecho  alguna  cosa. 


notable  en  el  combate,  para  que  fuesen  remunera- 
dos con  honra  y  con  dones,  en  especial  si  eran  de 
noble  linage.  En  acabando  la  guerra,  luego  se  ha- 
cia inquisición  en  todo  el  campo,  de  los  que  habían 
traspasado  los  mandamientos  de  los  señores  de  el, 
y  luego  los  mataban  aunque  fuesen  capitanes.  Tam- 
bién los  señores  del  campo  averiguaban  los  pleitos 
que  habia  entre  los  soldados  cuando  quiera  que  dos 
porfiaban  sobre  cual  de  ellos  habia  tomado  algún 
cautivo:  oíanlo  primeramente,  y  después  daban  senten- 
cia por  el  que  mejor  probaba  su  intención;  y  si  el 
caso  no  se  podía  "probar  de  una  parte  ni  de  otra, 
tomábanlos  el  cautivo,  y  aplicábanle  á  alguno  del  bar- 
rio de  aquellos,  para  que  fuese  sacrificado  sm  titulo 
de  cautivador.  Habiendo  pacificado  la  provincia,  lue- 
go los  señores  del  campo  repartian  tributos  á  los  que 
habian  sido  conquistados,  para  que  cada  un  año  los 
diesen  al  señor  que  les  habia  conquistado,  y  el  tri- 
buto era  de  lo  que  en  ella  se  criaba  y  se  hacia,  y 
luego  elegian  gobernadores  y  oficiales  que  presidie- 
sen en  aquella  provincia,  no  de  los  naturales  de  ella, 
sino  de  los  que  la  habian  conquistado. 

CAPITULO  XXV. 


De  la  manera  de  elegir  á   los  jueces. 

También  los  señores  tenian  cuidado  de  la  pa* 
cificacion  del  pueblo,  y  de  sentenciar  los  litigios  y 
pleitos  que  habia  en  la  gente  popular,y  para  esto 
elegian  jueces,  personas  nobles  y  ricos,  y  ejercitados 
en  los  trabajos  de  las  conquistas,  personas  de  bue- 
nas costumbres  que  fueron  criadas  en  los  monaste- 
rios de  Calmecac,  prudentes  y  sabios,  y  también  cria- 
dos en  el  palacio.  A  estos  tales  escogía  el  señor  pa- 
ra que  fuesen  jueces  en  la  república:  mirábase  mu- 
cho en  que  estos  tales  no  fuesen  borrachos,  ni  ami- 


314 

gos  de  tomar  dádivas,  ni  fuesen  aceptadores  de  per- 
sonas, ni  apasionados:  encargábales  mucho  el  señor 
que  hiciesen  justicia  en  todo  lo  que  á  sus  manos  vi- 
niese. También  íes  señalaba  el  señor  las  salas  don- 
de habían  de  ejercitar  sus  oficios:  una  sala  era  de- 
bajo de  la  del  señor  que  llamaban  tlacxitlan,  en  esta 
oían,  y  juzgaban  las  causas  de  los  nobles.  Otra  sa- 
la los  señalaba  que  llamaban  teccalK,  allí  oían  y  juz- 
gaban las  causas  populares  tomándoles  por  escri- 
to primeramente  por  sus  pinturas,  y  averiguado,  y 
escrito  el  negocio,  llevábanle  á  los  de  la  sala  mas 
alta  que  se  llama  tlacxitla,  para  que  allí  se  senten- 
ciase por  los  mayores  cónsules;  y  los  casos  muy  di- 
ficultosos y  graves,  llevábanlos  al  señor  para  que  los 
sentenciase,  juntamente  con  trece  principales  muy  ca- 
lificados, que  con  el  andaban,  y  residían.  Estos  tales 
eran  los  mayores  jueces,  que  ellos  llamaban  tecutla- 
toque:  estos  ecsaminaban  con  gran  diligencia  las  cau- 
sas que  iban  á  sus  manos;  y  cuando  quiera  que  es- 
ta audiencia  que  era  la  mayor,  sentenciaba  alguno 
a  muerte,  luego  lo  entregaban  á  los  ejecutores  de  la 
justicia,  los  cuales  según  la  sentencia,  ó  los  ahoga- 
ban, ó  daban  garrote,  ó  los  apedreaban,  ó  los  des- 
pedazaban. 

CAPÍTULO  XXVI. 

De  la  manera  de  los  areitos. 

Lo  tercero  de  que  los  señores  tenian  gran  cui- 
dado era  de  los  areitos,  y  bailes  que  usan  para  re- 
gocijar á  todo  el  pueblo.  Lo  primero  dictaba  el  can- 
tor que  se  habia  de  decir,  y  mandaba  á  los  canto- 
res, que  le  pusiesen  en  el  tono  que  quería,  y  que  le  pro- 
veyesen muy  bien:  también  mandaba  hacer  aquellas 
macetas   de  ulli,  (a)   conque  tañen   el  teponaztli,  y  que 

(a)     O  sea  bolillo  semejante  al  que  se  usa  para  tocar  la  tambo* 
ra  militar. 


315 

éste,  y  el  atambor  fuesen  muy  buenos:  también  manda- 
ba los  -meneos  que  hablan  de  hacer  en  la  danza,  y  los 
atabios  y   divisas  conque  se   habían  de  componer  los 
que   danzaban:    también    señalaba,   á  los   que   habían 
de   tañer  el    atambor    y  teponazüi,  y   los  que  habían 
de  guiar  la  danza   ó  baile,  y    señalaba   el  día  de      él, 
para    alguna    fiesta   de  los  dioses.    Para  entonces   el 
se   componía,  con  los   aderezos   que  se  siguen:  en  la 
cabeza  se  ponia  unas   borlas  hechas  de  pluma  y  oro 
atadas     á     los     cabellos     de    la     coronilla:     un     be- 
zote de  oro,  ó  de  piedra  preciosa:  también  unas  ore- 
jeras de  oro  en  las   orejas:  poníase  al  cuello   un  co- 
llar   de  piedras    preciosas     de     diversos     géneros:;  y 
en    las    muñecas    unas    ajorcas,    ó    sartales  de  pie- 
dras    preciosas,     de     chalchivites     ó      turquezas:     en 
los    brazos    en     las   morcillas    unas  ajorcas  de   oro, 
y  un   brazalete  con  un  plumage    que   sobrepujaba   la 
cabeza,  y   otro   plumaje  en  la  mano:  cubríase  de  man- 
tas  ricas,  añudadas  sobre  el  hombro:    poníase    unos 
ceñideros  muy  ricos  que  ellos  llaman  maxtlatl,  que  sir- 
be    de  cinta,  y  de  cubrir   las  partes  vergonzosas.  De 
esta  misma  librea  arreaba  á  todos  los  principales,  y 
hombres  de  guerra  y  capitanes,   y  toda   la  otra  gen- 
te que   habían   de   entrar   en   la  danza  ó  baile;  y  tam- 
bién á  todos  daba   copiosamente  de  comer  y    beber; 
y  andando  en  el  baile,  si   alguno  de  los  cantores  ha- 
cia falta    en  el  canto,   ó  si  los    que  tañían  el  teponaztli 
y    atambor  faltaban    en    el  tañer,  ó  si  los  que    guian 
erraban   en  los   meneos,  y  contenencias  del  baile,  lue- 
go  el   señor  les  mandaba  prender,  y  otro  dia  los  man- 
daba matar. 

CAPITULO  XX VIL 

De  la  vigilancia  de  noche  y  de  dia,  sobre  las  velas. 

Lo  cuarto  en  que  el  señor   tenia  gran  diligen- 
cia,  era  en   poner   velas    de  noche  y   de   dia,    para 
Tóm.  II.  41 


316 

que  velasen,  así  en  la  ciudad  como  en  los  térmi- 
nos de  ella  y  que  no  entrasen  los  enemigos  sin 
sentirlos  y  conocerlos,  y  por  esto  tenían  sus  velas 
los  Sátrapas,  concertados  por  los  espacios  de  la  no- 
che, y  también  otros  soldados  que  llamaban,  teachcaoan 
y  aun  velaba  el  señor  en  aquellas  velas  para  que 
no  hiciesen  falta  y  salia  muchas  veces  disimula- 
damente para  ver  si  estaban  vigilantes  en  sus  es- 
tancias, ó  si  dormían,  ó  se  emborrachaban,  y  cas- 
tigábalos reciamente.  También  tenia  otras  velas  de 
otros  principales  de  mas  calidad,  los  cuales  vela- 
ban de  noche,  y  de  dia  en  ios  términos  de  los 
enemigos  para  ver  si  estos  se  aparejaban  de  guer- 
ra, y  si  estaban  espías  de  los  enemigos,  para  saber  de 
ellos  sus  disposiciones  y  á  estas  espías  todas  las  mataban, 
y  también  á  aquellos  en  cuya  casa  se  aposentaban. 
Velaban  también  los  mancebos  que  se  criaban  en  el 
telpuchcalli,  y  cantaban  de  noche  gran  parte  de  ella 
por  si  alguno  délos  enemigos  venían  en  el  silencio  oye- 
sen de  lejos  que  velaban,  y  no  dormían,  y  los  Sá- 
trapas velaban  de  noche  tocando  sus  vocinas,  y  res- 
pandíaníos  en  todas  partes,  y  en  todos  los  del  telpu- 
ckcalli,  tocando  las  vocinas,  teponaztli  y  atambores: 
esto  hacían  muchas  veces  hasta  la  mañana.  También 
había  velas  perpetuamente  en  las  casas  de  los  se- 
ñores, y  en  toda  la  noche,  no  se  apagaba  el  fuego, 
asi  en  los  palacios  de  los  grandes  como  en  las  ca- 
sas particulares,  y  en  los  templos,  en  el  telpuchcalli  y 
en    el  Calmecac. 


CAPITULO  XXVIIL 

De  los  los  juegos  en   que  el  señor  se  recréala. 

Teman  los  señores  sus  ejercicios  de  pasatiem- 
po^ el  primero  era  juego  de  pelota  de  viento.  Era 
este  ejercicio  muy  usado  entre  los  señores  y  princi- 


■■§■■■ 


pales.   Había  un  juego  de  pelota  edificado,  para  solo 
aquel  ejercicio,  y  eran  dos  paredes  tan  altas  como  dos 
estados,  distantes  la   una  de  la   otra  como  de  veinte 
pies:  estaba  en   medio  de   cada  una  de    estas   pare- 
des una  rueda  como  de  piedra   de   molino   pequeña, 
que  tenia  un  ahugero   en  el   medio,   que   podía   ca- 
ber justamente   la   pelota    conque  jugaban  por  él.  Es- 
taban tan  altos    como   un  estado   del   suelo,  é   igual- 
mente distaban  de    las  paredes.  El   que  jugando  me- 
tía la  pelota  por   aquellos   ahugeros   de  las  piedras  o 
ruedas,  ganaba  todo    el  juego.  Jugaban  desnudos  y 
ceñidos  á  la   cintura,  con    unos   cintos  anchos,  y  de 
ellos   colgaba  un   pedazo  de    cuero  de    venado  labra- 
do  que    cubría  las   nalgas,   y  cuando  jugaban  no  he- 
rían ni  con   mano  ni  con   pie,   sino  con   la  nalga:  á 
este  juego  perdían   y   ganaban  muchas  mantas  ricas, 
joyas  de    oro,   piedras   y   esclavos.  El  segundo  pasa- 
tiempo que  tenían,   era  juego  como    de   dados:  hacían 
en  un  petate  una   cruz  pintada  llena  de  cuadros,  se- 
mejantes  al  juego  del   alguergue   ó  castro,  y  puestos 
sobre  el  petate,  tomaban   tres  frisóles  grandes  hechos 
ciertos   puntos  en   ellos,  y    dejábanlos   caer   sobre  la 
cruz  pintada,   y   de  allí  tenían   su  juego  conque  per- 
dían   y   ganaban  joyas  y    otras  cosas,   como   arriba 
se   dijo. 


CAPÍTULO    XXIX. 


De    la   liberalidad  del  Rey. 

Procuraban  los  señores  ser  liberales  y  tener 
tal  fama,  y  así  hacían  grandes  gastos  en  las  guer- 
ras y  en  los  areytos.  También  jugaban  cosas  muy 
preciosas,  y  á  la  gente  baja  así  hombres  como  mu- 
geres  que  se  atrevían  á  saludarlos,  y  les  decían  al- 
gunas palabras  que  les  daban  contento,  dábanlos  ro- 
pa para    vestir  y  para  dormir,   comida  y  bebida;  y 


318 

si  alguno  le  hacia  algún  cantar  que  le  daba  conte- 
to, hacíale  dar  dones  conforme  á  lo  que  habia  he- 
cho, y  al  placer   que  el  había  tomado  de  su   obra. 

CAPITULO   XXX. 

De  la   manera  que   tenían   en  elegir  los   señores. 

Cuando  moria  el  señor  ó  rey  para  elegir  otro? 
juntábanse  los  senadores  que    llamaban   tecutlatoque,  y 
también   los   viejos    del  pueblo    que  llamaban    achca- 
cauhti,  y  también  los    capitanes   soldados  viejos  de  la 
guerra  que    llamaban  lauiequioaque,   y  otros  capitanes 
que  eran  principales  en  las  cosas  de  la  guerra,  y  tam- 
bién los  Sátrapas  que  llamaban  Tlenamacazque  ó  papaoa- 
quc:   todos    estos  se  juntaban   en  las  casas  reales,  y 
allí   deliberaban   y  determinaban   quien   habia   de  ser 
señor,   y   escogían  uno  de  los  mas  nobles  de  la  linea 
de  los  señores  antepasados,  que  fuese  hombre  valien- 
te  y   ejercitado  en   las  cosas   de   guerra,  osado,  ani- 
moso,   y  que   no  supiese   beber    vino:  que  fuese    pru- 
dente y   sabio,  y  que  fuese  criado  en  el  Calmecac:  que 
supiese  bien  hablar,  y  fuese  entendido,  recatado  y  ani- 
moso, y   cuando  todos  ó  los  mas  concurrian  en  uno, 
luego  le  nombraban  por  señor.  No  se  hacia  esta  elec- 
ción   por  escrutinio  ó   por  votos,   sino   todos   juntos 
confiriendo  los  unos  con  los   otros,  venían  á  concer- 
tarse  en  uno.    Elegido  el  señor,   luego  elegían   otros 
cuatro  que  eran  como  senadores  que  siempre  habían 
de  estar  al  lado  de  él,  y  entender  en   todos  los  ne- 
gocios  graves   del  reino,   (estos  cuatro  tenían  en  di- 
versos lugares   diversos   nombres)   y   al  tiempo  de  la 
elección,   muchos   délos  que  tenían  sospechas  de  que 
los  eligirían,  se    escondían  (a)  por  no  ser  electos  y  no 

(a)  Cuando  reyna  la  justicia  los  empleos  buscan  a  los  hombres- 
mas  cuando  la  iniquidad,  los  hombros  pretenden  los  empleo*  como 
sucede  hoy,  y  buscan  los  menos  dichos  de  obtenerlos.  Este  es 
el  origen  de  la  creación  de  las  logias,  este  su  único  y  exclusivo  objeto 


fro .  "Tai:  .£»«!' 


sLtumm 


tomar  tan  gran  carga.  Nombrados  los  cinco,  escogían  un 
dia  que  por  la  astrologia  judiciaria  fuese  bien  afor- 
tunado, y  llegando  á  aquel  dia,  sacábanlos  á  públi- 
co, y  llevábanlos  á  la   casa  de  VitzilopuchllL 

CAPÍTULO  XXXI. 

De  como  componían  á   loa   electos  de  ornamentos  peniten- 
ciales, y  Jos  llevaban  á   la    casa  de  vitzilopuchtli. 

Llegado  aquel  dia  señalado,  que  como  se  ha 
dicho  era  bien  afortunado,  los  principales  Sátrapas 
iban  á  buscar  al  señor  electo  y  á  los  otros,  tomá- 
banlos y  desnudos,  los  llevaban  al  Cú  de  Vitzilopuch- 
tli, y  delante  del  templo,  vestian  al  señor  de  las  ves- 
tiduras, conque  los  Sátrapas  solian  ofrecer  incienso 
á  los  dioses,  que  era  una  xaqueta  de  verde  obscuro, 
y  pintada  de  huesos  de  muertos  que  son  á  manera 
de  vipil  de  muger,  llamábanle  xicolli:  luego  le  ponian 
acuestas  colgada  de  las  espaldas,  una  calabazuela 
de  picietl  (ó  tabaco  montes)  con  unas  borlas  ver- 
des obscuras,  y  poníanle  delante  de  la  cara,  una  man- 
ta verde  atada  á  la  cabeza,  pintada  de  huesos  de 
muertos,  y  en  la  mano  izquierda  una  talega  con  co- 
pal ó  incienso  blanco,  era  también  del  mismo  lienzo 
y  pintado  con  los  mismos  huesos.  Calzábanle  unas  co- 
taras  también  verdes  obscuras,  y  ponianle  en  la  ma- 
no derecha  un  incensario  de  los  que  ellos  usaban 
pintado  de  cabezas  de  muertos,  y  en  el  cabo  del  has- 
til  llevaba  colgado  unos  papeles  como  borlas.  Lue- 
go le  tomaban  los  Sátrapas  y  le  subían  por  las  gra- 
das del  Cú,  hasta  llegar  delante  de  la  estatua  de  Vit- 
zilopuchtli, y  en  llegándole,  luego  tomaba  el  incienso 
y  echábalo  sobre  las  brazas  que  llevaba  el  incensa- 
rio, y  comenzaba  á  incensar  á  la  estatua,  y  hacien- 
do esto  tenia  la  cara  cubierta  con  el  velo  arriba  di- 
cho.  Estaba    abajo  tcdoel  pueblo,  mirando  como  in- 


censaba  el  señor  nuevo,  y  los  ministros  de  los  ído- 
los tocaban  las  cornetas  y  otros  instrumentos,  cuan- 
do el  señor  incensaba.  De  la  misma  manera  hacían 
los  otros  electos  qne  los  adornaban  como  arriba  se 
dijo,  y  los  llevaban  á  incensar  después  del  señor.  Los 
atabios  conque  á  estos  ataviaban  eran  negros,  y  pin- 
tados de  huesos  de  muertos. 

CAPITULO  XXXII. 

De   como   hacían  penitencia   los   decios  en   el  templo,  sin 
salir  de    él  cuatro  dias. 


Después  que  el  señor  y  los  electos  habían 
incensado  delante  de  la  estatua  de  Vitzilopuchtli,  lue- 
go los  Sátrapas  los  descendían  llevándolos  del  bra- 
zo por  la  misma  orden  que  los  habian  subido.  El 
señor  y  luego  el  que  era  mas  principal  de  los  otros 
así  por  orden,  según  la  dignidad  de  su  eleecion,  y 
eran  conducidos  á  una  casa  donde  habian  de  hacer  la 
penitencia  cuatro  dias,  que  se  llama  Tlacochcalco  que 
estaba  dontro  del  patio  de  Vitzilopuchtli:  allí  estaban 
sin  salir,  y  ayunaban  todos  los  cuatro  dias,  pues  no 
comian  sino  una  vez  al  medio  dia,  y  todos  iban  á 
incensar,  y  ofrecer  sangre  al  medio  dia,  y  á  la  me- 
dia noche,  delante  de  la  estatua  de  Vitziíopuchtli,  lle- 
vándolos los  Sátrapas  del  brazo  con  los  ornamentos 
ya  dichos,  y  por  la  orden  anunciada;  y  también  los 
volvían  a  su  aposento,  y  todos  estos  cuatro  dias  á 
la  media  noche,  después  de  haber  incensado  y  ofre- 
cido sangre,  se  bañaban  en  una  alberca  por  hacer 
penitencia,  como  siempre  lo  hacían  los  Sátrapas  to- 
das  las  medias  noches,  (a) 


(a)  -  Si  buen  gobierno  me  tengo,  buenos  azotes  me  cuesta  de- 
cía Sancho  Pansa. 


321 


CAPÍTULO   XXXIII. 


De  como    acabada  la  penitencia  llevaban   al  señor    á  los 
palacios^  reales,  y  á  los   otros   á   sus  casas. 

Acabada  la  penitencia  de  los  cuatro  días  lle- 
vaban al  señor  y  á  los  cuatro  senadores,  á  las  ca- 
sas reales,  y  también  los  cuatro  senadores  de  allí  se 
iban  á  sus  casas:  luego  el  señor  consultaba  á  los 
adivinos  ó  astrólogos,  para  que  le  señalasen  un  dia 
bien  afortunado  en  que  hiciese  la  fiesta  de  su  elec- 
ción que  llaman  Motlatoapaca,  y  luego  mandaba  á 
sus  mayordomos  ó  calpizques,  que  se  aparejasen  to- 
dos los  plumages,  y  aderezos  del  areito,  que  para 
entonces   eran  menester. 

CAPITULO   XXXIV. 


De  como  hacia  el  señor  un  solemnísimo   convite,   [a] 

Después  de  señalado  el  dia  donde  habian  de 
hacer  la  fiesta  de  la  elección,  si  el  electo  era  se- 
ñor de  México,  enviaba  sus  embajadores  á  todos  los 
reinos  circunstantes  desde  Quauhiimalan,  (hoy  Guate- 
mala) hasta  Michoacan;  y  desde  mar  á  mar,  ve- 
nían los  mismos  señores,  ó  enviaban  sus  presidentes 
para  asistir  al  convite  y  fiesta  de  la  elección:  to- 
dos los  convidados  estaban  juntos  algún  dia  antes 
de  la  fiesta.  El  señor  tenia  aparejados  plumajes,  man- 
tas, maxtles  y  otras  joyas  para  dar  á  los  convida- 
dos, á  cada  uno  según  su  manera  de  dignidad.  Pa- 
ra entrar  en  la  fiesta,  y  en  el  baile,  á  todos  daba 
plumages,  joyas,  y  atavies  para   esto,  y  a  su  hora  da- 

[a]  Para  entender  en  el  suplemento  agregado  mejor  este  capítulo, 
vean  mis  lectores  la  vida  de  Mocthecuzoma  en  que  se  dá  una  idea  com- 
pleta de  las  fiestas  que  se  hacían  por  la  ecsallacion  al  trono  de  los 
emperadores  mexicanos. 


322 

ban  comida  á  todos  los  convidados,  muchos  platos  y  di- 
ferencias de  guisados,  y  muchas  maneras  de  torti- 
llas muy  delicadas,  y  otras  maneras  de  cacaos  en 
sus  jicaras  muy  ricas,  y  á  cada  uno  según  su  ma- 
nera. También  les  presentaban  cañas  de  humo  de  mu- 
chas maneras  de  flores  muy  preciosas,  y  después  de 
todo  esto,  muchas  mantas  ricas,  y  maxtles  preciosos,  á 
cada  una  según  su  persona,  y  les  ponian  su  aposen- 
to muy  adornado,  y  muy  poblado  de  sillas  que  ellos 
usan,  y  de  esteras,  todo  nuevo.  Donde  estava  el  prin- 
cipal, y  todos  los  que  hablan  venido  con  él  para 
acompañarle  en  esta  fiesta,  bailaban  de  noche,  y  de- 
cian  con  gran  prisa  y  aparato,  cantares  de  gran 
solemnidad.  Esto  duraba  una  noche  y  un  dia,  ó  dos 
noches,  y  dias,  ó  tres  noches  y  dias,  ó  mas.  Aca- 
bada esta  solemnidad,  despedíanse  los  convidados,  é 
íbanse   á   sus   tierras. 

CAPITULO  XXXV. 


De   como  se   aparejaba  el    señor  para  dar  guerra  á   al- 
gruña  provincia. 

Después  de  algunos  dias  que  el  señor  habia 
hecho  la  fiesta  de  su  elección,  mandaba  pregonar 
guerra,  para  ir  á  conquistar  alguna  provincia,  y  lue- 
go juntaba  sus  capitanes  y  gente  de  guerra,  y  les 
daba  armas  y  divisas.  El  mismo  señor  iba  con  ellos 
por  su  capitán  general,  ordenando  su  campo,  como 
arriba  se  dijo,  y  después  que  habia  obtenido  la  vic- 
toria de  aquella  provincia  que  habia  ido  á  conquis- 
tar, y  que  habia  hecho  lo  que  arriba  se  dijo  acerca 
de  la  pacificación  de  aquella  provincia,  volvíase  á 
su  eiudad,  trayendo  gran  número  de  cautivos  los  cua- 
les todos  mataba  sacrificándolos  al  dios  de  la  guer- 
ra Vitzilopuchtli,  y  haciéndole  gran  fiesta  por  la  vic- 
toria que  les  habia   dado.  Luego   daba  dones   á  to- 


323 

dos  los  soldados  nuevos,  especialmente  á  los  que  ha- 
bían hecho  cosas  notables,  como  mantas  y  maxtles 
labrados,  y  licencia  para  que  de  allí  en  adelante  los 
usasen,  y  para  traer  barbotes,  piedras  ricas,  plata 
y  oro,  á  cada  uno  como  se  habia  señalado  en  la 
guerra;  y  dábales  nombres  de  nobles,  divisas  ó  ar- 
mas para  que  fuesen  honrados  y  conocidos  por  va- 
lientes. También  los  daban  licencia  para  traer  borlas 
de  oro,  y  pluma  en  las  cabezas  andando  en  los 
areitos. 

capítulo  xxxyi. 

De  la   orden   que   hahia   en   el  tianguiz    del    cual  el  se- 
ñor tenia  ó  rey  especial  cuidado. 


El  señor  también  cuidaba  del  tianguiz  y  dé 
todas  las  cosas  que  en  el  se  vendían  por  amor  de 
la  gente  popular,  y  de  toda  la  gente  forastera  que 
que  allí  venia,  para  que  nadie  los  hiciese  fraude,  ó 
sin  razón  en  el  comercio  de  la  feria.  Por  esta  cau- 
sa ponian  por  orden  todas  las  cosas,  que  se  ven- 
dían cada  una  en  su  lugar,  y  elegían  por  la  mis- 
ma oficiales  que  se  llamaban  tianquizpantlayacaque,  [a] 
los  cuales  tenian  cargo  del  mercado,  y  todas  las  co- 
sas que  allí  se  vendían  de  cada  género  de  mante- 
nimientos ó  mercaderias:  tenia  uno  de  estos  cargo 
para  poner  los  precios  de  las  cosas  que  se  vendían 
y  para  que  no  huviese  fraude  entre  los  comprado- 
res y  vendedores.  Estaban  en  una  parte  del  tianguiz 
los  que  vendían  oro,  plata,  piedras  preciosas  y  plu- 
mas ricas  de  todo  género,  de  las  cuales  se  hacían 
las  divisas  ó  armas  para  la  guerra,  y  también  las 
rodelas.  En  otra  parte  se  ordenaban  los  que  vendían 
cacao   y  especias  aromáticas  que  ellos  llaman  veina- 

(a)     Véase  á  Chiraalpain  tora.  1  °    pág.  230. 
Tóm.  II.  42 


324 
eazllitlihuchitlmecaxuchitl  En  otro  logar  se  ponían  los 
que  vendian  mantas  grandes,  blancas  ó  labradas,  y 
maxtles  que  entonces  usaban,  unos  blancos,  otros  la- 
brados y  ricos:  también  allí  mismo  se  vendian  las 
vestiduras  mugeriles  labradas  y  por  labrar,  medianas 
y  ricas,  y  también  las  mantas  comunes  que  ellos  lla- 
man quachtliayatl  En  otra  estaban  por  su  orden  los 
que  vendian  las  cosas  de  comer,  como  son  maíz 
blanco,  azul  oscuro,  negro,  colorado,  amarillo  y  fri- 
sóles amarillos,  blancos,  negros,  colorados  y  jaspea- 
dos, y  unos  frísoles  negros  grandes  como  abas,  y 
semilla  de  bledos  pardos  ó  cenicientos,  colorados, 
amarillos  y  chian  blanca,  negra,  y  otra  que  llaman 
chiuntzatzotl.  En  este  mismo  lugar  se  ordenaban  los 
que  vendian  sal,  gallinas,  gallos,  codornices,  cone- 
jos, liebres,  carne  de  venado,  aves  de  diversas  ma- 
neras, como  son  añades,  sabancos  y  otras  aves  de 
la  agua:  también  los  que  vendian  miel  de  maguey, 
y  de  abejas.  De  esta  orden  eran  los  que  vendian 
chilü  de  diversas  maneras,  los  mismos  vendian  to- 
mates que  llaman  miltomatl,  y  ahiltomatl  En  otra  par- 
te se  ordenaban  los  que  vendian  fruta  como  son  ce- 
rezas, aguacates,  ciruelas  silvestres,  rayadas,  batatas 
y  batatas  de  raices,  que  se  llaman  quauhcamutl,  za- 
potes de  diversas  maneras,  y  otras  muchas  frutas. 
También  con  estos  se  ordenaban  los  que  vendian 
turrones  de  chian,  castañas  de  raices  de  yerba,  rai- 
ces como  regaliz  erisos,  que  es  una  fruta  que  se 
come,  [ó  c  hay  otes]  pepitas  grandes  y  pequeñas  de 
calabaza.  También  con  estos  se  ordenaban  los  que 
vendian  peces,  ranas,  y  otros  pescadillos,  que  son  co- 
mo lagaríillos,  y  otras  sabandijas  que  se  crian  en 
la  agua.  Asimismo  con  estos  se  ordenaban  los  que  ven- 
den papel  que  se  hace  de  cortezas  de  árboles,  é  in- 
cienso blanco,  goma  negra  que  se  llama  ulli,  cal,  na- 
bajas,  leña  para  quemar,  maderos  para  techar  las 
casas,  unos  cuadrados,  otros  rollizos,  tablas  y  pandi- 


Has,   que  son  tablas   delgadas  [ó  tajamaniles,]  coas  y 
palancas,    palas,    remos,     barates,  tomizas,   néguero, 
cuero  labrado,  cotaras  y  hachas  de    cobre   para  cor- 
lar maderos,   y  punzones,  escoplos,  y   otras  herramien- 
tas para  labrar  madera.  También  estaban  por  su  or- 
den  los  que  vendían  yerbas  para   comer,  como    son 
cebollas,     y    otras    yerbas     que     usan;    también   es- 
tos  venden  gilotes,  elotes   cocidos,  pan  hecho  de  los 
penachos  del  maíz,  pan  hecho  de  elotes,   y  todas  las 
maneras  de   pan   que  se  usa.   También   estaban   por 
su  orden  los  que  venden   cañas  de  humo  de  muchas 
maneras,  y  también  aquí  se  vende  xuchiococotl,  y  los 
platos  para    poner  las    cañas  cuando    se  queman,  y 
otras  maneras  de  vasos  de   barro,  lebrillos,   ollas,  ti- 
najas para  hacer  uctli,  y  todas  las  otras  maneras  de 
loza.   Y  los  que   tenían  cargo  de   las  cosas  del  tian- 
guiz  sino  hacian  fielmente  sus  oficios,  privábanlos  de 
ellos,  y   desterrábanlos  de  los  pueblos;  y  los  que  ven- 
dían algunas    cosas  hurtadas,   como   mantas   ricas,  ó 
piedras   preciosas,  cuando  se  sospechaba  que  aquello 
era  hurtado,  si  no  cuadraba  á  la  persona  que  se  lo  ha- 
bía vendido,    prendíante   y    sentenciábanle    á  muerte 
los  jueces  y    señores,    y  con  esto   se   ponía  temor   á 
la  gente,  para  que  nadie  osase  comprar  cosa  hurta- 
da, (a) 


(a)  En  México  el  gobierno  del  distrito  mando  poner  en  la  plazuela  y 
portal  de  Santo  Domingo  todo  lo  robado  en  el  parían  en  4  de  di- 
ciembre de  1828,  á  consecuencia  del  grito  de  la  Acordada,  para 
que  se  vendiese  á  presencia  de  sus  mismos  dueños.  ¿Quien  gobernaba 
mejor  y  respetaba  las  propiedades  Moctheuzorna  gentil,  ó  el  presiden- 
te Guadalupe  Victoria  cristiano? ¡Ah  qué  mengua! 


326 


CAPÍTULO  XXXVII. 


De   la  manera  que   teman  los    señores    y  gente  noble  en 
criar   á  sus   hijos. 

La  manera  de  criar  los  hijos  que  tenían  los 
señores  y  gente  noble  era,  que  después  que  las  ma- 
dres, ó  sus  amas  los  habian  criado  por  espacio  de 
seis  años,  ó  siete,  ya  que  comenzaban  á  regocijar- 
se, dábanlos  uno,  dos  ó  tres  pages  para  que  se 
divirtiesen  y  burlasen  con  ellos,  á  los  cuales  preve- 
nía la  madre  que  no  los  consintiesen  hacer  ninguna 
fealdad,  suciedad,  ó  deshonestidad  cuando  fuesen  por 
el  camino  ó  calle,  instruían  al  niño  estos  que  an- 
daban con  él,  para  que  hablase  palabras  bien  cria- 
das, y  de  buen  lenguage  (a)  y  que  no  hiciese  desaca- 
to á  nadie  y  reverenciase  á  todos  los  que  encon- 
traba por  el  camino,  como  eran  oficiales  de  la  re- 
pública, capitanes,  hidalgos  ó  personas  graves;  y  aun- 
que no  fuesen  sino  personas  bajas,  hombres  y  mu- 
geres,  como  fuesen  ancianas,-  y  si  alguna  persona 
aunque  fuese  de  baja  suerte,  los  saludaba,  inclinába- 
se y  saludábanlos  también  diciendo:  Vayáis  en  hora 
buena  abuelo  mío,  y  el  que  oía  la  salutación  tornaba 
á  replicar  diciendo:  nieta  mió,  piedra  preciosa  y  pluma 
rica,  hazme  hecho  merced,  vé  próspera  en  tu  camino,  [b] 
y  los  que  oían  al  niño  hablar  de  la  manera  dicha, 
holgábanse  mncho,  y  decían:  si  viviere  este  niño  será 
muy  noble,  porque  es  generoso,  por  ventura  algún  gran 
oficio  merecerá  tener;  y  cuando  el  niño  llegaba  á  diez 
ó  doce  años,  metíanle  en  la  casa  de  educación  ó  Cal- 
mecac,  allí  le  entregaban  á  los  sacerdotes  y  Sátrapas 
del  templo  para  que  fuese  criado  y  enseñado  co- 
mo en  el  sesto  libro  se  dijo,*  y  sino   lo  metían  en  la 

(a)  Los  mexicanos  no  habian  Ieido  á  Quintiliano  y  seguían  su  método. 

(b)  Aun    son  los   mexicanos   muy   carabaneros,   no   solo   los   de 
regular   educación,   sino  también  los  plebeyos. 


casa  de  educación,  poníanlo  en  la  casa  de  los  can- 
tores, y    encomendábanle  á    los   principales  de  ellos, 
los   cuales  le   imponian   en   barrer    el    templo,  ó   en 
aprender  á  cantar,  y  en  todas  las  maneras   de   peni- 
tencia que  se  usaban.   Cuando  ya  llegaba^  el  mance- 
bo á   quince  años,  entonces   comenzaba   á    aprender 
las  cosas  de  la  guerra.   En  llegando   á   veinte    años 
llevábanle  á  la  campaña  mas  antes  de  esto  su  padre   y 
parientes,  convidaban  á  los   capitanes  y  soldados  vie- 
jos: hacíanlos   un  convite,   y  dábanlos  mantas,   max- 
tles  labrados,   y   rogaban  tuviesen    mucho  cargo   de 
aquel  mancebo  en  la  guerra,  enseñándole    á  pelear, 
y  amparándole  de  los    enemigos,  y   luego  le  llevaban 
consigo,  ofreciéndose   alguna    guerra.  Teman  mucho 
cuidado  de  él  enseñándole   todas  las   cosas    necesa- 
rias; así  para  su  defensión,   como    para    la   ofensión 
de  los  enemigos;   y   trabándose  la  batalla,  no  le  per- 
dían de  vista  y    enseñábanle   á   los  que   cautivaban  á 
los   enemigos  'para  que  así  lo  hiciese  él,   y  por  ven- 
tura en   la  primera   guerra  cautivaba  á  alguno  de  los 
enemigos,    con  el   favor  de  los  que  le  llevaban  á  car- 
go, Habiendo  cautivado  á  alguno,  luego  les   mensa- 
jeros que   se   llamaban   iequipantitlanti,  venían   á  dar 
las  nuevas   al  rey  de   aquellos    que    habian   cautiva- 
do á  sus   enemigos,  y  de  la  victoria  que  habían  ob- 
tenido los  de  su  parte.  En  llegando  á  las  casas  rea- 
les, entraban  á  hablar  al  señor  y  saludándole  decían: 
„Señor  nuestro,   vive   muchos  años,   sabe   que  el   dios 
de  la   guerra   Vitzilopuchtli  nos   ha   favorecido,  y  que 
con   su  ayuda   vuestro  ejército  ha  vencido  a  sus  con- 
trarios,  y  tomado  la  provincia  sobre   que  iban:  ven- 
cieron   los     Tenochas,     los     de     Tlaltelolco,   de   Tlacu- 
han,   Tezcocanos,  Otomís,   los    de   Matlaltzincas,  los    de 
Chinampas   y  los  déla  tierra   seca»  y  el   señor  los  res- 
pondía  diciéndoles:   „Seais  muy  bien   venidos,   huel- 
gome  de  oír   esas   nuevas,  sentad  y  esperad,  porque 
me  quiero   certificar  mas  de  ellas;  y   así  los  manda- 


<A 


328 

ha  guardar,  y  si  hallaba  que  aquellas  nuevas  eran  men- 
tirosas, hacíalos  matar,  (a)  Después  de  haber  conquis- 
tado la  provincia  contra  quien  iban,  lo  primero  que 
hacian  era  contar  los  cautivos  que  habian  hecho, 
cuantos  habían  tomado  los  de  Tenuchtitlan  (México) 
y  cuantos  los  de  Tlaltelolco,  y  así  por  las  demás  ca- 
pitanías &c.  Los  que  contaban  los  cautivos  eran  los 
que  se  llamaban  Tlacochdcas  y  Tlatlacatecas,  que  es 
como  decir,  capitanes  y  maeses  de  campo,  y  otros 
oficiales  del  ejército.  Habiendo  sabido  el  número  cier- 
to de  los  cautivos,  luego  enviaban  mensageros  al 
señor;  estos  eran  capitanes  los  que  llevaban  la  nueba 
cierta  al  rey,  dándole  noticia  de  los  prisioneros  que 
se  habian  hecho,  y  quienes  los  habían  cautivado,  pa- 
ra que  á  cada  uno  se  diese  el  premio,  conforme  á 
lo  que  habia  trabajado  en  la  guerra.  Oídas  las  nue- 
vas, el  señor  holgábase  mucho,  y  entonces  mandaba 
sacar  á  los  que  habia  mandado  encerrar,  que  habian 
llevado  las  primeras  noticias  de  la  guerra,  y  hacía- 
les merced   como  á   los  otros. 

Estos  que  habian  prendido  cautivos,  si  des- 
pués se  trataba  guerra  con  los  de  Atlixco  ó  Vexot- 
zínco,  y  si  allí  cautivaban  ó  prendían  otros  cautivos, 
eran  estimados  en  mucho  del  señor,  y  les  daba  su- 
ma honra  haciéndoles  piles,  y  dándoles  nombres  de 
valientes,  pues  ya  estaban  en  grado  de  poder  ser 
electos  por  señores,  sentarse  con  ellos,  y  comer  con 
el  señor:  éste  íes  daba  insignias  de  esforzados  como 
eran  bezotes  de  piedras  preciosas  y  de  varias  colo- 
res, borlas   para   ponerse  en  la   cabeza,  con   tiras  de 

(a)  Si  así  se  obrara  hoy  con  los  que  dan  partes  fabulosos  al 
Gobierno,  no  nos  habrían  pegado  grandes  chascos,  como  el  pri- 
mero que  nos  dio  un  D,  Fulano  Cortina  anunciándonos  que  el 
general  Santa-Anna,  habia  hecho  prisionero  á  Barradas  en  Pueblo 
Viejo  con  toda  la  división  española  el  23  de  agosto;  así  es  que 
cuando  se  verificó  después  esta  noticia,  ya  no  causó  toda  la  gus- 
tosa sensación  que  debiera,  y  que  muchos   dudaran  de  ella, 


■BRHB 


oro  entretegidas  á  las  plumas  ricas,  y  con  pinjan- 
tes de  oro  con  otras  plumas  ricas,  orejeras  de  cue- 
ro, y  mantas  ricas  de  señores  de  diversas  divisas: 
dábales  también  maxtles  preciosos  y  bien  labrados 
que  usaban  los  señores,  y  otras  muchas  divisas  de 
las  cuales  podian  usar  por  toda  su  vida;  les  emplea- 
ban en  oficios  honrosos,  como  Caliplxcaiotl  que  es 
como  mayordomo  mayor,  y  muriendo^  el  señor,  uno 
de  estos  elegian  por  señor  y  rey.  También  a  estos 
eleo-ian  por  senadores  y  jueces  que  llaman  llacxitlan- 
tlaUlo,  los  cuales  determinaban  las  causas  graves  de 
la  república,  y  los  daban  estos  nombres  que  eran  muy 
honrosos,  conviene  á  saber,  tiacochcaltatecuth,  ticocioaoa- 
iatltecuth,  cioacoatltccutli  ó   tellaucalquitecuth. 

CAPÍTULO    XXXVÍII. 

Be   los  grados  por   donde  subían  hasta  hacerse  Tequitlatos. 

Los  grados  y  empleos  por  donde  subian  los 
que  habian  de  llegar  á  las  dignidades,  eran  estos  quo 
se  sio-uen.  Cuando  eran  pequeñuelos,  andaban  moti- 
lados ó  tusada  la  cabeza,  y  llegando  á  diez  anos, 
dejábanle  crecer  una  vedija  de  cabellos  en  el  cogo- 
te lo  cual  ellos  llamaban  mocuexpaltia;  á  los  quince 
años  tenian  ya  aquella  vedija  larga,  y  llamábanlos 
cuexpatchicuepul,  porque  aun  ninguna  cosa  notable  ha- 
bian hecho  en  la  guerra;  y  si  en  esta  acontecía  que 
él  y  otro,  ó  él  y  otros  dos,  ó  tres  ó  mas,  cautivaban 
á  alguno  de  los  enemigos,  quitábanle  la  vedeja  de 
los  cabellos,  y  aquello  era  señal  de  honra.  Cuando 
entre  dos,  tres  ó  mas,  cautivaban  á  uno  de  los  ene- 
migos, dividianle  de  esta  manera;  que  el  que  mas 
se  habia  señalado  en  este  negocio,  tomaba  el  cuer- 
po del  cautivo,  el  muslo  y  pierna  derecha;  y  el  que 
era  segundo  tomaba  el  muslo  y  pierna  izquierda;  y 
©1  tercero  tomaba  el  brazo  derecho,  y  el   cuarto  qí 


330 
izquierdo,  esto  se  entiende  desde  el  codo  arriba.  El 
que  era  quinto,  tomaba  el  brazo  derecho  desde  el 
codo  hasta  abajo,  y  el  que  era  sesto,  tomaba  el  bra- 
zo del  mismo  modo;  y  cuando  le  quitaban  la  vedija 
del  colodrillo,  dejábanle  otra  sobre  la  oreja  derecha, 
que  se  la  cubría  de  un  solo  lado  que  era  el  dere- 
cho, y  con  esto  parecía  que  tenia  otra  presencia  mas 
honrada,  que  era  señal  de  que  en  compañía  de  otros, 
habia  cautivado  á  alguno,  y  por  haberlo  hecho  con 
compañeros,  y  haber  dejado  la  vedija,  en  señal  de 
honra  le  saludaban  sus  abuelos  ó  sus  tios  diciéudo- 
le:  „jNieto  nuestro!  hate  lavado  la  cara  el  sol  y  la 
tierra:  ya  tienes  otra,  porque  te  atreviste  y  esforzas- 
te á  cautivar  en  compañía  de  otros:  mira  que  val- 
dría mas  perderte  y  que  te  cautivasen  tus  enemigos, 
que  no  que  otra  vez  cautivases  en  compañía  de  otros; 
porque  si  esto  fuese,  poñdriante  otra  vedija  de  la 
parte  de  la  otra  oreja  que  parecieses  muchacha,  7 
mas  te  valdría  morir,  que  acontecerte  esto.»  El  man- 
cebo que  aun  teniendo  vedija  en  el  cogote  iba  ala 
guerra  dos  ó  tres  veces,  cuando  volvía  sin  cautivar 
por  sí  ni  en  compañía,  liamábanle  por  afrenta  cuexpal- 
chicacpul,  que  quiere  decir:  Bellaco  que  tiene  vedija  en 
el  cogote,  que  no  ha  sido  para  nada,  en  las  veces  que  ha 
ido  á  la  guerra,  y  esto  era  grande  afrenta  para  el 
tal,  y  con  esto  se  esforzaba  á  arrojarse  contra  sus 
enemigos,  para  que  siquiera  en  compañía  cautiva- 
se á  alguno;  y  cuando  estos  tales  en  compañía  de 
otros  cautivaban  á  alguno,  quitábanles  la  vedija,  y 
echábanles  un  cazquete  de  pluma,  pegado  á  la  ca- 
beza; y  á  los  que  no  cautivaban  ni  en  compañía  ni 
de  otra  manera,  no  los  quitaban  la  vedija,  ni  los 
echaban  casquete  de  pluma,  sino  hacíanles  una  co- 
rona en  medio  de  la  cabeza,  que  era  suma  afren- 
ta; y  si  este  á  quien  hicieron  la  corona  por  afrenta 
tenia  que  comer  maizales  ú  otra  hacienda,  vivía  de 
ella  y  no   curaba  de  la  guerraj  sino  que  se   quitaba 


331 

la  vedija.    A  este  tal  no   le  era  lícito  traer  manta  ni 
maxtle   de    algodón,  sino  de  ixtli  y  sin  ninguna  labor: 
esto  era  señal  de  villano.  El    mancebo   que   la    pri- 
mera  vez  entraba  en   la   guerra,   y  por  sí   solo  cau- 
tivaba á  alguno  de  los  enemigos,  llamábanle  Telpuchtli- 
taquitlamani,  que   quiere    decir   mancebo  guerrero  y  cau- 
tivador, y   llevábanle  delante    del   rey   á   palacio,  pa- 
ra que  fuese  conocido  por   fuerte:  entonces  dábale  li- 
cencia  el    señor   para   que   se  pudiese  teñir  el  cuer- 
po de    color    amarillo,   y   la  cara  con  colorado  toda 
ella,  y  las  sienes  con   color    amarillo:  esto   hacian  la 
primera   vez    los   mayordomos  del   rey,   en    señal    de 
honra.  De  que    este   mancebo '  estaba   teñido   como 
arriba  se  dijo,  el  rey  le   daba   dones,     que   era   una 
manta  con   unas  listas  labradas  de  color  morado,  y 
otra   labrada    de   otras   ciertas   labores,  y  también  le 
daba  un  maxtle   labrado  de  colorado   largo,   que  es- 
tuviese bien   colgado,   y   otro  labrado  de  todos  colo- 
res: esto  le  señalaban  por  insignias  de  honra,  y  de  allí 
adelante   tenia    licencia  de  traer   maxtles   y   mantas, 
stempre  labrados.  Al   que  por   sí  cautivaba  dos,  tam- 
bién le  llevaban   delante   del  señor  á  la   casa  real,  y 
dábanle  dones   como  arriba  está  dicho;  y  al  que  pren- 
día por  sí  tres,  dábanle  también  dones  como  se  di- 
jo, y  juntamente    autoridad  para   tener    cargo  en   la 
guerra  de   otros,  y   también  daban  autoridad  á  estos 
semejantes,  para   que  fuesen  elegidos  para  educar  á 
los  mancebos  en  el  Telpuchcali.  También  tenían  auto- 
ridad   para    mandar   á  los    mancebos    que   fuesen  á 
cantar   á  la   casa  donde   aprendían  á  hacerlo  de  no- 
che; y  á    los  que  por   sí   prendian    cuatro   cautivos., 
mandaba   el   rey  que   los    cortasen   los    cabellos    co- 
mo á  capitán,  llamábanle  tal  diciendo...  el  capitán  me- 
xicatl,   ó  el  capitán   tolnaoacatl,    ú  otros   nombres  que 
cuadraban  á  los  capitanes.  De    allí  adelante  se   po- 
dian  sentar  en  los  estrados  que   ellos   usaban  de  pe- 
tates  é   icpaks   en  la  sala  donde  se  sentaban  los  otros 
Tóm,  II.  43 


332 

capitanes  y  valientes  hombres,  los  cuales  son  prime- 
ros  y  principales   en  los  asientos,  y   tienen   barbotes 
largos,    orejeras  de  cuero,  y  borlas    en  las    cabezas 
conque  están   compuestas;  y  aquellos  que  cautivaban 
por  sí   seis,  siete  ó  diez  de  los  enemigos,  y  si  estos 
cautivos    eran    Cuextecas   6    Tcnimes,  no    por    eso   los 
ponían  con  los  mas  principales  arriba   dichos,  sola- 
mente  los  llamaban  capitanes;  y  para  subir  á  la  hon- 
ra de  los  arriba  nombrados,  era  menester  que  cautiva- 
sen   de   Atlixco,  ó   de    Vcxoizincó,   ó    de    Tliüuquitepec. 
Cualquiera   que  de  estos  dichos   cautivaba  hasta  cin- 
co,  ponianlos  entre  los  mayores   y  mas  honrados  ca- 
pitanes, por  valientes  y  esforzados  gefes,   que  se  lla- 
maba quavMacail,  que   quiere   decir   águila  que  guía;  y 
el  señor  á  este   tal,  le  daba   un  barbote  largo  verde, 
y   borla  para   ponerse  en   la  cabeza,  con  unas  listas 
de  plata  enírepuestas    en  la   pluma   de    la    borla,   y 
también  le  daba  orejeras  de  cuero,  y  una   manta  ri- 
ca que  se   llamaba   cuechintli.  También  Je  daban   una 
manta   que   llamaban    chicoapalnacazminqui  que  quiere 
decir:   manta   teñida   de   dos    colores,  la  mitad  de    uno, 
y  la  otra  mitad  de  otro  de  esquina  á  esquina,  y  una 
manta  con  correas  colgadas  y  atadas,  sembradas  por 
toda  ella;   y  si  cautivaba   dos  de  Atlixco  ó  de  Vexot- 
zinco,  era  este  tal,  tenido  por   terrible   y    valentísimo, 
y  dábanle  un  barbote  largo  de  ámbar  amarillo,  y  otro 
de  chplchivite    verde,   y  usaba  de  entrambos,   (a) 
FIN  DEL  OCTAVO  LIBRO. 
(a)     La   lectura  de   este   capítulo   manifiesta  el   alto  aprecio    que 
hacian  los   mexicanos:  y  del   valor  y  sobriedad  conque   sabian  los  re- 
yes  graduarlo,    para    alentar   á   los  soldados.    Entre  ellos  las    seña- 
les  dichas   que  nos   parecen   ridiculas,    eran    tan   estimables  como 
entre  nosotros  los  grados,  los  escudos  las  espadas  de  honor,   las    cruces 
&.c.    Todo    pende  de  la  fantasía  que  es  la  que  avalora'  las  cosas  mas 
insignificantes  y   caprichosas.   ¿Qué  hazañas  no  ejecutaban   los   Ro- 
manos  por  optar   una  corona    de    mirto   y  de  ojas  de    encina?   Re- 
sulta   asimismo   que     los    mexicanos    tenian   en   mucho   el  valor   de 
los    Huexotzincas,    é  Izucareños,   y  Tlaxcaltecas,  pues  preferían  á  los 
cautivadores  de  los  de  estas  partes  como  los  romanos  el  de  los  galos. 


■BKH 


■nnaKHn^ 


Xja  primera  orden  que  se  ha  tenido  en  esta  His- 
toria és,  que  primeramente,  y  en  los  primeros  libros 
se  trató  de  los  dioses,  de  sus  fiestas,  de  sus  sa- 
crificios, de  sus  templos,  y  de  todo  lo  concerniente 
á  su  servicio:  de  esto  se  escribieron  los  primeros 
cinco  libros,  y  de  ellos  el  postrero  fué  el  quinto, 
que  trata  de  la  arte  adivinatoria  que  también  habla 
de  las  cosas  sobrenaturales.  En  todos  estos  cinco  li- 
bros se  trata  de  lo  que  he  dicho.  El  sesto  libro  tra- 
ta de  la  retórica  y  filosofía  moral  que  estos  natu- 
rales alcanzaron,  donde  se  ponen  muchas  maneras 
de  oraciones,  muy  elegantes  y  muy  morales,  y  aun 
las  que  tocan  á  sus  dioses  y  á  sus  ceremonias,  se 
pueden  decir  muy  teologales.  En  este  mismo  libro 
se  trata  de  la  estimación  en  que  se  tenian  los  re- 
tóricos y  oradores.  Después  de  esto  se  trata  de  las 
cosas  naturales,  y  esto  en  el  sétimo  libro;  y  luego 
ele  los  señores,  reyes,  gobernadores,  y  principales  perso- 
nas. Luego  se  trata  de  los  mercaderes,  que  después  de 
los  señores,  capitanes  y  hombres  fuertes?  son  los  mas  te- 


3  34 

nidos  en  la  república,  de  los  cuales  se  trata  en  el 
octavo  libro,  y  tras  ellos  los  oficiales  de  pluma,  de 
oro,  y  de  piedras  preciosas.  De  estos  se  trata  en  el 
noveno  libro:  de  las  calidades,  condiciones  y  maneras 
de  todos  los  oficiales  y  personas,  se  trata  en  el  li- 
bro décimo,  donde  también  habla  de  los  miembros 
corporales,  de  las  enfermedades  y  medicinas  contra- 
rias, y  también  de  las  diferencias  y  diversidades  de 
generaciones  de  gentes  que  en  esta  tierra  habitan, 
y  de  sus  condiciones.  En  el  undécimo  libro  se  tra- 
ta da  los  animales,  aves,  yerbas,  y  árboles.  En  el 
libro  duodécimo  se  trata  de  las  guerras,  tenidas 
cuando  esta  tierra  fué  conquistada,  como  de  cosa  hor- 
rible  y  enemiga  de   la  naturaleza  humana,  (a) 


(a)  Este  libro  esta  impreso,  separadamente,  y  debe  formar  par- 
te  de  la  historia:  se  hallará  en  la  libreria  de  D.  Mariano  Gal- 
van,  Portal  de  Agustinos.  Formará  una  obra  completa  en  su  linea 
si  se  une  con  la  memoria  de  D.  Fernando  de  Alva  Tztlilxóchitl 
que  acabo  de  publicar,  y  se  hallará  en  la  libreria  de  D.  Alejan- 
dro Valdés. 


S35 


LIBRO   NOVENO. 


DE  LOS  MERCADERES   Y  OFICIALES, 

DE     ORO,    PIEDRAS  PRECIOSAS,    Y    PLUMA  RICA. 

CAPITULO  I. 

Del  principio  que  tuvieron  los  Mercaderes   en  México   y 
en    Tlaltelolco. 


feíguese  la  manera  que  tenian  los  mercaderes  an- 
tiguamente en  sus  mercaderías.  Cuando  los  merca- 
deres comenzaron  en  Tlaltelolco  de  México  á  tratar, 
era  señor  uno  que  se  llamaba  Quaquapizaoac,  y  los 
principales  tratantes  eran  dos,  el  uno  se  llamaba  Itz- 
coatzin,  y  el  otro  Tziutecatzin.  La  mercadería  de  estos 
por  entonces,  era  plumas  de  papagallos,  unas  verdes  qu@ 
se  llaman  cuetzal,  otras  azules  que  se  llaman  cuitla- 
texotli,  y  otras  coloradas  como  grana,  que  se  llaman 
ehamulli.  Estas  tres  cosas  eran  todo  su  trato.  Des- 
pués que  el  señor  arriba  dicho  murió,  eligieron  otro 
que  se  llamó  Tlacatevtl,  y  en  el  tiempo  de  éste  los 
principales  de  los  mercaderes  fueron  dos,  el  uno  se 
llamó  Cozmatzin,  y  el  otro  Tzompantzin.  En  tiempo 
de  estos  se  comenzaron  á  vender  y  á  comprar  las 
plumas  que  se  llaman  guetzaüi,  y  las  piedras  turque- 
zas  que  se  llaman  xivitl,  y  las  piedras  verdes  que  se 
llaman  ehakhivitl,  y  también  las  mantas  de  algodón 
y  maxtles  de  lo  mismo;  porque  antes  solamente  usa- 
ban de  mantas  y  maxtles  de  rieguen,  y  las  mugeres 
usaban  de  vipiles  y  enaguas  también  de  iehtli.  Muer- 
to éste  señor,  eligieron  otro  que  se  llamó  Quauhíh-r 


336 

toatzi:  en  tiempo  de  este  fueron  principales  de  los 
mercaderes  dos,  el  uno  se  llamó  Tollamimichtzin,  y  el 
otro  Micxotziyautzin.  En  los  dias  de  estos  se  comen- 
zaron á  comprar  y  vender  barbotes  de  oro,  y  ani- 
llos del  mismo  metal,  cuentas  de  oro,  y  piedras  azu- 
les labradas  como  éstas,  grandes  chalchivites,  gran- 
des quetzales,  y  pellejos  labrados  de  animales  fieros, 
y  otras  plumas  ricas  de  diversas  maneras  y  colores. 
Muerto  éste  señor  eligieron  á  otro  que  se  llamó  Mo- 
quivixtzin.  En  la  época  de  éste  fueron  principales  de 
los  mercaderes  dos,  el  uno  que  se  llamó  Popoiotzin, 
y  el  otro  Tlacochintzin,  En  tiempo  de  estos  se  comen- 
zaron á  comprar  y  á  vender  las  mantas  ricas,  y  la- 
bradas de  diversas  labores,  los  maxtles  ricos  y  la- 
brados acia  las  estremidades,  como  dos  ó  tres  pal- 
mos en  largo  y  ancho;  también  las  enaguas  ricas  y 
los  bellos  vipiles,  y  al  mismo  tiempo  las  mantas  de 
ocho  brazas  en  largo,  tegidas  de  hilo  torcido  como 
terliz,  y  también  se  comenzó  á  tratar  en  cacao.  En 
este  tiempo  todas  las  otras  mercaderías  que  arriba 
se  digeron,  se  comenzaron  á  tratar  en  mas  abun- 
dancia que  de  antes.  Este  Moquivixtzin,  fué  el  pos- 
trero señor  de  los  Tíalt chícanos,  porque  le  mataron 
los  de  su  pueblo,  y  de  ahí  adelante  cesaron  los  seño- 
res, y  el  regimiento  que  en  lo  succesivo  (a)  usaron  los 
Tlaltelolcanos,  fué  por  vía  de  cónsules,  que  fué  su  pri- 
mera manera  de  gobierno.  De  estos  que  entonces  co- 
menzaron á  regir,  el  uno  de  ellos  se  llamaba  Tinca- 
tecatzinthtzioacpopocatzin:  el  otro  Tlacochcalcatzintlitz- 
quauhtzin,  ambos  eran  muy  principales,  y  también  fué 
el  tercero  Tlacochcalcaizintlitezcantzin,  el  cuarto  se  lla- 
maba Tlacalteccatzintlitoixzacatzin;  todos  estos  eran  muy 
nobles,  y  valientes  mexicanos. 


(a-)     El  pequeño  reino   de  Tlaltelólco  se  incorporó   á   México  en 
el  reinado   de  Axáycatl  padre  del  segundo  Moctheuzoma. 


CAPITULO    II. 

De  como    los   Mercaderes    comenzaron  á  ser  tenidos  por 
señores,   y   honrados   como    tales. 

De  los  que  fueron  principales  y  regian  á  los  mer- 
caderes en  el  tiempo  de  los  cónsules  arriba  dichos, 
fué  uno  QicaahpozaoaUzin,  el  segundo  JYcntlamatitzin, 
el  tercero  Vetzcatocatzin,  el  cuarto  Canaltzin,  el  quin- 
to Veicomatzin.  En  este  tiempo  era  señor  en  Tenuch- 
titlan  Avitzotzin,  y  en  él  los  mercaderes  entraron  á 
tratar  en  las  provincias  de  Ayotlan,  y  Anaoac.  Los  na- 
turales de  aquellas  provincias,  los  detuvieron  allá  co- 
mo cautivos  cuatro  años,  en  el  pueblo  que  se  lla- 
ma Quauhtenanco,  en  el  cual  estuvieron  cercados  de 
los  de  Tehuantepec,  de  Izoatlan,  de  Xochitlan,  de  Amas- 
tecatl,  de  Quauhtzontla,  de  Atlan,  de  Omitían,  y  de  los 
de  Mapachtecatl:  todos  estos  pueblos  dichos  eran  gran- 
des; otros  muchos  de  otros  pequeños  pueblos  eran 
contra  ellos,  y  los  tenian  cercados  y  peleaban.  Los 
mercaderes  se  defendian  en  el  pueblo  de  Quatenan- 
co  que  era  fuerte,  y  cautivaron  estos  mismos  á  mu- 
chos de  los  naturales  gente  principal,  y  otros  mu- 
chos distinguidos  los  cuales  no  se  contaron.  Los  prin- 
cipales que  se  cautivaron  traían  sus  divisas,  cada  uno 
según  su  manera:  traían  por  orejeras  nacaztepuztli,  con 
pinjantes  que  les  llegaban  hasta  los  hombros,  y  traían 
por  banderas  quetzalpanitl  zaquanpanitl,  y  también  bra- 
zaletes que  se  llaman  machoncotl.  Cuéntase  de  estos 
que  fueron  presos  de  los  mercaderes;  algunos  cau- 
tivaron á  veinte,  otros  á  once.  Después  que  los  mer- 
caderes peleando  por  espacio  de  cuatro  años  con- 
quistaron la  provincia  de  Anaoacatl,  y  como  todos 
los  de  ésta,  se  les  rindieron,  luego  los  mercaderes 
Tlaltelolcanos  que  los  conquistaron,  se  juntaron  y  se 
hablaron:  tomó  la  mano  el  mas  principal  de  ellos  y 
dijo:  ¡Oh  mercaderes  Mexicanos!  ya  nuestro  señor  Vit- 


331* 

zilopuchüi  dios  de  la  guerra,  ha  hecho  su  oficio  en 
favorecernos,  porque  hemos  conquistado  esta  pro- 
vincia, ya  podemos  seguramente  irnos  á  nuestra  tier- 
ra: conviene  que  ninguno  se  ensoberbezca,  ni  se  ten- 
ga por  valiente  por  los  cautivos  que  hemos  tomado, 
que  lo  que  hemos  hecho,  no  es  mas  de  haber  bus- 
cado tierra  para  nuestro  señor  dios  Vit  zilopuchüi:  la 
paga  de  nuestro  trabajo,  porque  pusimos  á  peligro 
nuestro  cuerpo  y  nuestras  cabezas,  y  la  paga  de  nues- 
tras vigilias  y  ayunos.  Cuando  lleguemos  á  nuestra  tier- 
ra, será  tiempo  de  usar  los  barbotes  de  ámbar,  y  las 
orejeras  que  se  llaman  quctzalcoyolnacohtli,  y  nuestros 
báculos  negros  que  se  llaman  moactopilli,  y  los  aven- 
taderos  y  ojeadores  de  moscas,  las  mantas  ricas  que 
hemos  de  traer,  y  los  maxtles  preciados;  solo  esto 
será  nuestra  paga,  y  la  señal  de  nuestra  valentía,  y 
ningunos  otros  de  los  mexicanos  y  mercaderes,  usa- 
rán de  estas  preseas,t  los  cuales  no  se  hallaron  con 
nosotros  en  los  trabajos  de  esta  conquista.  Y  co- 
mo estos  mercaderes  estuvieron  cuatro  años  en  la 
conquista  de  estas  tierras,  y  en  todos  ellos  nunca 
se  cortaron  los  cabellos,  cuando  llegaron  á  su  tier- 
ra traíanlos  hasta  la  cinta  y  mas  abajo.  Cuando  el 
señor  de  México  que  se  llama  Avitzotzin,  oyó  la  fa- 
ma de  como  venían  dichos  mercaderes  que  habian 
ido  á  Ayoilan,  y  habian  hecho  esta  hazaña,  luego 
mandó  que  los  fuesen  á  recibir  muy  solemnemente. 
Reciviéronlos  muchos  de  los  Sátrapas  y  otros  minis- 
tros de  los  templos,  y  fueron  también  muchos  de  los 
principales  de  México  y  de  los  nobles:  los  Sátrapas 
llevaban  incienso  y  otros  perfumes  que  se  usan  pa- 
ra incensar;  también  llevaban  caracoles  que  usaban 
tañer  en  los  templos,  y  talegas  llenas  de  estos  per- 
fumes; y  los  principales  y  nobles  llevaban  sus  xa- 
quetas  vestidas,  las  cuales  se  ponian  para  hacer  sa- 
crificios en  ios  templos.  Iban  por  el  camino  como 
en  procesión  dos   rendes,    una  de   los  sacerdotess  y 


■mi 


otra  de  los  sefíores,  y  fuéronse  á  juntar  con  ellos  en 
el  pueblo  de  Acachinanco-,  (a)  y  ya  reunidos  con 
ellos,  comenzaron  á  quemar  incienso  y  otros  perfu- 
mes, haciéndoles  gran  reverencia  como  antiguamen- 
te se  usaba.  Como  hubieron  hecho  todas  las  ceremo- 
nias que  desde  la  antigüedad  se  practicaban  en  su  reci- 
bimiento, vinieron  ordenados  por  todo  el  camino  de- 
lante de  ellos,  y  toda  la  gente  comarcana  del  ca- 
mino, los  salia  á  mirar  por  gran  maravilla.  Cuan- 
do hubieron  llegado  á  México  ninguno  se  fué  á  su 
casa,  sino  que  pasaron  derechos  á  la  casa  del  se- 
ñor AviHotzin.  Luego  que  entraron  en  el  patio  de  los 
palacios,  comenzaron  á  quemar  muchos  perfumes  en 
los  fogones  que  para  esto  estaban  hechos,  á  honra 
de  los  dioses,  donde  el  rey  Avitzotzin  los  recibió 
con  grande  honra,  y  los  habló  de  esta  manera:  „¡Ama- 
dos  mios,  mercaderes  y  tratantes!  seáis  muy  bien  ve- 
nidos, reposad  y  descansad.»  Luego  los  llevaron  á  la 
sala  de  los  mas  eminentes  varones  y  generosos,  don- 
de por  su  orden  estaban  sentados  estos  según  el  mereci- 
miento de  sus  hazañas;  y  como  se  hubo  sentado  el 
señor  Avitzotzin,  luego  los  mercaderes  pusieron  á  sus 
pies  todas  las  divisas  que  usaban  sus  cautivos  en 
la  guerra.  Habiendo  hecho  esto,  comenzó  uno  de  ellos 
á  hablar  al  rey  diciendo  así:  „Señor  nuestro,  vive 
muchos  años:  aquí  en  vuestra  presencia  hemos  pues- 
to el  precio,  porque  tus  tios  los  Pochtecas  que  esta- 
mos aquí,  pusimos  nuestras  cabezas  y  vidas  á  ries- 
go, y  trabajamos  de  noche  y  de  dia;  pues  que  aunque 
nos  llamamos  mercaderes  y  lo  parecemos,  somos  sol- 
dados que  disimuladamente  andamos  á  conquistar, 
hemos  trabajado  y  padecido  mucho,  por  alcanzar  es- 
tas cosas  que  no  eran  nuestras,  sino  que  por  guer- 
ra, y  con  mucho  trabajo  las  adquirimos.»  [b]  Oído  esto 

(a)  Al  sur  de    México,   rumbo  de  S.   Antonio  Abad,    donde  tu- 
vo Cortés    su  cuartel  general  en   el  sitio  de  esta  capital. 

[b]  Las  grandes  conquistas  se  han  hecho  por  medio  del  comer- 
Tóm.  II,  44 


340 
el  señor,  respondióles  diciendo:  »Tios  mios  (a)  mu- 
chas penas  habéis  padecido,  y  muchos  trabajos  ha- 
béis pasado  como  valientes  hombres:  fué  la  volun- 
tad de  nuestro  señor  Vitzilopuehtli  dios  de  la  guer- 
ra, que  salierais  bien  con  lo  que  emprendisteis,  y  ha- 
béis vuelto  sanos  y  vivos  como  ahora  os  veo.  Pa- 
réceme  por  lo  que  habéis  traído,  que  estas  son  las  divi- 
sas de  los  enemigos  que  conquistasteis,  por  quien 
pusisteis  á  riesgo  vuestras  vidas,  y  vuestras  cabezas: 
yo  os  hago  merced  de  todo  ello,  para  que  solos  vo- 
sotros lo  oséis  porque  lo  merecisteis.»  Hecho  esto, 
luego  el  rey  les  mandó  dar  muchas  preseas,  en 
señal  del  agradecimiento  de  las  buenas  obras:  dio— 
les  muchas  mantas  de  diversas  maneras  muy  ricas,  y 
muchos  maxtles  preciosos:  dio  también  á  cada  uno 
una  carga  de  mantas  de  tochpanecaiotl,  y  á  cada  uno 
una  fanega  de  maíz,  otra  de  frisóles,  y  cierta  me- 
dida de  chian.  Estuvieron  los  Pochtecas  en  la  con- 
quista del  pueblo  de  Ayotlan,  donde  se  vieron  cer- 
cados cuatro  años;  mas  al  cuarto  vencieron,  y  desbara- 
taron toda  la  gente  fuerte  y  valiente  de  los  enemi- 
gos, de  los  cuales  traían  divisas  particulares.  Cuando 
estaban  en  esta  conquista,  oyó  el  señor  de  México 
Avitzotzin,  como  quedaban  cercados  los  mercaderes 
mexicanos  en  guerra  contra  los  naturales,  envió  lue- 
go en  su  socorro  á  Mocthecuzoma  [el  primero]  que  aun  no 
era  rey  sino  general,  el  cual  se  llamaban  Tlacochcalcatl, 
con  mucha  gente,  y  yendo  por  el  camino  con  ella, 
encontró  con  quien  le  dijo,  que  ya  el  pueblo  de  Ayo- 
tlan  era  vencido,  y  le  habian  tomado  los  Pochtecas; 
y  también  oyendo  estos,  como  iba  en  su  socorro, 
saliéronle  al    camino  y   dijéronle:  „Señor   Tlacochcal- 

cio  ios  comerciantes  fenicios  se  apoderaron  de  España,  y  en  nues- 
tros dias  ios  ingleses  comerciantes  han  esclavisado  la  india;  Véan- 
se las   memorias  de   Tipoc=Sayb,  y  léanse  reflecsivamente. 

(a)     No  estrauemos  este   tratamieto,    sabiendo  que   el   de  los  re- 
yes de   España  á  los  grandes,   es  de  Primos. 


341 

Mi,   vengáis  en  hora  buena,  ño  és  menester  que  va- 
yáis  mas   adelante,   porque  ya   la    tierra   está   pacífi- 
ca y  no  tenemos  necesidad  de  socorro,   porque  nues- 
tro señor    Vitzilopuchtli   la   tiene    en    su  poder,  ya  los 
mercaderes  mexicanos  han  hecho  su  deber»  oído  es- 
to  Tkcochcalcatl,  se   volvió  con  ellos.   Después   de  es- 
ta  conquista  ha  estado  el    campo   seguro  y  libre  pa- 
ra   entrar  á  la   provincia   de    Anaoac,  sin  que    nadie 
lo  impida,    ni   los    Tzapotecas,  ni   los    Anaocas,    y   los 
quetzales  y  plumas  ricas,   desde  entonces   se -usan  pol- 
aca; orimeramente  las  trajeron   los  mercaderes  ricos 
del    Tlaltelolco   y   las  usaren,    y  también    el  señor   de 
México   Avitzotzin.   Los   dichos   mercaderes  del  Tlal- 
telolco se  llaman  también    capitanes  y    soldados   disi- 
mulados en  hábito  de  mercaderes  que  andaban  por  to- 
das partes,  que  cercaban  y  dan  guerra  á  las  provincias 
y  pueblos.    Quizóles   señalar   el   señor   Avitzotzin   con 
bezotes   de  oro  que  también  trajeron    de   la  conquis- 
ta, y  que    ellos  solos  los   usasen  y   no  otros,    como 
mensajeros  del   rey;   y  que  las  otras  preseas  que  les  dio 
que    arriba  se  dijeron,   solo    ellos   las    usasen   en  las 
grandes  fiestas,  como   era  en   la   de    Tlacaxipeoahxtk 
y  otras  semejantes,  en  las  cuales  se  juntaban  en  Mé- 
xico de  todas  las  provincias  comarcanas.  Entonces  sa- 
caban  aquellas   divisas  que  era   una   ó   dos  veces    en 
el   año,  cuando  ya  estaban  juntas  todas    las    perso- 
nas principales    de  todos  los  pueblos  comarcanos.  En 
aquellas  fiestas    se   acuchillaban    los   cautivos    sobre 
la   muela  ó  piedra  redonda,   como   se  dijo    en  el   se- 
cundo libro.  Este  era  teatro  ó  espectáculo,  pues  que  ve- 
nían todos    á   ver  los  cautivos    que  se  mataban.   Al- 
gunos   de  aquellos  que  acuchillaban,  deteníanse  en  la 
pelea    defendiéndose,   y   daban  que  veer  á  los  que  los 
observaban,  porque   mostraban  su   fortaleza;    otros  de 
poco  ánimo  dejábanse  luego  matar,  otros  de  los  cau- 
tivos  traíanlos  consigo   su  dueño  en  el   areyto:    lle- 
vábanlos por  los  cabellos   los  mas  principales,  com* 


arwTtr 


! 


■- 


342 

puestos  con  las   divisas  arriba  dichas,  y  estaban  mi- 
rando desde  las  sombras   ó  casas  donde  estaban  apo- 
sentados.  Estos  mercaderes  eran  ya  como  caballeros, 
y  tenían  divisas   particulares  por  sus  hazañas.   Si  se 
hacia   alguna  fiesta   entre  año,   no  se  adornaban  con 
aquellas  divisas,  sino  con  mantas  de  maguey   bien  te- 
jidas; pero   la    gente    noble   que  se  llama  pipilti,    en 
todas  las   fiestas  del   año  se  adornaba  con  sus  man- 
tas  ricas,  y   con  todos  sus  plumages;  pero  cuando  no 
era  fiesta  sino  de   alguno  en  particular  que  la   hacia 
en  su  casa,   los  nobles  no  se    aderezaban   con  man- 
tas ricas  y  plumages,   sino  con  mantas  de  ichtli  bien 
tejidas;  mas    aunque  se   ponian  estas  mantas,  atában- 
las de  manera,    que   se  pareciesen  las    mantas    que 
debajo  llevaban,  en   demostración  de  su  nobleza  por 
fantasía.  Cuando  quiera  que  el   señor  de  México  que- 
na  enviar  á   los  mercaderes,  que   eran   capitanes    y 
soldados  disimulados  á   alguna  provincia  para  que  la 
atalayasen,  llamábalos  á  su  casa,  y  hablábales  cerca 
de  lo  que  queria  se  hiciese,  y  dábales   1G0Ü  toldillos, 
(a)  que  ellos  llaman  quauhtli  para  rescatar,   y  como 
los  tomaban,  llevábanlos   á  Tlaltelolco,  y   allí  se  junta- 
ban   así  los  mercaderes  de  México  como  los  de  TlaU 
teloko,  y  se    hablaban    cerca  del  negocio  que  el  rey 
les   habia   encomendado.   Tratábanse  con  toda  curio- 
sidad y  cortesía:  después  de  haberse  comunicado,  di- 
vidían   entre  sí  los   toldillos  igualmente,  los    de  TlaU 
telolco    ochocientos,  y  los  de    México  otros  ochocien- 
tos:   con   aquellos   toldillos   compraban  mantas  ricas, 
tanto  para  hombres  como  para  mugeres,  como  está  en 
la  letra.  Como  habían    empleado   los  toldillos  que   el 
señor  los  habia   dado  en  las   ropas  dichas,  compra- 
ban   ellos  otras    muchas   alhajas  y  atavíos    para  su 
propio   trato  y  rescate,  así  atavíos  de   hombres    co- 

(a)     Era  una    moneda   que  consistía   en  unos   pedazos  de  cobre 
cortados   en  figura   de   T.    Clavijero   tom.   1  f  pág.  349.  * 


343 

mo  de   mugeres;  ya  para  principales,  ya  para  comu- 
nes, como  en  la  letra   se  cuenta,  (a) 
CAPITULO.  III. 

De   las  ceremonias  que  hacían  los  Mercaderes,  cuando  se 
partían   á  alguna  parte  á  tratar. 

Cuando  los  mercaderes  querian  partirse  de 
sus  casas  para  ir  á  sus  tratos  y  mercaderías,  pri- 
meramente buscaban  el  signo  favorable  para  su  par- 
ra) Parece  que  en  último  resultado  lo  que  dá  de  sí  este 
capitulo  es  lo  siguiente.  Que  grandes  carabanas  de  mercaderes  se 
reunían  en  Tlaltilolco  juntamente  con  los  mexicanos,  los  cuales  en 
realidad  eran  soldados  y  procuraban  penetrar  con  achaque  de  ven- 
der por  los  lugares  mas  remotos  de  este  continente.  Que  el  go- 
bierno instruido  de  sus  intenciones  las  apoyaba  mandando  fuerzas 
que  los  aucsiliasen  para  consumar  sus  conquistas,  y  que  este  fue 
el  modo  de  estender  los  límites  del  imperio  mexicano.  No  es  es- 
traña  esta  conduta  ni  desusada  en  el  antiguo  mundo,  sobre  todo 
en  España  donde  con  tal  pretesto  se  entraron  y  penetraron  los 
fenicios,  hasta  enseñorear  aquella  península.  Posteriormente  en 
estos  últimos  tiempos  hemos  visto  á  los  ingleses  abnse  paso  para 
la  conquista  de  la  india,  donde  como  dice  Typoo-Saib  en  sus 
memorias,  habiendo  pedido  licencia  para  descargar  sus  buques  por- 
que necesitaban  alijerarse  y  carenarse:  detras  de  las  bardas  que  for- 
maron con  sus  carguíos  aparecieron  fortines  muy  bien  construidos 
y  guarnecidos  con  aquellos  gruesos  tubos  infernales  que  después 
de  causar  los  espantosos  estragos  de  la  desolación  y  de  la  muer- 
te, redujeron  á  servidumbre  á  mas  de  treinta  millones  de  hombres 
libres.  ¡O  americanos!  que  lección  tan  terrible  os  presentan  es- 
tas líneas!....  Mirad  en  muchos  de  los  que  os  brindan  con  sus 
magnificas  mercaderías  unos  hombres  ávidos  de  vuestro  oro,  que 
tras  de  aquellas  preciosidades  ocultan  las  cadenas  conque  vienen 
á  ligaros,  ya  sean  de  hierro,  ya  sean  las  que  forjan  la  molicie 
y  placeres  que  traen  de  pueblos  remotos  que  enervan  nuestro 
valor,  y  nos  nascotizan  vergonzosamente....  ¡Ah!  los  cascabeles,  ti- 
jeras y  brujerías  de  Castilla  conque  se  presentó  en  las  costas  de 
Veracruz  Juan  de  Grijalba,  y  después  Cortés,  fueron  las  primeras 
monedas  conque  vinieron  á  comprar  nuestra  antigua  libertad. . . . 
Gobierno  mexicano!  abre  los  ojos,  y  mírate  mucho  en  el  per- 
miso que  otorgues  á  ciertos  estrangeros  en  los  puntos  remotos  de 
la  república....  Tiende  la  vista  sobre  Californias,  proteje  ese  es- 
tablecimiento  manantial   seguro  de  riquezas   y   mira  que    tres  na- 


344 

tida;  y  habiendo  tomado  el  que  mejor  les  parecía 
para  se  partir,  un  dia  antes  de  su  marcha  tresquilában- 
se  los  cabellos,  y  jabonábanse  en  sus  casas  para  no 
se  labar  mas  las  cabezas  hasta  la  vuelta,  y  todo  el 
tiempo  que  tardaban  en  este  camino,  nunca  mas  se 
trasquilaban  ni  jabonaban  las  cabezas,  solamente  se 
lavaban  los  pescuezos  cuando  querían;  pero  nunca  se 
bañaban.  Todo  el  tiempo  del  viage  se  abstenían  de 
labarse  y  bañarse,  salvo  el  pezcuezo  como  está  di- 
cho, y  llegando  á  la  media  noche  de  este  dia  en 
que  se  habían  de  partir,  cortaban  papeles  como  te- 
nían costumbre  para  ofrecer  al  fuego,  al  cual  llama- 
ban Xiuchtecutli:  la  figura  de  los  papeles  que  corta- 
ban, teniaola  de  bandera,  y  atábanla  en  una  asta  te- 
ñida de  vermellon.  De  que  habían  aparejado  estos 
papeles  de  noche,  pintábanlos  con  tinta  de  ulli,  el 
cual  derretían  espetado  en  algún  punzón  largo  de 
cobre,  y  como  encendían  el  ulli  comenzaba  á  gotear, 
y  aquellas  gotas  echaban  sobre  el  papel  por  cierta 
orden,  de  manera  que  hacían  una  cara  de  persona 
con  su  boca,  narices  y  ojos,  decían  que  esta  era  la 
cara  del  sol  fuego.  Después  de  esto  cortaban  otro 
papel  para  ofrecer  á  Tlaltccutii  para  ceñirse  á  losí 
pechos:  también  le  pintaban  con  ulli  una  cara  como 
arriba  se  dijo:  después  de  esto  cortaban  otros  pa- 
peles para  ofrecer  á  Yiacatccutli  que  es  el  dios  de  los 
mercaderes.  Estos  papeles  atábanlos  á  un  báculo  de  ca- 
ña macisa  por  todo  él,  y  este  despees  de  empape- 
lado le  adoraban  como  dios,  y  cuando  se  partían 
los  mercaderes  á  tratar,    llevaban  sus    báculos  y  sus 

ciones  te  lo  asechan,  y  te  lo  sorben,  si  te  descuidas  en  su  fo- 
mento no  condenes  al  desprecio  estas  observaciones  resultado  de 
la  espenencia  de  los  siglos  anteriores!!!.  Esa  provincia  de  Tejas 
me  eausa  desvelos  indecibles....  Ojalá  y  la  estreches  de  una  no- 
ta me  permitiera  desarrollar  muchas  ideas  sobre  esta  materia  !ahl 
cuanto  se  abusa  de  nuestra  infancia  política!  ¡Como  se  ha  burlado 
de  nosotros  Poinsett,  apoyado  en  el  mas  estupido  de  los  presiden- 
tes Victoria,    y  de  pésimos  ministros  yorquinos! 


mmmmmmmmamaM 


345 

papeles  pintados  con  ulli  que  era  el  atavio  u  orna- 
mento del  báculo.  Después  de  los  arriba  dichos  cor- 
taban otros  papeles  para  ofrecer  á  Cecoatlvtkmelaoatl 
que  es  uno  de  los  veinte  caracteres  ó  signos  de  la 
arte  adivinatoria,  y  era  cortado  en  cuatro  tiras:  pin- 
taban figuras  de  culebras  en  los  papeles,  con  tmta  de 
ulli  con  sus  cabezas,  ojos,  bocas,  lenguas,  y  su  pes- 
cuezo de  culebra.  Después  de  esto  cortaban  otros  pa- 
peles para  á  los  dioses  llamados  Zacatzonih  y  lia- 
cotzontl  dioses  del  camino,  y  eran  cortados  amane- 
ra de  mariposas,  y  goteados  con  gotas  de  ulli.  Des- 
pués de  aparejados  todos  estos  papeles  como  esta 
dicho,  luego  á  la  media  noche  ofrecíanlos.  Los  pri- 
meros ofrecían  al  fuego  poniéndolos  delante  del  ho- 
gar, y  luego  salían  al  medio  del  patio  de  la  casa,  y 
ponían  ordenados  los  papeles  que  ofrecían  al  dios  dé- 
la tierra  {Tlaltecutli,)  luego  los  que  eran  dedicados  á 
los  dioses  del  camino,  y  después  los  de  el  dios  de 
los  mercaderes:  cubrían  con  ellos  al  báculo  de  la 
caña  macisa.  Estos  papeles  nunca  los  quemaban,  por- 
que cobijaban  al  dicho  báculo.  Después  de  haber  or- 
denado su  ofrenda  como  está  dicho  enmedio  del  pa- 
tio de  la  casa,  luego  se  entraban  dentro  de  ella,  y 
se  ponían  delante  el  fuego  en  pie,  y  descabezaban 
algunas  codornices  á  honrra  del  fuego.  Habiendo  ofre- 
cido estas  aves  al  fuego,  luego  se  ensangrenta- 
ban las  orejas  con  unas  lancetas  de  piedra  negra 
[obsidiana,]  y  algunos  se  sangraban  también  la  lengua. 
Cuando  ya  corría  la  sangre,  tomábanla  en  la  mano 
y  decían  teunappa,  y  cuatro  veces  echaban  sangre  al 
fuego,  y  luego  goteaban  los  papeles  que  allí  estaban 
ofrecidos  al  fuego.  Hecho  esto,  salían  al  patio,  y  echa- 
ban de  su  sangre  acia  el  cielo  poniéndola  sobre  la  uña 
del  dedo;  lo  mismo  acia  al  oriente  y  cuatro  vien- 
tos cardinales,  echando  cuatro  veces  sangre  con  el 
dedo  como  está  dicho.  Después  de  acabada  de  echar 
la  sangre  acia  las  partes  ya  dichas,  salpicaban  los  pa- 


346 

peles  que  estaban  ordenados  en  el  patio  con  sangre. 
Ejecutada  esta  ceremonia,  entrábanse  otra  vez  den- 
tro de  la  casa  delante  del  fuego,  y  hablábale  de  es- 
ta manera.  Vive  muchos  años  noble  señor  Tlalxicten- 
ticaenauhiotecatl  [estos  ron  nombres  del  fueo-o  que  es- 
tán en  vocatibos]  ó  sea  esta  deprecación.  IScñor,  rué- 
goos  que  recibáis  pacíficamente  esta  vuestra  ofrenda,  y  per- 
donadme si  en  algo  os  he  ofendido.  Pronunciadas  estas 
palabras  ponian  los  papeles  que  estaban  dedicados 
al  fuego  sobre  las  brasas,  y  echaban  copal  blanco  muy 
derecho,  muy  oloroso,  muy  limpio  y  muy  puro,  y  me- 
tíanlo debajo  del  papel  para  que  luego  se  encendie- 
se. Cuando  estaba  ardiendo  el  papel  y  copal,  el  que 
lo  ofrecía,  lo  estaba  mirando,  y  si  veía  que  el  papel 
humeaba  y  no  ardía,  tomaba  mal  pronóstico,  y  co- 
menzaba á  temer  que  algún  mal  le  habia  de  venir, 
entendia  que  en  el  camino  habia  de  enfermar:  y  si 
veía  que  luego  se  encendia,  ardía  y  respendaba,  hol- 
gábase mucho,  porque  de  allí  tomaba  buen  pronós- 
tico y  decia:  ya  me  ha  hecho  merced  nuestro  señor  el 
fuego,  y  me  ha  dado  á  entender  que  será  próspero  mi 
viaje.  Después  de  hecho  esto,  salía  al  patio  donde  es- 
taban ordenadas  ofrendas,  y  tomaba  cada  una  de 
ellas,  y  levantaba  la  primera  como  ofreciéndola  acia 
el  oriente  cuatro  veces,  y  otras  cuatro  al  occiden- 
te, y  así  á  las  otras  partes  del  mundo:  tomaba  pri- 
mero la  ofrenda  que  estaba  dedicada  al  dios  Tlacot- 
zontli,  luego  la  que  estaba  dedicada  al  dios  Cecoat!, 
esta  la  ponia  sobre  las  otras.  Después  de  hecha  la 
ofrenda  á  las  cuatro  partes  del  mundo  con  cada  una 
como  está  dicho,  tomábalas  todas  juntas,  y  las  po- 
nia en  el  fuego  que  habia  encendido  en  el  patio, 
luego  hacia  un  hoyo  enmedio  de  aquel  lugar,  y  allí 
enterraba  las  cenizas  de  los  papeles  que  se  habian 
quemado,  asi  dentro  de  casa,  como  fuera,  y  cogia 
la  ceniza  de  tal  manera,  que  no  tomaba  nada  de 
la  otra  del  fuego,  ni  tampoco  alguna  tierra  del  suelo. 


,71Hh;¿»í*ii.x¿<l 


#r 


^-uw.nnii 


Esto  todo  que  se  ha  dicho  se  hacia  á  la  media 
noches  y  en  amaneciendo,  este  que  hacia  esta  ofren- 
da que  era  común  á  todos  los  mercaderes  cuando 
se  partían,  enviaba  á  llamar  á  los  principales  mer- 
caderes, capitanes  disimulados,  y  á  los  otros  ricos 
comerciantes  que  trataban  en  comprar  y  vender  es- 
clavos, y  también  juntaba  á  los  mancebos,  á  la3 
viejas,  y  á  las  otras  mugeres  sus  tias,  y  luego  que 
todos  estaban  juntos,  lavábanse  las  manos,  y  las  bo- 
cas, y  practicado  esto  ponían  delante  de  cada  uno 
comida.  Concluido  el  acto  de  comer,  todos  lavá- 
banse otra  vez  las  manos  y  bocas,  y  luego  les  po- 
nían delante  sus  jicaras  de  cacao  y  bebían:  luego 
les  ponían  delante  las  cañas  de  humo  para  chupar; 
y  el  que  los  había  convidado,  luego  se  sentaba 
delante  de  ellos,  y  comenzaba  á  hablar  de  esta  ma- 
nera: „Sea  mucho  en  hora  buena  vuestra  venida  á 
esta  mi  pobre  casa:  quiero  que  oigáis  algunas  pa- 
labras de  mi  boca,  pues  que  sois  mis  padres  y  mis 
madres,  haciéndoos  saber  de  mi  partida;  y  para 
este  propósito  os  he  hecho  llamar,  y  convidar  pa- 
ra lábaros  las  manos  y  bocas  antes  que  deje  este 
barrio  y  este  pueblo,  porque  ya  tengo  compradas 
las  cosas,  con  que  voy  á  rescatar  por  los  pue- 
blos por  donde  fuere.  Tengo  compradas  muchas  na- 
bajas  de  piedra,  muchos  cascabeles,  muchas  ahu- 
jas,  grasa  y  piedra  de  lumbre;  por  ventura  me 
dará  buena  dicha  el  señor  por  quien  vivimos,  y 
que  nos  gobierna;  esto  es  por  lo  que  me  despido 
de  vosotros.»  Habiendo  dicho  estas  palabras,  res- 
pondíanle los  mercaderes  principales  de  los  barrios 
que  son  uno  que  se  llama  Pochtlan,  otro  Aoachtlan, 
y  otro  Atlauhco   como  está  en  la   letra. 

Cuando  alguno  hace  convite  ordénanse  los 
convidados  de  esta  manera  en  sus  asientos;  sién- 
tanse todos  juntos  á  las  paredes  en  sus  petates  é 
ycpaks.  A  la  mano  derecha  se  sienta  la  gente  mas 
'  Tóm.  II.  45 


348 
principal  por  sus  grados,  y  orden  de  preeminencia 
como  son  entre  los  mercaderes  pochtecatlaioque,  y  á 
la  otra  parte  que  es  ía  mano  izquierda  se  asenta- 
ban los  que  no  son  tan  principales  por  los  grados 
y  orden  de  su  principalidad,  como  es  entre  los  mer- 
caderes de  aquellos  que  llaman  Naoaloziomeca.  Las 
estremidades  de  estas  dos  partes,  ocupan  los  man- 
cebos ordenados  por  su  preeminencia:  el  'míe  prime- 
ro habla  respondiendo  á  la  plática  que  hizo  el  que 
los  convidó,  es  el  principal  que  está  en  el  asiento 
de  la  mano  derecha,  y  dice  de  esta  manera.  „Está 
muy  bien  dicho  lo  que  habéis  referido,  y  en  vues- 
tra presencia  hemos  oído  y  entendido:  deseamos  los 
que  aquí  estamos,  que  el  camino  que  ahora  queréis 
comenzar  sea  próspero,  y  que  ninguna  cosa  adver- 
sa se  os  ofrezca  eo  vuestro  viaje;  id  en  paz  y  po- 
co á  poco,  así  por  los  llanos  como  por  las  cues- 
tas: conviene  empero,  que  vayáis  prevenido  para  lo 
que  quisiere  hacer  en  vos  nuestro  señor,  que  gobier- 
na los  cielos  y  la  tierra,  aunque  sea  destruiros  del 
todo,  matándoos  con  enfermedad  6  de  otra  manera. 
Rogamos  desde  luego  á  nuestro  señor,  que  antes  muráis 
en  la  prosecución  de  vuestro  viaje,  que  no  que  vol- 
váis atrás,  porque  mas  querríamos  oír  que  vuestras 
mantas  y  vuestros  mastles  estuviesen  hechos  peda- 
zos por  esos  caminos,  y  derramados  vuestros  cabe- 
llos, para  que  de  esto  os  quedase  honrra  y  fama, 
que  no  que  volviendo  atrás  diésedes  deshonra  á  nos 
y  á  vos.  Y  si  por  ventura  no  permitiere  nuestro  se- 
ñor que  muráis,  sino  que  hagáis  vuestro  viaje,  te- 
ned por  honra  el  comer  sin  chile  y  sin  condimen- 
to de  sal  el  pan  duro  de  muchos  dias,  el  apinolli  mal 
hecho,  y  el  maiz  tostado  y  remojado.  Guárdate  hi- 
jo de  ofender  á  nadie  con  tus  palabras  ó  con  tus 
obras:  sé  con  todos  reverente  y  bien  criado:  mira 
que  si  te  ha  dado  Dios  de  los  bienes  de  este  mun- 
do, no  te  altivezcas  por  eso,  ni  menosprecies  á  na- 


349 
die.  Cuando  te  juntares  con  los  que  no  conoces,  ó 
con  alguno  de  Tenuchtitlan,  de  Quauhtitlan,  de  Az~ 
capotzalco,  ó  de  Viizilopuckco  no  los  desprecies;  ha- 
bíalos, salúdalos  humildemente,  y  si  Dios  te  llevare 
á  los  pueblos  donde  vas  á  tratar,  sirve  con  humil- 
dad yendo  por  leña,  barriendo  la  casa,  haciendo  fue- 
go, regando,  sacudiendo  los  petates,  dando  agua  á 
manos,  y  haciendo  todas  las  cosas  que  tocan  á  los 
servicios  de  los  dioses,  como  es  el  hacer  penitencia  y 
traer  ramos;  sed  diligente  y  curioso  en  todas  las  co- 
sas de  humildad:  esto  has  oído  y  bástete,  no  quie- 
ro decir   mas.» 

Los   que  hacian  estos  convites  con  que   obse- 
quiaban   á  los   principales    mercaderes  y  los    demás 
barrios,   eran  personas  de  caudal,  y   mercaderes   que 
ya  tenían    costilla   para   gastar  con  sus  convidados; 
emoero   los  que  eran  pobres  que   aun  no  tenian  cau- 
dal^ convidaban  á  solos   los  mercaderes  de  su   bar- 
rio; pero   el  que   habia  de  ir  por  capitán  de  la  com- 
pañía de  los  que  iban,   no  solamente  convidaba  á  los 
de    su   barrio,  sino  también  á   los  que  habian    de   ir 
con  él.    Si   algunos  de   estos   eran  nuevos   en  el  ofi- 
cio,  ó  eran  mancebillos    que  nunca   habian  ido  otro 
camino,  y  este  era.  el  primero  en  que  echaban  á  mer- 
cadear, á  estos  mancebillos  mercaderes  noveles,    sus 
padres  y  sus   madres   los  encomendaban    al  capitán, 
rogándole  mucho   que  mirasen   por  ellos   como   que- 
da dicho   en  los  libros  de  atrás,  tratando  de  esta  ma- 
teria; y  cuando  ya  se  querian  partir   para  ir   su   ca- 
mino,   primero    se   juntaban     todos    en    la    del    ma- 
yoral  que   iba  por   capitán:   también  allí   se  juntaban 
todas  las  cargas  de  sus  mercaderías,  y  las  cosas  que 
llevaban  encomendadas  para  venderlas  de  los  merca- 
deres viejos  que    se   llaman  pochtecatlatoque,  pues  ellos 
no  iban   en   este  viaje,   sino  que  encomendaban    sus 
mercaderías   para    que  las    vendiesen,  y  después   par- 
tian  con  ellos  la  ganancia  cuando  volvían.  También 


encomendaban  algunas  mugeres  tratantes  sus  mer- 
caderías, para  que  hiciesen  lo  mismo.  Todos  pues  juntos 
se  reunían  en  aquella  casa,  y  disponian  sus  cargas, 
y  esperaban  allí  hasta  que  partiesen  en  su  presencia. 
Asimismo  rejuntaban  la  provisión  para  el  camino,  co- 
mo pinolli  y  otras  cosas,  y  todo  lo  ponian  den- 
tro de  la  casa  de  noche:  acopiado  ya  todo  lo 
que  se  habia  de  cargar,  hacian  sus  fardos  con  los 
los  cacaxtles,  y  daban  á  cada  uno  de  estos  que  te- 
nían alquilados,  para  que  llevasen  acuestas  la  carga 
que  tenían  señalada,  y  de  tal  manera  las  compara- 
ban que  no  eran  muy  pesadas,  y  llevaban  igual  pe- 
so; esto  se  hacia  por  la  orden  que  daba  el  que  iba 
por  capitán.  A  los  que  nuevamente  iban  á  apren- 
der aquel  oficio  que  eran  mancebillos,  no  los  carga- 
ban, sino  mandábanlos  que  llevasen  lo  que  se  habia 
de  beber  como  pinolli,  y  las  jicaras  y  meneadores  ó 
revolvedores,  que  eran  la  mayor  parte  hechos  de  con- 
chas de  tortuga.  Habiendo  ya  concertado  todas  las 
cosas  que  habían  de  llevar  á  la  noche,  poníanlo  to- 
do en  la  canoa  ó  canoas,  una,  dos  ó  tres,  que  eran 
para  esto  aparejadas,  y  colocadas  ya  todas  las 
cargas  en  las  canoas,  volvíase  el  capitán  á  los  vie- 
jos y  viejas  que  allí  estaban  esperando  su  partida, 
y  decíales  de  esta  manera.  „Aquí  estáis  presentes 
señores  y  señoras,  ancianos  honrados,  cuya  ancia- 
nidad es  tanta  que  apenas  podéis  andar,  quedaos  en 
hora  buena,  ya  nos  vamos,  porque  hemos  oído  los 
buenos  consejos  y  avisos  que  teníais  guardados  en 
vuestro  pecho,  para  nuestra  instrucción  y  doctrina; 
palabras  que  con  lágrimas  las  recibimos:  ya  con  es- 
to contentos  y  esforzados,  dejamos  nuestro  pueblo  y 
nuestras  casas,  nuestros  hijos  y  mugeres,  á  nuestros 
padres,  amigos  y  parientes,  los  cuales  creemos  no 
nos  echarán  en  olvido  por  estar  ausentes:»  luego  los 
viejos  y  viejas  íes  respondían:  „Hrjos  nuestros,  está 
muy  bien  lo.  que  habéis   dicho,  id  en  paz,  deseamos 


351 
que  ninguna  cosa  trabajosa  se  ofrezca:  no  os  dé  pe- 
na el  cuidado  de  vuestras  casas,  y  de  vuestra  hacien- 
da, que  acá  haremos  lo  que  debemos:  ya  os  habe- 
rnos dicho  lo  que  nos  cumple  como  á  hijos,  con- 
que os  habernos  ecsortado,  avisado,  y  castigado:  mi- 
rad que  no  echéis  en  olvido  las  palabras,  consejos, 
y  ecsortaciones.  que  vuestros  padres  y  madres  han 
puesto  en  vuestro  seno:  mirad  hijos,  que  esos  rao- 
suelos  que  van  con  vosotros,  no  tienen  espenen- 
cia  aun  de  los  trabajos  de  los  caminos,  que  los  ha- 
béis de  llevar  como  por  la  mano,  os  serviréis  de  ellos 
para  que  donde  llegáredes,  os  hagan  asentaderos  de 
heno,  y  aparejen  los  lugares  donde  habéis  de  comer 
y  dormir  con  el  mismo.  También  tened  gran  cuida- 
do de  imponerlos  en  las  cosas  del  servicio  de  los 
dioses,  que  es  el  repartimiento  de  las  noches,  y  las 
vigilias  de  ellas,  para  que  con  toda  diligenciarse 
ejerciten  en  las  mismas:  no  seáis  negligentes  en  im- 
ponerlos en  toda  buena  crianza  como  conviene  á  los 
mancebos.»  Con  esto  se  despedian  de  ellos  del  to- 
do, y  después  que  habian  acabado  de  hablar  los  unos 
con  los  otros,  luego  se  levantaban  todos,  y  estaba 
hecha  una  hoguera  de  fuego  grande,  cerca  de  la 
cual  estaba  una  jicara  teñida  de  verde  y  llena  de 
copal,  y  cada  uno  de  los  que  se  iban  su  camino» 
tomaba  una  porción  de  él  y  lo  echaba  en  el  fuego, 
y  luego  se  entraban  de  rondón  en  la  canoa;^  ningu- 
no entraba  entre  las  mugeres,  ni  se  volvía  á  mirar 
atrás  aunque  alguna  cosa  se  le  hubiese  olvidado  en 
casa,  ni  procuraba  por  ella,  ni  hablaba  mas  á  los 
que  quedaban;  ni  ninguno  de  estos  así  de  los  viejos 
como  de  las  viejas  mercaderes,  se  mudaban  para  ir 
acia  donde  iban  ni  siquiera  un  paso;  y  si  alguno  tor- 
naba á  mirar  atrás,  de  aquellos  que  iban  su  cami- 
no, tomaban  de  ello  mal  agüero,  y  tenianlo  por  gran 
pecado.  De  esta  manera  ya  dicha,  se  partían  los 
mercaderes  para  ir  á  tratar  á  tierras  lejanas. 


35  2 

CAPITULO  IV. 

De   lo  que    hacían  en   llegando  á  donde  iban. 

Después  que  los  mercaderes  llegaban  á  la  pro- 
vincia donde  iban  de  Anaoac  ó  á  otra,  luego  saca- 
ban las  mantas  ricas,  las  enaguas  y  camisas  precio- 
sas de  mugeres,  que  les  habia  dado  el  señor  de  Mé- 
xico: estas  las  presentaban  delante  del  señor,  saludán- 
dole de  su  parte.  Como  recibian  los  señores  de  aque- 
lla provincia  estos  dones,  luego  ellos  presentaban  otros 
de  otra  manera,  para  que  fuesen  de  su  parte  presen- 
tados al  señor  de  México,  y  consistían  en  plumas  ricas 
de  diversas  maneras  y  colores;  entraban  en  la  pro- 
vincia de  Anaoac  no  todos,  sino  aquellos  que  iban 
de  parte  del  señor  de  México,  con  quien  estaban 
aliados  y  confederados,  que  eran  los  Tenochcas,  los  Tlal- 
telolcas,  los  de  Vitzilopuchco,  los  de  A z capot zaleo,  ó  los 
de  Quauhtitlan:  todos  estos  iban  acompañados  los  unos 
con  los  otros,  é  iban  todos  juntos  hasta  el  pueblo 
de  Tochtepec:  en  este  pueblo  se  dividian,  unos  iban 
á  Anaoac  Ayotlan,  y  otros  á  Anaoacxicalanco.  Los 
mercaderes  de  Tlalíelolco  dividíanse  en  dos  partes,  y 
los  Tenochcas  en  otras  dos;  y  los  que  acompañaban 
á  estas  parcialidades  ó  divisiones,  eran  los  de  Vit- 
zilopuchco  ó  Atz capot zaleo,  y  de  Quauhtitlan.  Cuando  ya 
iban  á  entrar  en  aquellas  provincias,  y  que  ya  habian 
pasado  de  Tochtepec,  todos  iban  á  punto  de  guerra 
con  sus  rodelas  y  espadas  como  ellos  las  usaban,  y 
con  sus  banderas,  porque  pasaban  por  tierra  de  guer- 
ra. En  algunas  partes  recibian  daño  de  los  enemi- 
gos, y  en  otras  cautivaban  de  ellos.  De  que  llega- 
ban á  Xicalanco,  daban  el  presente  que  llevaban  de 
mantas,  enaguas,  vipiles,  y  maxtles  muy  labrados  y 
ricos,  á  los   principales. 

Luego  también  los  mercaderes  sacaban  las 
joyas  de   oro,  y  piedras  que  sabian  que    eran    esti- 


353 
madas  éñ  aquella  provincia,  una  de  ellas  era  como 
corona  de  oro,  otra  era  como  plancha  del  mismo 
delgada,  y  flecsible,  que  se  ceñían  á  la  frente,  y 
otras  de  diferentes  maneras:  todas  estas  joyas  eran 
para  los  señores.  Llevaban  también  otras  para  las 
señoras,  que  eran  unos  vasitos  de  oro,  donde  po- 
nen el  huso  cuando  hilan,  otras  eran  oregeras  de 
oro,  otras  oregeras  de  cristal  Asimismo  llevaban  pa- 
ra la  gente  común  oregeras  de  la  piedra  negra  que 
llaman  itztli,  y  otras  de  cobre  muy  lucidas  y  pulidas: 
también  llevaban  navajas  de  piedra  negra  que  se  lla- 
ma itztli  para  raer  los  cabellos,  y  otras  nabajitas  de 
pantalla  ó  sutiles  para  sangrar.  También  llevaban  cas- 
cabeles como  los  usaban,  y  grana  de  tunas,  y  piedra  de 
lumbre,  y  tochomitl:  llevaban  igualmente  una  cierta  yerba 
muy  olorosa  que  llaman  tlacopaili  y  otras  que  llaman 
xochipatli.  Los  principales  mercaderes  que  se  llaman 
Tealtianitecoanianie,  llevaban  esclavos  para  vender,  hom- 
bres y  muchachos,  mugeres  y  muchachas,  y  ven- 
díanlos en  aquella  provincia  de  Xicalanco;  y  cuando 
los  llevaban  por  la  tierra  de  enemigos,  conducinlos 
vestidos  con  armas  defensivas  por  que  no  se  los  ma- 
tasen los  enemigos  que  eran  los  de  Tehuantepec  y 
los  de  Tzaputlan,  y  los  de  Chiapanecatl,  por  cuyos 
términos  iban.  Cuando  ya  iban  á  entrar  en  la  tier- 
ra de  los  enemigos  enviaban  aviso  á  los  de  la  pro- 
vincia á  donde  se  dirijian,  para  que  supiesen  que  llega- 
ban, y  les  saliesen  de  paz;  y  yendo  por  la  tierra  de 
los  dichos  iban  de  noche  y  no  de  dia.^  Como  llega- 
ban los  mensageros  á  dar  mandado  á  Anaoac,  lue- 
go los  señores  salían  á  recibirlos,  y  también  venían 
aparejados  de  guerra  con  todas  sus  armas,  y  reci- 
bíanlos en  medio  del  camino  de  los  enemigos  y  de 
allí  los  llevaban  consigo  hasta  su  tierra  que  es  And- 
octe  Xicalanco.  En  llegando  los  mercaderes  á  la  provin- 
cia de  Anaoac  Xicalanco,  luego  daban  á  los  señores 
lo  que  el  de   México  los    enviaba,  y  saludábanle  de 


354 
su  parte,  y  luego  el  señor  ó  señores  de  la  misma 
provincia  del  pueblo  de  Xicalanco  y  del  pueblo  de 
Cimatecactl,  y  Quatzaqualco  les  daban  grandes  piedras 
labradas  verdes,  y  otros  chalchivites  labrados  largos 
y  colorados,  y  otros  que  son  esmeraldas,  que  aho- 
ra se  llaman  quetzaliztli,  y  otra  manera  de  esmeral- 
das, y  otras  muchas  piedras  de  varias  maneras.  Tam- 
bién les  daban  caracoles  y""  abanicos  colorados,  y 
amarillos,  y  paletas,  cacao  del  mismo  color,  hechas 
de  conchas  de  Tortuga  y  otras  pintadas  como  cuero 
de  Tigre,  blanco  y  negro.  Dábanles  plumas  ricas  de 
muchas  maneras,  y  cueros  labrados  de  bestias  fie- 
ras, todas  estas  cosas  traían  los  mercaderes  de 
aquella  provincia  de  Xicalanco  para  el  señor  de  Mé- 
xico; y  como  volvían  y  llegaban  á  México,  luego 
lo  presentaban  al  señor.  De  esta  manera  dicha, 
hacían  sus  viajes  los  mercaderes  de  México  que  lla- 
maban Thcunenenque,  yendo  á  aquella  tierra  de  dlna- 
oac,  que  está  cerca  de  enemigos  de  los  Mexicanos,  [a] 
El  señor  de  México  queria  mucho  á  estos  merca- 
deres, teníanlos  como  á  hijos,  como  á  personas  nobles, 
y  muy   avisadas,  y  esforzadas,   (b) 

CAPITULO    V. 

De  donde  nació  que  ios  mercaderes  se  llamasen 
JVaoaloztomeca. 

La  razón  por  que  cierta  parte  de  los  mercaderes 
se  llamó  JVaoaloztemeca,  es  porque  los  mercaderes  mexi- 
canos entraban  á  tratar  en  aquella  provincia  disimu- 
lados, tomaban  el  traje,  y  el  lenguage  de  la  misma 
provincia,  y  con  esto   trataban  entre    ellos,  y  sin  ser 

(a)  Es  decir  en  la  Raya  divisoria  del  gobierno  antiguo  de 
Goatemala  y    México. 

(b)  Esto  es  tan  cierto  que  por  haber  dado  muerte  á  alguna?, 
México  declaró  la  guerra  á  las  Provincias  dondo  habían  sido  agra- 
viados. 


355 

conocidos  por  mexicanos.  En  esta  provincia  de  Tzi- 
nacantlan    se  hace  el   ámbar,  y  también  plumas    muy 
largas    que    llaman   quetzalli,   porque  allí  hay  muchas 
aves  de  estas   que  llaman   quctzaltotolme,  especialmente 
en  tiempo  de  verano  que  comen  allí  las  bellotas.  Tam- 
bién hay  muchas  aves  que  llaman  Xiuhtotome,  y  otras 
que    se    llaman   chalchiuhtotome,   que  vienen   á    comer 
el  fruto  de  un  árbol,  que  llaman  Xiuhtototl  las   que  no 
osan  tocar  con  las  manos,  sino  que  rosan  de  presto  he- 
no verde   para  tomarlas,   de  manera   que   las  manos 
no  lleguen  á  la  pluma,  y    si   las   toman  con  las   ma- 
nos   desnudas   luego   la  color  de  dicha  pluma  se  desla- 
ba,   y   se  para  como  amortiguada   de  la  color  de  azul 
claro   deslabado.   Hay  también  en    aquella  provincia 
muchos    cueros    muy    preciosos    de   animales    fieros. 
Estos  mercaderes  que  se  llamaban  JVaoaloztomeca,  com- 
praban  estas  cosas  dichas,   rescatábanlas  con   nava- 
jas de   itztli,  y  con  lancetas  del  mismo,  con  ahujas, 
y  cascabeles,    con  grana  y   piedra  alumbre,   con  al- 
magre  y  unas   madejas  que  se  llaman  tochiviti,  hechas 
de    pelos    de    conejos.    Todas     estas    cosas    tenian 
estos     mercaderes    JYaoaloztomeca     con     que    resca- 
taban   el     ámbar   de    que     se    hacen     los     besotes 
ricos,  y  otros  que  llamaban  tencolli,  los  cuales  usaban 
los    hombres  valientes   por   muestra    de   su   valentia, 
que  no  temian  la  muerte   ni    la  guerra,  y  eran  muy 
diestros   en  el  arte  de  pelear,  y  de  cautibar.  Rescata- 
ban con  lo   dicho,   arriba   también   plumas  ricas   co- 
mo     quetzales     y   '  xiuhtetotl,    y    chalchiuhtoíotli ,    y     si. 
alguna  vez   les  conocían  á    estos    mercaderes    mexi- 
canos los  naturales,  luego  los  mataban,  y  así  andaban 
con  gran  peligro  precaución  y  con  gran  miedo;  y  cuan- 
do  ya    venían,   y    salian   de   aquella    provincia    para 
regresar  á   su  tierra,  venian  con  sus  mismos  trages  que 
entre  aquella   gente  habian  vestido;  y  en  llegando  á  To- 
chiepec  donde  eran  tenidos  en  mucho,  allí  dejaban  aquel 
traje,  y  tomaban  el  mexicano.  También  allí  los  daban 
Tóm.  II.  46 


356 

bezotes  de  ámbar,  orejeras,  mantas  de.  maguey,  te- 
jidas como  tela  de  cedazo,  y  les  daban  aventade- 
ros,  ó  moscaderos  hechos  de  plumas  ricas,  y  tam- 
bién íes  daban  unos  báculos  adornados  con  unas 
borlas  de  pluma  amarilla  de  papagayos,  con  que 
venían  por  el  camino,  hasta  llegar  á  México.  En 
llegando  á  esta  ciudad  luego  iban  á  ver  á  los  prin- 
cipales mercaderes  y  daban  relación  de  toda  la  tier- 
ra que  havian  visto,  estos  que  se  llaman  JYaoaloz- 
tomeca,  quienes  habiendo  oído  la  relación  de  lo  que 
pasaba,  iban  luego  á  dar  noticia  al  señor  de  Mé- 
xico y  le  decían.  „Seiíor  nuestro  lo  que  pasa  en  la  pro- 
vincia de  Tzinacathn,  y  lo  que  en  ella  hay  es  este- 
lo que  traemos,  y  está  en  vuestra  presencia,  y  esto 
no  lo  hemos  havido  de  valde,  que  las  vidas  de  al- 
gunas Naoaloztomeca  ha  costado,  pues  murieron  en 
la  demanda".  Habiéndole  contado  por  menudo  todo  lo 
que  pasó  concluyendo  decían.  „De  esta  manera  por  favor 
de  nuestro  señor  dios  Vitzilopuchtli,  primero  decubrieron 
la  provincia  de  Jnaoac,  y  la  pasearon,  que  estaba 
toda  llena  de  riquezas  y  esto  secretamente  como 
espías  que  eran  disimulados  como  Mercaderes".  Des- 
pués que  murió  el  señor  de  México  que  llama- 
ba u  Avitzotzin,  fué  electo  por  Sr.  Mocthecazoma,  que 
era  natural  de  Tmochlitlan,  y  este  monarca  guar- 
daba las  costumbres  que  tenían  los  Mercaderes,  y 
honraba  particularmente  á  los  principales,  y  á  los 
que  trataban  en  esclavos,  los  ponia  junto  sí,  co- 
mo á  los  generosos  y  capitanes  de  su  corte,  según 
lo  havian  hecho  sus  antepasados.  Los  senadores 
que  regían  al  Tlaltelolco,  y  los  que  regían  á  los  mer- 
caderes, estubieron  muy  conformes,  muy  amigos,  y 
hechos  á  una,  y  los  señores  mercaderes  que  regían 
a  los  otros,  tenían  por  su  jurisdicion  y  su  judicato- 
ria,  y  si  alguno  de  estos  hacían  algún  delito,  no  los 
llevaban  delante  de  los  senadores  á  que  ellos  los  juz- 
gasen; sino  que  estos  mismos  que  eran  señores  de  los 


357 
otros     mercaderes   juzgaban    las    causas    de    todos 
por     si;    si    alguno     incurría     en     pena     de    muerte 
ellos    le    sentenciaban,    y  mataban,    ó   en  la   cárcel, 
ó   en  su   casa,  ó  en  otra  parte    según  que  lo    tenían 
de  costumbre,  (a)   Cuando  los  cónsules  se   sentaban 
á  la  audiencia   aderezábanse   con    atavíos  de  grave- 
dad, y   de  autoridad,   poníanse  barbotes  de  oro  y  de 
otras    maneras:  los  señores  que   regían  á    los  Poch- 
tecas  cuando  juzgaban,    componíanse    con  los    adere- 
zos   arriba    dichos,   los   cuales  eran  también  insignias 
de  que   eran  valientes  y  de   que  habían  ido  á  la  pro- 
vincia de   Jnaoac  entre  los    enemigos.    También    se 
componían  de  estos  aderezos  en  las  grandes  fiestas, 
y  los  señores   que  regían  los  mercaderes    tenían  cui- 
dado  de   arreglar  el  tianguiz,   y   todos   los  que  en  el 
compraban  y    vendían,   para  que    ninguno    agraviase 
á  otro,  y  á  los    que    delinquían  en  el  tianguiz,   ellos 
los    castigaban,   y  ponían    los    precios   de    todas    las 
cosas;    y    cuando    alguna    vez  el   señor    de    México, 
mandaba   á   los  mercaderes,  y  disimulados,   que  fue- 
sen á  alguna  provincia,   si   allá  los  prendían,    y    los 
mataban  sin  dar   buena  respuesta,  y  buen  recibimien- 
to á   los  que  iban    como  mensageros  del    señor    de 
México  sino   que    los  prendían,  y   mataban,   luego  el 
señor    de    México    hacia    gente   para    ir    de    guerra 
sobre    aquella  provincia,    y  en  el    ejército  que   iban, 
los  mercaderes  eran  capitanes   y  oficiales  del  mismo 
ejército  elegidos  por  los  señores  que    regían    á   los 
mercaderes.  Ellos  daban  el   cargo    á   los     que   iban, 
y  los   instruían    de  lo  que  habían    de   hacer:   elegían 
también   el    capitán  general  á  uno    de    los    principa- 
mercaderes   que   se   llamaba  quappoiahaltzin.  Por  man- 
dado de  este  se  hacia  gente  para  la  guerra  en  Mé- 
xico,  y   en   Tezcoco^  Vexotla,  Coatlinchan,  Chalco,    Vitxi- 
lopuchco,  ¿Izcapotzalco,  Qtmuhtitlan,  y  Otumba.  De  todos 
(a)    Hé  aqui   un   fuero   mercantil,   y  señal  de  la  protección  que 
se  dispensaba  al  comercio. 


LT.!».r, 


353 
estos  lugares  dichos  se  recogía  le  gente  para  ir  á 
esta  guerra,  que  tocaba  á  los  mercaderes.  Yendo 
por  los  caminos,  al  pueblo  que  llegaban  los  del 
Tlatiluko  todos  se  aposentaban  en  una  casa,  y  nin- 
guno faltaba;  y  si  alguno  forzaba  á  alguna  muger, 
los  mismos  principales  de  Tlatiluko  se  juntaban,  y 
le  sentenciaban,  y  asi  le  mataban;  si  alguno  de 
los  Pochtecas  del  'Tlatiluko  enfermaba,  y  moría,  no 
le  enterraban,  sino  sino  poníanle  en  un  cacastle,  co- 
mo suelen  componer  los  difuntos  con  su  barbote, 
y  teñíanle  los  ojos  de  negro,  y  de  colorado  el  re- 
dedor de  la  boca,  y  poníanle  unas  bandas  blancas 
por  el  cuerpo,  y  unas  tiras  anchas  de  papel,  á 
manera  de  estola,  como  se  la  pone  el  diácono  des- 
de el  hombro  al  sobaco.  Habiéndole  compueto  así, 
poníanle  en  un  cacaxtle  y  atábanle  en  el  muy  bien, 
llevábanle  á  lo  alto  de  algún  monte  y  ponían  el  ca- 
caxtle levantado  arrimado  á  un  palo,  hincado  en  tier- 
ra, y  allí  se  consumía  aquel  cuerpo,  y  decían  que 
no  moría,  sino  que  se  había  ido  al  cielo  donde 
está  el  Sol:  lo  mismo  decían  de  todos  los  que  mo- 
rían en  la  guerra,  á  saber  que  se  havia  ido  á  don- 
de está  el  Soh 


CAPITULO    VI, 

De  la   ceremonia  que   se  hacia  á  los    mercaderes,  cuando 
llegaban    á    la    casa   que  se  llama  lavatorio   de  pies. 

Cuando  los  mercaderes  venían  de  mercadear 
de  otras  provincias  á  su  casa,  no  entraban  de  dia 
en  el  pueblo  ni  en  ella,  sino  ya  de  noche,  y  aun 
esperaban  el  signo  próspero,  como  es  el  de  cécaffi, 
o  chicomecalli  Tenían  por  prospero  signo  á  este  cecalli 
ó  á  una  casa,  porque  decían  que  las  cosas  que  traían 
entraban  en  casa  de  tal  manera,  que  allí  habían  de 
perseverar  por   ser  cosas  de  Dios;  y  luego  la  misma 


359 
noche  iban  á  ver  á  su  prineipal  debajo  de  cuyo  re- 
gimiento estaban.  Ibanle  á  hacer  saber  como  habian  lle- 
gado sanos  y  vivos,  y  decianle  de  esta  manera:  „Singu- 
lar  varón,  estéis  mucho  en  hora  buena:  sabed  que 
somos  venidos  con  salud  y  vida.»  Después  que  habia  ha- 
blado á  aquel  deeiales:  á  la  mañana  iré  á  ver  a  nues- 
tros padres  y  madies  ios  mercaderes  viejos,  irán  á 
beber  un  poco  de  cacao  á  mi  pobre  casa,  donde 
estaré  hasta  que  nuestro  señor  me  llame  vivo.  El 
principal  les  respondía:  seáis  muy  bien  venidos  ami- 
gos mios,  ya  habéis  hecho  placer  á  vuestros  padres 
y  madres  los  mercaderes  antiguos:  ellos  os  hablarán 
mañana,  idoos  ahora  á  descanzar.  Habiendo  este  mer- 
cader hablado  á  su  principal  y  á  los  otros  mer- 
caderes, y  convidadolos  la  noche  precedente  al 
convite,  á  la  mitad  de  ella,  cortaba  papeles  pa- 
ra ofrecer  en  agradecimiento  de  que  les  habian  ayuda- 
do los  dioses,  para  que  fuese  su  viage  próspero,  cor- 
taban los  papeles  que  eran  menester  para  el  fuego,  y 
los  que  se  necesitaban  para  Yiacatecutli  dios  de  los 
mercaderes:  después  de  cortarlos,  ofrecialos  á  la  me- 
dia noche  á  estos  dioses  en  hacimiento  de  gracias: 
Habiendo  hecho  esto,  luego  daba  orden  en  la  comi- 
da que  habia  menester,  como  eran  gallinas,  empa- 
nadas, y  pastelejos  de  la  misma,  y  también  ésta  co- 
cida con  maíz,  que  ellos  llaman  totollaolli,  y  procu- 
raban que  se  hiciese  muy  buen  cacao,  mezclado  con 
especias  que  se  llama  teunacaztli,  y  los  mercaderes 
convidados  luego  iban  á  la  casa  del  convite  [que  so- 
lían tañer  á  aquella  hora  los  Sátrapas  como  ahora 
se  tañe  á  la  madrugada  ó  á  hora  de  prima.]  En  habién- 
dose juntado  los  mercaderes  así  hombres  como  mu- 
geres,  y  los  parientes  del  mismo  que  hacia  el 
convite,  daban  luego  agua  á  manos,  lavábanselas 
y  las  bocas,  y  luego  salia  la  comida:  iba  delan- 
te de  todo  la  ofrenda  ó  comida  del  dios  Xiuhte- 
eutli    y    ponianla   muy    ordenada    delante    del    ho- 


360 
gar,  y  consistía  en  cabezas  de  gallinas  en  cajetes 
con  su  molli:  luego  ponian  comida  delante  de  la  ima- 
gen Yiacatecutli  dios  de  los  mercaderes,  y  en  aca- 
bando de  dar  tales  ofrendas  á  estos  dioses,  luego 
daban  comida  á  los  convidados,  y  ya  concluida, 
tornaban  á  labar  las  manos  y  las  bocas:  luego  sa- 
lían por  su  orden  las  jicaras  de  cacao  que  llama- 
ban tcutecomat!,  de  las  que  ponian  una  delante  del  dios 
del  fuego,  y  otra  delante  del  dios  de  los  mercaderes, 
y  daban  luego  á  todos  los  convidados  á  cada  uno  su 
íeutecomatl;  á  la  postre  daban  canas  de  humo  para 
chupar,  y  en  acabando  de  comer  y  de  beber,  esta- 
ba cada  uno  en  su  lugar  sentado,  esperando  lo  que 
les  habia  de  dar  el  que  los  convidó,  que  llaman  ellos, 
quien  vive  chiva,  que  quiere  decir:  don  de  viejo  vene- 
rable. Daban  á  los  principales  á  cada  uno  dos  teco- 
mates que  se  llaman  aiotectli,  y  á  los  demás  daban 
á  cada  uno  doscientas  almendras  de  cacao,  y  cien 
granos  de  aquella  especie  que  llaman  teunacazüi,  y 
una  paleta  de  tortuga  conque  se  revuelve  el  cacao; 
de  esta  manera  hacian  todos  los  mercaderes  cuan- 
do venían  de  lejas:  luego  se  ponía  delante  de  sus 
convidados  un  mercader,  y  les  hablaba  de  esta  ma- 
nera: „Aquí  estáis  presentes  señores,  sabed  que  fui 
á  ejecutar  mi  oficio  de  mercader  con  las  cargas,  bá- 
culos, y  cacaxtles:  he  vuelto,  y  hame  guardado  nues- 
tro señor  todo  poderoso  de  la  muerte;  por  ventura 
hice  algunas  ofensas  6  injurias  á  mis  prójimos,  (a) 
esto  algún  tiempo  lo  oiréis  y  sabréis,  porque  tengo 
muchas  faltas  y  pecados:  he  sido  digno  de  ver  otra 
vez  vuestras  caras  como  ahora  lo  veis:  he  venido 
otra    vez   á  juntarme  con   mis  parientes,  tios  y  tías, 

(a)  Esta .  confesión  se  asemeja  á  la  que  hacian  los  mercaderes 
Romanos  á  Mercurio  de  las  mentiras  que  decian  ni  vender  sus 
efectos,  y  para  limpiase  de  tal  mancilla,  tomaban  un  baño  lustral 
de  que  hablan  las  antigüedades  Romanas  véase  por  Maymó  y 
Ribés  en   la  Historia  de  las  leyes  de  las    doce  Tablas. 


361 
sobrinos  y  sobrinas;  por  ventura  el  señor  todopode- 
roso tendrá  por  bien  de  me  matar  entre  ellos,  ma- 
ñana ó  esotro  día;  esto  es  señores  lo  que  habéis 
oído."  Luego  los  que  estaban  presentes  le  respon- 
dían de  esta  manera:  „Aquí  estás  hijo:  á  tu  presen- 
cia hemos  comido  y  bebido  el  fruto  de  tus  traba- 
jos que  has  padecido,  andando  por  los  montes  y  los 
valles,  y  también  el  fruto  de  tus  suspiros  y  lloros, 
que  presentaste  delante  el  señor  todopoderoso.  Hemos 
aquí  recibido  lo  que  has  derramado  de  la  misericor- 
dia que  Dios  contigo  hace,  en  darte  los  bienes  tem- 
porales que  has  íraido,  aunque  nos  has  dado  de  co- 
mer y  beber  ¿cerrarnos  has  la  boca  por  ventura?  ¿por 
ventura  por  esto  te  temeremos?  ¿acaso  con  esto  nos 
impedirás  de  hablar  para  que  no  digamos  como  pa- 
dres la  doctrina  que  debemos  dar  á  nuestros  hijos? 
queremos  saber  de  donde  hubiste  la  comida  y  bebi- 
da que  nos  diste:  ¿acaso  has  robado  ó  hurta- 
do en  alguna  parte  lo  que  tragiste,  ó  tal  vez  eres  ju- 
gador de  pelota,  ó  engañaste  á  algunas  mugercillas, 
ó  por  ventura  has  tomado  lo  suyo  á  su  dueño?  ¿la  co- 
mida y  bebida  que  nos  has  dado,  no  es  ganada  lim- 
piamente? si  por  ventura  tiene  revuelta  alguna  sucie- 
dad, polvo  ó  estiércol,  no  lo  sabemos,  ignoramos 
si  tal  cosa  has  hecho,  si  te  has  despeñado  y  arro- 
jado en  alguna  grande  barranca,  ó  precipitado 
de  algún  muy  alto  risco,  y  si  esto  así  pasa,  nin- 
gún merecimiento  habrás  de  lo  que  has  hecho.  Aquí 
has  recibido  la  doctrina  que  los  padres  deben  dar 
á  sus  hijos,  que  son  reprehenciones,  castigos  duros 
y  ásperos,  que  punzan  y  llagan  lo  interior  del  co- 
razón y  de  las  entrañas,  y  son  estas  reprehenciones 
los  azotes  y  hortigas  conque  castiga  nuestro  señor 
dios:"  Después  de  haber  dicho  estas  palabras  y  re- 
prehensión,   que   son  como  pedradas  y  palos,  [a]  á  la 

(a)    Los  indios  llevan  á  puro   efecto  la  mácsima  española  que 
«ice...  Aquel  te  quiere  que  le  hace   llorar. 


352 

postre  le  consuelan -y  le  saludan  con  lágrimas,  y  le 
vedan  la  soberbia  y  altivez,  y  que  no  se  atribuya 
á  sí  lo  que  ganó,  sino  á  la  misericordia  de  Dios, 
que  le  dio  la  hacienda  que  trajo,  que  son  plumas 
ricas,  piedras  preciosas,  y  todas  las  demás  cosas  que 
habia  traido.  Con  estas  palabras  los  mercaderes  vie- 
jos, provocaban  á  lágrimas  y  humildad  á  estos  tra- 
tantes que  venian  prósperos,  para  que  no  menospre- 
ciasen las  mercedes  de  Dios;  y  aquel  que  oía  estas 
palabras  duras  no  se  enojaba  de  oírlas,  mas  antes  se  hu- 
millaba y  agradecía  aquella  buena  obra,  y  respon- 
día con  lágrimas:  „Señores  mios,  tengo  en  gran  mer- 
ced la  misericordia  que  se  me  ha  hecho  con  esta 
corrección:  heos  dado  pena  y  congoja,  ¿quien  soy  yo 
para  que  se  me  hayan  abierto  los  tesoros  de  vues- 
tras entrañas?  ¿por  ventura  como  soy  pobre  olvida- 
ré y  perderé  estas  palabras  mas  divinas  que  huma- 
nas? quizá  no  las  tendré  en  aquella  estimación  que 
debiera   y  ellas  merecen?   descanzad  y  reposad. 

Estas  palabras  de  los  viejos  y  viejas,  eran  te- 
nidas en  mucho  de  ¡os  mancebos  á  quienes  se  decían, 
guardábanlas  como  tesoro  en  su  corazón  sin  perder 
ninguna  de  ellas,  y  los  viejos  y  viejas,  decíanlas  á 
aquellos  mercaderes  mozos,  que  traían  ganado  de  su 
trato  algún  caudal,  y  holgaban  de  oírlas,  y  para  es- 
to los  convidaban  y  decían  á  los  de  su  casa:  „Se- 
ñores  ó  señoras:  nuestro  señor  me  ha  dado  de  sus 
bienes,  quizá  por  esta  ocasión  me  he  ensoberbeci- 
do y  he  menospreciado  á  mis  prójimos:  quiero  oír 
las  buenas  doctrinas  y  consejos  de  los  viejos,  llámen- 
se y  vengan:"  de  esta  manera  hablaban  los  mozos 
bien  criados  y  bien  doctrinados,  y  para  que  los  vie- 
jos diesen  estos  consejos  y  doctrina  como  arriba  se 
dijo,  convidábanlos  como  está  dicho,  y  con  esto  el 
oficio  de  los  mercaderes  era  muy  honrado  y  ningu- 
no de  ellos  era  vicioso:  tenían  y  guardaban  en  mu- 
cho las  doctrinas  y   consejos    de   los  viejos. 


363 
Ya  arriba  se  dijo  de  la  manera  que  volvían  de  los 
largos  caminos  de  sus  tratos,  y  por  los  que  transitaban, 
no  venian  sin  hacer  muchas  ofrendas  y  sacrificios,  don- 
de quiera  que  hallaban  oratorios  de  los  ídolos,  has- 
ta llegar  al  pueblo  de  Ytziucan,  allí  paraban,  y  mi- 
raban el  signo  próspero  para  entrar  en  su  tierra,  y 
llegado  éste  que  era  próspero,  ó  cerca  de  él,  partian 
de  prisa  para  venir  á  sus  casas,  y  entrar  durante  el 
signo.  Entraban  en  ellas  de  noche  y  secretamente,  y 
nadie  veía  lo  que  traían  porque  lo  cubrían  mucho, 
tampoco  iban  derechos  á  sus  casas,  sino  entrábanse  de- 
rechos en  la  de  algún  tío  ó  tía,  de  su  hermana  ó  de 
alo-yn  otro  de  quien  se  confiaban  que  tendría  secre- 
to, por  que  era  humilde,  callado  y  cuerdo,  y  que  no  to- 
maba lo  ageno.  Allí  en  aquella  casa  los  barqueros 
ponían  de  presto  lo  que  traían,  y  se  volvían  de  no- 
che á  sus  casas,  de  modo  que  en  amaneciendo  no  habia 
rastro  ni  señal  de  nada,  y  el  mercader  dueño  de  aquella 
hacienda,  no  confesaba  ni  decia  que  aquella  fuese  suya; 
mas  antes  por  el  contrario  decía  á  los  de  la  casa, esta  car- 
ga guardadla  que  no  es  mia,  no  penséis  que  como  pro- 
pia os  la  doy  á  guardar,  que  es  de  los  señores  merca- 
deres principales,  ellos  me  lo  encomendaron,  que  lo 
tragese  aquí:  y  por  los  pueblos  por  donde  paraban 
en  todo  el  camino,  ora  fuese  en  Toctepec  ó  en  Ana- 
oac,  ó  Xoconochco,  y  en  todos  los  pueblos  que  entra- 
ban, no  decían  que  aquella  hacienda  fuese  suya,  an- 
tes decían.  „Esta  hacienda,  que  traigo  no  me  pertenece 
es  de  nuestros  padres  y  madres,  que  son  los  mercade- 
res: ni  menos  se  levantaban  á  mayores  con  sus  hacien- 
das, antes  se  abajaban  y  humillaban:  no  desea- 
ban ser  tenidos  por  ricos,  ni  que  su  fama  fuese  tal; 
sino  que  andaban  humildes  é  inclinados:  no  deseaban 
honra  ni  fama,  andábanse  por  ai  con  una  manta 
rota,  pues  temían  mucho  á  la  fama,  y  á  la  honra  por 
que  como  se  dijo  arriba,  el  señor  de  México  que- 
ría mucho  á  los"  Mercaderes,  y  tratantes,  que  comer- 
Tóm.  II.  47 


I 


■ñ 


v,S¡ 


364 

ciaban  en  esclavos,  como  á  sus  hijos.  Cuando  se 
altivezcian,  y  desvanecían  con  el  favor  y  honrra  de 
las  riquezas,  el  señor  entristecíase,  y  perdíales  el 
amor,  y  buscábales  algunas  ocasiones  falsas  aunque 
aparentes  para  abatirlos  y  matarlos  sin  culpa,  á 
veces  por  odio  de  su  altivez  y  soberbia,  y  con  las 
haciendas  de  ellos,  proveía  á  los  soldados  viejos  de 
su  corte  que  se  llamaban  guachichicti  y  otros,  y  con 
aquellos  sustentaba   su   fausto  y  su  pompa. 

CAPITULO   VIL 

Del  modo   que  ienian  los   mercaderes  en   hacer  banquetes. 

Cuando  alguno  de  los  mercaderes  y  tratantes 
tenia  ya  caudal  y  presumía  de  ser  rico,  hacia  una 
fiesta  ó  banquete  á  todos  los  mercaderes  principa- 
les y  señores,  porque  4enia  por  cosa  de  menos  va- 
ler, morirse  sin  hacer  algún  espléndido  gasto,  para 
dar  lustre  á  su  persona,  gracias  á  los  dioses  que  se 
lo  habían  dado,  y  contento  á  sus  parientes  y  ami- 
gos, en  especial  á  los  principales  que  regían  á  to- 
dos los  mercaderes.  Con  este  propósito  comenzaba 
á  comprar  todo  lo  necesario  que  se  habia  de  gas- 
tar en  la  fiesta  que  tenia  intento  de  hacer,  y  des- 
pués de  haber  comprado  y  juntado  todo  lo  necesa- 
rio, luego  daba  noticia  de  este  banquete  á  sus  pa- 
rientes, y  á  todos  aquellos  que  le  habían  de  ayudar 
con  sus  personas  á  hacerlo,  y  á  los  cantores  y  dan- 
zadores del  areyto,  y  buscaba  el  signo  ó  casa  del 
mas  próspero  para  en  aquel  día  hacer  la  fiesta 
y  ejercitar  el  convite:  disponíanse  y  aparejábanse 
antiguamente  los  que  habían  de  hacer  la  fies- 
ta de  la  manera  que  en  los  libros  de  atrás  está  di- 
cho, escogiendo  las  personas  necesarias  para  repar- 
tir las  flores,  comida,  bebida  y  cañas  de  humo,  re- 
cibir y  aposentar  á  los  convidados  de  la  manera  que 


365 
también  queda  dicho,  y  distribuían  á  los  servidores 
los  oficios  que  habían  de  tener  en  el  servicio  de  las  vian- 
das, a  los  que  eran  mas  avisados  y  discretos,  para  que 
se  hiciesen  todas  las  ceremonias,  sin  que  hubiese  falta 
en  la  etiqueta  como  ellos  usaban;  todo  lo  cual  está  di- 
cho  atrás. 


iU 


CAPITULO  VIH. 

De     las   ceremonias  que    hacia   el  que  daba   el  banquete, 

cuando   comenzaban   los   cantores  el  arcyto,  y   lo  que   ha- 

cían   en   toda   la   noche. 

Al  tiempo   de  comenzar   el  areyto,  antes  de  to- 
do, ofrecian  flores  y  otras  cosas  al   dios  Vitzilopuch- 
tli  en    su   oratorio,   en  un  plato   grande   de  madera 
pintado,  (a)   y  después  ofrecian   en  otras  capillas  de 
los   ídolos,  y   á  la  postre  ponian  flores  en  el  orato- 
rio  del   que  hacia   la  fiesta,    y  delante  del   atambor 
y  teponaztli,   y  juntamente  dos   platos  en  que  coloca- 
ban las   cañas   de  perfumes  ardiendo,  esto   era    á  la 
media  noche.  Habiendo  ya  ofrecido  flores  en  las  par- 
tes  ya  dichas,  comenzaban  el  cantar;  lo  primero  era 
silbar  metiendo   el   dedo  menor  doblado  en  la  boca: 
en  oyendo   estos   silbos   los   de   la   casa,   luego   sus- 
piraban y   gustaban  la  tierra,   tocando    con   el  dedo 
en  el  suelo  y  en   la  boca.  Oyendo  los  silbos  decian: 
Sonado  há  nuestro   señor,  y  luego    tomaban  un  incen- 
sario como  cazo,  y   cogian  brasas  del   fuego  con  él, 
y  echaban   en  ellas  copal  blanco   muy  limpio  y  muy 
oloroso:   decian    que   era   su   suerte,   y  luego  salia  al 
patio  de   la  casa   un  Sátrapa,  y   un   sacristanejo:  lle- 
vábale unas  codornices,   y  llegando   donde  estaba  el 

(a)  Llamantes  en  Oaxaca  Xicalpeztli,  en  Veracruz  son  de  ce- 
dro de  una  piesa,  y  algunos  de  estraordinaria  magnitud,  que  bien 
dan  idea  de  la  proceridad  de  los  árboles  de  que  se  cortaron  semejan- 
tes   trozos. 


I 


jji 


ir.w: 


366 
alambor,  luego  ponían  el  incensario  delante   de  él,  y 
descabezaba^  luego   una    codorniz   y   echábala   en   el 
suelo,   y   allí  andaba  reboleando,  y  miraba  á  que  par- 
te iba;   si  iba   volteando  acia   el  norte  que  es  la  ma- 
no derecha  de  la   tierra,  tomaba  mal  agüero   y    de- 
cía esto    el   dueño   de   casa,    enfermare    ó    moriré;    si 
la    codorniz   volteando    iba  acia  el  occidente  ó   acia 
la  mano  izquierda   de   la  tierra  que  es  el   mediodía, 
alegrábase   y  decia,    pacífico  está   Dios,   no   tiene  enojo 
contra  mí.   Después    de  hecho  esto,   tomaba  el  incen- 
sario,   y   poníase  frontero   del   atámbor,  y   levantaba 
el  incensario  acia   el   oriente,  y  luego  se  volvia  acia 
el    occidente,    é   incensaba    acia    aquella  parte  otras 
.cuatro   veces,  luego  se  volvía  acia  el  mediodia  y  acia 
el  norte,  y  hacia  lo  propio.  Habiendo  hecho  esto,  echa- 
ba  las   brasas    del   incensario  en   el   hogar   ó  fogón 
alto,  y  luego   salian  los  que  habian  de  hacer  el  arey- 
to,  y   comenzaban  á   cantar  y   bailar.   Salia    primero 
el  tlacatecatl,  y    luego    tras   él  todos  los    soldados    que 
se   llaman   quaquachicti,  y  los   que  llaman  otomí,  y  los 
que  llaman    tequivaque   que   son   como   soldados  vie- 
jos;   empero  los    señores   mercaderes  y   los   otros  no 
bailaban,  sino  estaban  en  sus  aposentos  mirando,  por- 
que ellos  eran  los    autores  del   convite,  y   los  merca- 
deres  viejos    recibian  á  los  que   venían,  y   dábanlos 
flores    á  cada   uno   según    su  manera,   con    diversas 
maneras   y  hechuras   los   ramilletes  de  ellas.   La  pri- 
mera  cosa   que  se  comía  en  el  convite,    eran   unos 
honguiilos  negros  que  ellos  llaman  nanacatl,  que  embor- 
rachan y  hacen    ver  visiones,  y  aun   provocan  á  lu- 
juria;   esto   comían  antes  de  amanecer,  y  también  be- 
bían cacao   antes  del  alba.  Aquellos  honguiilos  los  co- 
mían con  miel,  y   cuando   ya   se  comenzaban  á    es- 
calentar  con  ellos,  comenzaban  á  bailar,  algunos  can- 
taban, otros    lloraban   porque   ya  estaban   borrachos 
con   los  honguilios,  y  algunos  no   querían   cantar,  si- 
no sentábanse    en  sus  aposentos,  y  estábanse  allí  co- 


367 
mó  pensativos:  algunos  veían  en  visión  que  se  mo- 
rían y  lloraban;  otros  veían  que  los  comia  alguna 
bestia  fiera:  otros  que  cautivaban  en  la  guerra:  otros 
que  habian  de  ser  ricos:  otros  que  habian  de  tener 
muchos  esclavos:  otros  que  habían  de  adulterar,  y 
les  habian  de  hacer  tortilla  la  cabeza  por  este  ca- 
so: otros  que  habian  de  hurtar  algo  por  lo  cual  los 
habian  de  matar,  y  otras  muchas  visiones  que  veían. 
Después  que  habia  pasado  la  borrachera  de  los  hon- 
guillos,  (a)  hablaban  los  unos  con  los  otros  acerca 
de  las  visiones  que  habian  visto.  Cuando  llegaba  la 
media  noche,  el  dueño  de  la  casa  que  hacia  el  con- 
cite, ofrecía  papeles  goteados  con  ulli,  con  aquellas 
ceremonias  que  arriba  se  dijeron.  También  bebían  ca- 
cao andando  bailando,  una  ó  dos  veces  antes  que 
amaneciese  hasta  la  mañana,  y  cantaban  algunos  can- 
tares, y  la  ofrenda  que  hacia  el  dueño  de  la  casa 
con  las  ceremonias  arriba  dichas,  y  en  acabándola 
de  hacer,  enterraba  las  cenizas  y  otras  cosas  en  el 
medio  del  patio,  y  decían  cuando  las  enterraban: 
»Aqui  habernos  plantado  vitztliyieti,  de  aquí  nacerá  la  co- 
mida y  bebida  de  nuestros  hijos  y  nietos,  no  se  perde- 
rá» querían  decir  que  por  virtud  de  aquella  ofren- 
da, sus  hijos  y  nietos  habian  de  ser  prósperos  en 
este  mundo. 


m 


Mr, 

é 


CAPITULO  IX. 


De    las  ceremonias   que    hacían   al  romper  el  alba¡  y  h 
que  hadan  en  saliendo  el  sol. 

Cuando  ya  quería  salir  el  alba,  á  la  hora  que 
sale  el  lucero,  enterraban  las  cenizas  del  sacrificio, 
las  flores,  y  las  cañas  de  perfumes,  porque  celaban 
mucho  que  no  las  viese  algún  inficionado  de  algún  vi^ 

(a)     Igual   nombre   conservan   aun   en   Oaxaca,  son  (Nanacates) 
muy  sabrosos,  pero  necesitan  escogerse  pues  los  hay  venenoso*. 


368 
ció,  conviene  á  saber  algún  amancebado  ó  ladrón,  adul- 
tero, jugador,  ó  borracho,  porque  á  todos  estos  los 
tenían  por  polutos  ó  manchados,  y  no  querían  que 
viesen  enterrar  las  cenizas  del  sacrificio.  Después 
que  habían  sepuítádoías,  comenzaban  luego  á  can- 
tar y  á  bailar  con  el  atambor  y  con  el  tepo- 
naztli,  y  cantaban  alguno  de  los  cantares  en  salien- 
do el  sol;  luego  daban  comida  á  todos  los  convi- 
dados sin  dejar  ninguno  en  sus  aposentos,  y  sus  flo- 
res y  perfumes:  á  la  postre  daban  comida  á  los  po- 
pulares que  tenían  convidados  viejos  y  viejas,  y  las 
mugeres  llevaban  cada  una  un  chimitl  mediano  lle- 
no de  maíz,  puesto  en  el  hombro,  esto  era  pa- 
ra tamales.  En  entrando  en  las  casas  donde  sue- 
len juntarse  los  convidados,  que  están  cercadas  de 
un  patio  como  celdas,  poníase  cada  uno  en  su  apo- 
sento: estas  mugeres  yendo  á  la  casa  del  convite, 
iban  de  cinco  en  cinco,  y  de  seis  en  seis,  y  entra- 
ban en  la  casa  de  las  mugeres  donde  se  hacia  la 
comida,  y  poníanse  junto  las  puertas  donde  hacían 
pan,  y  tenían  allí  el  maíz  que  habían  traído,  y  des- 
pués echábanlo  sobre  un  petate  y  luego  les  daban 
comida.  Después  de  haber  comido,  no  les  daban  ca- 
cao sino  atulli,  repartíase  en  unas  escudillas  pintadas 
de  blanco.  Estas  mismas  mugeres  antes  de  esto,  ha- 
bían dado  cada  cual  una  manta  de  ixtli  al  que  ha- 
cia la  fiesta,  para  que  comprase  leña  para  la  comi- 
da y  para  ayuda  de  costa.  Esta  era  costumbre  en- 
tre todos  los  que  hacían  banquetes,  y  también  á  los 
que  morían  daban  estas  mantas,  decían  que  para  en- 
volverlos, y  las  ponían  encima  del  cuerpo  como  ofre- 
cidas. Cuando  comían  cesaba  el  baile  y  el  canto,  y 
por  aquel  dia  no  había  mas.  Al  siguiente  co- 
mían, bebían,  daban  cañas  de  humo  y  flores;  á  es- 
tos que  comían  en  éste,  escogíalos  el  dueño  del  con- 
vite de  los  mas  amigos  y  mas  parientes,  y  si  nin- 
guna cosa   sobraba  para  el  segundo  dia,  decían  loa 


369 
viejos  que  e?a  señal  de  que  no  habia  de  merecer 
ningún  bien  temporal  por  aquella  fiesta,  porque  ha- 
bia venido  cabal  para  el  primer  dia  el  gasto,  y  nin- 
guna cosa  habia  sobrado  para  el  segundo;  y  si  habia  so- 
brado mucho  de  canas,  flores,  comida,  y  bebida,  de  chi- 
quihuites,  cagetes,  y  vasos  para  beber,  en  aquello  en- 
tendían los  viejos  que  habia  de  hacer  otros  convi- 
tes y  decian:  „Hanos  hecho  merced  nuestro  señor 
dios,  en  que  éste  nuestro  hijo  que  nos  ha  convida- 
do, ha  merecido  el  que  hará  otros  banquetes  andan- 
do el  tiempo:»  luego  le  llamaban  y  sentado  delante 
de  ellos,  comenzábanle  á  hablar  según  su  costum- 
bre, amonestándole,  aconsejándole,  y  reprehendiéndo- 
le con  aspereza:  estas  reprensiones  decian  que  era 
para  alargarle  la  vida,  y  después  de  haberlo  bien  ja- 
bonado y  humillado,  decianle  palabras  blandas  y  amo- 
rosas de  esta  manera:  „Aquí  estás  hijo  nuestro:  mien- 
tras que  nuestro  señor  dios  ha  derramado  su  hacien- 
da, no  la  has  perdido  cierto;  mas  antes  lo  han  apro- 
vechado en  lo  comido  y  bebido,  algunos  de  tus  pa- 
dres y  madres,  los  cuales  llamaste  á  tu  presencia  y 
á  tu  casa  vinieron,  y  por  esto  mira  que  no  te  en- 
soberbezcas ni  altivezcas:  ¿te  engreirás  por  esto?  ¿6 
por  ventura  comenzarás  á  regalarte  en  comer,  beber 
y  dormir?  Entre  tanto  hijo  no  dejes  los  trabajos  de 
los  caminos,  de  los  tratos,  y  de  traer  acuestas  las 
cargas  como  de  antes;  mejor  hijo  te  será  que  mue- 
ras en  algún  páramo  ó  en  algunas  montañas,  ó  al 
pie  de  un  árbol,  ó  junto  de  un  risco,  y  allí  estén 
tus  huesos  derramados,  tus  cabellos  esparcidos,  tus 
mantas  rasgadas,  y  tu  maxtle  podrido,  porque  esta 
es  la  pelea  y  valentia  de  nosotros  los  tratantes,  y 
por  esta  via  hemos  ganado  mucha  honra  y  rique- 
zas que  Dios  nos  ha  dado  á  nosotros  que  somos  tus 
padres  y  tus  madres;  y  si  trabajando  de  ésta  ma- 
nera perseveras,  aunque  vayas  muchas  veces  á  lejas 
partes,  volverás  próspero,  veremos  tu  cara  con  gozo 


tm 


:-' 


1 


m 


ULMI 


y  frecuentaremos  tu  easa.  Persevera  hijo  en  tu  ofi- 
cio de  caminar:  no  tengas  miedo  á  los  tropezones 
del  camino:  hijo  nuestro,  nota  bien  lo  que  te  hemos  di- 
cho, y  con  esto  satisfacemos  á  lo  que  te  debemos 
nosotros  que  somos  tus  padres  y  madres,  y  tómalo 
como  por  una  rica   manta  conque  te  cubras," 

CAPITULO    X. 

De   otra  manera  de   banquete   que   hacían  los    mercaderes 
mas  costoso,  en   el  cual  mataban   esclavos. 


Los  mercaderes  hacían  un  banquete  en  que 
daban  á  comer  carne  humana,  esto  lo  practicaban  en 
la  fiesta  que  se  llama  panquetzaliztli.  Para  esta  com- 
praban esclavos  que  se  llamaban  tlaaltilzin  que  quie- 
re- decir  lavados,  porque  los  lavaban  y  regalaban  pa- 
ra que  engordasen,  y  para  que  su  carne  fuese  sa- 
brosa cuando  los  hubiesen  de  matar  y  comer.  Com- 
praban estos  esclavos  en  Azi capot zaleo  porque  allí  ha- 
bía feria  de  ellos,  (a)  y  allí  los  vendian  los  que  trataban 
en  tan  ruin  mercadería.  Para  venderlos  aderezábanlos 
con  buenos  atavíos,  á  los  hombres  con  buenas  man- 
tas y  niRxtles,  y  sus  cotaras  muy  buenas:  poníanles 
sus  bezotes  de  piedras  preciosas,  y  sus  orejeras 
de  cuero  hermosas  con  pinjantes,  y  cortábanles  sus 
cabellos  como  suelen  los  capitanes  cortárselos,  y  po- 
níanlos sus  sartales  de  flores,  y  sus  rodelas  en  las 
manos,  sus  cañas  de  perfumes,  que  andaban  chu- 
pando, y  andaban   bailando  ó  haciendo  areyto  de  es- 


(a)  Quedó  establecida  la  feria  de  esclavos  en  este  pueblo,  des- 
de que  Netzahualcóyotl  recobró  en  él  su  trono  de  Tezcoco,  ma- 
tando con  sus  manos  á  su  usurpador  Maxtla,  y  haciendo  vender 
allí  por  ignominia  á  cuantos  soldados  cautivo  de  su  ejécito.  Atz- 
eapotzalco,  por  esta  circunstancia  era  visto  con  horror,  habia  sido 
la  capital  de  los  teepanecas  que  después  pasó  á  Tlacopan,  6  sea 
Tacuba. 


371 

ta  manera  compuestos;  y  los  que  vendían  mujeres 
también  las  ataviaban:  vestíanlas  de  muy  buenos  vi- 
piles  y  poníanlas  sus  enaguas  ricas,  y  cortábanles 
los  cabellos  por  debajo  de  las  orejas,  una  mano  ó 
poco  mas  todo  al  rededor.  El  tratante  que  compra- 
ba y  vendía  los  esclavos,  alquilaba  los  cantores  pa- 
ra que  cantasen  y  tañesen  el  tepooaztli  para  que  bai- 
lasen y  danzasen  los  esclavos  en  la  plaza  donde 
los  vendían,  y  cada  uno  de  estos  tratantes  ponía  los 
suyos  para  que  aparte  bailasen,  [a]  Los  que  que- 
rían comprar  esclavos  para  sacrificar  y  para  co- 
mer, allí  iban  á  mirarlos  cuando  andaban  bailando  y 
estaban  compuestos,  y  al  que  veían  que  mejor  can- 
taba, y  mas  sentidamente  danzaba  conforme  al  son, 
y  que  tenia  buen  gesto  y  buena  disposición,  que  no 
tenia  tacha  corporal,  ni  era  corcobado,  ni  gordo  de- 
masiado, y  que  era  proporcionado  y  bien  hecho  en 
su  estatura,  como  se  contentase  de  alguno  hombre 
ó  muger,  luego  hablaba  al  mercader  sobre  el  precio  del 
esclavo;  y  los  que  ni  cantaban  ni  danzaban  senti- 
damente, dábanlos  por  treinta  mantas,  y  los  que  dan- 
zaban y  cantaban  sentidamente,  y  tenían  buena  dis- 
posición, dábanlos  por  cuarenta  quachtles  ó  mantas. 
Habiendo  dado  el  precio  que  valia  el  esclavo,  luego  el 
mercader  le  quitaba  todos  los  atavíos  conque  esta- 
ba   compuesto  y  poníales  otros   medianos    [b]    y   así 

(a)  Esta  relación  degrada  á  la  miserable  humanidad;  pero  lamen- 
témonos acordándonos  de  que  en  la  Habana  y  Nueva  Orleans,  boy 
en  el  siglo  19  aun  subsiste  este  mercado  de  hombres.  En  aque- 
llos lugaies  son  tratados  como  bestias...  y  el  gobierno  de  los  Es- 
tados Unidos  del  norte,  la  echa  de  liberal.  ¡Que  risa!  En  setiem- 
bre de  181:9  en  la  fiesta  cívica  de  México,  no  se  dio  libertad  á 
ningún  esclavo  porque  no  se  halló...  ,-Dichosa  capital!  ¡Feliz  re- 
volución! El  señor  Caning  ministro  inglés,  apoyo  firmísimo  de  la 
independencia  mexicana,  antes  de  reconocerla  estipuló  que  se  ha- 
bía de  dar  una  ley  que  proscribiese  entre  nosotros  la  esclavitud,  y 
lo  consiguió...  ¡Gloria  á  la  dulce  memoria  de  tal  ministro! 

(b)  En  la  Habana  registran  hasta  las  partes  mas  vergonzo- 
sas á  los   negros  para  comprarlos...  Allí  gime  la  humanidad...  aque* 

Tóm.  II.  48 


'372 

á  las  mugeres  en  sus  atavíos,  ío  cual  llevaban  los 
que  ios  compraban  aparejado  porque  sabían  que  los 
habían  de  quitar  el  atavío  conque  estaban  adorna- 
dos: llegando  á  su  casa  el  que  los  llevaba  ya  com- 
prados, echábalos  en  la  cárcel  de  noche,  y  de  ma- 
ñana sacábalos,  y  á  las  mugeres  dábanlas  recau- 
do para  que  hilasen,  entre  tanto  que  llegaba  el  tiem- 
po de  matarlas;  á  los  hombres  no  les  mandaban  que 
hiciesen  trabajo  alguno.  El  que  compraba  esclavos 
ja  tenia  hechas  unas  casas  nuevas  tres  ó  cuatro,  y  hacia 
á  estos  que  bailasen  en  los  tlapancos  cada  dia,  lo  que 
ejecutaban  con  el  que  había  comprado  los  esclavos  para 
hacer  convite  con  ellos.  Todo  esto  hacia  después  de  ha- 
ber allegado  todas  las  cosas  necesarias  para  el  convite, 
y  de  tenerlas  guardadas  en  su  casa,  tanto  las  que  ha- 
bían de  comer,como  las  que"se  habían  de  dar  en  dones  á 
los  convidados,  como  son  mantas  que  se  habían  de  gas- 
tar en  el  banquete  hasta  ochocientas  ó  mil  mantas 
de  muchas  maneras,  y  maxtles  cuatrocientos  de  los 
ricos,  y  otros  muchos  de  los  que  no  eran  tales.  Es- 
tas mantas  y  maxtles  dichos  eran  para  dar  á  los  mas 
esforzados  y  valientes  capitanes,  á  todos  los  cuales 
daba  dones  el  que  hacia  el  banquete.  Habiendo  ob- 
sequiado á  todos  los  capitanes,  luego  daba  tam- 
bién á  los  principales  de  los  mercaderes  que  se  lla- 
maban puehtecatiailotlac,  y  á  todos  los  que  se  llama- 
ban naoahziomeca,  y  teyaoalovani,  y  que  trataban  en  es- 
clavos. No  á  todos  los  Puchiecas  se  daban  dones,  si- 
no escogíanse  los  mas  ricos,  y  después  de  esto  dá- 
banlos á  los  mercaderes  de  los  principales  que  ha- 
bían venido  al  convite  de  otros  pueblos  que  eran  do- 
ce, y  estos   eran  tratantes   en   esclavos   y   escogidos 

líos  ingenios  de  azúcar  son  los  teatros  donde  desarrolla  la  tiranía 
su  ferocidad...  ¡Oh  Isla  infeliz!  Espera  una  revolución  en  que  que- 
den castigados  tantos  ultrajes!  yo  me  estremezco  cuando  contem- 
plo la  suerte  que  se   te  prepara;    la   filosofía    del   siglo  guia  ya    la 

.espada  vengadora. 


373 

entre  muchos:  después  de  estos  daban  dones  á  las 
mugeres  mercaderes  y  tratantes  en  esclavos  á  las  que 
regalaban  enaguas  y  vipiles  de  muchas  maneras.  Todas 
estas  cosas  gastaba  en  donesel  que  hacia  banquetes,  y 
de  todas  ellas  estaba  provisto.  También  se  pro- 
veía de  todo  el  maíz  que  se  había  de  gastar,  que 
ponia  en  sus  trojes,  y  todos  los  frisóles  que  eran  me- 
nester, y  también  chian  de  muchas  maneras:  todo  es- 
to lo  tenia  acopiado,  como  provisión  para  los  que 
habían  de  servir  en  el  convite  para  comer  y  beber. 
También  se  proveían  de  muchas  maneras  de  va- 
sos para  dar  el  atulli,  y  estaban  abastecidos  de  chi- 
le en  muchos  fardos,  de  sal,  de  tomates,  y  de 
otras  cosas  compradas  por  mantas:  juntamente 
se  prevenía  de  las  gallinas  hasta  ciento  ú  ochen- 
ta, y  de  perrillos  para  comer  hasta  en  número  de  veinte  ó 
cuarenta;  la  carne  de  estos  perrillos  iba  revuelta  con  la 
de  las  gallinas.  Cuando  daban  la  comida  ponían  deba- 
jo la  carne  de  los  perrillos,  y  encima  la  de  las  ga- 
llinas para  hacer  bulto:  demás  de  esto  se  proveía  de 
cacao  con  veinte  cargas,  y  de  los  palos  ó  paletas  conque 
se  revolvía,  en  cantidad  hasta  de  dos  rail  ó  cuatro  mil: 
también  se  prevenía  de  cajetes  para  la  comida,  y  de 
chiquivites  y  vasos  para  beber,  y  de  todas  las  dema* 
cosas  necesarias.  Después  que  éste  que  hacia  el  con- 
vite había  aparejado  todas  las  cosas  como  arriba 
está  dicho,  iba  luego  á  Tochtepec  donde  hay  gran 
cantidad  de  mercaderes  y  tratantes,  y  á  todos  los 
otros  pueblos  donde  había  mercaderes,  ios  cuales  to- 
dos tenían  sus  posadas  ó  casas  en  México  y  en  el 
Tlaltelolco,  y  los  de  todos  los  pueblos  que  están  á  la 
redonda  de  México  ocho  leguas,  los  cuales  todos  eran 
tratantes  en  las  provincias  remotas  que  están  hasta 
Tochtepec.  Los  mercaderes  de  otros  pueblos  no  en- 
traban en  la  provincia  de  Anaoac,  sino  solo  los  mexica- 
nos del  Tlalteiolco,  y  sus  compañeros  que  eran  los 
de    Vitzilopuchco  y  de  Quauhtiílan   &c,  entraban  enes- 


374 

ta  provincia   de   Jnaoae,   é  iba  á  todos   los   pueblos 
á  convidar  para   el   banquete,  (a) 

CAPÍTULO  XI. 

De  lo  que  pasaba  cuando    el  que  hacia   el  banquete,  iba 
á  convidar  á   los  otos   mercaderes  á    Tochtepec. 

El  que  hacia  el  convite  6  banquete  para  con- 
vidar á  sus  asistentes,  primero  iba  á  Tochtepec,  lle- 
vaba consigo  tamemes  que  llevaban  las  cargas  acues- 
tas, donde  iba  lo  que  habia  de  dar  á  los  que  habia 
de  convidar  que  eran  los  mercaderes  tlalt chícanos  que 
allí  vivian.  En  entrando  en  el  pueblo  primeramente 
iba  á  visitar  al  dios  de  los  mercaderes  que  se  lla- 
maba Yiacatscutli,  luego  barria  su  templo  y  hecha- 
ba  petates  delante  de  la  imagen;  después  desenvolvia 
la  carga  en  que  llevaba  nuevos  ornamentos  para  dicho 
dios,  y  desataba  el  manojo  de  báculos  de  los  mer- 
caderes que  llevaba,  y  ponia  delante  de  aquella  ima- 
gen tantos  báculos,  cuantos  esclavos  habia  de  ma- 
tar: si  ponia  dos  báculos  que  llaman  utlatopilli,  era 
señal  que  habia  de  matar  dos  esclavos,  un  hombre 
y  una  muger,  y  si  cuatro  dos  hombres  y  dos  mu- 
geres,  y  ponia  los  báculos  mas  escogidos  que  lle- 
vaba, todos  juntos  atados,  cerca  de  la  imagen  de 
Yiacatecutli,  y  luego  los  componia  con  papeles  que 
llevaban  aproposito  para  esto.  También  ponia  delante 
de  ellos  un  petate,  y  los  colocaba  encima  del  petate 
delante  de  los  báculos,  y  los  cubria  con  mantas  con 
unas  flocaduras  de  pluma  puestas  en  las  orillas:  po- 
nían también  maxtíes  de  cabos  largos:  también  en 
el  báculo  que  significaba  la  muger,  ponia  unas  enaguas 
y  un  vipilli,  todo  esto  lo  ponian  delante  de  la  dicha 
imagen,   para    que   en   aquello    conociesen  que    con 

(a)    Parece  que  estos  tenian  este  comercio  oclusivamente. 


IH.IHIM  W.V^B^HK^BK 


aquellos  atavíos,  habia  de  componer  á  los  esclavos 
que  habia  de  matar,  y  con  aquello  significaba  que 
el  convite  habia  de  ser  muy  precioso,  y  esto  para 
provocar  á  los  convidados.  Después  que  el  sobre  di- 
cho hubo  hecho  la  ofrenda  delante  del  dios  Yiaca- 
tecutli,  iba  luego  á  la  casa  de  los  mercaderes  tlalti- 
lolcmios  que  en  éste  pueblo  habitan,  y  luego  mandaba 
hacer  comida  y  bebida:  estando  todo  aprestado, 
llamaba  á  los  mercaderes  ricos  y  tratantes  en  escla- 
vos: llamaba  otrosí  á  todos  los  mercaderes  que  habitaban 
en  los  doce  pueblos,  los  convidados  venían  á  la  me- 
dia noche  á  la  casa  del  convite,  y  estando  ya  todos 
juntos,  dábanlos  agua  manos,  y  luego  los  servían  la 
la  comida  y  comían  todos.  Acabada  la  comida,  otra 
vez  lavaban  las  manos  y  la  boca,  y  luego  los  po- 
nían la  bebida  del  cacao,  y  luego  cañas  de  humo: 
después  de  esto  les  daban  mantas  y  flores  y  otras 
cosas,  y  terminado  esto  el  que  habia  de  hacer 
banquete,  iba  luego  al  patio  de  la  casa  á  hacer  sa- 
crificio, algún  criado  suyo  que  iba  con  él,  llevaba 
las  codornices  tantas  en  número,  cuantos  esclavos 
habia  de  matar:  poníase  delante  del  hogar  que  pa- 
ra esto  estaba  aparejado,  descabezaba  á  cada  una,  y 
arrojábala  en  el  fuego,  y  ofrecía  luego  incienso  acia 
las  cuatro  partes  del  mundo.  Después  de  esto  el  que 
hacia  el  convite,  sentábase  delante  de  los  que  ha- 
bían comido,  y  á  uno  de  los  que  sabían  bien  hablar 
rogábale  que  hablase  por  él  á  los  que  estaban  pre- 
sentes, el  cual  decia  lo  que  se  sigue:  „Aquí  estáis 
juntos  los  señores  y  principales  de  los  mercaderes,  que 
habéis  tomado  trabajo  y  fatiga  en  venir  á  este  lu- 
gar siendo  las  personas  que  sois:  tu  que  eres  fuer- 
te y  valiente,  y  que  estás  acostumbrado  á  los  tra- 
brajos  de  los  caminos,  por  los  cuales  pones  á  ries- 
go tu  vida  y  salud,  atreviéndote  sin  temor  á  subir 
y  descender  por  riscos,  barrancas  y  montes,  con  fatigas 
y  trabajos,  buscando  los  regalos  y  delicadezas  de  núes- 


376 
tro  señor  dios;  veis  aquí  el  fruto  de  los  trabajos  de 
pasar  sierras  y  barrancas,  y  no  es  bien  que  quede 
sin  galardón,  ni  que  se  pierda  el  fruto  de  las  cosas 
ganadas  y  de  sus  riquezas  nuestro  señor  dios;  por- 
que éste  que  aquí  veis,  quiere  hacer  algún  servicio, 
y  mostrar  agradecimiento  al  señor  dios  Vitzilopueh- 
tli,  matando  algunos  esclavos  en  su  presencia,  por 
lo  cual  ha  venido  á  convidaros;  no  hay  otra  cosa 
que  deciros  mas  de  lo  que  habéis  oído  señores  y 
principales  mercaderes.»  Habiendo  oído  esto  los  mer- 
caderes y  principales  mexicanos  y  tlaltelokanos,  que 
son  señores  de  aquellos  doce  pueblos,  respondian  lo 
que  se  sigue:  „Señores  nuestros  mercaderes  que  es- 
táis aquí  presentes,  ya  hemos  oído  y  entendido  lo 
que  venís  á  rogar  con  lágrimas  y  lloro:  ya  hemos 
entendido  el  deseo  de  vuestros  corazones,  que  lo  ha- 
béis traído  secreto  y  guardado  desde  allá  donde  ve- 
rás, que  es  el  froto  de  los  trabajos  de  éste  señor 
mercader  que  nos  viene  á  convidar,  esta  es  merced 
que  recibimos,  y  se  nos  hace  por  amor  de  nuestro 
señor  dios5'.  Habiendo  hecho  eista  diligencia  en  con- 
vidar á  todos  los  mercaderes  y  señores,  éste  que 
hacia  el  banquete  despediase  de  la  casa  donde  po- 
saba, y  tomando  su  báculo  ataviado  con  borlas  de 
pluma  rica,  veníase  para  su  tierra  México,  y  Tlal- 
tcloko. 


CAPÍTULO  Xíí. 

De   lo    que  pamba  el  que   hacia   el  banquete  con  los  mer- 
caderes  de   su  pueblo,   después  que  volvía   de  convidar.. 

Habiendo  reposado  el  que  habia  de  hacer  el 
banquete,  comenzaba  á  aparejar  todo  lo  necesario 
para  los  principales  mercaderes,  y  para  los  que  lla- 
maban JYaoaloztomeca:  hacíalo  saber  primeramente  á 
tres  principales  que  eran  los  distinguidos  mercaderos,  y 


que  regían  á  los  otros  de  su  clase:  á  estos  daban 
comida,  bebida,  cañas  de  humo,  mantas  y  maxtlcs 
ricos,  conforme  á  sus  merecimientos:  después  de  ha- 
ber hecho  esto,  sentábase  delante  de  ellos  y  decía- 
les: „Señores  míos,  aunque  yo  os  sea  prolijo  y  pe- 
sado, quieroos  decir  dos  palabras  y  es,  que  tengo 
propósito  de  ver  la  cara  de  nuestro  señor  dios  Vit- 
zilopuchtli  haciéndole  un  pequeño  servicio.  llame  he- 
cho merced  nuestro  señor  de  que  he  llegado  con 
un  poco  de  hacienda  que  él  me  ha  dado,  quiérolo 
gastar  en  alguna  buena  obra  de  su  servicio:  esto 
hago  saber  á  vuesas  mercedes  y  no  mas:,}  luego  ellos 
le  respondían  diciendo:  „Honrado  mancebo,  aquí  es- 
tás, en  nuestra  presencia:  hemos  oído  lo  que  digis- 
te, tenémonos  por  indignos  de  oír  los  secretos  de 
nuestro  señor  dios  Vitzilopuchtli,  que  con  lágrimas  y 
con  suspiros  has  manifestado,  y  sabemos  que  no  és 
de  un  dia  ni  de  dos,  ni  de  uno  ni  de  dos  años  es- 
te tu  deseo  y  esta  tu  devoción,  y  por  ser  la  cosa 
en  que  te  pones  tan  pesada,  pensamos  que  has  de 
hacer  algún  niñería:  mira  que  no  eres  suficiente  pa- 
ra este  servicio  ni  saldrás  con  él:  mira  que  no  nos 
eches  en  vergüenza  á  nos  y  á  todos  los  mercaderes 
mague,  tecanime  y  tealtiani,  quizá  no  has  echado  bien 
la  cuenta  de  lo  que  es  menester,  ni  has  aparejado 
lo  que  se  ha  de  gastar  con  tus  convidados:  veamos 
lo  que  tienes  dispuesto  en  tu  casa,  pues  que  somos 
viejos  conviene  que  nos  lo  muestres.  Habiendo  di- 
cho esto  los  viejos,  luego  el  mancebo  que  habia  de 
hacer  el  convite,  les  daba  cuenta  de  todo  lo  que  se 
había  de  gastar:  habiéndose  satisfecho  los  principa- 
les decíanle:  „Mancebo  honrado,  hemos  visto  lo  que 
tienes  aparejado  para  la  fiesta  de  nuestro  señor,  co- 
mienza en  buena  hora,  con  diligencia,  sin  pereza  nin- 
guna, y  con  buen  ánimo  y  esfuerzo:  atiende  mucho 
en  tus  palabras,  témplate  mucho  en  lo  que  has  de 
decir,  no    des   cuenta   á  la   gente    vulgar,    conversa 


378 
con  todos  como  de  antes,  esto  es  de  lo  que  te  avi- 
samos, porque  has  de  dar  comida  en  cuatro  partes: 
la  una  cuando  de  nuevo  han  de  llegar  tus  convida- 
dos y  les  manifestares  la  fiesta  que  has  de  hacer: 
la  segunda  cuando  hicieres  la  ceremonia  que  se  lla- 
ma ilaixnestia:  la  tercera  cuando  los  esclavos  se  ata- 
viaren con  sus  papeles  y  se  hiciere  la  ceremonia  que 
se  llama  teteualtia:  la  cuarta  cuando  sacrificares  á  los 
esclavos  que  han  de  morir,  mira  que  para  todas  es- 
tas cosas  no  tomes  á  nadie  lo  suyo,  de  esto  te  avi- 
samos."  Habiendo  oído  esto  el  mancebo,  decia  á  los 
viejos  y  principales;  „Muy  ilustres  señores,  habeisme 
hecho  gran  merced  y  gran  misericordia  en  lo  que 
habéis  dicho,  no  conviene  por  cierto  que  olvide  yo 
estas  palabras,  decidme  todo  lo  que  vuestro  corazón 
desea,  y  sea  oída,  publicada  y  notada,  vuestra  doc- 
trina y  vuestra  ancianidad:»  luego  decían  los  viejos 
á  aquel  mancebo:  „Hijo,  baste  lo  dicho,  busquemos 
entre  los  que  tienen  el  arte  de  contar  los  dias,  uno 
que  sea  próspero.  Luego  enviaban  á  llamar  á  los  que 
usaban  de  ésta  arte  y  ganaban  de  comer  con  él: 
luego  ellos  miraban  el  dia  convenible  y  hallándole 
decían:  tal  dia  será  conveniente  para  esto,  cecalli  ó 
umexuchitl,  ó  umeocomatli.  En  uno  de  estos  dias  co- 
menzaba su  banquete  el  que  habia  de  hacer  esta 
fiesta.  Después  que  los  mercaderes  viejos  principa- 
les, habían  dicho  lo  que  convenia,  despedíanse  del 
mozo  con  éstas  palabras:  „Hijo  mío,  ya  hemos  vis- 
to y  entendido  todo  tu  deseo  y  lo  que  pretendes,  lo 
cual  con  lágrimas  nos  has  significado;  avisárnoste  que 
no  te  ensoberbezcas  ni  altibezcas,  ni  desprecies  á 
nadie:  ten  reverencia  á  los  viejos  y  viejas  aunque 
sean  pobres,  y  á  la  otra  gente  baja  y  pobre  haz  mi- 
sericordia con  ella;  dales  que  vistan  y  conque  se  cu- 
bran,  aunque  sea  lo  que  tu  desechas:   dales   de   co- 


379 
mer  y  de  beber,  porque  son  imágenes  de  Dios,  (a) 
por  esto  te  acrecentará  este  Señor  los  días  de  la 
vida  si  vivieres  largos  años:  si  no  hicieres  lo  que  te 
aconsejamos,  cegarás  ó  te  tullirás,  ó  te  pararás  con- 
trahecho, y  esto  tu  mismo  te  lo  buscarás,  y  Dios  te 
lo  dará,  porque  sus  ojos  penetran  las  piedras  y  los 
maderos,  y  no  te  podrás  esconder  de  él;  mira  que 
no  desees  la  muger  agena,  comienza  á  vivir  bien: 
con  esto  que  hemos  dicho  cumplimos  contigo:  no 
mas." 

CAPITULO    XIII, 

De   como   se   comenzaba  el  banquete   ó  fiesta,  y  de  lo  que 
en   él  pasaba. 

Lo  primero  que  hacia  el  que  daba  la  fiesta 
ó  banquete,  era  preveer  que  se  hiciesen  muchos  ta- 
males en  su  casa,  y  daba  el  tamaño  que  habían  de 
tener:  también  se  avenia  con  los  que  hacian  tama- 
les por  los  pueblos  circunstantes,  para  que  tragesen 
de  ellos  y  gallinas,  á  su  casa  para  aquel  dia;  ha- 
biendo ya  proveído  de  todo  lo  necesario,  enviaba  á 
llamar  áíos  doce  pueblos,  para  que  se  pusiesen  el  dia  del 
convite.  Primeramente  ataviaba  y  vestía  á  los  escla- 
vos que  habian  de  morir,  á  los  hombres  de  hombres, 
y  á  las  mugeres  de  mugeres,  y  ponialos  orejeras  de 
cuero  con  sus  pinjantes,  y  también  bezotes  corbos, 
con  unos  papeles  que  se  llaman  amapaílachtli,  en  las 
cuales  estaban  insertos  unos  quetzales,  y  estaban  ata- 
dos estos  y  los  papeles  con  hilos  colorados  á  las 
orejeras,  y  poníanlos  á  las  gargantas  de  ios  pies,  unos 
caracolitos  mariscos,  enseridos  en  unas  tiras  de  cue- 
ro de  tigre   como  calcuelas,  los    cuales     caracolillos 

(a)     Estas  consideraciones  de  candad  no  tenían  con  los   esclavos 
¡Que   contradicción! 

Tóm.  II.  49 


' 


380 
colgaban  de  éstas.  También  les  colgaban  de  las  sie- 
nes un  cuero  amarillo  pintado  con  tiras  de  oro,  y 
tiras  de  turquezas  entrepuestas  las  unas  con  las  otras. 
En  las  estremidades  de  este  cuero,  colgaban  unas 
abaneridas  coloradas,  entrepuestas  unas  piedras  de  es- 
pejo, y  también  unos  cabellos  entrepuestos  á  las  aba- 
neridas y  á  las  dichas  cuentas:  [a]  ataviados  de  la  ma- 
nera ya  dicha,  luego  los  hacían  bailar  ó  hacer  arey- 
to  sin  cesar:  siempre  traían  unos  sartales  de  flores 
y  unas  guirnaldas  de  lo  mismo;  también  traían  sus 
rodelas  de  flores  y  sus  cañas  de  humo,  que  anda- 
ban oliendo  y  chupando.  De  la  misma  manera  ata- 
viaban á  las  mugeres,  las  cuales  traían  atados  los 
cabellos  con  unos  cordones  de  algodón  flojo,  con  mu- 
chos colores,  torcidos  con  pluma  blanca.  Estando  con 
sus  atavios  á  la  media  noche,  poníanlos  en  sus  es- 
trados de  petates  é  icpales,  luego  les  daban  comi-^ 
da  y  bebida  honrándolos  mucho,  poníanlos  en  el  sa- 
guan  de  la  puerta  para  que  los  viesen  los  convida- 
dos: esto  es  lo  que  se  dijo  arriba  qñe  se  publicaba 
el  convite:  toda  la  noche  comían  y  bebían  los  que 
que  iban  y  venían  á  aquella  casa.  Después  de  ha- 
ber comido,  bebido,  y  recibido  cañas  de  humo  y  otros 
dones,  salíanse  é  íbaose  á  sus  casas:  otro  dia  siguien- 
te hacían  lo  mismo,  y  llamaban  á  este  segundo  dia 
tluixnexiia.  El  tercero  "dia  comían,  bebían,  y  daban 
dones,  de  la  misma  manera:  llamaban  á  este  dia  te- 
tevaltía,  porque  entonces  ponían  á  los  esclavos  que  ha- 
bían de  morir,  unas  cabelleras  hechas  de  pluma  ri- 
ca de  muchos  colores,  que  colgaba  como  cabello,  y 
poníanlos  unas  orejeras  de  palo,  pintadas  de  diver- 
sas colores,  colgábanles  de  las  narices  unas  piedras 
negras  anchas,  hechas  á  manera  de  mariposa,  y  ves- 
tíanles unas  jaquetas  que  llegaban  bástalos  muslos, 
con  unas  orillas  desiladas:  estaban  pintadas  con  azul 

(a)     Abanar  ó  abaneridas,  parece  que   es  palabra  del  verbo  aba. 
íúcar.   Ignoro  la  rigorosa   acepción   que  le  dá   el  padre  Sahagun. 


US  VI  .V^B^BlBHn 


381 
claro,  y  con  tinta  negra  y  colorada,  y  las  pinturas 
eran  cabezas  de  muertos,  con  huesos  de  los  mismos 
puestos  en  cuadra,  é  iban  ceñidos  con  unos  ceñido- 
res que  se  llamaban  xiuhtlalpilli.  Poníanlos  en  los  hom- 
bros unas  águilas  de  gabilanes  que  llamaban  tlomaitl, 
estaban  las  alas  revueltas  con  papel  los  cabos  de  ellas 
y  asidos  á  la  j aqueta;  estaba  aquel  papel  pintado 
de  diversos  colores  revueltos  con  margagita,  y  de 
los  codos  arriba  llevaban  unas  axorcas  de  una  par- 
te en  uno  de  los  brazos,  que  se  llamaban  matacaxtü: 
en  la  otra  mano  que  es  la  izquierda,  poníanle  en 
la  muñeca  uno  como  manípulo,  y  dábanles  unas  co- 
taras  teñidas  con  negro  revuelto  con  margagita,  y 
también  les  daban  entonces  compañia  que  los  guar- 
dasen de  noche  y  de  dia,  hasta  que  los  mataban: 
otras  dos  mugeres  les  daban  para  que  los  labasen 
las  caras,  que  nunca  los  dejaban  hasta  que  morían. 
Daban  precio  á  estos  sobre  dichos  porque  los  guar- 
dasen, y  consistia  en  mantas  y  maxtles,  y  á  las  mu- 
geres que  les  lavaban  las  caras,  dábanles  enaguas  y 
vipiles,  y  componíanlas  con  plumas  coloradas,  los  pies, 
los  brazos  y  la  cara. 

CAPITULO    XIV. 

De  la  bebida   que   daban   á   los  esclavos  para  matarlos,  y 
otras  disposiciones  que  tomaban  para   su   sacrificio. 

La  cuarta  vez  que  llamaba  á  sus  convidados 
el  que  hacia  el  banquete  ó  fiesta,  era  cuando  habian 
de  matar  á  sus  esclavos:  entonces  un  rato  antes  de 
que  se  pusiese  el  sol,  los  llevaban  al  templo  de  Vit- 
zilopuchtli,  adonde  les  daban  á  beber  un  brebage  que 
se  llama  teuvctli,  y  después  que  lo  habian  bebido  los 
traían;  ya  iban  muy  borrachos  como  si  hubieran  be- 
bido mucho  pulcre,  y  no  los  voívian  á  la  casa  del 
señor    del   banquete,  sino   llevábanlos   á  una   de   las 


:? 


;■ 


382 
Berrochas  que  se  llamaban  pochtlan  6  acxóthn,  allí 
los  hacían  velar  toda  la  noche  cantando  y  bailando, 
y  al  tiempo  de  la  media  noche  cuando  tañian  á  mai- 
tines, la  gente  del  templo  los  ponia  delante  del  fue- 
go en  un  petate  que  estaba  allí  tendido:  luego  el  se- 
ñor del  banquete  les  ataviaba  con  una  jaqueta  que 
llamaban  tcuxicolli,  de  la  manera  que  los  esclavos  es- 
taban ataviados,  y  también  se  adornaba  con  unos 
papeles  pintados,  y  con  unas  cotaras  que  se  llama- 
ban pocolcactli.  Habiéndose  de  esta  manera  ataviado 
el  que  hacia  la  fiesta,  apagaban  el  fuego,  y  á  obs- 
curas, daban  á  comer  á  los  esclavos  unas  sopas  de 
una  masa  que  se  llama  tzoatti  mojadas  con  miel,  á 
cada  uno  de  ellos  cuatro  bocados:  cortaban  estos  boca- 
dos con  unos  cordeles  de  ixtli.  Habiendo  comido  di- 
chos bocados,  luego  los  sacaban  los  cabellos  de  la 
corona  de  la  cabeza;  hecho  esto,  tocaban  un  ins- 
trumento que  se  llamaba  chichtli,  que  decia  chich, 
esta  era  señal  para  que  los  arrancasen  los  ca- 
bellos del  medio  de  la  cabeza  en  tocando  el  ins- 
trumento, y  á  cada  uno  de  ellos  tocaban,  para  cuan- 
do se  los  habían  de  arrancar,  ya  fuesen  muchos  ó 
pocos  los  esclavos.  El  que  tañia  el  instrumento, 
andaba  al  derededor  de  ellos  como  bailando,  y  traía 
en  la  mano  un  vaso  que  se  llamaba  quacaxitl,  allí 
le  echaban  los  cabellos  que  arrancaban,  y  después  de 
concluida  esta  operación  luego  daban  grita  dando  con 
la  mano  en  la  boca  como  suelen.  Luego  se  iba  aquel 
que  había  recibido  los  cabellos  en  la  jicara,  y  al 
instante  tomaba  el  incensario  que  se  llamaba  tel- 
maitl  con^  sus  brasas,  el  que  hacia  el  banquete,  é  in- 
censaba acia  las  cuatro  partes  del  mundo  en  el  pa- 
tio de  la  casa.  En  toda  la  noche  los  esclavos  que 
habian  de  morir  dormian,  y  en  saliendo  el  alba,  dá- 
banlos á  comer,  y  ellos  por  bien  que  los  esforzasen 
á  que  comiesen,  no  podian  hacerlo,  y  estaban  muy 
pensativos  y   tristes,  pensando  en   la  muerte  que  lúe- 


31K^_W-V"aHP^BHKlH»^H3K0 


wyninni/iji 


383 
go  habían  de  recibir,  y  esperando  por  momentos 
cuando  entraña  el  mensagero  de  la  Parca,  que  se 
llamaba  Paynalton;  este  Paynalton  era  un  dios  pre- 
nuncio de  la  muerte  de  los  que  habían  d@  sacrifi- 
car delante  de  los  dioses.  Primero  llegaban  corrien- 
do al  lugar  donde  estos  habian  de  ser  inmolados 
iba  de  Tenochtitlan  á  Tlalteloko,  y  de  allí  pasaba  por 
el  barrio  que  se  llama  JVonoako  y  Popotlan:  de  allí 
iba  al  lugar  que  se  llama  Macatzintamako,  y  de  allí 
á  Chapultepec,\uego  de  allí  á  Macatlan,  y  de  allí  iba  por 
el  camino  que  vá  derecho  á  Xoloco  que  es  junto  á 
México,  y  luego  entraba  en  Tenochtitlan.  Cuando  es- 
te Paynalton  iba  andando  estas  estaciones,  llevaban 
á  los  esclavos  que  habian  de  morir  al  barrio  de  coa- 
tlan,  donde  estaba  el  lugar  en  que  habian  de  pelear 
con  cierta  gente,  que  estaba  aparejada  para  lidiar 
ellos;  esto  era  en  el  patio  del  templo  que  se  dice 
Vitzcalco.  (a)  Como  llegaban  los  esclavos  aparejados  de 
guerra,  salian  también  los  que  habian  de  pelear  con 
ellos  de  guerra,  y  comenzaban  á  batirse  con  estos 
muy  deveras,  los  que  eran  mss  valientes  de  aquellos 
que  peleaban  con  los  esclavos  se  llamaban  tía- 
amaviqucs,  y  si  aquestos  cautivaban  por  fuerza  de  ar- 
mas á  alguno  de  los  esclavos,  en  el  mismo  lugar  da- 
ban por  sentencia  el  precio  que  valía  el  esclavo,  y 
habialo  de  pagar  el  mismo  dueño  de  él  que  es  el 
que  hacia  la  fiesta,  y  dado  el  precio  volvíanle  su  es- 
clavo, y  si  no  tenia  conque  pagarle,  después  de  muer- 
to comíanle  aquellos  que  lo  habian  cautivado  en  el 
lugar  de  Vitzcalco.  Esta  pelea  pasaba  entre  tanto  que 
el  Paynalton  andaba  las  estaciones  arriba  dichas.  En 
llegando  Paynalton  á  dicho  lugar  de  Vitzcalco,  luego 
ponían  por  su  orden  á  los  esclavos  que  habian  de 
morir  delante  de  la  imagen   de   Vitzilopuchtli,  en  un  lu- 

(a)  Tal  vez  esta  palabra  estará  corrompida  con  la  palabra  que 
hoy  se  usa,  que  es  una  plaza  donde  se  ejecutan  los  delincuentes, 
al  oriente  de  México. 


384 

gar  que  se  llamaba  Jpetlae.  y  luego  hacían  procesión 
por  al  rededor  del  Cú  cuatro  veces,  y  acabadas 
estas  poníanlos  otra  vez  en  orden  delante  de  Vit- 
zilopuchtli,  y  el  Paynolton  subía  al  Cu.  Subido  allá 
éste,  luego  descendían  unos  papeles  y  los  ponían  en 
el  lugar  que  se  llama  Jpetlac,  y  también  se  llama- 
ba ytlaquaianvitzilopuchtli,  y  levantábanlos  acia  las  cua- 
tro partes  del  mundo  como  ofreciéndolos,  y  habién- 
dolos compuesto  en  el  Apetlac,  luego  descendía  un 
Sátrapa  que  venia  metido  dentro  de  una  culebra  de 
papel,  el  cual  la  traía  como  si  ella  viniera  por  sí, 
y  traía  en  la  boca  unas  plumas  coloradas  que  pa- 
recían llamas  de  fuego  que  le  salían  por  la  boca.  En 
llegando  al  Apetlac  que  es  donde  se  acaban  las  gra- 
das del  Cú,  estaba  una  mesa  de  un  encalado 
grande,  y  de  allí  hasta  el  llano  del  patio  hay  cua- 
tro ó  cinco  gradas;  á  esta  mesa  llaman  apcthtl  ó  ytla- 
quaiauvitzilopuchtíi,  estaba  acia  3a  parte  del  oriente  del 
Cú,  y  esta  culebra  el  que  venia  en  ella,  hacia  un  aca- 
tamiento acia  el  nacimiento  del  sol,  y  luego  acia  las 
otras  tres  partes  del  mundo,  concluida  esta  ceremo- 
nia, ponía  la  culebra  sobre  el  papel  que  estaba  ten- 
dido en  la  petlac  ó  mesa,  y  luego  se  ardía  ó  que- 
maba aquella  culebra  de  papel  que  se  llamaba  xiuk- 
coatl,  y  el  que  la  traía  volvíase  á  lo  alto  del  Cú.  Lle- 
gando arriba,  luego  comenzaban  á  tocar  caracoles  y 
trompetas  los  Sátrapas  en  lo  alto  del  Cú:  á  esta  ho- 
ra el  patio  de  este  Cú  se  veía  lleno  de  gente  que  ve- 
nían á  mirar  la  fiesta,  estaban  sentados  por  todo  el 
patio,  ninguno  comía  ni  habían  comido,  porque  todos 
ayunaban  aquel  día,  y  no  tomaban  bocado  hasta  la  pues- 
ta del  sol,  entonces  comían,  después  de  acabadas  to- 
das las  ceremonias  dichas,  antes  de  matar  los  es- 
clavos. En  todo  esto  el  señor  estaba  sentado  junto 
á  una  columna  en  un  asiento  de  espaldas,  y  por 
estrado  tenia  un  pellejo  de  tigre.  Este  sentadero  es- 
taba forrado  de  un   pellejo  de  cuetlaxtli,  y  estaba  mi- 


■V-WMHHHBBBMME 


immm 


385 
rando  acia  lo  alto  del  Cu  de  Vitzihpuchtli.  Delante 
del  señor  estaba  un  árbol  hecho  á  mano  de  cañas 
y  palillos,  todo  forrado  de  plumas,  y  de  le  alto  de 
él  salian  muchos  quetzales  que  son  plumas  ricas,  pa- 
recía que  brotaban  de  un  pomo  de  oro  que  estaba 
en  lo  alto  del  árbol:  en  lo  bajo  tenia  éste,  una  flo- 
cadura de  plumas  ricas.  Luego  descendía  el  Paynal- 
ton  y  tomaba  á  todos  los  esclavos  que  habían  de  mo- 
rir del  Jlpetiac,  y  llevábalos  por  las  gradas  del  Cu 
arriba,  yendo  él  delante  de  ellos,  para  martalos  en 
lo  alto  del  Cú  de  Vitzihpuchtli,  y  los  Sátrapas  que  los 
habian  de  matar,  estaban  aparejados  todos,  vestidos 
de  unas  j aquetas,  y  con  unas  mitras  de  plumaje,  con 
unos  papeles  pegados  que  colgaban  de  ellas.  Tenian 
almagradas  las  bocas,  esto  se  decia  teutlavitl,  y  cor- 
taban los  pechos  con  unos  pedernales  hechos  á  ma- 
nera de  hierros  de  lanzon  muy  agudos,  engeridos  en 
unos  astiles  cortos.  Llegando  el  que  había  de  morir 
á  sus  manos,  luego  lo  echaban  de  espaldas  sobre  un 
tajón  de  piedra,  y  tomábanle  cuatro  por  las  manos 
y  por  los  pies  tirando  de  él:  tendido  de  este  modo  el 
pobre  esclavo,  venia  luego  el  que  tenia  el  pedernal 
6  lanzon,  y  metíasele  por  los  pechos,  sacábale  por 
allí  el  corazón  y  poníale  en  una  jicara:  habién- 
doselo sacado,  arrojábanle  por  las  gradas  é  iba  el 
cuerpo  rodando  hasta  abajo,  donde  estaba  la  me- 
sa ó  apetlac  del  Cú,  y  el  dueño  del  esclavo  ó 
cautivo,  tomaba  el  cuerpo  de  su  esclavo  del  ape- 
tlac él  por  sí  mismo  [nadie  osaba  tomar  el  cuerpo 
del  esclavo  ageno]  y  llevábale  para  su  casa.  La  or- 
den que  tenian  en  matar  á  estos  pobres  esclavos  y 
cautivos  era,  que  primero  subían  á  los  cautivos,  y 
primero  los  mataban:  decían  que  era  la  cama  de  los 
otros  que  iban  tras  ellos;  luego  iban  los  esclavos,  y 
después  los  criados  y  regalados  que  eran  tlaaltilti,  é  iban 
á  la  postre  todos.  El  señor  de  ellos  iba  guíandolos, 
y  todos  estos  subían  al  Cu  con  báculos  compuestos 


386 
con  plumas  ricas:  si  el  señor  del  banquete  o  do 
la  fiesta  tenia  muger,  subia  también  junto  con  su  ma- 
rido delante  los  esclavos  al  Cú,  y  llevaban  dos  bá- 
culos compuestos  con  plumas  y  quetzales;  si  este  que 
hacia  la  fiesta  no  tenia  muger,  y  solo  tenia  algún 
tio,  éste  subia  con  él,  y  llevaban  los  báculos  como 
está  dicho;  si  no  tenia  ni  tio  ni  padre  y  solo  te- 
nia hijo,  él  subia,  de  suerte  que  uno  de  sus  parien- 
tes mas  cercanos  subia  con  él:  iban  con  sus  bácu- 
los en  las  manos,  y  subiendo  resollaban  las  manos, 
y  ponian  con  ellas  el  resuello  en  las  cabezas.  Esto 
iban  haciendo  subiendo  al  Cú  de  Vitzilopuchtli:  en  lle- 
gando á  lo  alto,  hacian  prosecion  al  rededor  del  al- 
tar ó  imagen  una  vez,  y  mirábanlos  todos  los  que 
estaban  abajo  como  la  hacian,  y  luego  se  bajaban 
estos  que  eran  señores  de  la  fiesta,  y  llegando  aba- 
jo aquellos  que  estaban  ajomalados  por  ellos  pa- 
ra que  ayudasen,  tomaban  los  esclavos  ya  muertos, 
y  llevábanlos  á  su  casa,  yéndose  con  los  dichos  se- 
ñores de  la  fiesta.  En  llegando,  los  mismos  ade- 
rezaban el  cuerpo  que  llamaban  tlaaltilli  y  cosianle: 
primero  cosían  el  maíz  que  habian  de  dar  juntamen- 
te con  la  carne,  y  de  ésta  daban  poca  sobre  el  maíz 
puesta:  ningún  chile  se  mezclaba  con  la  cocina  ni 
con  la  carne,  solamente  sal:  comian  esta  carne  los 
que  hacian  el  banquete  y  sus  parientes.  De  esta  ma- 
nera dicha  hacian  tal  función  los  mercaderes  en 
la  fiesta  de  Panqiietzaliztti,  y  estos  que  la  hacian 
todos  los  dias  que  vivian,  guardaban  los  atavios 
de  aquellos  esclavos  que  habian  muerto,  teniéndo- 
los en  una  petaca  guardados,  para  memoria  de  aque- 
lla hazaña.  Los  adornos  eran  las  mantas,*  maxtles  y 
cotaras  de  los  hombres,  y  las  enaguas,  vipile?,  y  los 
demás  aderezos  de  las  mugeres.  También  los  cabe- 
llos que  habian  arrancado  de  la  coronilla  de  la  ca- 
beza estaban  guardados  con  lo  demás,  en  esta  di- 
vina petaca;    cuando    moria  éste  que   hacia  el  ban- 


tmmimmmmmmmt 


sWffiíiA! 


quete,  la  quemaban    con  los  atavíos  que  en  ella  es- 
taban á  sus  ecsequias, 

CAPÍTULO   XV. 

De  los   oficiales  que  labran   oro, 

En  éste  capítulo  se  comienza  á  tratar  de  los 
oficiales  que  labran  oro  y  plata.  Los  oficiales  que 
labran  oro  son  de  dos  maneras,  unos  de  ellos  se  lla- 
man martilladores  ó  amajadores,  porque  estos  labran 
oro  de  martillo  majándolo  con  piedras  ó  con  mar- 
tillos, para  hacerlo  delgado  como  papel:  otros  se  lla- 
man tlatlaliani,  que  quiere  decir,  que  asientan  el  oro 
ó  alguna  cosa  en  él,  ó  en  la  plata,  estos  son  ver- 
daderos oficiales  ó  por  otro  nombre  se  llaman  tul- 
teca',  pero  están  divididos  en  dos  partes,  porque  la- 
bran el  oro  cada  uno  de  su  manera.  Tenían  por 
dios  estos  oficiales  en  tiempo  de  su  idolatría,  á  un 
dios  que  se  llamaba  Totee:  hacian  fiesta  cada  año 
en  el  Cú  que  se  decia  Yapíco^  en  el  mes  que  se  lla- 
maba Tlacaxipeoaliztli:  en  esta  fiesta  dicha  se  deso- 
llaban muchos  cautivos,  por  cuya  causa  se  llama  tla- 
caxipeoaliztli,  que  quiere  decir:  dezollamiento  de  perso- 
nas. Uno  de  los  Sátrapas  vestíase  un  pellejo  de  los 
que  habian  quitado  á  los  cautivos,  y  así  vestido,  era 
imagen  de  éste  dios  Totee.  A  este  vestido  con  el  pe- 
llejo que  habian  quitado  al  cautivo  que  habian  sa- 
crificado, llamábanle  Totee,  y  ponían  sus  ornamentos 
muy  preciosos:  el  uno  de  ellos  era  una  corona  he- 
cha muy  curiosamente  de  plumas  ricas,  y  estas 
mismas  le  servían  de  cabellera:  poníanle  en  las  na- 
rices una  media  luna  de  oro,  encajada  en  la  ternilla 
que  divide  la  una  de  la  otra  ventana.  Poníanle  tam- 
bién unas  orejeras  de  oro:  dábanle  en  la  mano  de- 
recha un  báculo  que  estaba  hueco  de  dentro  y  te- 
nia sonajas,  el  cual  en  moviéndolo  para  andar,  lue- 
Tóm.  II.  50 


*iss!fiijwnt¿i 


388 
go  estas  hacian  su  son.  Poníanle  en  la  mano  izquier- 
da una  rodela  de  oro,  como  las  usaban  los' de  Anaoac: 
poníanle  también  unas  cotaras  vermejas  como  alma- 
gradas: tenía  pintado  el  cuello  de  las  cotaras  con 
pluma  de  codorniz  sembradas  por  todo  él.  Llevaba 
por  divisa  y  plumaje  acuestas  atado  á  las  espaldas, 
tres  banderillas  de  papel,  que  se  movian  como  las 
daba  el  viento,  haciendo  un  sonido  de  papel.  Com- 
poníanle también  con  unas  enaguas  hechas  de  pluma 
rica,  que  hacian  unas  vandas  por  todas  ellas,  que 
parecía  como  enverdugado:  ponianle  al  cuello  un  jo- 
yel ancho  de  oro  de  martillo:  aparejábanle  sentade- 
ros ó  sillas  en  que  se  sentase,  y  estando  sentado  és- 
te dios  ó  diosa,  o  por  mejor  decir  diablo  6  diableza, 
ofrecíanle  una  manera  de  tortas  que  llaman  vilocpa- 
lli  de  maíz  molido  hechas  sin  coser;  ofrecíanle  tam- 
bién manojuelos  de  mazorcas  de  maíz  que  apartan 
para  semilla:  asimismo  le  ofrecían  las  primicias  de  la 
fruta,  y  las  primeras  flores  que  nacían  aquel  año:  con 
estas  ofrendas  le  honraban.  Yendo  andando  iba  hacien- 
do meneos  de  danza  con  gran  pompa,  moviendo  la 
rodela  y  el  báculo,  haciéndolo  sonar  á  propósito  del 
baile  que  hacia:  después  de  todo  hacian  un  ejerci- 
cio de  guerra  con  este  Totee.  Todo  lo  que  dice  la 
letra,  son  las  ceremonias  que  hacian  en  esta  fiesta 
que  se  llama  tocoztontü.  Declárase  en  su  lugar  en 
el  segundo  libro,  que  trata  de  las  fiestas  que  se  ha- 
cian á  los   dioses,  y  allí  se  podrá  ver. 

CAPÍTULO   XVI. 

De   la   manera  de   labrar   de   los  plateros. 

La  sentencia  de  éste  capítulo  no  importa  mu- 
cho ni  para  la  fé,  ni  para  las  virtudes,  porque  es  prác- 
tica meramente  geométrica;  si  alguno  para  saoer  vo- 
cablos ó  maneras  de  decir  esquisitas,  quisiere  averi- 


^MHHIMHHKXBII 


«MWJIW1 


389 
guarió^  podrá  preguntar   á  los  oficiales  que  tratan  en 
este   oficio,  que  en   todas  partes  los  hay.   (a) 

CAPITULO   XVÍI. 


<* 


De  los   oficiales   que  labran  las  piedras  preciosas. 

Los  lapidarios  que  labran  piedras  preciosas, 
en  tiempo  de  su  idolatría  adoraban  cuatro  dioses,  ó 
por  mejor  decir  diablos:  el  primero  se  llamaba  Chi- 
cunavitzcuintli,  el  segundo  JYaoalpilli,  el  tercero  Ma- 
euilcalli,   y  el   cuarto  Cintcutl;   á  todos  estos  tres   dio- 

(a-)  Este  capítulo  es  uno  de  los  que  mas  deberían  estenderse, 
por  lo  mucho  que  interesa  á  nuestra  curiosidad:  hoy  ignoramos  como 
trabajaban  el  oro  y  los  metales,  y  de  qué*  instrumentos  se  vahan 
los  artífices;  porque  en  el  estado  de  rudeza  en  que  vemos  hoy  á 
los  Indios,  nos  parece  cosa  estraña  y  fabulosa  hablar  de  esto,  sobre  todo 
de  las  grandes  piezas  de  vaciadiso  que  hacían,  y  hoy  no  pueden  igua- 
lar nuestros  mejores  plateros,  á  pesar  de  sus  esquisitas  herramientas; 
las  antiguas  se  han  perdido.  Todos  los  gobiernos  sabios  procuran 
fomentar  las  artes,  pero  el  de  ios  españoles  se  empeñó  en  des- 
truir las  que  poseían  los  mexicanos.  He  visto  acuerdo  del  Ayun- 
tamiento de  México  en  sus  libros  originales  que  tenia  el  sabio  P. 
Pichardo  de  la  Profesa,  una  providencia  por  la  que  se  prohibió 
(enriendo  que  con  pena  de  muerte)  el  que  se  labrasen  piezas  de 
oro  y  plata,  pues  todo  se  habia  de  fundir  en  tejos  para  mandar 
á  España;  hé  aquí  un  golpe  mortal  para  las  artes.  Por  otra  par- 
te la  nación  cambió  de  costumbres  con  la  conquista,  y  ya  el  la- 
borío de  la  pluma  y  mosayco  de  ésta  cesó  de  todo  punto,  y  por 
tanto  desapareció  de  éste  suelo  el  arte  de  labrarla.  Con  respec- 
to á  la  pintura  sucedió  lo  mismo.  Ostigados  los  Indios,  ya  hicie- 
ron entre  sí  un  pacto  de  ocultar  á  los  españoles  los  grandes  se- 
cretos que  poseían  en  este  arte  liberal,  para  estraer  los  colores  de 
los  sumos  de  yerbas,  y  también  el  de  oro  de  mariposa  que  hoy 
se  admira  en  las  .imágenes  de  Ntra.  Sra.  de  Guadalupe-,  y  del  san- 
tuario de  Texaquiqui  de  PP.  Franciscanos  junto  á  Toluca.  Atri- 
buíase estas  entre  muchas  causas,  á  la  total  decadencia  y  olvido  de 
las  bellas  artes  que  poseían  los  mexicanos,  y  no  se  niegue  que 
las  poseyeron.  ¿Los  Griegos  de  hoy  son  los  del  siglo  de  Péneles, 
ni  los  Romanos  de  Pió  VIII  los  de  Augusto?  claro  es  que  no, 
tal  es  el   oleage  de  las  naciones. 


I 


390 
se-s  postreros  hacían  fiesta,  cuando  reinaba  el  signo 
ó  carácter  que  se  llamaba  Chicunaviizcuintli  que  és 
muger,  y  por  eso  la  pintan  como  taifa  esta  atri- 
buían los  afeites  de  las  mugeres,  y  para  significa- 
ción de  esto,  la  pintan  con  un  báculo  en  la  mano 
derecha,  y  en  la  izquierda  le  ponen  una  rodela,  en 
la  cual  está  figurado  un  pie.  También  le  ponian  ore- 
jeras de  oro,  y  de  la  ternilla  de  la  nariz  le  colga- 
ban una  mariposa  del  mismo  metal,  y  vestíanla  con 
un  vipil  y  camisa  mugeríl,  que  era  tegida  de  blan- 
co y  colorado,  y  lo  mismo  las  enaguas:  poníanle  unas 
cotaras  también  coloradas,  con  unas  pinturas  que  las 
hacia  parecer  almenadas.  A  todos  estos  cuatro  da- 
ban sus  imágenes  ó  sus  títulos,  para  que  muriesen  á 
su  servicio  el  dia  de  su  fiesta:  al  que  llamaban  JYa- 
oalpilli,  ataviábanle  y  cortábanle  los  cabellos  desigua- 
les, mal  cortados,  espeluzados,  y  crenchados.  [a]  Ponían- 
le en  la  frente  una  lámina  de  oro  delgada  como  pa- 
pel, unos  sarcillos  de  oro  en  las  orejas,  en  la  mano 
un  báculo  aderezado  de  plumas  ricas,  y  en  la  otra 
una  rodela  hecha  como  de  red,  y  en  cuatro  partes 
tenia  plumas  ricas  mal  puestas;  también  le  vestían  una 
jaqueta  tejida  de  blanco  y  colorado,  con  rapacejos 
en  el  remate  de  abajo:  poníanle  unas  cotaras  colo- 
radas. A  el  otro  que  llaman  Macuilcalli,  también  le 
componían  como  hombre  los  cabellos  cortados  por 
medio  de  la  cabeza  como  lomo  que  llaman  guachi- 
chiquitte,  y  este  lomo  no  era  de  cabellos  sino  de  plu- 
mas ricas:  poníanle  en  las  sienes  .  unas  planchas  de 
oro  delgado,  un  joyel  colgado  al  cuello  también  de  maris- 
co redondo  y  ancho,  en  la  mano  un  báculo  compues- 
to con  plumas  ricas;  en  la  otra  mano  una  rodela  con 
unos  círculos  de  colorado,  unos  dentro  de  otros,  te- 
níanle el  cuerpo  con  vermellon  y  también  le  ponian 
unas  cotaras  del  mismo  color.  Al  otro  que  se  lla- 
maba   Cintcutl  también  le  componían  como  á   varón, 

(a)     Es  decir,  cabello  dividido  en  dos  mitades. 


t^mma^^^m 


■mnnuiAii 


391 

con  una  carátula  labrada  como  rausayeo,  con  unos 
rayos  de  lo  mismo,  que  sallan  de  la  misma  cara- 
tula:  poníanle  una  xaqueta  de  tela  teñida  de  azul  cía- 
ro:  un  loyel  colgado  al  cuello  de  oro;  colocábanlo 
en  un  tablado  alto,  de  donde  estaba  mirando,  el  cual 
se  llamaba  cinco®,  compuesto  con  cañas  de  maíz  a 
manera  de  xacaL  Adornábanle  unas  colaras  blancas, 
las  ataduras  de  ellas  de  algodón  flojo:  dicen  que  a 
estos  dioses  atribuían  el  artificio  de  labrar  las  pie- 
dras preciosas,  de  hacer  barbotes  y  orejeras  de  pie- 
dra negra,  de  cristal  y  de  ámbar,  y  otras  blancas. 
También  atribuían  á  estos  el  labrar  cuentas,  ajorcas, 
sartaleios  que  traen  en  las  muñecas,  y  toda  la  la- 
bor de  piedras  y  chaichivites,  y  el  ahugerar  y  pulir 
de  todas  las  piedras:  decian  que  estos  las  habían 
inventado,  y  por  esto  los  honraban  como  dioses,  y 
los  hacian  fiesta  los  oficiales  viejos  de  este  oficio,  y 
todos  los  demás  lapidarios.  De  noche  decían  sus  can- 
tares y  hacian  velar  por  su  honra  á  los  cautivos  que 
habían  de  morir,  y  se  holgaban  en  su  fiesta.  Esto  se 
hacia  en  Xochimilco,  porque  decían  que  los  abuelos 
y  antecesores  de  los  lapidarios  habían  venido  de  aquel 
pueblo,   y  de   allí  tienen  origen  todos  estos  oficiales. 

Sigúese  la  manera  que  tenían  los  Lapidarios  de  labrar 
las  piedras. 

En  esta  letra  se  pone  la  manera  que  tenían 
los  lapidarios  en  labrar  las  piedras:  no  se  pone  en 
romance,  porque  como  es  cosa  muy  usada  y  siem- 
pre se  practica  en  los  pueblos  principales  de  esta 
Nueva  España;  quien  quisiere  entender  los  vocablos  y 
esta  manera  de  hablar,  podralo  tomar  de  los  mismos 
oficiales,  [a] 

(a)  Se  ha  perdido  de  todo  punto  este  arte  entre  los  indios,  y 
por  eso  es  lamentable  esta  falta  de  esplicacion  que  hoy  daria  ma- 
teria para  muchas  observaciones  á  los  curiosos  y  artistas. 


m 


:'>• 


f 


392 


CAPITULO  XVIII. 


De  los  oficiales  que   labran  pluma,  que  hacen  plumajes, 
y   otras  cosas   de   la  misma, 

Según  que  los  viejos  antiguos  dejaron  por  me- 
moria de  la  etimología  de  este  bocablo  ¿manteca,  es 
que  los  primeros  pobladores  de  esta  tierra,  trajeron 
consigo  á  un  dios  que  se  llamaba  Ciotlinaoatl,  de  las 
partes  de  donde  vinieron,  y  siempre  le  adoraron:  á 
estos  llamaron  Yconipixoanimexiti,  que  quiere  decir: 
los  que  primero  poblaron  que  se  llamaron  mexiti  de  don- 
de vino  este  vocablo  México.  Estos  de  que  asenta- 
ron en  esta  tierra,  y  se  comenzaron  á  multiplicar* 
sus  nietos  é  hijos,  hicieron  una  estatua  de  madera 
labrada,  y  edificáronla  un  Cú,  y  el  barrio  donde  se 
edificó  llamáronle  ¿manfla.  En  este  barrio  honrraban 
y  ofrecian  á  este  dios  que  llamaban  Coiotiinaoatl  y  por 
razón  del  nombre  del  barrio  que  es  Amantla,  toma- 
ron los  vecinos  de  allí  este  nombre  ¿manteca.  Los 
atavios  y  ornamentos  conque  componían  á  este  dios 
en  sus  fiestas  eran  un  pellejo  de  coiotl  labrado:  com- 
poníanle estos  amantecas  vecinos  de  este  barrio  de 
¿manfla,  ^quel  pellejo  temase  la  cabeza  de  coiotl  con 
una  carátula  de  persona,  y  los  colmillos  de  oro;  te- 
nia los  dientes  muy  íaigos  como  punzones,  en  la- 
mano  un  báculo  con  que  se  sustentaba,  labrado  con 
piedras  negras  de  iztli,  y  con  una  rodela  labrada 
de  cañas  macisas,  que  tenia  por  la  orilla  un  cerco 
de  azul  claro:  acuestas  traía  un  cántaro  ó  jarro,  de 
cuya  boca  «alian  muchos  quetzales.  Poníanle  en 
las  gargantas  de  los  pies,  unas  calcuelas  con  mu- 
chos caracolitos  blancos  á  manera  de  cascabeles:  en 
los  pies  unas  cotaras  tejidas  ó  hechas  de  unas  hojas 
de  un  árbol  que  llaman  iccotl,  porque  cuando  llega- 
ron á  esta  tierra  usaban  aquellas  cotaras.  Com po- 
níanle  siempre   con   ellas,  para  dar  á  entender,  que 


393 
ellos  eran  los  primeros  pobladores  Chichimecas,  que 
habían  poblado  en  esta  tierra  de  México;  y  no  so- 
lamente adoraban  á  este  dios  en  este  barrio  de  Aman- 
tía,  pero  también  á  otros  siete  ídolos,  á  los  cuales 
componían  como  varones,  y  á  los  dos  como  muge- 
res,  pero  este  Coiotlinaoatl  era  el  principal  de  todos.  El 
segundo  de  él  se  llamaba  Tizaba,  el  tercero  Macui- 
¡ocelutl,  el  cuarto  Mamiltochtli:  en  el  quinto  lugar  se 
ponian  á  las  dos  mugeres,  la  una  se  llamaba  Xiuh- 
tlati,  y  la  otra  Xílo:  el  sétimo  estaba  frontero  de 
los  ya  dichos  acia  ellos,  el  cual  se  llamaba  Tepuz- 
tecatl  La  manera  conque  ataviaban  estos  dioses  ar- 
riba dichos  era  esta.  Los  que  eran  varones  todos  llevaban 
acuestas  aquella  divisa  que  llevaba  Coiotiinaoatl,  solo 
este  dios  que  se  llamaba  Tizaba  no  le  componían  de 
pellejo  de  coiotl,  solamente  llevaba  acuestas  el  jar- 
ro con  los  quetzales,  y  unas  orejeras  de  concha  de 
marisco:  llevaba  también  su  báculo,  rodela,  y  sus  ca- 
racolitos.  en  las  piernas,  y  unas  cotaras  blancas:  eí 
•  dios  que  se  llamaba  Macuilocelutl,  tema  vestido  el 
pellejo  de  coyotl,  con  su  cabeza  metida  en  esta  piel 
como  celada,  y  por  la  boca  veía,  y  también  lleva- 
ba acuestas  el  jarro  con  sus  quetzales,  y  el  báculo 
con  su  rodela  y  sus  cotaras  blancas.  De  la  misma 
manera  componían  al  dios  Macuiltochtli:  de  las  dos 
mugeres  la  que  se  llamaba  Xiuhílati,  iba  ataviada 
con  un  vipil  azul,  y  la  otra  que  se  llamaba  Xilo, 
que  era  la  menor,  iba  vestida  con  un  vipil  colora- 
do teñido  con  grana;  ambas  tenían  los  vipiles  sem- 
brados de  plumas  ricas  de  todo  género  de  aves  que 
crian  plumas  hermosas.  La  orilla  del  vipilli  estaba 
bordada  con  plumas  de  diversas  maneras  como  ar- 
riba se  dijo.  Teman  estas  en  las  manos,  cañas  de 
maíz  verdes  por  báculos,  y  llevaban  también  un  aven- 
tadero  de  plumas  ricas  en  la  otra  mano,  y  un  jo- 
yel de  oro  hecho  á  manera  de  comal.  También  lle- 
vaban   orejeras  de  oro  muy  pulidas  y  muy  resplan- 


1 

:       I 

■ 


I, 


.394 

decientes:  ninguna  cosa  llevaban  acuestas;  tenían  por 
cabellos  papeles.  Llevaban  las  muñecas  de  ambos  bra- 
zos, adornadas  con  plumas  ricas  de  todas  maneras; 
también  llevaban  las  piernas  de  esta  manera  emplu- 
madas, desde  las  rodillas  hasta  los  tobillos:  tenian 
también  cotaras  tejidas  de  hojas  de  árbol  que  se 
llama  yecotl,  para  dar  á  entender  que  eran  Chichime* 
cas   venidos  á   poblar   á   esta  tierra. 

CAPITULO   XIX. 

De   la  fiesta   que    los   oficíales  de  pluma  hacían   á   sus 
dioses. 

Hacian  fiesta  á  estos  dioses  dos  veces  cada 
año,  una  en  el  mes  que  se  llama  panquetzaliztli,  y 
otra  en  el  que  se  llama  tlaxóchimaco:  en  el  mes 
de  panqustzaliztli  mataban  á  la  imagen  de  Coiotlina- 
oail.  Si  en  esta  fiesta  no  se  ofrecia  quien  matase 
algunos  esclavos  que  se  llamaban  tlaaltiltin,  estos  aman- 
tecas  se  juntaban  todos,  y  compraban  un  esclavo  pa- 
ra matarlo  á  honra  de  este  dios,  por  precio  de  man- 
tas que  se  llamaban  quachtli,  que  eran  allegadas  co- 
mo de  tributo;  empero  si  alguno  de  estos  amantecas 
hacia  fiesta  de  por  sí,  y  mataba  algunos  esclavos, 
de  estos  sacrifiba  uno  á  honra  de  este  dios  Co- 
íotlinaoal,  componíanle  á  con  todos  los  atavios 
de  aquel  dios  como  arriba  se  dijo;  si  era  alguna 
persona  de  caudal  el  que  hacia  íiiesta,  mataba  dos 
ó  tres  ó  mas  esclavos,  que  se  llamaban  tlaaltiltin,  también 
á  honra  de  aquellos  dioses;  y  si  no  era  persona  de  cau- 
dal, mataba  uno  á  honra  de  aquel  dios  que  se  lla- 
maba Coiotlinaoatl.  Cuando  se  hacia  la  fiesta,  todos 
los  viejos  y  viejas  se  juntaban  en  el  barrio  de  Ama- 
tlan;  allí  cantaban  y  hacian  velar  á  todos  los  que  ha- 
bían de  morir  á  honra  de  aquellos  dioses,  y  tenian 
costumbre  para  que  no  temiesen  la   muerte  los  que 


linar  m..i^Si 


JiaFini.w  «1'ni  ! 


395 
hablan  de  morir,  de  darles  á  beber  un  brebage  que 
llaman  itzpachtli;  esta  bebida  desatinaba  y  emborracha- 
ba, tomábanla  para  que  cuando  los  cortasen  los  pechos, 
estuviesen  sin  sentido.  Habia  de  estos  esclavos  algunos 
alocados,  que  ellos  mismos  corriendo  se  subían  a  lo 
alto  del  Cú,  deseando  que  los  matasen  de  presto, 
para  acabar  la  vida.  La  segunda  vez  cuando  hacían 
fiesta  a  estos  dioses  que  se  llamaban  Tlaxochimaco, 
no  mataban  á  ningún  esclavo;  hacian  entonces  a  nes- 
ta  á  honra  de  las  dos  diosas  ya  dichas;  también  es- 
ta honra  la  enderezaban  á  la  de  los  otros  cinco  dio- 
ses. En  esta  fiesta  todas  las  mugeres  ámantecas,  se 
imitaban  en  el  barrio  de  Amallan,  y  todas  se  com- 
ponían con  los  afeites  y  atavíos  de  estas  diosas  co- 
mo arriba  se  dijo;  pero  los  hombres  solamente  se 
emplumaban  las  piernas  con  pluma  colorada:^  en- 
tonces ofrecían  sus  hijos  é  hijas  estos  ámantecas*  es- 
tos dioses,  y  diosas,  y  prometían  de  meter  en  el  Cal- 
mecac,  á  los  hombres  para  que  aprendiesen  el  oficio  de 
Tultecaiotl,  y  si  eran  mugeres  demandaban  á  aquellas  dio- 
sas que  las  ayudasen  para  que  fuesen  grandes  labradoras 
y  buenas  tintoreras  de  tochomitl  en  todas  las  colores,  asi 
para  pluma  como  para  pelo  de  conejo.  El  barrio  de 
los   Ámantecas  y    el    de  los    Pochtccas  estaban    juntos, 

V  también  los  dioses:  estos  estaban  pareados,  el  uno  se 
llamaba  Yiacatecutli  que  es  dios  de  los  mercaderes, 
y  el  otro  se  llamaba  Coiotlinaoatl  que  es  el  dios  de 
los  ámantecas;  por  esta  causa  los  mercaderes  y  los 
oficiales   de   pluma,  se  honraban  los  unos  a  los  otros, 

V  cuando  se  sentaban  en  los  convites,  de  una  par- 
te se  colocaban  los  mercaderes,  y  de  otra  los  oficia- 
les de  pluma.  Eran  casi  iguales  en  las  haciendas,  y 
en  el  hacer  de  las  fiestas  ó  banquetes;  porque  los 
mercaderes  traían  de  lejos  tierras  las  plumas  ricas, 
y  los  ámantecas  las  labraban,  componían,  y  hacían 
las  armas  y  divisas,  y  rodelas  de  ellas  de  que  usa- 
ban  los  señores  y  principales,  que  eran  de  much^ 

Tóm.  II  51 


m 


:ú 


396 

maneras  y  de  muchos  nombres,  como  en  la  letra  es- 
tá esplicado.  Antes  que  tuviesen  noticia  de  las  plu- 
mas ricas  de  que  se  hacen  las  divisas  y  armas  ar- 
riba dichas,  estos  tultccas  labraban  plumages  para 
bailar  de  plumas  blancas  y  negras,  de  gallinas,  de 
garzotes  y  de  añades.  No  sabian  entonces  aun  los 
primores  de  este  oficio  que  ahora  usan;  sino  que  tosca- 
mente componian  la  pluma,  y  la  cortaban  con  nabajas 
de  iztli  encima  de  tablas  de  abebetl.  Las  plumas  ri- 
cas parecieron  en  tiempo  del  señor  que  se  llamaba 
Avitzotl,  y  trajéronlas  los  mercaderes  que  llamaban 
Tecunenenque,  cuando  conquistaron  las  provincias 
de  Anaoac,  como  hemos  referido:  entonces  comenzaron 
los  amantecas  á  labrar   cosas  primas  y  delicadas. 


CAPITULO  XX. 

De  los  instrumentos    conque  labran  los   oficiales  de  pluma. 

En  esta  letra  se  ponen  todos  los  instrumen- 
tos que  usaban  estos  eficiales  de  la  pluma,  y  tam- 
bién ahora  los  usan  donde  quiera  que  están;  pero 
no  se  declara  en  la  lengua  española.  Quien  quisiere 
verlos  y  saber  sus  nombres,  de  los  mismos  oficiales 
lo  podrá  averiguar,  y    verlos  con  sus  ojos. 

CAPÍTULO  XXI. 

De  la  manera   que  tienen  en  hacer  su  obra  estos  oficiales. 

En  esta  letra  se  pone  la  manera  de  obrar 
que  tienen  los  oficiales  de  la  pluma,  donde  se  refie- 
ren por  menudo  todas  las  particularidades  de  este 
oficio.  Quien  quisiere  verlas  y  entenderlas,  podrálo 
observar  con  sus  ojos  en  las  casas  de  los  mismos  oficia^ 


397 
les,  pues  que   los  hay  en  todas    las   partes  de  esta 
Nueva  España,  y  hacen  sus  oficios,   (a) 


FIN  DEL   NOVENO  LIBRO 
Y  DEL  TOMO  SEGUNDO, 


(a)  Todas  estas  oficinas  están  estinguidas:  hoy  no  se  labra  la 
pluma  mas  que  en  Pátzquaro,  en  muy  poca  cantidad,  y  es  muy 
costosa;  las  obras  que  por  lo  común  se  hacen  son  Santos,  ó  es- 
tampas iluminadas  con  ropajes  de  pluma.  El  mas  sobresaliente  en 
este  arte  en  estos  últimos  tiempos  fué  un  José  Rodríguez ,  el  cual 
presentó  al  primer  Congreso  general,  un  cuadro  con  las  armas  de 
la  República  mexicana  rodeada  de  trofeos,  y  en  remuneración  de 
obra  tan  particular,  el  Supremo  Gobierno  le  gratificó  con  ochocien- 
tos pesos,  á  solicitud  particular  mia  dirigida  al  Congreso  general. 
Rodriguez  poseía  el  secreto  de  untar  la  pluma  antes  de  pegarla,  para  li- 
brarla de  la  polilla  á  qué  son  muy  espuestas  estas  obras  de  Mo- 
sayco,  con  una  raíz  llamada  Tacinguis  que  se  halla  en  Pátzquaro 
según  me  dijo,  y  regaló  una  poca.  Como  este  ramo  no  tiene  pro- 
tección, es  de  presumir  que  dentro  de  poco  desaparezca  de  todo 
punto,  y  será  una  cosa  digna  de  deplorar,  pues  la  vista  de  estas 
piezas  contra  el  sol  es  brillante  y  agradable.  El  escudo  de  armas  de  la 
República  dicho,  se  presentó  en  el  balcón  principal  de  palacio  de 
ésta  Capital,  el  dia  4  de  octubre  de  (1829)  y  bajo  de  él,  se  co- 
locaron abatidas  dos  banderas  tomadas  al  general  Earradas,  cuan- 
do rindió  vergonzosamente  las  armas  á  los  generales  Santa — Anna 
y  D.  Manuel  Teran,  el  dia  12  de  setiembre  de  este  mismo  año. 
El  estandarte  de  caballería  se  quedó  en  el  estado  de  Veracruz;  tal 
fué  el  desenlace  de  esta  temeraria  espedicion  que  aseguró  la  In-. 
dependencia  mexicana  para  siempre. 


'[■ 


SUPLEMENTO 

AL  LIBRO  OCTAVO 

DE  LA  HISTORIA  DEL  P.  SJ.HAGUM 

— — — — -— ^^gageg^sM  »■ — 

Historia  del  Emperador  Moctheuzoma,  Xócoyotzin,  [*]  por 
el  editor  de  la  historia  del  P.  Sahagun  en  México. 


Mee  nimium  meruere  decus,  vestigio,  graeca 
Ausi   deserere,   et   celebrare   domestica  Jacta. 

HOEAT. 


■>5#: 


JL  or  muerte  del  rey  Áhuitzótl  se  reunieron  los  doce  electores 
del  imperio:  el  rey  de  Tezcoco  ,  Netzahualpilli,  como  primero  en 
dignidad  de  esta  corporación,  tomó  la  palabra  y  dijo  :  "Bien  sa- 
béis,, señores,  que  somos  subditos  del  imperio  Mexicano,  y  que  to- 
mo el  mayor  interés  en  que  éste  no  esté  confundido  en  las  tinie- 
blas, sino  que  como  cabeza  de  ésíe  continente  brille  como  luz 
hermosa  en  todo  él.  Careciendo  de  esta  antorcha,  estamos  espues- 
tos á  que  se  rebelen  contra  nosotros  los  pueblos  nuevamente  agre- 
gados á  la  corona;  y  por  otra  parte  estamos  cercados  de  enemi- 
gos  terribles,    como  los   Tlaxcaltecas,    Tliliuhquitepas,   Michoacanos, 

(*)  Esta  historia  redactada  en  la  mayor  parte  de  los  manuscritos  de 
D.  Fernando  Alvarado  Tezozomoc,  que  se  halla  en  la  librería  del  Con- 
vento de  S,  Francisco  traducida  del  mexicano  al  castellano,  se  inser- 
tó en  el  periódico  Centzontii  en  los  números  30  á  50  del  mes  de 
Noviembre  de  1823  por  el  editor  de  esta  obra,  que  entonces  esta- 
ba bajo  su  dirección.  Hubo  en  el  trono  de  México  dos  Mocthcuzomas, 
al  primero  llamaron  Huehue,  y  al  segundo  Xoroyotzin.  nombres  equi- 
valentes al  Sénior  y  Júnior  de  los  latinos.  El  de  que  hablamos  co- 
menzó á  reinar  á  15  de  Septiembre  de  1502.  Este  mes  es  famoso 
entre  los  mexicanos  en  diversas  épocas.  En  Septiembre  de  1808  fué 
la  prisión  del  Virey  Iturrigaray.  En  Septiembre  de  1810,  el  grito 
del  Cura  Hidalgo.  En  Septiembre  de  1821  la  entrada  del  Ejército  Tri- 
garante.  En  Septiembre  de  1829  la  completa  victoria  sobre  la  es- 
pedicion  española  mandada   por  el  general  D.   Isidro  Barradas. 


WTP 


H. 

y  otras  grandes  provincias,  que  prevalidas  de  la  ocasión  pudiera» 
atreverse  y  venir  sobre  nosotros.  Ni  esta  a  menos  espuestos  á  gran- 
des contingencias  nuestros  traficantes  y  mercaderes,  que  por  cau- 
sa de  sus  comercios  penetran  hasta  los  puntos  mas  distantes  del 
imperio.  Quisiera  por  tanto,  señores,  que  se  eligiese  prontamente 
por  rey  al  que  vosotros  señalaseis  con  el  dedo.  Bien  sabéis  que 
entre  nosotros  se  crian  y  están  ya  de  buena  edad  jóvenes,  bijo3 
de  reyes  nuestros  antepasados,  que  son  muy  dignos  de  serlo: 
ellos  están  además  formados  bajo  la  dirección  de  hombres  sabios 
y  sacerdotes  que  les  han  enseñado  la  ciencia  de\  gobierno,  tales  son 
los  hijos  de  Axáyacatl,  y  de  Tizóc,  á  uno  de  ellos  podríais  muy 
bien  elegir   para   gefe  del   imperio." 

Apoyó  este  pensamiento  uno  de  los  concurrentes,  y  dijo: 
,,Cuanto  ha  espuesto  el  rey  de  Tezcoco  es  la  verdad:  ecsisten  va- 
rios jóvenes  hijos  de  nuestros  monarcas  antepasados;  mas  es  me- 
nester que  6;!  imperio  se  confie  á  una  persona  de  edad  varonil, 
pagáz  y  prudente;  clemente  para  los  buenos ,  y  cruel  y  terrible 
con  los  enemigos,  hablo  de  los  hijos  del  rey  Áxayacatl:  enume- 
rólos á  todos,  incluyendo  á  Tlacoehcalcatl  Moctheuzoma,  en  quien 
desde  luego  se  conformaron  por  ser  joven  de  treintay  cuatro  años, 
hábil,  valiente  y  preciado  de  soldado;  asi  es  que  quedó  al  punto 
electo 'emperador.  Pasaion  luego  los  electores  á  traerlo  del  Calme- 
cüc,  donde  se  hallaba;  sahumáronLe  con  copal ,  é  hicieron  con  él 
las  ceremonias  de  estilo,  reducidas  á  sentarlo  en  el  trono ,  colo- 
cándole en  la  cabeza  el  Xiukhuiízolli,  6  corona,  que  semejaba  á 
una  inedia  mitra  que  se  ponían  desde  la  frente,  y  detrás  del  co- 
lodrillo se  ataba  con  una  trenza  sutil  que  remataba  en  delgada: 
cortáronle  el  pelo  del  modo  que  se  acostumbraba  con  los  reyes; 
ahujeráronle  las  ternillas  de  las  narices,  poniéndole  en  ellas  un  ca- 
nutillo delgado  de  oro  que  llaman  Acapitzactíi.  ciñéronle  un  teco- 
matiilo  con  tabaco,  que  llaman  piciete,  que  sirve  de  refuerzo  á  los 
indios  caminantes;  pusiéronle  orejeras  y  bezoleras  de  oro;  cubrié- 
ronle con  una  manta  de  red  azul,  que  semejaba  á  una  toca  del- 
gada con  mucha  pedrería  menuda  y  rica,  pañetes  costosísimos  y 
un  calzado  delgado  azul.  Acabadas  estas  ceremonias  le  saludaron 
los  reyes  de  Tezcoco  y  Tacuba  emperador, .y  arengaron  los  elec- 
tores, esponiéndole  en  el  discurso  menudamente  sus  obligaciones. 
Dijéronle  que  el  empleo  y  dignidad  á  que  se  le  habia  ascendido 
ecsigia  por  su  parle  la  mayor  vigilancia  y  continuo  desvelo,  así  pa- 
ra la  seguridad  interior,  como  para  la  esterior  del  estado:  cuidado 
en  los  templos  y  sus  ministros;  cuidado  en  los  sacrificios;  cuidado 
en  los  campos  y  sementeras;  cuidado  en  los  bosques,  árboles  y  fuentes, 
y  mucha  prudencia  para  emprender  las  grandes  obras  públicas, 
pues  por  no  haberla  tenido  su  tio  en  la  introducción  del  agua  de 
Acuecuexcatí,  estuvo  México  á  punto   de  perecer  por  una  espantosa 


111. 

inundación;  finalmente  le  reencargaron  visitase  los  cuatro  barrios 
de  México,  almacigo  fecundo  donde  se  formaban  los  valientes  mi- 
litares, (ó  según  la  espresion  literal  de  la  misma  arenga....)  don- 
de se  crian  y  doctrinan  las  águilas,  tigres  y  leones  osados,  y  la 
buena   república.... 

Es  reparable  el  modo  brillante  con  que  comenzaron  este 
razonamiento.,..  Ya  amaneció,  Sr.,  (le  dijeron)  estábamos  en  ti- 
nieblas] ahora  rehice  el  imperio  como  espejo  herido  con  los  rayos 
■de  la  luz....  Los  historiadores  Torquemada  y  Acosta,  y  también  el 
P.  Clavijero,  nos  han  conservado  como  modelo  de  felicitaciones 
el  razonamiento  del  Rey  Netzakualpilli  que  como  decano  de! 
-cuerpo  electoral    dijo,   y  á  la  letra   es  corno  sigue. 

,,La  gran  ventura  que  ha  alcanzado  todo  este  reino,  no- 
bilísimo señor,  (*)  en  haber  merecido  tenerte  á  tí  por  cabeza  de 
todo  él,  bien  se  deja  entender  por  la  facilidad  y  concordia  de  tu 
elección,  y  por  la  alegría  general  que  todos  por  ella  muestran. 
Tienen  cierto  muy  gran  razón;  porque  está  ya  el  imperio  mexi- 
cano tan  grande  y  dilatado,  que  para  regir  un  mundo  como  este, 
y  llevar  carga  de  tanto  peso,  no  se  requiere  menos  fortaleza  y 
brio  que  el  de  tu  firme  y  animoso  corazón;  ni  menos  reposo,  sa- 
ber y  prudencia  q«e  la  tuya.  Claramente  veo  yo  que  el  omnipo- 
tente Dios  ama  esta  ciudad,  pues  la  ha  dado  luz  para  escoger  lo 
que  le  convenia.  ¿Porque  quien  duda  que  un  principe  que  antes 
,de  reinar  había  investigado  los  nueve  dobleces  del  cielo,  ahora 
obligándole  el  cargo  del  reino,  con  tan  vivo  sentido  no  alcanzar 
las  cosas  de  la  tierra  para  acudir  á  su  gente?  ¿quien  duda  que 
el  grande  esfuerzo  que  has  siempre  valerosamente  mostrado  en  ca- 
sos de  importancia,  no  te  ha  de  sobrar  ahora  donde  tanto  es  me- 
nester? ¿Quien  pensará  que  en  tanto  valor  haya  de  faltar  remedio 
al  huérfano  y  á  la  viuda?  ¿Quien  no  se  persuadirá  que  el  impe- 
rio mexicano  haya  ya  llegado  á  k  cumbre  de  la  autoridad,  pues 
te  comunicó  el  Señor  de  lo  criado  tanta,  que  en  solo  verte  la  po- 
nes á  quien  te  mira?  (j)  ¡Alégrate,  ó  tierra  dichosa,  porque  te 
ha  dado  el  criador  un  principe  que  te  será  coiumma  firme  en  que 
estrives!  será  padre  y  amparador  de  que  te  socorras:  será  mas  que 
hermano  en  la  piedad  y  misericordia  para  con  los  suyos!  Tienes 
por  cierto  un  rey  que  no  tomará  ocasión  con  el  estado  para  re- 
galarse, y  estarse  tendido  en  el  lecho,  ocupado  en  vicios  y  pa- 
satiempos; antes  al  mejor  sueño  le  sobresaltará  el  corazón,  y  le 
dejará  desvelado  el  cuidado  que  de  tí  ha^de  tener:*el  mas  sabroso 
bocado  de  su  comida  no  sentirá,  suspenso  eíi  imaginar  en  tu  bien. 
¿Dime  pues  reino   dichoso,  si  tengo   razón  en  decir  que  te   regoci- 

(*)     Acosta   dice  ilustre  mancebo. 

íf)     Alude     á  que   era  un  hombre  grave,  mesurado   y  circunspect 
sr- 


IV. 

jes  y  alientes  con  tal  rey?  Y  tú,  ó  generosísimo  mancebo  y  muy 
poderoso  señor,  ten  confianza  y  buen  ánimo,  que  pues  el  señor 
de  todo  lo  criado  te  ha  dado  este  cargo,  también  te  dará  su  es- 
fuerzo para  tenerle:  y  del  que  en  todo  tiempo  pasado  ha  sido  tan 
liberal  contigo,  puedes  bien  confiar  que  no  te  negará  sus  mayores 
dones,  pues  te  ha  puesto  en  mayor  estado,  del  que  goces  por 
muchos  y  buenos    años." 

Clavijero  añade,  que  Moctheuzoma  probó  á  responder  hasta 
por  tercera  vez;  pero  que  no  se  lo  permitió  un  flujo  de  lagrimas; 
¡Cuanelocuente   no   estaría   en  el  idioma   mexicano! 

Sin  embargo,  salió  del  lance  dando  á  los  electores  muchas 
gracias  en  general,  pues  era  hombre  de  habilidad  estraordinaria. 
Concluido  el  acto  de  la  felicitación  pidió  Moctheuzoma  dos  pun- 
zantes agudos,  uno  de  hueso  de  tigre  y  otro  de  león,  con  ios  que 
se  hirió  y  sacó  sangre  de  las  orejas,  molledos  y  espinillas.  Luego 
tomó  unas  codornices,  á  las  que  cortó  las  cabezas,  y  con  su  san- 
gre salpicó  la  lumbre,  y  sahumó  la  hoguera  que  alli  habia;  en  se- 
guida subió  al  templo  de  Huitzilopochtlí  y  besó  la  tierra  tocando- 
la  con  la  punta  del  dedo  puesto  á  los  pies  del  ídolo:  tornó  otra 
vez  á  punzarse  en  las  mismas  partes  que  en  la  sala  de  la  elec- 
ción, y  á  salpicar  nuevamente  el  templo  con  la  sangre  de  las  co- 
dornices: tomó  el  incensario,  sahumó  el  ídolo,  y  después  á  las  cua- 
tro caras  del  edificio.  Hecha  reverencia  á  los  circunstantes,  bajó 
de  aquel  lugar  y  pasó  á  palacio,  de  donde  concluida  la  comida 
volvió  á  subir  al  templo,  y  no  subió  las  cuatro  gradas  que  había 
de  distancia  hasta  donde  estaba  el  ídolo,  sino  que  se  quedó  don- 
de estaba  la  piedra  redonda  ahujerada  por  donde  conia  ia  sangre 
de  los  sacrificios  humanos,  y  por  cuyo  grande  ahujero  se  arrojaban 
los  corazones  de  las  victimas:  tornó  á  hacer  nuevo  sacrificio  á  los 
dioses  de  cordonices  que  degolló,  y  volviendo  á  su  palacio  despi- 
dió la  comitiva. 

Habiendo  tomado  las  riendas  del  gobierno  Moctheuzoma  se  ocupó 
muy  luego  de  arreglar  la  servidumbre  de  su  casa.  Díjole  un  día  á  su  mi- 
nistro Zihuacoatl  Tilpotonqui:"  Quisiera  que  pues  muchos  délos  princi- 
pes mexicanos  tienen  hijos  en  esclavas  barraganas,se  les  destinase  en  los 
puestos  principales  de  embajadores,  y  que  se  apliquen  al  servicio  en  pala- 
cio, sin  mezclarse  con  los  plebeyos  ¿que  parecerán  sino  lo  que  una 
rica  joya  en  medio  de  muchos  chalchihuites  ,  que  cuando 
aquella  brillará  estas  parecerán  piedras  del  monte?  Hizo  pues  que 
por  medio  de  Zihuacoatl  se  hiciese  entender  esta  resolución  á  to 
dos  los  cuatro  barrios  de  la  capital  que  vinieron  gustosos  en  ella, 
y  le  entregaron  una  porción  de  niños  nobles  para  pages  del  servi- 
cio del  emperador,  á  quienes  instruyó  del  modo  con  que  deberían 
conducirse  en  la  servidumbre  del  monarca  y  del  templo,  previniéndoles 
que  jamás  le    mirasen  á  la   cara,  porque  serían  castigados  de  muer- 


éMmm» 


"á 


V. 

te.  Asimismo  les  encargó  se  guardasen  de  mezclar  con  las  mu- 
geres  del  rey,  só  pena  de  que  serian  tratados  como  á  traidores  y 
derribadas  las  casas  de  sus  padres.  Presentó  pues  Zihuacoatl  Til- 
potonqui  los  pages  que  habia  escogido  á  Moctheuzoma,  quien  los  tra- 
tó como  á  verdaderos  hijos,  y  les  dio  muchos  consejos  sobre  el 
modo  de  comportarse,  recomendándoles  particularmente  que  siem- 
pre le  hablasen  la. verdad  sin  trastrocarle  las  palabras,  y  que  jamás 
se  le  presentasen  agitados.  Finalmente  les  reencnrgó  el  aseo  y 
cuidado    de    la    casa   y  de   su    persona. 

Efectivamente,  de  estos  jóvenes  se  formaron  escelentes  ca- 
balleros y  muy  cumplidos  cortesanos,  que  después  obtuvieron  los 
primeros  puestos  del  imperio.  Para  solemnizar  la  coronación  del 
emperador,  eran  necesarios  sacrificios  de  víctimas  humanas,  y  aquí 
entró  el  buscar  pretestos  para  declarar  la  guerra  á  pueblos  pacíficos 
que  se  gozaban  con  su  libertad  é  independencia  del  imperio.  Nom- 
bró pues  embajadores  á  los  pueblos  de  Huizpac,  Tepeccas  y  á 
Nopalau,  ecsijiendoles  tributo  y  reconocimiento;  y  corno  no  se 
presentasen  á  ello  después  de  requeridos  hasta  por  segunda 
vez,  acordó  declararles  guerra,  y  al  efecto  convocó  á  los  prin- 
cipales caciques  y  electores  del  imperio,  inclusos  los  generales  mas 
famosos  de  aquellos  tiempos  GuauhnoctU  y  Tüancalquí,  á  quienes 
hizo  regalar  luego  que  se  le  presentaron.  Hechos  los  aprestos  de 
campaña,  se  mandó  "por  pregón  que  ningún  joven  quedase  en  Mé- 
xico, pena  de  ser  afrentado^y  desterrado  por  cobarde.  Hiriéronse 
varios  alardes  de  armas,  ejercitándose  la  milicia  en  las  evoluciones, 
y  puesto  á  punto  el  ejército  comenzó  á  salir  de  la  capital.  Con 
el  fardage  de  la  armada  salió  Moctheuzoma  con  los  primeros  ge- 
fes  del  imperio,  y  llevó  por  mácsima  aposentarse  en  cuartel  dife- 
rente del  de  los  reyes  de  Tozcoco  y  Tacuba,  y  comer  de  los  man- 
jares menos  delicados  como  esprésaraente  lo  previno  á  Petlacalcatl 
su  mayordomo.  Por  el  camino  y  lugares  del  tránsito,  fué  muy  obse- 
quiado de  los  pueblos  Llegado  á  Nopalan  y  á  Ycpacíepec  dio  orden 
al  capitán  Cuauhnoctli  mandase  á  los  reyes  que  preparasen  al  ejér- 
cito para  entrar  en  batalla  con  una  alocusion  ó  arenga  exhortato- 
ria, cual  se  tenia  de  costumbre  en  los  ejércitos  mexicanos.  Prome- 
tíaseles  en  ella  mucha  gloria  por  el  triunfo,  riqueza  y  comodidades, 
con  la  posesión  de  los  bienes  de  los  vencidos,  y  en  el  caso  de 
morir  en  la  demanda  un  descanso  perpetuo  con  Tiilacahuan,  Tía- 
zotlaíeuchtli  y  Xiuhtenchtíi,  dioses  de  los  aires,  de  las  lluvias  y 
noches.  Ejecutada  esta  operación  por  los  viejos  Cuauhhuehueques^ 
Tequihuaques  y  Otomíes,  mandó  el  emperador  que  no  se  matasen 
á  los  que  hiciesen  prisioneros,  sino  que  los  llevasen  vivos  al  sacri- 
ficio á  México.  Escogió  de  los  mas  valientes  y  astutos  soldados 
partidas  de  esploradores,  para  ecsaminar  las  localidades  del  ene. 
migo;  é   instruidos  de  ellas  dispuso  el  ataque   para   la  media  noche- 


P5T 


VI. 

Reencargó  el  mas  profundo  silencio  á  las  filas,  y  de  este  modo 
penetraron  hasta  lo  mas  interior  del  pueblo  los  batidores  del  ejér- 
cito, -los  cuales  para  probar  que  todo  lo  habian  ecsarninado,  pre- 
sentaron varias  criaturas  tiernas  que  quitaron  del  lado  de  sus  ma- 
dres, arropándolas  en  sus  mantas  para  que  si  gritasen  no  fuesen 
oídas.  Asimismo  trajeron  muchos  metates  y  metlalpiliís,  todo  lo  cual 
mostraron   al  rey  comprobando  su  esposicion, 

Mocíheuzoma  al  salir  el  Tlakuixcolpam  Teuhctli  (ó  sea  el 
lucero  del  alba)  se  aprestó  para  la  batalla;  armóse  de  toda  espe- 
cie de  armas  de  su  nación,  y  se  dejó  ver  con  una  divisa  muy  rica 
de  plumería,  y  encima  una  ave  muy  relumbrante  que  llaman  Tlauk- 
quechotl,  en  actitud  de  volar;  debajo  llevaba  un  tamborcillo  dorado 
muy  resplandeciente,  trenzado  con  una  pluma  de  la  misma  ave,  una 
rodela  dorada  muy  fuerte,  una  sonaja  llamada  Omichicahuax,  y 
una  macana  de  nabaja  ancha  y  cortadora  de  pedernal. 

Dio  un  alarido  para  que  la  partida  de  guerrilla  esploradora 
saliese,  y  los  escuadrones  estrechamente  unidos,  como  si  formasen 
un  paredón,  avanzaron  uniforme  y  reciamente.  Moctheuzoma  ganó 
la  vanguardia  y  subió  á  una  pared  de  la  fortaleza  enemiga,  des- 
de donde  comenzó  á  tocar  su  tamborcillo,  y  de  cuando  en  cuando 
las  sonajas  para  animar  á  sus  soldados;  cobraron  éstos  tanto  áni- 
mo, que  comenzaron  á  hacer  sobre  sus  enemigos  una  horrible  ma- 
tanza, sin  perdonar  secso  «i  edad:  quemaron  luego  el  templo  y  lo 
asolaron,  é  hicieron  lo  mismo  con  las  casas.  En  vano  invocaban 
aquellos  infelices  la  piedad  de  los  mexicanos,  ofreciendo  tributar- 
les como  querían,  pues  se  mostraban  inecsorables;  sin  embargo  al- 
guno preguntó  al  emperador  si  continuaban  la  carnicería;  él 
mandó  que  cesase  luego,  y  viniesen  ante  él  los  caciques  de  aque- 
llos pueblos,  como  efectivamente  lo  hicieron;  le  prestaron  obedien- 
cia y  pagaron  tributo.  Mandó  retirar  el  ejército  y  que  se  espidiesen 
cordilleras  á    los  pueblos   del  tránsito  para  su   recibimiento. 

Entrado  en  Chimalhuacan  Chalco,  fué  recibido  el  empera- 
dor por  los  que  habitaban  cerca  del  volcan  con  muchísimas  clases 
de  rosas  y  perfumaderos;  mas  como  era  de  noche,  no  se  le  hizo 
la  ofrenda  del  tributo  sino  hasta  el  dia  siguiente  que  trajo  cada 
pueblo,  consistente  en  cargas  de  ropa.  Mandóse  que  toda  persona 
de  representación  saliese  de  México  á  recibirlo.  Al  siguiente  dia 
llegó  á  Chalco,  y  las  felicitaciones  de  los  viejos  fueron  muy  es- 
presivas.  ¡O  bienaventurados  nosotros  pobres,  le  decían,  que  aun- 
que somos  polvo  y  lodo,  te  hemos  visto  con  salud!...  vendréis  can- 
sado y  trabajado  de  los  ásperos  caminos,  montes,  lluvias,  aires  y 
soles  que  habréis  padecido....  descansad,  señor,  hijo  y  nieto  que- 
rido de  todos  los  mexicanos.  Acabada  la  comida  vinieron  á  reci- 
birlo los  Atenhuaques  comarcanos  de  la  laguna  cargados  con  toda 
clase  de  peces  y   sabandijas   de  las  que  cria,  y   de  patos,  que  agrá- 


VIL 

d'ecíó  mucho  el  emperador.  Condolióse  de  todos  ellos  y  mando  S 
sus  mayordomos  les  diesen  de  comer  y  beber,  á  los  viejos  rosas  y 
perfumadores,  y  á  las  mugeres  de  los  pescadores  enaguas  y  hueipi- 
les:  el  ejército  marchó  para  la  corte,  y  el  principe  se  quedó  á  la 
retaguardia.  Los  cautivos  se  colocaron  en  dos  largas  filas.  Al  en- 
trar por  Mazatlan,  comenzaron  á  dar  horrendos  gritos  en  su  len- 
gua, que  penetraban  de  dolor  á  los  corazones  mas  insensibles,  y 
tanto  mas  cuanto  que  se  les  violentaba  para  que  entonasen  ó  en- 
dechasen según  era  costumbre.  Colocados  los  viejos  y  sacerdotes 
que  habian  quedado  en  México  sobre  ei  templo  mayor,  resonaban 
cornetas  y  caracoles,  que  eran  correspondidos  de  los  demás  tem- 
plos. Formaron  los  viejos  en  dos  hileras,  entrenzados  los  caballos 
con  cuero  colorado,  vestidos  con  ichahuipiles  armados  con  rodelas, 
y  bastones  en  lugar  de  macanas.  Ni  les  faltaba  el  calabasillo  de 
tabaco  picietl,  y  en  las  manos  llevaban  muchos  de  ellos  incensa- 
rios. Entraron  por  Xoloco  (donde  hoy  está  S.  Antonio  Abad)  y 
abrian  la  marcha  del  ejército   los   prisioneros,   á    quienes   los    viejos 

saludaron  diciendo seáis  bien  venidos  hijos  del    sol;     ya  habéis 

llegado  á  la  casa  de!  gran  Sr.  Huitzilopochtli...  Lleváronlos  luego 
á  los  pies  del  ídolo  de  este  nombre,  y  los  presentaron  haciéndo- 
los arrodillar  uno  á  uno  á  los  pies  del  simulacro,  tocando  la  tier- 
ra con  el  dedo  en  señal  de  reverencia.  Recibiéronlos  los  sacerdo- 
tes que  se  presentaron  tocando  sus  bocinas,  y  los  llevaron  á  una 
casa  fuerte  llamada  Quauhcalco-,  6  casa  del  Águila.  (*)  Moc- 
theuzoma  llegó  entre  una  nube  de  sahumerios  hasta  la  gian  plaza 
donde  se  tocaron  multitud  de  cornetas  y  caracoles;  subióse  á  lo 
alto  del  templo  donde  se  punzó  con  un  agudo  hueso  de  tigre  las 
estremidades  de  las  orejas,  molledos  y  espinillas;  tomó  el  incen- 
sario, y  comenzó  á  perfumar  al  idoío.  Bajóse  á  su  palacio  donde 
lo  felicitaron  por  su  llegada  los  Srés.  y  reyes  de  Tezcoco  y  Ta- 
cuba  diciendole...  Ya  Sr.  habéis  cumplido  con  vuestra  obligación... 
Pasa  como  águila  volante  sobre  nuestras  cabezas,  señoreador  de 
todos  los  mortales;  descansad  en  vuestra  casa,  que  nosotros  pasa- 
mos á  hacer  lo  mismo  á  las  nuestras..,  Moctheuzoma  agradeció 
la  espresion,  y  dispuso  que  á  todos  se  les  regalase  con  comida  y 
ropas.  Después  se  presentaron  á  obsequiarlo  los  gefes  de  los  cua- 
tro barrios  de  México,  é  hizo  que  se  distribuyesen  ropas  á  los 
soldados,   y  en   especial  á  las   viejas   pobres. 

El  ministro  Zikuacóatl  Tilpotonqui  convocó  á  los  principales 
gefes  mexicanos  y  les  dijo,  que  convenia  despacharen  mensageros 
á  los  lugares  mas  remotos  participándoles  el  nombramiento  de  Moc- 
theuzoma al  Imperio,  para  que  acudiesen  con  sus  tributos,  como  efec- 
tivamente á  poco  tiempo  comenzaron  á  venir.  El  Emperador  dispuso 
que  se  convidase  á  todos  los  principes  enemigos  para  la  fiesta  de  su 

(*)     Era  la  eárcel;  tenia  una  águila  porque   eran  las  armas  del  imperio . 


vni. 

ecsaltacion.  El  Senado  convino  en  ello.  Escogiéronse  para  la  empre- 
sa hombres  valientes  y  resueltos,  principalmente  de  los  mercaderes, 
á  quienes  la  codicia  hace  arrostrar  á  todo  peligro:  regalólos  á  to- 
dos, y  les  ofreció  cuidar  de  sus  familias  si  acaso  morian  en  la 
comisión.  Llegados  al  monte,  en  los  términos  de  Huexotzinco  y 
Chalco,  hicieron  cargas  de  ocote  unos  y  otros,  cubiertas  con  trébol 
montesino,  que  llaman  Ocoxóchith  y  aparentando  ser  leñeros  entraron 
en  Cholula,  Tlaxcala  y  Huexotzinco,  donde  lograron  hablar  con  los 
gefes  de  aquellos  gobiernos,  que  les  trataron  muy  bien  y  aceptaron 
el  convite.  Los  magistrados  de  Tlaxcalan  quedaron  de  acuerdo  en  que 
saliesen  á  recibir,  para  su  mayor  seguridad,  á  los  mexicanos  á  la 
mitad  del  monte  del  volcan.  Igual  écsito  tuvieron  los  enviados  á 
la  Huaxteca,   Cuextlan,   Mextitíán  y  Michoacán. 

Dióse  orden  á  los  mayordomos  de  palacio  para  que  reci- 
biesen á  los  huéspedes,  y  tratasen  con  toda  opulencia  y  dignidad. 
Catorce  salas  se  limpiaron  y  aderezaron  de  la  manera  mas  esqui- 
sita  que  se  pudo,  para  la  hospedería  de  estos  personages.  Dióse 
también  orden  de  que  entrasen  de  noche  para  no  ser  vistos  del 
pueblo.  Enmedio  del  gran  patio  del  palacio  se  puso  una  galera 
ó  jacalón,  donde  se  colocaron  los  instrumentos  de  música  Teponax- 
Üi  y  Tlalpanhuehnetl,  con  que  hacian  la  armonía  de  la  horques- 
ía.  Veíanse  allí  las  armas  de  la  nación,  es  decir  la  águila  de  pa- 
pel, pintada  naturalmente,  sobre  una  peña  un  grande  tunal,  y  la 
águila  teniendo  en  un  pie  una  gran  víbora  despedazada,  muy  bien 
dorada,  y  rica  pedrería  en  derredor  de  ella,  á  usanza  mexicana, 
que  llaman  Teocuitla  amaixcuatzolii  (*).  En  los  lados  del  xacalon, 
en  cada  esquina,  habia  una  ave  grande,  cuyos  pelos  y  plumas  eran 
de  las  mismas  llamadas  Huahquechotl  üzinízcan,  cuya  plumería  re- 
lumbraba. Habia  también  unas  enramadas  muy  enfloradas  con  toda 
clase  de  bellas  rosas,  bajo  las  cuales  habia  asientos  grandes  y 
adornados  que  llamaban  fepotzoycpalli,  y  á  sus  pies  habia  cueros 
de  tigres.  Los  mejor  dispuestos  eran  los  de -ios  Tlaxcaltecas,  Hue- 
xotzincas  y  Chololtecas.  En  otra  sala  estaban  los  de  los  señores  de 
Michoacán,  Cuextlán,  Tliliuhquitepecas  y  Mextitlún>  cada  uno  por 
su  orden.  Después  de  media  noche  diez  principales  personages 
muy  adornados  pasaron  á  llamar  á  los  señores  de  Tlaxcalan,  Hue- 
xotzinco y  Cholula,  llevando  grandes  luces;  lleváronlos  á  sus  salas 
á  palacio,   y   comenzó   el  baile    del   Mitote   en   su  obsequio. 

La  mañana  del  primer  dia  de  la  fiesta  preparada,  mandó 
el  emperador  se  diese  al  rey  de  Aculhuacán,  primero  que  á  otros, 
una  trenzadera  de  cabello   con  muy  rica  plumería,  besolera  de  oro, 

(*)  Me  he  detenido  en  la  descripción  del  escudo  nacional  antiguo  del 
imperio,  porque  en  estos  dias  se  le  ha  querido  quitar  la  culebra,  teniéndolo 
ciertos  preciados  de  críticos  por  fabulosa.  Será  una  impostura;  pero  de 
ella  habla  D.   Fernando    Al  varado   Tezozomóc. 


(teocuittamnte- 
de    oro    como 


orejeras,  y  una  banda  ancha  muy  bien  dorada 
mecatVy  un  collar  de  pies  dorado,  y  con  campanilla? 
rapacejos,  una  manta  azul  de  red  con  mucha  pedrería  rica  en  ios 
nudos,  y  unos  pañetes  azules  como  toballas,  cuyas  borlas  traían  tam- 
bién campanillas  de  ero,  y  lo  mismo  de  la  manta.  Otro  igual  ob 
sequío  se  hizo  al  rey  de  Tlacopan.  Presentáronse  ambos  príncipes 
al  baile,  ornados  con  gran  plumería  y  brazeletas  de  oro,  y  llevan- 
do la  delantera  comenzaron  á  danzar.  Llamó  Moctheuzoma  á  su 
mayordomo  PeilacaÍGail-,  y  le  mandói  repartiese  entre  los  príncipes 
■forasteros  las  alhajas  que  estaban  bajo  su  custodia;  mas  por  sí. 
.mismo  llamó  á  los  señores  mexicanos,  y  por  mano  de  su  minis- 
tro Zihuacoatl  les  dio  otro  tanto,  como  á  los  reyes  de  todo  gé- 
nero, de  modo  que  ningún  principal  quedó  sin  obsequio....  Vestios, 
(les  dijo)  señores,  pues  al  fin  hemos  do  morir,  sea  hoy  ó  maña- 
na: hoy  lo  hacemos  por  nuestros  enemigos,  y  mañana  lo  harán 
ellos  por  nosotros;    y    acordaos   de  lo  que  'os  digo." 

Vestidos  todos  ricamente  fueron  á  recibir  á  los  señores  de 
Tlaxcalan,  Hueljozineo,  Cholula  y  Tiiliuhquitepec:  repartiéronse 
otros  tantos  mexicanos  á  traer  a  los  señores  de  Cmxílán  y  Mex- 
iitlán;  otros  fueron  por  los  de  Mechoacán  y  Yopicas,  todos  vi- 
nieron por  detrás  de  las  casas  del  palacio,  y  los  de  Huaxteca. 
Mandóse  que  no  hubiese  lumbre  donde  residiesen  estos  caballeros, 
sino  solo  braceros  grandes  con  carbón,  y  que  no  los  viese  el  pue- 
blo, bajo  graves  penas.  Los  de  Tlaxcalan  y  Cholula  dijeron  que 
querían  hablar  al  emperador,  quien  condescendió  gustoso.  Saludá- 
ronlo con  cortesía^  respeto,  haciéndole  una  oración  elocuente  de 
parte  de  Maxiscatzin:  lisonjeáronse  de  verle  y  de  presenciar  aquel 
espectáculo  de  grandeza,  y  que  á  pesar  de  las  diferencias  que  habia 
entre  ambas   naciones   les   regalaba   el   emperador    con   su  vista. 

Por  tanto,  y  en  señal  de  la  buena  amistad  de  Maxiscatzin-,  le 
suplicaron  recibiese  á  su  nombre  un  arco  y  plumería  groseras,  y 
unas  inanias  de  nequen  6  pita,  y  unos  calzados,  pues  era  gente' 
pobre  serrana,  Chichimeca  (*).  El  emperador  respondió  con  digni- 
dad, y  solo  dijo:  „Desde  aquí  saludo  á  mi  buen  sobrino,  y  le  deseo 
mucho  acrescentamiento  en  todos  sus  bienes/*  Hizolos  sentar  en  sus 
respectivos  puestos.  Entraron  en  seguida  los  señores  de  Cuextlán, 
Huaxteca  b  Mext-itlán,  y  después  del  saludo  le  presentaron  ropas 
de  las  que  en  aquellos  países  se  labraban,  que  semejaban  á  unos 
capisallos   labrados   con   unos  canutillos   de   oro   bajo.  (Acatlapitza- 


1 


' 


(*)  Tlaxcalan  no  tenia  oro  ni  argentería,  ni  aun  sal  tenia;  pero  le 
sobraba  honor^libertad  y  valor,  para  defender  contra  los  mexicanos  es- 
tas dos  prendas  preciosas  en  campaña,  como  después  veremos.  ¡Ojalá  y 
que  tan  bellas  cualidades  hubiera  conservado  después,  y  no  que  fué  el 
nstrumento  ciega  de  las  conquistas  de  los  españoles! 


k))  y  unas  cuentas  gruesas  de  finas  piedras,  (Matlapilolli),  uno*r 
collares- de  gargantas  de  pies  ancho  (Yelipapaatl),  que  después  de- 
abrochada  ia  garganta  del  pie,  llevaba  cómo  una  ala  pequeña  de 
ave,  que  sonaba  con  cascabeles,  de  oro  muy  pequeñitos,  y  unos- 
como  medios  guaníes  (Zoatexcatl)  con  plumería  muy  menuda,  y 
que  relumbraba  mucho.  Después  entraron  los  señores  da  Michoa- 
eán,  quienes  aunque  mostraron  un  comedimiento  muy  urbano,  es- 
pusieron su-  embajada  con  mucho  laconismo ,  á  nombre  del  rey 
Catzonzi.  Es  reparable  e!  obsequio  que  hicieron,  que  consistía  en 
unos  hucypiles  como  manteos  de  clérigo,  abrochados  por  el  pes- 
cuezo* y  hasta  la  espinilla,  y  brazos  '•  remangados:  mantas  cortas 
(Tzanaíon)  muy  bien  labradas.,  arcos  con  carcaxes  de  flechas  do- 
radas, con  cien  varas  cada  uno.  Finalmente  le  presentaron  por: 
obsequio  varios  pescados  condimentados  en  barbacoa.*  (*)  Finalmente 
se-  presentaron  los  señores  de  Yopitzinco,  quienes  hecho  su  sa- 
ludo ofrecieron  de  obsequio  piedras  muy  ricas  de  diferentes  co- 
lores, canutillos  de  pluma  líenos  de  oro  en  polvo,  y  cueros  de 
tigres,  leones  y  lobos  muy  bien  adobados.  Inmediatamente  pasa- 
ron todos  á  una  gran  sala  donde  el  emperador  les  dio  una  ex- 
pléndida  mesa,  y  concluida  ésta  se  distribuyeron  á  los  convidados 
muy  delicadas  piezas  de  ropa,  en  cuya  'descripción  nos  será  per- 
mitido detener,  á  saber:  mantas  que  llamaban  Xahualquauhyo,. 
con  labores  azules:  otras  de  varios  colores,  Ixnextlacuüolo;  otras 'de 
color  de  cuero  de  tigre,  Ozelotlimatli;  otras  de  culebras.  Itzcoayo;  pa- 
ñetes de  diversas  maneras  y  colores,  Yopimaxtlail,  Iizohuaizaülmax- 
tie,  Icuayahualuchqui;  rodelas  -muy  ricas,  macanas  y  divisas  de  guerra. 
A  los  Tlaxcaltecas  se  les  dieron  encima  de  la  plumería 
cabezas  de  oro  de  Cuetzoloth  ó  sea.  de  perro  sin  orejas,  y  otras 
como  de  rio  corriente  que  llamaban  Tzococotti  á  los"  de  *  Hue  - 
jotzinco.  A  los  de  Huaxteca  en  las  armaduras  una  divisa  de  la- 
muerte  Toxmiquixili.  A  los  de  Michoacán  armas  y  divisas  con 
mariposas  de  oro,  y  alas  azules  muy  al  natural.  A  los  Yoyopi- 
cas  otro  género  de  mariposas  sobre  Jas  divisas  militares  de  color 
de  pedernal,  negro  y  leonado.  Concluido  este  acto  de  retribución, 
el  ministro  Zihuacoatl  Tlipotonqui  tomó  la  palabra  á  nombre  del 
emperador,  y  del  Senado  de  México,  é  hizo  á  todos  los  envia- 
dos un  hermoso  razonamiento,  para  que  se  congratulasen  con  sus 
respectivos  gefes  y  señores  de  parte  de  Moctheuzoma,  y-  que  en 
el  entretanto  partian  á  sus  provincias,  holgasen  con  gran  satisfac- 
ción   en    el   gran    patio    de    Huitzilopochtli.     Inmediatamente    fueroi? 


{■')  El  lector  disimulará  que  nos-  deterioramos  en  estas  menudas  des- 
cripciones,, porque  dan  idea  del  estado  de  las  costumbres  y  usos  de 
aquellos  tiempos:  á  nosotros  nos  parecen  minuciesas  y  despreciables; 
tal.  vez.  no.  lo   parecerán   á   la  posteridad. 


TL 

■til  baile  en  número  de  mas  de  dos  rail  personas,  Tlepitiéroitór; 
Jos  areytos  cuatro  noches  con  cantos;  y  para  que  el  pueblo  no  cono- 
ciese a  los  extrangeros,  los  desfiguraban  con  cabelleras  largas,  ai 
modo  dé  nuestras  máscaras,  y  comieron  en  los  festines  hongos 
monteses  con  que  se  embriagaban.  Terminada  la  función  :il  quin- 
to día,  se  despidieron  del  emperador,  y  el  ministro  tomo  la  pala- 
bra por  el,  deseándoles  muy  feliz  viage.  Moctheuzoma  finalmen- 
te les  resaló  Tcocuitlayxcuaamatlíizo¡io,  una  especie  de  corona  y 
media  mitra  para  sus  señores,  pues  en  -ésta  se  simbolizaba  la  au- 
toridad civil,  y  mozqueadores.  Así  partieron  Menos  de  gozo  y  sa- 
tisfacción. 

Jamás  se  babia  visto  celebridad  mas  augusta,  y  en  que 
hubiese  presidido  la  hospitalidad,  la  decencia  y  la  confianza-  Se- 
guramente el  emperador  no  quiso  turbar  la  alegría  de  esta  fies- 
ta con  los  clamores  y  ayes  de  las  infelices  víctimas  sacrificadas, 
.-como  lo  hizo  pu  predecesor  Aliuitzotl;  pues  mandó  que  los  pri- 
sioneros hechos  en  Nopalaa,  se  reservasen  para  la  _  fiesta  anua 
de  Atlar  ahítale  o-.  6  sea  el  comienzo  del  nuevo  ano,  diciendo 
con  política,  que  no  era  justo  que  el  templo  de  Huitzüopochtli, 
¿teatro"  de  aquella  función, '  apestase  con  la  sangre  de  los  sacrifi- 
cios humanos.  Por  este  tiempo  murió  el  rey  de  Tacuba  Totoqui- 
újuaxili,   y   Le  succedió   en   el  .trono    Tlaliecaízin. 

.SEGUNDA   PARTE. 


Pasado  algún  tiempo  se  supo  en  México  que  los  íiatur 
Íes  de  Xaítepec  y  Guatzordeccís  hablan  muerto  á  unos  mercade- 
res de  Aízcapotzalco,  Cuauhtitlan  y  Chalco,  por  robarlos,  y  ade- 
más se  habían  levantado  contra  el -emperador.  Muy  luego  trató 
ésto  de  salir  á  campaña,  y  lo  verificó,  dejando  en  la  corte  por 
su  lugar  teniente  á  Zihuacoaíl,  previniéndole  residiese  en  palacio, 
y  para  la  administi ación  pública  consultase,  como  con  asesores., 
con  ios  ancianos  Mixcoailailoílac  y  TlehuahuaeaLl:  reencarnóle  con 
particularidad  el  cuidado  de  los  templos  y  colegios  de  niños,  Zi- 
huacoaíl, correspondió  á  ésta  confianza,  y  aun  hizo  cierta  refor- 
ma en  la  casa  imperial,  mudando  algunos  criados  y  haciendo  en- 
trar otros  qne  sirviesen  mejor.  Estando  el  emperador  en  ios  mon- 
tes inmediatos  á  Xaítepec, '  dividió  el  ejército  en  tres  trozos  pa- 
ra que  atacasen  por  diferentes  puntos,  y  se  pudiese  cortar  fácil- 
mente la  retirada  al  enemigo:  dictó  varias  órdenes  para  que  se 
guardase  el  mayor  sigilo  antes  del  ataque,  precediendo  á  éste  la 
exhortación  ejército  al "  de  estilo,  Moctheuzoma  tomó  la  vanguar- 
dia en  el  asalto  que  se  dio  á  la  fortaleza  de  Xaítepec:  situóse 
«a  ella  para  desde  allí  hacer  con  sus  capitanes  un  reconocimien 
io   del   enemigo;    después   subió   al   templo   que    hizo    incendiar,   j 


XII. 
cuya  providencia  desalentó  á  sus  enemigos;  pero  viéndolos  aun 
tenaces  en  la  resistencia,  mandó  llevarlo  todo'  á  sangre  y  fue^o, 
exceptuando  á  los  niños  de  ambos  sexos:  cumplióse  su  orden  tan 
exactamente,  que  no  quedó  en  ei  pueblo  homb*e  adulto.  A  és- 
ta sazón  se  presentaron  los  de  ia  costa  de  Tehuardepec,  los  Mi- 
cahuatecas,  é  Ixhuatecas,  ofreciendo  pagarle  tributo:  hospedáronlo 
en  sus  casas  principales,  y  de  hecho  le  tributaron  piedras  precio- 
sas, esmeraldas  y  plumas  de  Tlauhquechoil,  y  Tzisdzcan  que  es 
el  supremo  regalo  de  los  mexicanos,  con  mas  coronas  doradas, 
bandas  anchas  de  Ídem,  gargantas  de  los  pies  sembrados  en  ern? 
granos  de  oro,  mozqueadores,  y  cargas  de  mantas  muy  ricas  de 
iodo   género. 

Prendóse  mucho  el  emperador  de  éste  obsequio,  y  no  per- 
mitió que  de  los  mismos  indios  lo  trajesen  á  México,  por  ser 
mucha  la  distancia,  ofreciéndoles  regalar  en  retorno  con  gente 
mexicana,  que  les  traería  lo  que  pensaba  mandarles.  Parece'  que- 
aquí  tiene  lugar  la  célebre  anécdota  que  cuenta  el  cronista  Herrera. 

Caminaba    (dice)    el    ejército    para    Tehuantepeque,    y    como 
observase   Moctheuzoma    que    los    soldados   se    detenían     damasiado 
en   guizar   sus   ranchos   en    el   pueblo    de    Tecomaxaca    (camino    de 
Tehuacan    para   Oajaca),   se   incomodó   mucho-    y    les   mandó   á  to- 
dos quebrar  las  ollas  y  cazuelas.    Regresóse   luego   para    México,    y 
quiso   entrar    en  la    capital,   visitando    antes   el   cerro    ríe   Tepeapui- 
co    que    está   dentro   de   la   laguna,  para  ver   allí    sus  jardines  y  ár- 
boles  de    Cacaloxochitl   (*),    el   Pantitlán,    y   ojos  de    agua  grandes, 
y   la    piedra   labrada    que   se     le    dedicó   allí  al  dios   de   las    aguas, 
cuando    hervía   fuertemente   la    laguna,   y   donde   fueron    eclisdos  vi- 
vos   en    sacrificio   expiatorio  muchos  enanos,  corcobadoa  y  .blancos  de 
nacimiento   llamados    Tlacazíaltzin.     No   habría    hecho     este     viage 
por    la    laguna,     si    hubiera     traído     prisioneros.    Av;sc     á     México 
de    su    llegada    al    Senado,    para    que    se    le    recibiese    con   pompa  é 
immmase    la   ciudad.    Fué   infinito    el  gentío   que    lo    esperaba  y  sa- 
lió  á    recibir   en   multitud    de    canoas,    trayéndole    muchos    regalos 
de    peces    y    sabandijas    de    la    laguna,    con    gas  zas    y    pojaros    vivos* 
(obsequio   que    agradeció   y   remuneró,    mandando   dar   de    comer  á 
los   pobres   y   á   las   viejas,    regalándolas   á   cuatro   mantas    y  pañe- 
tes,   y    á    cuatro    enaguas   á    cada    una,     con    lo     que     se     retiraron 
contentísimas.)   El   recibimiento   fué    suntuoso;  subió    al  templo,  dio 
gracias,    y   se   sacó   sangre,   como   acostumbraba    en  tales  casos.   Al 
dia  siguiente  recibió  las  felicitaciones  de  los  cuatro   barrios  de  Mé- 
xico,  y   también   hizo    vestir   á   los    pobres.     Hubo    una    especie    de 


(*).  Árbol  muy  común  en  tierra  caliente;  sa  flor  es  tan  delicada 
para  la  vista  como  gustosa  si  paladar,,,  pies  mantiene  su  natural  ira-- 
gaucia.    conservada  en.  la   miel. 


mssBOMmm 


X'IiL 

competencia  entre  todos  los  pueblos,  aun  dé  les  «lié  remotos  del 
imperio,  por  venir  á  saludarlo  Todos  regresaban  bendiciendo!'», 
pues  el  no  quedaba  corto  en  responder  á  sus  obsequios  con  lar- 
gueza. 

Pasado  algún  tiempo  de  su  llegada,  mandó  llamar  á  uno»! 
mercaderes  eme  iban  para  Tvtuíeveque  y  Qyelzulíepec*  y  les  di- 
jo: que  cuando  llegasen  á  Tututepeque  dijesen  ai  cacique  que 
tendría  mucho  gusto  en  que  le  mandasen  algunas  piedras  ricas, 
y  lo  que  ellos  llaman  HuiizilteMl  y  que  conocemos  con  el  nom- 
bre de  ojo  dé  gato.  Efectivamente  caminaron  con  el  mayor  em= 
peño,  y  llegados  á  la  presencia"  del  cacique  dieron  su  mensaje. 
Maridóles  ebíe  qub  descansasen,  y  que  lo  consultaría  con  el  de 
Quetzalíe^ec;  mas  éste  se  irritó  sobre  manera,  diciendo  que  él 
no  era  tributario  de  Moctheuzoma:  púsose  de  acuerdo  con  el  ca- 
cique de  Tututepeque,  de  que  matase  en  su  pueblo  á  la  mitad 
de  los  enviados,  y  mandándole  á  el  la  otra  mitad  al  suyo  eje- 
cutaría otro  tanto.  De  hecho  así  se  verificó:  entraron  repentina- 
mente donde  estaban  dos  enviados,  y  en  una  y  otra  parte  los 
mataron  á  palos.  Arrojaron  sus  cuerpos  al  rio  que  está  inmedia- 
to, y  comenzaron  luego  á  levantar  un  gran  baluarte,  confederan 
dose  los  dos  pueblos  para  resistir  al  emperador,  en  el  que  tra- 
bajaron veinte  mil  indios.  Acordaron  asimismo  dichos  caciques- 
que  en  el  punto  de  Quetzaltipan  se  pondrían  guarniciones,  alter- 
nando en  ellas  los  soldados  de  los  dos  pueblos  para  impedir  que 
entrase  ningún  mexicano. 

Ai  cabo  de  algunos  dias-  se  presentaron  por  accidente  al- 
gunos mercaderes  de  ésta  nación,  á  quienes  impidieron  la  entra- 
da- Encontraron  en  ciertas  represas  del  rio  algunos  cadáveres 
corrompidos,  de  cuyas  ropas  y  cabelleras,  aunque  podridas,  toma- 
ron para  mostrarlas  al  emperador,  á  quien  se  presenta-ron--  mny 
espantados   refiriendo    lo   que   habían   visto. 

.No  les  dio  luego  asenso  el  monarca,  sino  que  comisionó 
personas  de  su  confianza  que  le  instruyesen,  aunque  estaba  sa- 
tisfecho de  que  los  que  le  trajeron  la  noticia  eran  hombres  ve- 
races vecinos  de  México;  llegaron  pues,  examinaron  rio  arriba  la 
fortaleza,  en  cuya  sazón  los  sorprendieron  los  guardias,  y  pre- 
guntándoles de  donde  eran;  respondieron  que  de  Huetxocinco;  ni 
aun  por  estas  les  permitieron  pasar  adelante,  sino  que  los  revol- 
vieran, refiriéndoles  lo  quo  había  sucedido  á  los  enviados  mexicanos.- 

Con  tales  noticias,  é  instruido  Moctheuzoma  del  modo  con 
que  estaba  construida  la  fortaleza,  llamó  a  consejo  á  los  reyes 
de  •  Tacuba  y-  Tezcoco,  y  acordaron  llevar  la  guerra  á  Tutute- 
peque sin.  dejar  mas  que  á  los  niños  inocentes.  El  punto  de 
reunión  de  tropas  mandó  que  fuese  en  Xaltianquixco.-  Allí  se- re- 
soivió.  el   emperador   á-  tomar   la-  vanguardia   del   ejército,   el  rey.  <u@ 


XIV. 

Tezcoco  la  vanda  derecha  del  rio,  y  el  de  Tacuba  la  izquierda. 
Mando  que  cincuenta  soldados  viejos  buscasen  el  vado  meiar,  ca- 
minando toda  la  noche,  y  después  de  muchas  vueltas  y  revuel- 
tas no  hallaron  mejor  camino  que  un  cerro  contiguo  á  Tuluie- 
pegue.  Comenzó  el  ejército  á  caminar,  y  antes  del  alba  encon- 
traron con  el  rio  llamado  Queízaloilyiempan  que  ponía  espanto, 
pues  iba  harto  crecido.  Mocíheuzoma  mandó  hacer  balsas  de  las 
cañas  gruesas  que  había  en  las  inmediaciones,  y  que  se  hicie- 
sen tablones  de  los  árboles  inmediatos  y  muchos  remos.  Pasado 
el  ejército  por  tal  ardid,  llegaron  á  la  albarre.ua:  en  el  espacio 
de  un  cuarto  de  hora  la  rompieron,  y  entró  todo  el  ejército  me- 
xicano sorprendiendo  á  las  centinelas  que  custodiaban  el  baluar- 
te. En  vano  quisieron  huir  pues  los  prendieron,  y  para  que  no 
se  supiese  la  llegada,  del  ejército,  avanzó  Moctheuzoma  con  la 
mayor  rapidez  y  ocupó  un  templo  que  mandó  incendiar,  y  luego 
á  la  segunda  a! barrada  donde  había  mucha  casería.  En  breves 
instantes  fué  todo  incendiado  y  dado  al  saco.  Cuando  eran  las 
nueve  del  dia  no  habia  quedado  ni  un  enemigo,  á  ecepcion  de 
los  niños  de  ambos  sexos  que  fueron  respetados.  Púsose  el  ejér- 
cito á  descanzar  bajo  de  unos  árboles:  el  rio  se  tino  de  sanare. 
Como  un  trozo  del  ejército  se  habia  separado  del  grueso 
.principal  avanzando  rápidamente,  regresó  éste  cuando  ya  era  no- 
che, llamando  con  fuertes  voces  á  sus  compañeros  de  armas;  sa- 
lieron á  ellas,  y  hallaron  que  traían  gran  despojo  y  porcisn  de 
cautivos,  que  se  hallaron  ser  per  todos  ú  dia""  siguiente  1350, 
de  lo  que  se  holgó  Mocíheuzoma  diciendo....  Gran  merced  nos 
ha  hecho  el  dios  Tlaieuehlli:  descansemos  hoy  y  mañana,  y  en- 
tre tanto  examínese  la  fortaleza  de  Quetzaltepec.  Destinó  al  efec- 
to doce  soldados  viejos  y  astutos;  quienes  al  íin  lograron  penetrar 
con  gran  trabajo  y  encontraron  un  paredón  do  cinco  brazas  de 
ancho  y  tres  de  alto,  con  mucha  peña  encima.  Vieron  igualmen- 
te que  habia  otras  paredes  del  mismo  espesor  y  altura;  pero  la 
segta  era  de  dos  brazas  de  grueso  y  seis  de  elevación,  con  ja- 
cales encima  y  mucha  gente-  Con  semejantes  relaciones  mandó 
el  emperador  formar  consejo  de  guerra.,  y  éste  acordó  hacer  es- 
caleras altas,  atadas  des  en  una,  y  dispuso  que  mientras  los  de 
un  campo  atacaban,  suponiendo  que  allí  acudirían  los  enemigos 
á  la  defensa,  escalasen  los  soldados  los  otros  puntos  que  supu- 
so dejarían  abandonados,  y  viéndose  arrollados  en  los  primeros 
retrocederían  á  los  otros  paredones,  que  ya  estarían  ocupados  por 
¡os  mexicanos;  y  tomando  estos  con  sus  flecheros  las  escaleras 
que  ios  enemigos  tenían  hechas  de  piedra  para  comunicarse  por 
iodos  los  puntos,  fácilmente  les  impedirían  la  subida,  lo  que  les 
pareció  tanto  mas  fácil  de  ejecutar  horadando  aquellos  muros, 
cuanto   que   no    eran  de   cal   y   canto,   sino    de   Iodo    y   tierra   ars- 


XV. 

ñizca..  Tal  fué  el  áictáiríen  de  la  junta  cíe  guerra  con  el  -.que  ar 
conformo  el  emperador,  asegurando  que  si  no  surtía  efecto,  él  no  de- 
sistiría de  la  empresa,  aufiqüé  se  mantuviese  allí  dos  años,  pues* 
tenía   de    sojuzgar   á    aquellos   enemigos. 

Efectivamente,  hedías  mas  de  doscientas  escaleras  tan  gran- 
des como  gruesas,  comenzaron  los  ÁcüHiúas  el  asalto.  Los  ene- 
migos dieron  un  horrendo  grito  peleando  valerosamente.  Por  otra 
parte  llegaron  los  de  Tacuba,  y  aunque  recibían  de  lo  alto  mu- 
cho dallo,  lo  reparaban  en  parte  con  los  tablones  que  llevaban. 
Los  mexicanos  flecheros  hicieron  retirar  al  enemigo,  y  comenza- 
ron á  horadar  el  muro,  á  cuya  sazón  los  primeros  que  ya  ha- 
bían trepado  lucieron  estrago  sobre  sus  contrarios,  y  como  todo  se 
hizo  a  un  tiempo,  éste  desamparó  la  primera  albarrada  y  se  aco- 
gió á  la  segunda;  pero  ya  no  pudieron  pelear  ordenadamente  ni 
hacerse  fuertes,  y  con  el  auxilio  de  las  escalas  quedaron  toma- 
dos los  cinco  paredones:  faltaba  el  sesto.  El  ejercito  mexicano 
se  situó  á  distancia  de  un  tiro  de  fusil,  manteniéndose  en  vela. 
Los  enemigos  llamaron  aquella  noche  á  sus  comarcanos  y  ami- 
gos los  Huaxt'ecaS)  pero  ya  era  tarde;  mas  al  día  siguiente  al 
ser  de  día  fueron  atacados  por  los  mexicanos,  á  quienes  no  pu- 
dieron resistir.  Apenas  habían  entrado  de  estos  treinta  hombres 
cuando  gritaron  victoria,  según  lo  mandado  por  el'  emperador, 
quien  ordenó  el  asalto  tocando  su  tamborcillo  al  que  coi  respon- 
dieren todas  las  cornetas  y  vocinas  de  su  campo.  Serian  las  sie- 
te de-  la  mañana  cuando  llegaron  los  mexicanos  á  un  templo  que 
incendiaron  después  de  unas  casas  principales.  Entonces  desde  los 
cerros  inmediatos-  comenzaron  los  enemigos  á  implorar  la  clemen- 
cia de  los  vencedores  que  no  quisieron  oírlos  ofendidos  de  las 
muertes  de  sus  deudos  hechas  en  los  asaltos.  Los  viejos  misera- 
bles formaron  en  hileras  diciendo  á  Moctheuzoraa:  ,, Señor,  os  da- 
remos cacao,  papel,  mantas,  rica  plumería,  pedrería  esquisita,  es- 
meraldas, y  otras  chalchihuites  menudas,  y  muy  ricas,  (Teotfihuiíl.) 
El  emperador  se  compadeció  de-  ellos  y  cesó  la  matanza,  man- 
dó que  llevasen  el  Huitziltetl  [Hviízütetl]  ú  ojo  de  gato-  Traídos 
los  tributos  á  presencia  de  Moctheuzoma  ío  repartió  entre  los  re- 
yes auxiliares,  y  los  principales  cabos  del  ejército;  parece  q.u@- 
Netzahuaipiíli  se  resistió  a  tomar  su  parte,  pues  le  dijo  irónica- 
mente: Señor,  no  carezcas  de  esto,  que  es  vuestro  sudor  y  traba- 
jo, ganado  con    tanta   fatiga. 

Regresó  pues  bien  rico  eí  ejército  mexicano.  Llegó  á  íziv- 
ean,  y  allí  fueron  recibidos  los  príncipes  y  obsequiados  de  los* 
gefes  de  varias  provincias.  Al  siguiente  dia>  entro  el  ejército'  en- 
Acúleo y  después  fué  á  Chale  o-  é  Ixtapalapam,  desde  donde  tuvo 
órdenes  el  gobernador  de  México  Zikuacontl  para  efectuar  el  re» 
©ibiínienío   al    modo  que  en  las  anteriores  espedieíones.    Mándaros*-- 


} 


XVI. 

Ik  al  encuentro  á  los  sacerdotes,  la  mitad  de  ellos  fué  á 
la  nieusanía  del  camino,  y  la  otra  mitad  quedó  para  tocar  las 
vecinas  y  caracoles  y  atabales  encima  del  templo,  que  daban  un 
sonido  harto  funesto  y  horrísono.  Moctheuzoma  al  entrar  en  Mé- 
xico se  embijó  con  un  betún  amarillo  que  llaman  axin;  se  ciñó 
su  calabacillo  de  tabaco  (pieiete)  figurando  con  esto  ser  un  an- 
ciano, y  se  adornó  con  besoleras  de  esmeraldas,  y  orejeras  de 
■  oro  fino  delgado.  Las  trompetas  y  caracoles  sacerdotales  se  hi- 
cieron oír  luego  que  llegó  á  Acachinanco.  Al  llegar  á  la  plaza  se 
presentó  á  recibirle  Zikuacoatl  vestido  con  un  saco,  á  manera  de 
Hueypil,  y  enaguas  de  india  serrana,  y  le  fué  siguiendo  y  guian- 
do hasta  arriba  del  templo.  Llegando  á  la  piedra  que  llaman  Tojp- 
zicaüí,  donde  estaba  un  hueso  agudo  de  tigre,  lo  tomó  y  se 
hirió  como  otras  veces  había  hecho,  y  hemos  referido,  puesto  de 
rodillas  delante  de  Euitzüopochili.  Acabada  la  ceremonia  se  re- 
tiró á  su  palacio,  caminando  por  delante  Zihuacoatl,  y  á  los  la- 
dos  el    rey   de   Tezcoco   y    Tacuba. 

Orgulloso  el  emperador  con  el  triunfo  que  acababa  de  con- 
seguir, pensó  cortar  nuevos  laureles.  Un  dia,  rodeado  de  sus  gran- 
des, les  dijo:  ,,Muy  ociosos  estamos;  yo  quisiera  probar  ventura 
con  nuestros  enemigos  los  Huetxozincas,  Atlixcas  y  ( holtilíecas:n 
aprobáronle  el  pensamiento^  y  para  realizarlo  se  hizo  venir  á  ios 
reyes  aliados  de  Tezcoco  y  Tacuba.  Muy  luego  se  presentaron 
al  emperador,  y  acordaron  aprestarse  para  la  guerra,  sin  que  la 
historia  diga  los  motivos  de  éste  rompimiento,  como  lo  hace  cuan- 
do  habla  de  las  anteriores;  mandóse  á  gran  prisa  hacer  acopio 
de  víveres.  Cuauhnoctii  tuvo  orden  de  hacer  salir  la  gente  de 
los  cuatro  barrios  de  México  dentro  de  cuatro  días,  y  que  al' 
cuarto  del  alba  estuviesen  ya  cerca  de  Chalco,  siendo  el  punto 
de  reunión  Atzitzihucan:  encomendóse  la  espedicion  á  Tlacahue- 
fan  primogénito  de  Moctheuzoma,  y  fueron  los  principales  capitanes 
de  ella  Tlacatccatl,  T.lacochcalcatl,  Nezhuahuacatl,  Ácolnahuacatl,, 
j  Ticociahuaca.il.  (■*)  Al  despedirse  del  emperador  le  dijo:  „Creo, 
Señor,  que  esta  será  la  última  vez  que  te  vean  mis  ojos;  mi 
'oíuntad   es   moiir   en  la   demanda."  „Toma,    pues,   le  respondió  el 

(*)  No  están  conformes  los  autores  en  que  éste  general  fué  her- 
mano  de  Moctheuzoma;  se  cree,  y  lo  asegura  Clavijero  que  fué  su  hijo. 
Cuando  Netzahualpilli  propuso  á  Moctheuzoma  para  emperador,  enu- 
meró á  todos  sus  hermanos  y  no  mentó  á  éste;  mas  lo  cierto  es  que 
era  persona  muy  allegada,  y  que  su  muerte  en  campaEa  le  fué  muy 
sensible  al  emperador.  Véase  nuestra  disertación  en  la  parte  segun- 
da de  la  galería  de  los  Príncipes  mexicanos  impresa  en  Puebla  año 
de  1821.  A  este  resentimiento,  atribuyo  el  no  haberse  ceníederado 
tlaxcaltecas  con  mexicanos,  como  éstos  querían  cuando  vino  Hernán 
Cortés,  y  la  causa  de  la  ruina   del   Imperio. 


mBBBBBmmm 


XVII. 

emperador,  las  armas  de  mi  padre  Axáyacatl,  que  eran  tíiia  di- 
visa de  oro,  llamada  Teocuülatontec,  con  una  ave  encima  del 
Tlanhquechotl,    y    una    macana   de    muy    ancha   navaja. 

Llego  este  general  el  primero  al  campo,  y  punto  de  reu- 
nión, habló  al  general  y  dijo:  Mañana  es  mi  dia:  si  me  he  he- 
cho odioso  en  México,  estoy  en  parte  donde  todo  lo  pagaré.  Pa- 
rece que  estaba  despechado,  pues  habiéndose  reunido  al  dia  in- 
mediato las  divisiones  de  Huexotcinco,  Atlixco  y  Oholula,  los  me- 
xicanos fueron  envueltos.  Peleóse  por  éstos  con  brio  y  rabia;  pe- 
ro reforzados  continuamente  sus  enemigos,  fueron  muertos  en  tan- 
to número,  que  la  multitud  de  estos  embarazaba  a  los  vivos.  El 
general  mexicano  después  de  haber  muerto  por  su  mano  á  mas 
de  veinte,  rompió  por  lo  mas  espeso  de  los  escuadrones  animan- 
do á  los  suyos;  á  poco  se  vio  rodeado  de  multitud  de  Tlaxcal- 
tecas, quienes  le  prendieron  vivo,  y  dirigiéndoles  la  palabra  les 
dijo:  ,,Por  mí  ya  esto  está  concluido,  ya  me  he  divertido  con  vo- 
sotros, haced  de  mí  lo  que  queráis*'  viéndolo  sus  soldados  pri- 
sionero temieron  que  los  castigase  el  emperador,  y  dijeron:  va- 
mos á  sacarlo  ó  á  morir:  entraron  recio,  y  oyeron  que  su 
neral  decía  á  sus  enemigos:  „No  me  llevéis  á  vuestro  pueblo,  ma- 
tadme  aquí  mismo."  Despojáronlo  al  momento  de  sus  vestidos  y 
armas,  y  lo  hicieron  pedazos.  Los  que  lo  seguían  de  los  suyos 
para  salvarlo,  mataron  á  dos  capitanes  tlaxcaltecas;  pero  como 
eran  muchos  revolvieron  sobre  ellos  y  los  mataron.  Los  princi- 
pales gefes  mexicanos  perecieron  en  la  acción,  no  menos  que  los 
de  Tezcoco  y  Tacaba;  finalmente  no  quedó  pueblo  ni  familia  de 
que  no  pereciesen  algunos,  siendo  la  pérdida  de  todos  los  ejér- 
citos de  mas  de  cuarenta  mil  hombres.  Tal  éxito  tuvo  una  guer- 
ra emprendida  por  el  orgullo  del  emperador,  y  por  el  deseo  de 
una   vana  gloria. 

Cuando  supo  éste  tamaña  desgracia,  se  echó  á  llorar- 
haciendo  grandes  lamentaciones;  mas  después  dijo  á  ios  vie- 
jos que  con  él  estaban,  y  á  Zihuaeoatl ....  Ah!  no  murieron  entre 
damas  y  regalos,  ni  entre  vicios  mundanos,  sino  como  hombrea 
esforzados  con  suave  muerte,  en  batalla  florida,  y  campo  de  glo- 
ria, y  de  nosotros  deseada Mandó  luego  á  su  ministro  hicie- 
se salir  á  los  sacerdotes  y  gente  principal  á  recibir  al  ejército 
como  si  volviese  triunfante;  así  lo  hicieron,  pero  en  el  rostro  de 
aquellos  soldados  venía  pintado  el  horror  y  desaliento:  venían  ca- 
bizbajos, sin  rodelas  ni  adornos:  no  tocaban  vocinas  ni  atabales 
como  en  otros  dias  de  triunfo,  sino  que  derramaban  lágrimas  con 
los  que  iban  á  recibirlos  á  Xoloco.  Presentáronse  los  capitanes 
ante  el  ídolo  Huilzilopochtli,  y  luego  bajaron  á  saludar  al  em- 
perador: mandó  éste  que  descansasen,  y  que  fuesen  obsequidos- 
f   vestidos  de  un  color.   Sabida  por  todo  el  imperio    la    desagra 


inii 


XVIÍI. 

eia,  comenzaron  á  acudir  de  muchas  partes  á  manifestar  su  sen- 
timiento., trayendo  al  monarca  mantas  ricas  veteadas  de  negro  sus 
labores  [Huitztecotl  Tlaxochcó]  y  muchos  presentaron  esclavos  que 
tenían  en  su  servicio  para  inmolarlos  en  sacrificio  por  los  difun- 
tos. También  presentaron  mantas  para  envolver  la  estatua  del  pri- 
mogénito del  rey  en  las  exequias  que  deberían  hacérsele.  Efec- 
tivamente el  emperador  mando  que  se  celebrase  por  él  una  so- 
lemne parentación,  no  menos  que  por  los  demás  capitanes  muer- 
tos en  la  batalla,  y  que  se  hiciese  una  gran  tumba  (Tlacohcalli) 
con  cuatro  estatuas  de  madera  liviana  como  corcho  que  llaman 
Tzompantli.  Para  darles  la  mejor  configuración  y  semejanza  con 
los  originales,  se  llamaron  los  mejores  estatuarios  y  pintores,  no 
menos  que  para  la*  formación  del  .  Sarcófago,  Situóse  este  en  el 
templo  de  HuitzilopochUi:  rodear  onlo  de  leña,  y  en  torno  de  él 
al  son  del  Teponaztli  y  atabales,  los  viejos  con  rodelas  en  las 
manos  y  bordones,  comenzaron  á  cantar  el  romance  de  la  muer- 
te .  La  estatua  del  general  Tlacakuepan  se  colocó  enmedio,  y  las 
de  los  demás  gefes  al  rededor:  dieron  fuego  al  túmulo  rodeado 
de  ocote  seco,  y  en  la  hoguera  quemaron  sus  ropas,  armas,  di- 
visas, y  joyas  preciosas,  estando  presentes  sus  mugeres,  hijos  y  parientes 
que   lloraban   sin   consuelo. 

Recogieron  después  los  sacerdotes  sus  cenizas  y  las  en- 
terraron en  Tzompantitlsin,  detrás  del  templo  de  HuitzilopochUi. 
Después  los  concurrentes  al  duelo  pasaron  á  palacio  á  consolar 
á  Moctheuzoma.  y  habló  por  todos  Netzahualpilli,  quien  procuró 
consolarle  diciendo:  que  todos  estaban  contentos  y  descansados 
con  el  dios  del  Sol,  gozando  dobles  satisfacciones  de  las  que 
acá  tenían.  Concluido  este  acto  se  retiraron  todos  á  sus  tierras 
y   casas. 

Eran  pasados  dos  meses  poco  mas  ó  menos  de  este  su- 
ceso, cuando  se  recibió  en  México  la  noticia  de  la  sublevación 
de  los  pueblos  de  Yanhuitlán  y  Zozóla  en  la  Mixteca,  provincia 
de  Oaxaca;  pero  de  este  hecho  y  de  todo  lo  que  fué  consiguien- 
te á  él,  ya  he  hablado  en  mi  periódico  Genizontli  núm.  4.  ('*) 
Suplemento  á  la  memoria  estadística  de  Oaxaca  á  donde  remito 
al  lector;  temiendo  hacerme  empalagoso  en  esta  historia.  Solo  ana- 
diré  que  el  sacrificio  de  los  prisioneros  Yanhuytecas  duró  dos 
dias:    ¡monstruos   abominables   vive    Dios! 

Los  pueblos  de  Huaquechula  y  Atzitzihuaccm  espusieron  al  em- 
perador que  los  de  Huexotcinco  y  Atlixco  les  habian  causado  notable 
daño  en  sus  sementeras,  é  imploraron  su  favor  contra  ellos.  No  deseaba 
otra  cosa  este  monarca  sino  pretestos  para  hacerles  la  gaerra.  y  así  con- 
vocó  á.  bus   régulos   para   ponerse   en  campaña;   fué   el  primero   en 


(*)    El  primera  que  publicamos  con  este  nombre» 


:icMílH! 


XIX. 


-presentarse  Lctlilquechahuac,  señor  de  Tula,  que  uso  la  gascona, 
da  de  pedir  se  le  dejase  ir  por  delante  de  los  mexicanos  á  pro- 
bar ventura.  Los  de  Huexotcinco,  como  si  fuesen  á  un  sarao,  an- 
tes de  entrar  en  acción,  les  arrojaron  flores  y  comenzaron  á  sa- 
humarlos: rompieron  la  acción  los  Tultecas,  y  luego  su  cacique 
muy    galano   llevando   por   divisa   una   águila  batiendo    las 


las:  su 
misma'  figura  llamo  la  atención  de  sus  enemigos  que  avanzaron 
sobre  él,' le  hicieron  prisionero,  y  como  muchos  de  los  suyos,  se 
empeñaron  en  recobrarlo,  se  empeño  una  reñida 
que  sacaron  la  peor  parte  los  Tultecas,  quedando  muchos  muer- 
tos y  prisioneros.  Entonces  la  acción  ya  se  hizo  general  con  los 
mexicanos  que  casi  corrieron  la  misma  suerte,  pues  murieron  mu- 
chos, y  quedaron  prisioneros  Zezepatic,  y  Tezcatlipuca,  capitanes 
acreditados.  Acorrieron  los  Chalcas  y  de  Matlatzinco  (hoy  Tolu- 
ca)  en  auxilio  de  los  mexicanos,  y  sea  por  mas  valientes,  ó  por- 
que entraron  de  refuerzo  y  frescos  en  ia  batalla,  lo  cierto  es  que 
hicieron  retirar  á  los  Huexoteincas,  y  se  terminó  el  ataque,  que- 
dando con  esto  hechos  amigos  los  mexicanos  con  los  Huexotcin- 
.■cas,   concluyéndose   la   guerra   cruel  entre   unos  y  otros. 

Cuando  el  emperador  supo  ésta  ocurrencia,  hizo  llanto  por 
la  muerte  de  Tos  mexicanos;  pero  en  celebridad  de  la  termina- 
ción de  la  guerra,  mando  que  se  hiciesen  demostraciones  de  re- 
gocijo, saliendo  á  recibir  los  principales  y  sacerdotes  J  al  ejército, 
Moctheuzoma  para  recibir  al  general  Cuauhtzolli  tomó  su  rodela 
en  una  mano,  y  en  la  otra  su  macana  como  si  fuese  bastón;  es- 
posóle aquel  todo  lo  ocurrido  en  la  jornada,  y  que  en  ella  habían  pe- 
recido tres  gefes  mexicanos  y  diez  mil  soldados.  K,espondió  el 
emperador  con  suspiros  agradeciendo  el  empeño  que  habían  to- 
mado en  dar  fin  á  una  guerra  terrible  de  tantos  ano?,  único  mo- 
tivo de  su  consuelo  en  tal  desgracia.  Ordenó  que  se  les  obse- 
quiase á  sus  soldados,  y  al  siguiente  día  que  se  celebrasen  hon- 
ras funerales  por  todos  los  difuntos,  á  las  qne  asistieron  los  ge- 
fes  principales  y  régulos  de  la  comarca,  no  menos  que  al  sacri- 
ficio  de    muchos  cautivos   en    espiacion    de   los   muertos. 

Concluido  éste  acto,  el  emperador  dijo  á  los  gefes,  que  es- 
taba acabado  el  nuevo  templo  de  Coatepetl  y  CoatzacoaVí,  y 
ra  estrenarlo  con  sacrificios  era  necesario  ir  á  hacer  la  guerra  a 
los  de  Tuctepec,  y  Coátlan  que  estaban  levantados.  Efectivamen- 
te se  aprestó  á  la  mayor  brevedad  el  ejército,  y  marchó  para 
aquellos  puntos,  á  lo  que  entiendo  bajo  la  dirección  del  gene- 
ral Tkíeocatecatl  y  otros  gefes  acreditados.  Estando  próx 
los  puestos  enemigos,  conocieron  los  mexicanos  que  necesitaban  de 
hacer  puentes  para  pasar  un  gran  rio  que  los  dividía,  y  efectivamen- 
te los  construyeron,  y  además  hicieron  balsas  para  que  pasase  el 
ejército.    Los    enemigos   los  aguardaban  con  gran  resolución,  y  aun 


II 


:: 


XX. 
eomenzaron   á   denostarlos   diciéndoles   que  duraría*  dos  horas  coa 
Tida,   y   aun   intentaron    rodearlos.    Reunido   todo   el    ejército   mexi- 
cano  cargó   sobre   ellos  repentinamente,  y  los  pusieron  en  dispersión 
matando   á   muchos,    y  haciendo  prisioneros  á  ochocientos,  los  cua- 
les cuando  regresó  el  ejército   á   México,    fueron   llevados   al  templo 
mayor   y   colocados   en   derredor   de.  la   gran   piedra    del    sacrificio. 
Grande   fué    el    gozo   del   emperador,    teniendo    tanta    copia 
de   hombres   para   la    dedicación   del   templo.    Ocupóse   en    dar    ór- 
denes   para   celebrarla   con    el    mayor     esplendor     posible,    y    convi- 
dó  á   todos   los    régulos,    y   aun   á    los    de    los    pueblos     enemigos. 
Antes    de    comenzar    el    sacrificio    distribuyó    armas    y    divisas  á  los 
soldados   que   habían   hecho    aquella    presa;    trasquiláronles    los    ca- 
bellos  dejándoles  atrás   del    colodrillo  un  manojo  de  pelo  para  tren- 
zarse:   ésta   era    la   señal    y    distintivo    de    quedar    en    la   'clase    da 
Tequihuaques   ó    valientes     acreditados    en    batalla,     y    que    podían, 
adornarse    con    plumería    rica.    Tal    fué   la   medida  que   tomó  Moc- 
theuzoma  para  premiar  y  alentar  el  valor  de  su  juventud  militar,  y  agra- 
decidos  sus   soldados    lo  proclamaron  allí  Zemanahuaca  Tlatoani,  e* 
decir  emperador  ó  Señor  del  mundo:   ¡qué  poca  idea  tenían  de  la  gran- 
deza   del    globo!    Serian    las    nueve  del   dia   cuando   pusieron   á  los 
prisioneros    en    hileras   en    la   plaza   de     Tzompantilan    junto    á    la 
gran    piedra   Cuauhxicálli   ó  degolladero;   los   convidados  se    coloca- 
ron  frontero    del    ídolo,   presentóse    el    monarca    ricamente    vestido 
y    embijado,    cubierto   con    una   manta    que   llaman    Teoxihuatl,   cal- 
zado  verde   sembrado   de    esmeraldas,   y    lo   mismo    la     corona.    A 
su    izquierda   venía    Zihuacoatl    vestido   de    la    misma   manera    por 
ser   su    segundo,   primo   del    emperador    y    gobernador   de    México 
en   su    ausencia;   llegaron   luego    los    Cuauhhuehueques,  verdugos  sa- 
sacrificadores    armados   con    dos    terribles   navajones;    tocaron  luego 
los   sacerdotes   sus   cornetas,    y    entre   cinco   ó    seis    viejos    arreba- 
taron   furiosos    al   primer   cautivo,  y  comenzó  aquella  horrible  matan- 
za,   acercándose    el   emperador   y   Zihuacoatl    á    ver    como   les     ar- 
rancaban   los     corazones   y   corrían    luego    á    meterlos    humeantes 
en     la    boca    al    infamo    ídolo,     y    después     arrojaban     el   cadáver 
por   las   trescientas  sesenta   gradas  que   tenía   el  templo.  Doscientoo 
veinte  infelices  se  inmolaron   en  aquel    solo   dia,    y  con  el  último   se 
acabó   la    escena    de    horror   á    las   once   de    la    noche.  El  templo 
de    Coatlan  (dice    Tezozomóc")   quedó   tan   teEido  de  sangre  quepa- 
recia    un   dosel   carmesí.  Concluida   esta   espantosa  matanza,    de    la 
que     podremos     decir,     obstupuére     homines,    obslupuére    Dii¡   pasó 
el    emperador    á   una   de   las  salas   principales    de    su   palacio   don- 
de  hizo   grandes    obsequios    á    los    convidados,    y   los   despidió   pa- 
lca   que  se    fuesen    en   secreto,   como   así  lo  hicieron  y    era   eos- 
tambre. 

Si  cambiando  el  carácter  de  historiador  pudiésemos    mes- 


BB 


jum 


XXI. 

dar  algunas  reflexiones  sobre  este  hecho  de  ab«miaaeion  é  ini- 
quidad, podríamos  preguntar  ¿en  qué  ángulo  del  mundo  te  hi 
presentado  un  pueblo  que  hubiese  podido  sostener  tranquilamen- 
te la  atención  á  sangre  fría  á  un  espectáculo  como  este?  Roma 
se  divertia  con  sus  gladiatores  y  circos;  pero  las  escenas  eran  va- 
riadas y  no  monótonas,  con  un  continuo  gemir  de  las  victimas: 
¡6  fanatismo  religioso!  ¿de  que  no  eres  capaz?  Mas  espanto  me 
causa  tu  idea  que  la  de  mil  legiones  formadas  en  batalla.  ¿Y  qué 
diremos  ya  de  las  hogueras  inquisistoriaies?  ¿Qué  de  los  quema- 
deres  de  cal  y  canto  hechos  en  Sevilla?  ¿Qué  de  las  mil  víctimas 
inmoladas  en  una  vez?  Qué  de  las  veinte  mil  sacrificadas  por  Isa- 
bel la  Católica?  ¿Qué  de  estos  sacrificios  hechos  en  nombre  del 
cordero  sin  mancilla?  Españoles,  no  echéis  en  cara  al  pueblo  me- 
xicano su  crueldad  é  idolatría:  si  ellos  hubiesen  conocido  á  este  Dios  de 
paz  (*)  á  quien  adoráis,  se  habrían  guardado  de  aquejar  á  la 
humanidad  con  este  genero  de  desdichas.  Separados  de  lo  qu© 
decia  relación  á  su  culto,  ellos  eran  buenos,  dulces,  hospitalarios 
y  generosos-,  y  cultivaban  todas  las  virtudes  sociales  que  encanta» 
á   los   hombres.    Sigamos   el   hilo   de   la    historia. 

TERCERA  PARTE. 

Tan  espantosa  crueldad  parece  debiera  haber  acobardado  & 
todos  ios  pueblos  del  continente  mexicano  para  no  irritar  al  empe- 
rador Moctehuzoma;  mas  sucedió  toco  lo  contrario,  verificándo- 
se aquí  aquel  axioma  de  política  que  dice,  ,,que  ios  grandes  gol- 
pes dados  contra  los  pueblos,  menos  sirven  para  humillarlos  que 
para  precipitarlos  al  despecho.»  Los  régulos  de  Átuxca  y  Ac>pe- 
tlahuacan  enviaron  un  mensage  á  Moctheuzoma  desafiandoio  á 
batalla  campal  para  dentro  de  tercero  dia,  diciendole  que  que- 
rían tener  un  rato  de  huelga  y  solaz  con  tu  ejercito.  Semejante 
insulto  no  irritó  al  monarca,  pues  recibió  y  hospedó  á  los  men- 
sageros  diciendoles  que  desde  luego  aceptaba  el  desafio,  y  ade- 
más los  obsequió  y  regaló:  icosa  rara  en  su  condición  orgullosaí 
Dictó  pues  sus  medidas  ejecutivas  para  que  dentro  de  tercero  dia 
se  presentase  su  ejército  á  la  vista  del  enemigo.  El  emperador 
»e  guardó  muy  bien  de  ir  en  persona  á  medírselas  con  sus  con- 
trarios, y  á  lo  que  parece  encomendó  la  espedícion  á  los  geno- 
rales  Teoatempan,  Tlachinoltepam,  ■JSezhuáhuacatl-,  Mazcuhcatzin% 
Alconahuacalt,  Tezcicuanitzin,  Tezcocoacatl,  y  Tellohuaipackóa.  El 
ejército  enemigo  aguardaba  tranquilo,  y  con  valeroso  ánimo,  tan- 
to que  comenzaron  á  decir  á  los  mexicanos:  amigos  (en  el  tes- 
to sobrinos)   probemos   ventura   cada   uno...   Sea   «n  buena -hora  di- 

(*¡)    Q,u«ma*  qui«r»  s&iseric*r$ia     que  saeriSaio, 


w 


'« 


XXII. 

jeron  los  mexicanos...  Esto  parecía  un  torneo  de  diversión:  co- 
menzó pues  el  ataque  pero  con  tanto  denuedo  que  luego  sintie- 
ron el  descalabro  los  mexicanos,  pues  hicieron  prisioneros  los  de 
Atlixco  y  Cholula  á  sus  principales  gefes.  Duro  la  acción  todo 
el  dia.  Al  ser  de  noche  pidieron  los  mexicanos  que  eesase  la  guer- 
ra, pues  para  continuarla  no  faítaria  ocasión  puesto  que  aquella 
acción  había  sido  Xichiyayotl,  ó  corno  si  dijesen  una  escaramuza 
de  gloria,  hecha  de  voluntad  y  sin  traición,  pues  en  el  campo 
habían  quedado  los  muertos  como  bellas  rosas  ornadas  de  rica 
plumería,  y  fenecidos  con  regocijo:  en  tan  poco  estimaban  sus 
vidas    aquellos    hombres. 

Retiráronse  los^mexicanos  á  Atzitzihnacan,  y  á  lo  que  se  cree 
allí  examinaron  su  pérdida  que  era  de  3200  hombres  inclusos  los 
primeros  gefes  del  ejercito,  y  acordaron  dar  aviso  al  emperador, 
el  cual  oyó  esta  nueva  con  amargura;  mandó  á  Zihiíacoatl  que 
se  hiciesen  honras  por  los  difuntos,  y  que  saliese  la  nobleza  y 
sacerdotes  á  recibir  él  ejército,  siendo  el  primero  el  emperador  á 
la  salida  del  recibimiento.  Pocas  familias  dejaron  de  llorar  la  pér- 
dida de  algún  deudo.  Pregúnteseles  á  los  de  Tlatilolco  (hoy  San- 
tiago) por  el  emperador  ¿cuántos  muertos  habían  tenido?  y  res- 
pondieron que  ninguno.  Estarían  escondidos,  dijeron  los  cortesa- 
nos riéndose:  estarían  Señor,  escondidos  de  nosotros  estos  bella- 
■cos.  Sabéis  que  como  sojuzgados  están  obligados  á  abastecer  el 
ejército  con  víveres,  y  los  que  dan  son  escasísimos;  tampoco  acu- 
den con  los  cueros  de  tigre,  esmeraldas  y  plumería,  y  aves 
exquisitas  de  la  costa,  como  debieran  (respondió  Moctheuzoma, 
según  se  obligaron  con  mi  padre  Axayacatl,  cuando  los  venció 
en  justa  guerra);  y  mandóles  yo  que  vayan  á  la  guerra  con  vo- 
sotros y  tributen  lo  que  se  les  notificará  en  forma,  y  si  no  me 
obedecieren  yo  les  haré  guerra  como  mi  padre,  y  cuidado  que 
no  entren  mas  en  mi  corte  hasta  que  no  hagan  presa  de  es- 
clavos. Intimóseles  el  mandato  del  emperador  por  el  capitán  Aca- 
tlecatl  y  otros,  y  de  facto  no  entraron  en  la  corte  del  monar- 
ca en  un  año.  Resolviéronse  á  cumplir  el  mandato  superior  yen« 
do  á  campaña,  y  cumplieron  su  oferta  como  adelante  veremos, 
comportándose   con  valor. 

No  faltó  ocasión  de  acreditarlo,  pues  en  breve  llegó  á 
México  noticia  de  un  salteo  hecho  por  los  Tuctepecas  á  unos 
mercaderes  mexicanos:  quiso  el  emperador  mandar  sobre  ellos  un 
ejército,  pero  examinado  el  punto  en  el  consejo  de  los  reyes  de 
Tezcoco  y  Tacuba,  acordaron  se  examinase  primero  el  hecho,  y 
si  el  asesinato  se  habia  hecho  á  las  orillas  del  mar  ó  dentro  de 
sus  últimos  pueblos:  esta  fué  la  duda  que  hizo  suspender  el  man- 
dato. El  emperador  mandó  doce  mexicanos  prácticos  y  hábiles 
mu   la  suerra,   los  cuales  regresaron  diciendo,   que  habiendo   pasa- 


XXÍÍÍ. 
do  un  gran  rio,  habían  visto  tomados  los  caminos  coa  estacas, 
que  no  había  donde  poner  un  pie,  y  una  fuerte  aíbarrada  6  para-- 
peto  de  defensa.  Con  tal  aviso  se  aprestó  la  expedición;  los  Tlal- 
tilolcax  acu dieron  con  sus  víveres  en  gran  cantidad;  pero  los  des- 
airó ¡Vibctheuzoma  devolviéndoselos:  hecho  por  el  que  las  pobre» 
viejas  y  viejos  que  lo  llevaron  comenzaron  á  llorar  amargamente. 
Los  principales  comandantes  de  esta  expedición  fueron  Huilzna- 
huatlailotlnc,  Ticoyahuacatl,  Teuhtlamacaxqiri,  y  el  general  Cuauh- 
noctli.  Llegada  á  las  inmediaciones  de  Tuctepec  pasaron  el  rio  en 
balsas,  y  rompieron  el  parapeto.  Después  rompieron  la  fortaleza, 
de  los  enemigos  que  estaba  adelante  por  un  asalto  dado  al  al- 
ba, en  el  que  hubo  soldado  Tequihuaque  que  tomó  dos  prisione- 
ros. Los  de  Tlatelolco  mostraron  gran  valor  atacando  las  casas 
principales  del  cacique,  y  no  hubo  soldado  de  estos  que  no  se 
aprovechase  de  alguna  cosa.  No  quedó  persona  en  aquel  desdichado 
pueblo,  y  sus  prisioneros  ascedieron  á  £606:  copiosa  ganancia  para 
Huitzilopochíli. 

Entrado  el  ejército  en  México  con  las  ceremonias  de  es- 
tilo, se  presentaron  a!  emperador  los  Tlaltilolcas;  hicieron  una  gran- 
de arenga  y  le  presentaron  sus  prisioneros:  recibiólos  en  su  gra- 
cia, y  les-  mando  que  los  conservasen  en  su  poder  para  cuando 
fuesen  necesarios,  reencargándoles  su  custodia  y  buen  trato  para 
que  no  enfermasen,  y  así  tornaron  á  entrar  á  México  y  en  pal- 
iado, mas  sin  dejar  de  pagar  por  esto  todos  los  tributos  con  qus 
se    les   había-  gravado    por    el    emperador. 

Los  depositarios  de  los  almanaques  mexicanos  (que  eran 
anos  viejos)  avisaron  á  Moctheuzoma  que  faltaban  cuatro  días 
para  que  hubiese  un  eclipse  de  sol,  (*)'  y  era  necesario  que  se 
hiciese  lumbre  nueva.  Sacábase  ésta  frotándose  fuertemente  dos 
trozos  de  leña  rollizos  y  esta  operación  se  ejecutaba  de  noche 
encima  dei  cerro  Xuixachteoatl  6  sea  el  cerro  de  Ixtapalapan  y 
Culhuacan.  Encendida  la  lumbre  de  este  modo  ocurian  todas  las 
familias  por  ella  á  que!  punto,  y  de  la  misma  colocaban  un  bra- 
cero en  el  templo  de  Huitzilopochíli  frente  al  ídolo,  el  cual  ar- 
día día  y  noche,  para  cuyo  cebo  traían  sendos  troncos^  pagando 
con  la  vida  d  sacerdote  encargado  de  atizarlo  si  por  descuido 
se  apagaba.  Dispúsose  por  los  sacerdotes  al  dia  siguiente  una  so- 
lemne procesión  á  aquel  cerro  que  aprobó  el  emperador,,  y  en 
ella  fueron  los  cautivos  de  Tuctepec,  los  cuales  fueron  sacrifica- 
dos en  una  noche  hasta  la-  salida  del  lucero  del  alba,  Todavia 
exi.-ítia  ahí  la  piedra  dei  sacrificio  cuando  Hernán  Cortés  atacó  á  los  ( 
mexicanos  en  aquel  punto  donde  estaban  fortificados,  y  la  echó  á  rodar. 


(*)     Es     decir:    el    acabamiento'    era-  c 
dos  años,-  al   que  llamaban   ToxinmogiUia. 


un-  espacio  de    cincuenta  y 


* 


XXIV. 

En  esía  sazs»,  á  ío  que  se  creé,  comenzaron  á  tener 
grandes  desazones  los  Tlaxcaltecas  y  Huexotzi?icas  sobre  linderos 
de  tierras,  que  al  fin  terminaron  en  un  rompimiento  de  guerra, 
por  el  que  los  primeros  hicieron  tanto  daño  á  los  segundos,  que 
ios  redujeron  á  la  miseria  talándoles  las  sementeras.  Ocurrieron 
los  Huexotcincas  al  emperador  por  medio  de  sus  enviados  Te- 
cuanhuehuatzin,  y  Tlachpanquizque,  á  quien  entraron  á  ver  dándole 
antes  aviso  por  medio  de  los  porteros.  Holgóse  Moctheuzoma  de 
ello;  saludáronle  dándole  el  nombre  de  Netienamatzi/ie  ó  sea  pre- 
ciosa esmeralda;  comenzaron  á  llorar  y  le  dijeron:  muchos  dias 
há  que  de  nuestra  voluntad  hemos  querido  confederarnos  con 
nuestra  patria  y  nación  mexicana,  tributar  á  Teizahuiíl  Huitzilo- 
pochtli,  valeroso  dios  vuestro,  y  sujetarnos  á  vuestro  mando; 
mas  no  lo  han  permitido  los  Tlaxcaltecas,  y  dos  años  há  que 
han  empezado  á  arrancar  nuestros  sembrados  ya  en  flor  y  fruto. 
Por  esta  causa  mueren  ya  muchos  de  nuestros  viejos,  niños  pe- 
queños, y  muge  res  con  sus  criaturas  en  las  cunas,  que  es  la 
mayor  compacion.  Recíbenos  por  tanto  en  vuestra  gracia  y  pro- 
tección, y  déjanos  reverenciar  y  adoraí  á  vuestro  dios  Huitziio- 
pochtli. 

Descansad,  les  dijo  el  emperador:  no  soy  yo  solo  el  que 
puedo  ampararos;  es  necesario  ver  á  los  señores  principales  del 
senado  mexicano...,  (*)  Llevadlos,  dijo  á  Cuauhnoctli,  á  Mixcoa- 
culitic,  (palacio  de  los  señores  mexicanos)  y  tratadlos  bien.  Efec- 
tivamente convocó  al  Senado  el  monarca,  y  esta  corporación  le  con- 
sultó que  oyese  á  ios  príncipes  confederados  de  Texcoco  y  Ta- 
cuba.  Convinieron  estos  en  que  les  auxiliase,  y  fué  muy  de  r&- 
parar  la  opinión  del  primero,  pues  le  añadió  con  énfasis:  reci- 
bidlos como  árbol  frondoso  que  sois....  Que  no  sabemos  Jo  que 
nos  sucederá  á  nosotros  en  ios  tiempos  venideros....  Así  se  ver 
rificó.  pues  á  poco  tiempo  que  aparecieron  los  españoles,  recur- 
rió el  emperador  al  auxilio  ue  estos  pueblos,  aunque  en  vano 
para   rechazarlos. 

Despachados  con  esta  respuesta  los  comisionados,  pasaron 
por  Chalco,  donde  se  les  atendió  y  escoltó  hasta  encaminarlos 
para  ílucxotcinco.  A  pocos  días  bajo  el  seguro  del  emperador 
vinieron  muchas  gentes  pobres  de  aquella  provincia,  y  fueron  so- 
corridas  abundantemente   en  México. 

En  el  consejo  tenido  sobre  este  grave  asunto,  se  acordó 
que  el  campo  mexicano  se  situase  en  los  mismos,  puntos  donde 
«jas  daño  liaeian  los  Tlaxcaltecas  á  los  de  Huexotcinco.  El  ge- 
aeral   Cuauhnoctli  recibió   el  mando   del   ejército,   y  se  procuró  lie? 


(*)    Luego  alguna  vez  se  ¡sujetaba  á  una  constitución  de  estado,  y 
©a  era  íúmmív* 


.  XXV. 

vase  las  mayores  y  mas  fuertes  armas,  quien  dispuso  que  se  dividie- 
se el  ejército  de  auxiliares  en  varios  trozos  para  flanquear  á  los 
enemigos  Tlaxcaltecas,  y  que  los  mexicanos  formasen  el  ejército 
del  centro.  La  vanguardia  de  Tlaxcala  venía  al  mando  del  ge- 
neral Tlahuicole;  era  éste  tenido  por  el  Hércules  de  sus  dias,  así 
por  su  valor  sebresaliente,  como  por  su  pericia  en  el  arte  de  la 
guerra  y  por  su  pujanza  extraordinaria;  su  espada  era  la  carga 
de  dos  hombres,  y  él  la  manejaba  con  la  destreza  de  un  gla- 
diator romano.  Por  tanto  era  el  terror  de  los  mexicanos,  y  su 
nombre  solo  les  imponía.  Reconocido  el  campo  de  estos  por  Tla- 
huicole, comenzó  á  retirarse  astutamente  para  llamarlos  á  un  mal 
país  para  aprovecharse  de  las  ventajas  de  aquella  localidad  es- 
pinosa, y  estar  mas  á  punto  de  recibir  socorros  y  refuerzos  de  Tlax- 
cala, manteniendo  siempre  su  tropa  de  refrezco:   así  pelearon  tres  dias. 

El  emperador  que  entendió  esto,  dobló  su  ejército  en  nú- 
mero. Empeñóse  la  acción  por  veinte  dias,  mas  llegados  á  po- 
nerse ambos  ejércitos  cerca  de  Chalco,  y  reunidos  los  de  este 
pueblo  á  los  mexicanos,  los  Tlaxcaltecas  dijeron  á  los  mexicanos 
que  así  como  ellos  por  cansados  se  retiraban,  ellos  hacian  lo 
mismo,  y  que  dentro  de  veinte  dias  tornarían  y  volverían  al  com- 
bate. Moctheuzoma  se  incomodó  de  esto:  pues  quisiera  que  la 
guerra  se  hubiese  terminado  con  gloria  del  imperio.  Al  siguien- 
te dia  se  recibió  en  la  corte  la  noticia  de  que  Tlahuicole  había 
sido  hecho  pricionero;  (parece  que  en  una  emboscada)  ('*)  tra- 
jeron á  doce  principales  con  él;  subiéronlo  al  templo,  y  lo  pasearon 
en  derredor  de  la  piedra  del  sacrificio:  después  lo  presentaron  al  em- 
perador, quien  tuvo  gusto  particular  en  verlo,  y  procuró  exami- 
nar por  sí  cuanta  fuerza  y  pujanza  tenía.  El  prisionero  se  com 
portó  con  la  dignidad  y  franqueza  de  un  soldado,  y  de  un  ciu- 
dadano libre,  pero  cortés  y  urbano.  Díjole:  ,.yo  soy  el  otorní 
Tlahuicole:  me  alegro  de  haberos  visto  tan  generoso  emperador: 
vos  sois  mas  de  lo  que  se  me  habia  dicho"  „Seas  bien  venido,  le 
respondió  el  monarca:  no  carece  de  misterio  lo  que  te  ha  suce- 
dido... Hoy  por  tí  y  mañana  por  mí...  Descansa,  no  tengas  cui- 
dado que  nada  te  faltará.»  Mandóle  dar  vestidos  atigrados  como 
á  valiente  soldado  que  era,  una  besolera  de  esmeralda,  una  di- 
visa que  llamaban  Queízaltónameyvíl  que  era,  una  plumería  riea 
con  un  sol  relumbrante  como  espejo,  despidióse  de  él,  y  !e  hizo 
el  monarca  una  gran  cortesía.  De  este  modo  pagó  un  omenage 
al  valor  de  un  enemigo  terrible;  y  por  tan  buen  tratamiento  dis- 
pensado al  general  Tlaxcalteca,  esta  república  entró  en  su  deber 
y   cesó   de   hostilizar  á   los  Huexotcincas. 

Mucho  se    ha    escrito   acerca    de    este    ilustre    prisionero, 

(*)     Aseguran  que  fué  atascadero. 

IV. 


" 


XXVI. 

Tezozomoe  diee  que  lloraba  cuando  se  acordaba  de  sus  mugeres, 
lo  que  sintió  Moctheuzoma  v  les  dijo  á  sus  cortesanos:  „¿Por  ven- 
tura no  murieron  en  los  campos  de  Huexotcinco  y  Cholula  Ixtlil- 
cucchakua,  Matlacuia,  Macuilmalinall,  Zezepatic,  y  Quitzicuacual  ¿Y 
éstos  qué  fueron  tan  valientes  como  Tlahuicolel  ¿Y  acaso  esto» 
se  acordaron  de  sus  mugeres?  Decidle  que  esa  es  afrenta  que 
dá  á  la  sangre  ilustre,  que  lo  digo  yo,  y  que  se  vaya  á  su  tier- 
ra, pues  causa  miedo  de  morir  á  los  principales  gefes  de  esta  cor- 
te.n  Que  habiéndolo  sabido  Tlahuicole  ya  no  lloró  mas,  y  el  em- 
perador mandó  que  no  se  le  ministrase  ya  cosa  alguna  de  su  pa- 
lacio. Que  necesitado  de  comer,  andaba  errante  de  casa  en  ca- 
sa el  Tlaxcalteca  pidiendo  el  alimento  y  viendo  el  desprecio  con 
que  se  le  trataba,  se  fué  al  templo  de  Tlatilolco  y  subido  en 
lo  mas  alto  se  despeñó  y  mató.  No  conviene  en  esto  el  sabio 
Clavijero,  sino  que  dice  que  sirvió  á  Moctheuzoma  valerosamente 
en  una  campaña  contra  los  michoacanos;  que  no  quiso  regresar 
á  su  patria  Tlaxcala;  que  se  empeñó  en  morir  sacrificado  por 
SU  nación  en  el  sacrificio  gladiatorio  donde  mató  á  los  que  se 
le  presentaron  á  combatir  según  costumbre,  resistiéndolo  siempre 
Moctheuzoma.  Tlahuicole  será  asunto  de  muchas  composicionei 
poéticas  y  oratorias,  cuando  en  nuestra  América  se  estime  digna- 
mente el  valor  y  amor  patriótico;  por  ahora  esta  relación  pasará, 
como  muchas  interesantes,  como  una  fábula  milesia,  ó  un  pasa- 
tiempo para   arrullar  niños. 

Los  comisionados  de  Huexotcinco  dieron  gracias  al  empe» 
rador  por  su  generosa  hospitalidad,  y  después  de  haber  hecho 
esplorar  el  camino,  satisfecho  de  que  no  habia  enemigos  que  se 
los  estorvasen,  les  permitió  partir.  Las  demás  gentes  hicieron  lo 
mismo,  y  estas  fueron  aposentadas  en  casas  particulares,  cuyos 
dueños  las  recibieron  á  proporción  de  sus  haberes  para  mante- 
nerlas. 

Poco  duró  la  paz  entre  mexicanos  y  huexoteincas,  porque 
amenazados  por  los  de  Cholula  tornaron  á  mostrarse  enemigos  de 
los  mexicanos,  en  cuyo  cambiamiento  no  tendría  poca  parte  el 
influjo  de  Tlaxcalan,  pues  ésta  repüblica  aborrecía  de  muerte  á  Moc- 
theuzoma. Súpose  esto  en  México  con  motivo  de  haber  venido 
unos  enviados  de  Huexotcinco  al  convite  que  se  les  hizo  para 
que  celebrasen  la  estatua  del  emperador,  hecha  en  Chapultepec, 
de  que  adelante  hablaremos.  Este  convocó  á  los  reyes  aliados 
para  poner  un  ejército  en  campaña,  y  en  la  sesión  tenida  sobre 
este  asunto,  el  de  Texcoco  le  predijo  que  tendrían  un  éscito 
desgraciado  en  las  espediciones  que  se  hiciesen  contra  los  ene- 
migos de  la  costa,  y  que  tendrían  muy  pocos  ó  ningunos  prisio- 
neros en  lo  succesivo.  No  agradó  al  emperador  semejante  pre- 
dicción,   y    acaso   en  esta  vez  sería  cuando  Id  trató  do  loco,  se' 


XXVII, 

gun  Clavijero;  finalmente  se  declaró  la  guerra  á  Tlaxealan.  Nos* 
bemos  á  qué  gefe  se  dio  el  mando  del  ejército,  solamente  quo 
la  acción  se  dio  en  Ahuayucan;  que  fué  muy  reñida,  muriendo 
mucha  gente  de  una  y  otra  parte;  que  los  mexicanos  hicieron 
prisioneros,  los  cuales  fueron  precipitados  desde  lo  mas  alto  de  lof 
templos  y  hechos  pedazos;  que  de  los  Tlaltilolcas  murieron  tres- 
cientos y  setenta,  aunque  cautivaron  á  cien  Tlaxcaltecas;  que  á 
la  entrada  del  ejército,  de  regreso  para  México,  salió  el  empe- 
rador á  verlo,  situándose  en  el  punto  de  Texacalco:  que  los  me- 
xicanos venían  tristes,  y  llorando  por  la  gran  pérdida  que  habia 
sufrido  su  ejército  disminuido  en  la  mitad;  pero  que  el  empera- 
dor se  alegró  porque  traían  prisioneros,  los  cuales  entraron  bai- 
lando  y    dando   alaridos. 

Los  indios  Tlaltilolcas  habian  sido  antes  de  esto  tratados 
por  M  >ctheuzoma  como  viles  cobardes,  y  como  á  tales  los  ha- 
bía hecho  tusar;  mas  reparado  este  concepto  por  lo  bien  que 
se  portaron  en  esta  guerra,  les  hizo  dar  por  medio  de  Zihu*- 
eoatl  ricas  divisas,  espadas  muy  galanas  y  rodelas,  de  lo  que 
quedaron    muy    contentos-. 

Las  conversaciones  tenidas  por  el  emperador  con  el  rey 
de  Texcoco  comenzaban  ya  á  obrar  efectos  terribles  en  su  áni- 
mo, precipitándolo  al  despecho  y  melancolía:  en  todas  le  vati- 
cinaba la  ruina  de  su  imperio,  y  obraban  tanto  mas  poderosa- 
mente, cuanto  que  era  tenido  por  el  astrólogo  mas  sabio  d» 
«us  días,  formado  en  la  escuela  de  su  sabio  padre  Netzahualcóyotl,  y 
á  par  de  esto  era  el  príncipe  mas  justo  que  habia  conocido  el 
reino  de  Aculhuacán.  Dolíale  mucho  á  Moctheuzoma  quedase 
su  nombre  sepultado  en  la  noche  de  los  tiempos,  y  que  la  pos^ 
teridad  no  conociese  su  imagen:  mandó  pues  formarla  ó  entallar- 
la en  una  gran  peña  en  Chapultepec;  remuneró  largamente  á  los 
ca  nteros  y  artífices  que  la  construyeron*  y  tenia  la  mayor  com- 
placencia en  ir  á  aquel  sitio,  cual  otro  Narciso,  á  mirarse  y  re- 
mirarse en  ella;  pero  al  mismo  tiempo  se  le  escitaban  idea» 
muy  melancólicas  que  lo  ponían  de  muy  mal  humor,  y  lo  pre* 
cipitaban  á  cometer  grandes  injusticias  de  que  hasta  entonces  nadie  le 
había  acusado,  pues  solo  se  le  habia  notado  propensión  á  la  crueldad 
por   escesivo    celo   de   ser  justo  en   todas  sus  determinaciones. 

Habia  una  especie  de  faro  en  el  punto  que  llamaban  To- 
züitlan,  el  cual  se  iluminaba  todas  las  noches,  que  al  mismo 
tiempo  que  servia  de  guia  á  los  caminantes,  les  proveía  de  lum- 
bre; ignórase  por  qué  Moctheuzoma  mando  que  no  se  encendie- 
se: una  mañana  amaneció  el  faro  hecho  cenizas,  luciéronse  las 
mas  esquisitas  diligencias  de  averiguación  para  saber  quién  lo 
habia  quemado  y  mandó  prender  á  muchos,  condenándolos  i 
ayunar  en   la    cárcel    que   llamaban   Cuauhealco;   después    se  sopn- 


XXVIII. 

por   uno   de  los  prisioneros  venidos  de  Tlaxcalan,  que  los  de  Hue- 
xotcinco  habian  incendiado   dicho   faro, 

En  una  noche  se  dejó  ver  una  nube  muy  blanca  por  el 
oriente,  la  cual  daba  tanta  claridad  que  parecia  medio  dia,  y 
ésta  se  pumentaba  en  razón  de  lo  que  iba  subiendo  y  figuraba 
la  imagen  de  un  gigante  que  se  elevaba  magestuosameníe.  Uno 
de  los  centinelas  de]  templo  mayor,  observó  este  fenómeno  y 
llamó  á  sus  compañeros  para  que  igualmente  lo  observasen;  dió- 
sele  parte  al  dia  siguiente  al  emperador  quien  nada  creyó,  y 
trató  á  los  que  se  lo  dijeron  de  soñolientos  ó  borrachos.  No 
obstante  el  emperador  se  puso  á  observarlo  por  sí  mismo.  Lla- 
mó á  machos  de  los  tenidos  por  Nigrománticos,  para  consultar- 
les, los  que  nada  supieron  responderle,  diciéndole  que  nada  ha- 
bian observado:  irritóse  de  esto  altamente,  y  mandó  á  su  ma- 
yordomo Petlacálcatl  que  los  encerrase  en  la  cárcel  y  matase 
de  hambre,  só  pena  de  que  él  padecería  la  misma  si  por  com- 
pasión les  daba  de  comer;  ellos  rogaban  que  les  quitasen  la  vi- 
da prontamente,  por  no  sufrir  semejante  castigo.  Moctheuzoma 
hizo  llamar  prontamente  al  rey  de  Tezcoco,  y  afectando  dudar 
de  la  verdad  y  ecsistencia  de  este  meteoro  le  dijo:  ,. ¿Acaso  vos 
sois  el  único  que  dudáis  de  él,  cuando  todos  lo  han  visto?  Yo 
nada  os  habia  hablado  de  él,  porque  supuse  que  nada  ignora- 
rais.})  Ecsortóle  á  que  recibiese  con  resignación  el  golpe  de  for- 
tuna que  le  amagaba:  „yo  (añadió)  nada  he  de  ver,  porque  me 
voy  á  acostar,  es  decir,  á  morir;  esta  será  la  última  vez  que 
íes  hable;  por  tanto,  os  recomiendo  mi  casa  y  mi  reino,  y  que  á 
lilis  subditos  los  miréis  eomo  á  vuestros  propios  hijos.»  Comen- 
zaron á  llorar  los  dos  príncipes,  y  Moctheuzoma  le  decia:  , ^adon- 
de iré  yó?  ¿me  volveré  pájaro  para  volar  y  ocultarme?  ¿ó  ha- 
bré de  aguardar  lo  que  el  cielo  disponga  de  mí?...."  Fácil  cosa 
#s  concebir  los  afectos  que  produciría  en  el  corazón  del  empera- 
dor esta  conversación.  Un  ánimo  supersticioso  y  cruel,  un  príncipe 
avezado  con  la  sangre  y  los  suplicios  mas  horrorosos,  un  hombre  arma- 
do de  poder  sin  limites,  finalmente,  atribulado  y  empeñado  en 
aplacar  á  la  divinidad  con  sacrificios  cruentísimos,  sin  duda  que 
creyó  aquietarla  con  víctimas,  sin  detenerse  en  los  medios,  ni 
consultar  á  las  consideraciones  de  los  pueblos;  así  es  que  apenas  se 
despidió  del  rey  de  Tezcoco  cuando  al  momento  mandó  que  fuesen 
ahorcados  todos  los  Nigromantes,  machacadas  las  cabezas,  y  sus  cadá- 
veres arrojados  en  la  lagmna;  que  se  les  saqueasen  sus  casas, 
se  lanzasen  de  ellas  á  sus  rnugeres,  dejándolas  en  la  horfandad, 
y  desolación,  y  que  sus  hijos  se  repartiesen,  arrancándolos  de  los 
brazos  de  sus  madres.  Para  dar  colorido  á  tal  maldad  dijo  que  lo 
habian   burlado,    y   traían   engañado   á   todo    México. 

A   pocos   dias    llegaron    correos    de   Tezcoco   avisando    que 


mmm 


nm& 


XXIX. 

Netzahualpilli  liabia  muerto.  ya  dijimos  en  la  Galena  de  prín- 
cipes mexicanos,  que  se  substrajo  de  5a  vista  de  los  ,«myos,  6 
tal  vez  se  daría  la  muerte  por  su  mano.  El  emperador  comenzó 
á  llorar,  Zihuacoatl  le  aconsejó  dijese  á  los  mensajeros  que^  iria 
á  sus  funerales:  efectivamente,  al  siguiente  dia  fué  á  amanecr  á  Tez- 
coco  el  emperador,  llevando  consigo  ricas  mantas  y  alhajas  pre- 
ciosas para  envolver  la  estatua  del  rey.  Recibiólo  el  senado!  de 
Aculhuacán.  yendo  á  la  delantera  todos  los  obsequios  con 
mas  porción  de  esclavos  que  con  la  estatua  se  habían  de  que- 
mar. Pronunció  Moctheuzorna  entre  lágrimas  un  elocuente  discur- 
so para  consolar  á  la  familia  real  que  recomendó,  al  senado.  He- 
cha entrega  de  todas  las  alhajas  y  preciosidades,  regresó  á  Mé- 
xico, y  pasados  cuatro  dias  después  del  entierro,  mandó  Moctheu- 
zorna llamar  á  todos  los  principales  personajes  de  Aculhuacán 
para    elegir  rey. 

También  digimos  en  la  Galería,  que  hecha  la  elección  en  Tez- 
coco  .  por  el  senado  se  suscitó  gran  cuestión  entre  dos  hermanos 
de  los  muchos  hijos  que  dejó  Netzahualpilli;  que  uno  de  ellos 
hizo  tomar  parte  en  la -querella  á  Moctheuzorna,  y  lo  constituyó 
arbitro  protector  en  la  diferencia:  que  el  otro  (Ixtlilxuchitl)  marchó  ha- 
cia lo  interior  del  reino,  y  levantó  un  ejército,  y  confiado  en  su  fuer- 
za desafió  al  emperador,  y  que  por  último,  se  convinieron  en 
dividir  entre  sí  el  reino  de  Aculhuacán;  finalmente,  que  aun 
escistian  estas  desazones  cuando  llegó  Hernán  Cortés,  el  cual 
haciendo  del  protector  de  uno  de  ellos,  y  prevaliéndose  de 
la  religión,  hizo  de  padrino  en  el  bautismo  de  I).  Fernando  Ix- 
tlilxuchitl,  á  quien  despojó  de  su  reinado  temporal  por  darle  el 
del  cielo,  después  de  haberse  valido  de  las  fuerzas  de  los  Tez- 
cocanos  que  mandaba  éste,  en  cuya  capital  puso  su  cuartel  general  pa- 
ra conquistar  á  México.  Moctheuzorna,  pues,  hizo  que  á  su  presencia 
eligiese  el  Senado  de  Aculhuacán  el  príncipe  que  le  pareció  mejor, 
y  le  hizo  dar  posesión  de  su  reino,  comisionando  al  efecto  á  su 
ministro   Zihuacoatl 

La  historia  del  reinado  de  éste  príncipe  no  presenta  en 
lo  succesivo  sino  una  serie  de  desgracias  sucedidas  por  su  nimia 
superstición.  Todos  los  que  fueron  consultados  por  él  en  razón  de 
sus  dudas  como  oráculos,  y  no  tuvieron  la  fortuna  de  agra- 
darle con  sus  respuestas,  sufrieron  el  peso  de  la  desgracia;  es- 
cita mil  afectos  diversos  verlo  ocurrir  á  la  adivinación  y  á  la 
cueva  de  Zincalco  con  consultas  repetidas  al  dios  Ilueman,  que 
en  la  mitología  de  los  mexicanos  hace  las  veces  del  dios  Plu- 
ton  en  la  de  los  griegos.  Ocupa  no  pocas  páginas  en  la  histo- 
ria de  este  príncipe  la  relación  de  la  piedra  que  mandó  labrar 
para  los  sacrificios,  y  lo  que  habló  resistiéndose  á'  llegar  al  tem- 
plo de    Huitzilopochíli;   y  pues  la  campana  de    Vetilla  ha  mere- 


XXX. 
cido  particulares  disertaciones  al  muy  erudito  ?.  Feijoo,  acaso  ésta  nt 
será  indigna  de  ocupar  nuestra  pluma  por  un  momento,  supuesto 
(;U£  óe  ha  detallado  muy  circunstanciadamente  el  hecho  por  D. 
Fernando  Tezozomóc,  y  que  la  historia  de  la  resurrección  de 
Papantzin  ha  merecido  crédito  del  crítico  y  juicioso  P.   Clavijero. 

Deseoso  de  perpetuar  su  memoria,  mando  que  se  labrase 
una  ara  para  el  templo  de  Huitzilopochtli,  que  fuese  mayor  do« 
codos  de  la  que  estaba  allí,  y  una  braza  mas  ancha.  Convocá- 
ronse al  efecto  los  canteros  de  los  cuatro  barrios  de  México,  y 
hallaron  un  pedron  grande  en  Acolco  adelante  de  Áyotcinco.  Pa- 
ra poderla  labrar,  sacándola  á  campo  razo,  fueron  necesarios  maa 
de  diez  mil  indios,  porque  como  carecían  de  los  instrumentos  de  le- 
vantar grandes  pesos,  y  de  la  ciencia  maquinaria,  todo  lo  hacían 
á  brazo.  Treinta  oficiales  con  picos  de  pedernal  mantenidos  por  - 
los  de  Chalco,  concluyeron  en  breve  la  labor.  Mandó  el  empe- 
rador que  los  de  Chaleo,  los  de  Nauhteuctli  y  Cbinampanecas,  la 
condujesen  estirando  con  maromas  muy  gruesas;  llegaron  eon  ella 
hasta  Ixtapalapam,  donde  los  peones  descansaron  dos  ó  tres  días. 
Para  que  entrase  en  México,  el  ministro  ZihuacoQtl  mandó  que 
los  bailadores  del  palo  que  llamamos  baila  trancas  \cuailatlaxques 
6  cohuüacatoxqui]  juglares,  los  viejos  cantores  con  Teponaztli.  y 
los  sacerdotes  con  cornetas  y  atabales,  la  trajesen  en  carretonci- 
llos. Mandóse  á  los  mayordomos  de  palacio  llevasen  de  comer  á 
los  canteros  y  principales  que  la  traían.  Antes  de  que  comen- 
zase á  andar  la  piedra,  los  Temacaztles  empezaron  á  sahumarla 
con  copal  blanco,  y  á  untarla  con  sangre  de  codornices;  pero 
los  conductores  vieron  que  no  se  podía  mover,  y  que  se  habían 
rompido  diez  maromas  ó  calabrotes  con  que  antes  la  habían  es- 
tirado,  y    así   dieron   cuenta   al    emperador   de    este   suceso. 

Para  superar  esta  resistencia  se  mandaron  indios  tecpane- 
cas,  serranos,  montañeses,  de  Xilotepec,  Xiquipilco,  y  de  otra» 
partes;  comenzó  el  izáa  ó  grita  de  los  otomís  para  arrancarla,  y  así 
como  la  rodearon  para  tirar  de  ella,  se  oyó  una  voz  clara  que 
dijo:  ,, por  mas  que  hagáis..... )}  quedáronse  mustios  todos,  mas  for- 
cejeando tornaron  á  oír  la  voz  que  dijo  éstas  ó  iguales  palabra! 
de  resistencia;  persistieron  en  la  empresa  los  peones,  y  se  oyó 
decir:  „pues  llevadme,  que  acullá  os  hablaré.»  Llegaron  hasta  Tla~ 
pitzahuayan;  entonces  fueron  dos  canteros  á  informar  al  emperador  de 
io  ocurrido,  y  se  irritó  tratándolos  de  borrachos  y  embusteros:  man- 
dó que  el  mayordomo  Petlacalcatl  los  pusiese  en  la  cárcel  y  que 
fuesen  seis  nobles  principales  é  informarse  del  hecho.  Electiva- 
mente oyeron  la  voz,  y  volvieron  con  esta  noticia  á  Moctheuzoma, 
entonces  los  mandó  poner  en  libertad,  ordenándoles  que  fuesen  á 
lámar  á  los  de  Aculkuacan,  Chinampanecas,  Nauhteuctli  que  vi- 
niesen  á   traer  la  piedra.   Efectivamente  lograron  traerla  hasta  T«- 


■ 


XXXI. 

elñchoe,  y  comenzaron  á  tocarla  cornetas.  Los  calabrotes  repuestos,  aun- 
que nuevos,   se  hicieron  segunda  vez  pedazos Oyóse  nuevamente 

la  voz  que  decía:  „¿Vb  he  de  llegar  á  México;  decidle  á  Moc- 
theuzoma  ¿qué  para   que   me   quiere?   ¿que   qué   aprovecha? Que 

ya  no   es   tiempo   de   hacer   lo   qne   antes;    él   verá  por   sus  ojos  lo 

que   ha   de   ser mas   con   todo    llevadme vamos   caminando; 

¡pobres  de  vosotros!...»  Dejóse  ya  mover  fácilmente  y  comenza- 
ron á  tocar  las  cornetas.  Llegados  á  Tizitlán,  junto  á  la  albar- 
rada  de  S.  Estevan,  (*)  hicieron  posa  con  la  piedra  aquella  no- 
che. Instruido  Moctheuzoma  de  lo  ocurrido  nuevamente,  mandó 
se  le  hiciesen  sacrificios  de  codornices,  y  que  se  le  cantase  y 
bailase   para   que   tuviese   gusto   de   llegar. 

Finalmente  la  trajeron  hasta  el  gran  puente  de  Xolocoi 
(donde  está  S.  Antonio  Abad)  componíase  éste  de  unas  grandes 
planchas  de  cedro,  de  siete  palmos  de  grueso,  y  nueve  de  can- 
to de  gordo,  allí  se  oyó  la  voz  que  dijo:  vIíasta  aquí  ha  de 
ser,  y  no  mas:»  quebróse  el  puente,  cayóse  la  piedra  dentro  del 
agua,  y  se  llevó  tras  sí  á  los  que  la  tiraban,  de  los  que  mu- 
chos murieron.  Dióse  noticia  á  Moctheuzoma,  y  mandó  á  Zihua 
eoatl  hiciese  venir  á  los  mejores  buzos,  y  los  trajeron  de  Xo~ 
chimilco,  Mixquic,  y  Cuauhtitlán:  el  mismo  emperador  fué  á  la» 
doce  del  dia  á  presenciar  la  operación  del  buséo;  dijeron  éstos, 
que  en  lo  hondo  de  la  laguna  habian  encontrado  una  senda  no 
muy  ancha  de  agua  que  vá  hacia  Chalco,  y  vá  siempre  mas  á 
lo  hondo.  Mandó  que  se  dirigiesen  hacia  allá  personas  de  auto- 
ridad, y  los  Tezozonques  6  canteros  que  la  habían  labrado,  tal 
vez  podrían  encontrarla.  Efectivamente  la  encontraron  en  Acolco 
Chalco,  en  el  mismo  lugar  donde  la  habían  labrado.  Quitáronla 
parte  del  papel  de  Metí  con  que  habian  cubierto  sus  labores,  y 
en  el  que  los  sacerdotes  habian  pegado  el  copal  blanco,  y  lo 
presentaron  al  emperador  diciendo:  ,.matadnós,  señor,  pero  sabed 
que  allí  está  la  piedra  misma  labrada,  en  su  propio  asiento  y 
lugar  donde  la  sacamos  primero...."  Conformóse  Moctheuzoma,  y 
entonces  dispuso  que  estos  mismos  canteros  trabajasen  la  peña 
en  Chapulíepec  donde  se  entalló  su  imagen,  de  que  hemos  ha- 
blado.  (**) 

El   P.   Fr.    Agustín   Veíancourt,   en   su   teatro  mexicano  se- 
gunda parte,   tom.    1.   pág.   43,   habla   de  este   suceso  y   dice,  que 


(*)    Por   Churubuzco. 

(**)  Ixtlilzuchitl  se  hizo  retratar  al  vivo  en  una  peña  en  el  ca- 
mino de  Iztancamac  cuando  acompañó  á  Cortés  á  la  espedicion  de 
Jbueras.  Véase  la  Memoria  de  D.  Fernando  de  Alva,  pág.  96,  que 
acabo  de  publicar,  intitulada:  Rerrihlts  crueldades  de  los  conquistado- 
res d*  Méxieo. 


XXXII. 

labrada  y  entallada  esta  piedra  que  se  halló  ea  Tenoníülán,  jun- 
to á  Coyohuacán,  la  trajeron  con  grande  regocijo  incensándola; 
llego  al  barrio  de  Xoloco  (que  n0y  es  el  rastro)  y  que  habién- 
dola de  pasar  por  el  puente  que  hoy  es  de  S.  Antón,  se  des- 
hizo la  piedra  y  se  llevó  consigo  al  ministro  que  la  venía  in- 
censando, y  á  otros  muchos  que  llegaron  mas  presto  al  infierno, 
que  la  piedra  al  centro....  Sacáronla  con  harto  trabajo,  y  dedi- 
cada al  templo  de  Huiízilopochtli  se  convocaron  todos  los  seño- 
res del  reino,  y  se  hicieron  fiestas,  estrenando  en  ella  el  sacri- 
ficio  de    doce   mil   y   doscientos   cautivos. » 

Hasta  aquí  Vetancourt,  á  quien  respetamos;  pero  no  po- 
demos seguir,  porque  si  como  dice,  la  piedra  se  deshizo  ¿cómo 
pudo  después  sacarse?  Seguimos  pues,  y  con  sobrada  razón,  á 
Alvarado  Tezozomoc,  casi  Sincróno  porque  fué  autor  de  tanto  mérito, 
que  mereció,  lo  tradujese  del  mexicano  D.  Carlos  de  Sigüenza  y  Gón- 
gora,  uno  de  nuestros  mas  sabios  indios  mexicanos,  como  lo  de- 
muestran sus  obras  y  empleo  que  obtuvo  de  catedrático  de  ma- 
temáticas en  esta  Universidad.  Aun  cuando  quisiéramos  tomar  un 
íérmino  medio  entre  lo  que  dice  uno  y  otro  escritor,  es  menes 
ter  convenir  en  que  algo  hubo  de  raro  y  prodigioso  en  esta  pie- 
dra, pues  dio  materia  á  que  se  hablase  tanto  de  ella.  ¿Ni  cuál 
podria  ser  la  razón  suficiente  porque  Dios  permitiera  su  resistencia  para 
llegar  al  templo,  si  no  impidiese  por  su  medio  el  deiramamiento  dé  san- 
gre de  muchas  víctimas?  Así  es  creíble:  por  otra  parte  es  muy 
grande  y  escesivo  el  número  de  cautivos  que  se  suponen  sacri- 
ficados por  Moctheuzoma,  y  como  hemos  visto,  jamás  llegó  por 
sus  guerras   á  hacer   tan  copioso  número   de   prisioneros. 

Me  he  detenido  en  esta  relación,  casi  copiando  los  térmi- 
nos en  que  la  trae  D.  Fernando  Alvarado  Tezozomoc  al  cap.  106 
de  su  crónica,  puntualizando  los  lugares  y  circunstancias  del  su- 
ceso con  el  objeto  de  que  el  gobierno  con  semejante  guia  ecsa 
mine  el  paradero  de  esta  piedra;  tal  vez  pudiera  encontrarse  co- 
mo Cicerón  halló  en  Cicilia  el  sepulcro  de  Arquimedes,  pues  los 
españoles  han  sido  muy  descuidados  en  cuanto  al  ecsamen  de 
nuestras  antigüedades.  No  hace  muchos  años  que  apareció  la 
hermosa  piedra  que  sirve  de  cimiento  en  la  esquina  de  las  ca- 
sas del  conde  de  Santiago,  calle  del  Relox,  en  que  se  vé  en  chi- 
co curiosamente  labrado  el  mismo  calendario  mexicano  que  está 
en  grande  en  el  cementerio  de  Catedral  mirando  al  empedradillo, 
así  como  el  degolladero  del  templo  sepultado  en  el  mismo  ce- 
menterio junto  á  la  cruz  de  la  esquina.  Otro  gobierno  mas  ilus- 
trado habría  colocado  estos  monumentos  en  el  museo  de  que  son  dig- 
nos. Dicat  quod  quisque  xentit,  sunt  enim  judicia  libera.  Juzgue 
cada  uno  lo  que  guste  sobre  la  verdad  de  estos  hechos,  yo  no 
tengo  tribunal  para  calificar  ni  decidir  magistralmente,  ni  autoridad 


XXXIII. 

para  hacerlos  creer.  Los  teólogos  tienen  sus  reglas  de  critica 
que  podrán  aplicar  al  ecsamen  de  ellos.  Sin  embargo  yo  sé,  que 
aunque  después  de  la  muerte  del  Redentor  enmudecieron  los  orá- 
culos, amenazado  Jerusalén  del  sitio  de  los  romanos  emigró  la 
divinidad  del  Sánela  Sancíorum  oyéndose  voces  claras  que  dieron 
testimonio  de  su  ausencia  de  aquel  lugar  santísimo  donde  habia 
habitado   el  augusto  Jehová. 

Aquí  me  veo  tentado  de  esclamar  con  el  sabio  Masillen, 
,,-,A  qué  estremo  ha  llegado  hoy  la  falsa  delicadeza  del  siglo  en 
«rden  á  los  sucesos  que  tienen  señales  de  prodigios!  Se  deja 
para  el  simple  pueblo  la  sencillez  y  el  candor;  la  religión  de 
los  que  se  tienen  por  instruidos  es  una  religión  de  especulacio- 
nes y  dudas,  y  se  hace  gala  de  ser  incrédulos  como  si  el  rei- 
no de  Dios  se  alcanzara  con  el  discurso.  No  es  mi  intento  dar 
aquí  crédito  á  las  supersticionos,  ni  autorizar  todas  las  falsedades 
que  el  buen  celo,  por  falta  de  instrucción,  dejó  introducir  en 
los  pasados  siglos  en  la  historia  de  los  santos;  pero  me  dá  lásti- 
ma que  con  pretesto  de  buen  gusto  y  por  acostumbrarse  á  du- 
dar de  los  hechos  indiferentes,  lleguen  tarde  ó  temprano  ix.  dudar 
de    los    necesarios.» 

'La  sombra  huyó  de  la  realidad,  no  será  mncho  que  á  la 
aprocsimidad  de  la  luz  de  la  verdad  desapareciese  con  señales  vi- 
sibles el  imperio  del  error,  y  que  por  semejantes  demostraciones 
preparase  el  camino  á  los  que  deberian  en  breve  escucharla.  La 
falta  de  ésta  ara  infame  en  el  templo,  economizó  sin  duda  el  der- 
ramamiento de  sangre  de  innumerables  víctimas  que  en  ella  ha- 
bría inmolado  el  supersticioso  monarca  que  no  encontraba  á  su 
juicio  gracia  delante  de  sus  dioses,  ni  esperaba  calmar  su  ira, 
sino  á  proporción  del  mayor  número  de  infelices  que  sacrificase. 
El  aguardaba  por  momentos  la  ruina  de  su  trono  é  itnperio:  con 
su  confidente  Tilancalqui  desahogaba  su  corazón,  y  derretido  en 
lágrimas  le  decia:  ,,Te  recomiendo  mis  hijos;  has  de  cuenta  que 
son  tuyos;  escóndelos  en  tus  rincones:  figúrate  que  eres  su  padre, 
y  ámalos  como  yo  te  he  amado  á  tí:  ya  no  seré  rey  sino  Tequi- 
tlato;  (mozo  de  servicio)  los  que  vinieren  os  tendrán  sujetos  co- 
mo esclavos:  en  mí  se  vendrán  á  consumir  los  señores,  tronos, 
sillas  y  estrados  que  los  antiguos  reyes  vieron  y  gozaron,  por  que 
en  mí  que  soy  Moctheuzoma  se  acabará  todo."  Ésta  profesía 
tuvo  su  puntual  cumplimiento.  El  mismo  amor  á  sus  hijos  mos- 
tró al  morir  á  Hernán  Cortés,  á  quien  especialmente  recomendó 
á  su  amada  hija  que  recibió  el  bautismo,  y  se  llamó  Doña  Ma- 
fia Isabel;  fundó  el  convento  de  agustinos,  que  aprobó  des- 
pués la  corte  de  España.  Su  docilidad  y  deferencia  ciega  á  los 
españoles,  que  muchos  acusan  de  cobardía,  se  debió  al  conven- 
cimiento íntimo   en   que   estaba   de   que  su  reino    pasaría  á    otra 


XXXIV. 

nación,  después  de  haber  probado  inútilmente  todos  los  medios 
de  conservarlo,  y  eludir  los  oráculos.  Jamás  (dice  el  cronista 
Herrera)  se  le  oyó  ninguna  espresion  en  contra  de  los  españo- 
les, y  siempre  se  condujo  con  ellos  con  la  mejor  armonía,  sin 
permitir   no   obstante   que   se   le   faltase   al   decoro   de    monarca. 

En  un  verano  fué  Moctheuzoma  á  holgarse  en  compañía 
de  veinte  y  cinco  señores  principales  de  México,  á  los  jardines 
que  tenía  en  Atlacuhuayan  (hoy  Tacubaya)  :  mandóles  que  lo 
dejasen  solo:  entróse  en  una  huerta  á  cazar  pájaros  con  una  cer- 
batana; mató  uno,  y  lo  traía  en  la  mano.  Caminaba  recreándo- 
se, viendo  lo  florido  de  unos  maizales;  vio  unas  bellas  mazor- 
cas y  las  cortó:  hízose  ánimo  de  entrar  con  ellas  á  la  casa  del 
dueño  de  aquella  milpa  para  mostrárselas;  llegó,  y  no  encontró 
á  nadie,  á  causa  del  temor  que  tenían  de  encontrarse  con  el 
monarca,  pues  era  costumbre  que  cuando  se  paseaba  sus  cria- 
dos daban  voces  para  que  nadie  saliese  de  su  habitación  á  ver- 
lo; mas  el  dueño  de  la  huerta  le  vio  de  lejos,  debiendo  de 
estar  por  allí  oculto:  tuvo  la  resolución  de  saíirle  al  encuentro 
y  se  hizo  encontradizo  con  él.  Después  de  hacerle  una  profun- 
da reverencia  le  dijo:  ,, Señor,  ¿cómo  es  que  vos  siendo  tan  gran- 
de y  poderoso  me  llevéis  dos  mazorcas  hurtadas1!  ¿Cómo,  vos 
que  pusisteis  la  ley  de  que  el  que  hurtase  una  mazorca  ó  su 
valor,  muriese  por  ello?..»  „Es  verdad,  dijo  Moctheuzoma;  así  lo 
he  mandado,...»  Entonces  le  replicó  el  hortelano....  ,,¿y  vos  que- 
brantáis vuestra  ley?»  El  emperador  le  presentó  las  mazorcas  di- 
ciéndole....    ,,Tómalas,   tuyas  son....»    „Señor,  no  lo  digo  por  ellas; 

vuestra   es  la  huerta,  vuestro   soy   yo,   mi   muger  y   mis    hijos 

yo  os  lo  he  dicho  por  una  gracia  donosa  (ó  sea  por  chanza)....» 
,,Nó,  le  replicó  Moctheuzoma,  si  no  quieres  las  mazorcas,  toma 
mi  capa.»  (era  esta  una  red  azul  de  pedrería  Xiuhayatl  que  va- 
lía un  tesoro)  Tanto  porfió  el  monarca  á  que  la  tomase  que 
hubo  de  obedecerle,  y  lleno  de  confusión  el  pobre  indio  le  di- 
jo al  recibirla:  ^Sgñor,  yo  la  tomo,  y  yo  ot  la  guardaré»  Fuese, 
pues,  Moctheuzoma  acia  donde  estaba  su  comitiva,  y  como  le 
vieron  sin  el  manto,  comenzaron  á  preguntarle  por  él:  „Me  la 
han  salteado  unos  ladrones,  dijo,  y  se  la  llevaron:»  alborotáronse 
todos,  y  les  mandó  que  nadie  se  moviese.  Vínose  luego  á  su 
palacio  á  México,  y  á  otro  dia  de  mañana  á  la  sazón  que  con- 
curría con  los  principales  señores  de  su  corte,  mandó  á  uno 
de  ellos  que  fuese  á  Tacubaya,  que  preguntase  por  un  fulano 
Xochitlacot2Ín,  y  se  lo  trajesen;  pero  previno  que  cuidado  como 
lo  enojasen  de  obra  ó  de  palabra.  Efectivamente  trajeron  luego 
al  hoitelano,  aun  que  el  miserable  temeroso  quiso  huir:  ,, Seas,  bien 
venido,  le  dijo  el  emperador  blandamente,  ¿donde  está  mi  man- 
ta? Este  me  la  salteó   ayer,  dijo  á  los  señores,»   (que  empezaron 


XXXV. 

oomo  aduladores  á  conmoverse)  sosególos  y  les  dijo  entonces  el 
monarca:  „Éste  miserable  es  hombre  de  mas  ánimo  y  fortaleza 
que  ninguno  de  cuantos  aquí  estamos,  porque  se  atrevió  á  de- 
cirme ayer  que  yo  habia  quebrantado  mis  leyes,  y  dijo  la  ver- 
dad. A  estos  tales  (añadió)  quiero  yo  que  me  la  digan  pura,  y 
no  con  palabras  estudiadas.  ¿Hay  algún  empleo  vacante,  pregun- 
tó al  ministro?  Respondióle  que  el  cacicazgo  de  Xochimilco: 
pues  bien  (dijo)  que  se  le  dé.»  Diósele  la  casa  principal  de  Oláe 
(dice  Tezozomoc  cap.  &3.)  por  suya,  y  hoy  se  jactan  de  decir  sus 
deudos  que  fueron  parientes  del  emperador  Moctheuzoma.  Así 
pagó  este  príncipe  un  homenaje  á  la  justicia  y  verdad:  ab  un~ 
gue    leonem. 

Parece  que  á  fuer  de  historiador  debería  yo  hacer  aquí 
el  retrato  de  Moctheuzoma  el  Grande;  ya  lo  ha  dibujado  por  mí 
el  cronista  Herrera  (Decada  2.  lib.  10.  pág.  265.)  y  como  e*. 
pañol   no   es   recusable   en   lo   favorable. 

Fué  Moctheuzoma  (dice)  hijo  y  nieto  de  los  reyes  de 
México;  y  aunque  fueron  muy  valerosos  les  hizo  ventaja,  por- 
que acrecentó  su  imperio,  y  le  tuvo  en  gran  prosperidad.  Fué 
muy  liberal,  muy  templado  en  comer:  tuvo  muchas  mugeres;  mas  pro- 
cedía con 'ellas  con  templanza;  tratábalas  bien;  honrábalas  mu- 
cho. Fué  justiciero;  no  perdonaba  á  nadie  aunque  fuese  su  hijo. 
Fué  muy  devoto  y  curioso  en  su  religión:  sabio  en  paz  y  guerra: 
venció  nueve  batallas  campales:  fué  grave  y  severo,  y  cuando 
salía  en  público  iba  muy  acompañado,  y  holgaba  el  pueblo  de 
verle:  servíase  con  mucha  grandeza  y  ceremonias:  quizo  mucho 
á  los   castellanos,    á  lo   que   estraordinaríamente   se  comprendió.» 

Es  muy  difícil  traer  al  tribunal  deja  historia  á  un  héroe 
que  dista  de  nosotros  tres  centurias  de  anos,  y  formar  de  él  un 
diseño  acabado.  Yo  no  me  atrevo  á  trazar  el  de  éste  príncipe, 
porque  hallo  en  él  virtudes  y  vicios  que  lo  ponen  en  contradic- 
ción consigo  mismo;  sin  embargo,  he  dado  término  á  ésta  rela- 
ción con  la  anterior  anécdota,  que  no  menos  servirá  para  cono- 
cerlo, que  para  hacerlo  pasar  por  modelo  de  imitación  á  los 
magistrados  supremos  que   le   succedan   en  el   mando. 


FIN  DEL  REINADO  DE  MOCTHEUZOMA. 


xxxvr. 
DISERTACIÓN 

SOBRE  EL   BAUTISMO 

DEL  EMPERADOR  MOCTHEUZOMA, 

LLAMADO  EN  ÉL  DON  CARLOS, 

Ó    SEA 

Relación  sacada  de  un  antiguo  manuscrito  que  tradujo  al  espa^- 
ñol  D.  Carlos  de  Híüenza  y  Góngora,  y  de  que  es  autor  D. 
Fernando  de  Alvarado  Tezozomoc,  descendiente  de  los  señores  de 
JMalinalco,  que  según  los  antiguos  anales  eran  de  los  principales 
del  imperio  o 


Cap.  6.  que  trata  de  la  muerte  deií  emperador  moctheüzomav 

,,k_?iENDO,  como  se  han  dicho,  tan  continuos  los  asaltos  con  que 
los  mexicanos  amotinados  molestaban  á  los  españoles,  ya  no  les 
quedaba  otro  recurso,  que  apelar  al  emperador,  para  que  con  su 
autoridad  refrenase  el  pueblo  sublevado,  pues  no  les  dejaban  sa- 
lir de  su  cuartel,  ni  aun  casi  moverse:  y  á  no  ser  por  estar  en 
él  el  emperador,,  y  su  sobrino  Cacama,  rey  de  Texcoco,  presos, 
sin  duda  que  la  ira  de  los  agraviados  Tenoxtitecas  hubiera  pués- 
toles  fuego,  y  consumido  de  una  vez  las  esperanzas  de  Corte's  y 
de   los   suyos,   sepultándolas   entre   las   cenizas   de   un   incendio. 

,,Un  dia  que  mas  que  otros  habian  perseguido  á  los  es- 
pañoles é  indios  auxiliares,  no  hallando  ya  otro  remedio  Corte's, 
le  suplico  al  emperador  suspendiera  el  furor  de  sus  gentes,  pues 
de  otra  manera  perecerían  todos.  Hízole  al  mismo  tiempo  cargo 
de. que  la  traición  que  dio  motivo  á  este  alzamiento,  ni  había 
sido  culpa  suya,  ni  menos  con  su  influjo  había  sido  hecha;  y  que 
no  era  justicia  que  habiendo  dado  así  la  nobleza  como  la  ple- 
be y  por  todos  juntos  él,  que  era  supremo  emperador,  la  obe- 
diencia al  rey  de  Castilla,  ahora  por  una  cosa  que  no  había 
pendido  de  su  arbitrio,  hostilizasen  á  los  soldados  que  ya  debían 
mirarse  como  vasallos  de  un  mismo  soberano;  que  si  la  indig- 
nación de  los  mexicanos     no  podía  templarse   con    el    castigo  de 


XXXVÍI. 

los  culpados,  que  en  el  real  nombre  de  su  magestad  católica  fe 
prometía  castigar  el  delito  de  tal  manera  que  los  agraviados  que- 
daran  satisfechos,    y    ellos   siempre    amigos. 

Estas  y  otras  razones  dijo  Cortés  al  emperador,  que  con 
menos  hubiera  sido  suficiente,  pues  como  se  ha  dicho  era  de 
natural  blando  y  compasivo,  y  demasiado  afecto  á  los  españoles. 
Moeiheutzumatzin  por  dar  gusto  á  Cortés,  y  tranquilizar  los  áni- 
mos de  los  suyos,  subió  á  una  torre  de  palacio  en  compañía  de 
los  corcobados  (*)  á  quienes  mucho  amaba,  y  de  algunos  de 
sus  caballeros,  que  sin  embargo  de  su  prisión  injusta  le  servían 
y  acompañaban.  Luego  que  los  mexicanos  vieron  á  su  señor, 
suspendieron  las  armas,  y  prestando  muy  profundo  silencio,  aguar- 
daban lo  que  quería  ordenarles.  Él  con  las  mayores  razones  que 
pudo,  les  persuadió  dejasen  las  armas,  no  molestasen  á  los  es- 
trangeros,  y  fuesen  sus  amigos,  pues  su  persona  corría  riesgo,  y 
las  de  todos  sus  vasallos  de  la  furia  de  los  recien  venidos.  A  to- 
do callaba  la  innumerable  multitud,  y  mostraba  gran  sentimiento 
de  ver  al  mayor  monarca  que  conocía  este  nuevo  mundo  en  tan 
triste  situación,  que  le  obligaba  no  solo  á  tolerar,  sino  á  supli  - 
car  por  los  mismos  que  le  agraviaban;  y  á  la  verdad  le  hubie- 
ran dado  gusto  á  no  ser  porque  su  sobrino  Cacama  rey  de  Tex- 
coco,  que  como  es  dicho  también  estaba  preso  puesto  á  ios  me-~ 
xicanos  á  que  no  lo  hicieran,  sino  que  acabaran  de  una  vez  con 
los  estrangcros  sin  atender  á  sus  personas.  Los  mexicanos  ecsas- 
perados  de  los  españoles,  y  alentados  de  Cacama,-  ya-  no  aten- 
dían á  las  razones  del  emperador,  ni  hacían  ningún  aprecio  de 
sus  voces;  antes  por  el  contrario  lo  baldonaban  diciéndole  mu- 
chos pesares,  tratándolo  de  cobarde,  y  de^  que  se  dejaba  domi- 
nar de  unos  advenedizos  de  puro  temor.  Éstas  desabridas  razones 
fueron  acompañadas  de  una  gran  multitud  de  flechas,  y  piedras,  de  las 
cuales  una  saeta  alcanzó  al  emperador  en  el  estómago  que  lo 
atravezó  por  el  vaso,  y  una  piedra  le  dio  en  la  úex\  izquierda, 
de  cuyas  dos  heridas  cayó  con  angustias  mortales  revolcándose  en 
su  sangre,  y  sin  mas  aliento  que  ""'para  despedirse  de  la  vida. 
Ocurrieron  los  españoles  á  la  venganza,  y  Cortés  con  el  cape- 
llán al  socorro  de  su  querido  amigo,  al  cual  hallaron  en  brazos 
de  sus  caballeros  derramando  rios  de  sangre  por  sus  heridas,  lle- 
no de  mortales  jmsias,  y  cubierto  de  lágrimas  de  los  suyos,  á 
las  que  acompañaron  las  de  Cortés  y  Fr.  Bartolomé  de  Olmedo, 
el  cual  no  parándose  en  sentimientos,  ocurrió  al  socorro  de  que 
mas  necesitaba  el  desgraciado  emperador,  persuadiéndole  á  voces 
recibiera  el  santo  bautismo*  pues  de  otra  manera  perdería  am- 
bos imperios»    á  cuyas   voces   no   pudo  responder  por  tenerle   fue- 

(*)j   Por  lujo  tenían  de  pages  á  los  contrahechos  íes  reyes  mexicanos. 


XXXVIIL 

ra  de  sentido  el  dolor  de  las  heridas.  Acordaron,  pues,  bajarlo 
á  una  sala  del  mismo  palacio,  donde  habiéndole  tomado  la  san- 
gre y  héchole  algunos  medicamentos,  pudo  volver  en  su  acuer- 
do, aunque  con  mortales  parasismos.  En  este  tiempo  volvió  á  ins- 
tarle el  apostólico  padre  á  fin  de  conseguir  su  salud  eterna,  por- 
que de  la  temporal  no  había  ningunas  esperanzas.  A  estas  razo- 
nes  respondió  blandamente  el  casi  difunto  emperador,  que  quería 
ser  cristiano,  con  cuyo  fiat,  cubiertos  de  dolor  y  lágrimas  el  mi- 
nistro y  los  padrinos,  le  administraron  el  sacramento  del  bautis- 
mo, poniéndole  por  nombre  D.  Cáelos.  Fueron  sus  padrinos  D. 
Fernando  Cortés,  D.  Cristóbal  de  Olid,  y  D.  Pedro  de  Alvara- 
do.  Después  de  tres  dias  murió,  habiendo  hecho_sus  últimas  dis- 
posiciones con  tanto  acuerdo,  como  si  no  tuviera  mal  ninguno. 
Dio  en  ellas  las  mayores  y  mas  dolorosas  muestras  del  amor  que 
tenía  á  Cortés,  dejándole  encargadas  á  sus  hijas,  únicas  prendas 
de   su    amor. 

Éste  fué  el  fin  del  mayor  monarca  que  conoció  la  gran 
México,  de  aquel  cuyo  dominio  se  estendía  á  sujetar  setenta  y 
dos  reyes  coronados:  cuya  riqueza  no  tuvo  comparación,  y  cuyas 
desdichas  dominaron  su  altiva  suerte,  y  consiguieron  ponerlo  por 
trofeo  suyo,  sin  respetar  su  grande  dignidad,  suma  riqueza,  alta 
gerarquía,  y  prendas  personales,  de  que  singularmente  se  hallaba 
adornada  su  persona." 

D.  Fernando  de  Alba  Ixtlilxuchitl  en  el  cap.  8.  que  tra- 
ta de  la  muerte  desgraciada  que  el  capitán  Pedro  de  Alvarado 
y  los  suyos  dieron  á  los  señores  y  nobleza  mexicana,  por  cuya 
causa  se  rebelaron  los  mexicanos,  y  pusieron  en  grande  aprieto  á 
los  españoles  haciéndolos  salir  de  México,  de  la  muerte  de  Moc- 
theuzoma,    Cacamatzin,    y   otros   señores,    dice    así. 

"Estando  Cortés  en  la  Veracruz  á  lo  de  Narvaez,  ofreció- 
se la  fiesta  tan  celebrada  de  los  mexicanos  llamada  Toxcatl  que 
caía  siempre  por  pascua  de  resurrección;  y  como  Cortés  les  ha- 
bía vedado  el  sacrificio  de  los  hombres,  tan  solamente  se  hizo  un 
solemne  Mitote,  ó  danza,  en  el  templo  mayor,  en  donde  se  jun- 
taron todos  los  de  la  nobleza  mexicana,  cargada  y  adornada  con 
todas  las  joyas  de  oro,  pedrería,  y  otras  riquezas  que  tenian;  y 
estando  en  lo  mejor  de  su  fiesta,  y  muy  descuidados  de  la  cela- 
da qne  se  les  aparejaba;  y  fué  que  ciertos  Tlaxcaltecas  por  en- 
vidia lo  uno,  acordándose  que  en  semejante  fiesta  los  mexicanos 
solían  sacrificar  gran  suma  de  cautivos  de  la  nación  Tlaxcalleca,  y 
lo  otro,  que  era  la  mejor  ocasión  que  ellos  tenian  para  poder  in- 
cluir los  mismos  despojos,  y  hartar  su  codicia  vengándose  de  sus 
enemigos  (porque  hasta  entonces  no  habían  tenido  lugar,  ni  Cor- 
tés se  los  diera)  fueron  con  esta  invención  al  capitán  Pedro  Al- 
varado,    que  estaba    en    lugar  de  Cortés,   el   cual  no  fué  menester 


XXXIX. 

mucho  para  darles  crédito,  porque  tan  buenos  filos  y  pensamientos 
tenia  como  ellos;  y  mas  viendo  que  allí  en  aquella  fiesta  habían 
acudido  todos  los  señores  y  cabezas  del  impeno,  y  que  muertos 
no  tenían  mucho  trabajo  en  sojuzgarlos;  y  así  dejando  algunos  de 
sus  compañeros  en  guarda  de  Moctheuzoma  y  de  Cacamatzin,  con 
el  mayor  secreto  y  disimulación  que  pudo,  se  fué  hacia  la  p  aza 
ó  patio  del  templo  mayor,  y  cogiendo  las  puertas  de  él  con  algu- 
nos de  sus  compañeros  y  los  Tlaxcaltecas,  entró  con  todos  los 
demás  con  grande  ímpetu  haciendo  gran  matanza  y  carnicería  en 
los  mexicanos,  que  como  se  hallaban  seguros  de  semejante  caso, 
estaban  desapercibidos  y  sin  armas;  y  así  en  breve  espacio  mata- 
ron todos  los  mas  que  allí  hallaron,  y  cargaron  ellos  y  los  Uax- 
caltecas  de  muy  grandes  despojos  y  riquezas;  y  al  ruido  y  voz 
acudieron  todos  los  de  la  ciudad  á  favorecer  á  sus  señores,  _de 
tal  manera,  que  llevaron  á  Alvarado  y  á  los  demás  sus  compane- 
ros y  amigos  hasta  su  posada,  donde  estaba  Moctheuzoma  y  La- 
camatzin,  y  si  no  fuera  por  estos  reyes  que  les  mandaron  que 
cesara  el  combate,  los  mataran  á  todos,  y  echaran  en_  el  suelo  la 
casa,  viendo  la  traición  tan  grande  que  contra  sus  señores  se  ha- 
bla hecho,  y  también  porque  la  noche  los  departió  luego,  aunque 
no  por  esto  dejaron  de  darles  lo  necesario  para  su  sustento,  vien- 
do que  sus  reyes  cuidaban  de  ello_y  se  los  mandaban.  Cortés  vol- 
vió victorioso,  y  muy  bien  acompañado  porque  traía  consigo  mil 
hombres   de   guerra,  y  cien  caballos. 

Supo  en  el  camino  como  los  de  México  se  habían  alzado 
contra  los  que  allí  dejó,  que  si  no  fuera  por  Moctheuzoma,  los 
hubieran  muerto,  con  cuya  nueva  vino  á  grandes  jornadas  hasta 
llegar  á  la  ciudad  de  Texcoco,  en  donde  se  reformó,  descansó  y 
fué  regalado  Avisado  de  todo  lo  que  habia,  de  su  íntimo  amigo 
Ixtlixuchitl,  dándole  cuenta  de  todo,  y  de  como  en  la  misma  ciu- 
dad de  Texcoco  habia  algunos  apasionados  á  los  deudos  y  ami- 
gos  de  los  que  mataron  Pedro  de  Alvarado  y  sus  companeros  en 
México;  y  habiendo  tratado  del  modo  conque  había  de  entrar, 
se  partió  de  Texcoco  y  llegó  á  México  dia  de  S.  Juan  (24  de 
junio  de  1520)  y  halló  la  ciudad  sosegada,  aunque  los  morado- 
res de  ella  no  lo  salieron  á  recibir,  ni  le  hicieron  fiesta.  Moc- 
theuzoma se  holgó  de  su  llegada  viéndolo  volver  con  tan  buen 
acompañamiento,  v  tan  próspero  suceso,  y  cada  uno  de  ellos  le 
contó  los  trabajos  que  había  pasado.  Otro  dia,  después  de  su  lle- 
gada, reprendió  Cortés  á  uno  de  los  principales  de  la  ciudad, 
porque  no  se  hacía  el  mercado  como  solían,  que  era  de  su  car- 
go; y  como  fuese  _con  aspereza  se  agravió  de  tal  manera,  que 
vino  á  revolver  la  ciudad;  porque  ya  estaban  todos  los  morado- 
res suyos  tan  hartos  de  las  demandas  y  crueldades  que  contra 
ellos  se  habían  usado,-  que  fué  menester  poco    para   acabarse  de 


XL. 

alzar;  y  asi  desde  entonces  se  comenzó  entre  ellos  una  cruelísi- 
ma guerra,  y  en  la  primera  pelea  mataron  cuatro  españoles,  y 
otro  dia  adelante  hirieron  muchos,  y  cada  dia  les  daban  cruel 
batería,  de  modo  que  no  les  dejaban  sosegar  ni  un  momento;  y 
al  séptimo  dia  fué  tan  recio  el  combate  que  dieron  á  la  casa 
de  la  posada  de  los  españoles,  que  no  tuvo  Cortés  otro  reme- 
dio que  hacer  al  rey  Moctheuzoma  que  se  subiese  á  una  torre 
alta,  y  les  mandase  que  dejasen  las  armas,  y  lo  hizo  de  buena 
gana  rogando  á  sus  vasallos  muy  ahincadamente  que  dejasen  la 
guerra. 

Estaban  encolerizados,  y  tan  corridos  y  afrentados  de  ver 
la  cobardía  de  su  rey,  y  cuan  sujeto  estaba  á  los  españoles,  que 
no  le  quisieron  oír;  antes  le  respondieron  palabras  muy  descom- 
puestas, afrentándole  de  cobardía,  y  le  tiraron  muchos  flechazos 
y  pedradas,  y  le  acertaron  con  una  en  la  cabeza,  de  la  que  den- 
tro de  cuatro  dias  murió  de  su  herida;  y  aunque  recibió  el  santo 
bautismo  que  había  pedido  mucho  antes  con  ansia,  tuvo  este  desastrado 
fin.  Fué  el  mas  poderoso  rey  que  ííntes  ni  después  tuvo  este  nue- 
vo mundo:  no  hubo  quien  le  igualase  en  magestad  y  profanidad., 
tanto  que  parece  se  quiso  hacer  adorar^  y  se  vio  en  la  mayor 
prosperidad,  grandeza  y  riqueza  que  hubo  en  el  mundo.  Era  hom- 
bre de  mediana  estatura,  flaco,  no  muy  moreno  de  poca  barba, 
y  tan  ardiloso  como  valiente.  En  las  armas  y  modo  de  su  gobier- 
no fué  muy  justiciero,  y  en  las  cosas  tocantes  á  ser  estimado  y  teni- 
do en  dignidad  y  magestad  real:  de  condición  muy  severo,  aunque 
cuerdo  y  gracioso.  Fué  sepultado  en  Chapultepec,  acompañado  de 
las  lágrimas  de  Cortés  y  de  los  suyos  que  con  su  cuerpo  enter- 
raban las  esperanzas  de  subsistir  en  México.  Con  la  muerte  de 
este  poderosísimo  rey  fué  grandísimo  el  daño  que  á  Cortés  y  los 
suyos  se  les  siguió,  por  que  se  movieion  los  mexicanos;  y  muer- 
to Moctheuzoma  apretaron  mucho  á,  los  españoles,  y  no  sintieron 
su  muerte  por  que  ya  estaban  muy  indignados  contra  él  por  el  fa- 
vor tan  grande  que  hacia  á  los  españoles.  Hicieron  luego  jurar  al 
rey  Cacamatzin  su  sobrino,  aunque  estaba  preso,  con  intento  de 
libertarlo  por  su  persona,  en  quien  concurrian  todas  las  partes  y 
requisitos  para  su  defensa,  honra  y  reputación;  mas  no  pudieron 
conseguir  su  intento,  porque  queriendo  los  españoles  salir  huyen- 
do de  la  ciudad,  aquella  noche  antes  le  dieron  cuarenta  y  siete 
puñaladas,  porque  como  era  belicoso,  se  quiso  defender  de  ellos, 
é  hizo  tantas  bravezas  que  con  estar  preso  les  dio  en  que  en- 
tender, y  fué  necesario  todo  lo  referido  para  quitarle  la  vida;  y 
luego  por  su  muerte  que  fué  .muy  sentida  de  los  mexicanos,  eli- 
gieron y  juraron  por  rey  á  Cuitlahuatzin,  señor  de  Ixtapalapan, 
y  hermano  de  Moctheuzoma,  que  era  su  principal  caudillo,  y  á 
/esta  sazón   su    capitán   general.    Cuitlahuatzin   dio   á    los    españoles 


«nwwmaH 


XLI. 

«ruelísima  guerra,  y  jamás  les  quiso  conceder  ninguna  tregua. 
Pasaron  entre  ellos  y  Cuitlahuatzin  grandísimos  encuentros  y  pe- 
leas, hasta  que  Cortés  perdió  las  esperanzas  de  poderse  tener  en 
México,  y  determinó  salirse  de  ella;  pero  fué  con  tanto  peligro 
y  trabajo  suyo  y  de  sus  soldados,  que  de  toda  la  riqueza  que 
tenia  junta  no  pudo  sacar  casi  nada,  y  aun  todos  los  que  mu- 
rieron de  los  suyos  fué  por  ocuparse  alguna  parte  de  las  rique- 
zas  que   tenían  juntas. 

Salióse  Cortés  á  10  de  julio  (*)  do  1520,  de  noche,  por 
entender  ser  acomodado;  mas  los  mexicanos  lo  sintieron,  y  le  sa- 
lieron en  su  alcance,  y  le  mataron  cuatrocientos  cincuenta  espa- 
ñoles, cuatro  mil  indios  amigos,  y  cuarenta  y  seis  caballos  en  la 
parte  que  llaman  el  salto  de  Alvarado,  y  los  mexicanos  Tolieca- 
lopam  (**)  que  es  el  nombre  de  la  azequia,  y  el  barrio  Ma- 
zalzintamalco.  En  estos  y  otros  aprietos  en  que  los  españoles  se 
vieron  prosiguiendo  su  retirada,  murieron  entre  otros  señores  que 
iban  con  Cortés,  así  en  rehenes  como  en  su  favor,  cuatro  se- 
ñores mexicanos,  y  los  dos  eran  hijos  de  Moctheuzoma  y  se  lla- 
maban Icacontzin,  Tioacpopocatzin,  Tepactzin  y  Tencuecuenotzin,  y 
de  las  cuatro  hijas  de  Netzahualpitzintli  murieron,  las  tres,  aun- 
que la  una  de  ellas  fué  la  mas  bien  librada,  porque  murió  bau- 
tizada, y  se  llamó  Dona  Juana,  que  por  ser  tan  querida  de  Cor- 
sés y   estar   en   dias   de   parir,  la    hizo   bautizar. 

Murieron  otros  dos  hijos  del  rey  Netzahualpilzintli,  y  asi- 
mismo murió  en  esta  demanda  Niuhtototzin,  uno  de  los  grandes 
del  remo  de  Texcoco,  señor  de  Teotihuacán,  que  era  capitán 
general  de  la  parcialidad  de  IxtlixochitU  y  que  en  su  nombre 
había   sido   en   favor   de   Cortés,  y  de   los  suyos. 

Las  dos  octavas  que  siguen  son  del  capitán  D.  Ángel 
Uetancourt,  que  vino  á  N.  E.  en  el  año  de  1608,  y  como  ta- 
les son  dignas  de  aprecio  por  su  antigüedad,  y  por  ser  el  refe- 
rido muy  versado  en  la  historia  de  estos  reinos.  Se  estrajeron 
«el  poema  de  la  aparición  de  nuestra  señora  de  los  Remedios 
y  dicen  así. 


Jmlro  ISZ  y     tr-0S   álcenWe  á  P«mero;  tal  vez  se  pondría -en 
$S    Jíbre™do,  /  /sto   causó  la  equivocación. 
I    )    m>  na   quedado    mas  nombre  á  éste  lugar  que  el  primero. 

vi. 


XLIL 
OCTAVAS. 

Resistió  el  Estremeño  Masinis» 
Asaltos  mil  de  gente  amotinada,. 
De  mexicanos  las  legiones  pisa 
Haciendo  como  bueno  con  la  espada: 
El  preso  Moctheuzoma,  con  divisa 
Imperiosa,  cayó  de  una  pedrada: 
Cortés,  Olid,  y  Pedro  de  Alvarado* 
Padrinos  son  del  indio  bautizado. 

D.  Carlos  se  llamó  este  rey  grave 
Que  con  ansia  el  bautismo  habia  pedido* 

Y  era*  con  los  cristianos  tan  suave 
Que  se  puede  tener  por  entendido. 
Nadie  entienda  que  todo  se  lo  sabe, 
Que  tal  vez  un  pastor  descubre  el  nido; 

Y  a  tres  reyes  mostró  Martin  alhaja 
De  las  naves  la  senda  altiva  y  baja. 

Éstas  dos  octavas  chavacanas  y  despreciables  en  el  orden 
poético,  no  lo  son  en  el  histórico:  prueban  no  poco  según  los 
?rm^os  de  buena  crítica.  Estaba  reciente  la  —  de  - 
acontecimiento  en  los  dias  en  que  se  refino,  y  ^tancourt  o 
hizo  mas  como  historiador,  que  como  poeta,  ^  <^  »§ "^J* 
ficción  ni  licencia  que  le  era  permitida  en  ciertos  casos,  cona 
derémoslo  pues  como  un  historiador  que  hab a^nj^m  J  no  de 
otro  modo  que  Enio  entre  los  romanos,  y  otros  segur  dw ^JSUur 
cuando  discurre  sobre  el  origen  de  las  len§uaS¡  -^7  ^^asa, 
otras  razonen  y  hechos  de   mas  mérito    cuya  re^na  voy  .  ^ 

Moctheuzoma   era   (según   Chimalpain)    el   homb  remas    sa 

bio   de   su   siglo;    era   un  U  ^.«^^'¿'"SSSS  To- 
ditaba    sobre    su   religión   y   reflexionaba   sobre    sus   «J»*»0* 
dos  lo  pintan-  con  este   colorido,   y  aun  los  que  ^  ¿epumen  c 
mo   Solía,   dicen  que  ocupaba  muchos    ratos    en    «J^%¿. 
templos  de  sus  dioses,   por  hipocres  a  y  ^*g?Z  "ier- 
bradía   entre   los  suyos   para   optar   algún   da  el  im P«™  . 

oes    que  él   no   se   hallaba   en    México    cuando    o  eligier 
re  Toluca,   de  donde  lo  trajeron  4  ocupar  la  silla  imperial,  u 


.'.:•■', 


^ewRuittr 


XLIII. 

primeras  conversaciones  tenidas  con  Cortés  sobre  religión,  le  des- 
agradaron sobre  manera,  y  con  gran  política  cortó  la  que  susci- 
tó el  dia  de  su  llegada  cuando  pasó  á  visitarlo  en  su  alojamien- 
to, y  le  hizo  ver  que  á  él  poco  le  imponían  sus  caballos,  que 
los  estimaba  como  venados  de  mayor  magnitud,  ni  sus  mosque- 
tes que  comparaba  con  sus  cebratanas.  Esta  firmeza  lo  hace  en 
mi  concepto  recomendable;  líbreme  Dios  de  hombre  que  fácil- 
mente, y  sin  ecsamen,  cambia  de  opinión,  y  principalmente  en 
puntos  de  religión.  La  religión  de  Moctheuzoma  tenia  grandes 
analogías  con  la  que  le  anunciaba  €ortés;  le  hablaba  de  un  Dio* 
remuneratlor  de  premios  y  castigos  -eternos.  Moctheuzoma  sabía 
por  sus  principios  que  había  un  lugar  de  descanso  perdurable, 
[Illuica,]  y  un  lugar  de  eternos  gemidos  [Mictlanteuchtli,]  es  decir, 
cielo  é  infierno  el  mismo  que  le  anunciaba  la  religión  de  Cortés  y 
dos  grandes  y  poderosos  resortes  con  que  el  hombre  se  mueve'  á 
obrar  el  bien,  y  que  él  siempre  hizo  á  sus  semejantes,  pues  amó 
la  justicia  sin  tasa  como  hemos  visto.  La  religión  de  los  mexicanos 
en  su  íondo  era  la  que  les  anunció  Santo  Tomás  apóstol,  cuya 
capa  conservaban  por  prenda  llena  de  cruces,  semejantes  á  las 
que  los  españoles  vieron  en  gran  copia  en  la  provincia  de  Yuca- 
tan  y  de  cuya  sagrada  señal  imploraban  la  agua  para  sus  mieses. 
Teman  bautismo,  confesión  sacramental  viva  voce,  comunión  con 
pasta  de  semillas  amasadas  con  miel;  ayunos,  vida  cenobítica  y 
mil  otras  prácticas  tomadas  de  la  doctrina  del  santo  apóstol.  Su 
moral  no  desconocía  los  primeros  principios  de  la  razón:  su  edu- 
cación era  severa:  su  justicia  recta:  su  derecho  de  paz  y  guer^ 
ra  muy  mas  noble  y  humano  que  el  de  nuestros  primeros  pu- 
blicistas, pues  los  hombres  son  tanto  mas  francos  y  generosos 
nasta  el  heroísmo,  mientras  mas  se  acercan  á  los  primeros  siglos, 
o  mantienen  su  simplicidad  y  costumbres.  Moctheuzoma  estaba 
preparado  con  estas  prácticas,  que  aunque  adulteradas,  tenían  un 
íondo  y  principio  de  verdad,  así  como  la  mitología  de  los  grie- 
gos, que  son  los  principales  pasages  de  Moisés  adulterados.  Ha- 
bía sido  testigo  de  la  incuestionable  resurrección  de  Papantzin  su 
hermana,  no  menos  que  de  los  grandes  meteoros  de  la  naturale- 
za .ocurridos  en  sus  días  y  observados  por  él  mismo.  Por  otra 
parte  «u  corazón  se  resentía  de  la  crueldad  de  los  sacrificios  hu- 
manos, y  tanto,  qne  no  permitió  que  en  la  fiesta  de  su  inau- 
guración se  inmolase  ninguna   víctima    racional,    diciendo    que   no 

2Em&:W!S  en  dia  de  tant0  gozo  aPesíase  el  íemPl0  de  Huit- 

züopochth  Se  conoce  que  chocaba  á  su  corazón  ésta  inhumani- 
dad,  que   él   se   conformó   con  la   religión   del   estado,    de  que  no 

fué  rnínT?  5  y-qUG  Si  Se  m0Stró  cruel  en  sus  últ™™  dias, 
r,CUa7°  le  aquejaron  gravísimos  pesares  y  despechos,  y  no  ha- 
llando otro   modo  de  desarmar  la  cólera  de    sus    dioses,    quería 


tfmsamMwx 


XLÍV. 

revocar  sus  decretos  cor  víctimas,  de  que    le  habían  enseñado  y 
hecho    creer  que   estaban  sedientos.   Siempre   obraron   así  los  gen- 
tiles,   por   eso   Séneca   les   dijo:    Dii  non  placaníur   donis.    Se   sa- 
be  por   la  historia,    que   estuvo   ocho   meses   preso   entre  los  espa- 
ñoles, desde  12  ó  14  de  noviembre  de  1519  hasta  últimos  de  junio  de 
1520    en   que   murió:    que   trataba   continuamente   con   ellos,    prin- 
cipalmente  con   uno   llamado   Peña,   á   quien   quiso   muchísimo,   de 
modo,    que   era   empeño  para   el   emperador,    y    por   él   se   conse- 
guía  cualesquier  gracia,    hasta   deponer   su   gravedad   natural,  y  so- 
lozarse   quitándole   el   gorro   y   arrojándoselo   por   una  escalera  aba- 
jo,   (dice   Herrera)    porque   gustaba   de   verlo    correr   en   su  deman- 
da.   Que   las   mas   tardes  jugaba   al   bodoque   con   los   españoles   ó 
Patolli,   (que   aun   se   usa   en   Guanajuato    y   otras    partes)    atrave- 
sando grandes  cantidades  de  oro  que  le  ganó  el   codicioso  Alvarado. 
Que  aprendió  por  éste  trato  el  idioma  español  con  regularidad:  que  sa- 
bía las   oraciones   y    elementos    de    un    catecúmeno:     que    testigo 
continuo   de   las   prácticas   religiosas    de    los     españoles,    les    tomó 
afecto   en   términos    de   pedir   á   Cortés   el    bautismo    en    carnesto- 
lendas  del   año   de    1520;    pero   que   éste   no   quiso   se  le  adminis- 
trase   (dice   Chimalpain)    sino   hasta   la   pascua    de   Espíritu    Santo, 
para   que   fuese   con   la   pompa   de   un   rey,    lo   que   no  pudo   veri- 
ficarse,  pues   puntualmente   en   la  noche  del  domingo  de   esta  fies- 
ta  fué   el   ataque   que   Cortés  dio  á  Narvaez  cerca  de  Zernpoala  y  lo 
hizo   prisionero.    Se   sabe   que    Cortés,   ó   porque  fuese  naturalmen 
te   celoso   de   la   religión,    6   por   cohonestar   con   ella   sus   agresio- 
nes,   cuidó   siempre   de   instruir   á   los   indios   y   de    derribarles    sus 
ídolos,    aunque   con  impolítica,    teniendo   que   irle   á   la   mano  mu- 
chas  veces   en   razón   de    ésto   el   clérigo    Juan    Diaz,    pues    com- 
prometía  á   los   españoles   á   reñidos   encuentros.    Finalmente  se  sa- 
be,  que   habiendo   ocurrido   gran   seca   y   ruina   de    las   sementeras* 
en    los   campos,    Moctheuzoma   se    quejó   á   Cortés,    é   hizo  ver  que 
sus    dioses   indignados   del   nuevo   culto   que   los   suyos   trataban    de 
introducir,    le   negaban   sus   lluvias:     Cortés  le-  ofreció   que   llovería- 
muy   luego;    hicieron    plegarias   los   españoles    y  correspondió  el  cie- 
lo  á   sus   votos,    porque   estaba   comprometido    en    cierto   modo   su 
honor,,  de   lo   que   no   poco   se   admi.ro   Moctheuzoma. 

Tales  eran  las  disposiciones;  con  que  el  Dios  de  suma 
bondad  había  preparado-  su  corazón  para  hacerlo  suyo,  no  dé 
otro  modo  que  el  labrador  prepara  la  sementera  para  cosechar 
una  copiosa  mies.  ¿Con  tales  datos  incuestionables  podremos  du- 
dar racionalmente  que  Moctheuzoma  abrazase  con  gusto  una  re- 
ligión, en  cuyo  favor  estaba  tan  felizmente  prevenido?  ¿Que  la- 
abrazase  en  un  instante  en  que  se  le  hablaba  de  un  fin  dicho- 
so, y  cual  iban  á  tener  sus  calamidades,  sus  dudas,  y  los  ultra- 
jes que   acababa  de   recibir  de  ios  suyos,   que  tanto  habían  lasti~ 


XLV. 
».<ío<    su    pundonor,    6    llámesele    su    orgullo?    ¿Hay  acaso  álguÉ 
róufra-o   que   se    resista  á   abrazar   una   tabla    de   salvación   J 
momento   azaroso?   Pero   aun   hay   otras   réfiecsiones  que  confirman 

maS  yr20mdirdeTmes  de   junio  de   1526;  ademan ^o, 
tés  otorgó  documento  de  donación  ante  el  escribano  Alonso  Vahen, 
te,  de  varias  estancias  y  casas  que    legaban  al  numero "de   124°  en 
la  jurisdicción  de  Tacuba,  á  favor  de  la  señora  Don*. Mana .  fcajjd 
Moctheuzoma,    hija  primogénita    de*  ^éT^^f*°¿J[  *&£ 
donación,  casándola  legítimamente  con  Alonso  de  Grado,  n^r^la 
Viila  de  Alcántara,  hidalgo   de  calidad,     ugar  teniente  de  capitán  y 
gobernador,  y  de  oficio  visitador   general  de  todos  los  inte a     la 
N.  E.   Este  fué  el  primer  mayorazgo  que  aparece  «^g  esta 
América,  según  las  antiguas  leyes  de  bastilla.   Hernán  Cortes  pro- 
testa en  el  exordio  y  cuerpo  de  este  documento,   que  fo, hice  pot 
cumplir    con  las    reiteradas    súplicas  que    e     emperador    JM^¿ 
tiempo  de    morir,  llamándole,  rogándole  y    *™n*>V  '  £1  Ír2 
sus  palabras)  muy  afincadamente  cuidase  desús  tres  hyas^ que  eran 
las  mejores  joyas    que  tenia...  y  que  las  hiciese  luego    bou tizar,? 
poner  por  nombre  á  la  una,  que  es  Ja  mayor,   su  legitima  .hereda- 
ra,   Doña  Isabel,  á  las  otras  dos  Doña   María,  y   Dona  Manana 
Y    aun  en   su    lengua   me  dijo    (añade   Cortés)   entre    otros  razona- 
mientos, que  me  encargaba  la  conciencia  ...  ¿Y  bien;  quien  manda  a 
Z ?  hijas  bautizar,  nef  se  bautizaría  con  gusto,  y  adoptaría  para    si 
lo  mismo  que  para  ellas?  ¿despreciaría  este  bien  inapreciable  ....... 

¿Quien  encarga  su  tutela  y  cuidado  por  motivos  de  concienna  no 
estaría  convencido  do  la  suerte  que  se  le  esperaba?  He  aquí  el 
modo  con  que  se  condujo  Moctheuzoma  en  los  últimos  elogios  do 
su  vida;  modo  propio  de  un  hombre  que  mona  cristianamente  len- 
go  en  mi  poder  este  precioso  documentó  que  ei  f«JJ 
Zn  Veracruz,  y  de  que  tal  vez  carecerán  los  deudos  de  esta  ilus- 
tre v  desgraciada  familia.  ,      . 

^  Otras  muchas  reflecciones  pudiera  hacer  en  comprobación 
de  mi  opinión,  sacándolas  de  los  argumentos  de  consecuencia  o  a 
wtille:  pero  rne  limito  á  decir  entre  sorprendido  y  confuso  con 
S  Pable,;  ¡ó  ulteza  de  la  sabiduría  de  Dios!  ¡qué  mcomprehenjible* 
son  tus  julios,  ¡qué  inapeables  son  tus  caminos!  El  arresto  de  Moc- 
theuzoma en  su  palacio,  este  hecho  que  ha  escandalizado  a  la» 
generaciones  pasadas,  y  que  escandalizará  a  as  futuras  «*e  he. 
cho  de  ingratitud,  contrario  á  la  justicia,  a  la  hospitalidad  y  al 
honor,  fué  el  que  proporcionó  al  ilustre  emperador  de  México  la 
adquisición  de  un  trono  de  gloria  (hablo  moralmente)  que  ningu- 
na   mana  podrá  quitarle.  Solo  á   vos,  Señor,    es   dado   sacar   bien 

del  mal,  y    trocar  el  veneno   mortífero  en  triaca  saludable! eres 

muy  dueño  de  tus  dones,  y  los  das  á  quien  quieres,  y  como  qjne- 


XLVL 

tes;  mo  eres  del  que  te  vocea  con  los  labios  como  el  hioocrit^ 
sino  de  quien  te  apiadas:  eres  muy  generoso  pues  remuneras  un 
suspiro  ó  una  lágrima  de  arrepentimiento,  con  ío^o  el  peso  Jnfan 
do  de  tu  gloria!    ¡Eres  un  Dios  infinito  en  tu  liberalidad!     "** 

A™»  i7  y  JePaíable  el  sllencio  q«e  el  común  de  los  historia- 
dores  han  guardado  *n  este  asunto  de  que  tanta  gloria  resuka  ¿ 
la  religión,  mas  no  nos  admiremos;  mayor  fué  el  que  guardaron 
con  respecto  a  Quauhtimóc,  succesor  de  Moctil2Tmafy  nad'e 
sabia  que  estaba  bautizado  hasta  que  nos  lo  dijo  Bernal  Diaz  del 
Castülo     como   tengo    advertido   ¿n    la    última   «ota  de  la  caS 

TeSlavZ0™*»  ^^  d&  la  solución  de  la  lS 
mexicana.  Eran  aquellos  días  muy  obscuros,  y  los  feroces  conauis- 
tadores  no  notaban   estos  hechos   entre  los  interesantes    Su    aWdá 

"ptcieír^  dGSaf0rada  l0S  °CUÍ>aba  en  «^  *  *¡¡£ 


JñTQTJL 

JCiL  Retrato  del  Emperador  Moc~ 
THEUZOMA,  vestido  de  gala,  se  halla- 
rá de  venta  en  la  librería  de  D. 
Alejandro  Valdés,  juntamente  con 
ésta  obra»  Está  copiado  fielmente 
del  que  poseía  muy  antiguo  la  ca- 
sa de  los  señores  Cano  Moctheu- 
zoma,  mayorazgo  descendiente  del 
Emperador;  se  ha  grabado  en  Pa« 
rís  por  mano  del  ex-Marqués  del 
Apartado, 


ÍNDICE 

DE  LOS  CAPÍTULOS,  APÉNDICES, 

Y   DE    ALGUNAS  NOTAS   COMPRENDIDAS  EN  LOS 

CINCO  LIBROS  DE  ESTE   SEGUNDO  TOMO. 


Prólogo  del  autor  y  advertencia  del  editor 
LIBRO  QUINTO. 

Capítulo  I.  Del  agüero  que  tomaban  los  indios,  cuando  al- 
guno de  noche  oía  ahullar  alguna  bestia  fiera,  ó  llorar 
como   vieja L 

Capítulo  II.  Del  agüero  indiferente  que  tomaban  al  oír  can- 
tar á  la  ave  llamada  oaton,  y  de  lo  que  hacían  los  merca- 
deres que  iban   de   camino  en  este  caso 3. 

Capítulo  III.  Del  agüero  que  tomaban  cuando  oían  de  noche 
algunos  golpes    como    de  quien  está   cortando   madera.     .     5. 

Capítulo  IV.  Del  agüero  que  tomaban  cuando  cantaba  el 
tecolote. ,.... 

Capítulo  V.  Del  agüero  que  tomaban  cuando  chillaba  la  lechuza.     8. 

Capítulo  VI.  Del  mal  agüero  que  tomaban  cuando  veían 
atravezar    una  mostolilla,  6  comadreja  por  el  camino  6  calle.     9. 

Capítulo  VII.  Del  mal  agüero  que  tomaban  cuando  se  en- 
traba  un   conejo  dentro  de    la  casa,  y  nota   del   editor.     .     10. 

Capítulo  VIII.  Del  mal  agüero  que  tomaban  cuando  encon 
traban  con   el   gusano  llamado  pinaviztli 10. 

Capítulo  IX.  Del  agüero  que  tomaban  cuando  entraba  en  ca- 
sa   el   animal  llamado  epatl,    ó  sea  horrillo 12. 

Capítulo  X.  Del  mal  agüero  que  tomaban  de  las  hormigas, 
ranas,    y  ratones  en  cierto  caso 13. 

Capítulo  XI.  Del  mal  agüero  que  tomaban  cuando  veían  de 
noche    estantiguas,  visiones,  ó  fantasmas M. 

Capí:ulo   XII.    De  las  fantasmas  llamadas  Yacvnexquimillu     .     14. 

Capítulo  XIII.  De  otras  fantasmas  nocturnas.     .....     16. 

Nota  del  editor.     . 16. 


APÉNDICE  DEL  QUINTO  LIBRO. 

Introducion  del  autor .     18. 

Capítulo    I.  De    las    abusiones   que  usan  los  indios.     .     .     .     29 
Nota  importante  del  Editor.     .*....,..,.     29. 

LIBRO  SESTO, 

Prólogo  del  libro    sesto 32. 

Capítulo  I.  Oración  al  dios    Tezcatlipuca  pidiéndole  que  qui- 
tase  la  pestilencia 33, 

Capítulo  II.    Oración  al  dios   Tezcatlipuca   pidiéndole  socorro 

contra  la    pobreza 38. 

Capítulo  III.  Oración  á  Tezcatlipuca  pidiéndole  favor  en  tiem- 
po de  guerra  contra  sus  enemigos 42. 

Capítulo  IV.   Oración   á  Tezcallipuca  pidiéndole  favor   y    au- 
silios  para  el  rey   nuevamente   electo.     ...     ....     46. 

Capítulo  T.  Oración  á   Tezcallipuca  muerto  el  rey,   para  que 

les    diese    otro 50. 

Capitulo  VI,  Oración   á  Tezcatlipuca,  pidiéndole   que  quitase 

el   mando   á    un   rey    perverso.     .     , .     .     54. 

Capítulo  VIL  De   la  confesión  auricular  que  usaban  los  indios.     57. 
Capítulo   VIH.   Oración  al  dios   Tlaloc,    pidiéndole   mandase 

la    lluvia.     .     .     .      .     , .     64. 

Capítulo   IX.  Del  lenguage  y  afectos  con  que   el  rey  electo 
daba  gracias  al   dios    Tezcatlipuca,  y   le  pedia    favor  para 

bien     gobernar • "70. 

Capítulo  "X.  Oración    con   que  se   le   participaba   al   rey   su 

nombramiento 76. 

Capítulo  XI.  De  lo  que  dice  otro  orador  acabando  el  primero, 
mostrando  la  alegría  del  reino  por  su  elección,  y  espresan- 

do   los    votos    por  su  vida  de   sus  vasallos 85. 

Capitulo   XII.   De  lo  que  responde  el  señor   á  sus  oradores 

humillándose,  y  dándoles  gracias   por  lo  que  le   han  dicho.     89* 
Capítulo  XIII.  Afectos  que  usa    el  que   responde  por  el  se- 
ñor  cuando   este    no   se  halla   para  responder.     ....     90. 
Capítulo  XIV.  Plática  del   rey   al  pueblo  eshortándolo   á  que 
ninguno  se  emborrache,  hurte,  ni  cometa  adulterio,  y  tam- 
bién  al  culto   de  los   dioses,   armas   y  agricultura.     .     .     .     92. 
Capítulo  XV.   Plática   al  pueblo  de  una  persona  principal  en- 
careciendo el    razonamiento    del    rey,    y   reprendiendo   con 
agrura  los   vicios  que  aquel  mereció  en   su  plática.     .     .     .     106. 
Capitulo  XVI.    Respuesta  de   un    viejo   principal   y  sabio,   á 
nombre    del  pueblo,  agradeciendo  la    doctrina   del  razona- 
miento del  rey,  y  protestando    guardarla 110, 

Capítulo  XVII.   Razonamiento  moral  de  un  padre  á  sus  h> 


jos  eshortándolos   á    huir  de  los    vicios,  _.    ;    •    .     .     »     115. 

Capítulo  XVIII.  Razonamiento  de  los  señores  á  sus  hijas 
cuando  estaban  en  la  edad  de  la  discreción,  eshortándo- 
las    á    muchas    cosas ._ 119. 

Nota    importante 122. 

Capítulo  XIX.  Razonamiento  de  la  madre  á  la  hija,  y  pre- 
venciones  sobre  los  adornos  que  esta    debia  usar.     .     .     .      126. 

Capítulo    XX.    Amonestaciones  de  un  padre  á  su  hijo   á    la 

humildad 132. 

Capítulo  XXL   Persuacion  de  un  padre  á   su  hijo   para  que 

ame   la  castidad.     .     . 139. 

Capítulo  XXII.  Consejos  de  un  padre  á  su  hijo  sobre  co- 
mo se    había    de  conducir   en    comer,    beber,  dormir   <fcc.      146. 

Capítulo  XXIII.   De   la  manera  que   hacían  sus  casamientos 

los  naturales 152. 

Capítulo   XXIV.    En   que  se  pone  lo    que  hacían  cuando  la 

recien    casada  se  sentia   preñada 160. 

Respuesta  del  saludado,  ó  de  alguno  en  su  nombre.     .         .     163. 

Capítulo  XXV.  Enhorabuena  á  la  preñada 165. 

Capítulo  XXVI.  En  que  se  pone  lo  que  los  padres  de  los 
casados  hacian  cuando  ya  la  preñada  estaba  en  el  sétimo 
ü   octavo     mes 174; 

Capítulo  XXVII.  De  como  una  matrona  parienta  del  mozo 
hablaba  á  la  partera  para  que  se  encargara  del  parto  de 
la  preñada,   y  lo  quo  esta   respondía    aceptando    el    ruego.     175. 

Razonamiento  de  la  partera  á  la  preñada  para  que  para  fá- 
cilmente   177. 

Otro   id 182. 

Capítulo  XXVIIÍ.  Diligencias  que  hacia  la  partera  con  la 
.preñada   para  facilitarla  el  parto,  y  remedios  que  la  aplicaba.      184. 

Capítulo  XXIX.    De  como   canonizaban   y  enterraban   á   las 

que  morian    de  parto 186. 

Capítulo  XXX.    Razonamiento  de  la   partera  al  niño  recien 

nacido;   pregúntale  esta  que  suerte  le    ha  cabido.     .     .     .      191. 

Capítulo  XXXI.  Razonamiento  de  la  partera  al  niño  cuan- 
do le  cortaba  el  ombligo 193, 

Capítulo  XXXIÍ.  Del  modo  con  que  hacia  la  partera  el  la- 
vatorio de  la  criatura,  y  de  las  oraciones  que  rezaba  cuan- 
do hacia    esta    operación *,....     197. 

Capítulo  XXXIII.  Razonamiento  de  la  partera  por  felicitación 
á  la   parida,  y  de    los  parientes  de    esta    á  aquella  por   su 

trabajo,  y  lo    que    esta  respondía 199, 

Notas  del  Editor  importantes  para  ilustrar  la  historia,  desde  195.  á  200. 
Capítulo   XXXIV.    Parabienes  de  los   mercaderes  al  primogé- 
nito envíandole  dones  á  la  madre,  padre  y   abuelos.     .     .     204. 


tfmsamMMjm' 


Capítulo  XXXV.  Razonamiento  ele  felicitación  por  el  par- 
to pronunciado  por  los   embajadores  y  respuesta  á  estos.     .     210. 

Capítulo  XXXVI.  Como  los  padres  de  los  niños  llamaban 
á  los  adivinos  para  que  les  dijesen  el  signo  en  que  habia 
nacido 215. 

Capítulo  XXXVII.  Del  bautismo  de  la  criatura,  y  ceremo- 
nias que  en  el  se  hacían  en  la  imposición  de  nombre,  y 
convite    á   los  niños    &c 217, 

Capítulo  XXXVIII.  Del  bautismo  de  las  niñas,  y  de  algu- 
nas  ceremonias   de  él 222. 

Capitulo  XXXIX.  Como  los  padres  ofrecían  meter  á  sus  hi- 
jos en  el  Calmecac 223. 

Capítulo   XXXX.   Como  los  padres   avisaban  á  sus  hijos  del 

voto  que  habian  hecho  de  meterlos  en  el    Calmecac.     .     .     22§. 

Capítulo  XXXXI  De  algunos  adagios  de  la  gente  mexicana.     232, 

Capítulo  XXXXII.  De  algunos  acertijos  ó  adivinanzas  de  los 
muchachos,  que  usaban  los  mexicanos 236. 

Capítulo  XXXXIÍI.  De  algunas  metáfoias  delicadas  con  sus 
declaraciones    .     •     ." 237. 

LIBRO  SÉTIMO. 

Prólogo 242. 

Capítulo  I.    Del   sol 244. 

Capítulo  II.  De  la   luna 245. 

Capítulo  III.  De  las  estrellas  llamadas  mastelejos 250. 

Capítulo  IV.  De  los  cometas,  y  del  viento ,     .  251. 

Capítulo  V.   De   las  nubes 253. 

Capítulo  VI,  De  la  helada,  nieve    y    granizo 255. 

Capítulo  VII.  Del   modo   de  contar  los  anos 256. 

Capítulo  VIII.  Del  temor  que  tenian  á  la  hambre,  y  provi- 
siones que  hacian  para  evitarla.     .........  258. 

Capítulo  IX.    De  la   gavilla  y  atadura  de  anos,  y   de  lo  que 

en   el    año    de   cincuenta  y    dos  hacian.     ...     ...  259. 

Capítulo  X.   Del  orden  que   guardaban   en   sacar   la  lumbre 

nueva  el  año  cincuenta  y  dos,    y   ceremonias  que   usaban.  260. 

Capítulo  XI.  De  lo  que  se  hacia  después  de  sacado  el  fuego.  262. 

Capítulo  XII.  De  como  renovaban  sus  vestidos,  y  alhajas  des- 
pués   de  haber  sacado    el  fuego    nuevo 263. 

LIBRO   OCTAVO. 

Prólogo  del  libro  octavo 266, 

Capítulo  I.  De  los  señores  y  gobernadores  que  reinaron  en 
México  desde  la  instalación  del  primer  gobierno  hasta  el 
año  1560 !     268' 


Capítulo  II.    de    los  señores  que   reinaron  en    Tlaltdolco,  j 
después    que    se    lo  tomaron    los   españoles    hasta    el    ano 

de    1560 273' 

Capítulo  III.  De  los  señores   de  Tezcoco,  y   nota  importante 

del  Editor 275- 

Suplemento  del   Editor  y  vida  de    Moctheuzoma 

Capítulo  IV.    De  los  señores  de  Huexótla,  y  nota  importante.  277. 

Capítulo   V.  Suma  de  los  años  en  que  fué  destruida  Tulla.  280. 
Capítulo  VI.  De   las   señales  y   pronósticos  que    precedieron 
á  la  venida  de  los  españoles  en  esta   tierra,   sin  que  huvie- 

se   noticia  de  ellos 281« 

Capítulo    VIL  Cosas  notables  que  ocurrieron  después  de   la 

llegada  de  los  españoles •     .     .  283. 

Capítulo  VIII.   De  los  atavios   que  usaban  los  señores.     .     .  286. 

Capítulo   IX.  De  los    aderezos   que  usaban  en  sus  areitos.     .  288. 

Capítulo  X.  De  los  pasatiempos,  y  recreaciones  dejos  señores.  291. 

Capítulo  XI.  De   los  asentamientos  de  los  los   señores.    .     .  293. 
Capítulo  XII.   De    los    aderezos   que  usaban  los   señores   en 

la  guerra •     •     • 

Capítulo    XIII.  De   las  comidas  que  usaban    los  señores.      .  297. 
Capítulo   XIV.   De  la  manera  de    las  casas  reales,  y    audien- 
cia  de  las  causas  criminales 302. 

Capítulo  XV.    De  la    audiencia  de   las  causas  civiles.     .     .  304. 

Capítulo  XVI.    De  la  audiencia  para   la   gente    noble.     .     .  305. 

Capitulo  XVII.  Del   consejo  de  guerra 305. 

Capítulo  XVIII.  De  las  trojes,   y   alhondigas 306. 

Capítulo  XIX.   De  la    casa  de  los  mayordomos 3©7. 

Capítulo  XX.  De  la  casa  de  los  cantores,  y  atavios  del  areito.  308. 

Capítulo    XXI.    De  la   casa  de    los  cautivos 309. 

Capítulo  XXII.   De  los  atavios    de  las   señoras 309. 

Capítulo  XXIII.    De   los  ejercicios  de  las   señoras.     .     .     .  310. 
Capítulo  XXIV.  De  las  cosas  en  que    se  ejercitaban  los   se- 
ñores  para  regir  bien  el  remo,  y  aparato  que  usaban    pa- 
ra ir   á   la    guerra. 311. 

Capítulo  XXV,  De  la  manera   de  ?elegir  los  jueces.     .     .     .  313. 

Capítulo   XXVI.    De  la  manera  de  los  areytos 315. 

Capítulo  XXVII.  De  la   vigilancia  de   dia  y  noche  sobre  las 

velas 315. 

Capítulo  XXVIII.  De  los  juegos  conque  el  señor  se  recreaba  31i 

Capítulo  XXIX.   De    la    liberalidad    del  rey 317. 

Capítulo  XXX.    De  la   manera    de  elegir   los  señores.     .     .  31 1 
Capítulo    XXXI.  De  como  componían  á  los  electos   de  orna- 
mentos  penitenciales,  y    los   presentaban    á    Yitzilopuchtli.  319. 
Capítulo  XXXII.  De  como  hacian  penitencia  los  electos  cua- 
tro dias     320. 


321. 


321. 


CapituIo_  XXXIII.  Como    acabada  la    penitencia  llevaban  á 

los  señores  al    palacio,   y  á  otros   á  sus  casas.     .  -:fc 
Capítulo  XXXIV.   De    como   hacia   el  rey    un   solemnísimo' 

convite.     , 

Cnpítulo  XXXV.    De  como  se  preparaba  el  rey  para' hacer 

guerra  á  alguna  provincia 3„2 

Capítulo  XXXVI.  Del  orden  que  habia   en  los  mercados,  ó       *  ' 

tíanguns  de  que  tenia  el  rey  particular  cuidado 393. 

Capítulo  XXXVII.   Del    modo  conque    los   señores   y    gente 

noble,   crioba   6  sus  hijos 32g 

Capitulo  XXXVIIL  De  ios  grados   por.  donde  subían  hasta* 

hacerse  tequiíiaíos 399 


LIBRO  NOVENO. 


Prójogo  . 333. 

Capítulo  I.  Del  principio  que  tuvieron  los  mercaderes  de  Mé- 
xico y    TJaltelolco -  335 

Capítulo  II.  De  como  los  mercaderes  comenzaron  á  ser  hon- 
rados           t        #  o»j 

Capítulo  III.  De  las  ceremonia.-  que  hacían  los  mercaderes 
cuando  se  partían  á  alguna  parte  á  tratar,  y  nota  impor- 
tante   del    Editor   sobre   el  comercio 343. 

Capítulo  IV.    De  lo  que  hacían  cuando  llegaban  á  donde  iban.     352. 
Capítulo   V.  De   donde   nació  que  los  que  llamasen  Naoaloz- 

tomeca 354, 

Capitulo  VI.  De  la  ceremonia  que  se  hacia  á  los  mercade- 
res cuando  llegaban  á  la  casa  que  se  limaba  labatorio 
de  pies     . .     .     ,  ,     358 

Capítulo  VIL  Del  modo  que  tenían  los  mercaderes  en  ha- 
cer   los   banquetes 364. 

Capítulo  VIII.  De  las  ceremonias  que  hacia  el  que  da- 
ba el  banquete  cuando  comenzaban  los  cantores  del  arei- 
to,  y  lo   qne   hacían    toda   la   noche 365. 

Capítulo   IX,    De   las   ceremonias    que  hacían    al   romper   el 

alba,  y    en    saliendo    el   sol 367. 

Capítulo   X.    De   otra   manera    de    banquete    que  hacian   los 

mercaderes   mas   costoso    en   que   mataban   esclavos,     .     .     370, 

Capítulo  XI.  De  lo  que  pasaba  cuando  el  que  hacia  el  ban- 
quete,  iba   á   convidar   á  los  otros  mercaderes  á  Tochtepec.     374. 

Capítulo  XII.  De  lo  que  pasaba  el  que  hacia  el  banque- 
te con  los  mercaderes  de  su  pueblo,  después  que  volvía 
de  convidar 376. 

Capítulo  XIII.  De  como  se  comenzaba  el  banquete  ó  fies- 
ta, y   de   lo   que   en  él   pasaba.     .     , 379. 


mmMm¿ 


mKMMMMmmM:iimmmím^^mmam^